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El retorno de Perón a la Argentina (página 2)




Enviado por Guadalupe Rojo



Partes: 1, 2

En primer lugar, sin duda, el objetivo de
Perón
en esta nueva fase de su liderazgo es
la manifestación clara y rotunda de sus intenciones de
reconstrucción y pacificación. Su alusión a
los 18 años de lucha no sólo implican el
contraste con las dictaduras pasadas sino también una
sutil desaprobación a la práctica guerrillera que,
precisamente, se había desarrollado durante esos dieciocho
años.

En segundo término, se destaca en el discurso el
mecanismo del líder
para dirigirse a todas las familias argentinas como si las
facciones ya no existieran. Abandona la retórica del
descamisado para defender los intereses del país
entero. Su gestión
ahora debe concentrarse en conformar espiritualmente una
nación
.

En tercer y último lugar, vale la pena detenerse
en la palabra pasiones pues, si bien pasa levemente
desapercibida en el grueso del texto no es un
detalle menor. Sin duda Perón la incluye dentro de las
conductas violentas del pasado, pero no hay ningún indicio
que permita reconocer a quién se las atribuye. Se puede
interpretar que las pasiones se corresponden con el
desorden de los 18 años de lucha pero
difícilmente se vinculen con los militares. Ciertamente,
cabe considerar la posibilidad de que el término haga
referencia al proceso de
radicalización social que vivieron tanto los sectores
peronistas o la juventud en
general. Siendo coherente con el discurso peronista de
reconstrucción nacional habría que
atribuir esta ligera crítica
de Perón a las organizaciones
armadas en particular.

Asimismo, algunas costumbres antiguas del "General"
mantienen su vigencia. Tal es el caso de la estrategia
"pendular", que promueve el debate. Por
una parte, Carlos Altamirano afirma que a partir de la
proscripción del peronismo, el
campo político argentino se ve dominado casi
exclusivamente por ese factum. En este escenario, el autor
le otorga a Perón el papel de árbitro.

Sin embargo, Verón y Sigal difieren en cuanto a
la calificación de "árbitro" pues sostienen que en
realidad, Perón evitaba ejercer dicho rol para mantener un
equilibrio
entre las partes (propio de su estrategia). Claro que el
"no arbitraje" como lo llaman los autores,
justamente implica ser el centro de las cuestión.
Perón elegía cuando reforzar o disminuir el
poder relativo
de las fuerzas internas del movimiento,
pero no interfería en aquellas disputas que no fueran de
su conveniencia. En rigor, no se puede considerar la actitud de
Perón como "arbitraria" si éste sólo va a
mediar en situaciones acordes a su estrategia y por otra parte,
lo haga signado de contemplaciones subjetivas y lejos de ser
imparcial.

Del mismo modo, Sigal y Verón describen la
estrategia de "no arbitraje" como la herramienta
perfecta para imposibilitar la emergencia de un segundo
enunciador legítimo (siendo Perón el primero).
Mientras las partes se tilden mutuamente de "infiltrados" y
traidores al justicialismo, en un "mecanismo circular de
repetición
" sin que ninguno de sus discursos sea
claramente legitimado por el líder, se constituye un
juego
imposible entre ellos donde nadie puede acceder a la tan ansiada
posición de "enunciador segundo" .

Tal como se describe anteriormente, el final del exilio
significa entre otras cosas, la complejización de la
dinámica entre Perón y los
mediadores. El "enunciador segundo", aquel representante de
Perón que sólo podía citar sus palabras
legitimadoras y generalmente no hablaba en primera persona, es un
personaje en extinción a partir del regreso del
líder.

De todas formas, los militantes del peronismo
revolucionario y especialmente, la juventud no pierden las
esperanzas y se aferran al rol de "emisores sustitutos" del
mensaje peronista. Este mecanismo les resulta funcional para
estrechar su vínculo con las bases. Que el juego
interactivo con la legitimidad de Perón haya sido eficaz
no quiere decir necesariamente que forme parte de un plan a conciencia.
Igualmente, en el n°6 de El Descamisado,
aparece la siguiente publicación de la JP, fechada el 26
de junio de 1973:

