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El sujeto en construcción y su lenguaje (página 2)



Partes: 1, 2

Ahora bien, cuando se da este fenómeno la
sociedad en
general avanza en su sentido histórico, se da un devenir
sincrónico y diacrónico. Es decir, mientras hayan
personas que sujeten los extremos opuestos de una "cuerda tirante
y tensa", y mientras jalen cada uno por su lado, la cuerda
tendrá sentido, "estará viva", habrá
debate; y en
ese estirar por los dos lados, se construirán nuevos
elementos que permitan a las subsecuentes generaciones adherirse
a uno u otro lado de la cuerda o a ninguno, o crearán sus
propias cuerdas. Y en ese sentido crecerán o
fenecerán ciertas formas de construir y asir la realidad.
Nuevos esquemas sociolingüísticos y culturales
podrán definir el mar con los mismos o diferentes
adjetivos, pero a partir de sus propios intereses y formas de
ser.

Al inicio hablábamos del hombre real,
aquél sujeto en constante construcción. ¿En qué sentido
éste construye su propio mundo a partir del lenguaje que
comparte con los otros dentro de su cultura?. Lo
hace a partir de la interpretación y reproducción de los esquemas y paradigmas
sociolingüísticos conceptualmente
pre-establecidos. Y es la educación la que
lo va a formar y a deformar. Formar en el sentido que le da los
elementos teóricos para que él se asuma como parte
integrante de una sociedad que le empuja para que sea
según el arquetipo de cómo deben ser "sus"
ciudadanos. Pero, la educación
también deforma al hombre cuando le limita la posibilidad
de ser sólo él, es decir, el hombre no
puede ser sin "su" sociedad. Si se trata de apartar de
ésta, ahí está la educación para
volverlo al redil, al "camino correcto", al "así tiene que
ser porque así es". Entonces, para entender al sujeto
real, es necesario acercarnos a él desde los mismos
paradigmas que le han creado y desde los que él ha
re-producido. Incluso, si volteamos la mirada hacia el otro, el
que asume desde su perspectiva la posibilidad de
interpretación del mundo del que forma parte, como es el
caso del arte, aún
así, "su lenguaje" estará en contra o a favor de lo
establecido, pero de ninguna manera será diferente. Es
decir, si observamos por ejemplo el caso del arte plástico,
éste siempre ha estado entre
dos antípodas; una luchando contra la otra, ya
sean los barrocos de las formas rebuscadas y el claroscuro contra
los realistas imitadores de la realidad y la forma exacta y
simétrica; o los impresionistas de las formas apenas
perceptibles contra los naturalistas de la exuberancia; o los
expresionistas representantes del dolor y la desesperación
humanas contra los fauvistas jugadores y adoradores del color; o los
dadaístas sempiternos rebeldes de la cultura contra lo
artistas conceptuales y abstractos; incluso los que propugnan el
performance y el arte efímero contra aquellos que rescatan
el arte objeto y el sí del fetichismo, etc., siempre van a
partir de lo anterior, van a irse del otro lado de la cuerda
que está tensa
; o bien, reforzarán lo ya dicho
pero desde su propia forma de "agarrar" la cuerda, como es el
caso de los postimpresionistas.

Volviendo a las preguntas con las que iniciamos, veamos
el ¿dónde está?. Aquí se hace
una alusión directa al espacio concreto, a la
imaginación, a la realidad
virtual, a la posibilidad de no estar y llegar a estar, de no
hablar y llegar a hacer nuestra a la palabra, etc., pero a pesar
de sus disimilitudes, e inexactitudes, podemos observar que
forzosamente tienen que estar en y desde el lenguaje.
Así como están todas las obras artísticas
cuando hablamos de ellas, y como está todo lo que queramos
pensar o hablar; siempre estará la realidad en medio del
lenguaje, siendo éste por quien se des-cubra a la
misma realidad, cosificándola, volviéndola
metarealmente nuestra, casi nuestra, incluso
construyéndola por medio de la imaginación. Y es
aquí en donde la separación que había
logrado el artista, -por ejemplo-, se vuelve social, cultural,
pasa a formar parte del hombre concreto y real que la hace suya,
desde un lenguaje que está ya casi acabado en el sentido
de que sólo se dice a partir de los esquemas conceptuales
que la instrucción (9)
y la educación (10)
fomentan, enseñan, etc.

Así, el hombre es hombre en su sociedad, a
partir de la relación que tenga con su "propio" lenguaje,
entrecomillamos "propio" porque en realidad no es suyo, el que
sí es real, es él, que está sujeto a un
tiempo y
espacio concretos; en cambio, el
lenguaje es la forma "alada" que se metamorfosea también
en un tiempo y un espacio socioculturales para dar sentido a los
que la usan. El lenguaje es la herramienta con que alguien puede
relacionarse consigo mismo y con los demás; pero no le es
algo propio, no le pertenece, antes bien, con la educación
se le ofrece y se le impone, para que pueda ser parte inherente
de la comunidad de la
que nació y a la que tiene que asirse cada vez más
desde su lenguaje. De este modo, el hombre real, el concreto, se
re-produce desde los esquemas
sociolingüísticos que la educación le oferta y le
impone a la vez, aunque esto se de en una situación en
desequilibrio, ya que no se da una simbiosis en la que el hombre
concreto esté en la posibilidad de aceptar o no a la misma
educación, antes bien, tiene que asirla, asimilarla para
poder
coexistir con y en su sociedad. De esta forma, si se
rechazan las herramientas
con las que podría pasar a formar parte uno de esa
realidad a la que ha llegado, desnudo de aquella
humanización que después incluso él mismo
fomentará, se rechaza él y rechaza a su propia
cultura, esto en un sentido literal, real. Pues como dijimos al
principio, uno es uno desde "su" lenguaje que es social,
multiculturalmente social.

