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¿Qué es el boliviano? ¿Quién es el boliviano? (página 6)




Enviado por Rolando Patzi Paxi



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7, 8, 9, 10

  • c) Analiza el artel y la obschina como
    formas económicas.
    Del artel dice que
    para poder ser una estructura adecuada al desarrollo de la
    gran industria, tendría que elevarse al nivel de las
    asociaciones cooperativas de Europa occidental. En cuanto a
    la obschina admite que "no se puede negar la posibilidad de
    elevar esta forma social a otra superior". "Pero, ello
    únicamente podría ocurrir si en la Europa
    Occidental estallase, antes de que esta propiedad comunal se
    descompusiera por entero, una revolución proletaria
    victoriosa que ofreciese al campesino ruso las condiciones
    necesarias para este paso, y concretamente, los medios
    materiales que necesitaría para realizar en todo su
    sistema de agricultura la revolución necesariamente
    vinculada a ello".

  • En prólogo excelente a la también
    excelente obra de Hamza Alavi, Teoría
    de la Revolución Campesina
    ; el Comité de
    Publicaciones de los alumnos de la Escuela Nacional de
    Antropología e Historia de México D. F.;
    trae
    a colación el agudo punto de análisis a la
    izquierda latinoamericana de raíz bolchevique -casi toda
    la generación moderna-; a saber; el tenso nudo de la
    relación, alianza e identidad revolucionaria
    obrero-campesina: En un pasaje de ¿Quiénes
    son los "amigos del pueblo"…?
    V. I. Lenin hace referencia
    al campesinado, explotado y oprimido por el sistema capitalista,
    el que por su aislamiento, por las condiciones en que produce
    "…no está en condiciones de comprender que tampoco el
    Estado en la sociedad burguesa puede dejar de ser un Estado de
    clase…" La importancia de esa cita proviene del hecho que en
    época tan temprana, 1894, se plantearan ya parte del
    debate que agrupa en estos momentos a gran cantidad de
    científicos sociales y a militantes revolucionarios:
    ¿cuáles son las características de los
    campesinos en los distintos niveles de la formación
    social y, lo que es más importante, cómo van a
    reaccionar frente a la emergencia de una revolución en
    nuestros días?.

    La cita, formulada el año 1974, muestra la
    perennidad de dicho debate. Si Marx escribía hacia 1881
    orientando la indagación de tales problemas; Lenin
    arribaba a los mismos durante 1894, en pleno debate, que tiene
    recurrencia años más tarde todavía, esto es,
    en 1974, dentro de la izquierda leninista latinoamericana.
    Empero, el origen del debate puede situarse en los años
    de 1850
    , cuando Federico Engels había
    escrito sobre las guerras campesinas de Alemania,
    señalando "la imposibilidad histórica de los
    campesinos de tomar un poder que ya se está derrumbando";
    su oscilación como clase, cayendo bajo la dirección
    "de una clase distinta a ella"; los cien años de guerras
    confirmarían "una y otra vez" estos asertos.

    El dato debería ser más esclarecedor que
    intrincado: la época señalada por Engels para su
    ensayo; el contexto geográfico donde fue concebido; no son
    universales. Se trata de la inminente revolución
    industrial moderna
    en Alemania, que arroja las clases
    fundamentales del viejo orden a segundo plano, colocando a las
    nuevas del dominante modo de producción capitalista en
    calidad de fundamentales. Ergo, el campesinado -en tanto clase-,
    deja de ser fundamental, cediendo tal calidad al proletariado,
    por tales razones históricas; no por regla general,
    como parecen comprender otros rumbos ideológicos:
    Estos señalamientos son los que permiten en estos
    momentos un planteamiento ¿los campesinos son o no son
    avanzados? O, para decirlo mejor ¿cuáles son las
    condiciones que permiten que el campesino ocupe un lugar de
    vanguardia? Una incorrecta formulación del problema nos
    llevaría posiblemente a este resultado: los campesinos son
    contra-revolucionarios en la medida en que no son proletarios, en
    la medida en que están ligados a la tierra, así
    pues, solamente pueden apoyar reivindicaciones
    democrático-burguesas; luego entonces, no lucharían
    por medidas socialistas. Planteado el problema es estos
    términos, ninguna discusión sería
    posible.

    Nos las habemos con el esencialismo proletario,
    típico del trotskysmo/leninismo, que anuda una
    discusión amplia en las redes intrincadas del dogma. La
    temática rural agraria que rodea la existencia del
    campesinado, se dirige a la noción de clase
    en-sí
    más que socioculturalmente, dada la
    integración de ambos factores que Marx ha llevado a cabo
    en su lectura francesa del "modelo Thierry",
    sansimoniano, donde se lee la "lucha de clases enemigas y
    rivales"
    que condensa la visión de lucha
    de clases
    del modelo Mably con lucha de razas
    de Montlosier -castas, atingentes a Bolivia-.
    En ambas
    direcciones -particular francesa y teoría general-, Carlos
    Marx concibe la lucha de clases: clase y casta. Para
    Hamza Alavi[36]"los campesinos
    recibieron un sitio definido en la estrategia revolucionaria
    bolchevique
    ", bajo el slogan de Lenin: "Alianza de la
    Clase Obrera y del Campesinado".
    Muchas veces, se indaga
    la participación del campesinado en la revolución
    rusa mediante acreditativos muy amplios y pasivos enormes acerca
    de su papel efectivo.

    Pero la veta bolchevique de la izquierda latinoamericana
    dista de opacarse bajo la esterilidad dogmática del
    esencialismo; propone y plantea otras dimensiones y salidas:
    "Existe, sin embargo, otra formación: en las
    revoluciones en que el campesinado ha tenido un papel
    preponderante, la experiencia más rica, la
    enseñanza más importante es la alianza
    obrero-campesina sustentada inicialmente como una necesidad para
    el triunfo de la revolución, por el mismo Lenin".
    La
    "formulación" de la alianza
    obrero-campesina
    "plantea también" lo
    siguiente:

    • a) Existen, efectivamente, ciertos
      límites en que el campesinado va a moverse, atendiendo
      a sus reivindicaciones, en una revolución de tipo
      socialista,

    • b) Es poco plausible construir un nuevo
      régimen de producción basado en la
      pequeña propiedad agraria,

    • c) La propiedad parcelaria, objetiva
      campesina, no encaja con los objetivos socialistas, esa
      situación hace ver con poca claridad a los campesinos
      la necesidad de un trabajo organizado, colectivo,
      etc.

    Temática cuyos jirones llegaron hasta fines de
    los años ochenta del siglo XX; insoslayable en el debate;
    como los correctivos que trataron de ser impuestos, desde la
    misma base epistemológica, el socialismo leninista
    moderno
    ; mostrando sus potenciales críticos:
    Sin embargo, "la objetividad", la naturaleza misma de las
    demandas campesinas no son inmutables; en este sentido, hay otra
    realidad que impugna la omnipotencia de ese hecho
    económico: la lucha de clases.
    Ergo: Hasta
    aquí, el campesinado ha venido siendo visto como una masa
    homogénea, pero se ha olvidado algo, casi no existe lugar
    sobre la tierra en que no haya una diferenciación de
    clase, aún en la agricultura: capitalistas agrarios y
    campesinos ricos por un lado, y proletariado agrario y campesinos
    pobres por otro. Se podría objetar que se confunden los
    niveles y que se mezclan por ejemplo, poseedores y usufructuarios
    (campesinos pobres) con el proletariado agrícola.
    Contestamos: no hay una virtual diferencia en cuanto los primeros
    son muchas veces los segundos, pues con su sola producción
    no pueden vivir, y su contacto con los proletarios "puros", con
    el exterior puede empezar a plantearles otro tipo de
    reivindicaciones diferentes que la tierra. ¿Y los
    empresarios agrícolas o capitalistas agrarios con
    campesinos ricos? Contestamos: su fuente de riqueza es la
    explotación, aunque el uno no tenga tierras, como son
    muchos empresarios.

    Para Lenin[37]"fue en
    los pueblos y ciudades donde los campesinos se apoderaron en
    primer término del poder, pues la lucha de clases no se
    había desarrollado todavía en el campo".
    Tal
    fue la conclusión de Lenin después de la
    revolución de octubre: Su actitud hacia los campesinos
    evolucionó continuamente, en respuesta a los desarrollos
    que estaban ocurriendo en el campo ruso. Desde el punto de vista
    del papel atribuido a los campesinos en la estrategia
    revolucionaria bolchevique es posible distinguir tres
    períodos, en cada uno de los cuales encontramos un punto
    de vista teórico. El primero llega hasta la
    revolución de 1905, aunque podemos ver que el cambio de
    las opiniones de Lenin comienza a producirse después de la
    revuelta agraria de 1902. El segundo período va desde 1905
    hasta 1917. El tercero, un período de reevaluación,
    se presenta después de la revolución de
    octubre.

    El "rasgo central" que determina la perspectiva del
    primer período en Lenin, fue su visión "del
    crecimiento dinámico del capitalismo agrario ruso y de la
    decadencia de la economía feudal". Ya en 1893, el joven
    Lenin había observado el desarrollo del capitalismo ruso
    en todos los frentes, como trasluce su más antiguo
    artículo conservado: "Nuevos Desarrollos
    Económicos en la Vida Campesina
    "; punto de arranque
    leninista sobre tal tema: En 1899 publicó su primera
    obra de importancia, El Desarrollo del Capitalismo en
    Rusia
    , dos tercios de la cual están dedicados a un
    análisis brillante y cuidadosamente documentado de la
    revolución capitalista en el campo ruso, de la decadencia
    de la economía feudal y de la compleja variedad de formas
    transicionales que había surgido. Sin entrar en detalles
    acerca de la economía rural rusa a fin del siglo, debemos
    señalar sus rasgos más destacados.

