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Mercado emergente y crisis financiera internacional (página 3)



Partes: 1, 2, 3

Pero el déficit crecía y ante este
incremento y la falta de financiamiento, el gobierno dispuso un
sistema de rescate de títulos de deuda para reducir sus
compromisos. Esto dio a las grandes empresas la oportunidad de
obtener nuevamente rentas financieras, en la medida que
podían cancelar deudas fiscales y bancarias con bonos. A
los fines, el Estado se convertía en socio de empresas en
crisis

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5. El cambio sistémico
internacional y su impacto en la relación

Argentina – FMI

Los atentados ocurridos el 11 de septiembre de 2001, que
a nuestro entender cierran la década de los noventa,
entendida ésta como la del triunfo del "capitalismo y la
democracia", golpearon las perspectivas de la economía
global y la economía argentina ya en dificultades. En este
orden de ideas Gabriel Rubinstein sostiene que: "el 11 de
septiembre será una fecha que no se borre
fácilmente para la economía".

Como hemos sostenido: "Los atentados del 11 de
septiembre además de un ataque contra los símbolos
del poder norteamericano fueron, como cualquier acto terrorista,
un ataque contra la libertad y los derechos de las personas que
constituyen la razón primera de la democracia liberal.
Aquél acto criminal fue calificado entonces como de
"terrorismo internacional", y no sólo porque fue planeado
por individuos de diferentes nacionalidades sino principalmente
porque era un ataque contra la "seguridad y estabilidad" del
orden internacional dominado por la potencia hegemónica
estadounidense".

Con los atentados del 11/9 se da un cambio en la agenda
de los Estados Unidos. Se dejará así
definitivamente la "agenda de cooperación" iniciada en la
era Clinton y se pasará a una "agenda de seguridad" que
hasta el momento caracteiza a la administración
republicana. Este cambio de agendas sobrevino cuando la Argentina
presumía la llegada del tiempo para comenzar a indagar en
la reestructuración de la deuda, "quizás la
única receta capaz de ayudar a reanimar la economía
deprimida desde hace tres años".

Como sostienen Russell y Tokatlián: "El martes 11
de septiembre de 2001 quedará en nosotros y en quienes nos
sucedan como uno de los días que marcan una divisoria de
aguas en la historia de la humanidad. Los atentados terroristas
en los Estados Unidos constituyen no sólo el fin de un
breve período de transición conocido como la
posguerra fría, sino también el inicio nada
auspicioso de un nuevo orden mundial. (…). La atmósfera
en que operaron el comercio internacional, la inversión
extranjera directa y los flujos de capital cambio a partir de
dichos sucesos.

"Por primera vez en muchas décadas, la
economía norteamericana sufrió en carne propia las
reacciones negativas que los mercados internacionales suelen
tener para castigar sin contemplaciones la falta de seguridad
económica, política y jurídica de los
países emergentes. Ésta vez, sin embargo, esos
mismos mercados, que siempre vieron a Wall Street como la meca
del capitalismo y las oportunidades, huyeron despavoridos y se
llevaron sus inversiones en dólares a las más
tranquilas aguas del euro y el oro, que el martes por la tarde se
transformaron en el centro de las inversiones de todos aquellos
operadores internacionales que buscaban un poco de
tranquilidad".

Los mercados accionarios de Estados Unidos registraron
de forma inmediata el impacto de los ataques al World Trade
Center. Al reabrir los mercados el 17 de septiembre, el
índice Dow Jones perdió un 14 % durante la primera
semana después del ataque, lo que constituyó la
mayor caída semanal desde 1933.

Aunque los mercados de valores se recuperaron luego del
impacto inicial, el impacto acumulativo de los acontecimientos en
una economía que ya estaba enfriándose
-recesión de mediados de 2000 en la "nueva
economía", cuestión que se reflejó en los
datos del tercer trimestre del PBI, que indicaban una
caída de más del 0,4 % en la marcha de la actividad
económica norteamericana, lo que representaba su primera
caída en 10 años. Los efectos del 11/9 se
extendieron más allá de la economía
estadounidense. En su rápida desaceleración Estados
Unidos arrastra al resto de la economía global. Por
ejemplo, Singapur y Taiwán, dos de las economías
más exportadoras del mundo, comunicaron que su
producción económica había caído un
5,6 % y 4,2 % en el tercer trimestre de 2001.

