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El enigma de la mujer




Enviado por alberto sequera d.



Partes: 1, 2

  1. Introducción a la mujer
  2. El origen del hombre es la mujer
  3. Mística y erudición
  4. Naturaleza de los conceptos
  5. Naturaleza y mito
  6. Naturaleza y ser
  7. Naturaleza y destino
  8. El imperio de la mujer
  9. Naturaleza del sexo de la mujer
  10. Epílogo

UNA NOCIÓN ILUSTRE Y REALISTA SOBRE LA MUJER

EN LA CONCIENCIA DE UN HOMBRE

EN EL MUNDO

SERIE NATURALEZA INDÓMITA

El ser humano es un ser que navega en lo profundo. Nació en lo profundo, vive en lo profundo, procura crecer en lo profundo y desaparece en lo profundo. El ser humano proviene de lo profundo y todo su acontecer sucede en lo profundo.

Todo lo que el ser humano es, en toda su realidad, por elemental que sea, o por lo extremadamente compleja, tiene su cimentación y su máxima aspiración, en lo profundo.

El ser humano es y bien podría no ser, pero es. Y es como es, por ser como es.

La historia de la cultura y el contenido de su ser, que es el conocimiento, nos hablan de la existencia del ser humano, en sus nociones sobre lo profundo.

Profundo es el pensamiento, por estar depositado en el cerebro, que a su vez, es tanto mas profundo. Profundo es el sentimiento, por estar dispuesto en el corazón, que sin duda es aún más profundo.

El ser humano ama, desea y piensa. Esos tres verbos, constituyen toda la realidad de la esencia de su ser.

La historia de la cultura, ha tenido como objeto, consolidar las conjugaciones, en las cuales, algunas realidades de esos tres verbos, se han dado.

Ha consolidado las conjugaciones que se han expresado, pero no todas las conjugaciones que se pueden dar.

La historia de la cultura, es un pedazo de la cultura del ser humano en su totalidad. Nos habla de lo que el hombre ha sido y de lo que el hombre es. Pero tan solo un poco de lo que el hombre será.

Amar y pensar, son dos necesidades previas para poder desear.

Desear y amar, son dos características, conducentes, para objetivar con mesura el arte de pensar.

Pensar y desear, son las dos condiciones inequívocas que se precisan para amar.

El arte de pensar es dominar el arte del amor y el arte del deseo.

Muchos son los jóvenes que, hace diez, veinte, treinta, o cuarenta años, hubieran querido tener "este trabajo en sus manos"…Yo, también hubiera querido tenerlo. Sobre todo me hubiera evitado cometer tantas equivocaciones, de orden cotidiano, que aun siendo superfluas, han incidido tanto en el devenir existencial de todo hombre.

Todos los hombres hemos padecido frente a las mujeres, de un modo u otro, la estupidez de nuestra ignorancia. Lo que menos queremos los hombres, seamos banales o no, es que nuestros hijos, amigos y conocidos, tengan que sufrir "la misma realidad" a sabiendas de que ya suponíamos que eso sucedería. Eso sería una gran tontería. Porque les estaríamos ocultando lo que de suyo, los estaría llevando a un infierno absurdo en el cual ni nosotros mismos quisiéramos soportar.

El análisis de la realidad humana, desde la óptica de la existencia, es bien interesante. Se hace éste análisis imprescindible, toda vez que se nota que lo expresado por quienes han incursionado en un tema altamente delicado, no es suficiente para poder explicar la multitud de fenómenos que acompañan el devenir de la existencia en el curso de las generaciones.

La historia de la civilización con sus diez mil años, en todas las culturas y en sus diferentes etapas, ha intentado decir lo pertinente a su época. África, Asia, Europa, América y Oceanía han sido, con su historia, mitos, leyendas y tragedias, quienes nos han heredado, los contenidos eruditos de una temática tan antigua como el hombre mismo.

La fuerza con que la naturaleza ha impregnado a las culturas e incidido en el establecimiento de la civilización, se nota con mucho entusiasmo, incluso hoy, veinte siglos después de haber iniciado una nueva etapa, en la historia de nuestro planeta, Tierra.

La fuerza de los acontecimientos pasados, obligó a los emisarios de la cultura a comunicar los contenidos de esos acontecimientos, entendiéndose hoy que, existe una relación inequívoca entre la conquista territorial o el modo como se apropia del planeta y lo que acontece. Es decir, que hay acontecimientos que enlazan la realidad del habitar el planeta y sus consecuencias.

El impacto que produce la colonización del planeta, en la naturaleza humana, es semejante al impacto que produce la naturaleza humana, en el planeta.

El hecho inequívoco de que el hombre sea hijo de la mujer, constituye una realidad en la cual, es ineludible notar que la mujer existe desde antes. La mujer fue constituida con anticipación al hombre. Esto quiere decir que la condición humana, comenzó a manifestarse, habiéndose madurado primero en la mujer, toda la parafernalia necesaria para permitir al hombre su existencia, tanto en lo físico como en lo espiritual. Para que exista un bebé, es condición indispensable que exista con anterioridad, una mujer. Todo hombre para que exista, precisa que una mujer lo haya parido y en consecuencia, todo hombre es un bebé ante la mujer. Dicho de otro modo, la mujer es en su condición natural, madre, aunque no tenga hijos. La sola posibilidad de ser madre, la hace, necesariamente, anterior al hombre. La mujer es, por definición, mayor al hombre en todos los aspectos. El solo hecho de que el hombre para existir, necesite de una mujer, es suficientemente diciente.