"La fuerza de la
relación líder-masa que impulsa el movimiento
hacia la profundización del proceso revolucionario del
peronismo es temida por los sectores antirrevolucionarios que
ejercen una práctica de conducción no basada en
la movilización sino en las ambiciones personales e
intentan heredar el liderazgo del General Perón. Esta
trenza ha quedado superada y destrozada cada vez que el pueblo
se ha movilizado, y cuando se encuentra físicamente con
Perón estos personajes quedan aplastados y desplazados
(…) En el acto del día 20
[de junio de 1973] la
cosa estaba perfectamente preparada. A tal punto que se
pareció mucho a una emboscada: el objetivo era que
Perón no hablara con su pueblo"

Lo interesante de esta publicación radica en la
pretensión que mantiene la Juventud Peronista de encarnar
al sujeto pueblo, pues juzgan que el encuentro
físico entre éste y su líder, no puede
llevarse a cabo sino a través de su entidad o de su sector
ideológico. Existe cierta similitud, salvando las
distancias entre la JP y las Fuerzas Armadas Revolucionarias, en
cuanto al rol decisivo que juega la población dentro del movimiento. Ambos
grupos
reconocen la complejidad de la relación líder-masa,
depositando la legitimidad peronista sobre el pueblo. Para ello,
la Juventud procura alcanzar la completa representación
popular y así relacionarse directamente con el
líder, en un juego que cuenta solamente con dos actores
(sin considerar al peronismo burocrático). En cambio, las
FAR, no se interesan por obtener la aprobación del propio
Perón sino que consideran que "el único
árbitro de esa cuestión es nuestro pueblo"
.
Interesándose más por la doctrina justicialista que
por el heterogéneo movimiento peronista (con sus
exponentes tan contradictorios), las FAR no dudan en posicionarse
en el mismo plano, o mejor dicho, por encima de Perón.
Simplemente, no buscan encarnar a la masa, pues ellos son la masa
y tienen la tarea de dirigir su propia revolución.

Justamente, el acercamiento de las FAR (marxistas
guevaristas) al peronismo se da a través del pueblo. Como
lo explica Carlos Olmedo la identificación con el
movimiento es el efecto inmediato y lógico de asumir
"nuestra condición de miembros de nuestro
pueblo
".

"Nosotros no nos integramos al peronismo; el
peronismo no es un club o un partido político
burgués al que uno puede afiliarse, el peronismo es
fundamentalmente una experiencia de nuestro pueblo y lo que
nosotros hacemos ahora es descubrir que siempre habíamos
estado
integrados a ella […] en el sentido que está integrado
a la experiencia de su pueblo todo hombre que
se identifica con los intereses de los más: y no
sólo de los más cuantitativamente, sino de
aquellos que por su condición, por su ubicación
dentro del proceso productivo, son los únicos que pueden
gestar una sociedad sin
explotación…"

Asimismo, Sigal y Verón reparan en la
definición del ser peronista como una categoría
formal, al margen de cualquier ideología: "sólo como una lealtad
que determina automáticamente una
pertenencia
".

Independientemente de la forma en que asumen la identidad
peronista, existen algunos mecanismos para reforzar la misma.
Particularmente, las organizaciones armadas apostaban a la
simbología peronista legendaria a modo de mostrarse leales
al líder y al movimiento.

Si bien el peronismo debía reformularse para
convertirse en agente político de la revolución
social, algunos de sus símbolos históricos fueron
rescatados en la década del sesenta. Es decir, que los
cambios en el escenario internacional y sobre todo el hecho de
que un movimiento gestado en el gobierno tuviera
que pasar a la oposición, no fueron suficientes para
quebrantar ciertos códigos peronistas. En efecto, muchos
jóvenes que probablemente no habían vivido esa
experiencia protagonizaron un proceso de resignificación
del lenguaje
original del movimiento.

Entre los emblemas adoptados por el peronismo
revolucionario se destacan: las tres banderas (justicia
social, independencia
económica y soberanía política), Evita como
el mito de la
luchadora acérrima contra la oligarquía, la figura
del líder dirigiéndose directamente a su pueblo
desde el balcón y el 17 de octubre, entendida como la
primera manifestación de violencia
popular.

En cuanto a este último punto, el líder de
las FAR, Olmedo lo describe como "la irrupción de
nuestro pueblo, de nuestras masas, al escenario
político"
iniciando el ciclo histórico de la
lucha nacional. Así, desde la izquierda revolucionaria se
establece una continuidad entre el 17 de octubre y otras eventos donde el
pueblo se pudo expresar, sin intermediarios. Principalmente, se
destaca el Cordobazo como el episodio en el que las masas
salieron a la calle para manifestarse. Desde aquellos sectores
que se denominaron Nueva Izquierda, también se rescata al
17 de octubre como"el primer símbolo real construido
por la nueva clase obrera.
Su primer intento violento de participar en la vida
política."