    En cuanto al segundo período, emergente de
    la sustracción para el terrateniente de las tierras
    recortadas
    a los "lotes" que habían adquirido los
    campesinos "como legado de la emancipación de
    1861".
    Esta emancipación, señala Javier Medina,
    es algo así como "la guerra del Chaco" de los rusos. Las
    "tierras recortadas", que privaron al campesinado de "pastales y
    potreros, corrientes de agua y acceso a los bosques, todo lo cual
    era esencial para ellos" -prosigue Alavi-; supuso una
    contra-reforma agraria donde se restablecieron las
    prácticas de servidumbre y sometimiento campesinas hacia
    el terrateniente y su conjunto feudal normativo; "un rasgo
    peculiar ruso". En tales circunstancias, emerge un sujeto central
    para la óptica de Lenin: Pero fueron los industriosos
    kulaks, la burguesía rural los que manejaron la
    agricultura como un negocio, y emplearon trabajadores
    asalariados, el proletariado rural. En el desarrollo del
    capitalismo agrario en Rusia vio Lenin una fuerza poderosa para
    la revolución democrático-burguesa, que
    abriría la puerta a la revolución
    socialista
    [38]Plejanov, y todavía
    más algunos de los mencheviques extremistas, habían
    confiado exclusivamente en el crecimiento del capitalismo
    industrial para la maduración de las fuerzas
    revolucionarias. Esto colocaba frente a los socialistas una
    situación más bien desesperanzada, pues un
    interminable interludio de desarrollo capitalista debía
    transcurrir hasta que Rusia estuviera madura para la
    revolución socialista.

    De suyo, para los mencheviques, el campesinado
    será "una fuerza conservadora y reaccionaria", en
    contraposición a los narodniques o populistas
    rusos
    , para quienes "la comuna campesina
    ofrecía a Rusia una oportunidad única para realizar
    una transición directa al socialismo
    ". Última
    opción que "no carecía completamente de atractivos"
    para Marx e incluso Lenin: Pero Lenin rechazó tales
    ideas como utópicas. Consideró que la comuna era
    una supervivencia del viejo orden feudal que debía
    destruirse. El campesino medio, base de la comuna, se estaba
    desintegrando como clase. Con el avance inexorable del
    capitalismo se estaba empobreciendo y el campesinado se estaba
    polarizando en dos clases, hacendados capitalistas y proletariado
    rural. Por eso creía que la tarea inmediata era la de
    apoyar y acelerar ese proceso luchando contra las supervivencias
    feudales que tendían a frenar los avances del capitalismo
    agrario.
    Algo similar al sesgo colonial que los liberales
    atribuyeron a los indígenas amerindios.

    Lo anterior es clave a la indagación que llevamos
    a cabo: la lectura clasista moderna de Lenin abstrae los
    elementos socioculturales y los reemplaza por los de
    índole socioeconómica, llanamente. Así;
    "Lenin esperaba, pues, que las clases del sector capitalista
    de la economía agraria y no la clase en
    desintegración de los campesinos medios, proveerían
    las fuerzas para la lucha contra las supervivencias feudales y
    por la culminación de la revolución
    democrático-burguesa
    ". Sin embargo,
    todavía en 1901 tendía a omitir "incluso a los
    trabajadores rurales como fuerzas revolucionarias efectivas".
    Visión moderna que arranca del primer período
    citado: En su artículo de abril de 1901, publicado en
    Iskra y en el cual expuso el programa agrario del grupo de
    Iskra, afirmó: "Nuestros trabajadores rurales están
    todavía vinculados tan estrechamente con el
    campesinado, todavía comparten tan duramente la carga de
    desgracias generales del campesinado, que no es posible que el
    movimiento de los trabajadores rurales asuma importancia nacional
    ahora o en un futuro cercano". Así, argumentaba, "toda la
    esencia de nuestro programa agrario está en que el
    proletariado rural debe luchar junto con los campesinos ricos por
    la abolición de los restos de servidumbre, por las tierras
    recortadas". Era el proletariado industrial el que debía
    ejercer la dirección revolucionaria.

    La titularidad del liderazgo marcaba el tránsito
    moderno en un área vital para la caracterización de
    aquella formación económico social. Empero, en el
    terreno agrario, "era la burguesía rural la que
    debía prestar la fuerza principal para la
    revolución democrática-burguesa
    ". Con
    ello, el carácter de la revolución estaba trazado;
    sería moderna; dotada de un programa agrario que se
    orientare también modernamente hacia "la
    restitución de las tierras recortadas" y "abolición
    de los restos de la servidumbre", sostiene Hamza Alavi: Pero
    Lenin sobreestimó el papel de la burguesía rural e
    ignoró curiosamente el papel del campesinado medio, que
    era el sector más directamente implicado en ella. El
    desafío del kulak al sistema feudal era económico:
    tenía que ver con su mayor eficiencia, su habilidad para
    pagar salarios más altos a los trabajadores rurales y su
    poder competitivo cuando se trataba de comprar o arrendar tierras
    disponibles. Pero estaba fuera del sector feudal y por lo tanto
    no tenía un conflicto directo con los terratenientes.
    Estaba resentido porque la nobleza le acordaba un status social
    inferior. Pero esto no constituía una razón
    suficiente para que se comprometiera en la
    batalla.

    Aislado el "campesino medio" que se halla en
    relación directa con su tradición comunitaria y,
    por tanto, antitético al sistema concentrado de propiedad
    privada de los medios de producción; feudal y capitalista;
    queda el sector moderno: los kulaks. La inducción alerta
    el camino que Lenin traza: ante problemáticas abigarradas,
    sujetos y sistemas modernos, dado su irreversible advenimiento.
    Por ello, el kulak modernizador es políticamente preferido
    al "campesino medio" –comunario ruso, favorecido
    por lotes individuales que fueron despojados de sentido por las
    "tierras recortadas", debiendo como tal prestar servidumbre
    colectiva y producir como campesino individual, en clave no
    estrictamente clasista-, quien, adviniendo la revuelta campesina
    de 1905, "constituyó su principal fuerza" en la lucha
    contra las tierras recortadas; quienes se levantaron en febrero
    de 1905, apenas ocurrido el Domingo Sangriento el 9 de
    enero. En cambio: El papel de los kulaks en la revuelta
    campesina fue ambivalente. No dirigió el ataque contra los
    terratenientes para la devolución de las tierras
    recortadas, pues este era un problema que afectaba a los
    campesinos medios. Como lo ha destacado Robinson, fue a veces el
    blanco de los ataques y fue indiferente o claramente hostil a la
    revolución campesina. Por otra parte, a veces
    encontró que la corriente era demasiado violenta para
    oponérsele y participó en los ataques a los
    señoríos de los terratenientes y en el pillaje que
    siguió.

    El aserto de G. T.
    Robinson
    [39]coloca en tensión las
    diversas categorías etnoculturales y
    socioeconómicas Rusas, ubicando un eslabón
    decisivo
    ; el campesino medio; que une la comunidad
    rusa y su lucha por la tierra, por una parte, a las formas
    modernas que bien podrían ser cooperativas. En ambos
    casos, la lucha se desarrolla contra el concepto de propiedad
    privada de la tierra, que camina de sus relaciones feudales a
    otras capitalistas. Fenómeno que Lenin y sus camaradas
    vislumbran de otra manera: Hasta 1905 los bolcheviques
    habían considerado a la burguesía rural, a los
    kulaks, como el grupo que iba a ofrecer la fuerza para la
    revolución democrático-burguesa en el campo. No
    habían puesto mayor atención a la
    organización de la amplia masa campesina misma. En el
    artículo de Iskra de 1901 Lenin había dejado
    casi completamente de lado al proletariado rural, como una fuerza
    que estaba "todavía del todo en el futuro".
    Añadió que era necesario "incluir demandas
    campesinas en nuestro programa, no para enviar convencidos social
    demócratas de las ciudades al campo, no para encadenarlos
    a la aldea, sino para guiar la actividad de aquellas fuerzas que
    no pueden encontrar un camino en ningún sitio
    diferente a las localidades rurales…".

    Acaecida la revuelta de 1902, Lenin –hombre inteligente,
    pragmático y objetivo– cambió su punto de vista:
    "Las exigencias puramente prácticas del movimiento han
    dado especial urgencia a las tareas de propaganda y
    agitación en el campo
    ", escribió. Luego:
    La estrategia básica de la revolución
    democrático-burguesa era todavía la de que "el
    proletariado rural debe luchar conjuntamente con el
    campesinado rico por la abolición de las supervivencias
    del feudalismo". Solamente la culminación de la
    revolución democrático-burguesa conduciría a
    la "separación final del proletariado rural y de los
    campesinos propietarios de tierras".

    El año 1905 "la revolución
    democrático-burguesa estaba lejos de su
    culminación", prosigue Hamza Alavi; "pero con los
    levantamientos campesinos de ese año la actitud
    bolchevique cambió completamente". ¿A qué se
    refiere Hamza Alavi?. Pues a lo expresado en un artículo
    suscrito por Lenin en 1905, donde, proclamó la
    necesidad de organizar al proletariado rural del mismo modo en
    que se había organizado el proletariado
    urbano
    . Añade Lenin: "Debemos
    explicarle que sus intereses son antagónicos a los del
    campesinado burgués; debemos decidirlos a luchar por la
    revolución socialista". Después de esto Lenin
    exhortó repetidas veces a los bolcheviques para que
    organizaran al campesinado pobre. Sin embargo, fueron pocos los
    éxitos que tuvieron en esta tarea.