CONSEJOS DEL AUTOR

A LA MUJER: COMPORTESE COMO UNA MUJER EDUCADA

AL HOMBRE: COMPORTESE COMO UN HOMBRE EDUCADO

Si usted es de los hombres que piensan que un hombre, niño o adulto, no debe saber nada sobre la mujer, por favor no lea este libro.

Si usted es de los hombres que consideran que la mujer "no es nada", por favor no lea este libro.

Si usted es un hombre que piensa que no está bien halagar honradamente a la mujer, por favor evite tocar este libro.

Si usted es de los hombres que opinan que la mujer no es el aporte más valioso que el universo le ha hecho al hombre, ni se le ocurra leer este libro.

Si usted es de los hombres que piensan que la mujer no debe ser nada y en consecuencia no debe saber nada, este libro no es para usted.

Si usted es de las mujeres que toda la vida han pensado que, "las mujeres son las culpables de toda la desdicha de los hombres", por favor, no abra este libro.

Si usted es una mujer que siempre ha considerado que "el orden natural del mundo es debido solo al buen manejo de los hombres", ni se le ocurra hojear este libro.

Si por casualidad, usted es de los que nunca ha soñado con la más remota posibilidad de vivir eternamente en este mundo, siendo feliz, saludable, joven y lleno de opciones para acontecer la vida que le gustaría para usted, los suyos y todos los demás; no gaste su tiempo, su energía y su aprecio, en leer atentamente este libro.

Pero si usted es de las mujeres o de los hombres que están dispuestos a conocer y a participar de las posibles opciones que tienen el hombre y la mujer para intentar mejorar las condiciones de la vida que la existencia nos ofrece en este mundo…

¡ESTE LIBRO, ES PARA USTED…LEALO CON MUCHA CALMA!

Para ser feliz como hombre, es preciso educarse como hombre

Cuando nacen conceptos que son atractivos por su coherencia interna, nos son admisibles aunque no los entendamos y creemos en ellos por la comprensión que inspiran.

La coherencia en el concepto o el concepto cohesivo, es muy interesante por la naturaleza que sintetiza.

La coherencia es algo tan misterioso que, entre un montón de señales, siempre se elige un código.¿cuál? ¡Ese es el misterio!

CAPITULO PRIMERO

La mujer en la raíz de todo concepto

Nada causa tanto enojo como no saber. No saber, ignorar, no enterarse a su debido tiempo, irrita sobremanera. Sentirse un ignorante, altera indebidamente. Saberse un ignorante, indispone, a tal grado que, ocasiona vergüenza no solo por lo que se ignora, sino por la reacción irritante que ocasiona, ignorarlo.

La vergüenza es un sentimiento que se ocasiona, producto de la ira interna.

La otra vergüenza es un resultado exterior, propio de la reacción agresiva que produce la misma ira. Ambas vergüenzas, son detestables y son el resultado directo de la ignorancia.

La ignorancia es la causa del enojo y el enojo es la causa de la vergüenza. Cuando hay enojo, hay vergüenza e ignorancia. Cuando hay ignorancia, hay vergüenza. Cuando hay vergüenza y hay ignorancia, pero no necesariamente, hay enojo, hay una gran nobleza.

El hombre es ignorante y por ser ignorante, siente miedo ante el mundo; y por sentir miedo, elige equivocadamente, perdiendo la oportunidad de ser lo que debiera ser. En tal razón, se vuelve dependiente de su equivocación. El miedo lo obliga a ignorar y la ignorancia lo conduce a no acertar, ocasionando una vida torcida desde el principio.

Pero no solo la ignorancia causa enojo. Saber, también causa enojo. En el momento en que uno reconoce que algo ignora, ahí mismo comienza a saber lo que ignoraba. Entre el enojo que ocasiona "ignorar" y el enojo que ocasiona "saber", está el equilibrio apropiado, entre la vergüenza interna que ocasiona la ignorancia y la vergüenza externa que se puede controlar, evitando una reacción equivocada.

Muy opuesto al enojo que ocasiona la ignorancia, está el placer de conocer.

"Que la ignorancia causa felicidad", es una mentira tan grande como el que la asevera. Nadie puede afirmar: ¡El placer que causa la ignorancia! El placer, es propio y auténtico del saber, sólo y únicamente. Otra cosa, es no querer conocer "la verdad", por el temor que ocasiona. El placer de conocer, es un esfuerzo personal. Ser feliz, es una realidad producto de un decisivo esfuerzo personal. Conocer, es un esfuerzo que en el curso de los años, de la vida personal, se convierte en el placer de saber.

Conocer, es un esfuerzo que se da en la existencia de la vida. Saber es un placer, un deleite, una fascinación, el pago sin restricción a un esfuerzo bien concatenado. Saber y conocer,

El ser humano es todo lo que podamos saber sobre el hombre, más todo lo que podamos saber sobre la mujer.

¿Cuánto conocemos de ese 200%? Todo lo que se pueda saber sobre el hombre, no es equivalente a todo lo que se pueda saber sobre la mujer. El total del conocimiento de la mujer es superior al total del conocimiento del hombre. Después de conocer el conocimiento de la mujer, resulta muy oneroso el conocimiento del hombre.

