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El surgimiento del monstruo moral (página 2)



Partes: 1, 2

La economía de los
mecanismos de poder

Para Foucault la
filosofía debe ocuparse del análisis genealógico del poder
comprendiendo al poder como un juego
estratégico, no hay que evitar el poder; lo que debemos
evitar son los efectos de dominación que llevan al
sometimiento, o al ejercicio de una autoridad
arbitraria. Es importante la noción de gubernamenta-lidad
que desarrolla y su relación con la libertad, el
cuidado de sí mismo con relación a las instituciones.
Como él mismo lo expresa: la filosofía debe
prevenir sobre los peligros del poder.

La modernidad
inaugura una forma particular de administrar el poder, integra el
poder a los mecanismos de la producción y aumenta sus efectos (sociedad
disciplinaria).

En su obra Surveiller et punir (Vigilar y
castigar
), organiza su análisis en base a cuatro ejes
principales: Suplicio, Castigo, Disciplina,
Prisión. Dentro del capítulo dedicado a la
"disciplina" hace referencia a "Los medios del
buen encauzamiento" y "El panoptismo".

Como él mismo lo destaca: "La disciplina
'fabrica' individuos; es la técnica específica de
un poder que se da en los individuos a la vez como objetos y como
instrumentos de su ejercicio. No es un poder triunfante que a
partir de su propio exceso pueda fiarse en su superpotencia; es
un poder modesto, suspicaz, que funciona según el modelo de una
economía calculada pero permanente." (Foucault, M.
Vigilar y castigar. Nacimiento de la
prisión.
Pág. 175).

El ejercicio de la disciplina se despliega en tres
aspectos fundamentales: la vigilancia jerárquica, la
sanción normalizadora y el examen.

La vigilancia se ejerce a partir de la mirada sobre el
otro, con la finalidad de vigilar permanentemente su comportamiento, para que éste no se
desvíe del cauce normal. "El aparato disciplinario
perfecto permitiría a una sola mirada verlo todo
permanentemente".

Las escuelas militares son un buen ejemplo del inicio de
este tipo específico de control sobre los
cuerpos: "Educar cuerpos vigorosos, imperativo de salud; obtener oficiales
competentes, imperativo de calidad; formar
militares obedientes, imperativo político; prevenir el
libertinaje y la homosexualidad, imperativo de moralidad."
(Foucault, M. Obra citada. Pág. 177).

La vigilancia es un operador decisivo para la
economía del control y la física del poder que
se desplegará al interior de las instituciones. La figura
del "celador" en las prisiones y del "preceptor" en las escuelas,
es la concretización de este programa de
vigilancia que se construye en favor de la normalidad.

La vigilancia es un extremo de este programa
disciplinario, en el otro extremo se encuentra la posibilidad de
castigar las conductas impropias, los comportamientos desviados.
La sanción normalizadora cuenta en primer lugar con
ceremonias (ritual de la circunstancia) que hacen al
disciplinamiento de los individuos.

En segundo término, la disciplina requiere de un
modo específico de castigar. El castigo supone una doble
referencia jurídico-natural, es decir, la
reglamentación que se impone en la institución y un
orden natural que la sostiene o legitima, que por ser considerado
natural no entra en discusión. Esto significa una pura
heteronomía en la creación de las normas.

En tercer lugar, el castigo debe ser correctivo. Pero su
importancia no sólo radica en el re-encauzamiento de la
conducta, sino en
lograr, gracias al arrepentimiento, la repetición de un
comportamiento que se considera necesario para la permanencia del
orden. Castigar es ejercitar, Foucault dice que el castigo
disciplinario "es menos la venganza de la ley ultrajada que
su repetición, su insistencia redoblada".

En cuarto término, el castigo es un elemento
doble de gratificación – sanción.

