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El Poder del Espíritu Santo en el Creyente




Enviado por Alberto Motta ochoa



  1. Introducción
  2. Convicción

Introducción

El Poder del Espíritu Santo en el
Creyente.-
Esto se da cuando el hombre reconoce su
condición de pecado y arrepintiéndose de ellas,
acepta como Señor y salvador a Jesucristo, en ese momento
el Espíritu Santo viene a morar al hombre,
sellándolo como un hijo de DIOS. 2 Cor. 1: 22. El cual
también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del
Espíritu en nuestros corazones.

En ese mismo instante que somos sellados viene a morar
en Espíritu Santo, en la vida del nuevo creyente, el cual
empezara a obrar para darnos una nueva identidad, la de ser hijos
de DIOS.

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Esta sección concierne a las diversas operaciones
del Espíritu Santo en relación con el
individuo.

Convicción

En Juan 16:7-11 Ahora han conocido que todas las
cosas que me has dado, proceden de ti; 8 porque las
palabras que me diste, les he dado; y ellos las recibieron, y han
conocido verdaderamente que salí de ti, y han
creído que tú me enviaste. 9 Yo ruego por
ellos; no ruego por el mundo, sino por los que me diste; porque
tuyos son, 10 y todo lo mío es tuyo, y lo tuyo
mío; y he sido glorificado en ellos. 11 Y ya no
estoy en el mundo; mas éstos están en el mundo, y
yo voy a ti. Padre santo, a los que me has dado, guárdalos
en tu nombre, para que sean uno, así como
nosotros.

El Señor Jesús describe la obra del
consolador en relación con el mundo. El Espíritu
Santo procederá cual un fiscal, por así decirlo.
Tratando de obtener la declaración divina de la
culpabilidad contra los que rechazan a Cristo. Declarar culpable
significa haber demostrado más allá de toda disputa
verdades de otra manera dudadas o descartadas; haber probado
más allá de toda duda la veracidad de los cargos
hechos contra mi vida y conducta. Los hombres no comprenden
verdaderamente lo que es pecado, la justicia o el juicio, y por
lo tanto necesitan de que se convenza de las verdades
Espirituales. Por ejemplo, seria inútil argüir con
una persona que declara que no puede ver belleza alguna en una
rosa, pues esa incapacidad revela claramente falta de
percepción de la belleza. El sentido de la belleza debe de
ser despertado dentro de él. Debe ser "convencido" de la
belleza de la rosa. De igual manera, el alma y la mente
obscurecidas no ven nada en las verdades Espirituales hasta que
no han sido despertadas por el Espíritu Santo. El
Espíritu Santo convencerá al hombre de las
siguientes verdades.

  • a. El pecado de la incredulidad. Cuando
    Pedro predicó el día de Pentecostés, no
    tuvo nada que decir con respecto a la vida licenciosa del
    pueblo, su mundanalidad y codicia; no entró en
    detalles con respecto a la vida depravada de la gente, con el
    propósito de avergonzarla. El pecado del que la
    acusó, y del que le mandó que se arrepintieran
    fue el de haber crucificado al Señor de Gloria, el
    peligro del que advirtió a la Gente fue el de rechazar
    al Señor Jesús frente a tal cúmulo de
    pruebas.

El pecado de la incredulidad es descrito aquí
como el único pecado, porque según las palabras de
un erudito "donde ÉL actúa, todos los demás
pecados desaparecen." La conciencia puede convencer al hombre de
los pecados ordinarios, pero nunca del pecado de la incredulidad.
Sólo el Espíritu Santo puede apelar al hombre la
enormidad de este pecado." Hch 3:13 El Dios de Abraham, de
Isaac y de Jacob, el Dios de nuestros padres, ha glorificado a su
Hijo Jesús, a quien vosotros entregasteis y negasteis
delante de Pilato, cuando éste había resuelto
ponerle en libertad. 14 Mas vosotros negasteis al Santo y
al Justo, y pedisteis que se os diese un homicida, 15 y
matasteis al Autor de la vida, a quien Dios ha resucitado de los
muertos, de lo cual nosotros somos testigos.