Para el hombre, la cultura que existe en el mundo, es la cultura que ha construido el hombre a lo largo de la historia. El otro pedazo de la cultura que no conocemos, ya existe, pero no la hemos construido, todavía.

La naturaleza, por medio de la evolución, nos ha hecho humanos.

La cultura, por medio del estudio, nos hará cada vez, más humanos.

La evolución es una parte de la creación.

El hemisferio derecho, eminentemente masculino, es lo que se ha desarrollado hasta ahora, como la cultura existente.

El otro pedazo de la cultura es la propia del hemisferio izquierdo, que aunque no se ha construido todavía, se puede entender, que ya existe.

El nuevo derrotero de la historia futura es, en forma inevitable, no sólo lo que las fuerzas de la historia exigen, sino que es además lo que la humanidad ha estado esperando con gran expectativa. Inevitable es, por cuanto no es posible retrazar ni oponerse a los planes de la historia, para la comprensión de la humanidad y su consecuente desarrollo. No le es posible al hombre oponerse pero tampoco puede acelerar lo que desde la eternidad, así está diseñado. Solamente puede vislumbrar, con un índice de aproximación, bastante bajo.

Del ser total de la mujer, ¿cuánto conocemos? Del ser total del hombre, ¿cuánto conocemos? De la totalidad del ser de la mujer conocemos un inestable 3%.

De la totalidad del ser del hombre conocemos un 5% y a eso se le agrega un 3% de lo que suponemos tenuemente, sabemos sobre la mujer. En definitiva, tenemos un 8%.

Del ser masculino, ¿cuánto conocemos? Del ser femenino, ¿cuánto conocemos?

El estándar de la medida, para valorar estos porcentajes es la escala de uno a diez. Haciendo una equivalencia entre lo por conocer y lo conocido, estableciendo que el cuerpo de la mujer es el cien por ciento, nuestro conocimiento de la mujer no llega ni a los tobillos de ella. Dije que ese conocimiento es un tres por ciento, pero sin duda alguna, me estoy excediendo.

Nuestro actuar en el mundo, en lo que respecta a la mujer, es en su gran totalidad, pura y física costumbre. El hábito de verla y de estar con ella, han generado actitudes y realidades que aun hoy, en la era de las naves espaciales, no nos hemos explicado. Tan excesivamente extenso es lo que ignoramos que, pasaran otros diez mil años de civilización y aun tendremos muchas preguntas a la espera de respuestas.

La naturaleza es engañosa por el solo hecho de ser contenedora de todos y cada uno de nuestros orígenes. Nuestra naturaleza humana, tiende a confundirse cuando tiene contacto con la naturaleza humana, por lo novedoso de la experiencia.

La cultura es engañosa, por el solo hecho de ser expresada en términos que no conocemos, en la especificidad en que fueron expresados.

La realidad a toda esta noción, entre naturaleza y cultura es que nuestra mente, no está todavía lo suficientemente adiestrada para notar que, ni la cultura nos engaña, ni la naturaleza pretende jugar con nosotros.

La naturaleza respeta nuestras conquistas, pero nos exige decidida determinación. Como en un casino, la naturaleza paga a quien conquista sus leyes y respeta sus conclusiones. Las leyes de la mecánica, de la electrónica, o de la herencia, funcionan conforme a su naturaleza y a nadie le niega nada. Solo se precisa querer hallar y saber donde hallar.

Ciegos somos, cojos y sordos, porque no se nos ha enseñado "a ver, a andar y a oír". La naturaleza es tremendamente excesiva y la cultura no llega a un uno por ciento. Construida por hombres, la cultura es tímida porque la naturaleza es tenebrosa por lo excesivamente extensa y desconocida; se requiere vencer grandes prejuicios para abordarla con grandilocuencia. Ver donde nadie ve; andar por donde nadie anda; oír lo que nadie oye.

Apreciar lo que en cada uno de nosotros puso la naturaleza sin consultar con nadie, es el primer paso. Apreciar lo que somos y aprovechar lo que tenemos es signo inequívoco de progreso personal y colectivo.

Existen más 100.000"000.000 de galaxias en el universo y en cada galaxia existen en promedio 100.000"000.000 de estrellas. ¡Qué le cuesta a la naturaleza haber puesto en cada ser humano un don único y exclusivo, su estrella personal, para desarrollarla y disfrutarla en el mundo!

Hoy somos tan sólo 6.000"000.000 de seres humanos, ni siquiera un suspiro.

Decidirse con gran determinación a conocer su propia estrella es el objetivo de la vida en toda mujer y en todo hombre. Esa concesión sólo se la dio la naturaleza a la especie humana. Ningún animal, vegetal o mineral puede intentar, porque no está en él, saber algo de sí mismo.

¡La verdadera cultura se ciñe a esa inconmensurable verdad de la naturaleza!

¿Se imagina el enorme esfuerzo que hizo la naturaleza para crear cada estrella y después el esfuerzo de asignar a cada ser humano su don personal?

Aunque la naturaleza dispuso el libre albedrío en principio, también le dio al ser humano la opción de buscar su propio sitio, encontrando su propio don.

¡Qué le cuesta a usted, lograr descubrir su propio regalo!

