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¿Qué se entiende por cine Alternativo? (página 2)



Partes: 1, 2

  1. Entonces cine
    comercial que destaca porque en la pantalla representa
    estereotipos banales e insulsos convirtiendo al cine en una
    pura y mera entretención, desprendido por tanto de
    los elementos conceptuales, estéticos,
    costumbristas, intimistas y existenciales que le son tan
    intrínsecos al denominado cine arte. Como
    sabemos, en un primer momento, el género entretención dio paso
    en Hollywood al cine glamour, comedias sentimentalonas,
    comedias musicales, etc. Ahora la entretención ha
    dado paso a nuevos estereotipos en donde la violencia y héroes de barro ocupan
    los primeros planos; un cine preferentemente de aventura y
    acción en donde abunda la
    parafernalia y exceso de ruido y
    utilización de una técnica sobrecargada que
    ofende al buen gusto y también a los buenos
    oídos.

    Pero no sólo en Hollywood se produce el
    género de cine estrictamente pensado e ideado para
    obtener grandes utilidades comerciales, quizás el
    caso más típico que podamos distinguir hoy,
    para obtener una mejor comprensión de esta imagen, lo
    encontramos en la serie neocelandesa "El señor de
    los anillos", un producto
    claramente destinado a la comercialización y, por lo tanto, a
    su consumo
    como obra de entretención. El nivel de inversión de tiempo,
    dinero y
    tecnología, las prolongadas
    campañas publicitarias, los premios obtenidos y todo
    el marketing publicitario que se ha hecho a
    nivel mundial sobre esta serie, no hacen más que
    reforzar esta idea de la película como producto
    comercial. Como lo demuestra el caso de la película
    "El señor de los anillo", mientras más
    éxito de taquilla se obtiene con un
    film, más tentación produce en las
    productoras para hacer de estas interminables series y
    posibilitar así mantener una inagotable veta
    comercial. Como caso típico, además del
    Señor de los anillos, el mismo fenómeno se ha
    producido con la película de Silvestre Stallone
    Rambo I, Rambo 2, etc., y también con la
    película de Arnold Schawzeneger "Terminator".
    Mientras escribo este artículo se anuncia la
    próxima exhibición de "Duro de matar", de
    Bruce Willis, en su versión cuarta.

    Ahora bien, no parece nada de condenable la
    existencia del cine producido para la pura
    entretención y aún, incluso, si se quiere,
    para ir a la obtención de la mayor ganancia como su
    principal fin. Total todo es cuestión de
    opción personal
    de las productoras. Eso está fuera de toda duda. Lo
    que sí aparece como condenable es la excesiva
    masificación del cine puramente comercial, lo que
    prácticamente opaca e inhibe la posibilidad de dar
    cuenta de aquel otro cine con contenido estético y
    valórico, llegando al punto tal que en no pocas
    regiones del mundo éste último ni siquiera se
    produce, ni tampoco se difunde, por lo cual ni se
    conoce.

    Sobre esto último, llamo a la atención, de que la
    sobreproducción del llamado cine comercial,
    proveniente de las productoras hollywoodenses, gran
    proporción de ellas ni tan siquiera
    deberíamos llamarlas de entretención, sino
    que condenarlas por representar verdaderos bodrios o
    excecrencias culturales en todo el sentido connotativo que
    de esta denominación podamos concluir. En un
    artículo anterior sobre el tema, me atreví a
    adelantar el juicio de que los medios
    de comunicación han sido demasiado
    benevolentes con estos bodrios o excecrencias culturales,
    al identificarlos en un sólo saco como "cine
    comercial" o "cine de entretención". Para estos
    casos, proponía seguir el ejemplo que se da con las
    hamburguesas producidas y consumidas en las cadenas de
    comida rápida de los Mac Donalds, a las cuales sin
    eufemismos y en forma muy clara, le denominamos "comida
    chatarra". Siguiendo este ejemplo, a esos bodrios de
    películas debiéramos llamarlos sin rodeos
    "cine basura"
    y punto.

    Por cierto que mi juicio de valor
    sobre el tema no debe tomarse como un fundamentalismo, como
    el de un celoso guardián del arte, toda vez que los
    juicios de valor deben de aprehenderse en su propio
    mérito, es decir dentro del espíritu y
    contexto en que el tema de la nota se está
    abordando. Aclaro esto porque no es que el cine
    norteamericano me "apeste" como rotuló un medio de
    comunicación en el encabezado de una entrevista que se me hizo. En lo que
    sí soy claro es de que nunca podré perdonarle
    al país del norte que teniendo tantos recursos
    materiales, tan buenas academias y escuelas
    de cine, tantos buenos productores, directores y actores,
    sin embargo del 100% de las películas producidas, me
    atrevería a decir, más del 90% de ellas
    resulta ser un cine intrascendente aún pese, a que
    éstas tengan un gran éxito de taquilla. En el
    cine, así como en todas las actividades,
    lamentablemente la cantidad no se encuentra asociada
    indisolublemente a la calidad.
    Es como si concluyéramos que los ricos por ser ricos
    son todos buenos y mejores, y los pobres por ser pobres son
    los malos y peores. Eso, por cierto, no es así de
    ningún modo para este como otro caso y,
    agregaría más, para todos los
    casos.