  • b. La justicia de Cristo. "Y de
    justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis
    más." Jesucristo fue crucificado como un malhechor y
    un impostor que engañaba al pueblo. Pero
    después del día de Pentecostés, el
    derramamiento del Espíritu Santo y la
    realización de milagros en su nombre convenció
    a miles de judíos de que Jesús no sólo
    era justo, sino que también era la única fuente
    celestial y el único camino de justicia. Por medio de
    Pedro, el Espíritu Santo les convenció que
    habían crucificado al Señor de Justicia,
    (Hch. 2:36-37 Sepa, pues, ciertísimamente toda
    la casa de Israel, que a este Jesús a quien vosotros
    crucificasteis, Dios le ha hecho Señor y Cristo. 37 Al
    oír esto, se compungieron de corazón, y dijeron
    a Pedro y a los otros apóstoles: Varones hermanos,
    ¿qué haremos?) y les aseguró al mismo
    tiempo que había perdón y salvación en
    su nombre. Hch. 2:38. Pedro les dijo:
    Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros
    en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados;
    y recibiréis el don del Espíritu
    Santo.

  • c. El juicio de Satanás.
    "Y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo es
    juzgado." ¿Cómo se convence actualmente a la
    gente de que el crimen será juzgado y castigado? Por
    la aclaración del citado crimen y el castigo del
    criminal; en otras palabras, por una demostración de
    justicia. La cruz constituyó una demostración
    de la verdad de que el poder de Satanás sobre las
    vidas de los hombres había sido quebrantado y que
    había sido decretada su destrucción.

Heb. 2:14-15 Así que, por cuanto los hijos
participaron de carne y sangre, él también
participó de lo mismo, para destruir por medio de la
muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al
diablo, 15 y librar a todos los que por el temor de la
muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre;
1Jn. 3:8. El que practica el pecado es del diablo; porque
el diablo peca desde el principio. Para esto apareció el
Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo; Col2:15.
y despojando a los principados y a las potestades, los
exhibió públicamente, triunfando sobre ellos en la
cruz; Rom. 16:20. Y el Dios de paz aplastará en
breve a Satanás bajo vuestros pies. La gracia de nuestro
Señor Jesucristo sea con vosotros.

Satanás ha sido juzgado en el sentido de que la
gran causa ha sido resuelta en su contra, de manera que no tiene
derecho alguno de retener a los hombres en esclavitud, como sus
súbditos. Por su muerte, Cristo ha liberado a todos los
hombres del dominio de Satanás, y queda librado ahora a
ellos aceptar esa liberación o no.

El Espíritu Santo convence a los hombres de que
son verdaderamente libres, (Jn. 8:36. Así que, si
el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.), de
que han dejado de ser súbditos del tentador, de que ya no
están sujetos a obedecerle, sino que son súbditos
leales de Cristo, súbdito de buena voluntad en el
día de su poder. Sal. 110:3 Tu pueblo se te
ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder, En
la hermosura de la santidad. Desde el seno de la aurora. Tienes
tú el rocío de tu juventud.

Satanás manifestaba que tenía derecho de
poseer a los hombres que habían pecado, y que el Juez
justo los debía dejar en sus manos. El Mediador, por otra
parte, apeló al hecho de que él había
llevado la pena del hombre y había tomado su lugar, por lo
tanto la justicia, lo mismo que la misericordia requería
que el derecho de conquista de Satanás fuera anulado y que
se le diera el mundo a Jesús, el segundo Adán y
Señor de todo. El veredicto le fue desfavorable al
príncipe de este mundo y fue juzgado. El no puede mantener
sus bienes en paz cuando aparece otro más fuerte. Lc.
11:21-22
Cuando el hombre fuerte armado guarda su palacio, en
paz está lo que posee. 22 Pero cuando viene otro
más fuerte que él y le vence, le quita todas sus
armas en que confiaba, y reparte el botín.

