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Depresion: Que dice la biblia



Partes: 1, 2, 3, 4

  1. ¿Qué es la depresión
    endógena?
  2. Depresión y
    manía
  3. Depresión
  4. Cuando
    la depresión toca tu puerta
  5. Algunas causas de la
    depresión
  6. ¿Cómo puedo vencer la
    depresión?
  7. La
    Depresión
  8. ¿Pregunta? "¿Qué dice la
    Biblia acerca de la depresión? ¿Cómo
    puede un cristiano vencer la
    depresión?"
  9. ¿Cómo experimentan la
    depresión los latinos?
  10. Conclusión
  11. Bibliografía

Es un tipo de depresión considerada
mayor, y parece ser que su causa es básicamente
biológica, no existen causas externas que la causen.Es una
depresión considerada crónica de difícil
tratamiento pues la persona que la sufre está sumida en la
más profunda de las melancolías.En primavera y
otoño empeoran los síntomas de las personas con
depresión endógena.Causas de la melancolía o
depresión endógenaNo existen motivos externos
causantes de la melancolía, las causas son creadas por la
propia persona.Parece que hay un factor genético
hereditario determinante en los procesos de este tipo de
depresión, por lo que es posible que varios miembros de la
misma familia la sufran.A estos enfermos les invade una tristeza
y melancolía desproporcionadas y se sienten incapaces de
reaccionar emocionalmente. La depresión endógena
puede ser bipolar o unipolar.La bipolar se considera
maníaco-depresiva y la unipolar alterna la
aparición de estados de desesperación con otros de
neutralidad.Síntomas de la depresión
endógena    * Sentimientos de
inhibición.     * Incapacidad para
enfrentarse al futuro.   

* Falta total de
esperanza.   

* Pérdida de interés por
cosas con las antes se disfrutaba.   

* Pérdida del
apetito.   

* Pérdida de
peso.   

* Se sienten peor por la
mañana.   

* Cansancio.   

* Problemas de sueño.

Terapias alternativas que pueden ayudar en
caso de melancolía

Se puede intentar luchar contra este tipo
de depresión echando mano de los diferentes tipos de
terapias alternativas que existen y siempre guiados por
terapeutas bien cualificados y de merecida
confianza.   

* La acupuntura: suele ir muy bien ya que
según la Medicina Tradicional China a veces este tipo de
depresión endógena puede estar relacionado con
falta o bloqueos de energía en algún órgano.
Si ese órgano está bien nutrido y la energía
fluye correctamente el estado de ánimo
mejorará.   

* Las Flores de Bach: han demostrado su
eficacia en el tratamiento de problemas emocionales. El
tratamiento con esencias de flores puede ser muy recomendable. El
especialista le aconsejará cuales son las más
adecuadas en su caso.   

* La homeopatía: también
suele ser de gran ayuda cuando hay una tendencia marcada a la
depresión endógena.   

* La oligoterapia: nunca debe de faltar en
estos casos. El oligoelemento Litio junto al oligoelemento
constitucional o diatésico del paciente siempre
serán una ayuda importantísima.    *
La fitoterapia: ha sido, tradicionalmente, una gran aliada para
luchar contra la depresión endógena. La hierba de
San Juan o Hipérico es una de las que suele funcionar
mejor.   

* La alimentación: es, como siempre,
un aspecto básico. Personas que pasan muchas horas sin
comer o que hacen muchas hipoglucemias son candidatos a la
depresión endógena o a cualquier otra
alteración del sistema nervioso. Una dieta más
variada siempre nos aportará todos los
nutrientes.   

* Nutrición ortomolecular: nunca
hemos de olvidar el Hierro en estos casos ya que una gran falta
de este mineral suele dar una gran apatía y abatimiento.
Siempre que veamos gente triste, muy pálida, cansada y
que, a la vez, se le cae mucho el cabello podemos pensar en un
déficit de hierro (la analítica deberá
confirmarlo).

Consejos para luchar contra
depresión endógena

    * Asistir a
terapia.   

* Hacer
ejercicio.   

* Relacionarse con personas alegres y
positivas.   

* Vestir con colores
alegres.   

* Reír; la risoterapia puede ser
de gran ayuda.

La depresión y la manía
representan los dos polos opuestos de los trastornos del humor.
Los trastornos del humor son enfermedades psiquiátricas en
las que las alteraciones emocionales consisten en períodos
prolongados de depresión o de euforia (manía)
excesivos. Los trastornos del humor también son llamados
trastornos afectivos. Afectivo significa estado emocional
expresado a través de gestos y expresiones
faciales.