Ahora bien, ¿puede el hombre concreto y real
rechazar dicha forma de asir la realidad?, y a partir de ello,
¿dejar de construirla tal y como se le ha impuesto?. Al
principio de su existencia es claro que no, hay una socialización hacia el que nace a la vida,
una humanización. Pues no hay que olvidar que
biológicamente nacemos desnudos, aunque completos; y que
socialmente hablando, nacemos desnudos de nosotros mismos y de
los otros, del sabernos y saber de la existencia de la otredad;
así, hace falta que por medio de la educación de
los padres y luego de la escuela, se nos
humanice, se nos socialice, se nos culturalice; es decir, se nos
den las herramientas necesarias para que seamos en realidad parte
integrante de ese mundo nuevo que se nos impone, y que cada uno
de nosotros tenemos que llegar a ser parte de él. Al
hablar de esa necesidad, nos referimos a los dos actores: al
hombre concreto y real, y a la misma sociedad que nos humaniza;
esto porque los dos se necesitan para seguir siendo lo que son o
pretenden llegar a ser.

Por otro lado, también podemos rechazar tal
imposición a partir de que cada uno haga su propia
reconceptualización de su ser
sociolingüístico, es decir, que se asuma como parte
inherente al discurso de la
realidad que ha hecho suya, y en ese tenor, que se afirme de un
lado de la cuerda o, que se adhiera del otro lado, pero, desde
una perspectiva de estar conscientes de que se está del
otro lado
, y que en ello, cabe la posibilidad de caer o
incluso de soltar la cuerda. Recordemos que somos nosotros, cada
uno de nosotros y nuestras propias circunstancias, y en ese
sentido, que somos también las circunstancias de los
otros, que podemos a la vez ser nosotros mismos; es decir, somos
nosotros sólo a partir de lo que nos rodea, y eso que nos
rodea es así, porque nosotros lo interpretamos de la
manera particular como lo hacemos. Entonces, no hay el
hombre
abstracto, aquel ser ideal del que se pudiera afirmar
o negar algo de manera general; antes bien, existe y existimos
los "de carne y hueso", aquellos que vivimos y morimos a diario
en un mundo que no es todo el planeta, sino aquél que nos
rodea: nuestro primer mundo, ya después vendrá el
de todos, la Tierra, la
que a su vez, también está poblada de seres
concretos y reales. Ahora bien, si sólo nos
quedáramos con la visión arquetípica e
idealista de los liberales del s. XIX y ahora de los neoliberales
de creer que todos somos iguales y que nada nos distingue,
caeríamos en una masificación que incluso
estaría impregnada por una falacia de accidente inverso o
generalización apresurada (11).
Entonces, nosotros somos nosotros mismos, pero no por ello
quedamos excluidos de los demás en tanto compartimos una
sociedad y una cultura, aunque la veamos de diferente manera y
también la construyamos desde nuestra propia
particularidad. Así, cuando preguntemos
¿qué es? o ¿quién es?,
quizás podamos contestar con cierta seguridad, ese
por quien pregunto soy yo, yo, en tanto la respuesta que
recibiré, yo mismo la habré reconceptualizado a
partir de los esquemas de mi propio lenguaje sociocultural, pues
soy mi pregunta y mi respuesta, difusas como yo.

Je pense que la séparation
Est un travail de la parole.

Pienso que la separación
Es una labor de la palabra (12).

   

18 Aforismos y una propuesta

O de cómo somos lo que ignoramos

1. Las voces y los silencios de los-otros;
pululan en cada uno de nuestros sentimientos difusos y
concretos.

2. Lo concreto sí existe, está en la
multiculturalidad de lo difuso.

3. Cada sociedad es un algo concreto en que somos
nos-otros mismos.
Nos podemos ver, reflejar y distinguir
desde las posibilidades reales de cambiar para poder seguir
siendo los mismos.

4. Somos lo que nuestra imaginación ha alcanzado
a vislumbrar en el desierto de los días.

5. La hermenéutica metonímica
también está en la interpretación de
nuestras palabras metafóricas.

6. El lenguaje es uno y es varios a la vez, cada uno de
nosotros somos un ejemplo concreto y difuso de ello.

7. Los paradigmas sociolingüísticos duermen
con sus alas extendidas en cada uno de nuestros silencios
agitados.

8. ¡Cuidado! Alguna de nuestras voces
podría llegar a ser un nuevo paradigma.

9. Por las noches, cuando dormimos, la cultura
también sueña desde nuestros propios sueños
mutilados.

10. Soy real, soy concreto, ¡soy!; no importa que
yo mismo a veces me ignore o me desprecie. El lenguaje siempre me
reconcilia conmigo y con los otros.

11. Andar, andar, hasta llegar a ser lo que antes ya era
en la palabra silencio.

12. Te conozco espejo desde el lenguaje que he
construido como puente y muralla de mi castillo entre las nubes
que pintó Magrite.

13. ¿Por qué "el mexicano"?, si cada uno
es un mexicano, tan claro como difuso.

14. Soy tan analógico como claro y distinto; los
paradigmas no me envuelven, ¡yo mismo soy mi propio
paradigma!.

15. Te veo, y poco a poco aprendo a distinguirme de ti y
de mi.

16. Abrir las noches oscuras de las ciudades y de los
hombres etnocéntricos, para sembrar después en
ellas a las estrellas invisibles del medio día.

17. No somos iguales, somos diferentes; no somos
los-otros, somos nos-otros; es decir, los-otros de
otros que convivimos desde la imaginación y la tolerancia para
ser siempre distintos.

