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Monumentos prerromáticos y románicos asturianos, según Fortunato de Selgas.



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

Monografía destacada

  1. Introducción
  2. La
    arquitectura prerrománica asturiana
  3. Origen
    de Oviedo
  4. Monumentos ovetenses
  5. Foncalada
  6. Palacio del tiempo de fruela
  7. Construcciones religiosas
  8. Monumentos de Avilés
  9. Glosario de Términos
  10. Bibliografía sobre el
    prerrománico y románico en
    Asturias

INTRODUCCIÓN DE BENEDICTO CUERVO
ÁLVAREZ

Introducción

Fortunato nació en Cudillero, el 21 de
septiembre de 1838 y falleció en Madrid, el 7 de
noviembre de 1921.

Miembro de una familia de siete hermanos, de los que
sólo tres llegaron a la madurez, creó junto a uno
de ellos, Ezequiel, un auténtico emporio económico.
Comenzó los estudios de enseñanza media en 1850 en
la facultad de filosofía de la Universidad Central,
que abandonó para pasar al recién creado Instituto
de Oviedo, donde se graduó de bachiller en 1856. Se
licenció en 1864 en Derecho Civil y Canónico,
estudios que realizó en la Universidad ovetense., y
años más tarde en la Revista de
Asturias.

A pesar de su formación inicial de índole
jurídica, Fortunato de Selgas pronto desarrolló una
importante labor en el campo de la arqueología y de la
historia del arte. Ya como estudiante comenzó su
colaboración en el periódico juvenil El Invierno,
de temas históricos y en el año 1880 inició
su labor como articulista publicando en revistas como Asturias
Ilustrada y Científico-Literaria, Revista de Asturias, o
el Boletín de la Sociedad Española de
excursionistas.

Se convirtió en un erudito, especialmente en
Bellas Artes y Arqueología. Perteneció a la
Academia de la Historia, desde 1885 y de Bellas Artes de San
Fernando, en 1906 y a la de Ciencias Históricas de Toledo.
Fue un notable publicista, arqueólogo e
historiador.

Sin lugar a dudas, su principal aportación a la
historia del arte y a la arqueología fue la
restauración de San Julián de los Prados, realizada
entre 1912 y 1915 y pagada con su propio pecunio. En la memoria
de la intervención de tan importante edificio
alfonsí expone cuál debe ser el criterio de toda
restauración programada para un edificio histórico:
«se debe evitar el conservadurismo a ultranza, y
consiguientemente antirrestaurador, y la restauración
radical».

En San Julián de los Prados Fortunato de Selgas
propuso la eliminación de los añadidos postizos
barrocos, como las cubiertas abovedadas, para recuperar la
primitiva disposición del artesonado de madera,
suprimió las rejas de las ventanas y los encalados,
además de devolverle al pórtico de acceso su
diseño original, devolviendo, en definitiva, el edificio a
su aspecto primitivo y recuperando sus valiosísimas
pinturas murales.

Así, en una de sus principales actividades, la de
arqueólogo-restaurador, se convirtió en el
prototipo de erudito, de perfecto conocedor de la historia y en
un innovador en las prácticas habituales de la disciplina
en España.

Fortunato de Selgas se corresponde con la del ilustrado
decimonónico, interesado por varios aspectos de la cultura
nacional o regional que actúa a la vez como historiador
del arte, como conservador, y que manifiesta cierto
interés arqueologista por el rescate de piezas antiguas.
Tal hecho está confirmado por la existencia en la propia
colección de El Pito del cancel prerrománico
procedente de la basílica de Santianes de Pravia, o del
Ara Sextiana de Garrió.

Este interés de Fortunato de Selgas por la
historia y el arte regionales conecta con los premisas
regeneracionistas de su círculo intelectual asturiano, el
«Grupo de Oviedo» o «Generación de la
Quintana», compuesto por un grupo de catedráticos y
profesores de la Universidad de Oviedo, inspiradores de la
Extensión Universitaria entre los que destacan las figuras
de don Félix Aramburu o el propio Fermín Canella.
Todos ellos estaban vinculados al krausismo hispánico,
emanado de la Institución Libre de Enseñanza y del
propio Giner de los Ríos, entendido como un movimiento
librepensador en el que la formación del individuo se
convierte en la idea central. Así, la educación
conduciría a un renacimiento ético, asiento en
última instancia de la libertad y del progreso de la
humanidad. Fortunato de Selgas comulgó por completo con
las teorías institucionales comunes a su círculo de
amistades en la Universidad de Oviedo.

