Introducción
El objetivo del
presente trabajo es
analizar las respuestas impulsadas por la Revolución
Libertadora en 1955/1958 frente a la cuestión del peronismo en el
plano político y sindical, así como evaluar sus
alcances considerando las estrategias
desarrolladas simultáneamente desde el
peronismo.
Desarrollo
Hacia 1955 el régimen peronista ya sumaba varios
enemigos políticos: partidos de la más variada
procedencia ideológica y por diversos motivos, pero el
principal era su molestia por el creciente autoritarismo,
totalitarismo y avance del peronismo sobre los espacios
democráticos; la Iglesia,
porque el peronismo cada vez avasallaba más las
áreas de beneficencia y educación
–tradicionalmente responsabilidad de ella–; la Marina y
sectores del Ejército, cada vez más disconformes
con la política totalitaria peronista;
además de representantes corporativos e ideológicos
de las clases medias y las burguesías urbana y rural.
Así, en septiembre de 1955, tras un levantamiento de la
Marina, con apoyo de algunos sectores del Ejército y con
el aval de la Aeronáutica, Perón
debió renunciar y fue proscrito. Ésta fue la
Revolución Libertadora.
A diferencia de los golpes que se sucedieron en 1930 y
1943, la Revolución Libertadora estuvo apoyada por todos
los partidos
políticos (no peronistas), y tuvo como objetivo
reestablecer el régimen parlamentario y el sistema de
partidos. Los militares, a diferencia de lo que ocurriría
en futuros golpes, no se propusieron reemplazar la democracia
parlamentaria, más bien, su objetivo era normalizar la
situación ("democratizar" la tiranía que
Perón había legado) para llamar en el corto o
mediano plazo a elecciones. De este modo el nuevo gobierno se
asumía como provisional.
Quien ocupó la presidencia fue el general
Lonardi, representante de la facción nacionalista y
católica del ejército. Su lema era "ni vencedores
ni vencidos".
Esto hacía referencia a su voluntad conciliadora
con la clase obrera y
los sindicatos. Es
que su proyecto no
difería verdaderamente del peronista, en el que las
conquistas sociales de los trabajadores serían
todavía garantizadas y las organizaciones
sindicales seguirían siendo peronistas. Simplemente se
quería seguir con el modelo
nacionalista y popular de alianza de clases, pero sin los vicios
demagógicos y de corrupción
que le atribuían a Perón, el "tirano
prófugo". Este modelo, al igual que el peronista,
sería una garantía contra toda injerencia comunista
o de izquierda en el sistema. Sería una suerte de
"peronismo sin Perón".
Pero la otra ala que había participado de la
Revolución Libertadora, de tendencia más liberal,
había concebido otros objetivos en
el derrocamiento a Perón, que no se estaban cumpliendo con
los nacionalistas en el poder.
Mientras el ala conciliadora del gobierno intentaba concertar con
el movimiento
sindical peronista, grupos armados de
antiperonistas (los comandos civiles –compuestos
principalmente por activistas socialistas y radicales que,
preocupados por su decreciente influencia en la conducción
gremial durante la época peronista, ahora reclamaban el
fin de la política conciliadora del gobierno con la
dirigencia sindical peronista–) apoyados por fuerzas
militares, atacaban locales sindicales. De este modo la
conducción peronista se vio desconcertada y
descreyó cada vez más de la capacidad y autoridad de
Lonardi para cumplir con sus acuerdos –el gobierno y la CGT
habían acordado celebrar elecciones en la proximidad y
también la vuelta de centrales sindicales a manos
peronistas–. Como los lonardistas eran una posición
minoritaria en las fuerzas armadas, a los dos meses de su
asunción y presionado por un grupo de
oficiales del Ejército y por la Marina –fuertemente
antiperonista–, Lonardi debió renunciar.
Asumió como presidente provisional el general
Aramburu.
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