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La resistencia peronista (página 2)




Enviado por Guadalupe Rojo



Partes: 1, 2

Si bien John William Cooke planteaba la necesidad de
forjar las condiciones objetivas para la insurrección
mediante un foco guerrillero, también creía que las
mismas podían desprenderse de una situación
política
tal como la proscripción del peronismo. El
hecho de estar en la oposición, siendo perseguidos,
representa para Cooke el detonante de la faceta revolucionaria
del peronismo y el escenario ideal para la sublevación.
Aseguraba: "Ahora la coyuntura favorable es permanente",
haciendo referencia a las políticas
represivas aplicadas por la Revolución
Libertadora como condiciones "objetivas" para sublevarse. El 12
de junio de 1956, Cooke aseveraba:

"Que la nuestra era una revolución social y
que este tipo de revoluciones habían partido siempre del
caos y que en consecuencia, nosotros no debíamos temer
al caos sino provocarlo, teniendo la inteligencia
de prepararnos para dominarlo y utilizarlo en provecho del
pueblo."

Asimismo, el delegado de Perón
sostenía una concepción de vanguardia,
como parte integrada al proletariado, esta vez, en coincidencia
con Lenin. Ambos, sostenían que la clave para el éxito
revolucionario estaba en evitar el aislamiento de las bases, por
parte de la vanguardia.

En 1960, ya instalado definitivamente en Cuba, John
William Cooke empieza las tratativas para convencer a
Perón de que elija ese país como lugar para
exiliarse. En ningún momento, Perón dio señales
claras de que lo haría pero tampoco descalificó del
todo a la revolución
cubana. Mientras las ilusiones de Cooke sobre una posible
alianza entre el socialismo y el
peronismo en Argentina aumentaban, aquel no daba señales
claras de aprobación, pretendiendo mantener un complejo
equilibrio en
su movimiento.

Para ello, Perón empleó una estrategia que
fue conocida como "política pendular". Sin embargo,
quizás no habría que entenderla como un
péndulo que se balancea de derecha a izquierda a ritmo
constante y sincronizado. Sus cambios de espectro
ideológico, definitivamente, no ocurrían repetitiva
y mecánicamente, ni mucho menos estaban librados al azar.
Notoriamente, las oscilaciones obedecían a cuestiones
políticas circunstanciales, que merecían alguna
modificación en el reparto de poder para
sostener un frágil equilibrio dentro del movimiento.
Perón solía explicar que él necesitaba
aprobar y al mismo tiempo
desaprobar a todos sus allegados, para generar las disputas
internas necesarias que le permitieran a él, reconocer a
los más convenientes y también a los
traidores.

La relación Perón-Cooke sólo puede
entenderse dentro de esta dinámica, donde el líder
justicialista se encargaba de despedazar y al mismo tiempo
revivir las esperanzas de su persistente delegado.

Cooke insistía en convencer a Perón de que
en la Argentina los peronistas (vistos desde un panorama
latinoamericano) representaban a los comunistas, porque eran los
defensores del proletariado y eran enemigos de la
oligarquía y del imperialismo.
Por otro lado, trataba de ensayar una lista de razones por las
cuales era conveniente para los peronistas hacer alianzas con
otros diversos movimientos de liberación nacional y social
de América
Latina. Mientras Perón mantuviera su Tercera
Posición, sería castigado e ignorado por los dos
bandos. J.W. Cooke sostenía que el peronismo sufría
en la Argentina por ser considerado subversivo; y al mismo tiempo
se privaba de la solidaridad
latinoamericana y del resto de los movimientos de
liberación nacional, por no declararse abiertamente a
favor de Cuba, por ejemplo.

