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sobre las implicaciones sociales de las
NTIC - Promesas y
realidades - La brecha del
desarrollo - La sociedad
en red. Nuevas lógicas organizativas - Las redes
sociales - Cibercomunidades
- Alianzas
globales en línea - Exclusión
y resistencia en América Latina - El
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y organizaciones sociales: Un estudio
exploratorio - Capital
informacional: una apertura
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poco favorable - Equipamiento
y acceso - Usos y
usufructos - Apropiación
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los medios, a los fines - Un
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aprender - Construcción
de alternativas - Bibliografía
- Siglas
utilizadas
Las nuevas
tecnologías de información y comunicación: Luces y
sombras
I PARTE
Capítulo 1
Una
aproximación al debate sobre
las implicaciones sociales de las NTIC
NTIC y
globalización
De un tiempo a esta
parte, la humanidad está viviendo profundas
transformaciones en los diversos órdenes del convivir
social. Y lo está haciendo a una velocidad
nunca antes registrada, debido a la acelerada
interpenetración entre el desarrollo
técnico y tecnológico y las relaciones sociales
prevalecientes en el mundo capitalista que actualmente rige en el
planeta, bajo cuya dialéctica se están moldeando
las formas hasta ahora conocidas de producir, trabajar, consumir,
aprender, hacer política, informar,
conocer, divertirnos, relacionarnos con el mundo y hasta
pensar.
Para dar cuenta de esta nueva realidad hay quienes la
califican como "tercera revolución
industrial", estableciendo un parangón con lo ocurrido
en la segunda mitad del siglo XIX, cuando la segunda revolución
industrial, a partir de Estados Unidos,
tomó la posta de la primera, iniciada a fines del siglo
XVIII en Inglaterra. Otros
prefieren denominarla "revolución científica y
tecnológica", cuando no "revolución de la
información" o "revolución del conocimiento",
destacando el rol adquirido sea por la ciencia y
la tecnología, o bien -más
específicamente- por las nuevas tecnologías de
información y comunicación como fuerzas productivas
centrales del actual ciclo económico. En todo caso, se ha
tornado común utilizar indistintamente una u otra
denominación, siendo que éstas básicamente
expresan el reconocimiento -más que una claridad
conceptual- de que estamos viviendo una época de cambios
sustantivos, cuando no un cambio de
época, como sostiene una corriente de pensamiento.
Para enfatizar en los alcances y en la profundidad de
estos cambios, varios autores coinciden en señalar que el
mundo capitalista está transitando de la economía industrial,
basada en el acero, los
automóviles y las carreteras, a la economía
digital, construida a partir de silicio, computadoras y
autorutas de información1.
Un tránsito que implica, destacan otros, pasar de una
organización socio-económica basada
en la relación materia/energía a una nueva sustentada en
la información y el
conocimiento, donde la información se presenta como
insumo y producto a la
vez, acentuando cada vez la dimensión artificial y
construida de la vida social.
Como eje articulador de estos cambios aparece el
proceso
llamado "globalización". En realidad, un
término impreciso y nada novedoso -pues se remite al viejo
proyecto
occidental de un imperio universal-, pero, eso sí,
impactante2.
Como sea, en un sentido general se refiere a la mayor
interrelación de los países del mundo por la
erosión
de todo tipo de fronteras y la consiguiente
reconfiguración de los mecanismos e instancias de
decisión. De hecho se trata de un proceso en el cual
confluyen dinámicas diferentes y complejas -al tiempo que
hay otras que van en sentido contrario-, pero en cuyo ritmo y
orientación prevalece la lógica
del nuevo ciclo de acumulación de capital,
corporativa y transnacional, que ha encontrado en la ideología neoliberal, al menos hasta ahora,
el discurso
necesario para legitimarse.
Esto es, un nuevo ciclo que se apuntala con la
mutación tecnológica, en tanto esta permite que se
expanda el espacio geográfico subordinado a la
acumulación capitalista, incorporando nuevos territorios y
poblaciones, y que se acorte el tiempo de acumulación o
ciclo del capital, acelerando el circuito producción, circulación y
realización de bienes y
servicios.