    La "unidad básica de la organización
    campesina era la tradicional asamblea aldeana
    ", dominada
    ordinariamente por los kulaks. Sin embargo, en situaciones
    revolucionarias, "épocas de acción violenta, los
    campesinos medios imponían su opinión"; los
    campesinos pobres "permanecían en el trasfondo". La
    Unión Campesina de la Gran Rusia era el
    aglutinante nacional de la organización campesina y se
    hallaba "en gran medida" bajo la influencia de los kulaks, como
    refiere Robinson, citado por Hamza Alavi: En su primer
    congreso, en el verano de 1905, "los delegados mismos
    señalaron que en la mayoría de los sitios del
    país la tarea de organizar los campesinos
    difícilmente había comenzado". La dirección
    política del campesinado estaba en manos de los
    Social-Revolucionarios, que representaban también en forma
    principal al campesino rico. Los bolcheviques nunca lograron
    tener una base firme entre el campesinado.

    Fruto de tal ausencia, probablemente, es que Lenin,
    hacia 1917, "se había vuelto más escéptico y
    vacilante acerca de la posibilidad de organizar
    independientemente al campesinado pobre". Debe recordarse con
    detenimiento aquella petición de Lenin en sus
    fundamentales Tesis de Abril: "Sin dividir necesariamente al
    Soviet de Diputados Campesinos inmediatamente, el partido del
    proletariado debe insistir en la necesidad de organizar Soviets
    de Campesinos Pobres (semi-proletarios), o por lo menos, en la
    necesidad de hacer constantemente reuniones separadas de los
    diputados campesinos que tengan tal status de clase, bajo
    la forma de partidos o fracciones separados dentro de los Soviets
    de Diputados Campesinos en general".
    Pero Lenin "de ninguna
    manera tenía confianza en el cumplimiento de esta tarea",
    como refieren sus Tesis de Abril a continuación:
    "Actualmente no podemos decir con certeza si en un futuro
    próximo se desarrollará un poderoso movimiento
    agrario en el campo ruso. No podemos decir exactamente
    cuán profunda es la separación de clases dentro del
    campesinado… Tales problemas serán decididos, y
    así debe ser, solamente por la experiencia
    real".

    En 1917, el modelo de las revueltas campesinas fue
    "bastante complejo"; esto es; entre campesinos y terratenientes;
    y entre campesinos mismos. Brega similar a la de 1905/07. La
    lucha de 1917, "precipitada por la crisis agrícola", una
    "disminución de las reservas agrarias " y "escasez de
    alimentos"; además de la elevación de precios de
    los bienes; fue más violenta que antes, pese a no tener
    "un carácter más avanzado" sino de forma ocasional;
    primordialmente dado el hecho de que la reforma agraria de
    Stolypin había debilitado los lazos feudales del campesino
    medio, dotados de mayor libertad.

    Las ideas bolcheviques produjeron gran impacto en los
    soldados, "campesinos uniformados que participaron con los
    trabajadores industriales en la hechura de la revolución
    socialista
    "; lo propio en cuanto a los desertores; todos
    quienes retornaban del frente llevaban consigo el fermento de las
    nuevas ideas y una actitud militante al campo". La lucha por las
    tierras recortadas era profundizada. Los Comités
    Aldeanos de Tierras
    que hubo establecido el gobierno
    provisional para mediar las disputas entre campesinos y
    terratenientes, "se convirtieron en vehículos para la
    apropiación y distribución de la tierra"; donde los
    campesinos "no se apropiaron de tierra que no hubiera sido
    cultivada por ellos o por sus antecesores
    "; apunta Maynard.
    Luego, que los campesinos, "inclusive en una revolución"
    hicieran sus demandas en base a "lo que creían que era
    legalmente suyo"; refleja "su respeto conservador por la
    propiedad privada
    "; complementa Hamza Alavi, direccionando
    el torrente leninista en tal ruta.

    Las desavenencias y luchas internas del campesinado
    impidieron la formación de los "comités
    campesinos revolucionarios"
    propuestos con urgencia por
    Lenin; es más, los soviets campesinos que lograron
    formarse -a nivel provincial y cantonal- se hallaban en manos de
    los Social-Revolucionarios de influencia kulak, por lo que Alavi
    cree real un papel indirecto del campesinado en la
    revolución: La fórmula bolchevique
    sostenía que habían conquistado el poder en alianza
    con el campesinado en su conjunto. Si el papel del campesinado
    puede caracterizarse por la expresión "alianza",
    ésta fue, desde el punto de vista campesino,
    desorganizada, sin dirección clara e inclusive nunca fue
    declarada. Aún más, difícilmente puede
    llamarse una alianza "con el campesino en su conjunto", pues
    éste estaba profundamente dividido. En la controversia
    posterior Stalin alegó que la revolución proletaria
    había sido efectuada por el proletariado "junto con el
    campesinado pobre". Su base para estas argumentaciones fueron las
    proclamas repetidas hechas por Lenin después de 1905 para
    la movilización del campesinado pobre.

    Como enfatiza el autor, tales afirmaciones no implican
    que, en la praxis, "los bolcheviques hayan tenido éxito
    en la ejecución de lo que se planeaba
    "; dado que,
    "las propias afirmaciones de Lenin después de la
    revolución dejan bien en claro que no ocurrió
    así".
    Un año después del triunfo
    revolucionario bolchevique; octubre de 1918; Lenin
    "explicó el fracaso bolchevique" para movilizar al
    campesinado pobre, de la siguiente manera: A causa de la
    inmadurez, del atraso y la ignorancia, precisamente de los
    campesinos pobres, la dirección (de los Soviets)
    pasó a manos de los Kulaks… Sólo un año
    después de la revolución proletaria en las
    capitales, y bajo su influencia y con su apoyo, comenzó la
    revolución proletaria en los alejados distritos
    rurales".

    Hamza Alavi se pregunta: ¿pero por
    qué fracasaron los bolcheviques en su esfuerzo por romper
    el atraso y la ignorancia de los campesinos, a pesar de una
    década de dedicación a tal tarea?.
    Lenin
    advirtió que cualquier explicación superaba los
    límites de "factores subjetivos"; localizándola en
    las condiciones previas necesarias para la
    movilización campesina (principalmente pobre) que alude
    Hamza Alavi; aunque Lenin las expresó en una forma que
    refiere únicamente a la experiencia rusa: Así,
    en 1920, se refirió a tales condiciones previas como "una
    verdad que ha sido plenamente probada por la teoría
    marxista y corroborada completamente por la experiencia de la
    revolución rusa, a saber, que aunque las tres
    categorías mencionadas dentro de la población
    rural? están interesados económica, social y
    culturalmente en la victoria del socialismo, son capaces de dar
    un apoyo decidido al proletariado revolucionario solamente
    después que éste ha ganado el poder
    político, solamente después que éste
    se ha enfrentado resueltamente a los grandes terratenientes y
    capitalistas, solamente después que estas gentes
    sometidas ven en la práctica que tienen un
    dirigente organizado y un defensor lo suficientemente fuerte y
    decidido para apoyarlos, dirigirlos, y señalarles el
    camino correcto".

    Ergo, sostiene con justeza Hamza Alavi, "Lenin estaba
    en este caso haciendo una generalización basada en la
    experiencia rusa, y no elaborando un texto marxista".

    Efectivamente, experiencias como la china o india, muestran que
    "la captura previa del poder por el proletariado" es llana y
    solamente "una de las varias formas alternativas por medio de las
    cuales" pueden llenarse las condiciones previas
    necesarias
    para la movilización del campesinado:
    el concepto leninista de alianza de clases obrero-campesina
    modificó grandemente las tesis marxistas anteriores:

    "…pues se basaba en un detallado análisis de las
    transformaciones que estaba sufriendo la economía agraria
    de Rusia y de la estructura de las fuerzas sociales que
    surgían como consecuencia de tales transformaciones. Lenin
    basó la estrategia bolchevique en relación al
    campesinado en ese análisis, y la modificó a medida
    que la revolución rusa atravesaba sus diferentes etapas.
    Pero en la práctica el papel real del campesinado en la
    revolución rusa resultó algo distinto del que la
    teoría había previsto. La revolución
    proletaria no comenzó en el campo hasta el verano de
    1918".
    Una gran diferencia con las experiencias china,
    vietnamita e hindú. Ni qué decir con otras del
    llamado "tercer mundo" en Latinoamérica y África.
    Los "prologuistas" de Hamza Alavi parecen ignorar
    deliberadamente factores como los desarrollados, menos aún
    asertos de Frantz Fanon sobre países coloniales,
    donde concibe que "solamente los campesinos son
    revolucionarios pues no tienen nada que perder y todo por
    ganar
    "; y; en consecuencia, es el campesino un sujeto
    revolucionario en tanto "para él no existe compromiso
    ni acomodo posible
    ".

    La "teoría de la revolución" jacobina, de
    la que germina el bolchevismo, considera que la indagación
    del conflicto de clase ha de brindar el diseño de una
    revolución, con sus peculiaridades, según los
    diferentes usos teóricos del bolchevismo: "…una
    revolución tampoco es un hecho homogéneo, tiene un
    carácter desigual. Aquí las críticas a la
    alianza obrero-campesina se desmoronan, como las, en otro tiempo
    famosas siete correcciones a errores sobre América Latina,
    por ejemplo, o como las purísimas concepciones sobre el
    papel del proletariado en la revolución".
    Aparecen
    acá nuevas connotaciones teóricas: Haciendo un
    símil con una tesis de L. Trotsky, para que la
    revolución triunfe en un país capitalista atrasado,
    es necesaria la combinación de "…dos factores de
    naturaleza histórica distinta: la guerra campesina, es
    decir, un movimiento que es característico de la aurora
    del desarrollo burgués, y la sublevación
    proletaria, que anuncia el crepúsculo de la sociedad
    burguesa… Basta que el oso campesino se levante, afianzado
    sobre las patas traseras, para dar a conocer lo terrible de su
    acometida. Sin embargo el oso campesino carece de la capacidad de
    dar a su indignación una expresión consciente:
    tiene siempre necesidad de un conductor. Por primera vez en la
    historia del movimiento social, la clase campesina sublevada ha
    encontrado en la persona del proletariado dirigente leal. Cuatro
    millones de obreros de la industria y de los transportes conducen
    a cien millones de campesinos…" (León Trotsky:
    ¿Qué es la Revolución de
    Octubre
    ?).