El sector financiero fue aquel que se sintió
más afectado por el impacto generado por los ataques
terroristas. Especialmente debido a que el incremento de la
recesión en la economía estadounidense redujo el
capital disponible para la inversión y el sector
más afectado fue el constituido por los mercados
emergentes. El aumento del riesgo, y la caída de las
ganancias hicieron que estos mercados fueran especialmente
vulnerables a los recortes tras los ataques.

"Muchos, hasta se animan a pronosticar duras
consecuencias para los países emergentes, entre los que
está la Argentina, que serían los primeros y
principales perjudicados si la economía mundial se
resiente pro el ataque masivo a los estados Unidos, sobre todo si
los inversores internacionales deciden bajar el riesgo de sus
inversiones hasta que el panorama se aclare y retiran masivamente
de sus carteras las inversiones en estos
países".

En lo que respecta a América Latina, muchas
exportaciones de nuestros países cayeron a lo que
también debe sumarse una disminución del precio
internacional de los productos exportados. Por ejemplo, el precio
del crudo cayó un 31 % en los dos meses siguientes al
ataque. Los de soja y café un 9 %, y del cobre un 6 %. Con
implicancias directas para nuestro país en el caso de
alguno de estos productos. El Banco Mundial estimó que los
flujos de capital para los países en desarrollo
caerían un tercio hasta los 160.000 millones de
dólares.

Los atentados del 11/9 golpearon duramente a nuestro
país. Siendo Argentina un país que dependía
de la entrada de capitales para poder sobrevivir y sin
credibilidad por parte de los mercados financieros
internacionales, sufrir una disminución de los flujos de
capital fue un retroceso que agravó la difícil
situación. "Para la Argentina, las posibilidades de lograr
más ayuda externa para canjes de deuda será ahora
más difícil de obtener".

Tampoco nuestro país podía beneficiarse de
una posible reorientación de la inversión externa
de América Latina, debido a que las empresas argentinas no
forman parte de las cadenas de producción verticalmente
integradas con el mercado norteamericanos que vuelve a
México un destino más atractivo. A esto debe
sumarse la situación de colapso económico inminente
que actuaba como desalentador de la inversión
extranjera.

La mejora de la situación de Argentina pos
atentados dependía de tres factores, a
considerar:

  • La capacidad de implementar el canje de la deuda
    voluntario de manera ordenada y sin mirar la estabilidad del
    sistema financiero interno

  • La necesidad de mantener la estabilidad
    política

  • El apoyo de los Estados Unidos.

En lo que respecta a este último factor, ni el
gobierno de los Estados Unidos ni el FMI parecían
dispuestos a brindar un fuerte apoyo ni a proveer los fondos
adicionales necesarios para ayudar a nuestro país a cubrir
sus déficit internos y externos y a cumplir con los pagos
de su deuda.

El miedo a una crisis financiera general desatada por
una nación emergente fue súbitamente abandonado por
la evidencia de indefensión que dejaron los ataques al
país más poderoso del planeta.

A pesar que Argentina se mostró como aliada con
Estados Unidos tras los atentados, cuestión mucho menos
visible en los casos de México y Brasil, el golpe del 11/9
aceleró el derrumbe de la Argentina. Uno de los efectos de
los ataques será que Estados Unidos se retraerá en
sí mismo en pos de su seguridad, no olvidemos que con los
atentados quedo demostrada su vulnerabilidad. Este centrarse en
sí mismo, hipotecó el apoyo a nuestro
país.

Es en este contexto que, en noviembre de 2001,
llegó una nueva visita del FMI al país y tras el
análisis de las nuevas condiciones, decidió
suspender el financiamiento. De esta manera se sumaba la
suspensión del financiamiento de los organismos
internacionales a la ya suspensión del mercado
privado.

