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Carencias sensoriales y senilidad -Tacto y movimiento-



  1. Síntesis
  2. Desarrollo

Síntesis

Las deficiencias mentales o cognitivas radican en la
falta de estimulación adecuada; en las carencias
sensoriales continuadas; en la pérdida de movimiento; y
sobre todo, en la escasez de relaciones y de comunicación
con los demás, considerada ésta la auténtica
fuente de estimulación. Se considera esencial la
estimulación táctil y el movimiento. Esto es
así, tanto en la infancia como en la vejez o en cualquier
otra etapa de la vida. Se necesitan programas de
estimulación sensorial en todos los campos pero sobre todo
para paliar los efectos negativos achacados a la
vejez.

PALABRAS CLAVE

carencia sensorial, demencia senil, imagen corporal,
estimulación mental, estimulación tactil,
haptonomía, movimiento orgánico, expresión
corporal, eutonía, infancia, vejez, diálogo
tónico, afectividad, comunicación, relaciones
personales, hospitalismo,

Desarrollo

En otros lugares(*) hemos expuesto nuestra tesis, de
que una incorrecta utilización del cuerpo en cuanto a
su función biomecánica, es una de las causas
fundamentales del deterioro físico manifestado en la
vejez
, por lo cual no es una causa directa del ser viejo,
como generalmente se entiende.

En esta exposición vamos a centrarnos en mostrar
que el deterioro psíquico, de la conciencia y de la
personalidad, manifestado en los ancianos y justificado como una
característica de la vejez
, tampoco es la causa
directa de la vejez, en una gran mayoría de
casos.

La raíz hay que buscarla, creemos, en la
pérdida de algunos factores primigenios determinantes de
la formación y desarrollo tanto del psiquismo como de la
personalidad, pérdida que no está directamente
ligada con el envejecimiento aunque suela manifestarse en esa
etapa de la vida en algunas personas.

El origen de la desestructuración del
psiquismo,
como intentaré demostrar, radica en las
carencias sensoriales continuadas; la pérdida de
movimiento, y sobre todo en la falta de relaciones y de
comunicación con los demás.

La imagen corporal es considerada por diversos autores
(Wallon, Spitz, Bowlby, Lowen, etc.) como la matriz de la
formación del Yo, de la identidad y de la
personalidad.

Entendemos como imagen corporal, la
representación mental y el conocimiento que el sujeto
tiene de su propio cuerpo. Esto permite al sujeto distinguir lo
que es el propio cuerpo y lo que no es. Lo que es el Yo, la
propia identidad y la personalidad y aquello que no lo
es.

La imagen corporal no viene predeterminada
genéticamente. No nacemos con ella, sino que se va
formando desde los primeros años de la vida y nunca acaba
de conformarse del todo. No es nunca algo acabado y definitivo;
es dinámico; está transformándose
continuamente, unas veces enriqueciéndose con la
incorporación de nuevas experiencias y los conocimientos
que ellas aportan, con la reorganización de estos y su
profundización; pero otras veces también,
deteriorándose, cuando no se producen nuevas experiencias,
olvidándose o desorganizándose conocimientos antes
aprendidos.

La imagen corporal, – el conocimiento que tenemos de
nosotros mismos -, no es un conocimiento estático ni un
conocimiento teórico aprendido en una enciclopedia, ni
concedido por la gracia divina. Es un conocimiento que emana de
la propia experiencia corporal. Se construye mediante la vivencia
y el quehacer corporal a través de las sensaciones, el
movimiento, el aprendizaje, la comunicación. Todo cuanto
el cuerpo hace, transmite informaciones sensoriales al cerebro
las cuales originan la percepción y la
consciencia.

Si no hubiera actividad corporal no habría
informaciones sensoriales ni desarrollo cerebral. No
habría imagen corporal ni personalidad. Por el contrario,
cuantas más experiencias corporales proporcionemos,
mayores serán los recursos mentales, mejor se irá
perfilando la imagen corporal y se irá definiendo el
Yo.