18. Compartimos el mismo mundo teórico e ideal,
desde nuestros diferentes mundos concretos.

Propuesta: Si somos al través del
lenguaje, y si el mismo lenguaje nos hace ser a la vez distintos
de quienes somos, ¿por qué no cultivar nuestros
distintos orígenes lingüísticos?. La
construcción de nuestro ser y nuestra identidad
social está en un constante devenir, no podemos quedarnos
solamente con el lenguaje que hemos heredado por
imposición. Hay también en nosotros la palabra
callada, la que espera, la que aún no ha olvidado su
pasado histórico.
 

Shhh… no despertemos al
silencio.
(13)

2. La palabra y su
viaje hacia el silencio
(14)

La palabra, como silencio que aún espera su
oportunidad para irrumpir en el mundo, no es un ser
(15),
es un estar (16),
un estar del hombre al través del silencio. Es
decir, la palabra en silencio, es una forma de ser del hombre que
será lo que es desde lo que diga o calle. Es la
afirmación que se hace, positiva o negativamente en el
tiempo y desde el tiempo, afirmando lo efímero de quien
pretende ser lo que es o no es. Decir algo es desnudar la palabra
de su silencio, es existencializar el ser de la palabra
deconstruyendo la oquedad que la recubre (17).
Cada quien viste con sus propios ropajes semánticos,
morfosintácticos, culturales… a la palabra que
tirita entre la posibilidad de ser lo que dice o sólo lo
que alcanza a sugerir.

No existe la palabra acabada, ajena a la posibilidad de
una nueva o anterior reinterpretación. Cada palabra es una
forma óntica del ser ontológico que somos, al menos
por ahora desde cinco posibles ángulos:

a) La palabra como un querer ser.
b) La palabra como un poder ser.
c) La palabra como un tener que ser.
d) La palabra como fuente de hedonismo y ataraxia.
e) La palabra como poder y liberación.

a) La palabra como un querer ser.

En esta forma de manifestarse, o mejor dicho de hacerla
manifestar, la palabra se vuelve escurridiza al tener que
adoptar la apariencia como cuerpo tangencial tanto
mística, como escépticamente. Es decir, cuando la
palabra es la verdad, la última representación
abstracta de la realidad, se vuelve un ser místico, al
igual que el ser que la usa para definirse como un ser
místicus.
Movido por el afán de poseer el
sentido de su existencia al través de su palabra, la que
ha aprehendido en su silencio de voces ajenas, aquella que le da
el poder de no ignorar lo que es, y lo que será al no-ser
después de la muerte.
Así, cuando el hombre usa la palabra como si ésta
fuera el vehículo para conectarse con sus dioses,
espíritus y muertos, llega a fundirse en la misma palabra,
pues a partir de ella, él es quien es. No podría
ser lo que es sin la forma de expresarlo, aunque fuera en
silencio, sólo para él.

La palabra, a diferencia de la anterior, también
se usa como escéptica. Como la antípoda del
ser hombre que sabe qué, quién y
por qué es. O sea, la palabra también nos
aleja de la verdad absoluta, de la intangible y
paradigmática forma de ser a "imagen y
semejanza" de lo que afirmamos ser. Nos arrostra hasta la
infinitud del poder nombrarnos, de definirnos desde un silencio
en voz alta. Así, la palabra también es y nos hace
ser escépticos, casi nihilistas del saber qué o
quiénes somos, y mucho menos el poder saber para
qué o por qué estamos aquí.

Hay una forma de llegar a ser un escéptico al
través de la palabra: la saturación y diversidad de
la información. Es decir, si sólo
hubiera una forma de entender a la realidad, quizás no
dudaríamos de aceptar aquella sentencia acerca de nuestra
existencia. Pero, por el hecho de que ya no sabemos a
quién o a qué hacerle caso. Todos tienen argumentos
creíbles, medibles, mesurables, etc.; entonces, por
qué creerle a unos sobre los otros. En dónde radica
el patrón o arquetipo que nos pueda resolver el problema
de ser el uno o lo otro desde la palabra con que se afirma tal o
cual cosa. Hay un derramamiento social de la palabra "verdadera"
sobre nuestros silencios existenciales, íntimos,
personales. Estamos en el paraíso verbal de la
posibilidad de ser dioses callados o demonios
habladores.

b) La palabra como un poder ser.

Esta forma de ser de la palabra se manifiesta desde la
apariencia, tanto en sentido formal como factual. En la primera
forma de ser, está presente la escuela, la incansable
ofertadora y alienadora del ser concreto en su tránsito
hacia la socialización, humanización cultural que
de suyo está presente en todas las formas de convivir
concreto de los hombres. Hay un recargamiento verbal casi
incuestionable en la verdad de la palabra que se usa desde y por
la escuela. Un dogma científico, histórico,
literario, etc., en la escuela que le es transmitido al sujeto al
través de su educación formal, escolar.

A diferencia del anterior, existe la palabra desde el
hecho, más que desde la retórica. La palabra desde
lo factual, desde el hecho de existir entre la calle, indiferente
a los cánones sociolingüísticos que le marcan
como sujetador inquisitorial la escuela, la academia, los
teóricos del lenguaje univocista y verdadero. Así,
la palabra desde lo factual está y se da de manera social,
pero en un ámbito libre, libre de prejuicios. Aquí,
el hombre es quien es, no quien debe de ser. Dice lo que
callaría en otras circunstancias, y calla lo que le
obligan a recitar inmisericordemente en una tribuna escolar.
Puede romper la estética de lo "bello y lo feo", para
asirse del lenguaje como un medio de ser quien es, un
perfomance, un reade made, un arte abstracto
en escencia y sustancia. Entonces, ¿por qué ser lo
que tenemos que ser?. ¿Por qué no ser lo que
podemos o imaginamos ser?. Es más, ¿por qué
tenemos que ser?. La palabra es de facto, factual,
de hecho y por hechos, de instantes que nada tienen que ver con
los momentos anteriores o posteriores a dichos instantes. La
palabra es efímera como el hombre que la nombra y que se
nombra desde ella. Es factual, es de hecho un hecho que se acaba
en el instante en que acaba de ser pronunciada. Y sin embargo,
se mueve
en cada uno de nos-otros, alejándonos por
instantes de ser los-otros. Así, somos, porque
hablamos y callamos. Y somos, también, porque en cada una
de nuestras posibilidades de ser anida un nuevo silencio
oculto que sólo nacerá en la medida en que nos
atrevamos a desnudar nuestra metonimia de sus ropajes
semánticos acabados.

c) La palabra como un tener que ser.