Entre sus hallazgos caben destacar los del ara de
Cornellana, situado en el parque de La Quinta y el altar y cancel
de la basílica de Santianes de Pravia erigida por el rey
Silo. Considerado como el más antiguo de España, lo
adquirió en 1905 por 25 pesetas en una taberna,
próxima a la villa praviana, donde hacía de mesa.
Desde entonces se conserva en la cripta de la iglesia de
Jesús Nazareno, frente al palacio, donde reposan los
restos de la familia

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De su personalidad escribiera su gran amigo y
compañero Fermín Canella: «Hombre de tales
saberes, gustos y medios, supo hacer de su casa de Madrid y de su
residencia de El Pito moradas, no a la manera de fastuosa
residencia de una persona adinerada, sino de selecta
mansión de un inteligente y culto amador y protector del
Arte»

La gran fortuna acumulada en los negocios,
fundamentalmente por Ezequiel, le permitió desarrollar una
vocación intelectual y artística, guiada por un
gran criterio. Compuso poemas en castellano y asturleonés.
Realizó interesantes estudios e investigaciones en
archivos y bibliotecas, llegando a poseer una gran
erudición en temas artísticos y
arqueológicos. Fue director del Museo de Reproducciones
Artísticas. y miembro correspondiente de la Real Academia
de la Historia, de la de Bellas Artes de San Fernando y de la de
Ciencias Históricas de Toledo. Renunció al
título de conde de Selgas, propuesto por la
Diputación de Asturias, Ayuntamiento de Cudillero, de
Oviedo y Muros del Nalón.

Realizó frecuentes viajes por Europa y,
especialmente, por  España, de la que conocía
perfectamente su riqueza monumental, realizando incesantes
estudios en sus archivos y bibliotecas. Llegó a ser uno de
los hombres más ilustrados de España, alcanzando un
gran conocimiento de los monumentos de nuestro
país.

Con su hermano Ezequiel, levantó el palacio de El
Pito para museo privado, fábrica de gran mérito
histórico-artístico, en el que se encuentran
lienzos de El Greco, Tiziano y Francisco de
Goya, entre otros. Él mismo diseñó el
edificio de la Quinta, aunque los planos se prestó a
firmarlos, para darles validez legal, su amigo, el arquitecto
Vicente Lampérez. La construcción de la Quinta,
edificio señero del conjunto se completó entre los
años 1883 y 1895, siguiendo las directrices de sus
propietarios que controlaban muy directamente la evolución
y transformaciones de la obra. En ella concurrieron reputadas
casas comerciales principalmente extranjeras como Kaeller &
Cié, Blaton Aubert o Huber Frerés y algunas
nacionales como La Imperial.

Los edificios se rodearon con un conjunto de jardines
cuidadosamente diseñados, recreando una tipología
de tradición en España desde el Renacimiento. En el
entorno natural de El Pito nos encontramos ante una doble
influencia y la concepción de la naturaleza dominada
oscila así entre la idea casi selvática, y por
supuesto romántica, del jardín inglés y el
espíritu regulador de la jardinería
francesa.

Para la decoración pictórica de los techos
de la Quinta, la familia Selgas recurrió a los pintores
asentados durante la etapa estival en la vecina localidad de
Muros del Nalón. Esta colonia artística, inspirada
por Castro Plasencia, frecuentó desde 1884 los salones de
El Pito estableciéndose una sólida relación
de amistad, que cuajó en la realización por parte
de Plasencia de los techos del edificio y a la inversa con el
proyecto de colonia estable diseñado por Fortunato para
sus amigos «coloniales».