La tristeza y el júbilo son una parte de las
experiencias normales de la vida diaria y son diferentes de la
depresión y manía graves que caracterizan los
trastornos del humor. La tristeza es una respuesta natural a la
pérdida, la derrota, el desengaño, el trauma o la
catástrofe. La tristeza puede ser psicológicamente
beneficiosa porque permite a una persona apartarse de situaciones
ofensivas o desagradables, lo que la puede ayudar a
recuperarse.

La aflicción o el desconsuelo es la
reacción normal más habitual ante una
separación o una pérdida, como la muerte de un ser
querido, el divorcio o el desengaño amoroso. La
privación y la pérdida no suelen causar
depresión persistente e incapacitante excepto en personas
predispuestas a sufrir trastornos del humor.

El éxito y los logros generalmente provocan
sentimientos de júbilo. Sin embargo, el júbilo
puede ser en ocasiones una defensa contra la depresión o
una negación del dolor de la pérdida. Las personas
que se están muriendo tienen a veces breves
períodos de júbilo y de actividad bulliciosa y
algunas personas que han sufrido alguna privación o
pérdida recientes pueden incluso estar exultantes
más que desconsoladas, que sería lo normal. En
personas predispuestas a los trastornos del humor, estas
reacciones pueden ser el preludio de la manía.

Aunque del 25 al 30 por ciento de las personas
experimenta algún tipo de trastorno excesivo del humor
durante su vida, sólo alrededor de un 10 por ciento tiene
un trastorno lo suficientemente importante como para requerir
atención médica. De éstos, un tercio tiene
depresión de larga duración (crónica) y la
mayoría de los restantes tiene episodios recurrentes de
depresión. Las depresiones crónicas y recurrentes
se denominan unipolares. Cerca del dos por ciento de la
población tiene una situación conocida como
enfermedad maniacodepresiva o trastorno bipolar, en el cual se
alternan períodos de depresión con otros de
manía (o con períodos de manía menos intensa
conocida como hipomanía).

Depresión

La depresión es un sentimiento de tristeza
intenso; puede producirse tras una pérdida reciente u otro
hecho triste pero es desproporcionado con respecto a la magnitud
del hecho y persiste más allá de un período
justificado.

Después de la ansiedad, la depresión es el
trastorno psiquiátrico más frecuente. Se estima que
un 10 por ciento de la gente que consulta a un médico
pensando que tiene un problema físico tiene en realidad
una depresión. La depresión comienza habitualmente
entre los 20 y los 50 años. Los nacidos en las
últimas décadas del siglo xx parecen tener una
incidencia mayor de depresión que las generaciones
anteriores.

Un episodio de depresión dura habitualmente de 6
a 9 meses, pero en el 15 al 20 por ciento de los pacientes dura 2
años o más. Los episodios generalmente tienden a
recurrir varias veces a lo largo de la vida.

Causas

Las causas de la depresión no se conocen por
completo. Existe un número de factores que pueden
predisponer una persona a sufrir depresión más que
otra, como la predisposición familiar (factores
hereditarios), los efectos secundarios de algunos tratamientos,
una personalidad introvertida y sucesos emocionalmente
desagradables, particularmente los que implican una
pérdida. La depresión también puede surgir o
empeorar sin ningún acontecimiento vital
estresante.

Las mujeres son más propensas que los hombres a
sufrir depresión, aunque las razones no están
totalmente claras. Los estudios psicológicos demuestran
que las mujeres tienden a responder a la adversidad
encerrándose en sí mismas y autoculpándose.
Por el contrario, los varones tienden a negar la adversidad y a
dedicarse de lleno a diversas actividades. En cuanto a los
factores biológicos, los más implicados son los
hormonales. Los cambios en los valores hormonales, que pueden
provocar cambios de humor justo antes de la menstruación
(tensión premenstrual) y después del parto
(depresión posparto), pueden tener algún papel en
las mujeres. En las que han sufrido depresiones, pueden ocurrir
cambios hormonales similares tras el uso de anticonceptivos
orales. La función tiroidea anormal, que es bastante
frecuente en las mujeres, puede constituir otro
factor.

La depresión que se produce tras una experiencia
traumática, como la muerte de un ser querido, se llama
depresión reactiva. Algunas personas pueden deprimirse de
modo temporal como reacción a ciertos períodos
vacacionales (vacaciones tristes) o aniversarios con cierto
significado, como el aniversario de la muerte de un ser querido.
La depresión sin precipitantes aparentes se conoce como
depresión endógena. Estas distinciones, sin
embargo, no son muy importantes, ya que los efectos y el
tratamiento de las depresiones son similares.