Con la palabra nos hacemos, no podemos pensar sin
palabras, si acaso lograremos representarnos algún esquema
o imagen mental, pero sólo atisbaremos a la existencia
desde una rendija existencial. Si queremos llegar a ser en
realidad lo que somos, tenemos que sujetar la palabra que
abrevamos desde que somos infantes y que aprendemos en la familia, en
la escuela, en la calle… es decir, si queremos ser quienes
hemos llegado a ser, sólo lo haremos y podremos seguir
siendo desde la palabra que se hace manifiesta desde nuestra
oquedad como sujetos determinados por nuestra sociedad y
cultura.

Decía Heráclito que nunca se mete dos veces el
mismo hombre al mismo río, es cierto, pero hay algo que
conservamos en lo que somos y lo mismo que somos o llegamos a
ser, ese algo es la palabra que nos han impuesto. No hace falta
la fiera aculturización, con la culturización y la
transculturización mimetizante son suficientes (al menos
por ahora).

La palabra se hace presente en nosotros sólo
porque nosotros nos hacemos presentes al través de ella.
Es una relación simbiótica en la que no hay
ganadores ni perdedores, sólo usuarios conformes o
inconformes. Tenemos que ser lo que somos usando la única
forma que tenemos de seguir siendo: la palabra, no importa que
ésta sea burilada en silencio y que nunca llegue a nacer
fuera de la boca. Aún así, la palabra es la
banqueta por donde todos tenemos que transitar, al menos si no
queremos ser arrollados por el tener que ser otros sin darnos
cuenta de ello.

d) La palabra como fuente de hedonismo y
ataraxia.

Todo sujeto es multicultural, no sólo por su
relación con los demás de su comunidad y sociedad
que le rodea, sino por él mismo como sujeto que
está en condiciones de crecer culturalmente como algo
distinto a lo que su sociedad le impone de alguna
manera.

Así, el hedonismo (18)
también es una forma de ser en la palabra, el arte
de y por la palabra se ha hecho presente al través de los
siglos en el hombre con diferentes objetivos,
pero, al final de cuentas, siempre
ha sido una forma de presentar y representar al hombre dentro de
su contexto, una forma de aislarse de "su sociedad". Un poder ser
alguien que no se atreve a ser y, que algún personaje real
o ficticio al transmitírselo sí se lo permite.
También es un poder expresarse de otra forma,
poética, literaria, estética… en la que el
sujeto no sea ya sólo el usuario del lenguaje, el
constructor de realidades desde una palabra acabada,
inalienable.

Con el hedonismo el hombre puede ser quien quiera, pero
para ello necesita jugar con la palabra. Como dice Octavio Paz en
su poema Las Palabras.

Dales la vuelta,
cógelas del rabo (chillen, putas),
azótalas,
dales azúcar
en la boca a las rejegas,

ínflalas, globos, pínchalas,
sórbeles sangre y
tuétanos,

sécalas,
cápalas,
písalas, gallo galante,
tuérceles el gaznate, cocinero,
desplúmalas,
destrípalas, toro,
buey, arrástralas,
hazlas, poeta,
haz que se traguen todas sus palabras.

No hay que tener miedo a ser lo que somos desde lo que
nos dicen e insinúan las palabras; hay que usarlas, ni
siquiera hace falta domarlas. Serán mansas en la medida en
que nos acostumbremos a ellas y ellas a nosotros. Serán
parte de nuestro jugar a que vivimos (con ellas), no sólo
que existimos (sin ellas). Nos sabremos vivos (19),
no sólo existentes, en la medida en que sepamos acerca de
ellas, y, en esa medida, también nos podremos alejar de
nosotros mismos y de la realidad o realidades que nos
circundan.

Podemos llegar a un estado de ataraxia (20),
casi de sublimación al través del uso de la
palabra. Ella puede ser el lazarillo que nos guíe de la
mano para poder llegar al silencio de la ausencia del propio
lazarillo. Incluso podremos caer en un abismo que esté
desde el precipicio de nuestros ojos extasiados ante una realidad
que no comprendemos.

Vivir desde una plataforma en que nos encontremos
suspendidos en la certeza del existir en un mundo de palabras y
silencios, en el que nosotros mismos somos esas palabras en
silencio, o esos silencios a gritos que se desgarran y nos
desgarran por querer salir a un mundo lleno de vacíos en
construcción por cada uno de nosotros que se aleja de la
forma de ser lo que tenemos que ser.

Así, la palabra como ataraxia es la forma de ser
de la misma palabra que se pierde en uno de nuestros laberintos
existenciales que a diario deconstruimos y volvemos a construir
al convivir tanto como individuos, así como sujetos o
personas en una sociedad dada.

e) La palabra como poder y
liberación.