Fortunato de Selgas diseñó un complejo
integrado por un edificio central con embarcadero al modo de
chalet suizo (similar al edificio de El Pito) con viviendas
unifamiliares para cada integrante inspiradas en la arquitectura
popular asturiana. El proyecto se truncó por los
inconvenientes burocráticos en la gestión del
expediente y, sobre todo, después del fallecimiento del
pintor en mayo de 1890 continuó los trabajos como artista
igualmente relacionado con el grupo de trabajo artístico
de Muros, Manuel Domínguez.

El diseño historicista de los edificios, el
recurso a determinadas firmas comerciales e incluso la
contratación de Plasencia y Domínguez para los
trabajos decorativos atestiguan la vinculación estrecha
entre los Selgas y los modos de la alta burguesía
madrileña. Se utilizan en El Pito las mismas
tipologías arquitectónicas, idéntica
composición decorativa e incluso se recurre a un
espíritu o filosofía coleccionista.

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Entre las obras de arte con las que nos podemos
encontrar aquí, destacarían las numerosas pinturas
de los maestros españoles de los siglos XVIII y XIX,
destacando sobre todos el "Aníbal Vencedor contempla por
primera vez Italia desde los Alpes", de Goya, descubierto hace
relativamente pocos años en la misma Quinta y que
anteriormente se había dado por perdido, o el retrato del
general Palafox del mismo pintor aragonés.

En la biblioteca podemos contemplar la "Asunción
de la Virgen" de El Greco, así como algunos lienzos de
escuela italiana atribuidos a Luca Giordano, que recuerdan mucho
a las composiciones realizadas por este pintor en los techos de
la Basílica de El Escorial. En la Sala Luis XIII tenemos
el "Retrato de Felipe II" de Rubens. Así hasta un total de
casi 200 cuadros de las escuelas italiana, francesa, flamenca y
española de los siglos XV al XVII. Completan la valiosa
colección: libros raros, porcelanas, cristalerías,
esculturas y muebles de estilos diversos.

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La iglesia de Jesús de Nazareno está
situada fuera del recinto denominado La Quinta en el Pito,
en Cudillero(Asturias). Construida a finales del siglo XIX, de
estilo ecléptico neomedieval.

Se trata de una iglesia-panteón promovida
por Fortunato de Selgas y construida a finales del
siglo XIX y principios del XX, siendo inaugurada en 1914 por la
infanta y princesa de Asturias doña Isabel de
Borbón y Borbón en el año 1914.

La iglesia se construyó dentro del estilo
románico del siglo XII y posee unas imágenes y
vidrieras de cierta importancia, pero lo más importante de
la iglesia es la cripta. La cripta es el emplazamiento del
panteón familiar, pero lo más significativo es la
existencia del altar religioso más antiguo de
España.

El altar está fechado en el siglo VIII siendo
erigido por el rey Silo como altar de la iglesia de Santianes de
Pravia. A los laterales se conservan también dos canceles
prerrománicos, también de Santianes de
Pravia.

A principos de 2008 el altar y los canceles fueron
traslados a una sala del palacio de los
Selgas-Fagalde.

Otra obra importante de Fortunato de Selgas fueron las
denominadas "Escuelas de Selgas" construidas en la década
de los años 20 del siglo XX, en El Pito,
concejo de Cudillero.

Daban formación a más de 200 niños
de la zona, que recibían una enseñanza
armónica y muy avanzada para su época, que
incluía materias como el conocimiento de la naturaleza,
las profesiones, las labores agrícolas y el mundo
industrial. Además de lo anterior los alimentaban y
vestían algo básico en una época donde la
miseria y el hambre azotaba las zonas rurales de
Asturias.

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Fortunato se casó con María Marín
Gisbert y la pasión, el amor, la ilusión y los
desvelos tanto de él como de su hermano Ezequiel,
encontraron afortunadamente continuidad en dos de los tres hijos
habidos del matrimonio, Ezequiel y Juan Selgas Marín, ya
que el nacido en segundo lugar, José, falleció muy
pronto. Ezequiel y Juan, fallecidos en 1958 y 1959
respectivamente, contrajeron matrimonio con las hermanas Carmen
(1896-1992) y Manola (1907-1991) Fagalde Herce, y al igual que
sus esposos, supieron mantener viva la llama heredada hasta el
último momento de sus días, dejando patente su amor
por su tierra de adopción y responsabilidad por la
herencia recibida. 