    Esencialismo proletario que, no obstante de ser suscrito
    amplia y mayoritariamente, tampoco es un credo aceptado como
    verdadero por todos, aunque sin llegar a su "falsación
    popperiana". En efecto, continúan los prologuistas: En
    otras partes los más grandes dirigentes de la
    revolución rusa señalan que de este campesinado el
    sector más oprimido es el viable para efectuar la alianza.
    La dirección de la revolución china se apoya en
    esta observación y efectúa su trabajo, al igual que
    en la vietnamita… Se trata efectivamente de este sector. Si
    recordamos la cita inicial de Lenin se muestra otra de las
    necesidades de la alianza sólo con una dirección
    proletaria, obrera, el campesinado podrá liberarse y
    destruir el aparato de la clase que lo oprime. Nuevamente las
    experiencias anteriores y más claramente la china y la
    vietnamita… Se trata efectivamente de este
    sector.

    Ergo, la cita inicial de Lenin recuerda que
    sólo aquella dirección proletaria obrera sobre el
    campesinado podrá liberarle y triunfará una
    revolución que destruirá
    "el aparato de la
    clase que lo oprime". Lenin, escribirá posteriormente una
    evaluación "del problema estrictamente político de
    los campesinos"; su capacidad insurreccional; en la que
    "replantea, pues, la inserción de los campesinos en el
    movimiento", poniendo "lo político como el aspecto
    dominante de la alianza".

    El extenso recorrido textual puede justificarse por su
    intento de aclarar las motivaciones y raíces
    teóricas que hoy en día presiden los discursos y
    planteamientos fundamentales del partido gobernante (MAS) y su
    principal teórico e ideólogo, el Vicepresidente
    Álvaro García Linera, en base a dos
    tesis centrales, a saber: el capitalismo
    andino-amazónico y las autonomías indígenas
    en un estado multinacional
    ; propuestas ambas que
    hallamos diluidas en los ejes de la discusión previa y los
    alcances de una plataforma gubernamental que busca imponerse a
    nombre de los derechos indígenas, legítimos pero
    tratados de forma inconveniente bajo el marco ideológico
    del marxismo-leninismo / nacionalbolchevismo /nacional
    indigenismo
    de cepa modernista que preconiza el
    teórico en cuestión.

    Si de algo sirvió detenerse tan exhaustivamente
    en la discusión previa de factores claves como el contexto
    etnoregional, la constituyencia, el indigenismo y el
    marxismo-leninismo, es justamente por el análisis de una
    problemática cerrada en falso que hoy recupera su
    protagonismo de forma peligrosa, a la luz de propuestas que
    pretenden validarse como legítimas en una corte llamada
    constituyente, resucitando los viejos fantasmas que nos inducen a
    vislumbrar un potencial nefasto que amenaza la unidad
    nacional.

    Un desaparecido (¿?) quincenario anunciaba
    pomposamente la tesis del capitalismo andino
    amazónico
    esbozada por el entonces candidato
    vicepresidencial del MAS, Álvaro García Linera,
    aclarando que no se trataba de "una posición de partido",
    sino de una idea en debate, cuyo eje se resume adecuadamente en
    el lead: "considerando que no hay condiciones para una
    revolución social, el candidato vicepresidencial del MAS
    propone una revolución política que implica la
    "descolonización del Estado"[40].

    Ergo, "el capitalismo andino es un paso intermedio para
    imaginar el socialismo
    ". "El capitalismo andino es
    como imaginar la modernidad en el capitalismo por un tiempo
    más a mediano o corto plazo, pero donde el potencial
    comunitario, artesanal y semimercantil despliega sus propias
    capacidades de generación y distribución de
    riqueza, de creación de saberes y tecnología. Esta
    economía de comunidades indígenas, colonizadores,
    pequeños productores (sic) está vinculada al
    capitalismo clásico, pero no está triturada,
    subsumida o desconocida brutalmente por esa
    racionalidad
    ", explica García Linera.

    ¿Cómo llegó Álvaro
    García Linera a tal conceptualización?. Útil
    es indagar aquello que Rafael Archondo describe como "el virage"
    del hoy vicepresidente, que parte de noviembre de 1991, cuando
    éste fungía de ideólogo del Ejército
    Guerrillero Túpaj Katari (EGTK), donde "comenzaba a
    esbozar con prolijidad una línea de pensamiento que, hace
    menos de un mes, acaba de adquirir imprevistas derivaciones",
    prosigue Archondo: En un libro titulado "De Demonios
    escondidos y Momentos de la Revolución" (1991), el hoy
    candidato vicepresidencial de Evo releía el marxismo
    desde la práctica etno-nacionalista de las comunidades
    indígenas
    , en cuyo interior su grupo practicaba tareas
    de reclutamiento.

    ¿Cuáles eran las características de
    aquella línea de pensamiento que García Linera
    "comenzaba a esbozar con prolijidad"?. Dejemos que responda
    Rafael Archondo: Dos premisas destacan en ese su texto: un
    rechazo al determinismo económico, por el cual se
    suponía que a mayor auge del capitalismo, más
    próxima estaba su disolución espontánea, y
    su predilección por la llamada "cuestión nacional",
    es decir, la posibilidad de que las luchas por la
    autodeterminación de los pueblos pudiesen impulsar el
    avance revolucionario de las masas oprimidas. La meta de
    García Linera era por entonces una sola: conciliar el
    marxismo con el indianismo de su compañero de armas,
    Felipe Quispe
    . Queda claro que la búsqueda de puentes
    se afianzó más en la praxis guerrillera que en los
    libros, dado que finalmente la guerra popular de los aymaras
    tenía un carácter anticapitalista, y en tal
    sentido, la cuestión nacional era motor de la lucha de
    clases. "Ayllus rojos", he ahí la
    síntesis.

    Otro texto previo de García Linera, prosigue
    Archondo ("Crítica de la Nación y la Nación
    crítica naciente", marzo de 1990), "retrataba la lucha
    denodada entre el capitalismo foráneo, urbano y
    colonizador y las zonas no-capitalistas del país". En el
    texto citado "no hay lugar al extravío" cuando escribe:
    "La actual lucha reivindicativa aymara-quechua nos remite
    pues al problema de una constitución nacional no
    capitalista". Para el García Linera de entonces, la meta
    era afianzar la lucha "de la nación de trabajadores
    aymaras-quechuas contra el capitalismo". Hoy, el ideólogo
    devenido en político postula lo opuesto: un
    "régimen capitalista donde las potencialidades familiares,
    indígenas, campesinas (…) son articuladas en torno a un
    proyecto nacional y de modernización productiva" (La
    Prensa, 30-08-05).

    Entonces, ¿qué fue lo que cambió su
    perspectiva inicial?. Premoniza Rafael Archondo: Los 15
    años transcurridos entre la cárcel y los estudios
    de televisión lo han convertido en una viva
    refutación de su origen político.
    ¿Traición?, ¿inconsecuencia?. No corresponde
    juzgarlo aquí con la ventaja de quien mira ideas del siglo
    pasado provisto de la información del presente.
    Sólo queda entonces aclarado que si en los 90, los andinos
    estaban en vías de convertirse en enemigos sustanciales
    del capitalismo, hoy podrían apropiárselo,
    transformarlo y quizás, "en una de esas" y bajo un
    gobierno del MAS, convertirlo en herramienta de su propio
    bienestar.

    Con menos agudeza, aunque resumiendo correctamente los
    puntos centrales de aquél "capitalismo
    andino-amazónico" de García Linera por quizá
    compartir su matriz discursiva, el entrevistador Miguel Lora
    caracteriza sus bases: "…es un modelo de desarrollo
    capitalista en el que las tres plataformas económicas
    vigentes en Bolivia -la moderna o estrictamente industrial

    (¿?), la andina comunitaria y la amazónica- se
    reequilibran, despliegan autónomamente sus propias
    capacidades y encuentran mecanismos de articulación "no
    brutal". Según el candidato del MAS, es posible construir
    un tipo de modernidad económica vinculada a los mercados
    globales, al desarrollo tecnológico contemporáneo,
    a sectores empresariales, que es la parte capitalista propiamente
    dicha, pero reconociendo obligatoriamente a las otras dos
    plataformas de la modernidad
    (¿?) vinculadas a
    nuestras capacidades vernáculas: fuerzas comunitarias,
    artesanales, pequeños productores y de economía
    mercantil simple poseedoras de otra racionalidad de
    organización del trabajo…".

    Algunos preceptos asumidos como reales (modernidad
    industrial capitalista clásica en Bolivia, lo comunitario
    como plataforma de la modernidad), deben discutirse
    objetivamente, ya que bajo formas heteróclitas, apenas
    responden al concepto en algunos de sus componentes, sin por ello
    calificarlos de modernos a secas. Esta "desatención"
    llevará, entonces, a la creencia de que resulta posible
    implantar una plataforma moderna en una sociedad mayoritariamente
    no moderna, desde la cultura hasta las fuerzas productivas que le
    caracterizan, cerrando en falso aquella creencia resumida por
    Lora: "García Linera imagina un tipo de modernidad en
    el ámbito del capitalismo, en donde los segmentos
    mayoritarios de la vida económica boliviana -que han sido
    desconocidos, extorsionados y maltratados por la modernidad de
    corte industrial capitalista clásico- tengan la capacidad
    de autoorganizarse y de prosperar con los excedentes
    industriales".