La depresión también puede ocurrir con un
cierto número de enfermedades o trastornos físicos.
Los trastornos físicos pueden causar una depresión
directamente (como cuando una enfermedad tiroidea afecta a los
valores hormonales, lo que puede inducir depresión) o
indirectamente (como cuando la artritis reumatoide causa dolor e
imposibilidad, lo que puede conducir a la depresión). A
menudo, la depresión consecuente con un trastorno
físico tiene causas directas e indirectas. Por ejemplo, el
SIDA puede causar depresión directamente si el virus de la
inmunodeficiencia humana (VIH), que lo causa, daña el
cerebro; el SIDA puede causar depresión de forma indirecta
cuando tiene un impacto global negativo sobre la vida de la
persona.

Varios fármacos, sobre todo los usados para
tratar la hipertensión arterial, pueden causar
depresión. Por razones desconocidas, los corticosteroides
a menudo causan depresión cuando se producen en grandes
cantidades en el contexto de una enfermedad, como en el
síndrome de Cushing, pero tienden a causar euforia cuando
se administran como tratamiento.

Existe un número de situaciones en
psiquiatría que pueden predisponer a una persona a la
depresión, como ciertos trastornos por ansiedad, el
alcoholismo y la dependencia de otras substancias, la
esquizofrenia y la fase precoz de la demencia.

Síntomas

Los síntomas se desarrollan habitualmente de
forma gradual a lo largo de días o semanas. Una persona
que está entrando en una depresión puede aparecer
lenta y triste o irritable y ansiosa. Una persona que tiende a
concentrarse en sí misma, a hablar poco, a dejar de comer
y a dormir poco está experimentando una depresión
vegetativa. Una persona que, además, está muy
inquieta retorciendo las manos y hablando continuamente
está experimentando lo que se conoce como depresión
agitada.

Muchas personas con depresión no pueden expresar
normalmente sus emociones (como la aflicción, la
alegría y el placer); en casos extremos, el mundo aparece
ante ellos como descolorido, sin vida y muerto. El pensamiento,
la comunicación y otras actividades de tipo general pueden
hacerse más lentos, hasta cesar todas las actividades
voluntarias. La gente deprimida puede estar preocupada por
pensamientos profundos de culpabilidad e ideas autoofensivas y
puede no ser capaz de concentrarse adecuadamente. Estas personas
están a menudo indecisas y recluidas en sí mismas,
tienen una sensación progresiva de desamparo y
desesperanza y piensan en la muerte y en el suicidio.

En general, los depresivos tienen dificultad para
conciliar el sueño y se despiertan repetidamente, sobre
todo temprano por la mañana. Es habitual una
pérdida del deseo sexual o del placer en general. La
alimentación escasa y la pérdida de peso conducen a
veces a la emaciación, y en las mujeres se puede
interrumpir la menstruación. Sin embargo, el exceso
alimentario y la ganancia ponderal son frecuentes en las
depresiones leves.

En cerca del 20 por ciento de los depresivos, los
síntomas son leves, pero la enfermedad dura años, a
menudo décadas. Esta variante distímica de la
depresión a menudo comienza temprano en la vida y se
asocia con cambios característicos de la personalidad. Las
personas en esta situación son melancólicas,
pesimistas, no tienen sentido del humor o son incapaces de
divertirse, son pasivas y aletargadas, introvertidas,
escépticas, hipercríticas o en constante queja,
autocríticas y llenas de autorreproches. Están
preocupados por la inadecuación, el fracaso y por los
acontecimientos negativos hasta tal punto que llegan al disfrute
morboso con sus propios fracasos.

Algunas personas depresivas se quejan de tener una
enfermedad orgánica, con diversas penas y dolencias o de
miedos por sufrir desgracias o de volverse locas. Otras creen que
tienen enfermedades incurables o vergonzosas, como el
cáncer o las enfermedades de transmisión sexual o
el SIDA, y que están infectando a otras
personas.

Cerca del 15 por ciento de las personas deprimidas,
más comúnmente aquellas con depresión grave,
tienen delirios (creencias falsas) o alucinaciones, viendo u
oyendo cosas que no existen. Pueden creer que han cometido
pecados imperdonables o crímenes o pueden oír voces
que les acusan de varios delitos o que les condenan a muerte. En
casos raros, imaginan que ven ataúdes o a familiares
fallecidos. Los sentimientos de inseguridad y de poca
valía pueden conducir a las personas intensamente
deprimidas a creer que son observadas y perseguidas. Estas
depresiones con delirios se denominan depresiones
psicóticas.

Los pensamientos de muerte están entre los
síntomas más graves de depresión. Muchos
deprimidos quieren morir o sienten que su valía es tan
escasa que deberían morir. Hasta un 15 por ciento de las
personas con depresión grave tiene una conducta suicida.
Una idea de suicidio representa una situación de
emergencia y cualquier persona así debe ser hospitalizada
y mantenida bajo supervisión hasta que el tratamiento
reduzca el riesgo de suicidio.