A pesar de su privilegiada posición
económica y su amplia cultura, Fortunato de Selgas fue un
hombre modesto y poco amigo de figurar, al que le gustaba
dedicarse a los estudios históricos y arqueológicos
y a realizar obras benéficas, entre las cuales hay que
destacar la iglesia (Jesús de Nazareno), el cementerio y,
sobre todo, las escuelas de El Pito, de Instrucción
Primaria y Comercio, que realizaron una gran labor docente. En
Madrid, su otra residencia, colaboró decididamente con
iniciativas sociales tales como las cantinas escolares y el
Centro Protector de Ciegos.

Escribió numerosas obras entre las que
destacan:

  • Jovellanos considerado como crítico de Bellas
    Artes (1883)

  • La primitiva basílica de Santianes de Pravia
    y su panteón regio (1902)

  • Origen, fuero y monumentos de
    Avilés (1907)

  • Monumentos ovetenses del siglo IX (1908). Obra
    que estamos revisando y analizando en este
    trabajo.

  • La basílica de San Julián de los
    Prados -Santullano- en Oviedo. Estudio de las restauraciones
    efectuadas en 1912-15 (1916).

Al no dejar descendencia, los bienes de la familia
pasaron a ser administrados, tal y como quedó dispuesto en
testamento, por una Fundación –Selgas-Fagalde-,
integrada por quince personas, nueve representan a la familia, y
el resto a partes iguales a la Iglesia, el Gobierno del
Principado y la Universidad de Oviedo.

Los artículos que voy a reproducir
están extraidos del denominado Boletín del
excursionista español, entre los años 1902 y 1908.
Dicho Boletín hacía referencia, en el último
número del año 1907, de los cambios previstos para
el próximo año.

"Desde el próximo año de 1908, el
Boletín del excursionista español se
convertirá en trimestral.

En cada número se darán de 64 a 80
páginas de texto y 15 fototipias, que los Sres. Hauser y
Menet proporcionan a la Sociedad por el mismo precio que las 12
que antes se daban cada tres meses, mostrando una vez más
el celo y buen deseo que les anima en favor de la
Corporación y de sus publicaciones.

Las excursiones serán anunciadas en hojas
sueltas, que se repartirán a nuestros consocios
días antes de celebrarse aquéllas,
lográndose así que nuestros compañeros se
fijen más en dichos anuncios y que los viajes se puedan
realizar en mejores condiciones.

Como verán, fácilmente todos, la reforma
se hace para que reciban más texto y más fototipias
sin mayores sacrificios por su parte, y con el fin de que nuestra
revista pueda competir dignamente con las buenas revistas de Arte
extranjeras, a las cuales se la compara ya fuera de
España".

Este trabajo, publicado en CD-ROM, que titulo:
"Monumentos Prerrománicos y Románicos asturianos",
sigue, casi fielmente, los artículos de arte publicados
por Fortunato a principios del S.XX en el Boletín del
excursionista español y que di con ellos, por casualidad
navegando por Internet, dentro de una página web de la
Universidad de Toronto (Canadá) de unas 860
páginas, en las que aparecían cientos de
artículos relacionados con la literatura, pintura,
escultura, monumentos arquitectónicos relacionados con
España y publicados, todos ellos, por el Boletín
del excursionista español a principios del S.XX. Entre
esos cientos de artículos entrecortados y con un
sinfín de faltas de ortografía, sobresalían
con luz propia los artículos intercalados de Fortunato de
Selgas relacionados con el arte Prerrománico y
Románico asturiano.

En bastantes ocasiones tuve que corregir faltas de
ortografía que, a principios del S.XX no lo eran, como el
caso de las palabras a, o y fue (con tilde) o algunas palabras
con la n invertida. Asimismo algunos textos estaban desordenados,
los cuales tuve que componer de la mejor forma que me fue posible
y en los párrafos que faltaban algunas palabras
"inventarlas" una vez analizado el contexto.

