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La ley Televisa de México


Partes: 1, 2

    1. Cabilderos
      privados en nombre del interés
      público
    2. Convergencia
      tecnológica, divergencia
      monopólica
    3. La
      dúctil institucionalidad de la
      reforma

    Hasta hace poco tiempo
    México
    contaba con un marco legal para los medios
    sancionado en 1960. A lo largo de la segunda mitad del siglo
    XX  hubo diversos intentos de reforma, pero ninguno tuvo el
    alcance y la expectativa como la aprobada el 21 de marzo del
    2006. En 1980, los diputados intentaron cambiar la Ley de Radio y TV sin
    éxito.
    Para 1997, el Congreso Mexicano propuso una Ley de Comunicación
    Social, conocida como "Ley Mordaza", que no pasó. Para
    el 2001, ya en el gobierno de
    Vicente Fox, se realizaron consultas para la Reforma Integral de
    los medios de
    comunicación y cuyo único cambio fue la
    reducción del tiempo que los medios pagan al Estado por
    cuestiones legales y fiscales.

    Los cambios políticos y sociales ocurridos en 46
    años volvieron imprescindible una reforma de fondo, donde
    se acotaran la discrecionalidad del Estado en el otorgamiento de
    las concesiones, la necesaria  regulación de la
    correspondencia social de la programación y  la rendición de
    cuentas de los
    gastos que los
    partidos y el propio gobierno ejercen  en la
    contratación de campañas mediáticas para
    construir una opinión
    pública favorable a sus
    intereses.  

    Otra razón que llevó a proclamar la
    urgencia de una reforma legal fue la fuerza
    expansiva de las telecomunicaciones. El viejo concepto del
    espectro radial o televisivo ya no corresponde hoy con la
    convergencia tecnológica de redes que brindan servicios por
    un único medio: Internet, televisión, telefonía, etc. que están al alcance
    de un usuario de manera simultánea. Muchos países
    están ahora impulsando la llamada convergencia de redes y,
    ante ello, los concesionarios en México se encontraban en
    desventaja competitiva al no contar con un marco legal para la
    transferencia tecnológica. 

    El anteproyecto de
    modificación a la Ley Federal de Telecomunicaciones y a la
    Ley Federal de Radio y Televisión tuvo como propósito dar
    respuesta a las necesidades y demandas anteriores. Durante
    más de dos años y medio se llevaron a cabo
    consultas con organizaciones
    sociales, organismos estatales, concesionarios, representantes de
    los medios, etc. El anteproyecto presentado en octubre del 2004
    generó grandes expectativas. En lo general, se planteaba
    el carácter prioritario de la radio y
    televisión como medios masivos necesarios para la
    comunicación, información y expresión de la
    sociedad
    mexicana, así como  incentivar los cambios
    tecnológicos. 

    • En lo particular, se  eliminaba la
      asignación directa de las concesiones por parte del
      Estado, y se establecían candados para evitar
      monopolios, al imponer a un operador un tope máximo de
      35 por ciento del total de la cobertura o de los ingresos del
      sector en una plaza.
    • Los partidos
      políticos contratarían su propaganda
      directa con los medios, en este caso sería el Instituto
      Federal Electoral encargado de ello. La equidad y el
      favoritismo en la propaganda se garantizaban de esta
      manera.
    • Por ultimo, desaparecerían las distintas
      instituciones reguladoras de los medios actuales
      (Comisión Federal de Telecomunicaciones COFETEL y
      Comisión Federal de Competencia  COFECO) para dar lugar a un
      Consejo Nacional de Telecomunicaciones, con el mandato claro de
      evitar monopolios y regular las disputas en el sector. Dicho
      Consejo estaría integrado por ciudadanos reconocidos,
      cuyo nombramiento y duración trascendiera los tiempos
      del cambio de gobierno.   

    Todo apuntaba a un consenso general de todos los
    actores, pero los tiempos electorales y la disputa interna entre
    los concesionarios condujeron a una seria polémica entre
    las partes que casi paralizó los trabajos legislativos.
    Diversos analistas daban por sentado que la discusión y
    aprobación del anteproyecto quedaría pendiente
    hasta la siguiente administración federal, debido a la
    cercanía del proceso
    electoral del 2 de julio del 2006. 

    Sorprendentemente, el 1 de diciembre del 2005 se
    presentó un dictamen diferente al discutido a lo largo de
    los dos años anteriores, sin tomar en cuenta las 1.410
    propuestas hechas durante ese tiempo. Aún más,
    dicho dictamen fue votado por unanimidad por todos los partidos
    políticos, sin el respaldo de los actores que
    habían participado en las consultas y foros, y ratificado
    por mayoría en el Senado de la República el 21 de
    marzo del 2006. El Partido de la Revolución
    Democrática (PRD) argumentó a su favor que no
    leyó con cuidado la minuta que ese día se
    aprobó por unanimidad.

    Partes: 1, 2

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