2.   Regeneración. La labor
creadora del Espíritu Santo sobre el alma puede ser
ilustrada por la labor

creadora del Espíritu de Dios sobre el cuerpo del
hombre en el comienzo. Trate de formarse un cuadro mental de la
escena sugerida en Gn. 2:7 Entonces Jehová Dios
formó al hombre del polvo de la tierra, y sopló en
su nariz aliento de vida, y fue el hombre un ser viviente. Dios
toma el polvo de la tierra y forma el cuerpo. Y allí queda
inanimado, inmóvil. Aunque está en el mundo,
rodeado de belleza, no reacciona porque carece de vida. No oye,
ni ve, ni entiende. Luego Jehová Dios "alentó en su
nariz soplo de vida; y fue el hombre un alma viviente."
Inmediatamente se produjo una reacción en lo que respecta
al mundo, vio sus bellezas y oyó sus sonidos. Como por
Dios que no está lejos de ninguno de nosotros. Hch.
17:27
Para que busquen a Dios, si en alguna manera, palpando,
puedan hallarle, aunque ciertamente no está lejos de cada
uno de nosotros.

Y sin embargo, el hombre vive y actúa como si ese
mundo no existiera porque está muerto, Espiritualmente
hablando, y por lo tanto no puede reaccionar ante ese mundo. Pero
cuando el mismo Señor que vivificó el cuerpo
vivifica el alma, la persona despierta al mundo Espiritual y
comienza a vivir una vida espiritual. Cualquiera que haya
presenciado las reacciones de un verdadero convertido,
después del acontecimiento experimental y fundamental
conocido como el nuevo nacimiento, sabe que la
regeneración no es simplemente una doctrina, sino
también una realidad práctica.

  • 3. Morada. Lea Jn.
    14:17
    El Espíritu de verdad, al cual el mundo no
    puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros
    le conocéis, porque mora con vosotros, y estará
    en vosotros; Rom. 8:9 Mas vosotros no vivís
    según la carne, sino según el Espíritu,
    si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si
    alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de
    él.; 1Co. 6:19 ¿O ignoráis que
    vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual
    está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que
    no sois vuestros?; 2Ti. 1:14 Guarda el buen
    depósito por el Espíritu Santo que mora en
    nosotros; 1Jn. 2:27 Pero la unción que vosotros
    recibisteis de él permanece en vosotros, y no
    tenéis necesidad de que nadie os enseñe;
    así como la unción misma os enseña todas
    las cosas, y es verdadera, y no es mentira, según ella
    os ha enseñado, permaneced en él; Col.
    1:27
    A quienes Dios quiso dar a conocer las riquezas de
    la gloria de este misterio entre los gentiles; que es Cristo
    en vosotros, la esperanza de gloria; 1Jn. 3:24 Y el
    que guarda sus mandamientos, permanece en Dios, y Dios en
    él. Y en esto sabemos que él permanece en
    nosotros, por el Espíritu que nos ha dado; Ap.
    3:20
    He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si
    alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a
    él, y cenaré con él, y él
    conmigo. Dios está siempre presente en todas partes.
    Ello constituye una necesidad. En él todos los hombres
    viven, se mueven y son. Pero morar significa que él
    está presente en una nueva forma, manteniendo una
    relación personal con el individuo. Esta
    unión con Dios, denominada morada, es producida en
    realidad por la presencia de la Trinidad completa como lo
    veremos al examinar los textos mencionados más arriba.
    Pero desde que es el ministerio especial del Espíritu
    Santo mora en los corazones de los hombres, la unión
    con Dios es denominada la morada del Espíritu Santo.
    Muchos eruditos en el estudio de la Biblia, que se adhieren a
    las enseñanzas fundamentales de la misma, sostienen
    que Dios impartió a Adán no solamente la vida
    mental y física, sino también el
    Espíritu para morar en su ser, Espíritu que el
    hombre perdió a causa del pecado. No solamente lo
    perdió en lo concerniente a él, sino
    también a sus descendientes. Esta ausencia del
    Espíritu Santo ha dejado al hombre en oscuridad
    espiritual y debilidad. Mediante las facultades de su
    entendimiento, la persona no convertida no puede conocer las
    cosas que son del Espíritu de Dios, (1Co. 2:14
    Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del
    Espíritu de Dios, porque para él son locura, y
    no las puede entender, porque se han de discernir
    espiritualmente.); en lo que respecta a la voluntad, no se
    puede sujetar a la ley de Dios, (Rom. 8:7 Por cuanto
    los designios de la carne son enemistad contra Dios; porque
    no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden.); en lo
    que respecta a la adoración, no puede llamar
    Señor a Jesús, (1Co. 12:3 Por tanto, os
    hago saber que nadie que hable por el Espíritu de Dios
    llama anatema a Jesús; y nadie puede llamar a
    Jesús Señor, sino por el Espíritu
    Santo.); en lo que respecta a sus prácticas, no puede
    agradar a Dios, (Rom. 8:8 Y los que viven según
    la carne no pueden agradar a Dios.); en lo que respecta a
    carácter, no puede llevar frutos Espirituales, (Jn.
    15:4
    Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el
    pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si
    no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no
    permanecéis en mí.); con respecto a su fe, no
    puede recibir al Espíritu de verdad. Jn. 14:17
    El Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede
    recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le
    conocéis, porque mora con vosotros, y estará en
    vosotros. Todo ello se debe a la ausencia del
    Espíritu, ausencia que deja al hombre en la muerte
    espiritual.