Sin darse por vencido, al igual que los demás
receptores de su discurso,
Cooke acabó por inventarse al Perón que más
el gustaba, autoconvenciéndose de que compartían la
evolución hacia el socialismo. Así
fue como creyó que el líder podría rever su
concepto de
tercerismo, definiéndolo como equidistancia, ya no
entre dos bloques (capitalista y comunista) sino entre dos
imperialismos. Cooke alegaba que después de la muerte de
Stalin, se habían introducido cambios internos en
Moscú y que la expansión soviética no estaba
motivada por razones económicas, sino políticas.
Por ende, no debía considerarse a la URSS como imperial y
así, la equidistancia ya no era tal. Cooke
pretendía establecer un vínculo entre el peronismo
y los pueblos dominados (identificados con el
socialismo).

El 19 de septiembre de 1968, John William Cooke muere
sin terminar de romper su relación con Perón, pero
sí con su antigua y extensa correspondencia
suspendida.

b)

Paradójicamente, el día de la muerte de
Cooke, arrestaban en Tucumán a un grupo de
militantes de las Fuerzas Armadas Peronistas que
intentaban entablar una guerrilla rural en Taco Ralo. Algunos
habían sido sus discípulos. Este había sido
el proyecto original
de Cooke, que trató de llevar a la práctica en
1960, cuando designó al "comandante militar"
Uturunco Manuel Enrique Mena.

Los Uturuncos (hombre-tigre
en quechua) se habían instalado en los cerros adyacentes
al rió Cochuna, a 120 kilómetros al sur de San
Miguel de Tucumán. No están muy claras las causas
de su fracaso pero lo cierto es que al poco tiempo fueron
descubiertos y arrestados y solamente unos pocos lograron
escapar. Ese fue prácticamente el mismo destino que tuvo
el "Destacamento Montonero 17 de octubre" de las FAP cuando fue
descubierto el 19 de septiembre de 1968. En este caso,
sólo pudieron escapar unos pocos militantes, Carlos
Caride, entre ellos. En efecto, existió cierta
conexión entre ambas experiencias de guerrilla rural en
Tucumán. A inicios de los años sesenta, los
Uturuncos despertaron interés en
la Juventud
Peronista (incluso los más entusiasmados emprendieron
tareas de entrenamiento
físico).

Precisamente en esa época, militantes de la nueva
generación (Envar El Kadri, Gustavo Rearte y Jorge Rulli)
comenzaron a conectarse con las figuras históricas de la
Resistencia
Peronista (por ejemplo: Julio Troxler). Siendo que los sindicatos
estaban prohibidos por la Revolución Libertadora, el
ámbito de reunión y gestación de lo que
eventualmente serían las FAP, resultó ser las
Unidades Básicas (UB).

Según Gillespie, sería lógico
imaginar que la "continuación genealógica
principal del MNRT (Movimiento Nacionalista Revolucionario
Tacuara) fuesen las FAP…
" Si bien, no es fácil
trazar una línea de secuencia tan clara, es cierto que
muchos de los militantes del MNRT (en particular los que
participaron en el asalto del Policlínico Bancario) se
transformaron en cuadros fundadores de FAP.

En cambio, desde
la perspectiva de Juan Gasparini, las Fuerzas Armadas Peronistas
agruparon militantes provenientes tanto de la derecha
nacionalista (MNRT) como de la izquierda. Lo cierto es que desde
el peronismo de resistencia y desde el MJP (Movimiento de la
Juventud Peronista) surgieron los principales cuadros de FAP y
también de la
Organización Descamisados (liderada por Dardo
Cabo) que sería la primera en fusionarse con Montoneros,
en 1971.

Estas no fueron las únicas organizaciones
peronistas que basaron su estrategia en la lucha armada, o al
menos buscaron participar del accionar guerrillero. Si bien, por
razones de tiempo y espacio este trabajo no
puede ocuparse de las mismas, vale la pena mencionarlas: Frente
Revolucionario Peronista, Movimiento Revolucionario 17 de octubre
(MR-17), Federación Universitaria de la Revolución
Nacional, Acción
Revolucionaria Peronista (ARP), liderada por Cooke y el
Movimiento Revolucionario Peronista (MRP) de
Gustavo Rearte, entre las más destacadas.