Pero la palabra no es sólo un forma de ser,
también es un vehículo en donde nos podemos
transportar hacia la nada o el todo de seguir siendo lo que
somos. La palabra es la posibilidad de crecer ante los
demás, es la guía que nos dice cómo
liberarnos de los otros y de nosotros mismos. Nos transporta
hasta la inquietud o hasta la paz enferma de nuestro ser teniendo
que ser sólo lo que hemos podido ser; incluso de nuestro
imaginar ser. Recordemos al Golem de Gustav Meyrink. No es solo
la letra que distingue a la verdad de la muerte,
emet de met. Ya Juda Löw, el rabino de Praga
lo sabía. No era sólo el shemá,
aquél libro secreto
el que era peligroso, sino la simbiosis que se podía dar
entre el libro mismo y el lector que hiciera suyas aquellas
terribles palabras.

La palabra per se no es peligrosa. Es más,
no existe si no hay nadie quien le de vida. Igual que el Golem,
Copelia y el monstruo de Víctor Frankenstein, la palabra
es un monstruo que tenemos que aprender a desenterrar de la
oscuridad de los silencios, esos silencios que todos los
días vemos en el espejo cuando nuestros ojos abiertos nos
delatan como extraños azorados ante un mapa indescifrable.
Tenemos poder sobre la palabra, pero sin ella, no seríamos
lo que somos cada uno de nosotros. De igual manera, la palabra
tendrá el poder sólo en la medida en que nos
atrevamos a usarla, o al menos, a convivir con ella. Si la usamos
desde nosotros y no desde el deber ser de los otros, nos
liberará y ella misma se vera libre de las ataduras de
nuestro conformismo. De lo contrario, el silencio en voz alta; es
decir, el murmullo, el decir algo sólo por llenar el
viento de nuestras inquietudes, será la tumba en la que
nos habremos enterrado de por vida, pues cada uno de
nos-otros es también un los-otros, pero un
los otros en la medida en que no nos neguemos como sujetos
concretos al negar a los otros como partes inherentes en cada uno
de nosotros; si no es así, seguiremos mutilando nuestra
posibilidad de ser concretos, realmente concretos; es decir, real
y concretamente multiculturales.

La masificación a ultranza del individuo es
testiga de lo que aquí afirmamos. En ella, el hombre
concreto se pierde en un constructo amorfo en el que su palabra
no tiene ya más sentido. El murmullo, el no decir nada de
la masa lo ha suplantado. La máscara ha vuelto a triunfar
sobre el descarnado de sí mismo. La palabra es la nave en
la que podemos viajar hasta otros pensamientos, pero es
también, la barca en la que podemos naufragar en nuestro
afirmar inútil una existencia acabada, sin posibilidad a
la imaginación de la metáfora.

18 Aforismos y una propuesta

O de cómo el silencio no duerme

1. El silencio también puede ser un ave haciendo
su nido en nuestra indecisión.

2. Si podemos callar, entonces también podemos
hablar.

3. La poesía
es un lenguaje de la metaforicidad de nuestra
metonimia.

4. El hombre habla porque hay otros, como él, que
lo escuchan.

5. De silencio en silencio se llenan las palabras,
quemaduras frente al espejo.

6. Querer detener a la palabra que no dice nada
más allá de la interpretación equivocista de
la metáfora, sería tanto como querer ver a la
metonimia sin alteraciones ni fisuras por el transcurrir del
tiempo.

7. De hombres que tienen mucho que callar están
hechas las palabras etnocentristas.

8. No hay una forma única de aprehender la
realidad, cada sujeto concreto desde su cultura también
concreta lo hace; aunque el ser concreto no significa que no se
pueda cambiar diacrónica y
sincrónicamente.

9. Desentendernos de que también somos los otros
que criticamos y soslayamos, nos va convirtiendo poco a poco en
seres desarticulados de sus propios contextos
socioculturales.

10. Todos viajamos a un silencio desconocido desde
nuestros propios silencios más que conocidos.

11. Cada día que pasa es una metáfora
más de la gran duda, ¿metáfora sin
palabras?.

12. Cada hombre es un poder ser a diario, igual
que la palabra que usa. No sabemos qué va a pasar
mañana. La Real Academia de la Lengua
Española acaba de aceptar como partes del castellano
palabras que antes hubiera sido increíble aceptar.
¡A toda madre!.

13. Caminando hacia la gramática de la existencia efímera.
Viaje ilusorio si se cree que es sólo hay un camino para
llegar al final.

14. ¡Estoy masificado!, ¡estoy masificado!.
Me he visto al espejo.

15. Qué ironía, pienso en el silencio
en silencio, utilizando un sin fin de palabras que
reclaman su existencia en voz alta.

16. Desde que he aprendido a hablar, he intentado
aprender a escribir mi existencia.

17. No soy el otro que me desconozco, soy, el que apenas
si me intuyo desde la impronta de las palabras en mi rutina con
horario.

18. Decidirse a ser también en y
desde las palabras de los otros.

Propuesta: Callemos, pero, sólo si ya hemos
hablado lo suficiente para los demás y para nosotros.
 

Todo hilo conductor tiene dos
puntas o extremos que podemos asir. (21)