Las alegorías sobre Perón y Evita no
agotan, sin embargo, los emblemas del peronismo. En el estudio
realizado por Beatriz Sarlo se describe la presencia reiterada de
la figura de Aramburu en distintos lemas y canciones montoneras,
cumpliendo una función de
autodefinición por oposición. Así, los
Montoneros fundan su identidad mediante la expresión de
repudio hacia aquella persona sobre quien pesaban "los cargos
de traidor a la patria y al pueblo y asesinato en la persona de
veintisiete argentinos
", como sentenciarían en el
primer comunicado de la organización, el 29 de mayo de 1970. En ese
mismo comunicado aparece otro de los símbolos peronistas
de la época, la figura de Juan José Valle, que le
da el nombre al comando montonero que secuestra a Aramburu.
También se hace mención a las tres banderas
peronistas de las que frecuentemente se valía la guerrilla
peronista, por su compatibilidad con los ideales revolucionarios
de la liberación nacional y social.

Dentro de los estos signos que se
anuncian en los comunicados montoneros, vale la pena resaltar la
temática de "ajusticiamiento", en la que se puede incluir
al caso del Mayor Julio Sanmartino, narrado al comienzo del
trabajo. Este
ex jefe de policía y del Servicio
Penitenciario de Córdoba, también encontró
su muerte en un
operativo de especial connotación, sobre todo por la
impronta de la ciudad cordobesa como núcleo social, en
esos años. La "ejecución" de Aramburu, asimismo, es
interpretada por estos jóvenes como un logro de
"justicia popular". Al respecto, Firmenich explicaba lo
siguiente:

"El ajusticiamiento de Aramburu era un viejo
sueño nuestro. Concebimos la operación a
comienzos de 1969. Había de por medio un principio de
justicia popular (la reparación de los asesinatos de
junio del 56) pero además queríamos recuperar el
cadáver de Evita, que Aramburu había hecho
desaparecer."

Ahora bien, retomemos el caso de FAR, que bien puede ser
un ejemplo paradigmático de los sectores juveniles ajenos
al peronismo que en algún preciso instante deciden luchar
por Perón. Para comprender este transcurso o pasaje hay
que matizar lo dicho en la oración anterior. De hecho, su
incorporación a la experiencia peronista no se
correspondió con una estrategia puntual o decisión
precisa sino que se vincula más bien a una
conversión natural y progresiva. Innegablemente este no es
un proceso que puede ser explicado por un sola causa, sino que es
la combinación de una serie de eventos en un complejo
escenario.

La coyuntura internacional y los sucesos
específicos del país posibilitaron en primera
medida que el peronismo fuera reinterpretado por sectores de
izquierda, nacionalistas, liberales y hasta católicos. La
proscripción del movimiento mayoritario sumado a la
actitud gubernamental de los militares decisivamente provoca
reacciones adversas en la sociedad. A su vez, tanto las fuentes como
los entrevistados coinciden en el hecho de que protagonizar la
revolución del pueblo argentino sin proclamarse peronistas
era al menos, complicado. Que en su mayoría, las personas
más humildes retuvieran su lealtad peronista a pesar de
todo, efectivamente influyó en la retraducción
positiva del movimiento, por parte de aquellos jóvenes
militantes deseosos de realizar trabajo social en
las villas miseria. Después de todo, las organizaciones
armadas estaban conformadas por individuos. Individuos inmersos
en sus respectivos entornos sociales y principalmente
influenciados por su esfera más íntima. Tal como me
fue revelado en entrevista con
Mercedes Depino, la hipótesis de rebelión para con sus
padres no se aplica en todos los casos por igual:

"Mi familia era muy
abierta, de pensamiento
afín al socialismo. No
eran peronistas porque en realidad creían que
Perón nos iba a cagar. Ahí diferíamos con
ellos pero de ninguna manera nosotros nos rebelamos contra
ellos porque no eran como los antiperonistas tradicionales (a
pesar de que mi padre era de la Marina). Pero sí, nos
enseñaban mucho a tener vocación social, nos
obligaban a comer recordando a los niños
pobres del mundo. Por eso, mi historia es bastante
particular. Existía un componente familiar muy fuerte de
preocupación social. Era bastante natural que
militáramos para el peronismo revolucionario. Nadie
dudaba de que en ese momento lo que había que hacer era
eso."