En entrevista con
el historiador Ernesto Salas, la condición de guerrilla de
la Acción Revolucionaria Peronista no parece tan obvia. En
principio, existen dudas acerca de la participación de
dicha organización en la lucha armada, así
como también, aún hoy, persiste el debate sobre
la existencia de un apoyo explícito de Cooke a la guerra de
guerrillas. Lo cierto es que, tras la conversación con
Salas, hay un hecho que aflora como indiscutible: "El pensamiento
revolucionario de Cooke sí fue una influencia determinante
en la emergencia de gran parte de las organizaciones armadas
peronistas."

En la Resistencia no importaban tanto las concepciones
militaristas o las diferencias ideológicas, sino que eran
grupos
amalgamados mediante la experiencia compartida. La
identificación con la simbología y el lenguaje
peronista funcionaba como común denominador. Primaban los
sentimientos de camaradería porque provenían de una
situación adversa, que justamente precisaba de un soporte
y de una solidez conjunta. Además, el origen más
humilde de estas organizaciones, en comparación con
aquellas de tradición católica o de la izquierda
intelectual, convertían a las reuniones en encuentros
carentes de seriedad y complejidad, adquiriendo un tono
más familiar y barrial.

A principios de la
década del sesenta, el grupo de El Kadri, Rearte, Rulli y
Felipe Vallese, entre otros, asaltaron un conjunto de monoblocs
del personal
aeronáutico, en Ezeiza, firmando como ELN (Ejército
de Liberación Nacional). Por otro lado, Dardo Cabo fundaba
el Movimiento Nueva Argentina, de clara tendencia nacionalista y
peronista y comenzaba a planear lo que sería el Operativo
Cóndor.

Cuando llegaron las órdenes pacificadoras desde
España,
a través de la famosa frase del General <<Hay que
desensillar hasta que aclare
>>, a los
"muchachos" de la juventud les costaba obedecer. Inmersa
en un clima de
persecución y sofocamiento político, la JP empezaba
a protagonizar, en términos de Ollier, aquel pasaje de la
radicalización ideológica a la política.
Según esta autora, los jóvenes guerrilleros de los
setenta, habrían asimilado en su infancia
ciertos valores e
ideas políticas que conformaron su identidad
revolucionaria temprana. En los ámbitos privados (esfera
íntima-familiar), públicos o políticos, los
jóvenes internalizaron ciertas imágenes
de la política como antinomia, persecución y
confrontación. El paradigma
Amigo/Enemigo, sobretodo, respecto del hecho peronista, resulta
un factor clave para analizar la conducta de los
militantes de la JP que sentían que no podían
quedarse de brazos cruzados hasta conseguir el retorno de
Perón.

No fueron ellos los que desecharon la vía
electoral, sino que esa fue la enseñanza que adquirieron de la tumultuosa
vida política de su país. Desde su llegada al
mundo, los jóvenes identificaron a las resoluciones
políticas con la violencia. El
golpe de
Estado aparecía una y otra vez como la carta
más utilizada, pues los conflictos no
eran negociables.

"Para que la confrontación se resuelva, el
<<otro>> debe desaparecer. No hay negociación posible. No hay parte (partido
político), hay todo (Movimiento)."

La violencia fue siempre natural y la cuestión de
lo irreconciliable es acompañada por la inevitabilidad del
conflicto y la
incertidumbre. El descrédito se hacía extensivo a
la democracia en
general, y los partidos
políticos, en particular.

Así las cosas, el ímpetu furioso se
presenta un día en sociedad, como
escalando sus raíces, como si siempre hubiese estado
allí.

El miércoles 28 de septiembre de 1966, un grupo
de militantes de la vieja JP participó del Operativo
Cóndor. Dardo Cabo, al frente de un grupo de 17 hombres,
tomó un avión de Aerolíneas Argentinas y lo
desvió de su ruta regular entre Buenos Aires y
Río Gallegos, rumbo a las Islas
Malvinas. En el archipiélago, plantaron banderas
argentinas, reclamando simbólicamente su soberanía. Especialmente para la
ocasión, habían convocado a periodistas del diario
Crónica y la revista
Así. Un par de semanas después, el director
de esta revista publicó un artículo titulado "Yo
vi flamear la bandera argentina en las Malvinas".