Investigarlo, encontrarlo, dominarlo y controlarlo, para ejercerlo en beneficio de los demás y sin perjudicar a nadie, es el fin último de todo esfuerzo.

Se hace imprescindible preguntar, ¿Cómo hace la naturaleza para satisfacer sus propósitos, si ha dejado todo al libre albedrío de los humanos?

La naturaleza tiene un plano de sí misma, que satisface sin consultar a nadie.

El hombre, con mucho esfuerzo, procura intentar conocerlo para salirle un poco adelante a la naturaleza. Resultado de ese supuesto del hombre, consiste la ciencia.

Cada parte del plano de la naturaleza, es como un hijo de la naturaleza.

Cada hijo de la naturaleza, se satisface con millones de hombres en las generaciones.

El esfuerzo de cada hombre, es el de intentar reconocer en que parte del plano de la naturaleza está, para saber qué debe hacer como propósito en el mundo y conforme a la naturaleza.

Cada hijo de la naturaleza, es un gigante que tiene a su haber muchas generaciones de hombres, los cuales con mucho esfuerzo, intentan reconocer el don que en sí mismos les permita encontrar las generalidades de ese gigante, para enseñárselo a todos los demás hombres que se sientan pertenecientes al mismo don.

Pero, una cosa es reconocer el propio don en un hombre y otra cosa es reconocer el don del gigante, para el cual, se precisan muchos hombres y enormes cantidades de tiempo y paciencia. Por ejemplo, en lo concerniente a al arte, a la ciencia de la física y a la ciencia de la psiquiatría.

Todo hijo de la naturaleza hace ingentes esfuerzos por llamar a sus seguidores en todo el mundo, pero ah pocos los que lo escuchan.

Todo hombre que haya escuchado los balbuceos de su patrón, querrá decir, con gran angustia y mucha determinación que el único don que existe es el que acaba de descubrir. Es la pasión que ocasiona un "nuevo" hallazgo.

La alta responsabilidad de la educación está en crear las condiciones óptimas y sosegadas para que toda persona, mujer u hombre, acate a tiempo, las capacidades de su propia solvencia, distinguiendo con mucha claridad que las dificultades que pueda alguien tener en su aprendizaje, no son óbice para descalificarlo de un tajo.

Solvencia es lo que cada individuo necesita sentir, respecto de una cualidad, para poder desarrollarla. Para conocer un atributo personal, su propio don, se precisa sentir que "hay mucho por conocer y ganas de aportarle" a la propia ciencia a la cual quiere pertenecer. Cualquier otra actitud, es simplemente saber un montón de cosas sobre otro montón de cosas, despertando a la postre a un individuo, lleno de ira por no haber llegado a saber nada.

* * *

CAPITULO CUARTO

La mujer es costilla

La naturaleza de la realidad humana consiste en unir un hombre con una mujer, hasta lograr ser, los dos, "…una sola carne", en un hijo.

Parece ser, y en esto, los muchos siglos así lo atestiguan, que hay una dificultad en aproximarnos al tema de la mujer.

Parece ser que la naturaleza se ha guardado una reserva prodigiosa en ocultar el tema. Casi como un tabú, todas las culturas, han notado en el tema de la mujer, una precaución, un sigilo, una advertencia consuetudinaria: "¡Cuidado con la mujer!". Cuídese de la mujer y cuide de la mujer.

En todos los mitos, la mujer es considerada algo en sí mismo superior y desconcertantemente desconocido. Es algo que está más allá de las posibilidades de la capacidad intelectual. Algo desconocido, probablemente superior y que sin embargo está ahí. En nuestra capacidad mental no hay la suficiente información para abordar el tema. No sólo es cuestión de información sino de intencionalidad, más allá de lo intuitivo.

La mujer existe y notarlo es un propósito de la conciencia. Su existencia, por muy increíble que parezca, está por fuera del alcance de nuestra comprensión. Referirse a la mujer como a un objeto de estudio, es impresionantemente dificilísimo. La mente humana, masculina y femenina, no ha hecho semejante esfuerzo, porque sin duda, no se había necesitado ejercer una cualidad, tan natural, como lo es, el de analizar un objeto, pero en este caso "es un objeto" que ha dado origen al sujeto que lo analiza.

En la mente, el objeto de su estudio está por fuera de la costumbre de su uso.

La mujer es algo que está por fuera de la noción de conciencia.

Nacemos y crecemos sin la noción de la existencia de la mujer.

Conocer a la mujer, no debe de considerarse como un problema a resolver, al estilo como la Filosofía aborda sus cuestionamientos.

La mujer es un enigma a conocer, no un problema a resolver.

La mujer no es un problema jamás, por el simple hecho que cuando resolvemos un problema, desaparece la causa que ocasiona el problema y el objeto de analizar a la mujer, no es desaparecerla.

Lo enigmático de la mujer, es dable sólo como un conocer. No es posible nada más.

La información que se logra de conocer a la mujer, es una necesidad sustancial del ser masculino.

Se libra el hombre de actitudes extrañas y morbosas cuando tiene un conocimiento claro sobre el objeto de su estudio.

Lo que mejor se ha dicho de la mujer es que es "…una costilla de adán". Es lo más sublime que se ha dicho. Lo que se ha establecido como la mejor referencia. Lo mas elevado que se ha expresado acerca de la mujer es, que es una costilla de adán.