"Este mecanismo de dos elementos permite cierto
número de operaciones
características de la penalidad disciplinaria. En primer
lugar la calificación de las conductas y de las cualidades
a partir de dos valores
opuestos del bien y del mal; en lugar de la división
simple de lo vedado, tal como la conoce la justicia
penal, se tiene una distribución entre polo positivo y polo
negativo; toda la conducta cae en el campo de las buenas y de las
malas notas, de los buenos y de los malos puntos. Es posible
además establecer una cuantificación y una
economía cifrada. Una contabilidad
penal, sin cesar puesta al día, permite obtener el balance
punitivo de cada cual. La 'justicia' escolar ha llevado muy lejos
este sistema, cuyos
rudimentos al menos se encuentran en el ejército o en los
talleres." (Foucault, M. Obra citada. Pág.
185).

Lo que hoy conocemos como el programa de premios y
castigos, propio de un esquema meritocrático, es el
núcleo de este motor que pone en
movimiento la
máquina disciplinaria.

Por último, en quinto lugar, la
distribución según los rangos o grados, que hace a
la jerarquización del personal a cargo
de la vigilancia, que tiene como objetivo
señalar las desviaciones y destacar las competencias,
aptitudes y recompensas.

El arte de castigar
"no tiende a la expiación ni aún exactamente a la
represión".

Su finalidad es la de definir una regla a seguir, y para
tal fin utiliza ciertos tipos de operaciones diferentes: "referir
los actos, los hechos extraordinarios, las conductas similares a
un conjunto que es a la vez campo de comparación y espacio
de diferenciación".

"La penalidad perfecta que atraviesa todos los puntos y
controla todos los instantes de las instituciones disciplinarias,
compara, diferencia, jerarquiza, homogeiniza, excluye. En una
palabra, normaliza." (Foucault, M. Obra citada.
Pág. 188).

Foucault en Histoire de la folie à l’age
classique
(Historia de la locura en la época
clásica) desarrolla la siguiente tesis: "la
locura no es una enfermedad, es una historia", afirmación
que escandalizó a los psiquiatras cuando fue presentada
esta obra en 1961. Podemos pensar desde esta perspectiva que
la

anormalidad también es una historia. La
"episteme" dominante en cada época, designa lo que
considera normal de acuerdo a los discursos y
los dispositivos que sostienen la noción de normalidad a
seguir. En la primera versión de este libro que fue
rechazada en la editorial Gallimard por Brice Parain,
Foucault

dice: "No ha sido la medicina la
que definió los límites
entre la razón y la locura, sino que, desde el siglo XIX,
los médicos han sido los encargados de vigilar y montar
guardia en la frontera".

Los dispositivos y las prácticas en favor de esa
concepción de normalidad ejercen un control y una
vigilancia sobre los cuerpos. Esto es denominado por Foucault
como el "bio-poder". Los dos polos del bio-poder son el control
sobre el cuerpo y el control sobre la especie.

Foucault dice: "El cuerpo: superficie de inscripciones
de los sucesos (mientras que el lenguaje
los marca y las ideas
los disuelven), lugar de disociación del Yo (al cual
intenta prestar la quimera de una unidad sustancial), volumen en
perpetuo derrumbamiento. La genealogía, como el
análisis de la procedencia,

se encuentra por tanto en la articulación del
cuerpo y de la historia. Debe mostrar al cuerpo impregnado de
historia, y a la historia como destructor del cuerpo." (Foucault,
M. "Nietzsche, La
genealogía, L’Histoire" en Hommage a Jean Hyppolite,
Ed. PUF, 1971. Págs. 145-172. Citado en
Microfísica del poder. Pág. 7).

El control policial sobre el cuerpo cuenta con una
historia que tiene su punto de emergencia en el siglo XVII. "La
tarea de la policía era la articulación y la
administración de las técnicas
del bio-poder y, al mismo tiempo, el
incremento del control del Estado sobre
sus habitantes (…) A través de la lectura de
los manuales
administrativos de la época, Foucault demuestra que el
principal papel de la policía, que con el tiempo tomaba
cada vez más importancia, era el control de ciertos
individuos y de la población en general, relacionado con el
bienestar del Estado. Por eso, las funciones de la
policía eran verdaderamente amplias y abarcaban a 'los
hombres y las cosas en sus relaciones con la propiedad, lo
que producen, la coexistencia de los hombres en un territorio, lo
que se intercambia en el mercado.
También incluyen su modo de vida, las enfermedades y los accidentes que
pueden ocurrirles. La policía procura que el hombre
esté vivo, activo, productivo…' (…) El poder del
Estado se había centrado sobre los hombres previamente
como sujetos de derechos y
deberes.