Además, Mercedes Depino no duda en relacionar su
incorporación a las FAR con el vínculo de su
familia con Carlos Olmedo (novio y eventual marido de su prima
Isabel). Entiende que FAR se había constituido en el marco
de su familia y en torno a los
amigos de sus primos del Colegio Nacional Buenos Aires (por
ejemplo, "la petisa" Sabelli, cuadro legendario de FAR fusilada
en Trelew, era compañera de curso de Isabel Goldenberg).
Además, tal como se explica en la sección anterior
del trabajo, la relación que mantenían los
jóvenes de la familia
Depino-Goldenberg con Carlos [Olmedo] era "muy especial", en
palabras de la entrevistada.

Por su parte, el historiador Ernesto Salas subscribe su
análisis a la explicación natural de
los hechos. Acerca de la célula
Montonera de Córdoba sostiene que su calidad de
peronista existía prácticamente desde siempre,
porque se trataba de fracciones de clase trabajadora. Por otro
lado, Salas cree que el grupo
bonaerense ("jóvenes de clase media pero que ya
frecuentaban grupos peronistas"
) se acerca al peronismo
espontáneamente. En efecto, adhiere a la teoría
de Gillespie sobre la culpabilidad
sentida por Mugica y sus alumnos por el antiperonismo de sus
predecesores. Para Salas, los jóvenes militantes
católicos buscaban un cambio respecto de la
generación de sus padres y es así como
sencillamente desembocan en el movimiento peronista.

En cuanto a las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Ernesto
Salas no descarta la influencia de la
organización Montoneros, pues cuando FAR se declara
peronista a fines de 1970 el proyecto de las
Organizaciones Armadas Peronistas ya existía. A su vez,
añade Salas, FAR tuvo que reconocer el éxito
de Montoneros para con las bases y en eso su condición de
peronista no pasaba desapercibida por Olmedo. De hecho, cuando el
líder de las FAR expuso su pensamiento en "Los de
Garín"
destacó la urgencia de evitar el
aislamiento propio del marxismo en la
Argentina y seguramente para ello había tenido en cuenta
la estrategia social de Montoneros. En resumen, para Salas fue un
proceso sencillo:

"Ellos querían llegar al socialismo. El
peronismo debía encarar la liberación nacional y
después a partir de ahí se llegaría al
socialismo. Todos se peronizaron en ese momento. Si nosotros
hacemos la revolución desde el pueblo porque nosotros
SOMOS el pueblo, la única manera de ser parte del pueblo
es compartir aquellas cosas como la lealtad peronista (la
tradición político cultural histórica del
pueblo)."

Pero ¿cómo se relaciona dicha evolución con la asimilación del
discurso de Perón?

Empecemos por entender que existe un vínculo.
Aunque parezca obvio, no todos estuvieron de acuerdo en esto.
Víctor Basterra por ejemplo, minimiza el impacto sobre la
Resistencia. Como
militante de las FAP (surgidas desde el seno del peronismo
histórico) no cree que haya existido tal influencia de las
palabras de Perón en el proceso de radicalización
de la Resistencia. Cuando se le pregunta por las instrucciones de
Perón desde el exilio, responde:

"Eso no llegaba masivamente, eso quedaba en pocas
manos…[…] Algunos comunicados de Perón llegaban pero
no en su totalidad, además Perón era ambiguo
digamos contradictorio.[…] entonces crea, por un lado una
especie de confusión y por otro lado, una especie de
dependencia, que la última palabra la
tenía Perón. ¿Pero que sucede? Cuando se
van conformando las organizaciones armadas, lo hacen a pesar de
cualquiera, las FAP se hacen a pesar de cualquiera,
después se busca el aval pero la cosa ya estaba armada a
Perón se le da, en su momento, el hecho consumado, tiene
que aceptarlo…"

Otras fuentes, como el entrevistado Gabriel Rot,
difieren en el alcance del discurso:

"Yo creo que [el discurso de Perón]
influía mucho…les llegaba y les llegaba mucho. […]
Aparte por la relación directa que existía entre
Perón y las masas, digamos, les llegaba a las masas,
tenían ahí un encorcetamiento obligado de seguir
las directivas y seguir lo que decía Perón. [La
influencia del discurso de Perón] es central. Es
central, la estructuración de la JP, los viajes de
Cacho El Kadri a verlo a Perón, es central
eso."