    En este último sentido creo que la industria hollywoodense mantiene pendiente
    una gran deuda valórica y cultural con el mundo del
    cine y fundamentalmente con el arte: Una desmedida
    desproporción de su producción fílmica en la que
    no existe ni la más mínima correspondencia
    ente cantidad y calidad. Y ello sin desmerecer el hecho
    que, de 100 películas, de repente en dos o tres le
    achuntan de verdad, haciendo grandes maravillas. En todo
    caso, el cine mediocre o de basura,
    como quiera llamársele, algo de bueno tiene al
    permitirnos apreciar por comparación, lo que es lo
    bueno o lo que es malo en el cine. Como en todas las cosas
    si no existiera lo malo no podríamos apreciar lo
    bueno. Lo malo está, en que ha llegado un momento en
    que la sobreproducción de películas mediocres
    supera todos los límites imaginables para los que
    privilegiamos el cine del buen gusto y del valor. Cuando el
    cine norteamericano invade las salas de exhibición
    en el mundo (como si con la
    televisión ya no tuviéramos bastante) con
    una gran cantidad de películas mediocres, quiere
    decir que el cine hollywoodense está privilegiando
    la parte contable antes que el buen cine. Esto lo podemos
    confirmar, no sólo remitiéndonos a lo que nos
    ofrecen las salas habituales de cine, ahora, casi todas
    convertidas en multisalas, bajo la égida de cadenas
    corporativas norteamericanas, sino que basta hacer zapping
    en la televisión para comprobar que
    allí tampoco no hay nada bueno que ver, salvo
    excepciones que siempre existen.

    De otro lado, por decirlo de algún modo,
    "cine alternativo", en tanto cine que interroga al mundo y
    lo piensa a través de las imágenes, destacando en su impronta
    la recuperación de obras de algunos cineastas
    considerados imprescindibles mediante la
    organización de exhibición de
    retrospectivas especiales. Un cine de las ideas, lo que lo
    hace reclamar otro tipo de espectador, aquél capaz
    de poner en juego su
    memoria
    en la operación de relectura de las imágenes
    fílmicas. Opción por otro modelo
    de cine, exploración de los márgenes y
    discursos no oficiales, recuperación
    de figuras olvidadas, consideración del cine como
    herramienta de pensamiento y de conocimiento del mundo, vocación
    didáctica y reclamo de un
    público abierto e inteligente. Cine alternativo que
    no esconde su intención de que cada vez que una
    persona
    tiene la libertad
    de elegir las obras audiovisuales que desea visionar, posea
    la capacidad intelectiva y emocional que lo haga avanzar
    considerablemente en la formación de un criterio
    más elevado y más sólido. Es decir,
    propiciar y estimular un contexto en donde los
    valores temáticos, estéticos y
    técnicos vayan más allá del mero
    entretenimiento, para disfrutar del significado
    artístico de lo representado en la pantalla, de su
    capacidad como agente socializador y de formación de
    opinión.

    Tomando en consideración estos y otros
    elementos, como colectivo cultural empeñados en la
    difusión del buen cine, apelamos a las ventajas del
    cine alternativo con la seguridad que con ello ayudamos a la
    formación de espectadores críticos, activos
    y no pasivos, aquello que estimule a los verdaderos
    valores
    que se pueden expresar a través del cine. Ése
    ha sido nuestro norte, esa ha sido nuestra impronta en los
    seis años de existencia de los Ciclos de Cine
    Alternativo" de ICAL. En definitiva, la opción por
    un camino que apuesta y sigue apostando por una estética de la resistencia frente a lo intrascendente,
    absurdo y banal.

    Como sabemos, el cine alternativo no es nada
    nuevo, nace en las primera mitad del siglo pasado, y aunque
    ya encontramos referencias en los primeros años de
    la década de los cuarenta, es inmediatamente
    después de la II Guerra
    Mundial en donde éste madura y se expresa en su
    nueva condición propiamente tal, con el
    "neorrealismo" italiano, a lo que le sigue, el
    "cinéma verité" en Francia
    y el "free cinema" en Inglaterra. A su vez, en Latinoamérica, la primera
    manifestación de cine dentro de la corriente
    alternativa la vemos surgir en la década de los
    cincuenta con el "cinema Novo" en Brasil,
    para poco más tarde ver surgir el llamado "Nuevo
    Cine Latinoamericano", que arranca en la década de
    los sesenta, a partir de la fuerte influencia que
    empezó a ejercer el cine revolucionario proveniente
    de la Revolución Cubana.

    Como veremos más adelante, el cine
    alternativo, proveniente desde sus más diversas
    fuente, europea y latinoamericana, con sus particularidades
    que le son propias, mantendrá su rasgo más
    común, ser independientes de las ataduras
    provenientes de las productoras comerciales, para dar libre
    curso a las realidades sociales y políticas que son propias a cada uno
    de los países en donde este tipo de cine ha
    florecido. Un cine respuesta a la excesiva
    comercialización e industrialización del
    cine, reivindicando un cine allí en donde las
    razones estéticas y artísticas de
    ningún modo pueden encontrarse ausentes. Cine
    alternativo europeo y cine alternativo latinoamericano, que
    aún pese a mantener el rasgo común que le
    hemos identificado, son identitarios de raíces y
    elementos artísticos que le son muy propios. En este
    sentido, en mi opinión, quiero subrayar una
    característica que pasa a ser esencial a cada una de
    ellas, mientras el europeo pone preponderancia en un cine
    intimista, existencial y estético, el
    latinoamericano pone el acento en lo costumbrita, lo social
    y lo político como su mayor mérito. Con todo,
    uno y otro conservan en común ser una respuesta a la
    excesiva industrialización y comercialización
    del cine norteamericano.

    Ahora bien, con el ánimo de permitir una
    mayor comprensión al punto central al que apunta
    esta nota, mi paso inmediato será entrar a
    particularizar más en detalle aquellos rasgos
    más característicos y esenciales que connotan
    a los distintos tipos de cine con pretensiones de ser
    alternativos al que hemos definido como comercial o de la
    mera entretención. Por cierto, siendo la lista muy
    larga, sólo pasaré a exponer, en forma por lo
    demás muy sucinta, aquellas corrientes que se han
    mostrado más connotativas dentro de esta la
    línea.