Un tiempo después, concretamente a mediados de
1968, Envar "Cacho" El Kadri, Néstor Verdinelli, Carlos
Caride y la "Negra" Amanda Peralta, entre otros, comenzaron a
preparar lo que luego se conocería como Taco Ralo, el
bautismo de las Fuerzas Armadas Peronistas. El nombre de la
organización fue elegido unos días antes de
emprender el viaje a Tucumán; pensaron en llamarse
Ejército Peronista pero lo descartaron por las posibles
confusiones con la palabra "ejército". También
decidieron que el grupo que iría a Taco Ralo se
llamaría Destacamento Montonero 17 de octubre de las FAP.
Al igual que la futura organización Montoneros, las FAP
quisieron marcar una continuidad con los montoneros del Chacho
Peñaloza. El grupo que se quedaba en la ciudad se
llamaría Destacamento Descamisado Eva
Perón de las FAP.

La detención en Taco Ralo no tardaría en
llegar. A dos semanas de la llegada al monte, las Fuerzas Armadas
Peronistas fueron prácticamente desarticuladas. En los
años siguientes, con sus principales cuadros presos, las
FAP sólo realizaron unos pocos operativos de
expropiación a los fines de incrementar su armamento y
reconstruir su organización.

El 6 de enero de 1970, las Fuerzas Armadas Peronistas
irrumpieron en el terreno de la guerrilla urbana mediante la toma
de la guardia policial de Villa Piolín (Gran Buenos
Aires). Luego de desarmar e inmovilizar a la policía, los
militantes de las FAP repartieron juguetes,
mientras sonaba la marcha peronista por los
altoparlantes.

Para mediados de 1971, una fracción de las FAP
(la más numerosa) ya se consideraban una
organización del Peronismo de Base. En rigor, el PB
sería la agrupación de superficie de las FAP (que
era "la organización subterránea" en
términos de Basterra). Si bien FAP siguió
autoproclamándose peronista, su línea
ideológica se encaminó hacia el clasismo. En una
publicación de Cristianismo y revolución la
organización afirmaba:

"El deber que tenemos frente a Perón, frente
a la clase
obrera, es de construir una alternativa independiente,
revolucionaria y de clase, visualizable para la clase obrera
como camino real hacia el poder y entonces que él
elija."

Este grupo adopta una perspectiva que podría
enmarcarse dentro del mismo proceso
sufrido por la Neoizquierda. La cuestión consistía
en enmendar el accionar del Partido Comunista, que por ignorar o
rechazar al peronismo, había aplicado de forma incorrecta
o inútil la doctrina Marxista. Por ende, tanto la
fracción clasista de FAP como la Nueva Izquierda buscaban
reinterpretar al marxismo a la
luz de la
experiencia argentina y justicialista e inversamente interpretar
la realidad a la luz de la doctrina marxista.

En cuanto a nomenclaturas, en las FAP se produce una
división irreversible entre los "iluminados" (por la luz
del marxismo) y los "oscuros" (sostenían la
simbología peronista incondicionalmente).
Pertenecían al primer grupo: Rodolfo Ortega Peña,
Víctor Melchor Basterra, Jorge Cafati y Raúl
Villaflor, entre otros. En lo que respecta al segundo grupo,
mayoritariamente se dieron por vencidos. Algunos de los
militantes que se habían acercado específicamente a
las FAP por su carácter legendario de organización
peronista, pasaron a formar parte de Montoneros (como lo
ejemplifican el caso de Rodolfo Walsh y Ernesto
Villanueva).

Víctor Basterra coincide con el testimonio de
Envar El Kadri (publicado en La Voluntad) acerca del
Proceso de Homogeneización Política
Compulsiva
. Por ese entonces, FAP procuraba desarrollar el
PHPC (como se lo denominó en la jerga interna) como un
mecanismo necesario para compensar la ausencia de doctrina o
herramienta científica en la organización. El
Proceso de Homogeneización Política
Compulsiva
fue considerado por la fracción más
clasista como una instancia imprescindible en la evolución
de las Fuerzas Armadas Peronistas.