Los primeros años de la vida son fundamentales
para poner en marcha y desarrollar estos procesos, siguiendo un
orden progresivo desde la función más simple y
vital hasta el proceso más complejo y diversificado en
correlación con la maduración del sistema
nervioso.

Las carencias sensoriales en esta edad juegan un papel
vital.

A lo largo de la historia han tenido lugar numerosos
casos de niños sometidos a diversos tipos de aislamiento y
privación: encerrados en lugares oscuros sin ver la luz;
atados; sin oír hablar; etc. Cuando fueron descubiertos,
estos niños manifestaban una deficiencia mental grave
equivalente a la idiotez. Dependiendo de las privaciones
concretas a las que fueron sometidos, sus sentidos, lenguaje o
motricidad estaban infradesarrollados o eran absolutamente nulos.
(Delgado, Montagú, Itard, Anzieu, etc). Sometidos a
programas de estimulación y aprendizajes especiales, nunca
consiguieron alcanzar el desarrollo normal.

Se han desarrollado también experimentos con
animales a los que se sometió a privaciones diversas para
investigar sus consecuencias en cuanto a la conducta y al
desarrollo cerebral. "Estos no aprendían conductas que se
creían innatas y su cerebro sufría daños
diversos como: neuronas en las que aparecen una especie de
bolsitas vacías con escasa cantidad de ácido
ribonucleico, el peso y el espesor de la corteza cerebral eran
menores, y la complejidad de las conexiones neuronales
también"…

"Esto demuestra que la falta de estímulos
sensoriales produce cambios anatómicos y
fisiológicos en el cerebro y que los programas
genéticos no son suficiente para el desarrollo cerebral y
el mantenimiento de las funciones mentales, siendo
imprescindibles los estímulos exteriores a través
de la educación el aprendizaje y la cultura".
(Delgado ; El cerebro y yo. Ed. Temas de Hoy).

El organismo vivo siempre depende del entorno para su
crecimiento. A medida que se avanza en la escala evolutiva
animal, la dependencia con el entorno se va haciendo más
rica y compleja, diferenciándose cada vez más el
medio físico del medio social. Este último llega a
ser más predominante que aquél. Cada ser humano
depende más de su relación con otras personas que
de otros factores. Esta relación implica el trato, el
contacto real y carnal, el afecto, la comunicación, la
transmisión de sentimientos y conocimientos.

Hay una serie de conductas que los congéneres de
las especies animales desarrollan entre sí, cumpliendo
diferentes objetivos.

La estimulación táctil es una de estas
actitudes sociales que cumple funciones fisiológicas y
psico-afectivas. La única conducta que ejercen muchos
mamíferos hacia sus crías recién nacidas, es
la de lamerlas. Esta actitud cumple la misión de estimular
las principales funciones corporales: gastrointestinal,
genitourinaria, respiratoria, circulatoria, digestiva,
reproductora, nerviosa, endocrina y tónica.

Diversos experimentos realizados con animales muestran
que las caricias propiciadas desde su nacimiento tienen por
resultado una mayor resistencia a las enfermedades, aumento
considerable de peso, mayor actividad, mayor capacidad para
soportar los efectos del estrés, fuerte resistencia
fisiológica, coordinación más eficaz,
aprender mejor y vivir más tiempo. (Montagú ;
El sentido del tacto. Ed. Aguilar).

Similares funciones se estimulan en el recién
nacido humano a través del contacto corporal con la madre
y las personas que cuidan al niño. La piel es el sistema
sensorial más amplio. Representa el 18% del peso total del
cuerpo. Su superficie contiene 50 receptores sensoriales por cada
100 milímetros cuadrados; Entre 7 y 135 corpúsculos
sensitivos que informan y protegen del calor, frío, dolor,
radiaciones, agentes mecánicos e invasión de
sustancias externas; regula además el metabolismo y el
tono corporal. Sus fibras sensitivas penetran en la médula
espinal por raíces que superan el medio
millón.