  2. Diversas
    corrientes

    Surgido en la década de los 40 del siglo
    pasado. No supone una vanguardia, sino un retorno a valores ya
    existentes en la cinematografía anterior, valores
    que, por otro lado, fueron los mismos que poco
    después defendieron los teóricos franceses
    del cinéma vérité. Las cualidades que
    vinieron a definir el conjunto tampoco eran novedosas, pero
    reaparecieron en un entorno sumamente propicio. Entre esos
    ingredientes cabe señalar el empleo
    de actores no profesionales, el naturalismo a la hora de
    plasmar la trama, el uso de localizaciones reales, y el
    rechazo de lo pintoresco y estereotipado en los personajes,
    de forma que fuera posible conmover y, a un tiempo,
    estimular la reflexión socio-política. Pero lo básico fuera
    tal vez esa presencia de los escenarios exteriores, que de
    algún modo resumía una inquietud
    próxima al lenguaje
    de los documentales. Oponiendo la autenticidad de las
    calles y las áreas rurales a la grandilocuencia de
    las producciones fascistas, los directores del neorrealismo
    acometieron la plasmación de lo cotidiano, con sus
    anhelos y sus miserias. Como título inicial del
    ciclo, los estudiosos mencionan Obsesione (1942), de
    Luciano Visconti. Sin embargo, en buena medida quien
    acaparó los mayores méritos en esta labor fue
    Vittorio de Sica, responsable de filmes de calidad
    indiscutible, como El limpiabotas (1946), Ladrón de
    bicicletas (1948), Milagro en Milán (1951) y Umberto
    D (1952).

    Como sucede con otras tendencias, el ocaso del
    neorrealismo italiano llegó con su
    estilización y manierismo. Clave en esa decadencia
    fue el largometraje Arroz amargo (1949), de Giuseppe de
    Santis, que convirtió en estrellas a sus
    protagonistas, Silvana Mangano y Vittorio Gassman. Aunque
    su filme mostraba con afán naturalista un entorno
    rural, De Santis no pudo escapar en su propuesta a esa
    vocación comercial que ya se venía afianzando
    en el cine italiano, cada vez más proclive a ofrecer
    tramas escapistas a sus espectadores. En cierto modo, este
    magnífico largometraje, si bien alcanzaba las
    cumbres del neorrealismo, demostró que éste
    pudo ser asumible por las convenciones de la industria
    cinematográfica.

  3. Neorrealismo
    italiano

    Inmediatamente después del neorrealismo
    italiano surge un nuevo movimiento de cine en Francia, denominado
    "Cinéma Verite" o cine realidad, un estilo de cine
    que comenzó como una reacción europea hacia
    el sistema
    clásico de hacer películas. El cine de
    realidad suministra similares tipos de ilusión
    cinematográfica que encontramos en los
    clásicos de Hollywood, pero que incorpora, al
    realismo
    objetivo
    de las narraciones clásicas, el realismo
    "subjetivo", aumentando así la riqueza de la
    expresividad autoral. En la forma clásica de
    Hollywood, la película es dictada por una narrativa
    que contiene coherencia entre un cuadro y otro, incluso,
    llevando al espectador de antemano a preconfigurar el final
    de la trama. Todos los personajes presentados son agentes
    causales en la narrativa, y los clásicos son
    saturados con imágenes redundantes, expresiones
    verbales o símbolos para facilitarle el mensaje
    al espectador. En buena medida nada que no ayude al
    espectador a entender claramente lo que esta ocurriendo
    será incluido en la película. El cine de
    realidad rechaza esto, tendiendo a presentar personajes y
    situaciones de la vida real donde las cosas que pasan no
    siempre tienen un mensaje o propósito claro, y que
    en cambio
    se presenta muchas veces difuso, vago y hasta misterioso.
    Esto quiere decir que el cine de realidad no es sólo
    objetivo, porque a la vez que siéndolo,
    también lo es subjetivo, muy bien retratado esto
    último en las aprehensiones y dudas que muestran los
    protagonistas. En buena medida este tipo de cine no se
    preocupa tanto por explicar claramente la manera en la que
    cada cosa debiera encajar correctamente, porque los
    problemas existenciales que se dan en cada
    una de las particularidades de las vidas suelen ser
    complejos no pudiendo éstos ser aprehendidos por el
    mero racionalismo, sino que mediante la ayuda del
    psicilogismo, e incluso, del psiquiatrismo. Este tipo de
    cine presenta un reto para los espectadores acostumbrados
    al estilo clásico, porque los finales flojos no
    estaban del todo vinculados en la escena final de las
    películas. A diferencia de los clásicos, el
    cine de realidad es considerado el más efectivo al
    retratar sus personajes más desde la vida real en
    toda su dimensión, porque el
    estado psicológico interior es incorporado
    también en el retrato de las tramas y
    personajes.

  4. Cinéma
    Verité

    En Gran Bretaña, es el equivalente al
    «cinema verité» en Francia. El
    «free cinema» se encuadra dentro de una
    estética contestataria, insatisfecha con la sociedad
    en que vive, crítica para con su sociedad puritana
    y clasista; plantea las inadaptaciones sociales que
    ocasionan la vida en las grandes ciudades industriales y la
    soledad del hombre
    contemporáneo en ellas. Su espíritu social es
    el de reacción contra las estructuras industriales imperantes,
    argumentos entre otros, por lo que se le puede considerar
    situado en el tipo de cinematografía que estamos
    analizando. El free cinema inglés es también llamado
    "cine libre", o lo que es lo mismo, contra todo tipo de
    ataduras del tipo social que no permiten al sujeto actuar
    con libertad, y lo ancla fuera de toda coacción
    formal, moral o
    política. Su contenido trasmite un mensaje basado en
    la lucha contra el establisment ingles, que imperaba en la
    sociedad de ese momento. Ahora bien, el cambio germina con
    los propios sujetos, interpretados bajo un prisma
    individualista y social a la vez, fomentando el
    acercamiento uno por uno de todos los sujetos
    anónimos de la sociedad, a través del cine.
    Aunque el free cinema recibiera el apoyo del Instituto
    Británico del Cine, fue una obra que se
    desarrolló fuera de los llamados estudios
    comerciales.