En la entrevista
con Basterra, el PHPC parece haberse creado a los fines de
"explicar lo que significaba la alternativa independiente"
es decir, la formación de "organizaciones circulares
que no respondieran ni a los patrones ni a las
juntas."

De todas formas, entre marzo y abril de 1973, la ruptura
interna de las Fuerzas Armadas Peronistas se oficializó.
Lideradas por El Kadri y Caride, las FAP (a secas) apoyaban
tibiamente al gobierno
constitucional, pero habían suspendido,
momentáneamente, la lucha armada. Por otro lado, la
fracción de los "iluminados" conformó FAP-Comando
Nacional, poseedora de un discurso más radical y que
incluso no detendría su accionar guerrillero durante la
presidencia de Cámpora. Al respecto Basterra (FAP-Comando
Nacional) asegura que "la lucha era contra la patronal, no
contra el gobierno"
y por ende la asunción de un
gobierno popular no modificaba su estrategia de encarnar un
peronismo alternativo a la "burocracia
sindical".

Más adelante, en agosto de 1973, la
organización FAP (a secas) se rebautizó como FAP-17
de octubre y el Peronismo de Base, PB-17 de octubre. Al mes
siguiente, recibieron la oferta de
fusionarse con Montoneros (que prácticamente ya lo
habían hecho con las FAR) pero la rechazaron por entender
que la propuesta escondía la verdadera intención de
fagocitarlos, sin más. De todas formas, fue inevitable que
sus cuadros más importantes, como Carlos Caride,
terminaran resignándose al hecho de que fuera Montoneros
la organización que absorbiera completamente a la
militancia peronista de izquierda (a excepción de una
fracción de FAP- Comando Nacional y del Peronismo de Base,
que logró retener algunos cuadros de gran importancia
histórica como Envar "Cacho" El Kadri, Raimundo Ongaro y
Julio Troxler ).

c)

La Juventud Peronista y la influencia de John William
Cooke resultarían ininteligibles desprovistas de un marco
conceptual dado. En esta nueva sección dentro de la
descripción de la Resistencia, me
urge destacar ciertas cuestiones generales del contexto que
aportan una visión amplia y colectiva. En primer lugar,
los efectos de la proscripción, la tensión en el
colectivo peronista y sus inmediatas reacciones
defensivas/ofensivas. Precisamente, recurro a la teoría
de Ollier sobre la política como antinomia para iluminar
el aspecto confrontativo del período. En segundo lugar,
las imágenes de violencia en torno al
factum peronista que fueron asimiladas por la juventud.
Así pues, los jóvenes se aferran a la figura del
líder y deben reinsertarse en la historia de un movimiento
peronista de la que, naturalmente, no habían formado
parte. Para ello me detendré en la teoría de Sigal
y Verón. En tercer y último lugar, se
abordará el enorme impacto de la fe y la mística
revolucionaria como la contracara de un sistema
democrático.

En 1997, El Kadri escribiría las siguientes
palabras que resultan muy elocuentes para entender la
relación entre la Resistencia Peronista y las generaciones
jóvenes:

"A este pueblo partidario del dictador depuesto
como en el pasado lo había sido Juan Manuel de Rosas, d
ebía sometérselo a un proceso de

desperonización, similar a la
desnazificación aplicado en Europa. Y si
en el pasado los federales habían sido
<<civilizados>> a fuerza de
cañones y degüellos de prisioneros y las cabezas de
sus caudillos eran puestas en pica […] ahora llegaba el
tiempo de los encarcelamientos sin juicio, fusilamientos y
asesinatos en basurales […] Y si la derrota de Rosas le
abrió las puertas del comercio al
capital
inglés, ahora los libertadores
triunfantes asumían la línea