Ahora, la policía se preocupa por los hombres en
cada una de sus actividades cotidianas, como componentes
esenciales de la lucha y la vitalidad del Estado.

Eran la policía y sus adjuntos administrativos
quienes se encargaban del bienestar del hombre – y de
su control -." (Dreyfus, H. Rabinow, P. Michel Foucault:
más allá del estructuralismo y la hermenéutica.
Pág. 168).

Para Foucault, es el tercer punto del ejercicio de la
disciplina, el examen, el que desarrolla con más
"fecundidad" la institución escolar. De todos modos el
biopoder y el control policial son parte sustantiva de lo que
él denomina "sociedad disciplinaria". En cuanto al examen,
es la instancia que combina "las técnicas de la
jerarquía que vigila y las de la sanción que
normaliza". El examen se encuentra altamente ritualizado, un
individuo
controlado es aquel que vive en permanente situación de
ser examinado, se prepara, se perfecciona, se actualiza, con
relación a ese ritual de examen sobre sus propias
capacidades y potencialidades.

En el examen, "(…) vienen a unirse la ceremonia del
poder y la forma de la experiencia, el despliegue de la fuerza y el
establecimiento de la verdad. En el corazón de
los procedimientos de
disciplina, manifiesta el sometimiento de aquellos que se
persiguen como objetos y la objetivación de aquellos que
están sometidos. La superposición de las relaciones
de poder y de las relaciones de saber adquiere en el examen toda
su notoriedad visible." (Foucault, M. Obra citada. Pág.
189).

Existen una serie de características del
examen:

1. El examen invierte la economía de la
visibilidad en el ejercicio del poder
.

2. El examen hace entrar también la
individualidad en un campo documental
.

3. El examen, rodeado de todas sus técnicas
documentales, hace de cada individuo un "caso"
.

4. El examen se halla en el centro de los
procedimientos que constituyen el
individuo como objeto y
efecto de poder, como objeto y efecto de saber
.

En síntesis,
el examen sitúa a los individuos en un campo de
vigilancia, la mirada está puesta sobre los sometidos a
ese examen y los individualiza en sus capacidades. El individuo
es algo descriptible y analizable a partir de las técnicas
de anotación, de observación, el límite entre lo
importante y lo insignificante. "En un sistema de disciplina, el
niño está más individualizado que el adulto,
el enfermo más que el hombre sano, el loco y el
delincuente más que el normal y el no delincuente. En todo
caso, es hacia los primeros a los que se dirigen en nuestra
civilización todos los mecanismos individualizantes; y
cuando se quiere individualizar al adulto sano, normal y
legalista, es siempre buscando lo que hay en él
todavía de niño, la locura secreta que lo habita,
el crimen fundamental que ha querido cometer." ( Foucault, M.
Obra citada. Pág. 197-198). El individuo es esta realidad
fabricada por la tecnología
específica de poder que se denomina
"disciplina".

Foucault insiste que el poder no debe describirse
solamente por sus efectos negativos: excluye, reprime, rechaza,
censura, oculta, disimula pero, al mismo tiempo, el poder como
juego estratégico es capaz de producir algo positivo:
permitir, incluir, aceptar, habilitar, mostrar,
acceder…

En el primer tomo de la Histoire de sexualité.
La volonté de savoir.
(Historia de la sexualidad. La
voluntad de saber
) afirma que: "El poder está en todas
partes; no es que lo englobe todo, sino que viene de todas
partes. Y 'el poder', en lo que tiene de permanente, de
repetitivo, de inerte, de autorreproductor, no es más que
el efecto de conjunto que se dibuja a partir de todas esas
movilidades, el encadenamiento que se apoya en cada una de ellas
y trata de fijarlas. Hay que ser nominalista, sin duda: el poder
no es una institución, y no es una estructura, no
es cierta potencia de la
que algunos estarían dotados: es el nombre que se presta a
una situación estratégica compleja en una sociedad
dada." (Foucault, M. La historia de la sexualidad. Tomo
I: La voluntad de saber. Pág. 113).