Diagnóstico

El médico es generalmente capaz de diagnosticar
una depresión a partir de los síntomas y los
signos. Una historia previa de depresión o una historia
familiar de depresión ayudan a confirmar el
diagnóstico.

A veces se usan cuestionarios estandarizados para ayudar
a medir el grado de depresión. Dos cuestionarios de este
tipo son la escala de porcentaje de la depresión de
Hamilton, que se realiza de modo verbal por un entrevistador, y
el inventario de la depresión de Beck, que consiste en un
cuestionario que el paciente debe rellenar.

Las pruebas de laboratorio, generalmente análisis
de sangre, pueden ayudar al médico a determinar las causas
de algunas depresiones. Esto es particularmente útil en
mujeres, en las que los factores hormonales pueden contribuir a
la depresión.

En casos difíciles de diagnosticar, los
médicos pueden realizar otras pruebas para confirmar el
diagnóstico de depresión. Por ejemplo, debido a que
los problemas del sueño son un signo prominente de
depresión, los médicos especializados en el
diagnóstico y tratamiento de los trastornos del humor
pueden realizar un electroencefalograma durante el sueño
para medir el tiempo que tarda la persona en llegar a la fase de
movimiento rápido de los ojos (el período en el
cual ocurren los sueños). Generalmente se tarda unos 90
minutos. En una persona con depresión se suele alcanzar en
menos de 70 minutos.

Pronóstico y
tratamiento

Una depresión sin tratamiento puede durar 6 meses
o más. Aunque pueden persistir unos leves síntomas
en algunas personas, el funcionamiento tiende a volver a la
normalidad. En cualquier caso, en general, los depresivos
experimentan episodios repetidos de depresión, en un
promedio de cuatro o cinco veces a lo largo de la
vida.

Hoy en día, generalmente, la depresión se
trata sin necesidad de hospitalización. Sin embargo, a
veces una persona debe ser hospitalizada, especialmente si tiene
ideas de suicidio o lo ha intentado, si está demasiado
débil por la pérdida de peso o si tiene riesgo de
problemas cardíacos por la agitación
intensa.

Actualmente el tratamiento farmacológico es el
factor más importante en el tratamiento de la
depresión. Otros tratamientos incluyen la psicoterapia y
la terapia electroconvulsionante. Algunas veces se usa una
combinación de estas terapias.

Tratamiento
farmacológico

Varios tipos de fármacos antidepresivos
están disponibles: los tricíclicos, los inhibidores
de la recaptación selectiva de serotonina, los inhibidores
de la monoaminooxidasa y los psicoestimulantes, pero deben
tomarse de forma regular durante por lo menos varias semanas
antes de que empiecen a hacer efecto. Las posibilidades de que un
antidepresivo específico tenga éxito en el
tratamiento de una persona son del 65 por ciento.

Los efectos secundarios varían según cada
tipo de fármaco. Los antidepresivos tricíclicos a
menudo causan sedación y producen ganancia ponderal.
También pueden producir aumento del ritmo cardíaco,
baja de la presión arterial cuando la persona se pone de
pie, visión borrosa, sequedad de boca, confusión,
estreñimiento, dificultad para comenzar a orinar y
eyaculación retardada. Estos problemas se llaman efectos
anticolinérgicos y, generalmente, son más
pronunciados en las personas de edad avanzada.

Los antidepresivos que son similares a los
antidepresivos tricíclicos tienen otros efectos adversos.
La venlafaxina puede aumentar levemente la presión
arterial; la trazodona se ha asociado con erección
dolorosa (priapismo); la maprotilina y el bupropión,
tomados en dosis rápidamente incrementadas, pueden
provocar convulsiones. Sin embargo, el bupropión no causa
sedación, no afecta a la función sexual y a menudo
es útil en pacientes con depresión y pensamiento
lento.

Los inhibidores selectivos de la recaptación de
serotonina (ISRS) representan un gran avance en el tratamiento de
la depresión por cuanto producen menos efectos secundarios
que los antidepresivos tricíclicos. También son
generalmente bastante seguros en las personas en las que la
depresión coexiste con una enfermedad orgánica.
Aunque pueden producir náuseas, diarrea y dolor de cabeza,
estos efectos secundarios son leves o desaparecen con el uso. Por
estas razones, a menudo los médicos seleccionan en primer
lugar los ISRS para tratar la depresión. Los ISRS son
particularmente útiles en el tratamiento de la distimia,
que requiere un tratamiento farmacológico de larga
duración. Más aún, los ISRS son bastante
eficaces en el trastorno obsesivo-compulsivo, en el trastorno por
pánico, en la fobia social y en la bulimia
(alteración del apetito), que a menudo coexisten con la
depresión. La principal desventaja de los ISRS es que
causan con frecuencia disfunción sexual.