Por último, en el capítulo que el Sr.
Selgas titula: "Origen de Oviedo", defiende la teoría,
actualmente superada, del origen Altomedieval de la ciudad,
cuando todo el mundo sabe, hoy en día, que su origen es
romano S. III-IV d. C; según los hallazgos
arqueológicos descubiertos en los últimos
años en el entorno de la catedral y edificio del
obispado.

Salvo estas indicaciones creo que el trabajo de
Fortunato de Selgas sigue teniendo interés para todos los
amantes de la Historia y del Arte Prerrománico asturiano,
en particular.

Mi más sincero agradecimiento a la
Dirección de la Funda-ción Educativa del Colegio
Santo Domingo de Oviedo,así como al Seminario de Historia
y, muy especialmente, a José Antonio Sariego Fueyo, sin
cuya colaboración habría sido imposible la
elaboración de este CD-ROM.

Espero y deseo que todos ustedes disfruten con la
lectura de esta obra.

OVIEDO, 15 de enero de
2012.

Pr. Benedicto Cuervo Álvarez.

FESDO

 La arquitectura
prerrománica asturiana

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Origen de
Oviedo

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EL PLANO MÁS ANTIGUO DE OVIEDO
(S. XV).

Esta antigua ciudad, como otras muchas localidades de la
Edad

Media, debe su origen a una institución
monástica: a la Orden Bene dictina. La civilización
romana no había brillado en Asturias con el
fulgor que en las demás regiones de España,
como lo dice la carencia de monumentos arquitectónicos, en
los que se refleja la grandeza, la cultura y el poderío de
los pueblos. La decadencia y postración en que cayó
la Península con la desaparición del Imperio y la
invasión de los bárbaros, fue aquí mayor, y
lo confirma el silencio de los historiadores, que en el largo
tiempo transcurrido del siglo V al VIII, en que se verifica la
venida de los árabes, no citan jamás ningún
acontecimiento acaecido en este país, sabiendo tan
sólo por el obispo hispalense San Isidoro, que fue
sometido la dominación visigoda por el Conde Richilano, en
tiempo de Sisebuto, muy entrado el siglo VII.

Parecía natural que un territorio favorecido por
la naturaleza con espléndido suelo, de
fertilidad grande, de clima benigno y suave, y no muy poblado,
atrajera algunas colonias monásticas, y es tanto
más de extrañar, cuanto que en las provincias
limítrofes, a las puertas de Asturias, existían, no
ya solitarios monasterios, sino grandes estable cimientos
religiosos, como los de Penalva y Montes del Bierzo, donde a la
voz de los Santos Fructuoso y Valerio se creó en la
época visigoda una verdadera Tebaida; en la
Liébana, el de Santo Toribio; en León, el del
mártir Vicente, y en la vecina Galicia descollaba entre
todos el Dumiense, al que va unido el nombre del santo obispo
Martín. La vida monástica no apareció en
Asturias hasta la invasión musulmana, que trajo una
población numerosa en busca de patria y de libertad
religiosa. Los reyes, movidos de una fe ardiente, excitada por la
lucha con los árabes, fundaban monasterios en los lugares
donde fijaban su residencia, al lado de sus viviendas, siendo
acaso el primero el de Abamia, corte de Pelayo y de Favila, y los
de Covadonga y San Pedro de Villanueva, sitios predilectos del
primer Alfonso.

En el año 761, reinando Fruela, el abad
Fromestano y su sobrino el presbítero Máximo
fundaron en una colina situada al pie de la montaña de
Naurancio un monasterio dedicado al levita y mártir
Vicente, huídos probablemente de León, caída
en poder de los árabes, donde existía otro desde
los primeros tiempos del cristianismo bajo la advocación
de dicho Santo. Veinte años después, en 781, en el
reinado de Silo, el presbítero Montano, en unión de
los veinticuatro monjes que formaban la comunidad durante el
gobierno de los citados Fromestano y Máximo, hicieron
donación al monasterio de todos sus bienes, libros
religiosos, ornamentos de iglesia, ganado y aperos de
labranza.