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Acuerdos con el FMI. Año y
Monto.

(En millones de
dólares).

Desde este momento, el país estaba
técnicamente en default, pero el Gobierno apeló a
un nuevo canje de la deuda para no reconocer esta realidad y a
una colocación forzosa de títulos de la deuda en
las AFJP.

Este hecho demostraba que el Estado no podía
recaudar los mínimos pactados y se veía obligado a
imponer un canje compulsivo de sus títulos demostraba que
sus finanzas estaban en estado terminal.

A esto se sumaba la constante pérdida de
depósitos bancarios que reducía la liquidez y la
capacidad crediticia. La liquidez del sistema financiero medida
por su dinero disponible y encajes en relación a los
depósitos, cayó del 24 % al 12 % durante el
transcurso del año 2001.

Sobre finales de 2001 se dio un fuerte retiro de
depósitos de las reservas y su consiguiente traslado al
exterior o bien, simplemente su salida del sistema.

Según el Banco Central de la Argentina, en los
días previos "al corralito", salieron del sistema
más de 7.000 millones de dólares, lo cual recordaba
los momentos vividos en la época del Plan
Bonex.

Con la medida "del corralito" se logró frenar la
constante salida de depósitos y estabilizar el sistema
bancario. Pero se profundizó la recesión y la
caída de la recaudación impositiva. La
instauración de esta medida indicaba el sistema bancario
no podía sostenerse por sus propios medios y nos daba la
pauta que el sistema económico se encontraba claramente
quebrado.

El corralito y la emisión de monedas paralelas y
bonos fueron las últimas medidas para intentar oxigenar el
modelo antes del descalabro final. A fines de 2001,
trágicos acontecimiento callejeros resultan en la
caída del gobierno acosado por la irresolución de
la crisis económica y el vacío de poder
político abriendo así un período de
inestabilidad que derivará en la suspensión de los
pagos de la deuda externa y la posterior
devaluación.

Al registrarse la caída de Argentina, se
declaró en el FMI: "Estaremos muy contentos de apoyar el
nuevo equipo económico y las nuevas autoridades cuando
asuman". Anne Krueger, primera vicedirectora gerente del FMI,
continuo sosteniendo que: "Todos los datos a la fecha sugieren
que los mercados ya habían descontado completamente
cualquier cosa que esté pasando en Argentina, o si no lo
han descontado, han aprendido a diferenciar

entre Argentina y los países vecinos. Los
mercados, en este momento, parecen estar viendo la diferencia
entre los países".

El portavoz sostuvo que: "Hemos estado trabajando con
las autoridades en una situación muy difícil. Hemos
estado tratando de asistir a las autoridades en su intento por
lograr sus objetivos", dijo Dawson, quien subrayó que el
programa económico es "propiedad" de Argentina y su
responsabilidad, incluso el régimen cambiario que quiera
tener". En clara oposición a las palabras de Horst
Köhler, quién había sostenido octubre de 2001,
que: "El mantenimiento del régimen de convertibilidad es
considerado por las autoridades como el ancla más
importante para la estabilidad de precios y
financiera".

"Nosotros dejamos en claro que no estábamos
pidiendo ningún tipo de política en concreto.
Nuestro intento fue ayudar a los argentinos a que desarrollen
ellos mismos un programa que sea sustentable, tanto
económico como político, y ese sigue siendo nuestro
objetivo". Se deben recordar también las palabras de Anne
Krueger, quién respondió a si la Argentina
debía abandonar el tipo de cambio, con posterioridad a una
presentación de Köhler en la cual recomendaba a todos
los países emergentes la flexibilidad en el tipo de
cambio, de la siguiente manera: "decir que debe haber una
flexibilidad mayor no quiere decir que debe aplicarse a todos los
países en todas las circunstancias".