A partir de esta consideración del poder propio y
específico del proyecto moderno,
se dedica a investigar la formación de lo que él
denomina sociedad disciplinaria en la que predominan los
mecanismos de control. Lo que caracteriza a este tipo de organización social es la vigilancia que
precede a todo conocimiento,
a diferencia de sociedades
anteriores al siglo XIX, en las que la indagación promueve
a los saberes. "El control de los individuos, esa suerte de
control penal punitivo con relación al nivel de sus
virtualidades no puede ser efectuado por la justicia sino por una
serie de poderes laterales, al margen de la justicia, tales como
la policía y toda una red de instituciones de
vigilancia y corrección: la policía para la
vigilancia, las instituciones psicológicas,
psiquiátricas, criminológicas, médicas y
pedagógicas para la corrección." (Foucault, M.
La verdad y las formas jurídicas. Cuarta conferencia.
Pág. 98).

Este paso de la indagación a la vigilancia
significa el surgimiento de lo que él entiende como la
edad de la ortopedia social, caracterizada por el panoptismo
(haciendo alusión al Panóptico de Jeremías
Bentham). El panoptismo es el tipo de poder propio de una
sociedad de vigilancia que se expresa en las políticas
de encierro y en las instituciones de secuestro. En
estas políticas de encierro los sujetos están
"fijados" a las instituciones (escuela,
hospital, fábrica, oficina) y si
éstos son excluidos por anormales o criminales
quedarán encerrados en otro tipo de institución
(prisión, manicomio).

El panoptismo es la mirada totalizante, la
inspección permanente, la vigilancia sin descanso. Esta
vigilancia se apoya en los registros
constantes y centralizados. Los dispositivos disciplinarios se
despliegan minuciosamente, el observado debe sentir el peso de la
mirada del otro sobre él. "Por detrás de los
dispositivos disciplinarios, se lee la obsesión de los
'contagios', de la peste, de las revueltas, de los
crímenes, de la vagancia, de las deserciones, de los
individuos que aparecen y desaparecen, viven y mueren en el
desorden." (Foucault. M. Vigilar y castigar. Nacimiento
de la prisión.
Pág. 201).

El concepto
antropológico moderno que sitúa al hombre como
sujeto y objeto de un saber autorreferencial convierte al mismo
tiempo a ese sujeto en un ser vigilado y controlado en los
márgenes de lo normal, creando el espacio propicio para el
registro de la
exclusión. Por una parte el hombre normal (ilustrado y
mayor de edad) y por otra, el hombre arrojado a la periferia de
la anormalidad (el criminal y el enfermo mental).

El surgimiento del
monstruo moral

En el año 1963, el director italiano Dino Risi
filma la película I Mostri (Los monstruos.
Videoteca Página/30. Video
85), durante 118 minutos recorre en 20 episodios "la manera
pérfida y sutil en que el progreso inscribe las viejas
lacras humanas: la hipocresía, el desprecio, la mentira,
el egoísmo, la manipulación…" el abuso. Inaugura
el tipo film en base a sketchs que, guionado por Age y Scarpelli,
es una buena muestra de la
tradición satírica del cine de los
sesenta, la comedia italiana que convoca los rostros de la
miseria entre la risa y el espanto.

El primer episodio protagonizado por Ugo Tognazzi
"La
educación sentimental", relata la relación
entre un padre y su hijo; un niño de aproximadamente 7
años a quien su padre lleva a la escuela. En ese trayecto
el padre le enseña a su hijo a mentir, a robar, a
desconfiar del otro.

