Monografias.com > Historia
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

Documentos del Libertador Simón Bolívar




Enviado por Osmel Alvarez



  1. Doctrina bolivariana
  2. El
    ideario de Simón Bolívar
  3. Una
    república centralista
  4. El
    modelo de gobierno
  5. El
    senado hereditario
  6. El
    compromiso militar
  7. La
    presidencia vitalicia
  8. El
    poder moral
  9. El
    problema de la esclavitud
  10. Proclama del libertador
  11. Discurso de angostura
    (análisis)
  12. Pensamiento bolivariano
  13. El
    decreto de guerra a muerte
    (análisis)

Doctrina
Bolivariana

La metáfora del tiempo
histórico ha servido para conjugar en una misma
cronología los hechos de la Independencia de
América y la vida de un hombre: Simón
Bolívar. Esta circunstancia particular ha dado lugar al
relato estéril de una odisea heroica que, en medio de
batallas y frases memorables, impide la comprensión de los
acontecimientos en su contexto de emergencia y posibilidad. En
virtud de ello, Simón Bolívar permanece en la
memoria como "El Libertador de América", sin que el resto
de su vida y obra hayan sido apenas evocados y mucho menos
comprendidos.

Es cierto que, como afirma Rufino Blanco
Fombona, Bolívar ejerció el liderazgo de la empresa
política "más grandiosa que ha conocido la
humanidad", pero el empeño de este hombre no se agotaba en
la aventura de destruir colonias y fundar patrias como quien
corona territorios. La mayor empresa de Bolívar fue
precisamente aquella que nunca conquistó: la de construir
repúblicas sólidas mediante la edificación
de un Estado fuerte y un sistema democrático
liberal.

Es en este intento, cuya versión
más acabada fue el "proyecto de la Gran Colombia", donde
el Libertador muestra los distintos rostros que el olvido ha
pretendido acallar, y donde el rescate de las aspiraciones y
desaciertos del hombre por encima de las virtudes del
"héroe de la patria" es necesario no sólo para
visualizar la Independencia de América como un proceso
llevado a término por una multiplicidad de causas, sino
fundamentalmente para comprender las circunstancias que llevaron
a Bolívar a convertirse en "el fundador de la Patria"
cuando menos lo esperaba, y en el "Dictador de Colombia" cuando
menos lo deseaba. Quizá todo ello pueda servir
también para explicar por qué, hoy en día, a
casi doscientos años de su desaparición,
Simón Bolívar sigue siendo el presente de
América.

El ideario de
Simón Bolívar

En su vertiente social y política,
el estallido de la crisis de la sociedad colonial venezolana
permitió en su momento la maduración de un conjunto
de situaciones que merecen destacarse. En primer término,
la guerra facilitó la decantación de las llamadas
"ideas francesas" hasta convertirlas en ideas bolivarianas, es
decir, en ideas nacionales. Dicho de otro modo, las consignas de
libertad, igualdad, fraternidad y propiedad que alimentaban el
ideario claramente burgués de la Revolución
Francesa fueron reelaboradas por la elite política que
acompañaba a Simón Bolívar, quien, al
analizar las consecuencias sociales que produjera la
difusión de dichos postulados entre los esclavos, los
pardos y los indígenas, encontró en el cuerpo de
los militares republicanos al sector social que le
permitió cumplir con el doble propósito de crear
una república independiente y, al mismo tiempo, satisfacer
las aspiraciones de los individuos integrantes de la sociedad de
ese momento, con respecto a la libertad, la igualdad y la
propiedad.

La reflexión de Bolívar
partía del análisis de distintos hechos
traumáticos, tales como el hundimiento de la
República en el año 1812, en Venezuela, el fracaso
del restablecimiento republicano al año siguiente, en
1813, y la caída del gobierno republicano en la Nueva
Granada, ocurrido en 1815. Desde el Manifiesto de Cartagena,
escrito en 1812, Simón Bolívar había estado
insistiendo en las carencias políticas de la elite
ilustrada que propugnaba la Independencia. La guerra civil, la
ausencia de unidad, la excesiva valoración del
régimen federal, el apego a las ideas religiosas y la
simple intriga política, son los puntos que sobresalen en
el inventario que sirve de base a un balance contundente hecho
por el prócer: "nuestra división -dice- y no las
armas españolas, nos tornó a la
esclavitud".