La cuestión central es que la crisis se
había impuesto a las decisiones, el Plan de
Convertibilidad se volvía insostenible. Fue la crisis y no
una decisión la que se puso fin a la Convertibilidad. Para
el defensor de FMI, Michael Mussa, las fallas del FMI pasan por
no haber presionado más y mejor a la Argentina. El FMI
debería haber presionado más enérgicamente a
nuestro país en la cuestión de la política
fiscal y sobre todo a principio de la década del noventa
durante "aquellos años de crecimiento".

"Si el Fondo cometió importantes errores en la
Argentina como creo que cometió se trataron
básicamente de pecados por omisión: ya sea fallas
del Fondo al no presionar con la fuerza y la prontitud necesarias
por la implementación de medidas por parte del gobierno
argentino que muy probablemente hubiesen mejorado los resultados,
o deficiencias del Fondo al no desestimular de manera
suficientemente enérgica las políticas que
exacerbaron la crisis"277.

El proceder al blindaje de la economía argentina
era algo lógico desde el punto de vista del FMI. "Desde la
perspectiva del Fondo, un sustancial paquete de ayuda
parecía algo lógico, según el principio
general de uniformidad de tratamiento, que es uno de los dogmas
básico que gobierna todas las actividades del
Fondo".

Éste principio implicaba que se le debía
ofrecer a Argentina una última oportunidad para poder
evitar la catástrofe, con un grado de ayuda internacional,
sujeto a determinadas condiciones, comparable con los anteriores
casos de crisis similares.

  • 6. El juego de las opciones y
    las diferencias

Lo importante del caso argentino es extraer lecciones de
lo que se debe hacer o no en materia financiera, y de los riesgos
que acarrea la conjunción apertura de capitales y tipo de
cambio fijo. El "caso argentino" demostraría, finalmente,
la inconsistencia de una paridad cambiaria fija que restaba
anualmente competitividad general a la producción
exportable y que sumada a una acelerada apertura comercial,
facilitó el ingreso por importaciones de bienes y
servicios que deterioraron progresivamente el aparato productivo
doméstico y ahondaron el desequilibrio de la balanza de
pagos (Cesarin, 2003).

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El elevado interés de los propios argentinos por
traer disciplina al sistema, fue la esencia de la
destrucción de ese sistema. Esto nos demuestra en
principio que los extremos nunca son buenos, y menos en
economía donde es difícil evitar los costos de las
decisiones pasadas.

Hay que pensar cuidadosamente el concepto de disciplina
y qué tipo de disciplina se busca, no olvidemos que en la
historia se han justificado atrocidades con esta palabra. Es una
palabra que implica una actitud necesaria para el desarrollo,
pero hay que darle verdadero límite y contenido. Se trata
de buscar nuevas estrategias, que surjan de los propios
países, que dejen de ser impuestas, no hay mayor
disciplina que la autoimpuesta. Necesitamos disciplina para el
desarrollo y ésta, producto de nuestra propia
dinámica económica, constituirá el cambio de
modelo.

  • 7. El legado de la
    crisis

Los efectos internos sobre nuestra economía
fueron de una gravitación tal que pronto se constituyeron
en la "peor crisis del país". En lo que respecta a las
quiebras empresariales, de un total que oscilaba en el año
1989 en el orden de las 700 quiebras anuales, se llegó a
más de triplicar ese número, mostrando en los
años 1999 y 2001, totales de 2.438 y 2.696 quiebras,
respectivamente.

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En lo que referente a la desocupación, los
niveles de la misma hacia 1991se mantuvieron en un promedio del 7
%, comenzándose a incrementar paulatinamente,
alcanzándose en mayo de 1995 un pico de 18,4 % (efecto de
la Crisis del Tequila). En octubre de 1999 la desocupación
descendió hasta el 13,8 % llegando a octubre de 2001
nuevamente al porcentaje alcanzado en mayo de 1995.-

Con respecto a la subocupación, ésta
sufrió un aumento sostenido, pasando del 8,5 % en 1989 al
14, 3 % en 1999 y al 16, 3 % en 2001. La desocupación y
subocupación, en conjunto, ascendían al 28,1 % para
1999 y al 34, 7 % para el año 2001

En los salarios y la distribución del ingreso, el
índice del salario real ascendía a 82,21 en 1989.
En 1999, éste era de 66,77 y en 2001 de 64,18. La
consecuencia fue el deterioro de la distribución del
ingreso, ampliándose así aún más la
brecha existente entre ricos y pobres.