Por medio de la fe y el arrepentimiento, el hombre se
vuelve a Dios, y queda regenerado. La regeneración por el
Espíritu encierra la unión con Dios y Cristo.
(1Co.6:17 Pero el que se une al Señor, un
espíritu es con él.), que se conoce como morada.
1Co.6:19 ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es
templo del Espíritu Santo, el cual está en
vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?.
Esta morada del Espíritu, o la posesión del
Espíritu por parte del hombre constituyen el rasgo
distintivo del cristiano del Nuevo Testamento. "Mas vosotros no
estáis en la carne, sino en el espíritu, si es que
el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene
el Espíritu de Cristo, el tal no es de él." Rm.
8:9
Mas vosotros no vivís según la carne, sino
según el Espíritu, si es que el Espíritu de
Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de
Cristo, no es de él. Jud. 1:19 Estos son los que
causan divisiones; los sensuales, que no tienen al
Espíritu.

  • 4. Santificación. En la
    regeneración, el Espíritu Santo efectúa
    un cambio fundamental en el alma, al impartir un nuevo
    principio de vida. Ello no implica, sin embargo, que el Hijo
    de Dios es al instante perfecto. Siguen latentes las
    debilidades adquiridas y heredadas; es necesario vencer al
    mundo, a la carne y al diablo.

Puesto que el Espíritu Santo no obra de una
manera mágica, sino en forma vital y progresiva, es
gradualmente que el alma es renovada. Será necesario
fortalecer la fe mediante numerosas pruebas. También debe
ser fortalecido el amor, para sobrevivir las penalidades y la
tentación. Deberán vencerse los halagos del pecado
y corregirse las tendencias y los hábitos.

Si el Espíritu de Dios hiciera un solo trabajo y
luego partiera, el convertido con seguridad volvería a sus
antiguos caminos. Pero el Espíritu Santo prosigue la buena
obra comenzada. El evangelio, que fue el medio de nuestro nuevo
nacimiento, continúa siendo el medio de crecimiento en
nuestra vida cristiana. Aquéllos que han nacido de la
incorruptible semilla de la Palabra de Dios (1Pe. 1:23
Siendo renacidos, no de simiente corruptible, sino de
incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece para
siempre.), deben desear "como niños recién nacidos,
la leche espiritual no adulterada, para que por ella
crezcáis para salvación." 1Pe. 2:2 Desead,
como niños recién nacidos, la leche espiritual no
adulterada, para que por ella crezcáis para
salvación. Asimismo el Espíritu Santo actúa
directamente sobre el alma, produciendo esas virtudes especiales
del carácter cristiano conocidas como los frutos del
Espíritu Santo. Gál. 5:22-23 Mas el fruto
del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad,
bondad, fe, 23 mansedumbres, templanza; contra tales cosas
no hay ley.