    Como si de pronto, el "parque industrial" cruceño
    y El Alto fueran Manchester, se habla con soltura de un
    capitalismo industrial, una "gran industria" a la que se debe
    integrar el "pequeño taller", o sea, el artesanado en
    "evolución" clásicamente capitalista. Entonces, en
    esta mimesis londinense afincada en el centro de
    Sudamérica, cabe preguntar el "cómo" hacerlo,
    cómo integrar aquél "pequeño taller" con
    esta "gran industria". Responde García Linera:
    "Ahí está el papel del Estado fuerte que regula
    la expansión de la economía industrial, extrae sus
    excedentes y los transfiere al ámbito comunitario para
    potenciar formas de autoorganización y de desarrollo
    mercantil propiamente andino y amazónico".

    Sumemos: "gran industria", "estado fuerte" y "desarrollo
    mercantil propiamente andino amazónico" (¿?) y
    obtendremos la raíz nacionalista revolucionaria,
    travestida posmodernamente; esto es, en esencia y no
    necesariamente en sustancia. Probablemente aquello quiso decir
    Lora cuando preguntaba si acaso no era eso lo que
    pretendió el nacionalismo revolucionario, recibiendo una
    respuesta puntual de García Linera: No, porque "el
    nacionalismo revolucionario decía que la comunidad
    desaparecería" y todos "se volverían industriosos,
    modernos, capitalistas y asalariados", algo que no
    funcionó ya que "en el mundo moderno el asalariado
    representa entre el siete y el 15% de la economía y de la
    población económicamente activa".

    Es acá, en este "mundo moderno a la boliviana"
    donde irrumpe la esencia del asunto, cuando Lora pregunta si el
    "horizonte" es que los microempresarios "se conviertan en
    empresarios", obteniendo una respuesta esclarecedora y
    pletórica en lugares comunes modernistas por parte de
    García Linera: No; simplemente que produzcan un modelo
    de bienestar. Es una falsa utopía pensar que todos se
    convertirán en empresarios. Seguirán trabajando al
    menos por los próximos 50 años. La idea es que
    tengan soporte económico, acceso a insumos, a mercados,
    que generen en su régimen económico (artesanal y
    familiar) procesos de bienestar. Quizá la movilidad social
    sea pequeña y la mayoría siga en economía
    familiar de pequeña y mediana escala, pero con mejores
    condiciones de vida y productividad. (Hernando de) Soto dice que
    el microproductor es un empresario en potencia. Yo digo que no lo
    es ni tampoco un proletario en potencia, ni lo uno ni lo otro,
    sino una condición social de largo aliento. La idea es que
    esta condición ni quede aplastada ni olvidada, que
    aceptemos que al menos hay tres modelos simultáneos de
    modernización.

    Aquellas tres plataformas podrían desarrollarse
    "con democracia liberal y mercado?", pregunta Lora, obteniendo
    una respuesta concluyente de García Linera: En el
    mercado y en la economía mercantil, pero son modelos
    paralelos de desarrollo. En los siguientes 50 años
    predominará la economía familiar y la pregunta es
    qué hacer con ella, ¿te haces al loco, la quieres
    obrerizar?. No, simplemente que vivan bien y que el Estado les
    ayude. La parte revolucionaria del planteamiento es potenciar sus
    capacidades de autogestión y autoorganización en
    una perspectiva expansiva. Por ahora hay dos razones que no
    permiten visualizar la posibilidad de un régimen
    socialista. Por un lado existe un proletariado minoritario
    demográficamente e inexistente políticamente; y no
    se construye socialismo sin proletariado. Segundo: el potencial
    comunitarista agrario y urbano está muy debilitado.
    En
    los últimos 60 años se ve un retroceso de la
    actividad comunitaria productiva y erosión de los lazos
    comunitarios. Sigue habiendo comunidad, pero ésta se ha
    implosionado internamente en estructuras familiares. El potencial
    comunitario que vislumbraría la posibilidad de un
    régimen comunitarista socialista en el buen sentido del
    término pasa por potenciar las pequeñas redes
    comunitaristas que aún perviven y enriquecerlas. Esto
    permitiría en 20 o 30 años poder visualizar una
    utopía socialista.

    Experiencias comunitarias como los movimientos de
    defensa del agua en Cochabamba y El Alto son "sociales y
    políticas, no económicas", arguye García
    Linera: Por tanto, permiten una revolución
    política en el sentido marxista del término. En
    el caso boliviano la revolución política toma la
    forma de descolonización del Estado.
    Para que se
    convierta en una revolución social hace falta el
    despliegue de potenciales comunitarios prácticos, como los
    soviets que socializaron la producción industrial.
    No se ha tenido una experiencia similar en Bolivia desde la
    Guerra del Agua. Se necesita un tiempo para potenciar la
    comunitarización de la economía.

    La "revolución política" jacobina que
    ingresa al socialismo vía marxismo bolchevique, hace que
    García Linera se defina como un "centroizquierdista"
    identificado con el "marxismo clásico", de donde
    extraería sus matrices teóricas para elaborar el
    "capitalismo andino amazónico". Será Marx, no
    Nikitin ni Trotsky, aunque cabría preguntarse
    ¿cuál Marx?, o mejor, ¿cuánto menos
    Lenin que antes?. Lo cierto es que, respondiendo a Lora en
    sentido de que su modelo sea marxista, señala: No, no,
    lo que digo es con qué herramientas trabajo esta
    propuesta. Mi propuesta sigue siendo el socialismo y el comunismo
    abiertamente. Lo que hago como marxista es evaluar los
    potenciales actuales de desarrollo de la sociedad. Nuestro
    objetivo no es el capitalismo andino, eso es lo que se puede
    hacer hoy para potenciar procesos, la autoorganización y
    apuntalar la autoafirmación económica a largo
    plazo. Esto es lo que hoy toca empujar en la perspectiva de la
    revolución socialista a mediano plazo. Y esa es una
    lectura estrictamente marxista.

    El proyecto moderno de García Linera provoca en
    Lora la pregunta inevitable, si acaso el modelo de capitalismo
    andino amazónico es "¿algo así como una
    revolución democrático burguesa 50 años
    después del MNR?", recibiendo una respuesta bastante
    parecida al análisis de la misma realizado por el
    ideólogo del PIR Ricardo Anaya, aunque provisto de matices
    indigenistas, ya que para García Linera: La
    Revolución de 1952 fue una revolución traicionada y
    a medias no porque no llevó al socialismo sino porque no
    descolonizó al Estado. 50 años después
    estamos en posibilidad de ir más allá de los
    límites democráticos que dejó la
    Revolución con el hecho más importante de los
    últimos 513 años en términos de
    democratización, la descolonización del
    Estado.
    ¿Y quién lo hace?: Lo hace el
    movimiento indígena, es su gran aporte. Para un
    revolucionario utópico la descolonización del
    Estado no es socialismo, pero para los indios es el
    acontecimiento histórico más importante que
    podía suceder. En sí mismo es un gigantesco paso
    histórico. Claro que nos falta mucho, nos falta el
    socialismo, el comunismo, pero hay que moverse en función
    de las posibilidades reales del movimiento que se
    desenvuelve.

    Corresponde ahora el análisis del marco
    estratégico
    en que se desenvolvería el
    capitalismo andino amazónico entendido
    como lineamiento básico de una
    descolonización del estado, por la
    vía de unas autonomías indígenas y
    estado multinacional
    propuestos por Álvaro
    García Linera[41]para quien las
    políticas de la participación popular (Ley 1551)
    habrían encapsulado en el marco localista y municipal a
    "identidades territoriales y culturales de orden mayor" regional,
    "anteriormente articuladas en torno a los movimientos sociales
    regionales, y a federaciones y confederaciones campesinas", que
    realmente fueron ignoradas como instancias originarias de poder
    (trans) local antes que meramente soslayadas. Al reproducir la
    inadecuación socioespacial del estado nacional moderno
    -heredero de circunscripciones coloniales-, se pasó al
    modelo de un "municipio-nación cargado de idénticas
    sobreposiciones que agudizaron la desestructuración
    político territorial de la comunidad, escindida ahora en
    varios municipios donde observa sincrónicamente
    minoría atomizada. En tal sentido es pertinente el
    análisis compartido por las agrupaciones indígenas
    de Tierras Bajas y su negativa a supeditarse a los municipios,
    sin reparar que es en la fragmentación de la comunidad
    sobrepuesta donde se halla la raíz colonial del efecto
    pernicioso.

    Si bien la participación popular habría
    repotenciado identidades étnicas de base (como en La Paz y
    Oruro), a la larga su efecto fue inverso, como puede observarse
    hoy, en gran medida gracias al sesgo municipalista de la
    descentralización estatal, que pretendió legitimar
    el poder del estado en las comunidades, fragmentándolas en
    circunscripciones minoritarias. Retomando el hilo de la
    problemática expuesta por Héctor Díaz
    Polanco, Álvaro García Linera analiza los
    prolegómenos de una descentralización estatal que
    irroga efectos diferenciales en sociedades de
    homogeneización cultural y la nuestra, "compleja", donde
    no se ha reconocido "una base comunitaria cultural como principio
    de reorganización del Estado". Acá entramos a la
    primera idea polémica, en tanto la base reorganizativa del
    estado sea "cultural" -de difícil determinación- o
    socioespacial, contando al efecto con una metodología
    bastante adecuada y validada e inconclusa por la
    participación popular, la distritación
    concertada en el marco de la organización territorial
    administrativa
    propuesta por Javier Cice
    Seoane.