En 1991, el 20 % más pobre de los argentinos
recibía el 4 % del ingreso total. En 1999, ese mismo
sector percibía tan solo el 2 %. Como correlato, el 20 %
de la población más rica aumentó su
participación ando del 65 % en 1989 al 70,8 % en
1999.

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En referencia al sector público, y como se
sostuvo, el plan económico surgido de la Ley de
Convertibilidad sólo era sustentable si el déficit
presupuestario se mantenía en niveles reducidos. En 1994,
reapareció el déficit fiscal, haciéndose
persistente a pesar de los ingresos por las privatizaciones y del
aumento de la presión fiscal. Elemento que, como sostiene
Broder, "realimentaba a la vez la recesión"280 . Llegando
el déficit fiscal al 2,6 % par 1999 y al 3,1 % para
2001.

Más allá del aumento de la deuda externa,
tema que ha sido motivo de cantidad de análisis y
comentarios del más variado carácter, lo que me
interesa analizar aquí es el deterioro en la capacidad de
repago de la deuda. El PBI de nuestro país sufrió
las distorsiones producto de su sobrevaluación cambiaria,
por lo cual su utilización como coeficiente de
análisis (deuda Externa/PBI) suele sustituirse por el
coeficiente de deuda externa/exportaciones que para el
período 1999/2001, revela un valor de 7, lo que implica
que se habría necesitado el producto de las exportaciones
de siete años sumadas para cancelar el endeudamiento
externo.

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"El caso argentino es único en la historia
contemporánea ya que ningún otro país
occidental, (…), produjo tamañas regresiones sin entrar
en guerra. En efecto, la Argentina, ubicada justo detrás
de las grandes potencias a principios de siglo XX, inaugura el
XXI en una posición bien lejana de las mismas. Lo
llamativo en nuestro caso es el proceso de descomposición
profunda y el retroceso continuo a pesar de ciertos
paréntesis que lograron provocar
ilusión.

A escala global, la imagen que generalmente se tiene de
los disfuncionamientos internacionales, es a menudo aquella de
las guerras o crisis regionales que llegan a su fin tras la
intervención de las organizaciones de seguridad colectiva,
en una gestión de salida de crisis y
reconstrucción. Los modelos utilizados para analizar este
tipo de disfuncionamientos hacen referencia a la
"explosión". En la Argentina, nos encontramos ante un
fenómeno de "implosión"

A partir de esta implosión, Argentina es
excluida, en gran parte y por un determinado período de
tiempo, del sistema internacional. Es a partir de los cambios de
Autoridad ocurridos al interior del FMI, como consecuencia de la
crisis asiática, que se da un cambio en la
concepción de los directivos del FMI, y es desde ese
momento que se comienza a hacer visible esta posibilidad de que
las naciones se caigan del sistema internacional por razones
distintas a la guerra.

A lo largo del siglo XIX y XX, las grandes potencias
pusieron bajo tutela a las naciones o regímenes que
plantearan problemas. Hoy en día, el sistema internacional
pone en cuarentena y excluye del juego a aquel que entra en
disfuncionamiento, cual virus en una computadora bajo el sistema
de antivirus, sin darse cuenta que al hacer esto, simplemente,
puede estar contribuyendo a crear más inestabilidad en el
sistema internacional. Un sistema internacional de
exclusión siempre es inestable. Como sostienen Russell y
Tokatlián, "el gobierno de Bush utilizó a la
Argentina como "conejillo de indias" de su nueva política
para los países emergentes que atraviesan crisis
financieras.(…), ella sostiene que no tiene sentido prestar el
dinero de los contribuyentes estadounidenses a países cuya
estructura de deuda no es sustentable, ni salir al rescate de
quienes realizaron malas inversiones en economías de alto
riesgo en busca de mayor rentabilidad. (…), Argentina
constituye así el primer test case de este nuevo tipo
de