Los inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO)
representan otra clase de fármacos antidepresivos. Las
personas que consumen IMAO deben observar unas restricciones
dietéticas y seguir precauciones especiales. Por ejemplo,
no deben tomar alimentos o bebidas que contengan tiramina, como
la cerveza de barril, los vinos tintos (y también el
jerez), los licores, los alimentos demasiado maduros, el salami,
los quesos curados, las habas, los extractos de levadura y la
salsa de soja. Deben evitar fármacos como la
fenilpropanolamina y el dextrometorfano, que se encuentran en
muchos antitusígenos y anticatarrales habituales, porque
provocan la liberación de adrenalina y pueden producir una
subida importante de la presión arterial. Ciertos otros
fármacos deben también ser evitados por las
personas que toman IMAO, como los antidepresivos
tricíclicos, los inhibidores selectivos de la
recaptación de serotonina y la meperidina (un
analgésico).

Se indica habitualmente a los que toman IMAO que lleven
consigo todo el tiempo un antídoto, como la clorpromazina
o la nifedipina. Si notasen un dolor de cabeza intenso y
pulsátil deben tomar el antídoto y acudir
rápidamente a un servicio de urgencias. A causa de las
dificultosas restricciones en la dieta y las precauciones
necesarias, los IMAO son raramente recetados, excepto para
aquellas personas depresivas que no han mejorado con los otros
fármacos.

Los psicoestimulantes, como el metilfenidato, se
reservan generalmente para las personas depresivas que
están encerradas en sí mismas, lentas y cansadas, o
que no han mejorado después de haber usado todas las otras
clases de antidepresivos. Las posibilidades de su abuso son muy
elevadas. Como los psicoestimulantes tienden a hacer efecto
rápidamente (en un día) y facilitan la
deambulación, a veces se recetan a personas deprimidas de
edad avanzada que están convalecientes de una
cirugía o de una enfermedad que las ha tenido
postradas.

Psicoterapia

La psicoterapia usada conjuntamente con los
antidepresivos puede favorecer en gran medida los resultados del
tratamiento farmacológico. La psicoterapia individual o de
grupo puede ayudar a la persona a reasumir de modo gradual
antiguas responsabilidades y a adaptarse a las presiones
habituales de la vida, acrecentando la mejoría conseguida
por el tratamiento farmacológico. Con la psicoterapia
interpersonal (humanista), la persona recibe una guía para
adaptarse a los diferentes papeles de la vida. La terapia
cognitiva puede ayudar a cambiar la desesperanza de la persona y
sus pensamientos negativos. La psicoterapia aislada puede ser tan
eficaz como la terapia farmacológica en el caso de las
depresiones leves.

Terapia electro
convulsionante

La terapia electro convulsionante (TEC) se usa para
tratar la depresión grave, particularmente cuando la
persona sufre psicosis, amenaza con suicidarse o se niega a
comer. Este tipo de terapia es generalmente muy eficaz y puede
aliviar la depresión rápidamente, a diferencia del
resto de los antidepresivos, que pueden tardar varias semanas en
producir efecto. La velocidad con que actúa la terapia
electro convulsiva puede salvar vidas.

En la terapia electro convulsionante, se colocan unos
electrodos en la cabeza y se aplica una corriente
eléctrica para inducir una convulsión en el
cerebro. Por razones desconocidas, la convulsión alivia la
depresión. Generalmente se administran de cinco a siete
sesiones, a días alternos. Como la corriente
eléctrica puede causar contracciones musculares y dolor,
la persona recibe anestesia general durante la sesión. La
terapia electro convulsionante puede causar una pérdida
temporal de memoria (raramente de forma permanente).

Manía

La manía se caracteriza por una excesiva
actividad física y sentimientos de euforia extremos que
son muy desproporcionados en relación a cualquier
acontecimiento positivo. La hipomanía es una forma leve de
manía.

Aunque una persona puede tener una depresión sin
episodios maníacos (trastorno unipolar), la manía
se presenta más frecuentemente como parte de una
enfermedad maniacodepresiva (trastorno bipolar). Las pocas
personas que parecen presentar sólo manía pueden
tener de hecho episodios depresivos leves o limitados en el
tiempo. La manía y la hipomanía son menos
frecuentes que la depresión y son también
más difícilmente identificables, porque mientras
que la tristeza intensa y prolongada puede llevar a consultar a
un médico, la euforia lo hace con mucha menos frecuencia
(ya que la gente con manía no es consciente de que haya un
problema en su estado mental o en su comportamiento). El
médico debe descartar la presencia de una enfermedad
orgánica subyacente en la persona que experimenta
manía por primera vez, sin episodio depresivo
previo.

