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Mercado emergente y crisis financiera internacional (página 2)



Partes: 1, 2, 3

Hilferding138, analizado en la "era del capitalismo
industrial". El término finanzas proviene del concepto
latino de financia, que significa pago en dinero, el cual fue
utilizado inicialmente en los siglos XIII-XV en Italia y
fundamentalmente en las ciudades de Venecia, Génova y
Florencia. Ahora, en pleno tiempo de globalización, el
capital financiero prescinde de la producción, adquiere su
independencia e instala su hegemonía. Dirige los mercados
financieros y el comercio exterior, determina las tasas de
interés y el tipo de cambio y cada vez influencia
más al poder político. Lester Thurow sostiene que:
"Los mercados libres tienden a producir niveles de desigualdad
que son políticamente incompatibles con el gobierno
democrático . Bruno Jetin se plantea para que sirven los
mercados financieros.

Teóricamente para el autor, deben cumplir con
tres funciones:

– Movilizar el ahorro mundial para la
financiación de las inversiones productivas, en particular
en las regiones más poderosas del planeta

– Facilitar el comercio internacional

– Permitir a los ahorristas y personas que quieren
protegerse de ciertos riesgos de la vida económica, la
posibilidad de transmitir esos riesgos a agentes financieros que
aceptan asumirlos a cambio de una remuneración.

Para Bernal-Meza, teniendo en cuenta que la
mundialización del comercio pareciera ser la forma
más avanzada de la internalización del capital, es
la movilidad del capital financiero la que ha alcanzado un mayor
y más amplio desarrollo, bajo la forma de Inversión
Extranjera Directa (IED) a través del último
eslabón de la internalización del capital
financiero y el más reciente ha sido la
interconexión entre las distintas bolsas de valores, con
su respectiva apertura a la inversión internacional, tanto
de países desarrollados como de economías en
desarrollo.

Un autor español como Galindo Lucas se interroga:
¿qué sería del capitalismo sin las bolsas?.
Las bolsas se han convertido en una institución
emblemática del capitalismo. Hoy en día se asume
que es una institución imprescindible para cualquier
economía, pero aun hay países que no tienen bolsas
de valores. Sin embargo, los principales interesados en su
existencia han propagado la idea que las bolsas de valores son
"el termómetro de una Economía.

Economistas de índole neoliberal piensan que
existe una gran similitud entre los beneficios que acarrea el
libre comercio de bienes y de los derivados de la libre movilidad
de capitales financieros. Pero al realizar esta analogía
se cae en un error al no tomar en cuenta que mientras que las
transacciones en el comercio de bienes tienen un carácter
marcadamente instantáneo, el comercio de instrumento
financiero es incompleto y de valor incierto, puesto que se basa
en una promesa de pago a realizarse en el futuro.

El campo financiero es la punta de lanza de la
mundialización, el sector con la movilidad más
completa, donde el monto de las operaciones es más elevado
y los intereses privados han adquirido una fuerte capacidad de
dictar su voluntad a los Estados, por medio de los títulos
de la deuda pública que poseen y de las crisis cambiarias
que pueden provocar.

Quizás la característica que más ha
favorecido la globalización del capital financiero ha sido
el proceso de desregulación del sector, que se ha
profundizado de manera extraordinaria durante las últimas
décadas, (un hito importante en este proceso de
desregulación lo constituye el Consenso de Washington de
1989) .-

Sobre este tema Rapoport plantea que este proceso de
desregulación financiera "es sólo un emergente de
un proceso histórico que incluye tres hitos fundamentales:
la crisis del sistema monetario y financiero internacional basado
en el patrón oro – dólar, su forma de salida a
través de un sistema de cambio flotante regido en
última instancia por acuerdos entre los países
desarrollados, y un incremento formidable de la liquidez
internacional, que instituyó una en el 2000, Bernal-Meza
nos comentaba que: "El Acuerdo Multilateral de Inversiones
comenzó aser negociado en 1997, en Ginebra. Este acuerdo,
que abarcará cerca del 95 % del comerciocfinanciero,
está siendo negociado por 102 países que
podrían abrir así sus sectores bancarios,
decseguros y otras instituciones financieras, a las inversiones
internacionales.

La especulación y la transformación de la
economía financiera en una "burbuja", que se explica por
las diferencias entre el volumen de las operaciones financieras y
la masa real de divisas que participa efectivamente de esas
transacciones, han generado una inestabilidad financiera de
carácter global, de la cual no han podido escapar ni las
grandes economías como las del Sudeste Asiático,
pero que se ha transformado en un grave riesgo para las
economías más débiles, como quedó
evidenciado en las crisis de México, Brasil y Argentina
(Sevares, 2002).

El predominio alcanzado por el capital financiero sobre
el capital productivo, y la especulación contra las
monedas y bolsas, ha permitido sostener ciertas visiones
fundamentalistas de la globalización, en palabras de Aldo
Ferrer, aunque ha sido la coincidencia y la funcionalidad de la
expansión y el desarrollo de las tecnologías de la
información y las comunicaciones las que han brindado la
base material para que ello ocurriera. Como sostiene Bernal-Meza,
puede concluirse que en el proceso de globalización /
mundialización de la economía ha sido el capital
financiero el segmento que pareciera ya haberse impuesto sobre el
capital productivo.

Los agentes principales de este triunfo han sido las
corporaciones multinacionales (fuente sustancial de IED) y la
banca internacional. Analizando desde la perspectiva del cambio,
debemos también focalizarnos en los cambios que el mercado
financiero comenzó a experimentar a inicios de la
década del "70. Los principales cambios en el sector
financiero internacional están dados por el pasaje de un
sistema de tipo de cambio fijo, acordado entre las máximas
potencias del sistema, a un tipo de cambio fluctuante.

Durante las tres primeras décadas después
de la Segunda Guerra Mundial, las instituciones que se crearon en
respuesta a la crisis de los años 30 impidieron la
repetición de la crisis del jueves negro y sus
consecuencias.

A tal punto que se creyó posible que la
inestabilidad financiera no era parte inherente del capitalismo.
Por esto, hacia 1971, comenzó un movimiento
económico por una menor regulación de los mercados
financieros, que provocó el pasaje de un tipo de cambio
fijo a uno flexible. Lester Thurow, sostiene que en 1971 fue
posible creer, de hecho casi todos los economistas lo hicieron,
incluyéndose en el grupo, que una tendencia a la
flexibilización de los tipos de cambio conduciría a
una granestabilidad económica y financiera.

Nos dice que el economista Charles Klindleberger es el
único que puede decir con franqueza "lo vaticine, en
referencia a que una mayor flexibilización de los tipos de
cambio no traería mayor estabilidad.Ttipos de cambio,
modificaciones que serían menos perjudiciales para el
comercio internacional y la IED que las amplias modificaciones
infrecuentes eimpredecibles en los tipos de cambios que son
combatidas por los gobiernos.

Los movimientos especulativos de capital
tenderían a ser más reducidos, porque
teóricamente las monedas pueden no alejarse mucho de sus
valores reales equilibrados y con varios cambios pequeños
hacia arriba o hacia abajo sería más difícil
predecir hacia dónde irán los valores de la moneda
en el corto plazo.

El desplazamiento a los tipos de cambio flexible no
funcionó como se habría predicho. Las fluctuaciones
llegaron a ser más grandes, y las diferencias entre lo que
habían vaticinado las teorías de la paridad del
poder adquisitivo sobre el valor de la moneda y los valores
reales en los mercados de cambio llegaron a ser más
amplios. Cuadro 2

Lo cierto es que en referencia al capitalismo
financiero, como sostiene Julio Sevares, la consecuencia es la de
un estado de crisis permanente.

Debemos reconocer que quizá los "otros
capitalismos" también hayan causado en un primer momento
esa concepción de crisis permanente. La inestabilidad del
mercado financiero internacional ya no es episódica sino
estructural (Sevares, 2000). El mercado es intrínsecamente
volátil y riesgoso, sometiendo a las economías
nacionales y específicamente a los sectores más
débiles de ellas a una presión permanente matizada
con frecuentes picos de crisis.

Esta extrema volatilidad financiera lleva en las
economías nacionales a la aplicación de
políticas dirigidas a la "administración de la
crisis". Lo que significa una clara adaptación a la
concepción (en cierto modo decadentista) que vivimos en
una "crisis constante".

Si la inestabilidad del mercado financiero es
estructural es necesario una voluntad política para
remediarla. La voluntad política es aquella que permite
remediar los defectos estructurales. Para superar la
inestabilidad Soros nos propone la imposición de una
disciplina de mercado: "Se habla de imponer disciplina de
mercado, pero si imponer disciplina de mercado significa imponer
inestabilidad, ¿cuánta inestabilidad puede asumir
la sociedad? La disciplina de mercado debe ser complementada por
otra disciplina: el mantenimiento de la estabilidad de los
mercados financieros debería ser el objetivo de la
política pública.

Para Soros la estabilidad es parte de un objetivo de
política pública y como el equilibrio es una
tendencia inalcanzable en los mercadosfinancieros150, se debe
establecer una tendencia que nos acerque a él lo
más posible, y esta tendencia sin duda es parte de una
generación.