De todas formas, Basterra reconoce la posición de
máxima autoridad de
Perón en el movimiento y admite que su aprobación
era necesaria para legitimar sus acciones. En
rigor, lo que destaca como esencial es el significado de
Perón, su legado social. Pues, desde su punto de vista,
las FAP caracterizaban a Perón como lo que era: un
pragmático que nada más y nada
menos"había creado las tres banderas y había
plasmado y consolidado una política de corte social
pendiente desde la época de los radicales"
. Para
Basterra es crucial no equivocarse en la interpretación de la figura, realista y
coherente con la historia del movimiento y del líder. El
entrevistado sostiene que algunas organizaciones (a diferencia de
la suya) se confundieron al creer que Perón iba a liderar
el proceso de liberación nacional y social. Afirma que su
agrupación lo caracterizó a Perón como"un
reformista burgués que tenía componentes nacionales
pero que no estaba cargado de esa mística de
<<liberación nacional>>. Perón no dijo
la
patria socialista, dijo el socialismo
nacional".

Por su parte, Salas coincide con Basterra acerca del rol
legitimador del discurso, a la postre de la acción:
"La carta de
Perón se usa más como justificación que como
incentivo."

Asimismo, Mercedes Depino descarta que el discurso de
Perón desde el exilio haya funcionado como motivación
para la juventud, aunque también ella cree que
servía para autorizar y/u otorgar legitimidad a las
organizaciones armadas y a sus operativos. De inmediato, recuerda
las reuniones de la organización para discutir "La Hora
de los Hornos"
así como cualquier mensaje que llegara
desde Madrid. Lo
cierto es que para Mercedes Depino, FAR interpretaba el discurso
de Perón mayoritariamente como guiños a la
izquierda revolucionaria. Asevera que no se trataba de una
estrategia para insertarse en el peronismo sino que sinceramente
creían en las palabras alentadoras del líder.
Simplemente era un tema de expresar la pertenencia al peronismo
como experiencia histórica e identidad del pueblo. Carlos
Olmedo desarrolla su visión positiva de los cambios en el
peronismo:

"Si lo que se pretende al hablar de doctrina
justicialista, es fijar la historia, detener su curso y hacerle
creer hoy a nuestro pueblo que es posible el capitalismo
sin explotación, o que los intereses de los dominados y
los dominantes pueden conciliarse, nosotros decimos que eso no es
justicialismo, o si es justicialismo, que la doctrina
justicialista ya no interpreta las necesidades del pueblo
peronista. Nos parece más correcto decir que eso no es
justicialismo, porque nuestro pueblo sabe perfectamente que la
doctrina tiene que ser tan viva como la propia realidad y debe
adecuarse a las etapas, a los ciclos, a los peldaños de la
lucha por la liberación."

Las palabras del jefe revolucionario son más que
elocuentes. Indudablemente, las Fuerzas Armadas Revolucionarias
subscriben a una doctrina justicialista muy diferente de la
original. De una interpretación lineal de las palabras de
Olmedo, se puede deducir que su organización efectivamente
creía en la transformación del justicialismo. La
coyuntura nacional e internacional, así como la necesidad
de identificarse con el pueblo posiblemente hayan provocado esa
inclinación en las reflexiones del líder de FAR.
Pero sin duda, el factor determinante fue el mensaje de
Perón quien, por entonces, aparentaba haber "girado"
realmente a la izquierda.

"El propio creador de la doctrina justicialista
[…] señala claramente que las grandes líneas
históricas marcan a los pueblos del tercer mundo el
camino del socialismo. El mismo hombre que creó y
produjo una doctrina que contempló la posibilidad de
integración de los intereses de diversas
clases en el seno de la sociedad nacional, hoy comprende y
explica a su pueblo porqué la libertad, la
justicia y la soberanía sólo son posibles en el
socialismo: he allí el caso, no de una inconsecuencia o
de una contradicción, sino de una superación, de
una interpretación alerta al curso de la realidad y que
sabe modificar su doctrina o su diagnóstico cuando esa realidad se ha
modificado…"

El 25 de mayo de 1973, en una conferencia
conjunta de FAR-Montoneros se hace mención a las supuestas
instrucciones dadas por Perón a partir de la década
del sesenta: el trasvasamiento generacional y la
actualización doctrinaria. La interpretación de las
organizaciones armadas era clara. Pero ¿era sincera?
¿La búsqueda de encarnar al "enunciador segundo" se
corresponde con una actitud voluntaria o inconsciente?