"La Costilla de Adán" es uno de los elementos "míticos" estructurantes de la cultura.

¿Cómo se siente la mujer con la hipótesis de ese origen?

Tan difícil es el tema de la mujer, que ni hombres ni mujeres, han dicho algo distinto y superior. Se ha escrito mucho, demasiado sobre temas diferentes referidos a la mujer. El universo de la mujer es ella misma. El universo del hombre es el mundo, dentro del cual está la mujer. El hombre pretende impresionar con el mundo. La mujer impresiona con su presencia, porque ella en sí misma siempre oculta algo y es del hombre, conocer lo oculto.

El mundo, es un esfuerzo de contenidos dentro de estables contenedores.

El mundo y la mujer, permiten al hombre conocer su lugar.

La importancia de incluir a la mujer en la historia de la cultura, es que proporciona respuestas a los interrogantes de la existencia, para comprenderla; y proporciona respuestas a los interrogantes de la vida, para resolverla.

La existencia y la vida, son los componentes básicos de la naturaleza.

En consecuencia, la naturaleza sabe que las montañas existen. La naturaleza sabe que las nubes existen. La naturaleza sabe que los océanos existen. La naturaleza sabe que las placas continentales existen. La naturaleza sabe que el viento existe. La naturaleza sabe que las ciudades existen. La naturaleza sabe que los edificios existen. La naturaleza sabe que las heladerías existen. La naturaleza sabe que las personas existen. La naturaleza sabe que el hombre existe. La naturaleza sabe que la mujer existe. La naturaleza sabe que el niño existe. La naturaleza sabe que la niña existe. La naturaleza sabe que los árboles existen. La naturaleza sabe que las piedras existen. La naturaleza sabe que los ríos existen. La naturaleza sabe que los animales existen. La naturaleza sabe que la atmósfera existe. La naturaleza sabe que el sistema planetario existe. La naturaleza sabe que el sol existe. La naturaleza sabe que las constelaciones de estrellas existen. La naturaleza sabe que las galaxias existen. La naturaleza sabe que existe el universo. La naturaleza sabe que ella en sí misma existe. Eso es, la conciencia cósmica. La naturaleza supervisa minuciosamente todos y cada uno de los procesos que se suceden en el mundo, por el sólo hecho de ser un propósito de el universo y de nadie mas.

El mito de "creer" que la mujer es un ser completamente incomprensible es una tara mental, herencia de nuestra incomprendida cultura.

La cultura al "prohibirnos" pensar en la mujer, ha limitado al pensamiento durante muchos milenios, para tener una actitud intencionada en el conocimiento de la mujer.

La naturaleza sabe hasta dónde sabemos de la mujer y cuánto "nos hace falta" para tener un acercamiento superior.

Los hombres más valiosos son por tanto, los que elaboran conciencia en los márgenes más extremos de la naturaleza.

Hombre culto, no es el que sabe muchas cosas, sino el que ilustra en su conocimiento, una información más cercana a la realidad de la naturaleza.

La naturaleza sólo es posible conocerla a través de la cultura y la cultura, es posible conocerla por medio del lenguaje.

Conocida la cultura en su totalidad, es solo un pedazo de la naturaleza. Entonces es impresionantemente urgente crear nuevos mitos (modelos de comportamiento) que permitan expresar nuevas verdades sobre la naturaleza, desarrollando así, nuevas expresiones y con ellas, otros senderos que contribuyan al conocimiento eficiente. Una de esas nuevas expresiones es la ciencia de la mujer.

El teatro, el cine, la literatura y el arte, son los medios de expresión adecuados para implementar nuevos modelos de comportamiento, frente a las realidades humanas, no para reproducirlas, sino para direccionar actitudes basadas en el perfeccionamiento del ser humano.

El mito es una manera de expresar la realidad. El mito es probablemente, "caricaturas" de realidades fantásticas inventadas por hombres geniales, que intuyeron la necesidad de hilar los acontecimientos de la naturaleza con los sucesos de la cultura. Pero no son historias levantadas de la realidad como un hecho cierto periodístico, sino la personificación de otros sucesos expresados metafóricamente.

Los mitos referidos con mujeres, no son mujeres reales coexistentes con el mito, sino que el autor involucra mujeres en el mito para expresar de una mejor manera los contenidos del mito.

Cuando una mujer se expresa dentro de un mito, si analizamos bien, nunca dice cosas profundas de las mujeres, sino siempre expresa "lo que un hombre sabe de las mujeres". En los personajes varoniles, el hombre expresa verdades profundas de los hombres.

Con esta enunciación pretendo hacer patético que la mujer no es consciente de sí misma y por lo tanto no sabe cuestiones profundas de sí misma.

Ello debido a que la mujer no racionaliza los sucesos que a ella le acontecen.

La mujer, no tiene la capacidad de inmiscuirse consigo misma, porque no sabe encontrar los referentes apropiados tan indispensables para poder pensar en lo concerniente a los exigentes baluartes de la conciencia, que están mucho más allá de lo perceptible en el mundo.

La naturaleza no la dotó con ese don tan propio en los hombres y que tiene por objeto, ir más allá de toda "apariencia", hasta encontrar la causa de las causas. Sentada en la extrema sensualidad, la mujer inspira las más tremendas racionalizaciones, que obligan a "parir" impresionantes verdades que se expresan en lo extenso de la historia, en Arte, Ciencia, Tecnología, Teoría, Literatura, Astronomía, Arquitectura, Música, Poesía, etc.