TERCERA PARTE.

México: La
primera crisis en mercados emergentes

México ha sido un país clave en la
última década en el ámbito financiero. Como
sostiene Roberto Lavagna, "dos veces en poco más de una
década, en 1982 y 1994, México no pudo obtener
suficiente crédito "voluntario" para financiar o
refinanciar sus deudas".

La crisis reviste importancia porque con ella comienza
el debate sobre el comportamiento de la economía
financiera en la periferia y que luego se extendería al
interior de los organismos financieros
internacionales.

Situación de México en 1982 y
1995.

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A partir de la crisis mexicana, "el informe anual del
Banco Mundial 1995, así como el vicepresidente Sharid
Javed Burki, miembros de la institución como
Sebastián Edwards o académicos como Jeffrey Frenkel
(Universidad de California) han cambiado su posición y
admiten ahora la importancia de efectuar "algún" tipo de
control a los movimientos de capitales de corto plazo al mismo
tiempo que han asignado un poder mayor que el aceptado hasta
ahora a las políticas de estabilización monetaria
por su efecto en modificar expectativas".

La crisis denominada del "Tequila" fue la primera crisis
de liquidez en los años noventa que puso en entredicho el
sistema financiero internacional y generó un lógico
temor al "efecto dominó" sobre el resto de los mercados
emergentes.

Thurow nos aclara que en el sistema financiero
internacional, en cualquier momento puede aparecer un
eslabón más débil. Este parece ser el caso
de México en 1994-1995.

El presupuesto mexicano estaba equilibrado pero el peso
estaba sobrevaluado y el déficit de la balanza de pagos
era financiado con flujos de capital a corto plazo antes que por
inversión extranjera directa de corto y largo plazo. Para
diciembre de 1994, las reservas de moneda extranjera
habían caído a niveles tan bajos que México
se vio obligado a devaluar. En febrero de 1994, las reservas de
México eran de 29.000 millones de dólares, pero
para diciembre de ese mismo año se redujeron a 6.000
millones de dólares y al momento de tomarse la
decisión de devaluar (20 de diciembre de 1994)
ascendían a solo 3.500 millones.

La situación de México es el costo de una
visión miope que solo miraba los méritos pero no
los problemas que subsistían y los nuevos que se estaban
creando en la economía. En este camino, el tipo de cambio
real se apreció fuertemente, desde 1988 y se
acentuó en la década del noventa. Las exportaciones
crecieron, pero las importaciones lo hicieron aun en mayor
medida.

El segundo caso es el resultado de una deliberada
política económica escogida con ese fin pero que se
ha demostrado como incapaz de reconocer el carácter
puramente transitorio o de corto plazo, de parte no solo
importante sino de la mayor, de los flujos
financieros.

En lo que hace a las causas, el autor antes mencionado,
nos indica:

  • Una alta liquidez en los mercados internacionales de
    capital y un exceso de ofertas de capital

  • La existencia, en países medianamente
    desarrollados, ex ante, de una demanda global excedente,
    ligada a una demanda social por mayor consumo y más
    rápido crecimiento que, generalmente, se expresa a
    través de un mayor gasto e inversión
    públicos

  • Una fuerte demanda política por satisfacer
    dicha demanda global más alta que tiene la
    sociedad

  • Un grupo de tecnócratas decididos a aplicar
    una nueva sound político económio para
    satisfacer las condiciones de los anteriores
    items.

El papel del FMI.

Tras los fracasos iniciales por restablecer la confianza
en el sistema financiero mexicano, el 9 de marzo de 1995 se dio a
conocer un programa macroeconómico de
estabilización, con el respaldo de un acuerdo del tipo
stand-by con el FMI. Los objetivos claves pasaban por la
estabilización económica del país y la
recuperación de la confianza internacional.

Algunos de los principales elementos del programa
fueron:

  • Las medidas fiscales incluían ajuste en los
    precios de los bienes producidos por el sector público
    y reducción nivel real del gasto público. (En
    contrapartida, recordemos que la información que nos
    da Ffrench-Davis habla de los gastos del sector privado y la
    toma de créditos de este sector en el
    exterior).

  • Mantener un régimen de flotación de la
    tasa cambiaria, utilizando la política monetaria como
    herramienta para ayudar a estabilizar los precios.

  • Con la ayuda de una importante operación del
    BM, México diseña un programa para fortalecer
    el sector bancario a través de mejoras en la
    regulación y supervisión, mediante la
    elevación de los requisitos de capital y de las
    reservas por deterioro de cartera. Con respecto al sistema
    bancario, también se eliminaron los topes a la
    inversión extranjera en la banca mexicana. Se
    estableció una línea de crédito en
    moneda extranjera para permitir a los bancos nacionales
    cumplimentar sus compromisos internacionales. Adicionalmente
    se instauró un programa de deuda convertible
    subordinada para ayudar a los bancos que estuvieran
    experimentando una caída en sus requisitos de
    capital.

Este programa macroeconómico de
estabilización implicó un cambio importante de
rumbo en la forma en que México manejaba su
economía.

La suma de factores internos y externos impusieron la
devaluación de la moneda nacional. En principio se piensa
en una devaluación "bien manejada" pero éstas son
poco probables, ocurren demasiado tarde o son instrumentados de
manera no creíble para "los mercados". Para Lavagna la
crisis de México muestra que nunca hay un buen momento
para devaluar. Ya para febrero de 1994 se comenzó a
advertir que México estaba viviendo como un credit-card
addict (Lavagna, 1999).

Efectos de propagación sobre el
sistema financiero argentino.

El primer efecto que la devaluación produjo fue
un agravamiento de la generalizada desconfianza ya existente en
la economía mexicana, que rápidamente se
extendió a la gran mayoría de los mercados
emergentes. Los bancos internacionales cortaron el flujo de
nuevos préstamos; lo que, a su vez, implicó un
fuerte retiro de depósitos y una contracción en los
pasivos monetarios.

El sistema financiero argentino sintió
inicialmente los efectos a través del retiro de
depósitos desde el exterior. Bancos y empresas de primera
línea se vieron impedidos de renovar fuentes de
crédito externo. La crisis de liquidez afectó
particularmente a entidades mayoristas. Esto produjo, a su vez,
una generalizada desconfianza por parte de inversores y
ahorristas locales sobre la solidez de las entidades,
llevándolos a retirar sus depósitos y agudizar el
problema.

Como consecuencia, algunos bancos provinciales,
cooperativos y mayoristas recibieron el impacto de la
pérdida de depósitos con extrema intensidad. Por
otro lado, otros bancos vieron crecer sus depósitos, en un
contexto de marcada incertidumbre sobre la futura
evolución de las entidades con problemas de liquidez.
Pero, según diversos analistas, ningún banco
desapareció por falta de liquidez, sino por fallas en su
estructura patrimonial (crisis de solvencia).

Esta situación debilitó el funcionamiento
de los mecanismos de redistribución de liquidez al
interior del sistema e hizo necesario que las autoridades
intervinieran para asegurar la estabilidad del mismo. Estas
intervenciones se orientaron a partir de ciertos criterios
básicos. En primer lugar, reafirmar la vigencia de la
convertibilidad. Segundo, eliminar del sistema Como consecuencia,
algunos bancos provinciales, cooperativos y mayoristas recibieron
el impacto de la pérdida de depósitos con extrema
intensidad. Por otro lado, otros bancos vieron crecer sus
depósitos, en un contexto de marcada incertidumbre sobre
la futura evolución de las entidades con problemas de
liquidez. Pero, según diversos analistas, ningún
banco desapareció por falta de liquidez, sino por fallas
en su estructura patrimonial

(crisis de solvencia).

Esta situación debilitó el funcionamiento
de los mecanismos de redistribución de liquidez al
interior del sistema e hizo necesario que las autoridades
intervinieran para asegurar la estabilidad del mismo. Estas
intervenciones se orientaron a partir de ciertos criterios
básicos. En primer lugar, reafirmar la vigencia de la
convertibilidad. Segundo, eliminar del sistema financiero el
efecto de la crisis fiscal de ciertas provincias, que se
financiaban desde algunos bancos provinciales. Por último,
tratar de incentivar que las propias entidades financieras
privadas se encargaran de las entidades más débiles
a través de adquisiciones, fusiones y
absorciones.

La crisis financiera precipitada por la
devaluación mexicana tuvo un fuerte impacto en la
economía argentina. Si bien ello no resultó en una
crisis en el sentido de una devaluación cambiaria como
vislumbraron muchos, la economía registró una
caída del PBI del 5 % y una disminución de la
inversión del orden del 16 %. Para restaurar la confianza
global en la economía se corrigieron las metas fiscales en
el marco de la ampliación del acuerdo de facilidades
extendidas con el FMI. Esto permitió al país
acceder al financiamiento necesario para compensar la salida de
capitales que se estaba manifestando.