Sin embargo, no fue hasta el Manifiesto de
Carúpano(1814), y posteriormente en la Carta de Jamaica
(1815), cuando Simón Bolívar expuso en forma
detallada sus criterios políticos respecto a la
situación social que impedía el desarrollo de los
gobiernos republicanos en Venezuela. El testimonio es importante
porque representa la primera lectura social del problema que
venían enfrentando las sociedades americanas desde el
estallido de la crisis política en España y la
Revolución en Haití: "el establecimiento en fin de
la libertad en un país de esclavos -comenta con
lúcida prosa el Libertador en el Manifiesto de
Carúpano (1814)- es una obra tan imposible de ejecutar
súbitamente, que está fuera del alcance de todo
poder humano; por manera que nuestra excusa de no haber obtenido
lo que hemos deseado es inherente a la causa que seguimos; porque
así como la justicia justifica la audacia de haberla
emprendido, la imposibilidad de la adquisición califica la
insuficiencia de los medios".

Los esclavos a los que se refiere
Bolívar en el Manifiesto de Carúpano no son ya la
entidad genérica que identificara en su anterior
Manifiesto de Cartagena. Son hombres de carne y hueso; es
más, son hombres de carne, hueso y armas. Son nada menos
que la expresión concreta de la angustia que surgiera en
la sociedad caraqueña desde finales del siglo XVIII y que
representaba una amenaza tangible para la aspiración de
los criollos americanos con respecto a una transferencia
pacífica del ejercicio del poder. Son, para ser precisos,
los pardos y los esclavos que acompañaban normalmente a
los generales realistas como Domingo de Monteverde, José
Tomás Boves y Francisco Tomás Morales. Son, para
decirlo en las propias palabras de Bolívar, el "vicio
armado".

Una
república centralista

Para Simón Bolívar -y esto es
importante subrayarlo porque allí radica la razón
de su liderazgo político-, la sociedad venezolana de los
años comprendidos entre 1811 y 1821 es testigo y
protagonista del enfrentamiento entre la "simple filosofía
política" y el "vicio armado con el desenfreno de la
licencia". Para él, los americanos han preferido la "vil
codicia", amparada en el saqueo, y por tanto advierte a sus
contemporáneos de que la suerte del experimento
republicano dependerá de la solución de este
conflicto. ¿Cómo resolverá Simón
Bolívar semejante disyuntiva?

En primer lugar, sugirió y
realizó una ruptura con los postulados políticos
federales que, desde su punto de vista, habían llevado al
fracaso a los gobiernos republicanos en Venezuela y en la Nueva
Granada. La república que propondrá e
intentará construir será férreamente
centralista, amparada en el único medio que le garantizaba
el triunfo: el gobierno dictatorial. En segundo lugar, ante la
ausencia de un sector de propietarios e intelectuales ilustrados,
cuyo mayor número de integrantes había sido
asesinado en las primeras escaramuzas de la guerra o había
tenido que escapar del país dejando tras de sí
propiedades y enseñanzas, Simón Bolívar
elaboró un programa político orientado a favorecer
las aspiraciones sociales de la elite militar que lo
acompañaba.

La república que proponía
construir en sus escritos era ni más ni menos que la de
los libertadores y para ellos habría en su espacio
garantías políticas sustantivas, tales como la
presidencia vitalicia, el senado hereditario, el poder moral y la
Ley de Haberes Militares. Sin embargo, la fuerza de las
circunstancias determinó que estas aspiraciones se
concretaran más por la vía de los hechos que por
otra senda más racional y elaborada: la galería de
dictadores militares que hasta hace pocos años
exhibió el escenario latinoamericano es buena prueba de
ello. Hay que reconocer que las tendencias autoritarias que han
estado vigentes en la política venezolana del siglo XX han
tenido en una lectura -acaso demasiado a la letra- de este
apartado de los postulados bolivarianos su aprovechada fuente de
inspiración.

Habría que añadir aún
que, consciente del problema social que suponía la
existencia de la esclavitud, Simón Bolívar
incorporó a su discurso el cuestionamiento institucional
de la misma, mediante una respuesta del programa de acción
militar desarrollado para construir los cimientos de la
República. Convencido de la idea de que la permanencia de
la esclavitud conducía fatalmente a las salidas extremas
de la rebelión y el exterminio, la República que se
proponía construir debería arbitrar en forma
prioritaria los medios que facilitaran una progresiva
desaparición en el futuro de la institución
esclavista.

La solidez de este cuerpo de planteamientos
políticos permitió a Simón Bolívar
convocar, en 1819, el Congreso de Angostura. Con su
instalación puede hablarse de la puesta en práctica
de la república bolivariana, que producirá la
existencia real de la República de Colombia. El control
militar de la región guayanesa generó asimismo una
actitud favorable hacia la causa independentista en el exterior.
En Estados Unidos, el presidente Monroe reconoció el
conflicto como una guerra entre iguales. En el Reino Unido, Luis
López Méndez obtuvo mayores facilidades para el
envío de tropas, contratación de empréstitos
y remisión de equipos militares. Y si bien para 1820 no se
habían resuelto del todo las disidencias en el
ejército republicano y la mayor parte del territorio
venezolano se mantenía bajo el control del general
realista Pablo Morillo, la instalación del Congreso de
Angostura, la alianza con José Antonio Páez, la
transformación del cuartel de Angostura en capital de la
República y la edición de El Correo del Orinoco con
el concurso de numerosos civiles de prestigio, configuraron un
cuadro político que permitiría intentar la
conversión del régimen dictatorial, que
venía imperando desde 1811, en un gobierno
constitucional.