La mujer convencida de su propia superficialidad, llena de adornos y costosas baratijas, muy idóneas para su propia proyección, no considera que ella es motivo de enormes cuestionamientos existenciales y vivenciales los cuales envuelven profundas e increíbles verdades. Increíbles son, porque cuando la mujer se entere, su propia razón, no dará crédito a todo cuanto siempre ha pertenecido y permanecido en ellas y ellas, no lo habían, ni siquiera percibido.

Cuando una mujer ve a un hombre pensando, le dice casi automáticamente: "No piense tanto…" ¡teme la mujer al pensamiento!

Sería completamente absurdo que la naturaleza dotara a las mujeres y a los hombres, de "El arte de parir y del arte de pensar", por igual.

Así como el hombre teme parir, la mujer teme pensar. Mientras la mujer, pare, al hombre le queda pensar.

No obstante, las mujeres son consideradas, no modelos, no reinas, no princesas, sino Diosas: De La Sabiduría, de Las Artes, de La Ciencia, de La Industria, de La Caza, de La Música.

Diosas, en muchos casos, guerreras. Diosa significa que sabe muchísimo más que todos Los Sabios, que todos Los Artesanos Industriosos, que todos Los Científicos, que todos Los Músicos, etc., es decir, que ante ella, no hay nene.

La mujer es enigmática porque dentro de su belleza, soterrada, están las verdades más inquisitivas, las cuales constituyen la sabiduría que precisamos.

El hombre ilustre, procura reconocer en ellas lo que ellas no saben de sí mismas y al expresarlo, precisa expresarlo de un modo que no es el más acertado.

Por eso las historias de mujeres, contadas por hombres, es lo que un hombre sabe de ellas, pero no es lo que ellas intuyen de sí mismas.

El mito para comprenderlo, se precisa ser fiel testigo o ser "su protagonista".

El mito es un modo de atrapar la realidad que conecta a la naturaleza con el mundo.

La habilidad del enunciador del mito, consiste en personalizar correctamente las verdades que quiere enunciar y expresarlas dentro de un contexto verosímil, es decir, creíble, aunque no necesariamente real y comprensible, en primera instancia.

En el mito se cuecen planteamientos que expresan verdades naturales, psíquicas y sicológicas, que convergen siempre hacia una expresividad de naturaleza humana y que por desconocida, se enuncia como divina.

El mito propone dentro de una conjetura, estructuras que permitan comprender situaciones que viabilicen desarrollos a respuestas de profundos interrogantes.

El mito que se enuncia como realidad, es diferente a la realidad que se enuncia como mito.

De esa delicada diferencia, se pueden visualizar las diferencias que hay entre las verdades naturales, que son propias del cerebro; las verdades psíquicas, que son propias de la estructura mental y las verdades psicológicas, que son propias de una situación temporal.

El mito es, en algunos casos, una conjetura sobre alguna naturaleza, pero no necesariamente, una realidad. Es un comentario sobre algo, que pretende mostrar algunos aspectos sobre un comportamiento, o una secuencia de hechos que sugirieron al autor, la necesidad de enunciarlos.

* * *

CAPITULO QUINTO

La profundidad de la naturaleza del ser, obliga a pensar

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¿A quién o a qué se le puede atribuir el invento de la mujer?

La mujer es una obra de la naturaleza en la cual intervino todo el universo.

Una obra estética tan majestuosa, tan ajena, tan extraña y tan compleja, sólo puede intentar comprenderse con otra obra majestuosa de la naturaleza, en la que también intervino, todo el universo: El cerebro humano. ¿Se imagina la pequeña cantidad de información que hay en el ser de la mujer? ¿Ha pensado usted, cuánto adiestramiento precisan los sentidos para suministrar al cerebro la precisa instrucción, en el análisis a la mujer?

Superior al ser de la mujer, no hay nada. Todo lo que de ella se diga es inferior a la realidad del ser, la mujer. Nada se puede inventar que sea una realidad superior al ser de la mujer. Ni en Lógica, ni en Arte, ni en Ciencia, ni en Tecnología. No existe ni puede existir un discurso, que sea superior a la mujer. Todo cuanto se diga o se haga, inferior es a la mujer.

Generalizar sobre la mujer es ante todo, tomar de la naturaleza del ser de la mujer, para expresar su atributo superior. Hablar de la mujer, no es hablar de mujeres. Es seleccionar de un cúmulo de mujeres y optar por expresar lo auténticamente femenino, lo propio de su ser, mujer.

Cuando se pregunta a un niño sobre la mujer, él simplemente la señala.

La mente del niño tiene una idea no muy consolidada de la mujer. Al crecer, va adquiriendo una idea más o menos distorsionada, dependiendo de la específica educación que reciba a su debido tiempo. Siendo ya joven, y obteniendo la información acertada, tendrá una noción muy cercana de la realidad de la mujer. Cuando se pregunta a un hombre, ¿Qué es la mujer?, usualmente, expresa palabras sueltas con risillas maliciosas, evocando experiencias personales, pero muy poco de conceptos objetivos.