MayoCaseros para imponer un modelo de
país que, como primera medida, anulaba la Constitución de 1949 y adhería al
Fondo Monetario
Internacional […]

¿Pero, quién hacía esa
Resistencia? Fundamentalmente los trabajadores. Esos sujetos
históricos de carne y hueso, esa clase obrera que muchos
mentaban como la protagonista del proceso revolucionario, pero
solamente en los papeles. Esos descamisados hacían
huelgas aunque estaban prohibidas y hasta las ganaban, robaban
gelinita en las canteras, fabricaban
miguelitos y
caños en las fábricas y talleres, con la
participación de todos en una suerte de Fuente ovejuna
proletaria […]Por supuesto también, otra vez, la
Resistencia. Pero ya no será solamente para jaquear,
como antes, sino también para pasar a la ofensiva, para
conformar las fuerzas armadas del pueblo que tomen el poder
para hacer la Revolución. Que ya no será
solamente de los trabajadores peronistas, sino también
de vastos sectores de la juventud que irrumpen en la lucha
política asumiendo esa identidad o la de una izquierda
nacional. En 1967, el ejemplo de Ernesto Guevara demuestra con
su vida, la necesidad de asumir el compromiso de hacer lo que
se piensa, y en 1968 las Fuerzas Armadas Peronistas recogen su
fusil todavía caliente…"

Las palabras de El Kadri resultan muy elocuentes para
describir el clima vivido por los peronistas en los tiempos de
Aramburu. El período de Resistencia podría
fragmentarse en dos fases principales. En primer lugar: la
tensión natural de un movimiento mayoritario y proscrito.
En segundo lugar: la reacción frente a la dictadura,
"pasar a la ofensiva" en términos de El
Kadri.

Para comprender la primera etapa es preciso detenerse en
la comparación entre
"desnazificación","desperonización" y el proceso de
"civilización" sufrido por los federales tras el
derrocamiento de Rosas. El paralelo entre los tres
acontecimientos no es estrictamente exacto pero, sin duda,
contribuye a la descripción del período post `55.
La proscripción del peronismo traía aparejada
algunos problemas de
índole práctica, como la identidad de los obreros.
La prohibición de actos huelguísticos sumada a la
persecución política, a los encarcelamientos y a
los fusilamientos, llanamente, determinó que la clase
trabajadora se viera ineludiblemente enfrentada con el
Estado.

El peronismo fue reintroducido por los militares como el
hecho maldito (a tal punto que se prohibieron las siglas
PJ y aquellas imágenes relacionadas con el "tirano
prófugo"
).

Como corolario de la satanización del movimiento
peronista, la reacción popular se suscitó. Las
nuevas generaciones se acoplaron a los históricos
descamisados y en nombre de la Revolución,
quisieron conformar "las fuerzas armadas del
pueblo"
.

Es factible que la proscripción del peronismo no
haya conseguido otra cosa que la exaltación del mismo. En
rigor, no es desdeñable la atracción que engendra
lo prohíbo. Además, como ya se mencionó, se
trata de un eslabón más en el proceso de
caracterización de la política argentina desde el
paradigma "amigo/enemigo". En palabras de Ollier:

"Esas imágenes son la política como
confrontación, la política como antinomia y la
política como persecución […]
persecución laboral por
pertenencia política, y persecución
política propiamente dicha, como prisión, exilio
y muerte."

Evidentemente los jóvenes que aprehendieron estas
imágenes en su infancia, no podrían haber dejado de
asumir el factum violento en la naturaleza
política de su país.

En suma, la sociedad civil
encuentra dificultades para formular sus intereses. Durante la
Revolución Libertadora los canales formales e informales
de expresión popular estaban inhabilitados. Esta
situación se va a ver agravada con la llegada al poder del
General Onganía. Si antes las vías institucionales
estaban cerradas, ahora directamente el tiempo político
estaba postergado (primero estaba el tiempo económico y
después el social). Por eso, Perón en el exilio se
asentaba como el único referente político
legítimo.