política. "La lectura que se hizo en Washington
fue que los costos para los intereses estadounidenses
serían pequeños y que no habría efecto
contagioso en otras naciones emergentes, como sí
había ocurrido con las crisis de México, el Sudeste
Asiático Rusia y Brasil". A principios de 2002, las
declaraciones del titular del Departamento del Tesoro
norteamericano, Paul O"Neil, reflejan lo sostenido por los
autores argentinos antes mencionados. "Nos es justo utilizar la
plata de los carpinteros y plomeros estadounidenses para rescatar
bancos y empresas que han mal invertido en países de alto
riesgo en busca de una rentabilidad más alta y más
rápida. En este sentido, el caso argentino es el primero,
y hasta el momento, único; y constituye el verdadero test
case de un nuevo tipo de política internacional en materia
financiera promovida por Estados Unidos. Como sostiene Guilhou:
"Y es sobre todo de una gran pertinencia para todos (…) porque
se encuentra a mitad de camino entre los modelos de desarrollo de
las grandes potencias y los de las zonas de desmoronamiento
situadas a lo largo de las grandes fallas geoestratégicas
del planeta".

El autor antes mencionado continua: "Si la Argentina, al
día siguiente de terminar su fase de
reconstrucción, logra afirmar una nueva madurez en
términos de gobernabilidad, e impone un cuestionamiento
-por ejemplo, en torno al pago de sus deudas o su
anulación -, la onda de shock para el conjunto de los
intereses occidentales será equivalente a varias veces el
11 de septiembre, y afectará especialmente los equilibrios
financieros, sobre todo, si otros países, como Brasil,
toman el mismo camino. (…), como la historia nos acostumbra a
tales reveses, sería imprudente descartar tal o cual cosa
de un posible guión o escenario, sobre todo cuando parece
inconcebible. Desde este punto de vista, el caso argentino
resulta especialmente estratégico" La caída de la
Argentina no fue en silencio, desde este punto de vista no se
puede comparar con la caída de la URSS, país que
para Waltz desapareció no sólo como potencia sino
también como país calladamente. Argentina permanece
unida como país, pero de poco servirá si no
logramos una estado de resiliencia, entendida como la capacidad
de recuperar las propiedades iniciales aún después
de duras pruebas. "La resiliencia consiste en lograr extraer vida
de una situación desesperada. Debemos lograr extraer esas
condiciones de resiliencia, aún "si la realidad resulta
inconcebible, entonces debemos forjar caminos inconcebibles. Esta
es tan sólo la "simple" tarea de los argentinos
unidos.-

Conclusiones

El análisis del caso argentino, a la luz de las
experiencias mexicana y asiática, nos deja la
sensación que ninguno de los países emergentes
puede declararse a salvo de las consecuencias potenciales de la
inestabilidad que caracteriza a las corrientes internacionales de
capital financiero y de sus efectos en los eslabones más
débiles del sistema.

Estos países tendrán que
dirigir sus políticas a reducir su vulnerabilidad frente a
las crisis financieras. En la medida que uno tras otro, los
mercados emergentes opten por encontrar soluciones de manera
unilateral, no se podrá lograr un cambio en el sistema
financiero internacional.

No todos los países que están bajo
presión financiera internacional enfrentan una
única y misma tipología de crisis, por lo tanto,
las soluciones no son inequívocamente las mismas,
inclusive en algunos casos, ni siquiera existen las condiciones
económicas objetivas que sirvan para justificar dicha
presión internacional; salvo por la cuestión de
tratarse de economías emergentes que han recibido
importantes ingresos de capital, con diferentes formas de
inversión, y que por ende están sujetas a los
cambios en el "sentimiento del mercado", personificando
aquí una abstracción. Los mercados financieros son
intrínsecamente inestables. El carácter estructural
de esta inestabilidad plantea la necesidad de una voluntad
política para remediarlo.

Al tener presente esta realidad económico –
política internacional, es que se plantea como necesidad
que estas economías nacionales den respuesta para poder
superar los períodos de crisis.