    Para García Linera, es la "base cultural" un
    parámetro metodológico universal que puede colocar
    las cosas en su sitio: La descentralización
    política con base cultural o compuesta (cultural y
    territorial) es una ruta más compleja y requiere una
    ingeniería estatal "nacional" y "subnacional" mucho
    más elaborada y urgente, pues de no producirla puede dar
    lugar al fortalecimiento de tendencias escisionistas. Éste
    precisamente es el caso de Bolivia. Bolivia es una sociedad
    multicultural, más aún, multicivilizatoria o
    multisocietaria, pero curiosamente gran parte de la
    discusión sobre descentralización ha sido abordada
    desde un supuesto homogeneizante en torno al modelo cultural
    mestizo, castellano hablante e individualizado, lo que ha
    empobrecido de una manera alarmante la discusión sobre el
    tema. Hay alguna gente vinculada a la aplicación de la
    Participación Popular que ha trabajado el tema de la
    multiculturalidad del país; sin embargo, este
    reconocimiento de la pluralidad cultural del país ha sido
    reducido al ámbito municipalista, lo que comprime la
    dimensión de las identidades culturales y, lo peor, mutila
    los derechos de estas identidades al ámbito restringido de
    las competencias municipalistas, cuando lo que la existencia de
    estas identidades culturales pone en juego es la
    redistribución de la totalidad del poder
    político.

    A grandes males, grandes soluciones, podría decir
    Álvaro García Linera: Es por ello que ahora voy
    a precisar las posibilidades de descentralización
    regional, o meso, bajo la forma de autonomías
    político indígenas. En otros términos, voy a
    trabajar la propuesta de una descentralización
    política en el nivel intermedio del Estado, bajo la forma
    de regímenes autonómicos con comunidades
    lingüísticas indígenas o tipos de Estado
    multinacional. El interés que deposito en esta
    temática se debe a que uno de los grandes problemas de la
    incompletud estructural de la formación estatal boliviana,
    de su gelatinosidad institucional y permanente desencuentro con
    la sociedad, radica precisamente en su monoetnicidad y
    monoculturalidad que ha dado lugar, desde el nacimiento como
    república, a estructuras políticas excluyentes,
    sistemas de reconocimientos sociales racializados y continuos
    procesos de disgregación internos.

    Llama la atención que la crítica del
    supuesto "homogeneizador" de la modernidad sea llevado a cabo
    desde una propuesta de análisis que justamente parte del
    mismo sofisma moderno de la homogeneidad sociocultural, aunque
    ahora sea entablado desde la comunidad amerindia, que se concibe
    culturalmente homogénea en el tiempo y el espacio, como si
    nada hubiese sucedido el lapso de los últimos 515
    años. Si bien corresponde afirmar que una "comunidad
    nacional" boliviana todavía no ha sido consolidada en su
    faz político administrativa, mostrando el fracaso del
    propósito mestizador de la nación indomestiza
    nacionalista revolucionaria; también es real que las
    formaciones socioculturales bolivianas han constituido un
    abigarrado y complejo tejido intercultural donde
    las identidades "puras" dejaron paso a las compuestas,
    inviabilizando este factor como el universalmente correcto a la
    hora de esbozar metodologías de resolución. En este
    sentido, la resolución del "problema" parece más
    atinada en las actividades impulsadas por "Promociones Gloria"
    para elegir Miss Bolivia que las apuestas vicepresidenciales de
    "autonomías
    linerígenas
    ".

    En un tejido intercultural denso y a la vez poroso,
    cuesta trabajo diluir la etnicidad simple bajo una
    evaluación cultural que, inclusive articulando el aspecto
    territorial, poco dice sobre las redes interconexas de una
    pluralidad ya no solamente "mestiza" -entre criollos e
    indígenas-, sino también extensiva al conjunto de
    las comunidades y pueblos indígenas existentes en Bolivia,
    que se han articulado en un sistema de "fronteras
    interétnicas", concibiendo la noción de
    frontera en sentido guaraní, es decir, como
    "borde" y no como límite
    . La diversidad sociocultural
    es un hecho, en tanto que el multiculturalismo es un discurso
    posmoderno, vale aclararlo.

    Por ende, atacar el monolingüismo estatal -algo a
    lo que nadie se opone- y su monoculturalidad como factores
    per se y no como productos de un largo proceso, enturbia
    el panorama. Como también afincar identificaciones
    llanamente en el tracto idiomático, ya que existen
    situaciones bastante más complejas que requieren otro
    tratamiento. Por ejemplo, tenemos aymaras y keshwas urbanos cuyos
    hijos ya no hablan su idioma nativo y son monolingües
    castellanos, quienes entonces deberían catalogarse
    "criollos"?; como también "criollos" que hablan
    -además del castellano- uno y hasta dos idiomas
    indígenas, catalogándose entonces
    "indígenas"?; o indígenas hijos de un andino y otra
    amazónica (y viceversa), que hablan alternativamente el
    idioma materno o el paterno, además del castellano,
    surgiendo la duda de qué sistema resulta más
    propicio para ubicarles, si el ayllu, la tenta, la TCO, o
    quizá una villa imperial urbana?.

    Para el vicepresidente García Linera, el asunto
    es más simple: Un modo de iniciar la resolución
    de este desencuentro entre pluralidad cultural de la sociedad y
    monopolización étnica del Estado que reproduce
    discriminación y dominación colonial, reside
    precisamente en emprender procesos de reconocimiento
    asimétrico y diferenciados de identidades nacionales y
    étnicas, a escala macro y regional. Claro, en el caso de
    Bolivia, no toda comunidad cultural distinta a la boliviana es
    nacional; existen identidades culturales menores y menos
    politizadas, especialmente en el oriente del país, cuyo
    reconocimiento político estatal pasa por procedimientos
    organizativos distintos a aquellas comunidades culturales
    nacionales, como la aymara, que requiere una modificación
    sustancial de la estructura organizativa general del
    Estado.

    A ojo de buen cubero, estaría el ponente
    reproduciendo la homología que dio vida a los estados
    nacionales modernos, donde el concepto de "nación" obedece
    a una estructura histórica bastante diferente a la aymara.
    Por otra parte, ¿acaso la inmensa mayoría de los
    aymaras no se asume como boliviana, para ser considerada como una
    "comunidad cultural distinta a la boliviana"?. Baste ir unas
    horas a la frontera peruano boliviana de Desaguadero para
    verificar lo contrario.

    Pero el crítico de la homogeneización
    arremete ahora en su busca: De lo que se trata entonces es de
    garantizar, mediante una concepción pactista del
    poder
    , la convivencia mediante la articulación de la
    pluralidad en una unidad política común de una
    sociedad diferencial, esto es que tiene comunidades nacionales y
    otras que no lo son. El primer paso para ello es el
    tránsito hacia un tipo de Estado multinacional mediante el
    otorgamiento de autonomías regionales por comunidad
    lingüística, con distintos grados de autogobierno
    político, dependiendo de la densidad política y
    extensión de las identidades culturales demandantes.
    Sólo mediante diferentes formas de autogobierno, las
    distintas culturas y nacionalidades del país pueden hallar
    un espacio de reconocimiento, validación y desarrollo, ya
    que el autogobierno permite estructurar un sistema de
    instituciones políticas capaces de premiar o sancionar
    positivamente las prácticas culturales de la colectividad
    (el idioma, la vestimenta, los hábitos, etc.) y crear un
    campo de competencias administrativas económicas y
    culturales basadas en una homogeneidad
    lingüística.

    Autogobierno indígena basado en un sistema de
    homogeneidad lingüística y sustentado en la
    concepción "pactista del poder" (sobre la que comentaremos
    más adelante); una receta que contrasta justamente con la
    característica sustancial de las colectividades
    heterogéneas amerindias. Pero para García Linera,
    el asunto es muy simple: En regiones indígenas
    campesinas del altiplano, los valles y el trópico, existen
    de facto estas estructuras con formas de autogobierno local a
    nivel de comunidades y sindicatos agrarios, o de varias
    comunidades, desde mucho antes de que existiera la
    república de Bolivia. Pero, lo que no existe es una
    estructura de autogobierno a nivel superior entre varias
    comunidades o entre todas las cientos o miles de comunidades y
    barrios urbanos que son partícipes de una gran comunidad
    lingüística y cultural, de tal forma que, cuando los
    miembros de estas comunidades culturales se vinculan con los
    distintos aparatos gubernamentales de gestión
    económica, educativa, administrativa, policial o militar,
    lo tienen que hacer mediante el abandono de sus saberes
    culturales (lingüísticos, orales, etc.), y el uso
    obligado del idioma, los saberes y los hábitos,
    ambiguamente aprendidos, de la identidad cultural dominante que
    regula la gestión estatal.

    Evidentemente, cualquier comunario que hable un idioma
    nativo tiene dificultades a la hora de acudir al aparato
    público, debiendo pluralizarse la tramitación
    estatal en cuanto al idioma y los mecanismos que presiden
    cualquier cuestión administrativa, pero dudo mucho que sea
    en aquello que consista el potencial de una
    descolonización estatal Porque descolonizar el estado
    significa inicialmente reconocer y compatibilizar los diversos
    sistemas de autoridades y cargos, territorialidad, diversidad
    cultural, aparatos productivos y organización
    administrativa de las comunidades y no sólo hacer una
    burocracia multilingüe. Ni tampoco la creación de un
    gobierno centralizado y único para las comunidades
    amerindias históricamente descentralizadas y confederadas
    de forma flexible.

    Para García Linera, las características
    del autogobierno de comunidades etnoculturales y/o
    lingüísticas varía según la
    "extensión territorial de la identidad cultural, la
    densidad demográfica y los grados de
    politización étnica y nacionalitaria que han
    atravesado las distintas colectividades
    ". Propone a las
    "identidades étnicas reducidas" el cóctel
    norteamericano de ciudadanía multicultural, ejercicio de
    derechos políticos diferenciados, garantía de
    desarrollo cultural, mediante un autogobierno regional a nivel
    mínimo. Los beneficiarios de tal "nivel mínimo"
    serían los pueblos indígenas del oriente, las
    comunidades keshwas de norte Potosí y Sucre, además
    de otras comunidades de identidad étnica diferencial pero
    común idioma, como los keshwas diseminados.