El modelo de
gobierno

Las propuestas de Simón
Bolívar, de 1820, no constituyeron un programa de
acción política de carácter provisional,
sino que eran ya un programa de gobierno sólido y con
porvenir, destinado a dar estabilidad a la República,
hacerla perdurable y, al mismo tiempo, borrar en el ánimo
de los ciudadanos los efectos perjudiciales de la
dominación colonial.

En el Discurso de Angostura -la primera
pieza orgánica de la conciencia americana y sin duda el
primer análisis sociológico moderno de la realidad
hispanoamericana-, después de sugerir un concepto de
práctica política identificado con los principios
aristotélicos de sabiduría, rectitud y prudencia,
Simón Bolívar consideró y dio por hecho que
la República tenía ya ciudadanos aptos para
gobernarla.

En tal sentido, propuso tres caminos que
trajeran a la República la deseada estabilidad y
resolvieran la ausencia de virtud que padecía. El primero
era el establecimiento de un poder ejecutivo fuerte y vitalicio.
El segundo era la creación del senado hereditario. El
tercero, en fin, era la educación del resto de los
ciudadanos, y estaba basado en los lineamientos del culto
vico de la república jacobina.

Este proyecto republicano, que mezcla los
principios y la naturaleza de una república
aristocrática con las leyes y funcionamiento de una
monarquía, constituye la más acabada
expresión de la reelaboración de las ideas
ilustradas para convertirlas en respuestas factibles y
practicables en el gobierno de las colonias españolas de
América. Se trata de la república bolivariana que
madurará con el establecimiento de la República de
Colombia a partir de 1821.

El senado
hereditario

En la realización de este ensayo,
Simón Bolívar tomó como modelo la
legislación británica en lo concerniente a
libertades, soberanía, división de poderes y otros
criterios parecidamente tradicionales del liberalismo
inglés. Mención especial requieren los puntos
relacionados con la específica organización de la
República y la particular revisión del
régimen de la propiedad esclavista.

Convencido de la viabilidad de su modelo,
Simón Bolívar propuso un cuerpo legislativo
semejante al parlamento inglés. La Cámara de
Representantes quedaba constituida a semejanza de la establecida
por la Constitución venezolana de 1811, es decir, mediante
el ejercicio del sufragio por parte de los ciudadanos calificados
para ello por la ley. Sin embargo, la Cámara del Senado
sufrió una transformación radical en su naturaleza
electiva y en su conformación. Era un senado particular y
de nuevo diseño, y que no se correspondía por tanto
con el modelo de la teoría política clásica
de las repúblicas democráticas y
aristocráticas.

El senado de la república
bolivariana se constituyó siguiendo las pautas de los
poderes intermediarios establecidos para la monarquía. No
era electivo sino hereditario. No tenía funciones
ejecutivas ni verdaderamente legislativas, sino que hacía
las veces de mediador. Como la nobleza en las monarquías,
era base y garante de la perdurabilidad del régimen; en
este caso, de la república.

Este senado hereditario fue la respuesta
política que permitía al Libertador otorgar a la
elite militar la cuota de poder necesaria para comprometerla con
la creación de la República. Era una respuesta que
comprometía su particular poder de beligerancia: las
armas. La búsqueda del compromiso de los militares,
mediante el reconocimiento de su influencia en la
conducción política del régimen que se
pensaba establecer, es lo que nutría el liderazgo de
Simón Bolívar sobre sus otros
contemporáneos, fueran éstos del bando republicano
o del bando monárquico.

El compromiso
militar

La propuesta de Simón Bolívar
tuvo éxito y perdurabilidad histórica porque
comprometió a la elite militar en el conjuro de dos
adversarios poderosísimos en la sociedad venezolana de
finales del siglo XVIII y comienzos del XIX: la desunión
del sector republicano y la anarquía. La desunión
entre los republicanos se expresó en una aguda
polémica entre el centralismo y el federalismo, cuyo
origen se remontaba a la misma instrumentación de las
reformas borbónicas y la creación de la
Capitanía General de Venezuela, en el año 1777. La
difusión de las ideas de anarquía, por otra parte,
fue dirigida hábilmente por el adversario realista
mediante el atizamiento de las aspiraciones igualitarias entre
los pardos, los indígenas y los esclavos.