3. El hilo de Ariadna
es analógico y barroco
(22)

La construcción de la identidad del sujeto real y
concreto nunca acaba mientras éste esté en contacto
con otros sujetos reales y concretos como él. Las noticias que a
diario nos informan acerca de lo que sucede en cualquier lugar,
son sobre todo formas unidireccionales, formas de guiarnos hacia
una sola posibilidad de concebir la realidad, como si ésta
fuera sólo una, inamovible, en constante
construcción unidireccional unívoca. Pero, la
realidad no es una sola, antes bien, metafóricamente
hablando diríamos que es un laberinto en donde convergen
muchas realidades, mismas que a su vez se con-funden con
cada uno de los Teseos y Minotauros que pretenden salir o
adentrarse más. Todo depende con el cristal (no los lentes
de Kant) con que se
mire. Así, va a depender de la situación en
concreto en que cada sujeto vea a su propia realidad. Por
ejemplo, no serán iguales las realidades de los
jóvenes indígenas otomíes de Santiago
Mexquititlán en Querétaro, que la de los
jóvenes que viven en Polanco en la ciudad de México, y
que su preocupación no tiene nada que ver sobre las
desigualdades e injusticias que sufren los pueblos indios. Es
decir, hay un barroquismo o pluralidad de manifestaciones
sociales y culturales dentro de lo que llamamos
genéricamente como México. Por ello es necesario
que nos quede claro que no hay una sola posible y única
forma de aprehender a la realidad, antes bien, son variadas y
distintas formas de asir a la tal realidad, o mejor dicho, a las
diferentes realidades, pues a partir de que existen diversas
formas de entender la realidad, ésta se da también
en variadas formas, ya que no hay la realidad abstracta, sino
cada sujeto concreto que hace suya la realidad al reconocerse
dentro o fuera de ella. Vivimos pues en un laberinto donde cada
quien trata de ser el Teseo que tiene en su poder el hilo de
Ariadna.

Hay también una forma simplista de ver este
problema del laberinto, éste es, el desconocer que existe
tal enredo, que no hay varias posibilidades, salidas, sino una
sola e inamovible. Verlo todo desde la óptica
de que así se vive, de que así es la
situación
y que nada se puede hacer por modificar ni
su apreciación ni tampoco su forma de "tomar al toro por
los cuernos". ¿Acaso hay otra forma de saberlo?,
-dirían los conformistas-. Claro que sí, pero para
ello, es necesario que cada quien haga de sí mismo un
Teseo o un Minotauro; que esté consciente de que su
deber ser está determinado por la forma como se
quiera estar y asir al laberinto.

El hombre no es "el hombre", sino "cada hombre"
(éste y aquél). Así, cómo
podríamos construir un solo patrón cultural, si
cada hombre es un ser que es lo que es desde y por
su propia cultura. ¿Cuál arquetipo pesa
más?. Pero, aún así, el Estado se
empeña en querer ver -o al menos tratar-, al sujeto como
si fuera uno solo, uno en el que la forma le da sentido al fondo,
y éste se perdiera en el deber ser de la apariencia, es
decir, de la forma. Como si la única realidad fuera la del
Estado, así, en abstracto, y el sujeto concreto fuera
sólo una vía, un camino al que todos pueden negar,
porque no existe como algo real y concreto, sino que se pierde en
la abstracción de la masa. De la polvareda en la que la
apariencia se nos vuelve confusa con las realidades de cada uno
de nosotros.

Cuando en Una temporada en el infierno Rimbaud
dice "yo soy otro", alude a una indefinición, porque del
que habla es el otro, cualquiera, es decir, otro que no
llega a asumirse como parte de él, sino más bien
como un ser que le es diferente, alguien que no es él,
alguien que más bien es un algo, al menos desde la forma
en que es concebido. A diferencia de la postura de Rimbaud, yo
sostengo (23)
que yo soy el otro; es decir, soy en mi, desde
él, desde el otro; soy el otro que soy yo
. No lo veo
como algo lejano a mi, sino como parte de mi mismo, en la medida
en que me relaciono con él. Hay una identificación
social y cultural entre los dos, sin importar que él sepa
o no, que yo existo. Entonces, la otredad de la que habla Rimbaud
es "un algo", la mía, la que enuncio, "es un alguien", un
alguien que puede ser cualquiera, pero que en el momento en que
lo es, es parte de mi. La otredad que sostengo es una forma de
ser. Pero, ésta es también un engaño, pues
constantemente el sujeto real y concreto se está
construyendo. Así, la deconstrucción que practica
el otro me hace asirme de diferentes maneras, y en ese sentido yo
también soy un sujeto inacabado, nunca podré estar
totalmente acabado social o culturalmente, pues soy
también el otro que se construye y deconstruye
constantemente. Así, soy un sujeto multiculturalmente
concreto, esto, en la medida en que existo dentro de una y varias
sociedades que
se manifiestan desde diferentes culturas a la vez. No hay tampoco
una equivocidad acabada, pues ésta negaría entonces
a la misma univocidad al pretender suplantar la posibilidad de
que no se de la univocidad como posibilidad de ser del otro. En
cada sujeto concreto está la equivocidad, pero, como la
equivocidad al igual que la interrelación del sujeto con
los otros se da en el plano del logos, es pues el lenguaje, el
que cambia, el vivo, no la lengua que se pierde en el deber ser
abstracto, sino el lenguaje que es, el que se da en la
intertextualidad sociocultural de cada sujeto concreto, el que le
permite ser quien es.

Recordemos aquél experimento de la mecánica
cuántica de Heisenhberg en el que por medio de la caja
y el gato sostiene el "principio de la incertidumbre". En donde
demuestra que la razón no es la guía única y
segura por la que podemos acceder a la verdad. Es como un
argumento sorites en donde el predicado de la primera
proposición pasa a ser un sujeto de la segunda y el
predicado de la segunda proposición pasa a ser sujeto de
la tercera, y así hasta que en la conclusión se une
el primer sujeto con el último predicado. La razón
misma se vuelve paradigmática pero a la vez
analógica. Su demostración rompe con la misma
premisa que la sostiene. Por qué entonces ver al sujeto
aislado del otro, si también es un sujeto. Un sujeto que a
la vez es objeto. Ambos son sujetos que se cosifican en la medida
en que se interrelacionan desde su subjetividad
multicultural.