Las crisis de funcionamiento se consideran a partir del
modo en que el sistema selecciona la información, busca
cambiar sus fines y procura cambiar el ambiente interno y
externo. La fase en la cual el sistema ha alcanzado un nuevo
equilibrio, estable o inestable, marca el fin de la crisis, pero
no necesariamente su solución. La crisis puede estar
simplemente adormecida, retirada pero latente, y por consiguiente
manifestarse nuevamente en una fase sucesiva. Si esta
cuestión se repite muchas veces, es probable que haya una
patología escondida en la estructura del
sistema.

El neoliberalismo, y los modelos que de él
emanan, se han demostrado, y se están demostrando, como
insuficientes para un desarrollo en el sentido más cabal
del término. Con los modelos neoliberales se analiza al
estado en términos de cantidad y no de calidad.

El caso argentino, fue el último y más
duro de estos golpes. Cada uno de estos golpes adquiere
características particulares. Aún nuestro caso
puede ser considerado una crisis de funcionamiento en lo que
respecta al sistema capitalista, pero a la vez pareciera arrojar
a la luz la característica patológica del sistema
mismo.

Hoy en día, el sistema internacional pone en
cuarentena y excluye del juego a aquel que entra en
disfuncionamiento, cual virus en una computadora bajo el sistema
de antivirus, sin darse cuenta que al hacer esto, simplemente,
puede estar contribuyendo a crear más inestabilidad en el
sistema internacional.

Los atentados del 11/9 fueron el factor externo que
contribuyó al desenlace de nuestro país. Estos
actos de terrorismo, al convertirse en el tema central de la
agenda provocaron que el caso argentino perdiera
significación. El cambio de prioridades en la agenda
internacional de los Estados Unidos en pos de la seguridad,
dejaba a América Latina y nuestro país fuera de
ella. A pesar de los años de aplicación del
realismo periférico, Argentina aun seguía siendo
irrelevante para los Estados Unidos.

En lo que respecta a los errores estructurales,
éstos se relacionan con el propio tipo de inserción
de nuestro país en el sistema, inserción basada en
esa ideología neoliberal globalizatoria. El caso argentino
muestra que la inserción basada en una visión
fundamentalista de la globalización, y no a partir de
procesos endógenos articulados con factores externos,
fracasa a corto o mediano plazo. Pronto quedan atrás
quedan los primeros años de bonanza. Los errores en la
inserción económica internacional, en la
política económica escogida y en la política
comercial externa son también fundamento de la crisis
financiera argentina.

El "caso argentino", demostraría, la
inconsistencia de una paridad cambiaria fija que restaba
anualmente competitividad general a la producción
exportable y que sumada a una acelerada apertura comercial,
facilitó el ingreso por importaciones de bienes y
servicios que deterioraron progresivamente el aparato productivo
doméstico y ahondaron el desequilibrio de la balanza de
pagos.-

Sólo con un retorno a las bases de la
economía real esos posibles años de bonanza
podrán generalizarse. Es necesario que los países
logren elegir a partir de opciones autocentradas. Los que
renunciaron siempre fueron más de los que fracasaron.
Pensar no es renunciar y menos aun es fracasar. Es simplemente
buscar caminos entre muchas opciones, y si bien es verdad que una
cosa es conocer el camino y otra transitarlo, jamás ha
sido dado un deseo sin que se haya otorgado el poder de hacerlo
realidad. Si el deseo es el padre del pensamiento y el deseo da
el poder de la realidad, entonces pensar – cambiar – poder es la
misma cosa.

 

 

Autor:

Betancourt Virginia

Aguirre Kimberling

Solano Darianna

Enviado por:

Profesor:

MSc. Ing. Iván
Turmero

Universidad Nacional Experimental
Politécnica

" Antonio José de Sucre "

Vice-rectorado de Puerto Ordaz

Departamento de Ingeniería
Industrial

INGENIERÍA
FINANCIERA

CIUDAD GUAYANA 1 DE FEBRERO DE
2012

Partes: 1, 2, 3
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