    En cambio, sostiene García Linera que una
    comunidad lingüística "de dimensión y cualidad
    nacional", retomando las homologías criticadas por
    Díaz Polanco, es la aymara, para la que solicita una
    "autonomía política" como parte del estado, un
    gobierno regional subnacional, un ejecutivo y legislativo
    nacional aymara y un gobierno autónomo de "competencias
    políticas totales" en lo educativo, administrativo,
    catastral, tributario, industrial, comercial, jurídico,
    etc., y lo más importante, en el rubro de recursos
    naturales básicos (agua, bosques, flora y fauna), debiendo
    ser financiado de forma "estable y previsible" para el
    funcionamiento de su régimen autónomo.
    También refiere que las "minorías no
    indígenas" urbanas y rurales comprendidas en el territorio
    autonómico aymara, deben ser integradas en
    igualdad de derechos al sistema de autoridad regional. O sea, en
    otras palabras, bajo el rótulo de gobierno
    autonómico aymara, García Linera no sólo
    pretende importar una polis ateniense que ignore por
    completo los sistemas de autoridades y cargos aymaras que tanto
    ha costado a este pueblo mantener, sino que también
    propicia un "semi apartheid" integrado bajo el sistema de
    gobierno único que no corresponde -en rigor- ni a
    éstas minorías ni tampoco a los aymaras.

    Empero, para evitar que tal configuración
    "aymara" (o keshwa, según se articule) no genere un
    proceso de división nacional, sugiere García Linera
    (sin especificar cuáles), una redistribución de
    competencias entre el estado nacional y el autonómico
    etnolingüístico, integrando a las comunidades
    culturales indígenas a la composición de los
    poderes del estado boliviano, sin tampoco definir de qué
    manera. Simplemente preconiza la integración
    constitucional
    que articule verticalmente dos niveles de
    gobierno, así como la participación de los niveles
    autonómicos en el nivel central, a través de su
    incorporación al ejecutivo y legislativo bolivianos, donde
    obtendrían una "cuota étnica" similar a su
    porcentaje demográfico. Acá, la
    representación se homologa con el número sin
    establecer previamente un sistema electivo basado en criterios
    como el territorial, demográfico y
    sociocultural.

    Simplemente, la polis ateniense altiplánica
    organizará un sistema autonómico que luego
    trasladará al estado nacional sin mediaciones y menos
    compatibilidades con los demás pueblos, recayendo en la
    homogeneización moderna, la segregación colonial y
    su "república de los indios y de los blancos",
    posmodernamente, por vía consociacional de tipo federativo
    "plurinacional devolutivo", con "reservaciones indígenas"
    y, sobre todo, multilingüe. He allí en resumen la
    tesis del vicepresidente, que amenaza en convertirse realidad
    eficiente gracias a una asamblea de baja intensidad que se
    denomina constituyente originaria. Tal criatura, lo menos que
    podría lograr, es trasladar el peligro de la
    división nacional a cada región autonómica,
    tanto como el tradicional faccionalismo aymara, sin idear una
    forma que más bien articule interculturalmente las
    bondades y valores positivos que los aymaras han cultivado a lo
    largo del tiempo, sus virtudes ignoradas y su esencia cultural
    abortada en una república ideal platónica
    homogeneizada por el idioma (más bien que mi madre y
    abuela hablan perfectamente aymara, sino, estaríamos
    listos).

    Pero dudo que tan engendro sea tomado en serio y
    aceptado por los propios aymaras, una confederación plural
    multiétnica bastante lejana a la república
    lineriana. Al menos, aquello puede colegirse de la visión
    que Pablo Mamani Ramírez expone acerca de una estatalidad
    indígena, en la misma revista y número donde
    escribió su texto el hoy vicepresidente García
    Linera. Sostiene Pablo Mamani Ramírez: Desde nuestro
    punto de vista no tiene sentido hablar de autonomías
    indígenas, aún cuando éstas estén
    pensadas dentro de un Estado multinacional, como plantean varios
    analistas, entre ellos Álvaro García Linera (2005).
    En principio las autonomías sólo pertenecen a las
    minorías indígenas o blanco-mestizas. Las
    mayorías demográficas indígenas, aunque
    estén convertidas en minorías políticas como
    en Bolivia, no pueden luchar por una autonomía que limite
    constitucionalmente sus derechos territoriales y
    políticos. Esto sería, pues, una especie de
    autobloqueo, sobre sus territorios y sus recursos naturales, en
    tanto mayoría demográfica. Es por eso que la
    autonomía puede ser pensada para grupos como la
    oligarquía de Santa Cruz, porque es propiamente una
    minoría demográfica. Si bien es llamativo hablar de
    las autonomías, esto sólo serviría en el
    caso específico de los indígenas para fragmentar su
    territorio en varios pequeños Estados; cuando lo
    más adecuado sería la constitución de un
    gran Estado Indígena, con sus propias especificidades,
    como son las confederaciones territoriales. Un Estado
    Indígena organizado sobre la lógica del contrapoder
    (…), bajo un gobierno rotatorio y de
    participación-representación de parcialidades y
    regiones. Entonces, hay que resaltar más bien estas
    dinámicas y las producciones "geopolíticas" que
    nacen en las poblaciones indígenas antes que en esa
    entelequia clasemediera.

    La crítica no deja nada al descuido, con el valor
    agregado de que ha sido lanzada por un indígena. Las
    "autonomías linerígenas" como "entelequia
    clasemediera" parecen corresponder a los lineamientos
    ideológicos de una corriente etnicista norteamericana que
    Díaz Polanco describe como el
    cuartomundismo, una teoría política
    del "Cuarto Mundo" que consiste en "el etnicismo recubierto de
    planteamientos que presuntamente se orientaban a la defensa de
    los derechos de los indígenas", presentándose como
    la alternativa "progresista" frente "al viejo indigenismo
    integracionista", logrando un amplio auditorio en la izquierda
    latinoamericana.

    Se trata de aquellos "estanques de pensamientos" (think
    tanks) norteamericanos que, desde lo académico e
    intelectual, apuntan a verdaderos intereses políticos que
    algún tiempo colaboraron en la "guerra de baja intensidad"
    librada por Estados Unidos en Latinoamérica. Apunta
    Héctor Díaz Polanco: Habría mucho
    qué decir acerca de la perspectiva etnicista. Tan
    sólo reiteraremos aquí dos puntos básicos
    para la comprensión de nuestro asunto. En primer lugar,
    debe tenerse en cuenta que las elaboraciones de esta corriente
    indigenista, que ha alcanzado cierta difusión en varios
    países del continente, no se orientan "hacia la
    definición de los fundamentos de un proyecto
    nacional
    de recambio -en el que encuentren respuestas las
    demandas legítimas de los grupos socioculturales con
    identidades diferenciadas-, sino a precisar unilateralmente los
    elementos de un proyecto indígena "propio", de un
    proyecto étnico; éste se plantea como una
    propuesta independiente y separada, y además como
    contrapuesta a cualquier iniciativa nacional (u "occidental") de
    carácter contrahegemónico". El integracionismo,
    queriendo poner en primer plano la dinámica nacional,
    terminó menospreciando la pluralidad y reinstalando un
    etnocentrismo subrepticio de corte evolucionista; el etnicismo,
    por su parte, al recurrir al culturalismo extremo para poner
    énfasis en la pluralidad, extravió la
    dimensión nacional. En segundo término, "hay que
    advertir que muchos de los elementos, temas o tópicos que
    sirven de base a esta ideología se encuentran
    efectivamente en la visión de los grupos étnicos,
    forman parte de su conciencia y sus valores.

    Verdaderamente, han sido los intelectuales
    antropólogos y cierta intelligentsia
    indígena quienes codificaron la concepción
    etnicista, organizando un "proyecto político" que
    "organiza los ingredientes más elementales de la
    percepción etnopopular (una mezcla de rencor sordo,
    etnocentrismo invertido, tendencia al retraimiento,
    fantasías autistas, búsqueda de salidas hacia
    atrás, etc.)", convirtiéndose en una
    utopía arbitraria que reproduce
    teóricamente "una especie de esquema-tipo
    acerca de los presupuestos encadenados" que conducen a la
    propuesta de un proyecto "étnico" indigenista, basado en
    los siguientes puntos, sintetizados por Díaz
    Polanco:

    • 1. La oposición "mundo occidental" /
      "mundo indígena", y el rechazo del primero. Se alega
      incluso la superioridad de lo indígena: una especie de
      etnocentrismo ahora invertido. El "mundo occidental" se
      concibe como un bloque homogéneo e indiferenciado, sin
      importar su composición clasista.

    • 2. La afirmación del carácter
      "occidental" de la nación (y las "culturas
      nacionales") y su rechazo. Como contrapartida, la
      aseveración de que la "única
      civilización, las únicas culturas
      auténticas, son las que encarnan los pueblos
      indios".

    • 3. A contrapelo de la historia, la defensa
      de una esencia étnica inmutable que es la base de la
      continuidad necesaria de las sociedades
      indígenas.

    • 4. A partir de las anteriores premisas, la
      afirmación de que la "contradicción principal"
      a la que hay que buscar solución "se da entre la
      civilización india y la occidental". En el marco de
      las "contradicciones internas de la sociedad dominante"
      (nacional-occidental) no se encuentra "ninguna alternativa
      histórica real para la civilización india". La
      conclusión es inevitable: "el problema y la
      solución" se plantean "fuera" de la nación.
      Ninguna "revolución a la occidental" puede ser
      solución.

    • 5. Así se arriba al desenlace: el
      planteamiento de una solución "aparte", "fuera" de lo
      nacional-occidental, se traduce en la propuesta de un
      proyecto político "propio", un "proyecto
      indio".

    La reducción maniquea del indigenismo
    "cuartomundista" se presenta extremadamente simple y es en tal
    simpleza donde reside su "encanto" para cautivar corrientes
    etnicistas entre los intelectuales amerindios y
    centroizquierdistas. Sobre tales presupuestos podría
    pensarse una "descolonización del estado" en sentido de
    autonomías etnoculturales recolonizadoras.