El senado hereditario, según las
propias palabras de Bolívar "será la traba de este
edificio delicado y harto susceptible de impresiones violentas".
Dicho de otro modo, el senado de la república bolivariana
debía ser baluarte de la libertad y apoyo para consolidar
y eternizar la institución de la
República.

No obstante, al estar advertido del
extrañamiento y la escasa habilidad de los americanos en
el manejo de los asuntos públicos, Bolívar
contempló como medida supletoria la educación de
los descendientes de los primeros integrantes del senado
hereditario. Los hijos de los senadores – proponía, poco
más o menos- deberán educarse en un colegio
especialmente destinado para instruir a aquellos tutores que se
convertirán en los futuros legisladores de la patria.
Tomando en cuenta que estos dirigentes no se
corresponderían en su origen con una especialmente
encumbrada posición económica o saber intelectual,
requisitos previos de la teoría política
clásica para el ejercicio de la política, los
dirigentes de la república bolivariana que "no
saldrían del seno de las virtudes […] saldrán del
seno de una educación ilustrada".

La presidencia
vitalicia

En relación con la particularidad
del poder legislativo, la república bolivariana
proponía también un poder ejecutivo fuerte y
sólido. Simón Bolívar tomó como
modelo las normas británicas y en su discurso
demostró poseer un conocimiento detallado de los
postulados de Montesquieu. El poder ejecutivo de la nueva
República que se proyectó construir debía
superar las insuficiencias que dieron al traste con los ensayos
republicanos de 1811 y 1813, en Venezuela, y de 1815, en Nueva
Granada.

Para lograrlo, no obstante, Simón
Bolívar juzgó pertinente adoptar una fórmula
que, al estilo de las monarquías, centralizase las
más importantes funciones del gobierno, pero que guardara
una distancia sustancial en relación al origen de su
poder. El primer magistrado de la república bolivariana no
debería su ascensión a una sucesión
dinástica: sería electo por el pueblo o sus
representantes. En síntesis: no sería un monarca,
sino un presidente.

Las proposiciones de Simón
Bolívar al auditorio republicano de 1819 respondían
a objetivos políticos básicos y fundamentales: dar
solidez a la República por un espacio abierto de tiempo y
dotar de estabilidad al régimen político mediante
el concurso de los nuevos intereses políticos surgidos en
el escenario venezolano al amparo de la guerra social.
Así, el poder político otorgado a la presidencia
vitalicia y al senado hereditario se complementaban con la
instrumentación de un nuevo poder que Bolívar
convino en denominar "poder moral".

El poder
moral

Este poder moral de la república
bolivariana se encuentra estrechamente vinculado con el senado
hereditario. En el proyecto bolivariano, el senado hereditario no
sólo es el garante de la permanencia de la
República; en sus manos está también la
designación de los integrantes del novísimo poder
moral, es decir, la misma regeneración de una sociedad
abatida por el régimen colonial. Así como los
futuros senadores obtendrían del gobierno republicano una
educación ilustrada que los capacitaría para el
ejercicio del gobierno, el resto de los venezolanos, que "aman la
patria pero no sus leyes", tendrán que robustecer "su
espíritu mucho antes de que logren digerir el saludable
nutritivo de la libertad". A estos efectos, la república
bolivariana contempló la creación de un poder moral
cuyo "dominio sea la infancia y el corazón de los hombres,
el espíritu público, las buenas costumbres y la
moral republicana". Con esta nueva formulación,
Simón Bolívar otorgó a la elite militar el
poder de conducir el proyecto republicano por un espacio de
tiempo considerable y con facultades extraordinarias en su
ejercicio. Nunca antes en la teoría política
moderna se había dado un paso semejante: porque, en
definitiva la república bolivariana hizo viable -y hasta
necesaria- la práctica jacobina del culto
cívico.

El problema de la
esclavitud

El inventario de las circunstancias
políticas que llevaron al establecimiento de la
República durante el estallido de la crisis de la sociedad
colonial, quedaría incompleto si se olvidara considerar el
último aspecto medular de la teoría política
bolivariana: el tratamiento del problema de la esclavitud. Este
aspecto merece una atención especial. En parte, por
producirse en el marco de una erizada realidad social, la de los
años que transcurren entre 1810 y 1830 en Venezuela, pero
sobre todo, y esto hay que subrayarlo, porque son hechas desde
una apreciación política de raigambre liberal, como
es la de Simón Bolívar.

El tópico de la esclavitud aparece
en el discurso bolivariano desde 1816, pero no será hasta
1819 cuando su acción política preste
atención a la permanencia o no de la institución
esclavista. Es en este último momento cuando las ideas de
Simón Bolívar hacen de la abolición de la
institución esclavista un instrumento orientado a
garantizar el éxito de la campaña militar que
venía desarrollando en la dirección de establecer
una república.