Las palabras caen como pesados juicios sobre la
alteridad y sobre el tratamiento de los otros: los pobres no
existen, quien pega primero pega dos veces, es mejor un lindo
proceso que un
lindo funeral, no confíes en nadie, tu vecino es tu
enemigo

En ese recorrido todo es falsedad, robo, desobediencia
de las normas: el padre rompe el pacto social, lo desobedece, lo
ignora. Ante la ausencia del policía, transita la calle en
contramano para llegar más rápido; roba comida en
el supermercado; le pide al hijo que no comparta su merienda con
los compañeros de la escuela…

Y, también en esa travesía entre la casa y
la escuela, pasa por el Parlamento diciéndole al
niño que los diputados son unos mentirosos y unos
ladrones, que esa institución debiera llamarse el
"Robomento". Doble moral, anomia,
barbarie, expresada en el refrán que le enseña a su
hijo insistentemente: "Con un no te escapas, con un sí te
embarras". El padre está fuera de la ley, situado en su
propio estado de naturaleza.

Este episodio culmina cuando 10 años
después los titulares de los diarios muestran la foto del
padre que ha sido asesinado por su propio hijo.

En la clase del 29
de enero de 1975 impartida por Foucault en el Collège de
France (Foucault, M. Los Anormales. Curso en el Collège
de France 1974-1975
), describe y define la figura del
monstruo moral y el monstruo político. La monstruosidad –
en su acepción moderna – está ligada directamente a
la figura del criminal y tramitada por esta economía del
poder punitivo que el filósofo describe en Surveiller
et punir
.

Crimen y castigo son dos instancias que se modifican en
el paso de la sociedad feudal a la burguesa. En el texto Les
anormaux
(Los anormales) plantea desde el ejemplo del
crimen espantoso perpetrado contra Guillermo de Orange en 1584
que, la respuesta fue un suplicio tan atroz como el
crimen
.

Dice Foucault al respecto: "El crimen era crimen en la
medida en que, además, y por el hecho de serlo, afectaba
al soberano; afectaba los derechos, la voluntad del soberano,
presentes en la ley; atacaba, por consiguiente, la fuerza, el
cuerpo, físico del soberano. En todo crimen, por lo tanto,
había enfrentamiento de fuerzas, rebelión,
insurrección contra el soberano. (…) El castigo era
siempre vindicta, y vindicta personal del soberano. Éste
volvía a enfrentar al criminal; pero esta vez, en el
despliegue ritual de su fuerza, en el cadalso, lo que se
producía era sin duda la inversión ceremonial del crimen."
(Foucault. M. Obra citada. Pág. 84).

Este paso de los suplicios a las cárceles es lo
que caracteriza al modo moderno expresado en el derecho
clásico de entender al crimen y al castigo a partir de
unidades de medida que sirven para evaluar la proporción
entre uno y otro. Es decir, que el castigo debe guardar una regla
que sea directamenteproporcional con el crimen cometido. Crimen
que ahora no afecta al cuerpo del soberano sino al cuerpo social.
El criminal (moderno) es una amenaza para la sociedad, es el que
rompe el contrato social
que pacta el orden y el ordenamiento de las prácticas
sociales. El criminal que desconoce o se aparta de los
términos del contrato es el
monstruo moderno.

El episodio antes citado del film Los monstruos
es la metáfora del parricidio que resulta de la violencia
ejercida por el padre sobre el hijo cuando no media la ley, la
prohibición. El paso de la naturaleza a la cultura
está signado por la ley y a su vez el paso de la sociedad
feudal a la burguesa está mediado por la creación
de tecnologías científicas e industriales que hacen
posible un orden social.

Foucault analiza el tipo de monstruosidad que marcan la
etnología y el psicoanálisis mediante la tesis del
totemismo; y la monstruosidad que definen los historiadores
tomando el ejemplo de la revolución
francesa. La horda primitiva que mata al jefe de la tribu y
el pueblo sublevado que asesina al rey.

"… a partir de estas cuestiones del incesto y la
antropofagia, se abordan todos los pequeños monstruos de
la historia, todos esos bordes exteriores de la sociedad y la
economía que constituyen las sociedades primitivas… Los
antropólogos y los teóricos de la antropología que privilegian el punto de
vista del totemismo,…, el de la antropofagia, terminan por
producir una teoría
etnológica que lleva a una extrema disociación y
distanciamiento con respecto a nuestras sociedades, porque se las
remite precisamente a su antropofagia primitiva." (Foucault, M.
Obra citada. Pág. 105).

