La dialéctica orden/desorden social desde los Imaginarios sociales
- Resumen
- El problema de la
integración social en las sociedades
postmodernas - Imaginarios
sociales: Una definición siempre
controvertida - El orden
social permanentemente inacabado. Una perspectiva desde el
Imaginario social - A
modo de conclusión - Bibliografía
"Todo sueño es una realización irreal que aspira a
la realización práctica"
Edgar Morin: El cine o
el hombre
imaginario, p. 186.
Resumen
Este artículo tiene como propósito central
mostrar la doble y antitética articulación del
Imaginario social con los procesos de
conservación y movilización del orden social
instituido. En primer lugar, se analizan los presupuestos
"integradores" que impregnan la teoría
sociológica contemporánea en sus diferentes
vertientes. A continuación, se intenta clarificar la
noción de Imaginario social y sus implicaciones
filosófico-sociológicas. Finalmente, a la luz del
Imaginario social, se piensa tanto el ejercicio legitimador del
poder como los
contrapoderes deslegitimadores que actúan constantemente
en la trama colectiva.
Palabras clave: Imaginario social, Poder,
Legitimación, Postmodernidad.
Introducción
La hipótesis que se propone en este escrito es
que el orden social no es algo absolutamente cerrado, sin
espacios de fuga, resistencia o
transgresión. Se trata de mostrar que un modelo de
sociedad
globalmente sobreintegrado no es más que una vana
ilusión. Por el contrario, en todo régimen social
están inexorablemente implicadas fisuras, dislocaciones,
que permiten comprender la sociedad como una siempre conflictiva
tensión entre lo que es de facto pero
también entre lo que pudiera ser de otro modo. Para ello,
utilizamos la noción de Imaginario social como utillaje
teórico capaz de descifrar tanto las claves del orden
social como las de su permanente cuestionamiento.
A través de esta noción, pensamos que
estamos en condiciones de comprender la siempre incompleta
certidumbre sobre la que descansa la realidad social.
I. El
problema de la integración social en las sociedades
postmodernas
Conviene comenzar apuntando que el problema de la
integración social ha sido uno de los centros
neurálgicos del debate
sociológico prácticamente desde la constitución de la sociología como ciencia.
Recordemos que ya en los albores de la sociología, en
plena revolución
industrial, Augusto Comte,
en su estática social, buscaba garantizar el
orden desde una necesaria coparticipación por parte de los
individuos en un conjunto de valores
comunes capaces de salvaguardar la integridad de la sociedad.
Pero este énfasis puesto en la integración social
se refleja especialmente en la obra tardía de Emile
Durkheim,
quien piensa la sociedad desde una significación
holística y central capaz de garantizar el orden
social desde una integración simbólica. Durkheim,
como se sabe, achaca a los devastadores efectos resultantes de la
división social del trabajo la
ruptura del marco simbólico central que sostenía la
integridad social e impedía así la anomía.
La sociedad tradicional, según Durkheim, se cimenta sobre
una sólida representación religiosa que propiciaba
el consenso y la armonía social. De ahí que la
entidad propia de una sociedad peligre a raíz del proceso de
secularización que se extiende inevitablemente por
occidente[1].
Asimismo, en el estructural-funcionalismo de
Talcott Parsons, en una línea semejante, el mantenimiento
del orden social pasa por un necesario consenso en valores que
supuestamente salvaguardan el cuerpo social. La
sociología, pues, percibe desde sus orígenes la
necesidad de existencia de un conjunto de creencias y valores
centrales irradiados por la totalidad del cuerpo social y en los
que coparticiparían la gran mayoría de los miembros
que componen una sociedad.
Pero tampoco la sociología marxista, alternativa
teórica durante los años sesenta y setenta al
modelo hegemónico de corte estructural-funcionalista,
consigue liberarse del postulado de la sobreintegración
social como presupuesto sobre
el que descansa inexorablemente la vida colectiva. En la obra de
Louis Althusser, Ideología y Aparatos
ideológicos del estado, verdadero marco doctrinal del
pensamiento
marxista-estructuralista en los años sesenta y setenta,
cobra una especial relevancia la funcionalidad de los aparatos
ideológicos del estado(escuela,
familia,
iglesia..) en
cuanto instituciones
específicas destinadas a transmitir una ideología dominante capilarizada por todo
el entramado social con la intención de de fijar a los
individuos a un papel determinado en una estructura
social con fuertes contradicciones internas, para así
mantener el orden social con las contradicciones que éste
alberga.
Althusser sigue pensando el papel de los Aparatos
Ideológicos del Estado en clave funcionalista, a partir
del presupuesto de una inevitable integración normativa,
aunque, eso sí, conflictual. Por eso, la
sociología marxista, la que concibe, a diferencia del
funcionalismo, la sociedad atravesada por relaciones de poder y
de dominación, del mismo modo que la parsoniana, sigue
apoyándose en la noción de integración
social (aunque ahora contemplada a la luz de una coerción
o coacción) como fundamento sobre el que descansa la
conservación del orden social. De ahí que
Althusser y muchos otros pensadores incluidos en esta
tradición de pensamiento hayan encontrado serias
dificultades para localizar teóricamente la existencia de
una ideología proletaria, para situar y revalorizar
una ideología o representación del mundo propia de
los dominados.
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