En primer lugar, cabe advertir que no existe tal
respuesta. La complejidad del asunto no permite discernir entre
ingenuidad o estrategia calculadora. Como ya se explicó en
varias oportunidades las decisiones de la organización son
la combinación de sentimientos personales que
interactúan permanentemente con el escenario
político externo al individuo.
¿Cómo saber si la incorporación al peronismo
de FAR, por ejemplo, se explica por las consideraciones de Olmedo
o de Quieto (suponiendo que difieren)? ¿Cómo saber
que sucedía en la cabeza de cada militante? ¿Y si
algunos de ellos creían en Perón y al mismo
tiempo otros
desconfiaban de sus guiños? ¿Cómo clasificar
el pensamiento de toda una organización? Imposible. De
todas maneras, siempre se puede interpretar y suponer. Mientras
los documentos
históricos y los testimonios se encaminan hacia la
franqueza, algunos autores sostienen que su inscripción en
el peronismo fue absolutamente funcionalista. Para
simplificación del estudio, a estas teorías
las denominaré instrumentales.

En pocas palabras, una interpretación
instrumental entiende que la juventud radicalizada busca
cobijarse bajo la bandera peronista estratégicamente. Es
decir, que se trata de un esquema funcionalista donde se descarta
el proceso de evolución natural y sincera hacia el
peronismo.

Para ello, algunos autores, como Verón y Sigal,
insisten en el papel estructural del discurso para la
instrumentalización de la identidad peronista. Parten de
la base de que a partir de 1968, Perón acepta apoyar
discursivamente a la JP y la guerrilla en general sólo por
fines prácticos, específicamente para debilitar a
Lanusse. Por lo tanto, estaríamos frente a una doble
estrategia: aquella retórica funcional a Perón
(para fortalecer la posición relativa del peronismo) se
convierte en el propio instrumento de la juventud para legitimar
su lucha armada. Por su parte Gabriel Rot adhiere a la
hipótesis:

"…les fue absolutamente funcional
lo que decía Perón, cuando hablaba de la juventud
maravillosa, les resultaba absolutamente funcional a
ellos."

En el estudio de Liliana De Riz, "Historia
Argentina. La política en suspenso 1966/1976", se
menciona la interpretación de Lanusse con respecto al
panorama a fines del Onganiato. En su libro
Confesiones de un General, Lanusse sostiene que
Perón representaba el líder del que carecían
aquellos jóvenes que habían optado por la
contestación, y aquellos intelectuales
y universitarios a los que Onganía había llevado a
radicalizar sus posiciones.

"La juventud de fines de los sesenta adhirió
a Perón como un modo de identificarse con el pueblo y
así, los hijos de quienes habían sido furibundos
antiperonistas se convirtieron en peronistas fanáticos.
Bajo el influjo de las ideas del Che Guevara,
Franz
Fanon y la Teología de la
Liberación, Perón y el peronismo fueron
convertidos en la encarnación militante del socialismo
nacional."

Sin embargo, la teoría de Sigal y Verón es
un poco más compleja que la de Lanusse, pues Perón
no representaba cualquier liderazgo. Para alcanzar el tan ansiado
logro de movilizar a la clase obrera a su favor, las
organizaciones armadas tuvieron que pagar un precio
(bastante alto para algunos): "la adopción
de la camiseta peronista."
. De todas formas, los autores no
descartan la posibilidad de que dicha identidad fuera temporaria
y que el proyecto original de la guerrilla consistiera en ganar
terreno entre las bases para luego "reorientarlas" hacia
un verdadero movimiento de liberación nacional y social y
dotarlas de real conciencia proletaria. Esto último
podría haber ocurrido en el caso puntual de FAR. Cuando
Olmedo afirma que a través del justicialismo el
proletariado ha adquirido su mayor conciencia social de la
historia argentina, en ningún momento dice que ese nivel
de conciencia sea el máximo posible, sino que al contrario
deja entrever que todavía no se ha alcanzado el nivel
esperado. Por ende, podríamos suponer que lo que Olmedo
pretende es utilizar el peronismo como autopista al socialismo,
usufructuando la conciencia existente para conquistar la
conciencia ideal. Esta táctica se conoce como
entrismo.