Síntomas y
diagnóstico

Los síntomas maníacos se desarrollan
típicamente de forma rápida en unos pocos
días. En las fases precoces (leves) de la manía, la
persona se siente mejor que habitualmente y a menudo aparecen
más alegres, rejuvenecidas y con más
energías.

Una persona maníaca está generalmente
eufórica, pero también puede estar irritable,
reservada o francamente hostil. Generalmente cree que se
encuentra muy bien. Su ausencia de reparos en esta
situación, junto con una enorme capacidad de
actuación, pueden hacer que la persona se vuelva
impaciente, intrusiva, entrometida e irritable, con tendencia a
la agresión, cuando uno se acerca a ella. La actividad
mental se acelera (una situación llamada fuga de ideas).
La persona se distrae fácilmente y constantemente cambia
de tema o intenta abordar otro nuevo. Puede tener la falsa
convicción de riqueza personal, poder, inventiva y genio y
puede asumir de forma temporal identidades grandiosas, creyendo a
veces que es Dios.

La persona puede creer que está siendo ayudada o
perseguida por otras o tiene alucinaciones, con lo cual oye y ve
cosas que no existen. Disminuye su necesidad de sueño. Una
persona maníaca se implica en varias actividades de forma
inagotable, excesiva e impulsiva (como intento de negocios
arriesgados, visitar casas de juego o conductas sexuales
peligrosas) sin reconocer los peligros sociales inherentes a
dichas actividades. En casos extremos, la actividad física
y mental es tan frenética que se pierde cualquier
relación clara entre el humor y la conducta en una especie
de agitación sin sentido (manía delirante).
Entonces se requiere tratamiento inmediato, porque la persona
puede fallecer de agotamiento físico. En casos de
manía con menor grado de hiperactividad, se puede requerir
la hospitalización para proteger a la persona y a sus
familiares de la ruina por un comportamiento económico o
sexual desaforado.

La manía se diagnostica por sus síntomas,
que son característicamente obvios para el observador. Sin
embargo, como las personas con manía se caracterizan por
negar todo problema, los médicos generalmente tienen que
obtener la información de los miembros de la familia. Los
cuestionarios no se usan tan ampliamente como en la
depresión.

Tratamiento

Los episodios de manía no tratados finalizan de
modo más brusco que los de depresión y son
habitualmente más cortos, durando desde unas pocas semanas
hasta varios meses. El médico intenta por todos los medios
tratar al paciente en el hospital, porque la manía es una
emergencia médica y social.

Un fármaco, el litio, puede reducir los
síntomas de la manía. Debido a que el litio tarda
de 4 a 10 días en hacer efecto, a menudo se administra de
forma concomitante otro fármaco, como el haloperidol, para
controlar la excitación del pensamiento y de la actividad.
Sin embargo, el haloperidol puede provocar contractura muscular y
movimientos anormales, y por lo tanto se administra en
pequeñas dosis, en combinación con una
benzodiacepina, como el loracepam o el clonazepam, que aumentan
los efectos antimaníacos del haloperidol y reducen sus
desagradables efectos secundarios.

Enfermedad
maniacodepresiva

La enfermedad maniacodepresiva, también llamada
trastorno bipolar, es una situación en la cual los
períodos de depresión alternan con períodos
de manía o de algún grado menor de
excitación.

La enfermedad maniacodepresiva afecta en algún
grado a algo menos del 2 por ciento de la población. Se
piensa que la enfermedad es hereditaria, aunque se desconoce el
defecto genético exacto. La enfermedad maniacodepresiva
afecta por igual a hombres y mujeres y habitualmente comienza
entre los 10 y los 40 años.

Síntomas y
diagnóstico

El trastorno maniacodepresivo comienza generalmente con
depresión y presenta por lo menos un período de
manía en algún momento durante la enfermedad. Los
episodios de depresión duran habitualmente de 3 a 6 meses.
En la forma más grave de la enfermedad, llamada trastorno
bipolar de tipo I, la depresión alterna con manía
intensa. En la forma menos grave, llamada trastorno bipolar de
tipo II, episodios depresivos de corta duración alternan
con hipomanía. Los síntomas del trastorno bipolar
de tipo II a menudo vuelven a aparecer en ciertas estaciones del
año; por ejemplo, la depresión ocurre en el
otoño y en el invierno y la euforia menor ocurre en la
primavera o el verano.