    Pero la lógica no es tan simple, ya que,
    independientemente de su adscripción voluntaria o casual,
    el proyecto de autonomías indígenas en un estado
    multinacional que preconiza el Vicepresidente García
    Linera se acerca bastante a la tesis cuestionada por Díaz
    Polanco, resultando así una coyuntura política
    bastante compleja y digna de análisis reflexivo,
    principalmente por las comunidades y pueblos indígenas
    originarios: estos lineamientos segregacionistas tienden una
    especie de cerco político a las
    comunidades en torno a los procesos nacionales de
    reconstitución (paradoja que, en el caso andino,
    resultaría funesta si asumimos que justamente su
    práctica política más exitosa en el campo de
    la acción es el cerco), aislándolas de
    dinámicas pluriculturales con el resto del país, en
    un sentido sociojurídico. Se trata, pues, de la
    constitución de reservaciones políticas del
    estado
    que solamente podrían articularse al
    conjunto a través de un partido/estado (¿el MAS?) o
    un sistema tutelar jurídico político
    sofisticadamente neocolonial. Ambos elementos (cercos y
    reservaciones políticas del estado) convierten al estado
    en el único interlocutor y garante válido de las
    comunidades con el resto del país, encaminándose la
    dinámica en sentido hegemónico hacia un
    estado total multinacional mono(bi)partidista
    sobrepuesto a los propios sistemas de representación y
    autogobierno indígenas.

    El operador de tan entuerto sería necesariamente
    un pacto social asimétrico. Ahora
    comprendemos bajo qué perspectiva esta "concepción
    pactista del poder" puede hacerse efectiva. Observando bien el
    asunto, resulta que la cultura andina basada en el pacto
    de reciprocidad
    se halla ausente del estado
    multinacional autonómico andino amazónico,
    encontrando más bien gérmenes liberales jacobinos
    que traducen el viejo pacto social de Rousseau,
    sobre el que deben decirse algunas palabras.

    Para Ricardo López
    Pérez[42]de acuerdo a la manera como la
    presenta Roger Labrousse, "la oposición entre Democracia y
    Liberalismo tiene su punto de tensión en la
    relación vida pública-vida privada". Para este
    autor, "la Democracia hace depender la vida privada del hombre de
    su vida pública, en tanto que para el Liberalismo la vida
    privada se antepone a la vida pública". Se trata de "dos
    extremos que se articulan de modo complejo, a veces como
    complemento y a veces como conflicto". No podría ser de
    otro modo. Normalmente "estas dicotomías tienen en una
    primera mirada una apariencia de claridad, que rápidamente
    en un análisis más exigente comienza a
    desdibujarse". Al final, bajo cualquier reflexión en que
    están en juego oposiciones radicales "late la idea de que
    toda separación es artificiosa". El pensamiento
    político debe admitir como un hecho básico la
    relación entre lo público y lo privado, lo social y
    lo individual.

    Para  Rousseau: Sólo hay una ley que,
    por su naturaleza, exige el consentimiento unánime: la ley
    del pacto social, pues la asociación civil es el acto
    más voluntario de todos. Nacido todo hombre libre y
    dueño de sí mismo, nadie puede, bajo ningún
    pretexto, sojuzgarlo sin su consentimiento, (…). Si, pues,
    el pacto social encuentra opositores, tal oposición
    no lo invalida, e implica solamente la exclusión de ellos,
    que serán considerados como extranjeros entre los
    ciudadanos. Instituido el Estado, la residencia es señal
    implícita de consentimiento: habitar el territorio es
    someterse a la soberanía. (…) Pero fuera de este
    contrato primitivo, la voz de la mayoría se impone
    siempre, como consecuencia de él. Más, se
    preguntará: ¿Cómo puede un hombre ser libre
    y estar al mismo tiempo obligado a someterse a una voluntad que
    no sea la suya? ¿Cómo los opositores son libres y
    están sometidos a leyes a las cuales no han dado su
    consentimiento? (…) Respondo que la cuestión está
    mal planteada. El ciudadano consiente en todas las leyes, aun en
    aquellas sancionadas a pesar suyo y que le castiguen cuando ose
    violarlas. La voluntad constante de todos los miembros del Estado
    es la voluntad general; por ella son ciudadanos y libres.
    Cuando se propone una ley en las asambleas del pueblo, no se
    trata precisamente de conocer la opinión de cada uno de
    sus miembros y de si deben aprobarla o rechazarla, sino de saber
    si ella está de conformidad con la voluntad general, que
    es la de todos ellos (Extracto de: El Contrato
    Social).

    Según el autor, Rousseau utiliza los
    conceptos de pacto social y voluntad general. Ninguno de
    ellos puede ser contrastado de manera empírica. El primero
    es algo así como una metáfora literalizada, y el
    segundo no pasa de ser un recurso retórico. Esto no
    sería importante sino porque ambos conceptos tienen un
    protagonismo fuerte en sus reflexiones. Toda la coherencia de los
    textos transcritos, y también gran parte de la obra de
    Rousseau, descansa en estas ideas.

    Entonces: La idea de un contrato para explicar el
    origen de la sociedad se encuentra ya en la obra de
    Platón. Al respecto podemos recordar intervenciones como
    las de Trasímaco o Calicles en diferentes diálogos.
    Rousseau, por tanto, rescata una antigua idea y la presenta con
    un perfil propio, desde luego exenta del sentido trasgresor de
    los sofistas. En primer lugar, nos pide que aceptemos que existe
    un hecho originario consistente en la construcción de un
    pacto social que es producto de una convergencia de voluntades. A
    su vez, este hecho está posibilitado por la circunstancia
    de que todo hombre nace libre, de modo que semejante acuerdo no
    podría ocurrir sino como un acto voluntario. Pacto social
    y voluntad general tiene una relación de necesidad, no se
    puede entender uno sin el otro.

    Una primera cuestión evidente, "es
    que la dimensión individual de la experiencia
    política ha desaparecido". La individualidad "se expresa
    legítimamente cuando coincide con la voluntad colectiva,
    por cierto representada por el Estado", pero ésta es
    "descalificada si entra en contradicción con las
    posiciones colectivas. En el sentido inverso, en otro lugar "se
    afirma que el pueblo siempre quiere el bien, pero no siempre lo
    ve, de modo que es necesario mostrarles el buen camino". No
    sabemos de que manera se produce esta delicada operación,
    "probablemente mediante la intervención de alguna
    conciencia esclarecida, pero es seguro que la voluntad general se
    ha fragmentado" de momento que "una parte importante de la
    ciudadanía, como es el pueblo, no consigue ver en forma
    recta: Es preciso obligar a los unos a conformar su voluntad con
    su razón y enseñar al pueblo a conocer lo que
    desea".

    Para Ricardo López: La lógica de
    Rousseau es débil. El intento por mantener la coherencia
    con sus primeros conceptos, lo lleva a reducir la vida privada a
    la vida pública. De allí en adelante no tiene
    manera de ofrecer una representación de la diversidad, el
    desacuerdo o el conflicto social. En la Asamblea Popular griega
    se recurría con frecuencia a la votación como un
    modo de zanjar las diferencias. Previamente los distintos
    oradores habían expuesto sus razones esperando atraer a
    los ciudadanos. El juego de la persuasión no garantizaba
    la verdad, ni siquiera la alternativa correcta, pero nadie se
    atrevía a postular la existencia de una voluntad que
    estando por sobre los individuos a la vez los contenía. En
    la medida en que la voluntad general es expresión del bien
    común, expresa simultáneamente el bien de cada uno
    de los hombres. Rousseau no ha logrado justificar adecuadamente
    la existencia de una voluntad general, sin embargo una vez
    planteada la utiliza para ordenar todas sus reflexiones y esto lo
    lleva a caer en contradicciones. Fundamentalmente, Rousseau hace
    que uno de los extremos de la dicotomía devore al otro,
    todo lo cual no le impide a ratos resolver algunos de sus
    problemas recuperando una dimensión individual de la
    política.

    Ahora es más comprensible la asamblea
    constituyente del gobierno "centroizquierdista". Es conocida la
    influencia de Rousseau en el pensamiento jacobino, ilustre
    antecesor del marxismo-leninismo, como también lo es el
    hecho de que su perspectiva del pacto social emergente de la
    voluntad general, conduce sin ambages a un estado
    total
    que podría irremediablemente llevarnos a
    una fragmentación total del país y la
    recolonización de las comunidades amerindias a nombre de
    la descolonización del estado. Sabemos que los jacobinos
    recibieron el apodo porque se reunían en el café
    del mismo nombre, pero que en realidad, por su origen
    geográfico, eran el partido de La Montaña,
    que por cierto no significa Los Andes…

    Y, justamente, corresponde ahora ver el proceso
    histórico andino que, paradójicamente, va en
    dirección opuesta a la de ciertos grupos intelectuales
    indigenistas aymaras.

    En criterio de Ximena
    Medinaceli
    [43]las áreas
    (socio)culturales
    aportan una visión de conjunto
    que permite "ordenar la historia prehispánica, no
    solamente a través del tiempo sino también en
    áreas de co-tradición cultural", es decir,
    "regiones con ciertas características geográficas y
    ecológicas que tuvieron desarrollos relativamente
    homogéneos".

    Una primera constatación reside en considerar la
    historia del Macizo Boliviano como
    integral, es decir, que articuló a las tierras altas y
    bajas en un solo sistema (pueden verse las evidencias de lengua
    arawak en la puquina circunlacustre), hipotéticamente
    trazada una dirección que va de norte a sur y de tierras
    altas hacia valles y tierras bajas, "aunque esto no sea una
    norma". Empero, existen también ciertas diferencias, como
    el temprano contacto de las altas culturas con el español,
    muy posterior en tierras bajas.

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