Al comienzo, en torno a 1816, como se ha
señalado, en el discurso de Bolívar la libertad de
los esclavos está relacionada con las gestiones que
realiza en favor de la restitución republicana y el
compromiso adquirido con el gobierno de Haití. Así,
después de la expedición de Los Cayos, que
desembarca en abril de 1816, al anunciar en la isla de Margarita
el restablecimiento del régimen republicano, Simón
Bolívar hizo pública la propuesta de
abolición de la esclavitud por cuanto "la naturaleza, la
justicia y la política piden la emancipación de los
esclavos".

Sin embargo, estas primeras gestiones no
surten los rápidos efectos esperados y Simón
Bolívar, al informar al presidente haitiano Alejandro
Petión del resultado de sus proclamas, es
categórico al señalar la presentación de
apenas un centenar de hombres entre los esclavos que habitaban en
el territorio republicano. Para el Libertador, la tiranía
de los españoles ha puesto a los esclavos en "tal estado
de estupidez […] que han perdido hasta el deseo de ser
libres".

Una situación relativamente distinta
se presenta a partir de 1819, cuando vuelve a insistir en la
necesidad de liberar a los esclavos y solicita al Congreso de
Angostura la ratificación de sus proclamas de 1816 y la
promulgación del Decreto de Libertad en febrero de
1820.

En su correspondencia mantenida durante
1821 con el general Francisco de Paula Santander se encuentran
los razonamientos precisos que explican la insistencia de
Bolívar para que la República de Colombia dé
cabal cumplimiento al texto del Decreto de 1820. Después
de la proclamación de la República de Colombia,
Simón Bolívar solicita reiteradamente a Santander
"el levantamiento (leva) de esclavos" para su inmediata
incorporación al ejército republicano. Frente a la
contundente negativa del vicepresidente de Colombia, en el
sentido de dar curso a su exigencia, el Libertador remite desde
la ciudad de San Cristóbal un oficio pormenorizado de las
razones que le asisten para hacer esta solicitud.

En su carta del 20 de abril de 1820, por
ejemplo, señala que la opinión política de
Colombia está confundida cuando establece una
relación análoga entre "libertad de esclavos" y
"levantamiento de esclavos", siendo esto último lo
autorizado por el Decreto de 1820. Indica que "sólo he
mandado que se tomen los esclavos útiles para las armas".
De otro modo, liberando todos los esclavos, éstos
serían más bien "perjudiciales" para la
República.

Para Simón Bolívar la
actuación del Congreso de Angostura y su solicitud de tres
mil esclavos se apoya en "obvias razones" militares. Por un lado,
el ejército republicano está necesitado de "hombres
robustos y fuertes acostumbrados a la inclemencia y a las fatigas
[…] en quienes el valor de la muerte sea poco menos que el de
su vida". Por otro lado, las razones políticas son
"más poderosas". A su parecer, el Congreso de Angostura,
al atender su prédica antiesclavista, no ha obrado contra
la propiedad, sino que al seguir lo recomendado por Montesquieu,
resguarda al régimen republicano de una eventual
rebelión de esclavos porque "tales gentes son enemigos de
la sociedad y su número sería
peligroso".

Una idea central del discurso bolivariano
es que "todo gobierno libre que comete el absurdo de mantener la
esclavitud es castigado por la rebelión y algunas veces
por el exterminio". Por supuesto que Simón Bolívar
tiene aquí presente la experiencia coetánea de la
Independencia haitiana y las consecuencias que ésta tuvo
en el ámbito venezolano. Para convencer a sus
interlocutores no toma el camino moralista que lo llevaría
a debatir acerca de la justicia o injusticia de la esclavitud. Su
pensamiento sigue un sendero más propicio y comprensible
para una sociedad cargada por la discriminación y la
exclusión, apelando al miedo: "Hemos visto en Venezuela –
escribe Bolívar- morir la población libre y quedar
la cautiva; no sé si esta es política, pero
sí sé que si en Cundinamarca no empleamos a los
esclavos sucederá otro tanto".

En la realización de esta tarea, las
consideraciones políticas y económicas del
liberalismo cedieron su espacio a los requerimientos militares de
la República. En tal sentido, la actitud de aquellos
propietarios que se negaron a ceder sus poblaciones de esclavos
fue propia de "hombres alucinados". Hombres que no entienden que
"los españoles no matarán a los esclavos, pero
sí matarán a los amos y entonces se perderá
todo". En una palabra, por el atajo de la necesidad se
llegó al cumplimiento de un principio, y el incumplimiento
de esta aspiración tendrá un peso específico
particular a la hora de la desmembración de Colombia en
1830.