  5. Free
    Cinema

    El año 1995, nace en Dinamarca un nuevo
    movimiento que pregona para el cine un nuevo concepto en
    la forma de hacerlo privilegiando la producción de
    películas simples, sin modificaciones en la post
    producción poniendo énfasis en el desarrollo dramático. El Dogma recoge
    algo que está en el ambiente, contra el cine americano, contra
    el academicismo. En dicho año Lars Von Trier y un
    grupo de
    directores entre ellos Thomas Vinterberg y Soren
    Kragh-Jacobsen dieron a conocer un documento en el que
    planteaban la necesidad de modificar la forma de realizar
    el relato cinematográfico.

    Los directores en cuestión se
    comprometían a tratar sus películas
    respetando una serie de normas
    estrictas a partir de las cuales buscaban encontrar la
    verdad profunda. Las películas Dogma, se
    caracterizan por lucir un certificado que otorga la
    autenticidad del proyecto
    y de un número de matrícula. Este certificado
    lo expide un comité de jueces que valoran la
    película y se ciernen que cumple con el voto de
    castidad. Para lograr esto, establecieron una serie de
    reglas que en su conjunto llaman voto de castidad. Dicho
    voto en sus partes más esenciales reza lo siguiente:
    El rodaje debe realizarse en exteriores. Accesorios y
    decorados no pueden ser introducidos (si un accesorio en
    concreto
    es necesario para la historia,
    será preciso elegir uno de los exteriores en los que
    se encuentre este accesorio).
    El sonido no
    debe ser producido separado de las imágenes y
    viceversa. (No se puede utilizar música, salvo si está presente
    en la escena en la que se rueda).
    La cámara debe sostenerse en la mano. Cualquier
    movimiento -o inmovilidad- conseguido con la mano
    están autorizados.
    La película tiene que ser en color.
    La iluminación especial no es aceptada.
    (Si hay poca luz, la
    escena debe ser cortada, o bien se puede montar sólo
    una luz sobre la cámara).
    Los trucajes y filtros están prohibidos.
    La película no debe contener ninguna acción
    superficial. (Muertos, armas,
    etc., en ningún caso).
    Los cambios temporales y geográficos están
    prohibidos. (Es decir, que la película sucede
    aquí y ahora).
    Las películas de género no son
    válidas.
    El formato de la película debe ser en 35 mm.
    El director no debe aparecer en los créditos.

    El Voto de Castidad concluye con el siguiente
    juramento: "¡Además, juro que como director me
    abstendré de todo gusto personal! Ya no soy un
    artista. Juro que me abstendré de crear una obra,
    porque considero que el instante es mucho más
    importante que la totalidad. Mi fin supremo será
    hacer que la verdad salga de mis personajes y del cuadro de
    la acción. Juro hacer esto por todos los medios
    posibles y al precio
    del buen gusto y de todo tipo de consideraciones
    estéticas."

  6. Dogma95

    El llamado cine independiente no reconoce
    época ni menos fronteras. Es una denominación
    genérica admisible o atribuible a todos los tipos de
    cines que han sido analizados en esta nota. Así, el
    cine verité, el free cinema y el neorrealismo
    responden a las exigencias del cine independiente en cuanto
    a su independencia respecto de las grandes
    productoras. Sin embargo, por decirlo de algún modo,
    la reacción de ciertos cineastas norteamericanos en
    contra de las grandes productoras los han hecho desarrollar
    sus trabajos e incluso agruparse bajo este rótulo.
    En efecto, produciéndose un cansancio respecto del
    cine de las producciones de alto costo y
    de la pura entretención, un grupo de cineastas
    norteamericanos, albergados bajo productoras independientes
    y prescindiendo de los grandes presupuestos, han reaccionado a la
    clásica impronta del cine norteamericano produciendo
    un cine de nuevo tipo. Para ello, han prescindido de hacer
    producciones que privilegian la representación de
    estereotipos banales de fácil absorción como
    manera fácil de ganar dinero. Abandonan la
    realización costosa, a favor de una
    producción más sencilla y cercana al
    público. Sus películas son producidas fuera
    de los grandes estudios cinematográficos
    principalmente con personal no afiliado a los sindicatos. Por lo general es una
    producción de bajo presupuesto de una productora
    pequeña. Se caracteriza por abordar una serie de
    temas que el cine clásico no tuvo en miras: los
    homosexuales, las
    drogas, la prostitución, la mentira del
    sueño americano, la decadencia de la
    familia, etc. Aunque debemos aceptar, que con el
    desarrollo del proceso
    de fago citación por parte de la gran industria de
    los cineastas independientes, dichos temas han arribado a
    las producciones más importantes de los estudios.
    Así y todo en Estados
    Unidos el cine independiente permanece como idea de un
    cine más crítico o experimental, o que
    representa sectores sociales ausentes de la
    producción estándar".