Las tasas pasivas de interés, luego de las
fuertes subas registradas al compás de la crisis
financiera, descendieron a niveles similares a los prevalecientes
al momento de la devaluación mexicana. El diferencial
entre las tasas pasivas en pesos y dólares que se
había incrementado por los supuestos riesgos de
devaluación, comenzó a disminuir alentado por la
recuperación de los depósitos en pesos,
recuperación que precedió a los nominados en moneda
extranjera.

En lugar de operarse en medio de una fuga o un retroceso
de los depósitos del sistema, este capítulo de la
transformación se dio en un período de crecimiento
de las imposiciones del orden del 30 %. Y en lugar de avanzar
como una derivación de quiebras o suspensiones de
entidades, avanzó en la forma de la absorción de
los grandes bancos privados nacionales por parte de la banca
extranjera. La crisis mexicana dejará como
conclusión la necesidad de reformar el sector
público, la crisis asiática desplegará
argumentos diversos sobre la necesidad de poner énfasis en
las reformas con eje en el sector privado.

CUARTA PARTE.

La crisis
asiática: "Segunda ola" de crisis
financiera

La crisis asiática reviste importancia
considerando que lo que hoy es conocido como "blindaje" o ayuda
financiera internacional, comenzó en 1997 y
específicamente en la región del Sudeste
Asiático, cuando fue necesario salvar a las
economías de la región. El blindaje llegó a
Tailandia, en julio de 1997, luego que la devaluación de
su moneda (bath) arrastrara a Corea del Sur, Malasia170,
Filipinas e Indonesia.

La crisis de Asia constituye un ejemplo de cómo
las medidas del FMI afectan las economías regionales, y
cómo estas medidas, en ocasiones, desequilibran las
economías nacionales de los países en desarrollo
desencadenando a corto ó mediano plazo un proceso
devaluatorio. La crisis asiática, objeto de
interpretaciones muy diversas, puede verse, como el resultado de
liberalizaciones incompletas y mal controladas y en cierto modo,
por sus implicancias mundiales aún poco claras como un
verdadero giro en la historia de la
globalización.

Las economías del Sudeste
Asiático.

La visión neoclásica y liberal adjudica
los logros pasados a la apertura exterior, al papel de los
mecanismos de mercado y a las intervenciones estatales favorables
al mercado (medidas market-friendly), o sea, tendientes a
asegurar simplemente un mejor funcionamiento del mercado. Las
interpretaciones heterodoxas enfatizan, por otro lado, el papel
activo y "guía" del Estado (medidas market-aumenting), los
factores culturales (valores asiáticos), el aprendizaje
tecnológico y la situación geoestratégica de
los "tigres" en la Guerra Fría.

El primer enfoque tiende a explicar la crisis por los
excesos de intervencionismo estatal que habrían generado
ineficiencia y corrupción. Sin embargo no parecía
ser éste un argumento sostenible. Como sostiene Cesarin:
"aún descreyendo de los standares nacionales, la
información provista por fuentes "no gubernamentales"
sostenía similar perspectiva. Un ejemplo lo brinda el
ranking elaborado por Transparency International (TI) sobre
Corrupción. Los datos referidos a los tres últimos
años del siglo XX que comprenden el pico de la crisis
asiática y rozan la latinoamericana indican que, sin
grandes fluctuaciones, entre las principales treinta
economías consideradas más abiertas y con menores
niveles de corrupción aparecen Singapur, Hong Kong,
Japón, Taiwán y Malasia (siendo Chile la
única entre las latinoamericanas) tampoco parecían
ser las economías asiáticas "paradigma de
corrupción y falta de transparencia".

Otros enfoques coinciden con las ineficaces
políticas de regulación. "Más que los
fenómenos indudables de corrupción y de nepotismo,
la causa fundamental de la crisis fue la liberalización
financiera excesiva y precipitada de los países de la
región, aconsejada e impuesta por el FMI: como
consecuencia de ésta, y apoyado en altas tasas de
interés y unas monedas pegadas al dólar, un enorme
flujo de capitales predominantemente especulativos se
volcó desde comienzos de los años "90 hacia estos
países y generó una verdadera "economía de
burbuja" con sobrevaluaciones de bienes inmobiliarios y de
títulos negociados en las bolsas de la región,
mientras que se multiplicaban los déficits de cuenta
corriente ante las insuficiencias del sector productivo
real".

El ingreso masivo de capitales fue posible por la gran
liquidez internacional de la década de los noventa y el
mayor inversor fue el vecino Japón. También es
importante destacar que una parte sustancial de los
créditos, que llegaron a la región atraídos
por el diferencial en las tasas de interés,
financió actividades relacionadas con la producción
de bienes y servicios no transables, especialmente en el sector
inmobiliario y financiero. Es decir que se endeudaron en
dólares en actividades que no generaban capacidad de
devolución de divisas.

La aparente estabilidad de la vinculación con el
dólar alentó a los bancos y negocios locales a
endeudarse en dólares y convertir los dólares en
las monedas locales sin cobertura; después los bancos
prestaron a proyectos locales o invirtieron en ellos, sobre todo
bienes raíces. Esa parecía una forma sin riesgo de
ganar dinero. Pero este acuerdo tácito se vio sometido a
diferentes presiones, entre ellas se mencionó la
subvaluación de la moneda china en 1996 y del dólar
norteamericano, respecto del yen japonés. La balanza
comercial de los países afectados se deterioró,
aunque los déficits comerciales fueron contrapesados al
inicio por el continuo ingreso de capitales.

Pero esta preferencia estratégica de Estados
Unidos se debió a razones geopolíticas. En el marco
internacional de la Guerra Fría, este país
necesitaba asegurarse el éxito de estas economías.
Los tigres asiáticos supieron aprovechar esta
relación preferencial para desarrollar un modelo de
crecimiento económico orientado a la exportación.
No cualquier país podía transformarse en exportador
de bienes manufacturados a partir únicamente de la ayuda
de Estados Unidos, como lo demuestran los casos
específicos de Egipto y Panamá. Según De la
Balze es necesario analizar también los factores
endógenos para explicar los logros de este grupo de
países, por ejemplo: "políticas
macroeconómicas ortodoxas, una alta tasa de ahorro, una
ética de trabajo estricta y un estado que planificaba las
inversiones".

Visiones de los logros y de la crisis
en Asia desde la corriente de pensamiento ortodoxa y la corriente
heterodoxia.

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La crisis en Asia y la
intervención del FMI.

La crisis de Asia a criterio de Stiglitz presenta dos
patrones familiares. El primero es justamente ilustrado por Corea
del Sur. El segundo es materializado por Tailandia. Corea del
Sur, tras el naufragio de la guerra de las "Dos Coreas", el
país formuló una estrategia de crecimiento que
aumentó la renta per cápita en ocho veces en tan
solo 30 años y a su vez avanzó significativamente
en la reducción de la brecha tecnológica que la
separaba de los países más desarrollados. Durante
el transcurso de la década del noventa había
ingresado a la Organización para la Cooperación y
Desarrollo Económico comúnmente identificada bajo
la sigla OCDE, el club de las naciones más desarrolladas
como la llaman muchos autores.

En las primeras etapas de su transformación
económica Corea del Sur había controlado
estrictamente todo lo relativo a su mercado financiero, pero bajo
presión de Estados Unidos, había permitido de mala
gana el endeudamiento de sus empresas en el exterior, de esta
manera quedaron a merced de "los caprichos" de los mercados
internacionales.

El FMI inyectó vastas sumas de dinero para que
los países de Asia pudieran mantener el valor de su
moneda. El total de los paquetes de rescate, incluyendo el apoyo
de los países del G-7 fue de 95.000 millones de
dólares, distribuyéndose de la siguiente manera:
Corea del Sur con 55.000 millones, Indonesia con 33.000 millones
y Tailandia con 17.000 millones de dólares.

El FMI se limitó a acusar a estos países
de no haber aplicado las reformas estructurales "en serio". Estas
críticas exacerbaban la estampida de estos capitales hacia
el exterior. Surgieron dudas sobre las políticas del FMI y
del Tesoro de los Estados Unidos propiciaron un entorno que
alimentó la crisis al estimular un ritmo de
liberalización financiera y de los mercados
injustificablemente veloz. Los defensores de la
liberalización de los mercados de capitales plantean el
argumento que los controles en el mercado de capitales impiden la
característica eficiencia económica en la
distribución, por lo cual se estaría mejor sin
ellos.

La última opción fue la opción
desarrollada. Fue lo que ocurrió en aquella zona de Asia a
finales de la década del noventa. Las políticas
fiscales y monetarias contractivas, combinadas con
políticas financieras erradas, produjeron frenos
económicos masivos, rebajando las rentas, lo que redujo
las importaciones y dio lugar a voluminosos superávits
comerciales, con los cuales obtuvieron los recursos para pagar a
los acreedores foráneos. Si bien entre los objetivos del
FMI se contaba evitar el contagio, éste fue
inmediato.

En el país donde fue más evidente la falta
de percepción del FMI sobre el mercado financiero fue en
Indonesia. Ya habían cerrado más de una docena de
bancos, y se informó que otros podrían hacerlo en
el futuro, los depositantes quedaron librados a sí mismos.
Esto generó corridas hasta los bancos privados que aun
tenían sus puertas abiertas, y el retiro de sus
depósitos hacia bancos estatales que se creía
gozaban de garantía estatal.