En una forma aún más suave de la
enfermedad maniacodepresiva, llamada trastorno
ciclotímico, los períodos de euforia y de
depresión son menos intensos, habitualmente duran
sólo unos pocos días y vuelven a presentarse con
bastante frecuencia a intervalos irregulares. Aunque los
trastornos ciclotímicos pueden en último grado
evolucionar hacia una enfermedad maniacodepresiva, en muchas
personas este trastorno nunca conduce a una depresión
mayor o a la manía. Un trastorno ciclotímico puede
contribuir al éxito de una persona en los negocios, en el
liderazgo, en el logro de objetivos y en la creatividad
artística. Sin embargo, también puede ocasionar
resultados irregulares en el trabajo y en la escuela, frecuentes
cambios de residencia, repetidos desengaños amorosos o
separaciones matrimoniales y abuso de alcohol o drogas. En cerca
de un tercio de las personas con trastornos ciclotímicos,
los síntomas pueden conducir a un trastorno del humor que
requiera tratamiento.

El diagnóstico de la enfermedad maniacodepresiva
se basa en sus síntomas característicos. El
médico determina si la persona está sufriendo un
episodio maníaco o depresivo con el fin de prescribir el
tratamiento correcto. Cerca de un tercio de las personas con un
trastorno bipolar experimentan simultáneamente
síntomas maníacos (o hipomaníacos) y
depresivos. Esta situación se conoce como un estado
bipolar mixto.

Pronóstico y
tratamiento

La enfermedad maniacodepresiva reaparece en casi todos
los casos. A veces, los episodios pueden cambiar de la
depresión a la manía, o viceversa, sin
ningún período de humor normal de por medio.
Algunas personas cambian más rápidamente que otras
entre episodios de depresión y de manía. Hasta un
15 por ciento de las personas con enfermedad maniacodepresiva,
sobre todo mujeres, tiene cuatro o más episodios al
año. Las personas que sufren ciclos rápidos son
más difíciles de tratar.

Las incidencias de manía o hipomanía en la
enfermedad maniacodepresiva pueden ser tratadas como la
manía aguda. Los episodios depresivos se tratan igual que
la depresión. Sin embargo, en general, los antidepresivos
pueden provocar cambios de depresión a hipomanía o
manía y, a veces, producen cambios rápidos de ciclo
entre las dos situaciones. Por lo tanto, estos fármacos se
usan durante cortos períodos y sus efectos sobre el humor
son controlados con mucho cuidado. En cuanto se observan los
primeros indicios de cambio hacia la hipomanía o la
manía, se retira el antidepresivo. Los antidepresivos
menos propensos a causar variaciones en el humor son el
bupropión y los inhibidores de la monoaminooxidasa.
Idealmente, a casi todos los que padecen un trastorno
maniacodepresivo se les deberían administrar
fármacos estabilizantes del humor, como el litio o un
anticonvulsionante.

El litio no produce efectos sobre el estado del humor
normal, pero reduce la tendencia a cambios extremos del humor en
cerca del 70 por ciento de los que padecen un trastorno
maniacodepresivo. El médico controla los valores
sanguíneos de litio mediante análisis de sangre.
Los posibles efectos secundarios del litio incluyen temblores,
contracturas musculares, náuseas, vómitos, diarrea,
sensación de sed, incremento del volumen de orina y
aumento de peso. El litio puede empeorar el acné o la
psoriasis y puede causar una disminución de las
concentraciones sanguíneas de hormonas tiroideas. Los
valores muy altos de litio en sangre pueden provocar un dolor de
cabeza persistente, confusión mental, adormecimiento,
convulsiones y ritmos cardíacos anormales. Los efectos
secundarios aparecen con mayor frecuencia en las personas de edad
avanzada. Las mujeres, cuando intentan quedar embarazadas, deben
dejar de tomar litio porque éste puede (en raras
ocasiones) producir malformaciones cardíacas en el
feto.

Durante los últimos años se han
desarrollado nuevos tratamientos farmacológicos.
Éstos incluyen los anticonvulsionantes carbamacepina y
divalproato. Sin embargo, la carbamacepina puede causar una
disminución preocupante del número de
glóbulos rojos y de leucocitos, y el divalproato puede
dañar el hígado (sobre todo en los niños).
Estos problemas ocurren raramente cuando existe una cuidadosa
supervisión médica, y la carbamacepina y el
divalproato constituyen alternativas útiles al litio en la
enfermedad maniacodepresiva, especialmente en las formas mixtas o
en las de ciclos rápidos cuando éstas no han
respondido a otros tratamientos.