Aristóteles fue el primero en disociar al sujeto
del objeto. Después desde el a priori kantiano las
cosas no cambiaron mucho, pero ¿por qué separar lo
que de suyo en la realidad está unido?. La realidad, las
realidades son analógicas, multiculturales. Las cosas
existen desde que el hombre las nombra, las crea, les da sentido
desde su propio sentido existencial, multicultural. Así,
el todo que afirmamos es sólo la parte que "vemos"; es
decir, nos pueden nombrar en, con y desde nuestro propio
lenguaje. Así, el problema de la representación del
sujeto concreto no es sólo epistemológico, sino
hermenéutico lingüístico. La semántica toma su lugar desde un enfoque
diorístico, pues en la medida en que consideremos como
diorisma la construcción de la identidad del sujeto real y
concreto, estaremos en posibilidad de elaborar un nuevo discurso
hermenéutico analógico. Entonces, a partir de la
posibilidad de entender que el otro es uno mismo, al menos en la
posibilidad de poder compartir de suyo la aprehensión
sociocultural del deber ser espacio-temporal, la realidad no se
nos constreñirá en una forma univocista; ni
siquiera a una equivocista en donde sólo aceptemos que hay
otros, pero desligándonos de la otredad al asumir que
nosotros no somos parte de ellos; entonces, es necesario partir
desde el lenguaje del hombre concreto, para deconstruirlo como
sujeto acabado y en su lugar no idealizar un prototipo de ser
hombre virtual, en donde el deber ser, sea la punta de lanza de
su identidad como si ésta le fuera la parte substancial
que le diera sentido a su deber ser social.

El sujeto es más bien él, en, con y
desde los otros, que son él mismo. Pero, desde su
propio lenguaje, ya sea éste dialecto, sociolecto o
idiolecto. En todos los casos, su propia multiculturalidad le
permitirá re-conocerse como alguien en constante
construcción. Incluso los silencios le permiten ser
él mismo, pues nadie tiene el mismo silencio dos veces. El
laberinto que cargamos y que somos está lleno de palabras
y silencios, de silencios que son palabras, y de palabras que son
silencios; que siempre están juntos, pero que sólo
lo percibimos cuando nos vemos en el lenguaje mismo de los otros.
Nos afirmamos y nos negamos desde nuestras palabras y nuestros
silencios. Así, la identidad de la que hablábamos
al principio, no se puede dar en un plano en donde la metonimia
sea la substancia y la esencia del deber ser del sujeto
abstracto, pero tampoco se podría dar en y desde la
metáfora solamente, pues ésta sólo alude al
plano intersubjetivo del individuo, y en ese sentido soslaya la
parte que también somos: la razón. Como ejemplo de
esto, recuérdese lo que mencionamos anteriormente: la
lógica
poética está en el mismo uso de la razón
para poder comprender y sentir más al mismo poema.
O, como diría César Vallejo

Hay un lugar que yo me sé,
en este mundo, nada menos,
adonde nunca llegaremos. (24)

Un mundo que sabemos que existe, pero que nunca podremos
llegar hasta él. ¿Por qué?, por la misma
razón de que la metonimia es la misma metáfora pero
dicha con el lenguaje del hombre concreto; porque de igual forma,
la metáfora sin la metonimia es sólo lengua,
palabra sin aquél que le da sentido desde una multitud de
formas multiculturales, en donde el hombre concreto no es un
algo, sino un alguien, un alguien que es o imagina ser, desde, en
y con su propio lenguaje hermenéutico y analógico.
Entonces, para poder salir de aquél laberinto que somos y
que compartimos con los otros que somos en nosotros mismos; en
ese constante construirnos desde nuestra identidad de ser sujetos
concretos y reales, no hay una sola posibilidad acabada. No es
sólo la pura aprehensión de la racionalidad, pues
somos multiculturales, y, en ese sentido, el hilo de Ariadna es
hermenéutico y analógico. La contradicción
de la metáfora con la metonimia son partes inherentes de
su cordel. El hilo de Ariadna es uno que puede ser nuestro
propio lenguaje. Entonces, si queremos ser quien creemos ser,
tendremos que ver nuestra propia imagen sin rostro en un
espejo, vernos con los ojos cerrados, como Teseo o como el
Minotauro que bufa desde su imposibilidad de poder salir de su
circular destino, debemos escuchar sus gritos de bestia y hombre
con los que nos llama, con aquellas palabras en silencio,
lenguaje vacío, inmutable posibilidad de volver a ser el
ciego que se deja guiar por el hilo de Ariadna, retorno,
metamorfosis de nosotros mismos, con nuestra propia oquedad de
luces negras, llenas de una razón enferma de tener siempre
razón.

18 Aforismos y una propuesta

O de cómo los laberintos están llenos de
espejos

1. Cada palabra, cada silencio son una constante en la
formación de laberintos sociomulticulturales.

2. ¿Quién se atreverá a seguir el
hilo de Ariadna desde su propio laberinto?.

3. Morir en la palabra, en el lenguaje concreto de cada
uno, regresar hasta donde podemos estar parados en un
sueño que no es el nuestro.

4. Soy barroco,
difuso, no puedo ser sólo uno. La multiculturalidad me ha
absorbido.

5. Yo mismo soy también multicultural,
¿acaso no ven en mi algo de ustedes?.

6. Los actuales Ariadna y Teseo no son héroes
mitológicos, son seres de carne, huesos y palabras
que a diario luchan contra el Minotauro que los quiere matar
desde la hilaridad absurda de su existencia
efímera.

7. Cada laberinto tiene al final su propio espejo. Verse
reflejado en él, nos vuelve presas de nosotros
mismos.

8. El lenguaje es analógico aunque nosotros
finjamos nunca serlo.

9. La equivocidad de los poemas me
acercan cada vez más a la logicidad del absurdo de la
intolerancia.

10. La indiferencia es un látigo en silencio con
el que laceramos a los otros, después, sólo
tratamos de remediar con paliativos aún más
dolorosos el problema.