Expansión del espacio y reducción del tiempo que
llevan al sistema a sus
límites, con la integración plena del planeta en una
economía-mundo y la realización de una
acumulación a la velocidad de la luz. Un espacio
único y planetario donde la interdependencia se torna
inevitable, al punto que los problemas
surgidos en un punto específico, por minúsculo que
sea, afectan al conjunto del sistema. Un tiempo que igualmente
articula y compromete al conjunto del sistema, pues en el viaje
al futuro la humanidad toda ya está embarcada en una misma
cápsula espacial, que bien puede estallar en cualquier
momento si, por ejemplo, no se toma en serio que la
catástrofe ecológica puede estar a la vuelta de la
esquina.
Con el globalismo, sostiene Ianni (1996: 26), "el
planeta Tierra no es
más tan sólo un ente astronómico, sino
también histórico. Lo que parecía, o era,
una abstracción, luego se impone a muchos como realidad
nueva, poco conocida, con la cual hay que convivir. El planeta
Tierra se torna el territorio de la humanidad". Y añade:
"la sociedad
global no es solamente una realidad en constitución, que apenas comienza a moverse
como tal… Se revela visible e incógnita, presente y
presumible, real e imaginaria. De hecho está en
constitución, apenas embozada aquí y acullá,
aunque en otros lugares aparezca incuestionable,
evidente".(30)
Para el autor brasileño, el problema se complica
un poco más cuando se constata que la sociedad global "se
constituye en la época electrónica, dinamizada por la informática", la cual es "articulada por
emisiones, ondas, mensajes,
signos,
símbolos, redes y alianzas que tejen
los lugares y las actividades, los campos y las ciudades, las
diferencias y las identidades, las naciones y nacionalidades.
Esos son los medios por los
cuales se desterritorializan mercados,
tecnologías, capitales, mercancías, ideas,
decisiones, prácticas, expectativas e ilusiones". (1996:
31)
La globalización, por tanto, es un hecho objetivo, mas
no así el sentido único e inevitable que a este
fenómeno pretende imponerle la ideología del libre
mercado
predominante. De ahí que no deja de ser un proceso
ambiguo, cuando no contradictorio, y, en todo caso, parcial. Tan
es así que mientras las tendencias de estos cambios se
refieren a interconexiones, convergencias, distancias que se
acortan, abriendo posibilidades de aproximación entre
pueblos y culturas, la cruda realidad nos dice que las distancias
y desigualdades sociales y geográficas no dejan de
acentuarse a lo largo y ancho del mundo3.
Sucede que el mercado –motor de este
proceso- no se mueve precisamente con criterios de
cooperación, sino de competencia,
donde lo que cuenta para sus respectivos actores es ampliar y
articular sus nichos de consumidores, excluyendo a quienes no
califican como tales, en una dinámica que disgrega y fragmenta
socialmente. Aunque se pregonen las virtudes de la "mano
invisible del mercado" como paradigma del
ordenamiento del mundo contemporáneo, no ha dejado de
prevalecer la dialéctica que existe entre riqueza y
poder. De
ahí que, mientras a los países periféricos -a los que se globaliza- se les
impone "achicar el Estado",
los países centrales -que globalizan- lo hacen reforzando
el rol del Estado.
Allá que abran mercados, so pena de sanciones, acá
la protección es la regla. Libre flujo para los capitales,
las mercancías y servicios, severas restricciones para el
movimiento de
mano de obra, particularmente la procedente de los países
periféricos. Para decirlo en pocas palabras: una inaudita
concentración del poder, de la riqueza y del saber,
aparejada también de una inaudita exclusión
social. De ahí que la
globalización, aunque suene a paradoja, es un proceso
parcial.
En todo caso, lo que en suma aquí importa
destacar es que, mutación tecnológica de por medio,
está en curso una dinámica que ha permitido que el
capitalismo se
reestructure, se renueve y se globalice, abarcando, por primera
vez, las relaciones sociales en todo el planeta. O, si se quiere,
un tránsito de las formas intensivas de acumulación
de capital en el marco de los Estados nacionales hacia un mercado
único planetario. Tal es, precisamente, lo que se ha dado
en llamar la "sociedad mundial de la información" que, al
decir de la OIT, (2000a: 4), "ha logrado que los países
tengan una mayor interdependencia, y ha combinado la
rápida difusión de las tecnologías de la
información y de la
comunicación (satélite, cable,
radiodifusión, telecomunicación, Internet) con la
integración global y la liberación del comercio". De
esa combinación el elemento que más se suele
resaltar es la Internet; acaso porque sea la que mejores
"ventajas comparativas" ofrece para legitimar la
globalización.
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