Críticas a la actuación
del FMI en Asia.

En numerosos foros se ha planteado la necesidad de
reformar el FMI. Institución surgida con los acuerdos de
Bretton Woods, que a pesar de la finalización de estos ha
persistido. Los gobiernos de países en vías de
desarrollo plantean la necesidad de la reforma del FMI, pero
incluso Estados Unidos consciente de la interconexión de
las economías al nivel mundial, plantea como objetivo el
aumento de los recursos para dicha institución.

En las crisis financieras internacionales del
último decenio del pasado siglo, el FMI se enfrentó
a problemas que nunca antes había tenido que abordar. La
crisis asiática era una crisis compleja, con un componente
monetario y uno crediticio. Lo que hacía que la crisis
asiática fuera diferente de cualquiera de las crisis a las
que el FMI se había enfrentado antes era que se
había originado en el sector privado; el sector
público estaba en una forma relativamente buena. Por eso
Soros pensó que la crisis asiática serviría
para poner fin a ese modelo de capitalismo, llamado "crony
capitalism", o "capitalismo de amigotes" para el autor, que antes
se ensalzaba con el nombre de capitalismo confuciano o
capitalismo asiático.

Gran parte de la insatisfacción popular hacia el
FMI, especialmente en los países que han operado bajo los
programas de ajuste del mismo, se debe a este celoso papel de
policía exigente, en vez del "ultra permisivo" papel del
trabajo social (Mussa, 2002). Es una discusión acerca de
la naturaleza del FMI. Pero claro está que en sus
diálogos con el FMI, todos los países prefieren
dialogar con el trabajador social y no con el policía
exigente.

Por tanto, el FMI impuso a la crisis asiática su
medicina tradicional: elevar los tipos de interés y
reducir el gasto público para estabilizar la moneda y
restablecer la confianza de los inversores internacionales. Si
bien se cree que este último punto es la razón de
ser de la lógica de funcionamiento del FMI.
Reconoció los defectos estructurales concretos pero los
programas del FMI no funcionaron porque solo se ocupaban de
algunos aspectos de la crisis no de todos.

Similares problemas, diferentes
respuestas.

Gracias a su política macroeconómica, las
fuertes regulaciones existentes en el país protegieron a
los bancos de quedar expuestos a la volatilidad de los tipos de
cambio. E incluso se limitó el endeudamiento exterior de
las compañías a la que dichos bancos
prestaban.

El gobierno de Mohamed Mahatir también impuso
restricciones a las transferencias al exterior de los capitales
de los residentes de Malasia, congeló durante el lapso de
un año la repatriación de las inversiones de
cartera. Estas medidas fueran anunciadas como aquellas de corto
plazo, y fueron "delicadamente" diseñadas para no parecer
que el país se comportaba de manera hostil con la
inversión extranjera de largo plazo que quisiera
venir.

En ocasión de aquella crisis, Mohamed Mahatir,
envió una nota al diario The Times, el 1 de septiembre de
1998, en la que sostenía: "…los gobiernos están
siendo acusados mientras los mercados accionarios son alabados
por sus esfuerzos por disciplinar a los gobiernos, por forzarlos
a cambiar sus caminos".

A partir de aquí, un gran número de
economistas y especialistas en materia financiera discutieron
sobre la situación malaya. La adopción de controles
de capitales y el no recurrir a los préstamos
asistenciales del FMI, no demostraron ser medidas adversas en el
largo plazo para Malasia en comparación con sus vecinos
que no tomaron este tipo de medida.

No obstante ello, Rudy Dornbusch206 afirma que los
costos y beneficios de los controles son ambiguos, porque si bien
la economía malaya se recuperó a finales de 1998,
también se recuperaron las economías de Corea y
Tailandia, países que no recurrieron a este tipo de
medidas.

Otra cuestión de suma importancia a tener en
cuenta es que hay escasas pruebas que los controles de capitales
diseminen a los inversores extranjeros. De hecho en el
período estudiado, y bajo el caso malayo, la
inversión extranjera directa aumentó. Como a los
inversores les preocupa la estabilidad macroeconómica y
como Malasia logro obtenerla durante este tiempo, el país
logro atraer a los inversores.

China logró esta situación respetando
algunas prescripciones de la ortodoxia económica210. Ante
un giro negativo de la actividad económica hay que
responder con una política macroeconómica
expansiva. Este país aprovechó la oportunidad para
combinar sus necesidades de corto plazo (infraestructura) con sus
objetivos de largo plazo. En su economía interna
había vastas oportunidades para las inversiones
públicas con alta rentabilidad y lo supo
aprovechar.

Como sostienen varios autores, los factores de
vulnerabilidad parecen haber estado ausentes en China:

  • Los grandes bancos nacionales estaban respaldados
    por el estado.

  • Como ya fuera mencionado, los controles
    gubernamentales sobre la cuenta de capital impidieron la
    entrada masiva de capitales de corto Plazo.

  • La devaluación competitiva de la moneda china
    en 1994, se suele presentar como otro factor que
    contribuyó a agudizar la crisis económica
    agravando el deterioro de los "términos de
    intercambio" entre las economías de la
    región.

  • China mantuvo su paridad frente al dólar, por
    su histórica desvinculación del yen
    japonés.

Los indicadores corroboran estas hipótesis. Entre
1989 y 1999, la participación del mercado estadounidense
sobre el total de las exportaciones chinas aumenta del 23 al 36
%, en tanto para las economías de la ASEAN – 4 (Indonesia,
Malasia, Tailandia y Filipinas) el incremento fue del 18 al 21 %
en el período considerado. La expansión china tuvo
lugar principalmente en sectores como prendas de vestir, calzado
y productos domésticos, tradicionalmente competitivos con
respecto a los del Sudeste de Asia.

Como hecho notorio, en América Latina, no
contamos con un motor económico regional que pueda
reemplazar a los Estados Unidos ofreciendo una alternativa de
empuje y recuperación para el resto. Ni a corto ni a
mediano plazo se vislumbra una "posible potencia
económica" pueda empujar al crecimiento conjunto de la
región.

Cómo controlar los flujos de
capitales. Posibles medidas.

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El "efecto arroz" sobre el sistema
financiero argentino.

La internacionalización de la crisis
comenzó el 17 de octubre cuando Taiwan dejó de
intervenir en el mercado cambiario y que se depreciara su moneda;
se profundizó el 23 cuando se produjo la caída de
la bolsa de Hong Kong y 4 días más tarde (el 27 de
octubre) cayó el índice Dow Jones,
extendiéndose la crisis al resto del mundo. Por su parte,
las bolsas latinoamericanas cerraron con pérdidas. Esto
fue seguido de un crash bancario en Japón (producto del
cierre de dos importantes instituciones financieras el 17 y 24 de
noviembre) y de la devaluación de Corea en los primeros
días de diciembre.

El Banco Central también permitió a las
entidades utilizar nuevos instrumentos para constituir los
requisitos de liquidez mediante cartas de créditos stand
by emitidas por entidades de alta calificación
internacional. Además, con el objeto de proveer mayor
liquidez al sistema se dispuso la ampliación de la
línea de pases.

La fortaleza del sistema financiero argentino y la buena
performance de los "fundamentals" permitieron la absorción
de la crisis sin que surgieran problemas de confianza que
implicaran una drástica huida de capitales. Luego de esta
segunda crisis financiera internacional quedó demostrado
que la fortaleza del sistema financiero y la consistencia de las
políticas implementadas son factores clave para absorber
estos shocks internacionales.

QUINTA PARTE

El cambio
sistémico internacional y la crisis
argentina

  • El "caso argentino" y el cambio de
    paradigma global

La crisis de Argentina, si bien responde a los patrones
secuenciales de evolución de las anteriores crisis, la
combinación de escenarios negativos constituye puntos de
particular de análisis a fin de descubrir matices en el
procesamiento de las características sin
precedentes.

Entre los escenarios negativos inmediatos encontramos,
un cambio de paradigma económico global:

  • La caída de Brasil con posterioridad a la
    crisis rusa.

  • La crisis de Turquía con sus particulares
    similitudes para nuestro país.

  • Y los atentados terroristas del 11 de septiembre de
    2001.

Dichos acontecimientos han influido sobre la Argentina,
además sobre el FMI, en el surgimiento de un nuevo ideario
referido al trato de las naciones en crisis
financieras.

Ante tales cambios en el sistema internacional,
Argentina verá reducido su "margen de maniobra", y
el desenlace final será el quiebre del 21 de diciembre de
2001.

  • Antecedentes inmediatos: la
    caída de Brasil y de Turquía

Ahora bien, con la crisis de Rusia en agosto de 1998,
Brasil se vio sumamente afectado. Y que, algunas políticas
macroeconómicas parecían estar mal para el vecino
país, los potenciales inversores y prestamistas se
abstuvieron y el rebaño comenzó a moverse. Las
reservas se redujeron unos 30.000 millones de dólares en
los dos meses siguientes, mientras el gobierno luchaba por
contener el real y se pagaban los préstamos.