De esta manera se inicia un proceso de
asimilación de la historia del peronismo por parte de
aquellos jóvenes que no necesariamente lo habían
vivido. Eliseo Verón y Silvia Sigal interpretan esta
situación como la recuperación imaginaria de la
historia: "construir una continuidad absoluta y sin fisuras
entre su <<Nosotros>>y la historia del
peronismo
".

El sujeto <<nosotros>> hace
referencia a las organizaciones peronistas que hacían de
cuenta que habían vivido la experiencia desde el
comienzo.

El 29 de mayo de 1973, en el segundo número de
El Descamisado aparecía un artículo titulado
"Historia de 18 años de lucha" y decía lo
siguiente:

"Los bombardeos de junio de 1955 nos despertaron
(…)Durante 10 años ejercimos felices el gobierno y de
pronto nos quedábamos en la calle (…) fuimos creando
nuestra resistencia con imaginación y lealtad a
Perón…"

Pero, si bien estos militantes de la juventud
peronista que en la década del sesenta se habían
incorporado al movimiento por el <<trasvasamiento
generacional>>
se presentan formando parte del
gobierno peronista en los cincuenta, no podrían haber
estado "en otro lado que en la escuela
primaria
" en dicha época.

Esta herramienta que emplean los jóvenes
militantes para construir un actor social imaginario que
atraviese el tiempo y el espacio se proyecta retrospectivamente
hasta la lucha de los indios contra los españoles.
Nuevamente, se trata de la resignificación del mito,
especialmente de antiguos mártires
épicos.

Como se mencionó anteriormente, la mística
de Eva Perón adquiere una fortaleza extraordinaria (en el
sentido literal de la palabra) como lo ejemplifica la
publicación de uno de sus discursos por
parte de El Peronista. No sólo se destaca la
importancia de Perón como líder y la inevitabilidad
de la violencia sino también la extemporaneidad entre
Evita y la juventud:

"Ustedes pueden hablar de frente, con la frente
bien amplia, a la Patria y a Perón, porque ustedes
vieron en Perón la última esperanza de la Patria
y lo siguieron, como se sigue solamente a una bandera:
dispuestos a morir por ella o a triunfar con su victoria"
(discurso de Evita, 1-5-51)

Sobre estas palabras que hacen alusión a la
muerte como posibilidad, en una lucha de ese calibre,
habría que distinguir entre los tiempos en que Eva
construía su retórica y los que sobrevinieron en
los años setenta. Sin embargo, más allá de
la distancia temporal entre unos y otros, la guerrilla peronista
insiste en encontrar una correlación entre la guerra que
libraba Evita contra la oligarquía y su propia lucha. Es
probable que el hecho de evocar a una figura histórica de
esa magnitud, les sea instrumental para mantenerse ligados a un
movimiento que para el momento de la publicación
(1973-1974) ya los acusaba de infiltrados.

Asimismo, de la trascripción anterior se
desprende la temática de la muerte como aspecto natural de
la vida cotidiana. Se trata de una cuestión que
inexorablemente debe ser abordada desde una perspectiva de
época y que, entre otras cosas, contribuye a una mejor
comprensión y descripción del período.
Evidentemente, cuando una sociedad experimenta una
situación de guerrilla como la de la Argentina en los
años sesenta-setenta, una fuerza superior a las
ideologías tiene que estar implicada. En palabras de
Altamirano, existía en el aire algo
así como una "fe intransigente, la fe en la
Revolución".
La sociedad entera se embarca en un
momento histórico que tal como explica Schmitt, necesita
de un motor poderoso e
irracional como lo es la fe. La vida y la muerte adquirían
otro significado, eran asuntos que no deberían importarle
a un revolucionario, eran "desviaciones de
pequebú
". Si bien este no es un tema que incumba a mi
tesis, merece
la pena aclarar que no siempre la cuestión de la fe estaba
en el bando revolucionario. Indudablemente, aquellos que libraron
una guerra antisubversiva no pueden sino haber estado inmersos en
un clima semejante. Por momentos, la pelea se volvía
religiosa, se actuaba con la certeza de que se estaba liderando
un momento histórico y la fe, una vez más, era el
motor. Las metas eran distintas y opuestas pero la fe fue siempre
la misma.