  7. Cine
    independiente

    A su vez, Latinoamérica, por su propia
    condición de subregión tercermundista, no
    podía quedar inmune a la influencia de estos tipos
    de cine precursores de lo alternativo. En efecto, a
    principios de los años sesenta
    surgió en Brasil una generación de
    jóvenes realizadores que intentó combatir la
    situación de pobreza
    intelectual en que se veía inmerso el cine nacional.
    Éste estaba por aquel entonces dominado, en su gran
    mayoría, por la chanchada, film musical
    brasileño típicamente carioca narrado en
    clave de humor . Paralelamente a este subgénero
    folclórico, una emergente productora de Sao Paulo,
    la "Companhia Cinematográfica Vera Cruz",
    desarrolló una producción fílmica
    sustentada en los medios técnicos más
    avanzados, pero que olvidaba –o, más bien,
    evitaba deliberadamente– cualquier aspecto
    relacionado con la condición socio-política
    del país. La Vera Cruz fue maliciosamente bautizada
    por algunos como "una especie de Hollywood en el
    trópico de Capricornio" , ya que sus intereses se
    centraban especialmente en la creación de una
    industria similar a la norteamericana y en la
    producción de un cine exclusivamente comercial. Esta
    maquinaria financiera redujo la libertad de los autores que
    no estaban adscritos a este sistema. "Vencida la
    ‘chanchada’, surgió el cine comercial
    como un enemigo mayor y complejo del cine en el Brasil. El
    autor, en su obsesión creadora, tendrá que
    resistir la incomprensión, la mala fe, el
    antiprofesionalismo, la indigencia intelectual del ambiente
    y la burla mezquina de la crítica".

    La reacción de la nueva hornada de
    cineastas que florecía en aquel momento no se hizo
    esperar postulando una propuesta revolucionaria para acabar
    con este cine anodino y dominado por los intereses
    económicos. Su intención era poner punto y
    final a una serie de films que no expresaban la
    auténtica realidad de Brasil. Afortunadamente, la
    Vera Cruz sufrió una quiebra
    a causa de su mala gestión administrativa, ya que
    trataba de rodar películas con un presupuesto
    excesivo para un país tan empobrecido. Fue entonces
    cuando estalló, con una furia incontrolada, un nuevo
    movimiento cinematográfico que pretendía
    convertir las obras de sus principales representantes en la
    expresión trágica y plástica del
    subdesarrollo y del hambre en América Latina. Así se produjo
    el nacimiento del Cinema Nôvo brasileño, como
    una de las expresiones más honestas de la
    pobreza y la necesidad en el Tercer Mundo.

    Aunque la fecha oficial del nacimiento del Cinema
    Nôvo fue establecida en 1962 con el estreno de
    "Barravento", de Glauber Rocha, las fronteras reales las
    podemos situar más atrás con el film
    "Ríos, 40 grados", rodado en 1955 por Nelson Pereira
    Dos Santos). En su rasgo más esencial, la
    intencionalidad reivindicativa y crítica –con
    un claro compromiso de izquierdas– ha quedado siempre
    claramente manifiesta en el Cinema Novo. Como afirma el
    especialista Román Gubern, "el hambre, la
    alienación religiosa –cristianismo impregnado de paganismo–,
    la sequedad de la
    tierra castigada por un sol implacable, la
    dominación colonial de los monopolios
    norteamericanos y el caciquismo latifundista son la savia
    que nutre a este cine de la indignación y de la
    cólera, en la más cabal
    expresión en clave poética del drama del
    Tercer Mundo que ha asomado hasta hoy en las
    pantallas"

    A partir del golpe militar de 1964, el Cinema
    Nôvo padeció problemas de financiación
    y algunos de sus representantes tuvieron que exiliarse por
    falta de presupuesto y libertad para rodar sus
    películas (el caso más paradigmático
    fue el de Glauber Rocha). El régimen impuesto
    por los militares cortó las alas a este movimiento
    artístico-político que fue desapareciendo
    durante la primera mitad de la década de los setenta
    con la desintegración de su grupo constituyente de
    realizadores, debida a las restricciones económicas
    y a problemas con la censura del gobierno.

  8. Cinema
    Novo

    El cine latinoamericano permanece durante gran
    parte de su historia só1o como la expresión
    aislada de cinematografías nacionales, en las que
    predominan los países de mayor producción:
    México, Argentina y Brasil, los que
    llegaron a concentrar el 89 % de la producción del
    continente. La tendencia constante había sido el
    desconocimiento mutuo de las cinematografías de los
    países del continente. Las películas se
    producían casi só1o para el consumo interno.
    Para los espectadores, las películas de los
    países vecinos sólo se llegan a conocer
    ocasionalmente a través de festivales o muestras
    culturales que alcanzan a públicos muy reducidos.
    Sólo cuando el cine empieza a ser considerado
    más allá de una pura mercancía por los
    cineastas, artistas y críticos, y además,
    empieza a ser conocido por un público cultivado,
    empieza a germinar la idea de producir y difundir un cine
    auténticamente latinoamericano.

    De este modo, son consideraciones culturales y no
    comerciales las que impulsan la realización del
    Festival del "Nuevo Cine Latinoamericano de Viña del
    Mar" de 1967, considerado un hito importante en el
    posterior desarrollo del cine latinoamericano. Allí
    se reúnen por primera vez cineastas de Argentina,
    Bolivia,
    Brasil Colombia, Cuba,
    México, Perú, Uruguay,
    Venezuela y del país
    anfitrión. Las películas que se exhiben en
    este festival se caracterizan por estar al margen de la
    distribución comercial, provenir de
    productores independientes y proponerse en primer lugar una
    función cultural, artística,
    didáctica y política, por
    sobre la finalidad de entretención. El festival es
    también un importante centro teórico y de
    debate.
    Se plantea la importancia del cine como expresión de
    identidad
    nacional y regional, así como lo son otros artes
    como la literatura,
    la pintura,
    la arquitectura y la música. Se destaca
    fuertemente la importancia del cine como instrumento
    didáctico, en lo político, social e
    histórico; como vehículo de denuncia de las
    desigualdades económicas, del atraso social y de la
    opresión política que sufren varios
    países del continente gobernados por dictaduras
    militares.