Tanto el desarrollo de las funciones fisiológicas
como de la sensibilidad del niño, dependen de los
estímulos que recibe del mundo exterior. Su desarrollo no
pertenece exclusivamente a la etapa infantil, prosigue durante
toda la vida. Es una función social por que su
estimulación depende casi exclusivamente de la madre, o de
quien ejerce éste papel. En esta etapa de la vida el
contacto corporal con la madre, es más vital incluso que
la alimentación, como demostró Spitz.

Este autor describe como síndrome de
hospitalismo
o depresión anaclítica, el caso de
niños que pocos días después de ser
internados en orfanatos entraban en un estado depresivo que les
conducía incluso a la muerte. Tras la investigación
se llegó a la conclusión siguiente: la causa de la
depresión radicaba en que los niños casi nunca eran
cogidos en brazos ni acariciados. Las cuidadoras, por su exceso
de trabajo, les daban el biberón en la cuna,
mecánicamente y con prisas.

La depresión se asemejaba bastante a la de los
adultos. Los niños pasaban por fases sucesivas como
llantos y chillidos, pérdida de peso, retraso motor,
posición patognómica, rigidez facial, pasividad,
rostro vacío de expresión, gestualidad similar a la
del idiota, letargia, movimientos catatónicos, etc. Al
segundo año, su desarrollo estaba al 45 % de lo normal,
considerado el nivel de la idiotez. A los 4, la mayoría no
consiguió caminar ni hablar. El 37 % de los niños
observados, murió. Del resto no se sabe puesto que la
investigación fue interrumpida. Los niños que
después de unos meses tuvieron una nueva madre, se
recuperaron inmediatamente.

"El hospitalismo demuestra que la falta de relaciones a
causa de carencias afectivas detiene el desarrollo de todas las
áreas de la personalidad". (Spitz; El primer año de
la vida del niño. Ed. Aguilar).

El contacto con la madre es el preludio de la
comunicación y del psiquismo, enriqueciéndose a lo
largo de la vida mediante la relación, el contacto y la
comunicación con otras personas: pareja, hijos,
familiares, amigos.

La estimulación directa de la piel se realiza a
través de las caricias y de los abrazos; del contacto
cuerpo a cuerpo, piel a piel, que es la base y la esencia de la
afectividad: ser querido, protegido, aceptado, valorado,
comprendido. Ser tocado es sentirse, sentir el Yo, sentir las
cualidades del propio cuerpo, de la persona. Son sensaciones
placenteras que demuestran y alimentan la existencia propia.
Supone la conformación, la afirmación y la
reafirmación del Yo.
Pero además de sentirse a
uno mismo a través del contacto, se siente al otro; es un
sentirse mutuo; es la comunicación. A través del
contacto con la piel, la estimulación fisiológica y
afectiva quedan unidas en una sola función.

En la relación madre – hijo, en la forma de ser
tocado, mecido y abrazado, el niño queda impregnado de la
emoción y el comportamiento de la madre, y a través
de ella también, de lo que es el mundo, del cual, la madre
es su mediador. En el tocar mutuo, hay descarga e intercambio de
pulsiones, descarga de energía liberadora y placentera que
de otra manera se vertería al exterior o hacia sí
mismo en forma de agresividad. Es un "diálogo
tónico",
como lo denominó Ajuriaguerra, donde
se aprende a sentir, modular y utilizar la tensión
muscular – la fuerza del Yo -, para transformar la
realidad y obtener lo que se desea. El tono corporal es el tejido
fundamental de las emociones, de las expresiones y de la
acción, – del movimiento -, el principal motor de la
evolución, de la formación y transformación
de sí mismo y del entorno.

El movimiento activa el funcionamiento de todos los
órganos, es el mayor productor de sensaciones, por lo
tanto es el mejor transformador del cerebro. El psiquismo se
formó mediante lo que el cuerpo aprende y todo lo que se
aprende ha tenido que ser hecho, experimentado, sentido, y
compartido.

Y el medio hacedor no deja de ser nunca el
movimiento.

La relación con la madre y con los seres queridos
en la infancia, abre, despierta y estimula el deseo y el placer
de moverse como la fuerza vital más importante que
poseemos. Moviéndonos nos hacemos a nosotros mismos, nos
hacemos autónomos; fortalecemos nuestra identidad, nuestra
personalidad, nuestra capacidad de hacer y ser. Nos relacionaras
y comunicamos con los demás, transformamos el
mundo.