Las tesis de la antropofagia y la prohibición del
incesto demarcan el límite normal / anormal en
términos de una monstruosidad que deviene de las figuras
del soberano despótico y el pueblo sublevado que vemos
recorrer en el campode la anomalía.

El incesto, crimen de los reyes, de Edipo y su familia (Sigmund Freud)
que posibilita la inteligibilidad de la neurosis; el
problema de la devoración, de la introyección de
los buenos y malos objetos, del canibalismo que no es ya el
crimen de los reyes sino del pueblo hambriento, que posibilita la
inteligibilidad de la psicosis (Melanie
Klein). Son categorías que explican el comportamiento del
monstruo humano (en la descripción del anormal) que fueron
gestadas en esa economía del poder punitivo del siglo
XVIII y que combinan los grandes temas del incesto de los reyes y
el canibalismo de los hambrientos.

El soberano despótico y el pueblo sublevado son
las figuras de la anomalía que engendraron el pensa-miento
y la política burgueses.

Concluye Foucault diciendo que "Los grandes monstruos
que velan en el dominio de la
anomalía y que aún no se han dormido – la
etnología y el psicoanálisis dan fe de ello – son
los dos grandes sujetos del consumo
prohibido: el rey incestuoso y el pueblo caníbal."
(Foucault, M. Obra citada. Pág. 106).

Importa esta observación de Foucault al respecto
cuando dice que este tipo de análisis cae en un
reduccionismo (incluso podríamos afirmar en un
anacronismo) al hacernos comprender la violencia que ejerce la
sociedad disciplinaria a partir de las políticas de
encierro, tomando como parámetro el ejemplo de las
sociedades primitivas, del parricidio que simboliza la necesidad
de la ley.

¿Cómo dar cuenta del terrorismo de
estado?. Concepto que resulta contradictorio en sí mismo,
ya que el estado no
puede aplicar una política de terror; o que desde otro
punto de vista, denuncia que la barbarie no se opone a la
civilización sino que forma parte de
ésta.

En la barbarie no existe la ley. Cuando la ley se impone
brutalmente en nombre de la civilización
¿quién es el monstruo?, ¿cómo es el
monstruo?. (Aquí queda pendiente desarrollar la tesis de
Jacques Lacan en su texto Kant con Sade cuando afirma que
el Marqués en La filosofía en el tocador
completa la obra de Kant
refiriéndose a la Crítica de la razón
práctica
.

Conclusión

La metáfora del pájaro
pintado

Jerzy Kosinski en El pájaro pintado nos
relata una costumbre campesina que conoció en su infancia, la
misma consistía en atrapar algún ave, pintarle las
plumas y, después de hacerlo, soltarla para que se
reuniera con su bandada.

Cuando estos pájaros, con sus notorios colores pintados
buscaban reunirse con los suyos, éstos no los
reconocían, los veían como enemigos, y los atacaban
hasta matarlos a picotazos.

Lo que Kosinski muestra en este cuento, es la
necesidad de un cierto aire de familia,
cierta semejanza que nos hace sospechar en la diferencia la
enemistad manifiesta que nos impone la alteridad.

La razón unívoca, la razón que es
común a todos los humanos en la teoría
iusnaturalista, pretende asegurar la igualdad del
género
humano en una naturaleza común que subyace en las
sociedades mezcladas, en las diferentes culturas, en los rostros
diversos que expresan una amenaza a la pretensión de
universalizar una única razón; universalidad que se
impone en la búsqueda de un fundamento
absoluto.

Se trata entonces de expandir esa razón a todos
los humanos oponiéndola al irracionalismo de la barbarie,
del estado de naturaleza, de la horda primitiva.