    Este primer festival latinoamericano, dedicado
    principalmente al cine documental, fue un primer paso,
    seguido por el festival de 1969, al que se incorpora el
    cine de largometraje. En dos años había
    cambiado de manera significativa la realidad del cine del
    continente. Se daban a conocer cineastas de importancia
    mundial, como los brasileños Glauber Rocha y Nelson
    Pereira DOS Santos, los argentinos Femando Solanas y
    Octavio Getino, los cubanos Tomás Gutierrez-Alea y
    Santiago Alvarez, los chilenos Raúl Ruiz y Miguel
    Littin. A partir de entonces se habla del "Nuevo Cine
    Latinoamericano". El tercer festival, que debió
    efectuarse en 1973, fue cancelado por el gobierno militar
    que se había instaurado en Chile. Los cineastas
    chilenos debieron esperar veinte años para que, una
    vez restaurada la democracia, se efectuara un nuevo festival
    de cine, en 1990.

    Una de las características del llamado
    "nuevo cine latinoamericano" ha sido el carácter personal de las
    películas. A diferencia del cine industrial que
    anteriormente dominaba el cine latinoamericano, el "nuevo
    cine" se basa en proyectos personales, de un director-autor
    que utiliza el cine como un medio de comunicación de
    sus ideas, sus emociones,
    su estética particular y la intención de
    reflejar en los filmes la identidad de su país. Cada
    película está indisolublemente ligada al
    nombre de su director. Es lo que los franceses bautizaron
    como "cine de autor", para distinguirlo de las
    películas en que predominan los objetivos industriales, de pura
    diversión, en las que poco importa quien las
    realiza.

    Como bien lo señala Marcia Orell en su
    libro
    (las fuentes
    del Nuevo Cine latinoamericano), "dentro de aquellos
    primeros años sesenta, el
    Hombre Latinoamericano comienza a percibir que se
    inicia la hora de los cambios, de la renovación. El
    1º de enero de 1959, llegan Fidel y el Che a La Habana
    desde Sierra Maestra. Esta gesta, como acontecimiento
    objetivo, influirá sin duda determinantemente en
    gran medida en el Ser latinoamericano, que comienza a
    mirarse a sí mismo en sus problemáticas
    existenciales y de subsistencia. La década de los
    sesenta es la época de los grandes cambios y una
    nueva cosmovisión flota en el ambiente
    ».

    Sin duda, la revolución cubana marca un
    hito histórico trascendental en nuestro continente
    cuya influencia no podía quedar ajena a las
    manifestaciones culturales, entre ellas al cine. Es
    así como la temprana idea germinada en el Primer
    festival de Cine Latinoamericano en Viña del Mar el
    año 1967, tiene su afianzamiento en el Festival
    Internacional del Nuevo cine Latinoamericano de La Habana,
    en diciembre del año 1979, en la que se convocaron
    más de 600 cineastas latinoamericanos, convocados
    por la ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria
    Cinematográficos). El símbolo elegido para
    condecorar a los ganadores fue el Coral. De ahí en
    adelante dicho Festival se ha mantenido hasta ahora
    ininterrumpidamente llegando ya a su 29° versión
    en Diciembre del año pasado.

    La fama del festival recae en su intención
    de servir de plataforma a aquellas producciones que sufren
    del anonimato internacional (en primera instancia, por la
    industrial producción de Hollywood) y de ser uno de
    los festivales más grandes a nivel
    latinoamericano.

  9. Nuevo Cine
    Latinoamericano

    Mucho más podría agregar sobre las
    nuevas corrientes opuestas al cine de la pura
    entretención y lo comercial. Sin embargo la gran
    variedad que existen son tributarias o derivan, con algunas
    diferencias, de las que aquí se he expuesto. Por
    tanto, y para cerrar esta nota, creo necesario reflexionar
    sobre otra arista del problema que dice más
    relación con lo filosófico. En efecto, el
    gran esteta mexicano, Adolfo Sánchez Vásquez
    en su ensayo
    "La estética de Marx",
    reflexiona sobre el significado de lo que se denomina "arte
    de masas", que en su simil con el tema que hemos estado
    tratando, tendría plena correspondencia con el que
    hemos definido como cine "comercial" o de
    "entretención".

    Empieza su ensayo Sánchez Vásquez,
    recordándonos que cada semana, miles de millones de
    personas consumen, en nuestros países, los productos artísticos o seudo
    artísticos que les brindan las radios, las salas
    cinematográficas y los aparatos de televisión. Las cifras en sí
    son impresionantes: a veces hasta millones de personas para
    ver una sola película, distribuidas en gran
    número de países y continentes. Para que esto
    se produzca, los medios de difusión tienen que
    asegurar la adhesión de las dóciles e
    indefensas mentes de sus huecos consumidores, creando
    programas
    que cruzan las fronteras y extienden así, más
    y más, el círculo de su
    influencia.

    Quien pierde con este bombardeo audiovisual es,
    ante todo, el hombre-masa, cosificado, que absorbiendo sus
    productos, no hace más que afirmarse en su oquedad
    espiritual, en su estado miserable de objeto, medio u
    hombre-cosa. En este sentido, el arte de masas, incluso
    cuando se presenta en apariencia en su forma más
    inocente cumple una función ideológica bien
    definida: mantener al hombre-masa en su condición de
    tal, hacer que se sienta en esta masicidad como en su
    propio elemento y, en consecuencia, cerrar las ventanas que
    pudieran permitirle vislumbrar un mundo verdaderamente
    humano y, con ello, la posibilidad de cobrar conciencia de su enajenación, así como de las
    vías para cancelarla.