La operación del Espíritu es progresiva,
yendo "del corazón a la superficie, del interior al
exterior, de la raíz de la vida a las manifestaciones de
la vida, a las acciones y a las palabras. Al principio permite
muchas cosas que son incompatibles con su naturaleza santa y
luego, poco a poco, las ataca una tras otra, un año
éstas, otro año aquéllas, entrando en
detalles de una forma tan completa que sin dejar que nada escape
a su influencia, un día todo el hombre, glorificado por el
Espíritu, resplandecerá con la vida de
Dios."

No se trata de cuanto del Espíritu tenemos
nosotros, sino de cuanto de nosotros tiene el Espíritu
Santo.

  • 5. Revestimiento de poder. En esta
    sección consideraremos los siguientes hechos,
    relativos al revestimiento de poder: su carácter
    general, su carácter especial, su evidencia inicial,
    su aspecto continuo y la forma de recibirlo.

a. Su naturaleza general. Las secciones
precedentes se han referido a la labor regenerativa y
santificadora del Espíritu Santo. En esta sección
estudiaremos otra forma de operación: su obra que vigoriza
y activa. Esta última fase de la obra del Espíritu
queda expresada en la promesa de Cristo que dice: "Pero
recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el
Espíritu Santo, y me seréis testigos en
Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo
último de la tierra." Hch. 1:8.

(1) Recibimos poder para servir a DIOS.- El rasgo
distintivo más predominante de esta promesa es el poder
para servicio y no para regeneración para la vida eterna.
Toda vez que leemos que el Espíritu viene, descansa y
desciende sobre el pueblo, o lo llena, la referencia nunca se
relaciona con la obra salvadora del Espíritu, sino siempre
con el poder para servicio cristiano.

(2) Seguridad de ser hijos de DIOS.- Estas
palabras fueron dirigidas a hombres que gozaban ya de
relación íntima con Cristo. Habían sido
enviados a predicar, armados de poder espiritual para dicho
propósito. Mt. 10:1 Entonces llamando a sus doce
discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus
inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda
enfermedad y toda dolencia. A ellos se les dijo:"Vuestros nombres
están escritos en los cielos." Lc. 10:20 Pero no os
regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino
regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los
cielos. Su condición moral fue descrita en las siguientes
palabras: "Ya vosotros estáis limpios por la palabra que
os he hablado." Jn. 15:3. La relación que
existía entre los discípulos y Cristo fue ilustrada
por medio de la siguiente figura: "Yo soy la vid, vosotros los
pámpanos." Jn. 15:5 Yo soy la vid, vosotros los
pámpanos; el que permanece en mí, y yo en
él, éste lleva mucho fruto; porque separados de
mí nada podéis hacer.

(3) DIOS nos llena por su Espíritu Santo.-
Este Revestimiento de poder es conocido también como
llenar con el Espíritu. Aquéllos que fueron
bautizados con el Espíritu Santo en el día de
Pentecostés fueron también llenos del
Espíritu.

  • 6. Sus características
    especiales.
    Los hechos mencionados
    precedentemente nos llevan a la conclusión de que
    después de la conversión, y en adición a
    ésta, el creyente puede experimentar en su vida el
    recibimiento del poder.

El Espíritu regenera la naturaleza humana en la
crisis de la conversión, y luego, como Espíritu de
santidad dentro del hombre, produce los frutos del
Espíritu, los cuales constituyen los rasgos distintivos
del carácter cristiano. Los creyentes efectúan a
veces una consagración especial y reciben la victoria
sobre el pecado y el consiguiente ascenso a un plano de gozo y
paz que ha sido denominado a veces "santificación," o "la
segunda obra definitiva de la gracia."

 

 

Autor:

Alberto Motta Ochoa

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Comas San Felipe

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