Tan acostumbrados estamos en el mundo, tanto hombres como mujeres, a la presencia de la mujer, que nos es muy difícil notar su exclusividad. Tan allegada al ser humano, está la mujer, que resulta muy complicado explicitar la realidad de su exclusividad. Millones o miles de años llevamos tan inextricablemente imbricados, que es muy complejo, algo inusual, considerarla en su ser individual, único, del cual algo significativo podamos expresar.

Es más fácil que el Oxigeno le pregunte al agua: ¿qué es el Hidrógeno?

Estamos tan acostumbrados a la mujer y al legendario modo como la percibimos, que volvernos a preguntar, si las bases sobre las cuales está depositado el concepto que de ella tenemos se puede reactivar para re-actualizar y poner al día, no sólo un novedoso concepto, sino un concepto que se parezca mas a ella y que nos permita redescubrir las relaciones que existen entre la idealidad y la realidad de la complejidad humana, es bien complicado.

La única manera como podemos ampliar el concepto del ser humano, es definiendo lo mas acertadamente posible cada una de sus dos partes, de las cuales, la menos conocida es la mujer. La menos conocida, pero no la menos desarrollada. Ahí reside la extrema dificultad de aprehenderla, pues siendo lo femenino más abundante y más desarrollado, herencia directa de la naturaleza, nuestras capacidades cerebrales y volitivas, están por debajo de la magnificencia de toda su naturaleza.*

Desde el punto de vista del ser humano, es tremendamente mucho más complejo hablar de la mujer, que hablar del hombre, especialmente porque no estamos acostumbrados a conocer y tratar de la mujer y sí estamos acostumbrados a conocer y tratar del hombre. El lenguaje mismo está sobrecargado de significados propios de un mundo desarrollado para una cultura eminentemente masculina. Referirnos a la mujer con el lenguaje que durante muchos miles de años ha sido preconcebido para expresar el modo como los hombres vemos y percibimos el mundo, es ya una impropiedad.

Dentro de las muchas cualificaciones naturales que tiene el universo de la mujer, con una alta probabilidad, la gran mayoría de ellas no son nombrables con los significados adosados a las palabras que comúnmente utilizamos para designar otras percepciones. El ser de la mujer, pertenece solo a la mujer y en consecuencia es intransferible para ser analizado en forma absoluta.

El ser de la mujer, constituye un universo tan distante y diferente que precisa que sus atributos sean nombrados con otra semántica. Ahí reside una de las mayores dificultades para comprender efectivamente a la mujer, pues si bien somos capaces de percibir sus complejidades, no tenemos palabras para nombrarlas y erróneamente las designamos con palabras que nos significan otras emociones.

Podemos estar navegando en el océano desconocido de la mujer y si no reconocemos sus señales sensibles, audibles y visuales, es como si no estuviéramos ahí. Constituida la naturaleza y el ser de la mujer dentro de otras referencias, nos es muy difícil acceder a él sin las debidas designaciones.

Los hombres creamos el lenguaje para referirnos a las percepciones que nos eran comunes a quienes en él interveníamos e involuntariamente hicimos caso omiso de ese universo tan distante y con toda razón, pues sin duda alguna estamos mas cerca de nosotros que de cualquier otro universo, por cercano que éste esté. Inventar un nuevo lenguaje, crear las palabras apropiadas que designen otros significados, pues no es fácil y muy probablemente sea una de las nuevas obligaciones de la cultura presente. Pertenece a la mujer, por fortuna hoy mas cerca de nosotros, reconocerse y nombrarse, crear las palabras que de ella sean más atinadas para especificar sus increíbles particularidades, de las cuales los hombres, no tenemos ni siquiera una idea, menos una noción.

Decimos que sabemos, pero nada sabemos. Intuimos y suponemos, pero la mujer sabe que no coincidimos. Todo lo que podamos decir de la mujer, está afectado por una visión de carácter masculino, en una generalización atenazada con la probabilidad de un alto índice de error y no puede aplicarse indefectiblemente a toda mujer, como no puede aplicarse a todo hombre lo que se expresa como una generalidad del hombre.

Empero, definir intelectualmente a la mujer, es cosa de hombres, pues sin duda alguna, de ella tenemos la certeza de la realidad de su ser. Desde el exterior de su universo procurar expresar, lo que no sabemos, nos es también una obligación y por tanto, una necesidad.

En buena medida esa es la historia del hombre: Decir algo sobre "algo que no conoce". No existe una noción, ni una imagen clara sobre la mujer y no hay ni una mujer que haya cruzado el límite entre el universo de la mujer y el universo del hombre, para decirnos intelectualmente sobre todo a los hombres, pero también a las mujeres, "¡Aquí estoy … Yo soy así!"

Toda la temática sobre la mujer, está sumergida en una nebulosa de prejuicios, de mitos, de leyendas y de tabúes. Nuestra experiencia acerca de la mujer, es estrecha, reducida, circunscrita a un trozo de la realidad, que por muy desbordante que sea, es solo un atisbo mas o menos, satisfactorio.

La mujer existe desde hace mirones de años, mucho antes de que naciéramos, la mujer existía ya. Toda la historia de la cultura ha sido acompasada con la presencia de la mujer y no obstante, aún todavía, nos es un misterio conocer a la mujer. Es realmente impresionante que, el hombre, habiendo pasado tantos cientos de miles de años junto a la mujer, no haya todavía establecido una agenda instructiva sobre lo que es la mujer y sea siempre una aventura incipiente el descubrimiento de la mujer, teniendo que volver a vivir lo mismo que miles de millones de hombres han vivido durante toda la historia.