    Pero no sólo pierde el hombre masa, sino
    también el artista verdadero que aspira con su arte
    el establecimiento de una relación estética y
    espiritual entre su obra y el sujeto. Pierde, a su vez, el
    arte auténtico, el arte como expresión de lo
    específicamente humano, de la naturaleza creadora del hombre, y pierde en
    cuanto que el goce o consumo de masas ciega las vías
    para una apropiación verdaderamente estética
    y, por tanto, humana.

    Así, entre el arte verdadero y el
    hombre-masa se establece un diálogo de sordos porque este
    último no puede entrar en la relación propia,
    exigida por el objeto artístico y, consecuentemente,
    no puede apreciarlo; las estadísticas que dan cuenta de esta
    situación, son tremendamente reveladoras. Lo menos
    que podemos decir a partir de este hecho, es que no hay una
    concordancia entre calidad y popularidad. Ello, porque el
    público, en las condiciones propias del consumo de
    masas, prefiere casi siempre los productos más
    banales, desde el punto de vista estético. Esto no
    significa, en modo alguno, que no exista un sector que
    rechaza esos productos y busca otros más elevados
    que tiendan, sobre todo, a satisfacer las necesidades
    estéticas verdaderas. Sin embargo, pese a estos
    esfuerzos, el público otorga su preferencia a los
    subproductos artísticos o a obras de baja o dudosa
    calidad estética.

    No se trata de algo casual, pues, el gusto y el
    criterio estético del consumidor se halla conformado para apreciar
    determinados productos y descartar otros, justamente
    aquéllos que tienen más alto valor
    estético, o los que ofrecen un contenido
    ideológico que entra en oposición con el
    pobre y mezquino molde en que ha sido encerrada su mente.
    Así, por ejemplo, se aprecia una obra convencional
    con personajes de cartón, con falsas soluciones y un sentimentalismo barato, en
    tanto que en nombre de la diversión o el
    entretenimiento puros, se rechaza todo hurgar profundo en
    los problemas fundamentales del hombre concreto y real. El
    hombre abstracto, deshuesado que consume estos productos
    artísticos los mide con la vara de su pobre
    existencia abstracta, una existencia en la que no cabe ya
    una relación propiamente estética, pues
    ésta sólo puede darse allí donde el
    hombre se manifiesta con todas sus fuerzas esenciales. En
    este goce o consumo de masas, la pérdida para el
    arte no puede ser más dramática: el sujeto no
    tiene, en realidad, ante sí un objeto verdaderamente
    estético, sino esos productos o pseudo productos
    artísticos que el llamado arte de masas le ofrece:
    por otra parte, aunque el arte verdadero se ofrezca al
    sujeto, este será incapaz de reconocerlo por su
    imposibilidad de establecer una relación propiamente
    humana -estética- con él.

    Ahora bien, si el consumidor no gana con esta
    forma de consumo artístico ya que no hace más
    que afirmarle en su existencia humana abstracta,
    cosificada, impidiéndole entrar en la
    relación exigida por el verdadero objeto
    estético; si, por otro lado, el arte y la sociedad
    no tienen tampoco nada que ganar con este goce o consumo de
    masas, ya que establece una relación inadecuada
    entre el sujeto y el objeto estético, en virtud de
    la cual se subvierte el orden de valoración, y el
    arte verdadero se queda sin el goce o consumo que le
    corresponde, ¿quién sale ganando con esta
    mistificación de las relaciones entre el objeto
    artístico y el sujeto?. Por cierto, si no es el
    consumidor ni el arte mismo sólo puede serlo el
    productor, no entendido éste como el creador
    individual del producto artístico, sino de aquel que
    se apropia inadecuadamente del objeto artístico para
    ofrecerlo mediante un proceso de intermediación
    (comercialización) al consumidor, es decir, el
    capitalista. En efecto, el arte de masas es el que
    interesa, sobre todo, al capitalista; por principio, nadie
    puede estar más interesado que él en su goce
    o consumo masivo. Y ello por dos razones esenciales: una,
    económica y, otra, ideológica.

    Desde un punto de vista económico,
    sólo el consumo de masas de un producto
    artístico asegura los más altos beneficios.
    Ello implica, ante todo, que el arte de masas es una
    industria y, por tal, su goce o consumo se ve, ante todo,
    por sus resultados económicos. Así, por
    ejemplo, en el cine el consumo es planificado con el fin de
    asegurar el mayor número de espectadores, es decir,
    los más altos beneficios. Y a este mismo fin se
    atiene el productor en las demás manifestaciones del
    arte de masas. Pero, como ya señalamos, ello
    sólo puede lograrse mediante una nivelación
    tanto del objeto como del sujeto, es decir, tanto de
    ciertas particularidades de los diferentes productos
    artísticos como de los gustos, deseos y necesidades
    del consumidor. Es forzosa una estandarización tanto
    del objeto como del sujeto, pues sin ella el consumo de
    masas no podría darse ni aportar, por tanto, grandes
    beneficios.

    Desde un punto de vista ideológico, ya que
    es uno de los medios más efectivos para mantener las
    relaciones enajenantes, cosificadoras,
    características de la sociedad capitalista. En las
    condiciones actuales de esta sociedad, cuando la tarea de
    manipular las conciencias en escala
    masiva se convierte en una necesidad vital para el capitalismo, tanto desde el punto de vista
    económico como ideológico, la
    producción y consumo de un arte de masas responde a
    sus objetivos cosificadores tan plenamente que podemos
    decir que este arte de masas es, hoy por hoy, el arte
    verdaderamente capitalista. El es propiamente el antípoda de un arte verdadero y, por
    su contenido ideológico, o sea, por su
    afirmación de la condición del hombre como
    cosa, como instrumento, se opone al esfuerzo teórico
    y práctico que, en nuestro tiempo, se lleva a cabo
    por desmitificar y desenajenar las relaciones
    humanas.