Proclama del
Libertador.

El 10 de diciembre de 1830 es el día
de la última proclama del Libertador, dictada desde su
lecho de moribundo. Firmó el testamento y recibió
los Santos Sacramentos de manos del humilde cura de la aldea de
Mamatoco, quien llegó en la noche con sus acólitos
y varios indígenas.

Luego, rodeado de sus más
íntimos amigos, como José Laurencio Silva, Mariano
Montilla, Joaquín de Mier, Ujueta, Fernando
Bolívar, etc., el notario Catalino Noguera empezó a
leer el histórico documento, pero apenas llegó a la
mitad, porque la emoción y el dolor le ahogaron la voz.
Continuó la lectura Manuel Recuero. La última
Proclama dice así:

Simón Bolívar,

Libertador de Colombia, etc. A los pueblos
de Colombia Colombianos:

Habéis presenciado mis esfuerzos
para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía.
He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aun
mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me
persuadí que desconfiábais de mi desprendimiento.
Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me
es más sagrado, mi reputación y mi amor a la
libertad. He sido víctima de mis perseguidores, que me han
conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono.

Al desaparecer de en medio de vosotros, mi
cariño me dice que debo hacer la manifestación de
mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la
consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar
por el bien inestimable de la Unión: los pueblos
obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la
anarquía; los ministros del santuario dirigiendo sus
oraciones al cielo; y los militares empleando su espada en
defender las garantías sociales.

¡Colombianos! Mis últimos
votos son por la felicidad de la patria. Si mi muerte contribuye
para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo
bajaré tranquilo al sepulcro.

Hacienda de San Pedro, en Santa Marta, a 10
de diciembre de 1830. Simón Bolívar

DISCURSO DE
ANGOSTURA (ANALISIS)

Discurso pronunciado por Simón
Bolívar el 15 de febrero de 1819, en la provincia de
Guayana, con motivo de la instalación del segundo Congreso
Constituyente de la República de Venezuela en San
Tomé de Angostura (hoy Ciudad Bolívar). En este
documento Bolívar como jefe del Estado se dirige a los
congresistas del país no sólo para expresar su
opinión sobre lo que debía ser el proyecto
constitucional a sancionarse, sino también una profunda
reflexión sobre la situación que vivía
Venezuela a fines de 1818. En relación al proceso de
elaboración de dicho texto, el mismo se llevó a
cabo fundamentalmente en su residencia de Angostura durante los
últimos meses de 1818. Asimismo, no vaciló
Bolívar en confiar los originales de este importante
documento a Manuel Palacio Fajardo, estadista dotado de talento y
erudición, para que le diera su opinión. En este
sentido, Palacio Fajardo formuló algunas observaciones,
que Bolívar acepto con humildad. El 15 de febrero de 1819,
día fijado para la instalación del Congreso que el
propio Bolívar había convocado, una salva de
cañonazos, unidas a las aclamaciones del pueblo,
señaló a las 11 a.m., la llegada del Libertador,
jefe supremo de la República y de la comitiva que lo
acompañaría a la sede del Congreso.

En el discurso pronunciado durante casi una
hora ante El Congreso de Angostura, el Libertador analizó
de manera profunda la realidad de su tiempo, señalando la
conveniencia de que las instituciones que surgieran en
América a raíz de la Independencia, debían
responder a las necesidades y posibilidades de estas sociedades,
sin copiar modelos de tierras extrañas. Aunque se reconoce
en este documento lo favorable del régimen federal para
otras naciones; se sostiene que en el caso de Venezuela es
preferible un Centralismo, basado en un Poder Público
distribuido en las clásicas ramas: Ejecutivo, Legislativo
y Judicial; resaltando la fortaleza del Ejecutivo. Sugiere
también Bolívar que a estos tres poderes se agregue
una cuarta instancia denominada Poder Moral, destinado a exaltar
el imperio de la virtud y enseñar a los políticos a
ser probos e ilustrados. Asimismo, concebía la idea de una
Cámara Alta hereditaria, para mantener en ella la
tradición edificante de los padres de la patria; lo cual
no encajó muy bien con la letra del Poder Moral. En una
demostración de gran ilustración el Libertador hace
reminiscencias de Grecia y Roma y examina las instituciones
políticas de Gran Bretaña y Estados Unidos, citando
para esto a filósofos y políticos de la
Enciclopedia y de la Revolución Francesa, para desembocar
en la necesidad de instaurar un sistema
republicano-democrático, con proscripción de la
nobleza, los fueros y privilegios, así como de la
abolición de la esclavitud. Otro aspecto al que
dedicó una importancia fundamental en el proceso de
consolidación de las repúblicas latinoamericanas,
fue a la educación. En este sentido, para él educar
era tan importante como libertar. De lo que se desprende su
memorable sentencia: "Moral y luces son los polos de una
República, moral y luces son nuestras primeras
necesidades". Después de desarrollar otros tópicos
relacionados con una visión sobre la grandeza y el
poderío de la América libra y unida, cierra
Bolívar su discurso con la siguiente exhortación al
Congreso: " Señor, empezad vuestras funciones: yo he
terminado las mías". Tras esto hizo entrega de un proyecto
de Constitución así como del Poder Moral, a fin de
que fueran estudiados por los diputados, añadiendo: "El
Congreso de Venezuela está instalado; en él reside,
desde este momento, la Soberanía Nacional. Mi espada y las
de mis ínclitos compañeros de armas están
siempre prontas a sostener su augusta autoridad. ¡Viva el
Congreso de Venezuela!".