Esa pretensión de universalizar una razón
deviene en la unidimensionalidad, en la univocidad, en la
homogeneización que traza los criterios de
demarcación entre lo humano y lo inhumano, entre lo normal
y lo anormal, entre lo sano y lo enfermo, entre la
civilización y la barbarie.

Montaje de una maquinaria que pretende eliminar la
diferencia, la amenaza de una alteridad que resulta
insoportable.

Kosinski lo presenta del siguiente modo: "…Cierto
día atrapó un enorme cuervo, cuyas alas
pintó de rojo, el pecho de verde y la cola de azul. Cuando
apareció sobre nuestra cabaña una bandada de
cuervos, Lekh liberó al pájaro pintado.

Tan pronto como se unió a sus compañeros,
dio comienzo una batalla desesperada. El ave transformada se vio
atacada por todos lados. Plumas negras, rojas, verdes y azules
empezaron a caer a nuestros pies. Los cuervos revoloteaban
frenéticos en el cielo y repentinamente el cuervo pintado
vivo, abría el pico e intentaba en vano mover sus alas.
Sus ojos le habían sido arrancados a picotazos, sobre sus
plumas pintadas manaba sangre
fresca.

Hizo un nuevo intento por levantarse de la tierra
pegajosa, pero ya no le quedaban fuerzas…"

El pájaro pintado es el símbolo perfecto
del otro, del extraño, de la víctima propiciatoria.
Si el otro se diferencia de los miembros del rebaño, es
arrojado fuera del grupo
destruido; si es igual a ellos, interviene el hombre y le hace
aparecer distinto, a fin de que pueda ser expulsado y destruido.
Del mismo modo que Lekh pinta a su cuervo; los dispositivos
cambian el color de los
miembros de la sociedad manchada para legitimar un orden
socialmonocromático.

Esta es la gran tragedia de la discriminación, de la invalidación y
de la creación de víctimas propiciatorias. El
hombre busca, crea e imputa diferencias para alienar mejor al
otro. Al expulsar al otro, el hombre se enaltece a sí
mismo y desahoga su ira frustrada de una manera que sus
semejantes aprueban. Para

el hombre, animal de rebaño, igual que para sus
antepasados no-humanos, la seguridad radica
en la similitud.

El dispositivo moderno que justifica sus violencias en
nombre del progreso, bajo la imagen inmaculada
de la verdadera humanidad, define al monstruo en la mancha que
significa la anomalía, la degradación; cuando es el
mismo dispositivo civilizatorio quien se encarga de expulsar de
la frontera de la normalidad al individuo diferente.

La noción de progreso expresada en el
sueño burgués de eliminar las diferencias en favor
de una uniformidad que excluye y encierra al que supone, en su
diferencia, una amenaza al cuerpo social normalizado; esa idea
de progreso encarna una forma más sofisticada de matar o
de morir.

Bibliografía

Dreyfus, H. Rabinow, P. Michel Foucault:
más allá del estructuralismo y la
hermenéutica
. Buenos Aires.
Nueva Visión. 2001.

Foucault, Michel. ¿Qué es la
Ilustración?
Argentina. Córdoba.
Alción. 1996.

Foucault, M. "La ética del
cuidado de uno mismo como práctica de la
libertad".

Entrevista realizada por Raúl Fornet-Betancourt,
Helmut Becker y Alfredo

Gómez-Muller; el 20/1/1984. Publicada en la
Revista
Concordia Nº 6, 1984.

Foucault, M. Microfísica del poder.
Ediciones La Piqueta. Madrid.
1992.

Foucault, M. La historia de la sexualidad. Tomo
I: La voluntad de saber. Siglo XXI. Buenos Aires.
1990.

Foucault, M. La verdad y las formas
jurídicas.
Cuarta conferencia. Barcelona.

Gedisa. 1980.

Foucault. M. Vigilar y castigar. Nacimiento de
la prisión.
Buenos Aires. Siglo XXI. 1989.

Foucault, M. Los Anormales. Curso en el
Collège de France

(1974-1975).

Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.
2000.

 

Angelina Uzín Olleros

UADER

Corrientes y Urquiza

Paraná

Entre Ríos

Partes: 1, 2
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