    La efectividad de este arte de masas, desde el
    punto de vista ideológico, se halla asegurada, en
    primer lugar, porque es el que dispone a su más
    entero arbitrio de los medios de difusión en masa y,
    por tanto, su mensaje ideológico puede penetrar
    allí donde no tiene acceso el arte verdadero. Para
    el capitalismo es mucho más efectivo este arte de
    masas, con sus productos vulgares y simplistas, que
    cualquier forma de creación artística que
    aspire a cumplir determinadas exigencias estéticas y
    espirituales. En segundo lugar, su eficacia
    no radica exclusivamente en el hecho de que el arte de
    masas monopolice el uso de los medios de difusión,
    sino en que siendo como es el arte que corresponde a las
    necesidades de las masas -es decir, el arte que puede
    consumir el hombre que ha sido despojado de su riqueza
    espiritual-, siendo el arte que habla el único
    lenguaje que esos hombres despersonalizados y masificados
    pueden entender, es, hoy por hoy, el único que puede
    aspirar a un consumo masivo.

    Los millones y millones de espectadores que ven
    una película vulgar, que excita sus bajas pasiones o
    contribuye a vaciar su vacío espiritual, se
    encuentra en ella en su elemento, escuchan en ella su
    lenguaje –el lenguaje fácilmente comprensible para
    ellos de un mundo enajenado- y comparten su indigencia
    espiritual y su mistificación de las relaciones y
    los valores porque ellos mismos llevan una existencia
    espiritual indigente, hueca y mistificada. Sería
    inútil que se les ofreciera otro producto
    artístico, pues lo rechazarían; sería
    vano que se les hablara otro lenguaje: no lo
    entenderían. En el arte de masas tienen su arte; en
    su lenguaje el suyo propio. Por tanto, una vez que en la
    sociedad capitalista dominan las relaciones enajenadas, el
    arte de masas surge como una de las vías más
    adecuadas para llegar a la conciencia del hombre
    cosificado.

    Para finalizar este tópico quiero hacer una
    última referencia que dice relación con lo
    cultural. Esto estimo necesario precisarlo porque se tiene
    la creencia de que todo lo relacionado con el cine, que
    todas sus producciones, son productos culturales. Sin
    embargo esto es injusto porque no todas las producciones
    cinematográficas tienen una relación directa
    con la cultura
    o lo cultural. Para mejor graficar esta idea pongamos
    atención a la definición que hace de la
    cultura el filósofo cubano Pablo Guadarrama: "En mi
    libro Lo universal y lo específico de la cultura,
    defino cultura como el grado de dominio que
    posee el ser humano sobre sus condiciones de existencia que
    posibilita, con grados de libertad, el control
    de sus condiciones de vida y la realización en el
    proceso permanente de humanización frente a las
    formas de alienación. El ser humano es un ser que se
    aliena en muchas formas, pero también supera las
    formas de alienación históricamente, no
    porque el ser humano sea un sujeto alienable por naturaleza
    sino porque hay determinadas condiciones
    histórico-sociales que enajenan, que oprimen, y
    frente a ellas la cultura es un elemento desalienador,
    emancipatorio, que da grados de libertad. Por eso
    José Martí decía que "ser culto es
    el único modo de ser libre". O sea, posibilita que
    el ser humano, al conocer las relaciones del mundo natural
    y del mundo social, pueda realmente construir su propio
    modelo de vida. Para mí, sostiene Guadarrama-
    cultura implica valor. Los "desvalores" o "antivalores" no
    forman parte de la cultura. Forman parte de la sociedad.
    Por eso, incluso llamo excrecencias sociales a esos
    productos del hombre que, en lugar de favorecer la
    condición humana, atentan contra ella. Es decir, hay
    muchos factores que el hombre crea y que se convierten en
    boomerang. A eso la escuela
    de Frankfurt, en particular Theodor Adorno,
    lo llamó contracultura. No creo que todos los filmes
    que se producen en Estados Unidos sean cultura. No creo que
    todos los productos que nos venden en los supermercados
    sean cultura. Ni todos los juguetes
    que enajenan a nuestros niños sean cultura. No creo que haya
    infinidad de acontecimientos sociales que sean cultura.
    Cultura es sólo aquello que enriquece la
    condición humana, que nos hace ser más
    humanos, que nos hace ser más
    libres…"

    Por cierto, en lo personal, concuerdo al 100% con
    la diferencia que hace Guadarrama entre lo que es un
    producto cultural de lo que no lo es. No creo, por ejemplo,
    que los films "Rescatando al soldado Ryan" o "Día de
    la Independencia", sean productos culturales en el sentido
    indicado por el filósofo cubano. Estas
    películas, así como otras tantas, en mi
    opinión, sólo responden a esa
    películas producidas dentro de lo que Adolfo
    Sánchez Vásquez ha definido como "arte de
    masa" y Pablo Guadarrama "excecrencias
    culturales".

    1. FUENTES:

  10. Arte de
    masas

"Panorama histórico del cine
Latinoamericano"
(Profesor:
José Román)
"Las fuentes del nuevo cine latinoamericano" (Marcia Orell
García)
"¿Cine marginal, cine militante, cine clandestino?
Actividad cinematográfica desarrollada en España
contra el régimen de Franco durante la Transición
Política"
(1973-1977) (Inmaculada Sánchez
Alarcón, María Jesús Ruiz, UNIVERSIDAD DE
MÁLAGA
"La estética de Marx" (Adolfo Sánchez
Vásquez)
"Lo Universal y lo específico en la Cultura" (Pablo
Guadarrama)

3 de junio de 2007

 

Hernán Montecinos

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