Es así, como comenzó a circular
discretamente el temor de una mora en el pago de los
préstamos. El FMI se movió rápidamente y en
octubre ya habían dispuesto un programa de
préstamos de 41.600 millones de dólares.

La carta de intención firmada en noviembre de ese
mismo año por el Brasil lo comprometía a una serie
de objetivos entre ellos:

  • La reducción del déficit fiscal del 8
    % del PBI al 4,5 %, lo cual se lograría por el lado de
    los ingresos, elevando el impuesto a las transacciones
    financieras, aumentando los aportes sociales de los empleados
    del sector público, y aumentando la
    contribución de los empleadores a la seguridad
    social.

  • Del lado del gasto, el objetivo fue una
    reducción de poco más de 7.000 millones de
    dólares; pero según algunos observadores, la
    medida del FMI y la orientación política, en
    especial sobre el tipo de cambio, aseguraron el pago de las
    obligaciones con los bancos e inversionistas de los
    países desarrollados sin pérdida alguna para
    los inversionistas.

Contando con la mitad de las reservas y enfrentando a un
mayor déficit de cuenta corriente, en enero el gobierno
optó por aplicar una devaluación del 8 %. El
aliviado mercado accionario de San Pablo inmediatamente
aumentó un 34 %, pero los mercados del exterior bajaron,
revelando las percepciones de lo que se entiende como algo bueno
para los negocios. El gobierno, presionado por el FMI
elevó aún más las tasas de interés,
pero no logró tranquilizar a los inversionistas
internacionales, quienes decidieron que el real se estaba
desmoronando.

La ya mencionada crisis en Brasil trajo consigo efectos
intramercosur, se encarecían aún más las
exportaciones argentinas. Se recordaba, una vez más, la
falta de coordinación en el Mercosur de políticas
macroeconómicas.

No obstante, la crisis turca también hizo sentir
su efecto sobre la Argentina. En febrero de 2001, la disputa
entre el presidente de Turquía, Ahmet Sezer, y su primer
ministro, Bulent Ecevit, provocó que su mercado se
derrumbara afectando a la Argentina, básicamente porque
comparten la volatilidad financiera que caracteriza al grupo de
los "mercados emergentes".

Si se avanza un poco de la dimensión
económica y la anécdota política, el caso
turco tiene componentes que suponen interés para las
democracias de América Latina. El de Turquía es un
caso claro de "gobernabilidad en crisis" en el que se pueden
reflejar como en un espejo las "democracias
emergentes".

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Por otro lado, las autoridades económicas
argentinas intentaron marcar las diferencias con Turquía
sobre la base de diferencias fiscales, monetarias, financieras,
institucionales y de estructura de la deuda externa, porque la
deuda turca estaba mayormente en manos de tenedores
locales.

Desde el gobierno pronto salieron a marcar las
diferencias con Turquía y el encargado fue Daniel Marx,
quien era secretario de Finanzas del Ministerio de
Economía. Sostuvo que hay diferencias sustanciales, y que
las desventajas de Turquía son: desvíos importantes
respecto del programa acordado con el FMI, si bien es un gobierno
de coalición como la Alianza, la coalición es entre
tres partidos, el sistema financiero turco es débil y el
de la Argentina es sólido.

  • Inestabilidad institucional y crisis
    económica en los noventa

Los orígenes del acelerado endeudamiento externo
de la Argentina pueden remontarse a mediados de la década
de los setenta. Las Fuerzas Armadas en 1976, junto con el
disciplinamiento de la clase trabajadora, promovieron la apertura
comercial y financiera, y la aplicación de un plan
económico.

Entre las principales medidas de política
económica adoptadas, encontramos:

– La liberalización total de precios

– Devaluación y congelamiento de
salarios

– Reducción de aranceles aduaneros

– Eliminación de reintegros a la
exportación industrial

– Liberalización del régimen de
inversión extranjera directa otorgándole los mismos
beneficios y derechos que al capital de origen
nacional.

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Estancamiento industrial y
expansión financiera, 1976 –1980

Las medidas anteriormente mencionadas llevaron a que el
FMI, que había negado mayor financiamiento al gobierno
justicialista de Isabel Martínez de Perón,
ofreciera al nuevo gobierno nuevos créditos.

El endeudamiento público destinado a sostener el
sistema mediante un constante ingreso de capitales y el
endeudamiento de carácter privado facilitado por la
apertura de la cuenta de capitales que se había dado a
partir de 1976 – 1977, contribuyeron a la
acumulación de una deuda externa cada vez más
elevada.

Algunos datos a tomar en cuenta nos permiten justificar
lo anteriormente expresado:

  • En el período 1975 – 1983 la deuda
    externa creció de 7.800 millones de dólares a
    45.000 millones de dólares.

  • En 1975, el 50 % de la deuda era pública. En
    1983, el 70 % de la deuda era privada

  • Hasta 1979, el sector público se
    endeudó poco, pero a partir de este año el
    endeudamiento causó una sangría de divisas en
    un país que cada vez recibía menos
    dólares del exterior

  • Desde 1981 hasta el retorno de la IED en la
    década del noventa, el pago de utilidades e intereses
    de la deuda es mayor al ingreso de capitales.

  • La liberalización financiera permitió
    la fuga de capitales en una escala jamás vista con
    antelación. En 1984, el BM estimó que el 44 %
    de la deuda externa correspondía a la evasión
    de capitales por parte de agentes privados, el 33 % por pago
    de intereses y el 25 % destinados a la compra de armas o
    importaciones no registradas

  • La economía de acumulación financiera
    tuvo un efecto desastroso sobre la economía real,
    entre 1976 y 1983 el PBI creció a un promedio anual de
    1,4%

  • La inflación se mantuvo. En 1977 los precios
    aumentaron un 176 %, en todos los años hasta 1983 la
    inflación siguió manteniendo tres
    dígitos, con la sola excepción del año
    1980 que esta se mantuvo en un 87,6 % anual
    promedio.

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A partir de 1981, Lorenzo Sigaut, quien había
reemplazado a Martínez de Hoz, implementó un seguro
de cambio que se otorgó a quienes renovaban sus
créditos en el exterior por una plazo mínimo de un
año y medio, y que abarcó obligaciones por 6.000
millones de dólares, casi la mitad de la deuda externa
privada.

Se continuó por la deuda interna en 1982. El
titular del Banco Central, impuso topes a las tasas de
interés de todas las operaciones del sistema financiero,
los cuales, gracias al fuerte aumento inflacionario licuaron las
deudas empresarias. Es así como, las deudas privadas
fueron "estatizadas" agravándose así la
vulnerabilidad externa de la Argentina.

Al asumir el nuevo gobierno radical, el problema era
aún más grave. La principal debilidad
económica que no lograba controlar el Estado era la
inflación, a tal punto que para el mes de junio de 1985
ésta alcanzó el 1000 % anual, para intentar paliar
la situación el gobierno lanzó el denominado Plan
Austral, que consistía en un cambio de moneda, control de
precios industriales y un sistema de desindexación. Con
ésta última los deudores no debían pagar los
intereses calculados en los momentos de elevada inflación,
lo cual beneficiaba injustamente a los acreedores. En el fracaso
del Plan Austral se encuentra el germen de la caída del
gobierno de Alfonsín ante el descontento
popular.

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Ante la constante pérdida de reservas el gobierno
declaró en mayo del año 1988 una moratoria en el
pago de los intereses de la deuda externa. Ese mismo año
se lanzó un nuevo plan para evitar la escalada
inflacionaria. El Plan Primavera, que disponía un sistema
cambiario múltiple, plan que pronto fracasó. En
síntesis, en el período que va desde 1983- 1989, la
Argentina aumentó su deuda externa en casi un 50 %. Un
balance económico del gobierno de Raúl
Alfonsín, nos arroja los siguientes datos:

  • Caída del PBI en un 2 % promedio

  • Desplome de la inversión fija

  • Aumento del desempleo de un 5,5 % a un 8,4
    %

  • Un tope máximo de inflación en 1989 de
    4.900 %

  • Déficit del sector público en un 7,6 %
    del PBI

  • Solo presenta superávit el comercio exterior,
    pero esto no es debido al aumento de las exportaciones, dado
    que apenas tuvo variación, sino debido al brusco
    descenso de las importaciones causado por la recesión
    interna

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Ya para marzo de 1989, se realizaron elecciones
presidenciales, siendo la fórmula triunfante Carlos
Saúl Menem – Eduardo Duhalde. En el mes de julio de dicho
año, el entonces presidente Alfonsín se ve obligado
a renunciar asumiendo tempranamente el gobierno.

El nuevo gobierno unificó los tipos de cambio,
aplicó también una devaluación del 100 %,
optó por un ajuste fiscal y comenzó una
política de reducción del Estado. El Poder
Ejecutivo diseño y el Legislativo aprobó las leyes
referidas a Reforma del Estado (Ley Nro. 23.696) y de Emergencia
Económica que le dieron poder al gobierno para privatizar
empresas estatales, vender inmuebles pertenecientes al Estado,
eliminar el "Compre Nacional" y liberalizar el ingreso de
empresas extranjeras.