Sin embargo, todos los entrevistados coinciden en que la
actitud de FAR no puede ser incluida en la experiencia del
entrismo y que el único grupo que lo puso en
práctica fue Palabra Obrera (autodefinida como
"corriente trotskista del peronismo revolucionario"). De esta
agrupación liderada por Nahuel Moreno surge la
fracción del Vasco Bengoechea que efectivamente y
no retóricamente se incorpora al peronismo.

De cualquier manera, Sigal y Verón insisten en
que algunas de las adhesiones al movimiento no fueron
verdaderas. Sostienen que "la movilización de la
juventud en torno al peronismo fue desde el comienzo una mezcla
particular de creencia y de <<mala fe>>"
.
Así pues, debieron enfrentar una contradicción
intrínseca en su estrategia: "la pretensión de
hablar en nombre del pueblo y la necesaria sumisión a otra
palabra, la palabra de Perón".

Desde la perspectiva de Ollier, las organizaciones
armadas estaban presas de un doble juego donde no podían
dejar de incluir a Perón en su estrategia de toma de poder
pero tampoco podían definir claramente el lugar que le
correspondía al líder en el proyecto. La propia
idea de un peronismo armado implica cierta incompatibilidad, por
la dificultad de delimitar el terreno y los alcances de un
colectivo peronista demasiado heterogéneo.

Claro, que desde el seno de las agrupaciones
guerrilleras, ningún contrasentido era percibido. Mercedes
Depino, por ejemplo, explica que las oscilaciones en el discurso
eran interpretadas como la posición del
péndulo en ese momento. Lejos de sufrirlo en
términos sentimentales como motivación o traición, FAR
puntualmente mantenía una postura racional acerca del
peronismo discursivo. Ahora, cuando el péndulo de
Perón se inclinaba hacia la izquierda revolucionaria, la
interpretación era sencilla: la aprobación de sus
actos. Si bien festejaban las palabras autorizantes y se
lamentaban de aquellos discursos que les quitaban apoyo, no
existía tal cosa como la sorpresa, el desengaño o
la amargura. En este aspecto, Mercedes Depino subraya la
distancia que los separaba de los militantes peronistas
históricos que no podían librarse del bagaje
sentimental (hacia el movimiento y el líder).

En esta misma línea se puede entender la
siguiente afirmación de Sigal y Verón:

"Cada peronista, y esto vale sobre todo para la
juventud ideologizada, tenía así su Perón
propio, ya sea porque estaba convenido de que detrás de
todo actitud del líder (entidad concreta) que no fuera
coherente con SU Perón, no había más que
táctica momentánea o ya sea porque considerara a
perón (entidad abstracta) como un dirigente
infinitamente maleable, que contenía todas las
posibilidades políticas e
ideológicas"

En tal caso, existían dos posibilidades. La
primera, que en cierta forma, coincide con el relato de Mercedes
Depino, tiene que ver con la creencia de que si el
péndulo no estaba de su lado, sólo se debe a
la estrategia circunstancial de Perón. La segunda
explicación de las oscilaciones discursivas, aunque muy
vinculada a la primera, difiere en el aspecto "maleable"
del líder, que sólo puede entenderse desde una
visión subestimada o simplificada del mismo. Lo cierto, es
que Perón efectivamente podía moverse libremente
por el espectro ideológico, lo que de ninguna manera
implica una condición de docilidad. Por otra parte, no
creo que ninguna organización armada haya sido tan ingenua
para creer que maniobraban las riendas de la flexibilidad de
Perón. En cambio, no sería extraño que esa
supuesta manipulación del líder haya existido en la
imaginación colectiva de la izquierda revolucionaria
sólo como mecanismo de autoconvencimiento. Es decir, que
aquellos militantes, sobretodo intelectuales o provenientes de la
izquierda, encontraban en la elasticidad del
discurso de Perón, la excusa que ellos mismos precisaban
para justificar su militancia en el peronismo.