La psicoterapia se recomienda frecuentemente para
aquellos que toman fármacos estabilizantes del humor,
sobre todo para ayudarles a continuar con el tratamiento. Algunas
personas que toman litio se sienten menos alerta, menos creativas
y con menos control sobre las cosas que en condiciones
habituales. Sin embargo, la disminución real de
creatividad es poco frecuente, particularmente porque el litio
permite a las personas con enfermedad maniacodepresiva llevar una
vida más regular, mejorando su capacidad global de
trabajo. La terapia de grupo se usa con frecuencia para ayudar a
las personas y a sus cónyuges, o a sus familiares, a
comprender la enfermedad y a afrontarla en mejores
condiciones.

La fototerapia se utiliza a veces para
tratar a las personas con enfermedad maniacodepresiva,
especialmente las que tienen una depresión más leve
y de carácter más estacional: depresión en
otoño-invierno e hipomanía en primavera-verano.
Para la fototerapia se coloca a la persona en una
habitación cerrada con luz artificial. La luz se controla
para imitar la estación del año que está
tratando de crear el terapeuta: días más largos
para el verano y más cortos para el invierno. Si la dosis
de luz es excesiva, la persona puede sufrir un cambio hacia la
hipomanía o, en algunos casos, daño en los ojos.
Por lo tanto, la fototerapia debe ser supervisada por un
médico especializado en el tratamiento de los trastornos
del humor.

Para María cada día es una
nueva batalla para lograr seguir adelante. Muchos días no
tiene ánimo suficiente ni siquiera para levantarse de la
cama y cuando su marido vuelve a casa por la noche la encuentra
todavía en pijama y con la cena sin preparar. Llora muy a
menudo y hasta sus momentos de mejor humor se ven continuamente
interrumpidas por ideas de fracaso e inutilidad. Tareas tan
insignificantes como vestirse o hacer la compra le resultan muy
difíciles y el menor obstáculo le parece una
barrera infranqueable. Cuando se le recuerda que todavía
es una mujer atractiva y se le sugiere que salga a comprar un
vestido nuevo contesta, "esto es demasiado difícil para
mí, tendría que atravesar la ciudad en
autobús y probablemente me perdería, además
ya no soy atractiva".

Su forma de hablar y de andar es lenta y su
rostro tiene un aspecto triste. Antes era una mujer vivaz y
activa, colaboraba en asuntos sociales de su barrio, le gustaba
leer, pintar y era una anfitriona encantadora. Entonces
ocurrieron dos cosas: Su hijo empezó a ir a la escuela y
su marido fue ascendido a un puesto de gran responsabilidad que
lo obligaba a permanecer demasiado tiempo fuera de
casa.

Ahora ella languidece pensando si merece la
pena vivir y ha jugado con la idea de tomarse todo el frasco de
sus píldoras antidepresivas de una sola vez.

La indefensión como posible causa
de la depresión

En el caso anterior hemos visto aspectos de
la indefensión humana típicos ante la
depresión, pérdida del ánimo, llanto
incontrolado, ideación de ruina, pérdida de
interés y pensamientos suicidas. Estos son una parte de
los síntomas variados que acompañan a los estados
depresivos. La depresión es a la psicopatología lo
que el catarro a la medicina; nos afecta a todos, pero en mayor
medida a las mujeres (la proporción es de 3 mujeres por
cada hombre) aunque la mayor incidencia de suicidios consumados
corresponde a los varones. La prevalencia es mayor en mujeres
casadas que en solteras. Se ha demostrado que las mujeres
reaccionan de forma más ansiosa que los hombres frente a
las situaciones conflictivas de la vida.

Seguramente comprendamos el caso de
María porque en uno u otro momento todas nos hemos sentido
con el ánimo deprimido. Nos sentimos tristes; cualquier
pequeño esfuerzo nos cansa; perdemos el sentido del humor
y las ganas de hacer hasta aquello que normalmente más nos
entusiasma. Pero dichos estados de ánimo suelen ser
transitorios y al poco tiempo han remitido. Sin embargo, cuando
hablamos de depresión con la gravedad que impone dicha
etiqueta este estado se instaura permanentemente en nosotras como
si poco a poco fuéramos sumergiéndonos en un pozo
sin fondo del cual nos es imposible salir.

La mujer deprimida percibe a menudo fuertes
sentimientos de aversión hacia sí misma; se siente
inútil y culpable de sus insuficiencias. Pueden comenzar a
producirse ataques de llanto, pérdida de peso e insomnio.
La comida no sabe bien, el sexo no resulta excitante y se pierde
todo el interés por la gente afectivamente ligada a ella.
Esta mujer deprimida puede empezar a tener deseos suicidas. A
medida que sus intenciones se hacen más serias, las ideas
esporádicas se convierten en deseos; preparará
incluso un plan y lo pondrá en práctica. Hay pocos
trastornos psicológicos que sean tan debilitadores y
ninguno que produzca tanto sufrimiento como la depresión
grave.

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