La devaluación del 100 % ocasionó una
carrera inflacionaria que intentó ser frenada por una
política monetaria restrictiva del Banco Central que
aumentó las tasas de interés, pero frenando
así la poca actividad económica
existente.

Las nuevas autoridades económicas dispusieron un
plan de flotación para el tipo de cambio y un programa de
canje de depósitos a plazo fijo del sistema financiero por
Bonex, es decir, bonos de deuda pública en
dólares.

La política monetaria restrictiva
contribuyó a mantener en caja el tipo de cambio, pero no
logró reducir la inflación. La paulatina
sobrevaluación del peso ocasionaba inconvenientes en el
sector comercial externo.

El gobierno no atravesaba problemas fiscales graves.
Esto se debía al mantenimiento de la mora en el pago de
los intereses iniciada bajo el período de Alfonsín,
al igual que no se pagaban a los deudores internos ni se giraban
los fondos a las provincias.

Ante los compromisos incumplidos el gobierno tomó
la decisión de emitir. Esta medida redundó en un
segundo período de hiperinflación. En marzo de
1990, el gobierno respondió con un nuevo programa,
mediante el cual se reducían gastos eliminando
reparticiones del sector público, se daba comienzo al
proceso de privatizaciones y se flexibilizaba el régimen
para la inversión extranjera directa. Como afirma Mario
Rapoport:

"Se había producido una
reorientación de la política económica
pasando a favorecer prioritariamente a otros sectores del poder
económico, el de los acreedores externos y, de manera
secundaria, el de los exportadores. Los grandes contratistas del
Estado también se beneficiarían participando en las
privatizaciones".

En enero de 1991, el Ministerio de Economía fue
ocupado por el hasta entonces Ministro de Relaciones Exteriores,
Comercio Internacional y Culto, Domingo Felipe Cavallo. La
principal medida en materia de política económica
la convertibilidad se entiende en el marco de historia
inflacionaria del país. Inflación –
Hiperinflación se enlazan con la Convertibilidad como
estructura y superestructura.

La Ley de Convertibilidad actúo sobre el
imaginario colectivo, sobre la idiosincrasia de los argentinos
provocando una identificación total con la convertibilidad
de su moneda vis-à-vis los resultados positivos de esa
opción escogida.

  • La Ley de Convertibilidad

El 1 de abril de 1991 el tipo de cambio equivalía
a un dólar cada 10.000 australes. En ese entonces se
permitió la libre convertibilidad de cada austral a
dólares a la cotización establecida, al aprobarse
la Ley 23.928. La ley disponía también que el Banco
Central de la República Argentina debía guardar
reservas de libre disponibilidad equivalentes a no menos del 110
% de la base monetaria con el objeto de institucionalizar
mediante sanción legislativa el "sistema de
conversión" impuesto.

Para reforzar ésta relación entre moneda
nacional y divisa norteamericana se llego a modificar incluso el
Código Civil autorizando así los contratos en
moneda extranjera. A la par se prohibió la
indexación de los contratos para que la inflación
pasada no fuera trasladada al futuro, cortando de esta manera la
inercia inflacionaria.

Paralelamente se dispuso una rebaja de los encajes
bancarios de los depósitos en australes y un aumento de
los correspondientes en dólar. A partir del 1 de enero de
1992, finalmente el Austral fue reemplazado por el peso
convertible a dólar con una paridad de uno a uno. La
convertibilidad era un sistema con tres partes que actuaban de
manera articulada:

– Un tipo de cambio fijo

– Una moneda convertible

– Una emisión monetaria dependiente del ingreso
de dólares al Banco Central.

En el sistema anterior existente, el Banco Central
emitía de forma libre en función de las necesidades
del Estado. El Tesoro se endeudaba con el Banco Central y cada
año esa deuda era cancelada.

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Bajo el sistema de convertibilidad, la única
manera posible que tenía el Estado de obtener dinero era
tomando prestado, emitiendo títulos de la deuda interna o
externa.

La convertibilidad modificó sustancialmente el
funcionamiento del Banco Central de la República
Argentina. Bajo un sistema estándar, el Banco Central
emite moneda de acuerdo a los criterios fijados por el gobierno y
de forma independiente. El gobierno impuso la autarquía
del Banco Central. Este enfoque de Banco Central independiente es
producto de la cultura monetarista surgida en los setenta cuya
finalidad buscada era lograr la subordinación de la
economía productiva a la política
monetaria.

El monetarismo plantea la necesidad de contar con un
Banco Central "independiente" de las presiones de gobiernos y
dispuesto a manejar la oferta monetaria solo con criterios
antiinflacionarios estrictos. La independencia

del Banco Central constituye una opción
política tras el resultado de la importancia del sector
financiero sobre la economía real.

Una de las reglas básicas de la Convertibilidad
era que el Estado debía mantener la disciplina fiscal y
gastar solo sobre la base de los recursos obtenidos por
impuestos. Como se verá más adelante, aquí
radica uno de los gérmenes de la propia destrucción
del sistema de Convertibilidad. El déficit fiscal y la
evasión impositiva se convertirán en dos de los
problemas que le será más difícil paliar al
Estado Nacional y a los Estados provinciales.

El propósito era crear una economía
estable, abierta y privatizada, es decir, como sostiene Julio
Sevares, "corporizar el mito neoliberal de la economía de
mercado globalizada"

La estabilización y la posibilidad de realizar
depósitos en dólares estimularon la
captación de dinero por parte del sistema financiero
argentino incrementando su capacidad crediticia. A esto debe
sumarse que gracias a la convertibilidad los bancos podían
tomar fondos en el exterior para prestar en el mercado interno.
Como resultado de este proceso los depósitos se
triplicaron entre 1991 y 1994.

Licuación de deuda interna por medio de Plan
Bonex más reducción de deuda externa por medio del
Plan de Convertibilidad permitieron mantener el equilibrio fiscal
durante 1991 y un pequeño superávit durante los
años 1992 y 1993. Bajo el sistema de Convertibilidad, las
exportaciones del país crecieron, pero las importaciones
creyeron en una cifra aun mayor. Los pagos de intereses y
utilidades también crecieron.

Durante los primeros años, la brecha fue cubierta
por el ingreso de IED, bajo la modalidad de las privatizaciones.
Sin embargo, una vez agotado este proceso, los ingresos
provenientes del exterior se redujeron.

El aumento de las reservas, cuestión estructural
del sistema de Convertibilidad, implicaba el ingreso de divisas.
Y a partir del agotamiento de esta ola privatizadora, el ingreso
fue cubierto por el endeudamiento público en el
exterior.

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Argentina y la IED, 1992
–1998

Parte de la crisis económica en ciernes reside en
uno de los dilemas de la convertibilidad: la necesidad de
conseguir sustentabilidad en un presupuesto público
equilibrado, porque si no la única forma de financiar un
déficit pasa por el endeudamiento
público.

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A partir de 1995 se reduce el ingreso de IED y se opta
por profundizar el endeudamiento externo. Como sostiene Sevares,
por su acumulación de deudas, el sector público
perdió el crédito externo, con lo que el flujo de
divisas se detuvo. Es aquí donde encontramos el inicio del
fin de la convertibilidad argentina.

La fuga de capitales, la disminución de la IED, y
el constante retiro de los capitales que se encontraban
invertidos, parecían augurar el resultado del modelo en el
mediano plazo. Según datos del diario Clarín, entre
1992 y 2001, los activos externos de residentes en el país
se duplicaron, llegando a constituir 106.000 millones, más
del 75 % de la deuda externa. Tan solo más de 13.000
millones se fueron del país durante el año 2001. De
esta manera se permitió una de las fugas de capitales
más importante de la historia de nuestro país
producto de las contradicciones internas del propio modelo
adoptado.

  • El último
    período

Pasados los dos períodos del presidente Menem, el
partido político de "La Alianza" se hizo con el poder el
presidente Fernando De la Rúa a la cabeza. Pronto este se
demostraría incompetente para el cargo que
ocupaba.

El nuevo gobierno, resultante de una alianza entre
partidos políticos con eje en la UCR (Unión
Cívica Radical) y el Frepaso (Frente País
Solidario); en adelante, Alianza heredó una
situación económico – financiera sumamente
compleja. "La Alianza" funcionó durante todo su gobierno
sin un plan auto centrado, por eso sus políticas se
basaron en responder, o al menos intentar responder, las
exigencias del FMI, de los grupos de poder argentinos y las
presiones sociales.

