"…Para afirmar el paro
general, es menester disponerse a desatar la guerra de
guerrillas. El guerrillero ataca cuando es fuerte
desaparece frente a fuerzas superiores.[…] Durante la
resistencia
civil, los grupos de
hombres organizados pueden comenzar la práctica de
guerrillas, ejercitándose en llevar a cabo acciones de
sabotaje y ataques a personas y bienes de la
canalla dictatorial".
INTRODUCCIÓN
La experiencia de la Resistencia Peronista constituye
una pieza clave para comprender la emergencia de la guerrilla en
el seno del movimiento.
Naturalmente, existe una situación de tensión
intrínseca en la palabra resistencia que
sencillamente puede derivar en un escenario violento y
eventualmente de lucha armada. Sin embargo, lejos de ser
espontánea, la emergencia de agrupaciones guerrilleras
responde a un complejo proceso que
combina factores internos, externos e influencias de un amplio
espectro ideológico.
A los fines de un análisis delimitado del período
comprendido por los años 1955 y 1973, me ocuparé
específicamente de los siguientes temas: a) influencia de
Johh William Cooke, b) evolución de la Juventud
Peronista, puntualmente el caso de las FAP y c) marco conceptual
y contextual.
De ninguna manera es posible descifrar la
evolución individual de algún aspecto de la
Resistencia pues la complejidad de la misma radica en la interacción constante entre las diversas
aristas. El nacimiento de las FAP, por ejemplo, es un proceso
indivisible de la evolución de la Juventud Peronista y
especialmente de la influencia de John William Cooke. Por otro
lado, los tres procesos se
ven fuertemente afectados por la cuestión coyuntural
propia de una etapa dictatorial y de proscripción.
Finalmente, la dinámica de desperonización,
entendida desde el paradigma de
Amigo/Enemigo propuesto por Ollier representa un factor clave
para la comprensión del surgimiento de la guerrilla
peronista.
LA RESISTENCIA
a)
La influencia que ejerció sobre la guerrilla
peronista, el ex-diputado, John William Cooke, fue sin
duda más que significativa. En noviembre de 1956, fue
nombrado delegado personal de
Perón,
con quien entablaría su célebre correspondencia
desde junio de ese año hasta febrero de 1966.
A lo largo de esa década y hasta el día de
su muerte, Cooke
encarnó en cada detalle, lo que podríamos denominar
<<peronismo
combativo>> o <<peronismo
revolucionario>>.
Si bien, se produce un quiebre fundamental en la vida de
Cooke a partir de su traslado a Cuba y su
posterior conversión al guevarismo, no cabe ninguna duda
de que siempre sostuvo una línea intransigente dentro de
ese "gigante invertebrado y miope", como él
describía al peronismo. Para él, la solución
insurreccional (que prefería por sobre la vía
electoral o golpista) estaría propiciada por la
situación de proscripción y persecución
instaurada por los militares "libertadores". Según
Gillespie, fue posible construir una mística de combate
favorable a la dinámica revolucionaria de
insurrección, dadas las condiciones de aislamiento a las
que fue sometido el justicialismo en general. Asimismo, Cooke fue
el primero en protagonizar el enfrentamiento con la "burocracia
sindical" de tendencia moderada, que más adelante
quedaría enmarcada en la figura de Augusto Timoteo
Vandor.
Este no es un detalle menor, si se tiene en cuenta que
la rivalidad entre el peronismo combativo y el
"participacionista" se convertiría en el principal clivaje
del movimiento. Con el paso del tiempo, estos
dos grupos cambiarían de nombre pero siempre,
manteniéndose dentro de una misma línea de
oposición entre un peronismo de lucha o revolucionario y
la burocracia sindical o burguesía peronista.
En un principio, Cooke planteaba un conjunto de medidas
revolucionarias que apuntaban a lograr la democracia y
la independencia
económica. Sin embargo, este fervor revolucionario se
encaminará hacia objetivos
más definidos como la liberación nacional y la
revolución
social, dos conceptos que en la década del sesenta
empezarían a identificarse mediante una sola palabra:
antiimperialismo.
Para explicar el vínculo entre la cuestión
social y nacional en la prédica insurreccional, me remito
al la teoría
de Carl Schmitt.
En el caso argentino, el mito del
retorno de Perón y el carácter revolucionario del movimiento
funcionan como propulsores de la radicalización política. Así
pues, aplicando en nuestro país el esquema de Schmitt
sobre la fuerza motriz
de la mística nacional, se entiende la conjunción
de revolución social y
liberación nacional en el discurso del
peronismo revolucionario. Esencialmente, la propia historia de las organizaciones
armadas es un ejemplo de pasaje del nacionalismo
al clasismo. No son pocos los militantes que se iniciaron en
Tacuara o en la doctrina nacional justicialista de la
década del cincuenta y que se fueron inclinando
paulatinamente por ideas socialistas o clasistas (como lo
ejemplifica el caso de FAP-Comando Nacional).
La asociación entre mito, partido y jefe
revolucionario forma parte del pensamiento de
J.W. Cooke, como lo explicita en la carta dirigida
a Perón, el 14 de noviembre de 1957:
"Una revolución requiere partido
revolucionario, jefes revolucionarios y mito revolucionario,
por un lado y la ocasión, por el otro […] Nosotros
tenemos el Jefe revolucionario y el mito revolucionario:
Perón. A través de la unificación y la
labor organizativa estamos creando la fuerza revolucionaria.
Después aprovecharemos la
ocasión."
En este mismo fragmento se descubre el pensamiento de
J.W. Cooke respecto de las condiciones necesarias para la
insurrección. Se distancia de Lenin y de la izquierda
tradicional argentina al afirmar enfáticamente que no se
puede esperar que las condiciones "objetivas" se den, sino que
hay que provocarlas. Este es el gran legado del Che en el
pensamiento de Cooke: el foquismo. La estrategia
guevarista sería la siguiente:
"La guerrilla rural como método
revolucionario para constituir un ejército popular
contra el ejército burgués y el foco guerrillero
como factor que contribuye a crear las condiciones para la
Revolución (…) el carácter continental,
antiimperialista y socialista de la revolución
latinoamericana …"
Para el delegado de Perón, sin embargo, el
foco no se reducía a la guerrilla rural, sino que
precisaba inexorablemente del movimiento obrero urbano. Siendo
que la clase
trabajadora argentina mantenía una sólida lealtad
peronista, para Cooke, la revolución, simplemente no
podía ignorar al peronismo, como experiencia social.
Indudablemente, el método pregonado por Cooke era la
guerra de
guerrillas, tal vez, desde una concepción más
integral, como aquella que aparecería unos años
después en el discurso de los Montoneros, una lucha urbana
y popular.
Página siguiente |