Luego de pronunciar su discurso,
Bolívar tomó juramento a los diputados y luego puso
en manos del presidente del Congreso, Francisco Antonio Zea, su
bastón de mando, renunciando con esto a su cargo de jefe
supremo; lo que no fue aceptado por el poder legislativo, que por
unanimidad se lo devolvió. El discurso efectuado por
Bolívar ante el Congreso de Angostura, fue publicado
(aunque incompleto) los días 20 y 27 de febrero y 6 y 13
de marzo en las columnas del Correo de Orinoco. También
fue traducido al inglés por James Hamilton e impreso en
los talleres de Andrés Roderick, en Angostura. En abril
de

1820, circuló en Bogotá un
folleto con el texto en español revisado por el propio
Bolívar. Por mucho tiempo estuvo extraviado el manuscrito
original que leyó el Libertador ante el Congreso de
Angostura, hasta que en 1975 los miembros de la familia
británica Hamilton-Grierson, descendientes de James
Hamilton (quien lo había conservado en su poder) lo
devolvieron a la nación venezolana

Pensamiento
Bolivariano:

La moral pública, que debe amparar
la existencia del Estado, y con lo que Bolívar fue
tajante, ya que estaba consciente de que para que un Estado pueda
brindar una verdadera justicia social, debe primero ser un Estado
fundamentado bajo los sólidos pilares de la moral, ya que
un Estado sin moral equivale a un Estado soberbio,
hipócrita, incapaz de exigir el desarrollo armónico
de sus componentes.

Así, Bolívar postuló
como una característica esencial para el progreso y
desarrollo de una nación: La

Moral, que deviene en un primer momento
desde el fuero interno de cada uno de sus ciudadanos, para luego
ser traspolada a cada uno de los órganos y componentes del
Estado, para consolidar la formación de una
auténtica moral republicana capaz de guiar la actuaciones
de todos aquellos hombres que se encontraren insertos en la
estructura del Estado, con la finalidad de que el mismo marchare
hacia la consecución de sus objetivos, es decir, el
bienestar y la felicidad social. Es por ese motivo que nuestro
Libertador constantemente se pronunció expresando que "sin
moral republicana no puede haber gobierno libre" ; indicando a su
vez que "la destrucción de la moral pública causa
bien pronto la disolución del Estado".

En efecto, para Bolívar la
única forma de lograr la existencia de un Estado que en
realidad estuviera en condiciones y en la capacidad de generar
bienestar social, partía de que el mismo estuviera
cimentado sobre fuertes parámetros morales, puesto que
quien no posee moral resulta esclavo de sus debilidades y de
aquellos que juegan al dominio de las mismas.

Es claro que para Bolívar era
necesaria la articulación de una organización o
cuerpo institucional que tuviera la responsabilidad principal
sobre la consolidación y fortalecimiento de la moral
republicana en todo el entramado orgánico que conforma al
Estado, así como también en cada uno de los
ciudadanos que lo integran, y es precisamente de ello que surge
en el pensamiento bolivariano la necesidad de dar vida a otro
poder de Estado encargado de tales objetivos, siendo por ello que
propuso en su Discurso de Angostura incorporar a la
trilogía clásica del Poder Público, el
llamado Poder Moral, que resulta fuente inspiradora directa del
actual Poder Ciudadano que se encuentra previsto en el
artículo 273 constitucional.

Para este Poder Moral, Bolívar
adoptó la influencia tanto de Esparta, Atenas y Roma,
creando una fusión de diversas instituciones de aquellos
países, propios de la dialéctica que
caracterizó su pensamiento, dando así
creación a un cuerpo compuesto por una Cámara de
Moral y una Cámara de Educación, las cuales
tendrían, respectivamente, la finalidad de velar por el
resguardo de la ética, tanto en el ejercicio de los
gobernantes y en la actuación de las instituciones del
Estado, así como también en los actos de los
ciudadanos, siempre y cuando atentaran contra las buenas
costumbres y la moral pública.