11. De escritores y lectores de poesía no
está hecho el mundo. Quizás se deba a que a casi
nadie le importan sus propias sensaciones.

12. En Santiago de Chile conocí a unos
comunistas. Ah, qué grandes poetas.

13. Hay poetas que desconocemos, ¿estaremos cada
uno de nosotros dentro de ellos?.

14. No pude ir en Buenos Aires a la
casa de Borges,
lástima, hubiera quizás soñado con sus
relatos fantásticos desde mi otro yo que no es el que soy
ahora.

15. La poesía tiene puertas abiertas y cerradas,
yo soy una ventana.

16. La posibilidad de detenerme a contemplar la noche
que también es muerte es casi seguro. Estoy a
punto de despertar en ella.

17. Cada vacío es también una palabra que
podamos usar para llenar nuestras oquedades de sombras de
hielo.

18. Leer, leer, leer, leer… escribir con los ojos
y la imaginación.

Propuesta: Busquemos no perdernos en sostener con la
metáfora de nuestra laberíntica vida, que el hilo
de Ariadna es sólo mito tan
sólo porque lo hemos cortado con las tijeras de Las
Parcas.

NOTAS

(1) Tomado de mi segundo libro de Aforismos
(inédito).
(2) Real, (del griego res res ) cosa; es decir algo que
existe no sólo en la palabra o en la idea, sino que es
tangible, medible, existente en un espacio y tiempo concretos. A
diferencia de éste, está el hombre en abstracto, el
ideal (del griego idea idea ) que postularon los liberales en el
siglo XIX en nuestro país, al referirse a los mexicanos
como ciudadanos de un estado con proyecto de
nación,
como si no hubiera diferencias abismales en todos los aspectos
entre unos y otros.
(3) Algo, en el sentido de que se existe, o se puede
llegar a existir, como es el caso de los seres concretos y
tangibles (humanos, animales,
plantas,
objetos); las ideas abstractas antropomorfas y
pseudoantropomorfas (deidades, seres literarios, personajes
artísticos, seres míticos y fantásticos); y
las ideas abstractas tanto material como ideal (números,
figuras geométricas, letras, palabras). Lo que resalta en
todos ellos, es que no se saben a sí mismos, es decir, no
saben que existen per se. Con excepción de los
seres humanos, todos son constructos
sociolingüísticos y culturales del hombre que "los
trae" a su realidad, dentro de un tiempo y espacio
concretos.
(4) A diferencia de algo, el alguien se sabe a sí
mismo, se conoce al través de su propia existencia y la de
los demás. el único que posee esta categoría
es el ser humano. Inclusive aunque no quisiera darse "por
enterado" de su propia existencia, el hecho de saber que va a
morir le es suficiente para sumirlo en una reflexión
existencial.
(5) Concretos, porque aunque cada tiempo y espacio concretos
estén determinados por el devenir propio de cada hombre en

(6) En este verbalmente van implícitas las
categoría socioculturales que diario asume como suyas,
aunque en ese constante estar asumiendo el lenguaje de los otros,
está constantemente construyéndose.
(7) Cf. Dialéctica de la conciencia
americana
de Leopoldo Zea.
(8) Los paradigmas son los ejemplos o modelos que
una sociedad impone a sus habitantes por diferentes medios: la
familia, la
escuela, la religión, las
instituciones
gubernamentales, los medios de
comunicación, etc. La mayoría de las veces lo
hace de manera sutil, ofertándoselos, pero si el individuo
los rechaza, se le soslaya de la comunidad en la que vive,
incluso se le persigue tanto moral como
judicialmente.
(9) Por medio de la instrucción se informan
contenidos de aprendizaje. Es
decir, se informa al sujeto acerca de lo que tiene que saber para
desempeñarse socioeconómicamente. Se le instruye,
se le capacita.
(10) A diferencia de la instrucción, con la
educación no sólo se le informa al sujeto en
concreto, sino que se le forma socioculturalmente por medio de la
transmisión de valores
traducidos en normas y formas
preestablecidas de conducta de una
sociedad dada. Es decir, con la educación, la sociedad
busca reproducirse al través de generalizar en sus
habitantes su propia forma de entender los valores
universales.
(11) La falacia de accidente inverso o generalización
apresurada consiste en querer comprender todos los casos de
cierta especie, prestando sólo atención a alguno de ellos.
(12) Cyr, Gilles, Songe que je bouge, Piensa que no estoy.
CONECULTA, Querétaro, 2000.
(13) Tomado de mi segundo libro de aforismos
(inédito).
(14) O de cómo la palabra nos es nuestro pan diario de
cada día

(15) Desde un sentido tanto ontológico como
óntico.
(16) El sujeto concreto se sabe a sí mismo a partir de que
está consciente de sí mismo en él y
en su entorno.
(17) Recubre y no cubre porque ya antes la palabra ha sido
cubierta y des-cubierta del o de los vacíos (nadas
y todos conceptuales) que cada hombre desde su cultura y sociedad
le han impuesto.
(18) Hedonismo: doctrina filosófica que considera el
placer intelectual como fin último de la existencia
humana.
(19) Los seres humanos somos los únicos seres vivos que
nos sabemos a nosotros mismos. Los demás seres (animados o
inanimados) existen, pero no se pueden preguntar por su propia
existencia.
(20) Ataraxia: impasibilidad, frialdad, imperturbabilidad
absoluta del alma.
(21) Tomado de mi segundo libro de Aforismos
(inédito).
(22) O de la identidad del Minotauro
(23) En primera persona para
expresar mejor el razonamiento.
(24) Del poemario Trilce.

 

José Martín Hurtado
Galves

Partes: 1, 2
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