El nuevo gobierno, resultante de una alianza entre
partidos políticos con eje en la UCR y el Frepaso (en
adelante, Alianza) heredó una situación
económico – financiera sumamente compleja. En los
últimos años del segundo período del
presidente Menem, se había expandido el gasto
público, ampliando el déficit fiscal y deteriorando
el crecimiento de la economía.-

Se proveía a la economía nacional los
capitales necesarios pero a través del endeudamiento
externo. Ante esta situación si se reducía el
déficit fiscal se reducía también el ingreso
de capitales. Si se mantenía el déficit fiscal
crecía el endeudamiento externo y aumentaba la
desconfianza sobre la solvencia fiscal. Todo parecía ser
un juego de suma cero. La "escuela ortodoxa" promovía la
reducción del déficit fiscal para así
recrear la confianza de inversores, y promover el regreso de
capitales y la reactivación de la
economía.

Para la escuela heterodoxa, la recesión se
debía la insuficiencia de la demanda y un ajuste
agravaría la situación. Alertaban que aunque el
déficit se redujera los capitales externos no
regresarían al sector productivo si este continuaba bajo
parálisis. La solución pasaba por un ajuste
positivo del déficit fiscal, poniendo énfasis en la
mejora de ingresos y en una mejor distribución de los
mismos eliminando beneficios impositivos y previsionales y un
fuerte combate a la corrupción y la evasión
fiscal.

Pero había una cuestión importante que
dividía las opiniones: el tipo de cambio. La
mayoría de los economistas consideraba que el tipo de
cambio estaba atrasado, sobrevalorado, por lo tanto no facilitaba
las exportaciones del país. Un grupo más que
reducido planteaba la necesidad de devaluar el peso y eliminar la
caja de conversión para así recuperar la
posibilidad de tomar decisiones en materia de política
monetaria.

Ni bien "La Alianza" asumió el gobierno
declaró públicamente que el déficit fiscal
consolidado era de 10.000 millones de dólares. La
aplicación posterior de una política fiscal
restrictiva, acentuó la baja en la demanda
interna.

La medida denominada "impuestazo" no dio los resultados
esperados; el gobierno recortó salarios de empleados
públicos nacionales y provinciales.

En aquel momento, Joseph E. Stiglitz sostenía:
"Apenas se había recuperado el mundo de la crisis
financiera de 1997 – 1998 cuando se deslizó hacia la
desaceleración global de 2000 – 2001 empeorando la
situación de Argentina. Aquí fue donde el FMI
cometió su error fatal: apoyo una política fiscal
restrictiva, la misma equivocación que cometió en
Asia y con las mismas desastrosas consecuencias. (…) cualquier
economista podría haber predicho que las políticas
de ajuste del gasto incitarían a la recesión
(…)".

Sin embargo, por el mismo dilema de la convertibilidad,
si la economía se hubiera reactivado al mismo tiempo
hubiese provocado el aumento de la demanda de importaciones. Un
aumento de la demanda habría provocado una baja de las
reservas por aumento de las importaciones y habría chocado
con la escasez de divisas.

Una posible solución a estos dilemas pasaba por
aplicar una política orientada a las exportaciones
combinada con un ajuste fiscal basado en mejorar el cobro de
impuestos a grandes evasores, sectores de rentas
monopólicas y de altos ingresos.

Los malos resultados en materia fiscal a lo largo de
2000 crearon fuertes tensiones con el FMI, y al interior de este
organismo crecieron las presiones para que fuera desplazado de su
cargo el Ministro de Economía.

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Para septiembre de 2000, la Argentina veía
reducir constantemente sus posibilidades de tomar créditos
en el exterior, y enfrentaba dificultades para conseguir
financiamiento en el mercado externo privado.

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  • Crisis y "solución final":
    el blindaje financiero.

"La pregunta inicial acerca del blindaje argentino fue
si hubiese tenido un destino diferente al de sus antecesores y si
hubiese ayudado a salir de la difícil coyuntura en la que
se encontraba nuestro país. O si, simplemente, hubiese
servido apenas para postergar el default".

Los que apostaban a la primera alternativa decían
que ese crédito extraordinario despejaría el
horizonte financiero por un año, lapso en el cual la
Argentina podría retomar el crecimiento. La respuesta
final fue que el blindaje argentino solo sirvió para
postergar el default.

El blindaje no resolvía el estancamiento
argentino, alertaban otros que, si no se tomaban medidas que
impulsaran la inversión y el empleo, la ayuda
extraordinaria podría apenas servir para renovar las
deudas del 2001 y evaporarse a través de una fuga de
capitales.

El socorro financiero llegaba a la Argentina porque en
el 2001 vencían deudas públicas y privadas por unos
23.000 millones de dólares y había que financiar un
déficit fiscal de 7.000 millones.

El blindaje en este contexto de deuda externa,
servía como reaseguro de que Argentina pagaría en
el 2001 los servicios de la deuda. La clave era que la Argentina
no tuviera que recurrir a ese préstamo especial porque
hacia fines del 2001, la historia volvería a repetirse en
condiciones agravadas.

A escala interna, la operación financiera
servía para ratificar la vigencia del plan de
convertibilidad y permitía que bajasen las tasas de
interés para la economía. Situación que de
no aumentar la inestabilidad política, tendría que
acelerar el crecimiento económico.

Se debe destacar una cuestión importante. Si bien
como ya fuera mencionado en el desarrollo de este trabajo, se
habían concretado varios casos de rescate internacional,
es decir, ya se registraban antecedentes de operaciones
financieras concertadas internacionalmente con el objetivo de
asistir en el tratamiento de crisis financieras, el caso
argentino presenta singularidades.

En primer lugar, el blindaje argentino se produce antes
del estallido de la crisis. Barbeito comparando el blindaje
argentino con los anteriores casos nos dice que: "… la
diferencia es que ahora afirma el carácter de un operativo
destinado a producir efectos antes del estallido de la crisis y
no después como ocurrió en la mayoría de las
experiencias anteriores".

El blindaje consistió para la Argentina, en un
cronograma de aportes financieros por un valor de 40.000 millones
de dólares, compuesto por fondos del FMI, de otros
organismos y entidades financieras internacionales y de gobiernos
del grupo del G – 7, con los que se esperaba afrontar el pago de
la deuda de 2001.-

La ayuda financiera asociada al programa contaba con la
siguiente composición: 14.000 millones del FMI, 5.000
millones del BM y del Banco Interamericano de Desarrollo, y 1.000
millones del gobierno de España. Los 14.000 millones de
dólares del FMI, correspondían a una cifra del 520
% de la cuota argentina en el organismo, en sí misma
elevada considerando con el límite normal de la cuota (300
%) que un miembro puede utilizar de los recursos del FMI, de
acuerdo a su nivel de aporte.

De acuerdo con el FMI, el paquete de rescate
también incluía cerca de 20.000 millones de
financiamiento del sector privado, dependientes del apoyo
voluntario del mercado, destinados a complementar el objetivo de
la Argentina consistente en acceder a los mercados
internacionales de capital.

Es importante tomar en cuenta que la ayuda no era tan
amplia como parecía. En realidad, sólo fueron
garantizados 10.000 millones de dólares del FMI que se
concretarían a medida que el gobierno iba cumpliendo sus
promesas de "reformas estructurales". El resto lo
constituían propósitos de financiamiento, por tanto
de bancos y AFJP a tasas de mercado. En cuanto al papel de los
bancos, aportan un financiamiento eventual y no un compromiso
firme. En cuanto a los canjes de la deuda sólo
servían para prorrogar vencimientos, por lo que tampoco
estaban directamente asociados con el blindaje.

Con respecto a los aportes del BM y el Banco
Interamericano de Desarrollo, se destinarían a fines ya
determinado no vinculados con una posible baja de las tasas de
interés, uno de los objetivos principales del
blindaje.

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Porcentaje deuda pública y
deuda privada sobre la deuda externa; y evolución de la
deuda total (en millones de dólares).

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Los operadores financieros, se buscaba
evitar que las condiciones de incertidumbre derivaran en un
comportamiento "en manada" (sheep) de los tenedores de activos
financieros en busca de zonas más confiables, lo que
comúnmente se denomina "vuelo hacia la calidad" (flight to
quality).

Argentina pidió el blindaje ante las dudas por
parte los acreedores sobre la capacidad del gobierno de cumplir
con los pagos de la deuda externa. Por esta razón, bancos
y fondos internacionales y locales cobrarían al gobierno
una tasa de interés muy alta – que llegó a ser del
16 % anual para renovar los vencimientos de la deuda.

Con dicho préstamo excepcional, si los acreedores
insisten en cobrar una tasa de interés alta, el gobierno
podía usar el crédito del FMI, que tiene una tasa
de interés más baja (un 8 % promedio) y cancelar
los vencimientos de la deuda.

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Se buscaba una disminución de las tasas de
interés y un descenso del riesgo país. Es
importante destacar que la liberalización financiera y el
desarrollo de mercados de bonos aumentó la importancia de
las clasificaciones del riesgo país.

La disminución de tasas de interés y de
riesgo – país se lograría gracias a la mayor
confianza internacional, a los préstamos del FMI a tasas
más bajas, lo que teóricamente debería hacer
descender las tasas si se piden nuevos
créditos.

Como nos recuerda Rapoport: "Aunque esto no implica una
caída de los intereses de los créditos ya tomados,
favorecería un mayor acceso del sector privado al sistema
bancario y al mercado de capitales y podría significar una
reanudación del flujo de capitales productivos
externos".

