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En los Estados Unidos: ¿Un siglo de ética perdido?




Enviado por Leonardo Ferreira


Partes: 1, 2

    1. Pautas éticas de ayer y
      hoy
    2. Verdad, justicia
      y democracia
    3. Nueve
      pecados capitales
    4. El
      eclipse total del 9/11
    5. La U.S.
      Patriot Act
    6. Los
      incrustados
    7. El caso
      de Jayson Blair

    En 1905, Walter Williams, primer decano de la primera
    escuela de
    periodismo en
    los Estados Unidos,
    publicó El Credo del Periodista (The Journalist’s
    Creed), una declaración ética de
    siete párrafos que hoy cuelga en bronce de las paredes del
    Club de Prensa en
    Washington D.C. "Creo en la profesión del periodismo"
    escribió Williams en tono confesional, como "creo en que
    un periódico
    es un asunto de confianza pública donde todos los
    vinculados a su actividad son los depositarios." En su severa
    religiosidad, Mr. Williams formula que "el periodismo más
    exitoso es el que le teme a Dios y respeta al hombre," el
    vigorosamente independiente, el libre de orgullos y ambiciones de
    poder, el
    constructivo y tolerante, el cuidadoso, el autocontrolado, el
    paciente y el respetuoso con sus lectores. (El Journalist’s
    Creed puede consultarse en la página
    www.journalism.missouri.edu).

    Aunque patriota, concluye este pionero, la prensa debe
    ser siempre valiente e indignada ante la injustica. Nuestra
    profesión -decía- debe promover con sinceridad la
    buena voluntad internacional y la camaradería mundial en
    beneficio de un periodismo de la humanidad para la humanidad. En
    1999, dada la tradición y vigencia de sus ideas, la
    Universidad de
    Missouri (donde Williams fue presidente hasta 1935)
    consideró oportuno publicar la biografía A creed for
    my profession: Walter Williams, journalist to the world, escrita
    por Ronald T. Farrar.

    Este gran líder,
    pregona la imprenta
    universitaria, "no solo inventó la educación del
    periodismo, sino que difundió el evangelio de la
    profesión en todo el mundo." Y en cuanto al Credo se
    refiere, no hay duda que "es el pronunciamiento más
    importante de este tipo que se haya hecho [en la historia de la
    profesión]," afirma sin modestia la Escuela de Periodismo
    de la Universidad de Missouri. Según ellos, la escuela de
    Missouri no solo es la primera sino la mejor del mundo en este
    campo.

    Estén o no de acuerdo con tantas alabanzas,
    ¿habrán olvidado los periodistas estadounidenses
    los preceptos básicos de la ética de su inspirador,
    sobretodo a partir del 11 de septiembre? No dudo que existan
    reporteros en el país de la Primera Enmienda que
    desconozcan por completo quién es Walter Williams, pero,
    con seguridad, tienen
    que haber leído o escuchado en su carrera alguno de los
    principios
    originales o de las ramificaciones de su Credo.

    Si Williams no es tan popular o universal como Missouri
    espera, menos se puede decir de Willard G. Daddy Bleyer, el
    notable Ph.D. graduado
    en la Universidad de Wisconsin, a quien varios historiadores
    consideran el pionero más sofisticado del estudio del
    periodismo en las primeras décadas de 1900. Bleyer buscaba
    también formar profesionales éticos que protegieran
    la democracia "de
    reporteros immaduros, pseudo-educados e inescrupulosos". Y aunque
    éticamente terminó endosando al entonces presidente
    de Harvard University, Charles W. Eliot, que
    hablaba del periódico como "una gran influencia moral y
    religiosa en la comunidad
    moderna," Bleyer creía que ser periodista era más
    un asunto de trabajo
    académico que de vocación profesional pura. Algo
    así como la profesión de abogado o de
    médico.

    Por eso planteaba la necesidad de mejorar la
    práctica de la profesión con la enseñanza de las humanidades, las ciencias
    sociales y la investigación. Un estudiante de carrera,
    decía, debe contar con las herramientas
    teóricas para entender cómo influye la prensa en
    las opiniones y los gustos, en los estilos de vida y en la moral o
    ética de su audiencia. (Ver, Communication and journalism
    from "Daddy" Bleyer to Wilbur Schramm, by Everett M. Rogers and
    Steven H. Chaffee, Journalism Monographs, 1994).

    Con Williams y Bleyer, Eliot y Pulitzer, surge la
    legendaria ética angloamericana.

    Pautas
    éticas de ayer y hoy

    Son muchos los códigos de ética adoptados
    por los medios de
    noticias en
    los Estados Unidos desde el Credo de Williams y no tiene objeto
    ni tenemos espacio para discutirlos aquí. Digamos,
    simplemente, que los hay de diferente énfasis, fluidez y
    longitud.

    Pero, teóricamente, y luego de revisar una
    treintena de ellos, la gran mayoría sigue una misma
    inspiración, unos cánones que parecen extractados
    del mismo patrón: la Declaración de Principios
    (Statement of Principles) de la Sociedad de
    Editores de Periódicos Norteamericanos (ASNE) aprobada en
    octubre de 1922. De sus premisas, la responsabilidad del periodismo como un encargo
    público, la necesidad de la independencia
    y de decir la verdad con precisión, y la importancia de
    proteger la libertad de
    prensa, la impacialidad y el juego justo,
    los tres primeros vienen del Credo de Williams. El concepto de juego
    justo o fair play, es decir, el respeto a los
    derechos de los
    demás, también sigue la misma línea del
    Credo.

    Con poca creatividad y
    evidente misticismo, la ASNE bautizó su declaración
    ética con el título de "Cánones del
    Periodismo," un nombre que cayó en desuso cinco
    décadas después cuando decidieron "secularizarlos"
    en 1975. Otra organización, la Sigma Delta Chi o SDX,
    creada en Indiana en 1909 y conocida hoy como la Sociedad de
    Periodistas Profesionales o Society of Professional
    Journalists-SPJ, empleó también como suyos estos
    mismos cánones por casi cincuenta años. En 1973, la
    SPJ decidió, al fin, redactar su propio código,
    reformándolo tres veces entre 1984 y 1996 cuando los
    abusos y la corrupción
    por la desregulación masiva se
    multiplicaban.

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