En este caso, la pregunta sería:
¿Cómo llega una comunidad a
cambiar las reglas a las que permanentemente subscribe por un
accionar irracional movilizado por la fe? Sin duda, es una
cuestión compleja pero el eje de la controversia
está en las reglas, esas reglas que eran burladas
continuamente. Como se explicó anteriormente, desde el
paradigma de Ollier, la política argentina adquiría
tonos oscuros de incertidumbre, donde el Golpe de Estado, como
método
reiterado, borraba una a una las letras de la
Constitución.

En 1966, hasta los propios partidos políticos,
sin mayores protestas, habían entrado en estado de reposo.
Entonces, tal como se pregunta Altamirano, ¿Cómo
pretender que los jóvenes no se vean influenciados por la
brecha entre el país de jure y el país de
facto
?. ¿Cómo pretender que no adhieran al
"precepto de que el poder nace del fusil" ?

La revolución era inminente e irreversible; hasta
el propio Onganía hablaba de la Revolución
Argentina.
Por otra parte, no es para nada desdeñable
el factor continental. Latinoamérica estaba en ebullición.
Las ideas de liberación nacional y social aparecían
una y otra vez en distintas proclamas de grupos combatientes a lo
largo y ancho del subcontinente. Y por supuesto, la experiencia
cubana repercutió intensamente en el suelo
sudamericano. En palabras de Silvia Sigal:

"Cuba construyó un puente entre la
izquierda, nacionalismo
y peronismo, y pudo emerger entonces un ala izquierda peronista
que compensaría con el fervor de la juventud el menos
visible entusiasmo de las bases obreras por el fenómeno
cubano.".

CONCLUSIÓN

En conclusión, el peronismo de resistencia
representa una parte esencial de las guerrilla peronista, pues
ante todo simboliza en sí mismo a los sectores abrumados y
a la radicalización de la sociedad. Con naturalidad se
desprenden de la Resistencia fracciones y grupos que
ineludiblemente optan por la lucha armada como mecanismo de
reacción al gobierno dictatorial. La línea
divisoria entre accionar defensivo y ofensivo es efímera
para un movimiento proscripto y perseguido. Si bien este trabajo
se ocupa particularmente de las Fuerzas Armadas Peronistas, cabe
señalar que no sólo existieron otras
organizaciones, sino que además, en líneas
generales el peronismo revolucionario se nutrió
considerablemente de militantes de la Resistencia.

Por otra parte, la existencia de la Juventud Peronista
como organización de superficie de Montoneros asume un rol
fundamental en la contribución de cuadros. El año
setenta y dos representa para la JP un momento culmine en la
afiliación de militantes, lo que inmediatamente se refleja
en el ensanchamiento de las filas montoneras.

En fin, la emergencia de organizaciones armadas en el
seno del movimiento se debe a un conjunto de factores
interrelacionados. El auge de la lucha armada en detrimento de la
vía democrática se combina con el impacto del
mensaje de John William Cooke desde Cuba. Gradualmente, el
peronismo revolucionario va tomando forma y la alternativa de
lucha armada por el retorno de Perón se presenta como la
más natural. Entre tanto, tiene lugar en el movimiento
peronista el proceso de trasvasamiento generacional que acarrea
el florecimiento de la Juventud Peronista. La
identificación del retorno de Perón con ideales
revolucionarios se sucede con cierta espontaneidad.

BIBLIOGRAFÍA

Altamirano, Carlos. Bajo el signo de las masa
s(1943-1973).
Grupo Editorial Planeta/Ariel, 2001

Baschetti, Roberto Documentos de la Resistencia…
Op.Cit.
p. 94

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Guadalupe Rojo

Este trabajo forma parte de la tesis presentada para la
Universidad Di
Tella "¿La Patria Socialista? Un estudio sobre la
izquierda armada peronista".

Partes: 1, 2
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