El Ministro de Economía José Luis Machinea
sostenía el mismo día que fuera aprobado el
blindaje que "permitirá restablecer la confianza en los
acreedores, bajar el riesgo – país y la tasa de
interés, restablecer el flujo de ingreso de capitales y,
por esta vía, reactivar la economía.

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Como sostiene el economista Claudio Lozano: "El blindaje
termina inmolando en el altar de la solvencia de corto plazo la
propia posibilidad de la política
económica".

Hubo también hechos de política interna
relacionados. La crisis política que generó la
renuncia del vicepresidente Carlos Alvarez produjo entre los
inversores la sensación de que la Argentina, sin
crecimiento económico, no estaba en condiciones de generar
los recursos que se necesitaban para poder pagar los vencimientos
de la deuda pública. La inestabilidad de la
política interna se convertía una vez más en
un factor que contribuía fuertemente a la crisis. Como
había sucedido en el Sudeste Asiático y, sobre
todo, en México.

En Argentina, el blindaje se identificaba con dos tipos
de compromisos asumidos por el gobierno. Dos compromisos que se
pueden enmarcar dentro del debate acerca de la continuidad
– cambio del modelo.

Se aceptaba la reforma del régimen provisional,
la apertura del mercado de la salud en lo referido a las obras
sociales a la intención de abrir nuevas áreas de
rentabilidad para instituciones bancarias y AFJP antes que lograr
superávit fiscal y generar divisas.

En aquel momento se escuchaba que lo peor que
podía pasar al país era verse en la necesidad de
usar el blindaje. Su uso indicaba el resultado de haber sufrido
nuevamente un gran desorden financiero y con el cual el
país habría quedado con una gran carga por el
servicio de la deuda. Sin embargo, los cálculos indicaban
que, de todas maneras, la deuda externa de la Argentina
aumentaría y efectivamente esto sucedió.

Lo que hacía la situación tan compleja era
que, justamente, el programa de garantía de
préstamos no pretendía ser utilizado para la
refinanciación de la deuda interna. El hecho que estuviera
disponible para el endeudamiento internacional tendría una
repercusión directa sobre los tipos de interés
internos y podría marcar la diferencia entre el fracaso y
el éxito.

En este sentido, López, Oddone y von Oertel
sostenían que: "La verdadera importancia de los blindajes
se ve con el paso del tiempo. Si los gobiernos mantienen una
posición pasiva, creyendo que lo que hacían estaba
bien, y sólo enfrentaban la incomprensión de los
mercados ahora reemplazada por el blindaje, en pocos meses se
verá que este respaldo no fue un punto de
inflexión. Se dirá que el país sólo
cambió de acreedor y el blindaje sólo habrá
servido para postergar el fantasma de la cesación de pagos
que apareció en noviembre de 2000.

Camdessus, ya a mediados de la década del noventa
nos recordaba la importancia de los factores políticos al
tomar este tipo de medidas económicas. "Los mercados no
son indiferentes a la calidad de los consensos políticos.
Los mercados detectan las fallas, su reacción puede ser
gregaria, brutal y hasta excesiva, pero esa es la lógica
de un mundo en el que las crisis pueden desatarse de improviso
(…). Vivimos de hoy en más en la economía
globalizada del siglo XXI y las estrategias y las instituciones
deben situarse en ese horizonte mundial" Si uno se pregunta:
"¿Qué contribución positiva cabe esperar del
operativo blindaje? Básicamente tiempo. ¿Qué
es lo que resuelve?

Nada". Por si misma la asistencia financiera
comprometida no alivia las restricciones estructurales de la
economía. Sólo ponía en evidencia las
falencias del modelo. La solvencia fiscal y externa de la
Argentina eran temas pendientes sin solución en plazos tan
cortos como los que implicaba el operativo del blindaje, cuyo
alcance era puramente coyuntural.

Con el tiempo se verificaría que: En Argentina el
blindaje solo sirvió para postergar el default, y poner
fin de manera brusca al plan de Convertibilidad.-

A causa del pago, y no a pesar de ese pago, el
país debe cerca 20 veces lo que debía antes de
1976, gran parte de los préstamos han servido para
refinanciar deudas anteriores que vencían o para asegurar
el pago de los próximos vencimientos. El blindaje, para la
comunidad financiera internacional, sería la
estructuración de un plan de prevención no
sólo para el rescate de los estados nación en
situación financiera peligrosa y con cierto grado de
posibilidad de declarar el default, sino también para
prevenir la caída de los financistas internacionales, es
decir, para rescatar al sector privado en crisis. En el caso de
Argentina, el blindaje ha sido visto de manera idealizada,
producto de la prensa del gobierno y del propio FMI, pero no
sería más que un neologismo que solo se identifica
con una situación de seguridad económica nacional
deseada.

Un factor presente en estos procesos es el denominado
"riesgo moral", lo que potencia la crisis que se quiere prevenir
o desactivar. Esos rescates incentivan la especulación
contra el deudor más insolvente y eso les permite obtener
ganancias extraordinarias a los grandes grupos financieros.
Así, deudores y acreedores tienen incentivos para
especular, y de esta manera aumenta la posibilidad de una crisis
que termina pagada por los habitantes de los países
endeudados

Cuando un país se endeuda internacionalmente su
población siempre es la codeudora. Además los
rescates no son gratuitos, y para recuperar lo que prestaron, los
organismos financieros pasan a exigir más austeridad en lo
que parece ser una carrera interminable. Desde el paquete de
ayuda a México en 1995, estas operaciones de rescate han
recibido muchos comentarios y críticas. La
preocupación básica se debe a que la
decisión de brindar dichos paquetes a países que
enfrentar crisis financieras externas tiende a generar un riesgo
moral que podría volver más factible estas crisis y
aumentar las consecuencias negativas sobre las poblaciones
locales.

Incluso el informe de la Comisión Asesora de las
Instituciones Financieras Internacionales, conocida como
Comisión Meltzer, y por tanto se lo llama "Informe de la
comisión Meltzer" fue bastante crítico hacia las
operaciones de este tipo encaradas por el FMI ante estas crisis
financieras y recomendó el abandono de las ayudas por
parte del FMI.

Más allá de estas criticadas medidas, en
la situación inmediata post blindaje la economía
seguía en recesión, los ingresos públicos se
mantenían por debajo de lo esperado y los inversores del
extranjero no recuperaban su confianza en la solvencia fiscal de
nuestro país. Todo parecía indicar, que las
consecuencias negativas sobre la población local se
habían aumentado.

El sector público ya no disponía de
financiamiento en el mercado de crédito externo, por tanto
el costo se reflejaba en las tasas de interés que
pedían los acreedores para renovar los títulos de
la deuda pública, costos que aumentarían aún
más después de los atentados del 11 de septiembre
de 2001 a los Estados Unidos.

En junio de 2001, se exigió una tasa de 15 %. El
Ministro Cavallo se negó y decidió lanzar una
operación de canje de títulos ya existente por
otros en los que esperaba tener tasas más bajas, que fue
conocido como "megacanje".

El canje de bonos de la deuda, en el caso argentino
"megacanje", es una medida que han tomado varios países
emergentes. La cuestión es en qué momento se toma
esa decisión.

El "megacanje" es simplemente la decisión del
gobierno argentino de canjear los bonos de la deuda. Nada tiene
que ver con la estrategia del blindaje. El único
país que canjeo bonos de su deuda en el proceso que va
desde el blindaje a la devaluación es Argentina.
Efectivamente se hace difícil sostener que éste
tipo de canje haya contribuido en el proceso
devaluatorio.

El "megacanje" sería necesariamente una variable
a analizar, repetimos, si en los casos anteriores y en especial,
en el caso mexicano y del sudeste asiático, se hubiera
tomado la misma medida de canje de bonos de la deuda
posteriormente al blindaje y en un período cercano a la
devaluación. Esto no quiere decir que no lo hayan hecho en
otro momento de su historia particular.

El canje de la deuda llevado a cabo en esos
términos es interpretado de tal manera como un acto de
desesperación de un deudor que puede prometer casi
cualquier cosa, en el largo plazo, a cambio de un alivio modesto
de la deuda en el corto plazo.

La siguiente medida consistió en un Plan de
Déficit Cero. Este plan disponía el recorte del 13
% en salarios y jubilaciones y establecía el pago de los
sueldos solo previo pago de la deuda pública.

La evolución del déficit fiscal es una
pieza clave en el funcionamiento de lo que fue la convertibilidad
y la crisis. El déficit fiscal también se
acumuló por la caída en los ingresos debido a las
exenciones impositivas dadas a las empresas, la baja
imposición a las ganancias y la tolerancia a la
evasión impositiva, previsional y aduanera. La
privatización del sistema jubilatorio también
constituye un factor de desequilibrio.

El Plan de Déficit Cero solo sirvió para
que el FMI diera un nuevo préstamo de 8.000 millones de
dólares, con entregas escalonadas y a condicionalidad de
cumplimiento de metas fiscales.

Partes: 1, 2, 3
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