Se puede apreciar entonces que la
concepción de la moral pública ideada por el
Libertador se encontraba orientada a la lucha por lograr un
cambio en el sentir y el pensar de los ciudadanos de la
República, una auténtica revolución social
que abarcara dentro de sí a todos y cada uno de los
aspectos que el término social involucra, dentro del cual,
desde luego, encontraba espacio y relevancia fundamental el
factor cultural que presuponía un auténtico cambio
interno de los ciudadanos, donde la moral sería la primera
herramienta necesaria para que dicho cambio pudiera tener una
armónica y debida verificación.

El Decreto de
Guerra a Muerte (Analisis)

Célebre documento dictado por
Simón Bolívar y dado a conocer en la ciudad de
Trujillo, el 15 de junio de 1813. La Proclama de guerra a muerte,
fue la respuesta de Bolívar ante los numerosos
crímenes perpetrados por Domingo de Monteverde, Francisco
Cervériz, Antonio Zuazola, Pascual Martínez,
Lorenzo Fernández de la Hoz, José Yánez,
Francisco Rosete y otros jefes realistas luego de la caída
de la Primera República. La matanza de los republicanos
por parte de los jefes españoles llegó a extremos
tales de provocar el rechazo de personajes adictos a la causa
monárquica. Uno de ellos fue el abogado fue el abogado
Francisco de Heredia, oidor y regente de la Real Audiencia de
Caracas, quien pidió en distintas formas que cesaran las
ejecuciones, lo cual no sucedió. Según el
testimonio del propio Heredia relatado en sus Memorias, un fraile
capuchino de las misiones de Apure que actuaba como uno de los
partidarios de Monteverde, exhortó en una ocasión
«… en alta voz a los soldados, de siete años
arriba, no dejasen vivo a nadie…» Bolívar en su
Campaña Libertadora de 1813 recibió
información de la consumación de hechos como el
relatado por Heredia, lo que le llevó a expresar el 8 de
junio en Mérida: «Nuestro odio será
implacable y la guerra será a muerte».

Al pronunciamiento de Bolívar del 8
de junio siguió la proclama el 15 de junio en Trujillo del
Decreto a muerte el cual termina de la manera siguiente:
«…Españoles y canarios, contad con la muerte, aun
siendo indiferentes, si no obráis activamente en obsequio
de la libertad de Venezuela. Americanos, contad con la vida, aun
cuando seáis culpables». En una primera instancia
esta manifestación fue considerada por Bolívar como
ley fundamental de la República, que luego
ampliaría y ratificaría en el cuartel general de
Puerto Cabello, mediante una proclama del 6 de septiembre del
mismo año 1813, acto que según algunos
historiadores puede ser considerado como un «Segundo
Decreto de Guerra a Muerte». Posteriormente, cuando en el
segundo semestre de 1813 aparecen en escena José
Tomás Boves y Francisco Tomás Morales, la matanza
se hace más intensa por parte de los realistas y la
respuesta de los republicanos es radicalizar la aplicación
de la «guerra a muerte». Derivado de esto se produjo
la ejecución de los presos españoles y canarios de
Caracas y La Guaira ordenada por Bolívar en febrero de
1814. En este último año la «guerra a
muerte» se recrudece, perdiéndose numerosas vidas de
ambos bandos. Asimismo, es en este contexto de destrucción
en el que cae la Segunda República.

Entre los años 1815, 1816 y 1817 la
«guerra a muerte» se extiende a la Nueva Granada, en
donde el general Pablo Morillo la ejecuta con la mayor crueldad.
Entre las numerosas víctimas de Morillo se pueden destacar
el científico Francisco José de Caldas, los
estadistas neogranadinos Camilo Torres y Manuel Rodríguez
Torices y los patriotas venezolanos Andrés Linares y
Francisco José García de Hevia. A pesar de haber
sido Bolívar el autor del decreto de guerra sin cuartel,
en varias ocasiones consideró la posibilidad de la
derogación de dicho instrumento. En tal sentido, en su
proclama de Ocumare del 6 de julio de 1816, expresó que:
«…La guerra a muerte que nos han hecho nuestros enemigos
cesará por nuestra parte: perdonamos a los que se rindan,
aunque sean españoles. Ningún español
sufrirá la muerte fuera del campo de batalla»; lo
cual obviamente buscaba humanizar la contienda militar.
Finalmente, el 26 de noviembre de 1820 se celebró en
Trujillo, en el mismo lugar donde se proclamó la
«guerra a muerte», el Tratado de
Regularización de la Guerra, el cual derogaba el decreto
de 1813.

 

 

Autor:

Osmel Alvarez

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter