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La pasión de la pregunta. Blanchot y la filosofía




Enviado por Sergio Espinosa Proa



Partes: 1, 2, 3, 4

    1. La discontinuidad
      constitutiva
    2. El
      dulce tormento
    3. La
      exposición a lo no humano
    4. Kafka o la
      ambigüedad
    5. La
      otra muerte
    6. Imposibilidad
      recuperada, imposibilidad irrecuperable
    7. La semiosis
      infinita
    8. Afirmar el
      abismo
    9. Una
      presencia sin presente
    10. El
      otro reino
    11. La pregunta
      más profunda
    12. Fuera de la
      luz — y de la sombra

    La discontinuidad
    constitutiva

    Quizá lo más honrado sea comenzar
    preguntándonos si hablar de Maurice Blanchot en el seno de
    la institución escolar es un ejercicio saludable —
    para (la obra de) Blanchot, para la institución o para
    nosotros (¡para mí!)1. La pregunta acecha.
    ¿Qué tiene que ver el pensamiento
    con la escuela? Estamos
    tentados a decir: nada.

    O algo peor aún: la escuela interrumpe, obstruye,
    sojuzga el movimiento del
    pensamiento. Ejemplos de ello los hay hasta el hartazgo. Pero lo
    cierto es que la filosofía —que en absoluto
    entenderemos como idéntica al "pensamiento"— y la
    institución mantienen sus nexos de complicidad y
    vigilancia en todo el arco de la tradición occidental.
    ¿Vínculo indestructible? Después de todo,
    Logos está en el principio de la palabra
    "lección".

    La invención de la filosofía, su
    cristalización en Platón
    y Aristóteles, se confunde con su enseñanza. En la modernidad, la
    filosofía se cumple en Hegel, y Hegel
    practicaba filosofía —a semejanza de Kant
    encaramado en la relativa altura de una cátedra. Es
    lógico: el sistema del
    pensamiento —el discurso de la
    coherencia, de la continuidad, de la argumentación
    racional— encuentra en el sistema de las instituciones
    un correlato ejemplar.

    Blanchot es, por encima o por debajo de cualquier otra
    cosa, un escritor. ¿Podría, por tal
    decisión, llegar a ser también filósofo?
    Pensar filosóficamente, ¿es posible desde la
    cátedra, desde el laboratorio,
    desde la praxis
    política?
    Pensar, ¿es escribir, es hablar, es comunicar, es
    transmitir, es enseñar? La relación entre estos
    términos da bastante qué pensar. Blanchot
    señala una y otra vez la asimetría que se produce
    en la relación maestro-discípulo: el guión
    que los separa y aproxima es en realidad el signo de una
    distancia infinita, de un abismo, de una irrupción
    —irreductible— de lo desconocido. El maestro "no
    está destinado a allanar el ámbito de las
    relaciones, sino a trastornarlo; no a facilitar los caminos del
    saber, sino, en un principio, a hacerlos no sólo
    más difíciles, sino propiamente infranqueables"2.
    El-que-sabe no tiene por misión
    borrar la distancia respecto de el-que-no-sabe, sino afirmarla:
    la distancia es la emergencia de lo desconocido, y sólo es
    posible conocer (filosóficamente) si lo conocido, lo que
    llega a volvérsenos habitual, familiar, conserva las
    huellas de su extrañeza radical.

    Si Blanchot es filósofo, si hace
    filosofía, lo es en virtud de esta interrogación.
    Su pregunta consiste en buscar cómo lo desconocido se pone
    en juego en la
    escritura, en
    el habla, sin ser disuelto en lo conocido.

    Lo desconocido no es ni el objeto del saber, ni el
    sujeto del conocimiento.

    Lo desconocido irrumpe en la relación entre los
    hombres —en su lenguaje— como un elemento de
    distorsión del espacio relacional. Impide que el
    vínculo sea directo, sistemático, reversible,
    contemporáneo, conmensurable. ¿Podría ser
    sorteado, sometido, semejante impedimento? ¿Es posible
    —o, peor, deseable— la absoluta transparencia? La
    filosofía ha de oscilar entre la afirmación y la
    negación de la discontinuidad. PascalNietzsche-Bataille-Char frente a
    Parménides-Platón-Aristóteles-Hegel. El
    pensamiento de la continuidad es anexionista. El pensamiento de
    la discontinuidad está quebrado — es la quiebra. Pero no
    se trata de una verdadera alternativa. Frente al
    lenguaje-dominio de la
    dialéctica, un lenguaje-impolítico del fragmento.
    No. Maurice Blanchot no "toma partido" entre ambos contrincantes.
    Lo que intenta pensar es la imposibilidad de un territorio
    común para que este combate realmente tenga
    lugar.

    ¿Qué hay entre los polos opuestos?
    ¿Qué hay entre el ser y la nada?

    Partes: 1, 2, 3, 4

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