Todavía hoy el hombre y la mujer, tienen que iniciar la escuela del aprendizaje, producto mas de su inexperiencia, que del usufructo de toda una experiencia vivida por la humanidad durante cientos de miles de años.

Coexistir con la mujer, es siempre una aventura mas o menos deliciosa, pero no necesariamente tiene que ser siempre en sus comienzos y además ignorando siempre lo mismo. Mucho de la realidad de la vida, se ha dejado al azar de la costumbre en la comunicación boca a boca, perdiéndose en cada generación, mucho de la experiencia humana.

Referirnos al ser de la mujer, es una obligación y también es una necesidad. Conocer la mujer es un imperativo potestativo del ser humano, que obliga al hombre a cuestionarse sobre el mundo, como su entorno próximo, y sobre el universo, como su entorno lejano, para acrecentar el usufructo en el espíritu, en la noción del bien estar, en la noción del bien ser, en la noción del bien lograr, en la noción del bien organizar, en la noción del bien decir, en la noción del bien establecer, en la noción del bien comprender, en la noción del bien vivir, que conduce a la noción del buen vivir.

Procurar inmiscuirse en el conocimiento del espíritu del ser de la mujer, como quien conquista una nueva tierra, es mucho más emocionante de lo que podamos imaginar, pero también es tremendamente desconcertante. Es más lo que deseamos que lo que podemos. ¡Cómo un niño entre millones de juguetes!

La naturaleza de "el engaño", tantas veces citada a lo largo de toda la historia de la cultura, está definida dentro de estos límites: La emoción y el desconcierto.

Tanto el hombre como la mujer, hemos padecido esa específica naturaleza del ser humano y sí con mucha dificultad logramos superarla, mucho mas difícil es explicárnosla.

La mujer no tiene la culpa de tener como atributo, ser excesivamente extensa, ni el hombre tiene la culpa de ser tan ignorante. Al fin y al cabo, ese es un compromiso de la cultura con la naturaleza que se da en el curso de los muchos miles de años.

El solo hecho de reconocer la existencia del engaño, debió de ser un esfuerzo intelectual muy grande para los hombres antiguos.

El engaño no es un atributo de la mujer, ni es un atributo del hombre, sino es una diferencia entre lo que "creemos conocer" y lo que ignoramos de la naturaleza humana y eso no es transferible a ninguna persona real, sino a personas imaginarias, ideales, míticas.

Por eso Adán y Eva, no pertenecen a un conglomerado específico de la realidad social. Resolver la institucionalidad del engaño, como un enigma de la naturaleza, es un esfuerzo necesario para los hombres y mujeres de hoy, con el ánimo de entender mejor, la causa de la infidelidad.

Resolverlo es acortar la distancia entre la emoción y el desconcierto. ¡Cuánto de la emoción que se produce humanamente, se puede garantizar, para no ocasionar involuntariamente, el desconcierto!

El equilibrio térmico del cerebro del hombre y la presencia formidable de una mujer hermosa, tienen mucho que aportar al tema

Para que exista saber es necesario que exista ser. Conocer la naturaleza del ser, conduce a saber sobre el ser de la naturaleza. El ser produce saber. Para saber, hay que conocer. Inferior a conocer es ignorar. Inferior a ignorar es desconocer. Una cosa es desconocer y otra es no conocer. Desconocer es, el nivel más bajo del saber. Si se desconoce el Ser, ¿cuál saber se consigue?

El temor más patético que el hombre tiene es el de conocer lo femenino. Siente disminuida su masculinidad si se acerca tan solo un poco a la feminidad.

¡Qué extraña y comprensible contradicción! El hombre está diseñado para conducirse a lo femenino. Está configurado para complacer lo femenino. Está constituido para descansar en lo femenino. Está que se muere por conocer algo de lo femenino y sin embargo, se aterroriza de solo sentirse cerca de lo femenino y no digamos, de la mujer. Lo femenino irrumpe en lo masculino, con tal ímpetu que obnubila, es decir, que incapacita la razón.

La naturaleza se gasto de su propio peculio, millones de años para diseñar a la mujer; también se gastó millones de años para construirla y se ha gastado miles de años en perfeccionarla, dejándole al hombre, tan sólo una infinitesimal participación, en el pulimento último de la mujer.

Nuestra historia de la cultura alcanza sólo unos pocos miles de años, por lo tanto, no estamos ni cerquita de poder censurar a la naturaleza; sólo podemos comprenderla para aceptarla y acomodarnos a ella.

Además, nuestra forma de comprender a la naturaleza es muy lenta debido a que somos nosotros quienes procuramos configurar los modelos de comprensión y con el tiempo, consolidarlos. Es lenta y en algunos casos, equivocada y en otros casos, traviesa. Si los planteamientos con los cuales procuramos explicarnos los fenómenos, son equivocados, las conclusiones serán, con una muy alta probabilidad, erróneos. Y sí con esas conclusiones erróneas, nos sentimos en condiciones de censurar a la naturaleza, estamos cometiendo, no uno, sino dos errores mayúsculos, que conducirán, inevitablemente, a otros errores aun más grandes, durante muchos siglos.

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