Finalmente, llegó un momento donde la plasticidad
y la ambigüedad en la retórica del líder le
cedió paso al mensaje claro y directo, como el del 21 de
junio de 1973:

"Nosotros somos justicialistas. Levantamos una
bandera tan distante de uno como de otro de los imperialismos
dominantes.[…] No hay nuevos rótulos que califiquen a
nuestra doctrina ni a nuestra ideología. Somos lo que
las veinte verdades peronistas dicen. No es gritando la vida
por Perón que se hace Patria, sino manteniendo el credo
por el cual luchamos. […] Los que ingenuamente piensan que
así pueden copar nuestro movimiento o tomar el poder que
el pueblo ha conquistado se equivocan. Ninguna simulación o encubrimiento, por
ingeniosos que sean, podrán engañar a un pueblo
que ha sufrido lo que el nuestro, y que está animado por
la firme voluntad de vencer. Por eso deseo advertir a los que
tratan de infiltrarse en los estamentos populares o estatales
que por ese camino van mal…"

Sin embargo, la reacción de los "infiltrados" no
se sucede inmediatamente. ¿Por qué tardan tanto en
darse por aludidos? El proceso de ruptura es verdaderamente
complejo. La evolución hacia el quiebre transcurre a
medida que las confusiones discursivas se despejan y se combinan
con la coyuntura política argentina de 1973. Pero… esa
es otra historia.

CONCLUSIONES

Como corolario de la dinámica política de
proscripción del peronismo, la caracterización del
movimiento por parte de los sectores antes críticos del
mismo (liberales y de izquierda) se modifica en favor de la
aproximación entre ellos.

Ahora bien, debido a la disposición de los
actores en la escena nacional, dicha oportunidad sólo
podía plasmarse mediante la identificación con la
izquierda peronista. Sin embargo, es probable que en el
torbellino del momento no hayan contemplado las consecuencias de
aprovechar esa ventana de oportunidad (que implicaba aceptar a
Perón como líder). Ninguna de las agrupaciones
guerrilleras había diseñado un plan a futuro y
principalmente no se habían detenido a pensar qué
harían con Perón una vez en el poder y cómo
construirían la "patria socialista". En efecto,
cometieron un error de cálculo
anterior y más profundo: creyeron que iban a ser los
sucesores y herederos de Perón sin complicaciones y no
tuvieron en cuenta al colectivo peronista. En su
caracterización del movimiento, excluyeron a su parte
más antigua y legendaria: "la burocracia
sindical

Tuvo que ser Perón quien les recordara en
qué había consistido siempre y en qué
seguía consistiendo el peronismo: "Levantamos una
bandera tan distante de uno como de otro de los imperialismos
dominantes[…] Somos lo que las veinte verdades peronistas
dicen".

Recientemente, Juan Carlos Torre explicaba:

"El principal legado de Perón a los
peronistas fue su manual
<<Conducción
política>>. Si otros legan valores,
ideas, en el peronismo el proyecto es cómo se conquista,
se mantiene y se reproduce el poder. Esta manera de hacer
política contiene un agnosticismo ético, pues no
se somete a valores y descree de las ideas. Sólo son
vistos desde una perspectiva instrumental, lo que permite una
gran capacidad de innovación."

Las palabras de Torre me motivan a reflexionar sobre el
peronismo revolucionario como un sujeto político
intrínsecamente incoherente. La contradicción
radica en la pretensión de adosar valores e idealismos a
un colectivo peronista que desde el cuarenta y cinco a la
actualidad no hizo más que confirmar su naturaleza
pragmática. El discurso del líder exiliado
consiguió confundir y ocultar el verdadero carácter del peronismo: "el proyecto es
cómo se conquista, se mantiene y se reproduce el
poder"
, en términos de Torre.

En 1973, Perón no elige a la derecha peronista,
Perón simplemente desempaña los vidrios y permite
que su esencia quede al descubierto, iluminando su costado
más veraz.

BIBLIOGRAFÍA

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Altamirano, Carlos Peronismo y cultura de
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. Buenos Aires: Temas, 2001

Torre, Juan Carlos. "El peronismo no se somete a valores
y descree de las ideas" La Nación,
Sección Política (Los intelectuales y el
país de hoy),
mayo 28 de 2005

 

Guadalupe Rojo

Este trabajo forma parte de la tesis presentada para la
Universidad Di
Tella "¿La Patria Socialista? Un estudio sobre la
izquierda armada peronista".

Partes: 1, 2
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