El movimiento estructura nuestro cuerpo y nuestra mente,
nos proporciona seguridad, confianza y autoestima, además
de configurar la estructuración mental lógico –
matemática necesaria para la comprensión del
mundo.

Tacto y movimiento, están muy estrechamente
ligados y se complementan mutuamente. Hay que destacar la
importancia vital de estas estimulaciones no solo en la infancia,
sino a lo largo de toda la vida. La vida es una constante
formación, aprendizaje y transformación; un
progresivo enriquecimiento y maduración personal durante
la infancia, la juventud y la vejez. Es una estimulación
corporal que trasciende lo físico y llega a lo más
profundo del ser. El cuerpo encarna la espiritualidad.

"Para cualquier persona la realidad física de su
Ser es su cuerpo. A través de él experimenta el
mundo y a través de él le responde. Una persona que
está desconectada de su cuerpo, está desconectada
de la realidad…" "Cuando no tiene sensaciones, la persona deja
de existir como individuo con una personalidad definida". (Lowen;
La depresión y el cuerpo. Alianza Editorial).

Dejar de moverse significa dejar de recibir sensaciones;
significa desactivar el cuerpo y la mente desencadenando su
atrofia y deterioro. Las sensaciones son el alimento del cerebro.
Su carencia conduce a la pérdida y deterioro de las
neuronas.

"En los adultos, la pobreza sensorial disminuye la
actividad de la sustancia reticular del cerebro, induciendo
perturbaciones en el pensamiento y en la conducta". (Delgado;
obra citada)

En la medida en que creemos que lo tenemos todo
aprendido, la vida se convierte en mera rutina y entretenimiento
vacuo. Es un vivir prestado de lo vivido y sentido en el pasado
adolescente. El cuerpo se dedica casi exclusivamente a funciones
mecánicas y vegetativas y la mente funciona con esquemas
de simple supervivencia.

Los aprendizajes de la infancia deben ser puertas que
nos lleven a nuevos aprendizajes más complejos. Pero,
desgraciadamente, son aprendizajes de supervivencia, sobre todo
en los sectores sociales de mayores necesidades económicas
y de menor nivel cultural, aunque tampoco están exentos
los de mayor poder económico. Se basan en una
concepción de la vida competitiva y materialista, donde el
saber es un medio para poseer, pero no para enriquecer la
personalidad.

El enriquecimiento de la personalidad se basa en una
actitud abierta e inquieta de auténtica búsqueda y
renovación permanente en cualquier ámbito de la
vida: el trabajo, las relaciones, la amistad, la
comunicación, el ocio, la cultura, la participación
social. Para desarrollar todas las potencialidades humanas hay
que cultivarlas. Sin embargo, cuantos menos recursos culturales y
económicos se poseen, más se tiende a la rutina. No
hay estímulos sensoriales nuevos que generen crecimientos
neuronales. No hay nada nuevo en la vida.

Con esta actitud comienza el lento declinar inerte y
pasivo que pacientemente va adueñándose de la
persona y cuando años más tarde comienza a
manifestarse claramente como un deterioro psicofísico, se
dice que es la vejez.

La vejez y el envejecimiento existen. Son
sinónimos de tener más años no
necesariamente de degeneración y de ineptitud. Ésta
es más bien, el resultado de una forma de vida carente de
estímulos, rutinaria, aislada, pobre – física o
psíquicamente -. El deterioro también puede ser
agravado y acelerado por acontecimientos inesperados y
fatídicos. Además de accidentes o enfermedades, el
aislamiento producido por el abandono de los hijos o familiares
más allegados, la muerte del cónyuge, la
pérdida de amigos, el retiro laboral, etc., pueden llevar
a un ostracismo donde desaparezcan las ganas y la
motivación de moverse, con lo que se deteriora
aceleradamente la función motriz y unida a ella, la
autonomía, el contacto directo con otras personas y la
comunicación

Si el movimiento, la comunicación y la
relación corporal con otras personas, son los cimientos de
la estructura psíquica, de la formación del Yo, de
la personalidad y de la conciencia, la ruptura de esos cimientos,
acarreará el resquebrajamiento de la estructura
psíquica y del sentimiento de ser uno mismo.
La
falta de informaciones sensoriales producirán grietas,
huecos y vacíos en sus áreas cerebrales.

¿Es posible detener este proceso de deterioro y
desestructuración? ¿Es posible prevenirlo?
¿Qué se puede hacer?

Si la estimulación es esencial en los primeros
años de la vida para despertar y desarrollar todos los
comportamientos, y si también se ve esencial para
rehabilitar a niños y adultos que han sufrido algún
trastorno neurológico, ¿Porqué no se ve
tan esencial y necesaria en el tratamiento de personas de edad
avanzada, cuando los comportamientos comienzan a
deteriorarse?

Y si la estimulación es la clave de que los
comportamientos se activen cuando están naciendo o cuando
se deterioran ¿no sería el método preventivo
ideal para retrasar e incluso impedir ese
deterioro?

Citando a Rappoport: "En los adultos, las
investigaciones sobre privación de estímulos han
mostrado que cuando se disminuye marcadamente la
estimulación sensorial, los procesos mentales se
desorganizan…" "La estimulación es necesaria para que
los sistemas nerviosos se desarrollen y se mantengan
debidamente." "Dado que la apatía y la declinación
física asociadas con el marasmo infantil pueden atribuirse
a la falta de estimulación ¿porqué no
considerar que la misma causa guarda relación con la
senilidad?" "Es posible organizar enfoques prácticos
relativos a la cuestión de la calidad de la actividad…
Analizar diversas actividades de acuerdo con su potencial de
estipulación. Debiera considerarse el grado en que las
actividades implican interacción social… ser capaces de
discriminarlas según su potencial de estimulación y
determinar después si sus beneficios psicológicos
son o no diferentes." "La estimulación ofrece la
línea más prometedora para la investigación
futura." (Rappoport; La personalidad desde los 26 años
hasta la ancianidad. Ed. Paidos)

Creemos que muchas demencias seniles son el resultado de
una forma de vida rutinaria, carente de estímulos,
agravada por una serie de acontecimientos que conducen al
aislamiento y la incomunicación progresiva.

De modo similar a como ocurre con los niños de
Spitz, confirmado por Bowlby y ratificado por los casos de otros
niños que sufrieron aislamientos y carencias sensoriales,
sobre todo contacto afectivo, además del gran
número de experimentos llevados a cabo con animales
consideramos que las carencias efectivas, la falta de contacto
corporal, el aislamiento y la incomunicación son los
desencadenantes de la pérdida de la imagen corporal, de la
desconexión con la realidad y de la
desestructuración de la personalidad, síntomas que
se concretan y adjetivan como demencia.

Creemos también que muchos de estos estados de
demencia, dependiendo de la gravedad a la que se haya llegado,
pueden ser reversibles.

En primer lugar, como ya se ha apuntado, la
prevención es el método más válido y
es donde hay que volcar todos los esfuerzos. En otros casos hay
que poner en marcha programas basados en el contacto corporal,
mediante diferentes tipos de masaje sensitivo, que estimule las
funciones fisiológicas de la piel, además de las
funciones sensoriales y psicoafectivas; desarrollando
también las relaciones y la comunicación con las
personas del entorno; estimular y desarrollar el movimiento en
dos direcciones básicas : como fundamento de la
propia autonomía personal, como medio de
estimulación sensorial, y como base de las relaciones con
los demás.

La meta de estos planes es lograr el enriquecimiento de
la imagen corporal, del YO, de la propia identidad y de la
personalidad. En otros artículos daremos ejemplos
prácticos de como desempeñar estos
objetivos.

 

 

Autor:

Joaquín Benito Vallejo

Experto en Psicomotricidad, Movimiento Orgánico,
Eutonía, Expresión Corporal

Madrid, Abril 2001

Alfa -Movimiento Orgánico y Expresión
Corporal

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