Atraído por la belleza del sitio, el rey Fruela
trasladó su Corte, de las vertientes de los Picos de
Europa, donde la tenían su padre y abuelo, a este lugar, y
levantó al lado del monasterio su morada y dos templos,
dedicado el mayor al Salvador del Mundo y los Doce
Apóstoles, y el otro a los Santos Julián y
Basilisa. No consta el año en que este monarca fijó
aquí su residencia, pero debió ser con
posterioridad al de 781, fecha de la escritura de
fundación del monasterio, pues de lo contrario, dada la
importancia del suceso, no hubiera dejado de consignarse en el
citado testamento de donación y confirmación de
781, del tiempo del rey Silo, que guarda completo
silencio.

Aquella colina, cuando se estableció la
asociación monástica, estaba cubierta de espeso
bosque, que los monjes tuvieron que abatir, rompiendo el duro
suelo con el arado. Bajo la dominación romana no
existió allí población alguna, y lo confirma
el no haberse hallado jamás; al removerse el terreno y los
cimientos de antiguas y modernas construcciones, restos de
edificios, fragmentos de cerámica, de cementos, monedas y
otros objetos que manifiestan su procedencia de la época
del Imperio. Llevaba esta colina el nombre que le habían
dado los aborígenes del país, Ovectao, cuyo
bárbaro vocablo consta en algunos documentos casi
contemporáneos de la fundación de la ciudad,
suavizado después con la forma latina de
Oveto(1).

(I) Nadie se ha fijado hasta ahora en la forma
extraña y antilatina, por más que aparece en varios
documentos, entre los cuales citaremos: 1.° La
donación de Alfonso el Casto, de 812, al Salvador, la
más antigua de todas, que dice que este era el nombre
primitivo conservado en el idioma vulgar, pasando alguna vez a
los documentos oficiales notados en latín. La
circunstancia de aparecer en el códice más antiguo
e importante, el testamento de Alfonso II, parece que se ha
querido consignar intencionadamente el nombre aborigen, al decir
que la iglesia del Salvador estaba situada in loco nuncapatur,
que se llama, Ovectao.

Es indudable que la basílica había sido
fundada por su padre Fruela «in loco nuncupatur
ovectao». No hay, pues, que buscar la etimología de
este nombre en el latín, como lo han hecho cuantos se
dedicaron a esclarecer su origen, iniciado en el siglo XI por el
obispo D. Pelayo, que dijo procedía de su situación
geográfica en el centro de Asturias, a igual distancia de
los ríos Ove (Eo) y Deva, hasta nuestros días, en
cuyo largo espacio de tiempo se han hecho alambicadas y absurdas
etimologías que no merecen ser transcritas y que el lector
puede ver en un curioso articulo publicado por el cronista de
Asturias Sr. Canella (2). La procedencia de este vocablo hay que
buscarla en el lenguaje primitivo de los astures, acaso en el
eískaro, donde se encuentran rastros de algunos nombres de
localidades del país.

2. Las actas de San Froilán, publicadas en el
tomo XXXIV de la España Sagrada, dicen: «Qui regnum
gothorum regebat in Ovetao aeturiensiura provinciam».
(Caveda, Historia de la Arquitectura, pág.
85.)

Los historiadores antiguos y modernos que se han ocupado
en investigar el pasado de esta región, han supuesto que
en la época romana existía una población
importante, capital de los transmontanos, como Asturica lo era de
los augustanos. Llamábase esta localidad Lucus, y para no
confundirla con la ciudad galaica del mismo nombre le
añadieron Asturum. Los geógrafos romanos,
especialmente Plinio, citan los pueblos más notables del
país, entre los cuales no aparece Lucus, prueba evidente
de su insignificancia, de cuya existencia sólo sabemos por
Ptolomeo. Suponen algunos historiadores que en ella
continuó la capitalidad hasta poco antes de la
invasión musulmana, trasladándose después a
Oviedo, por lo que suelen figurar confundidas ambas localidades
en algunas cartas de geografía romana con el nombre
común de Lucus Asturum vel Ovetim, y esta confusión
se debe, sin duda, a la poca distancia que hay entre ellas, que
no excede de seis millas.

Aunque hoy se conoce mejor lo que eran los pueblos de
Asturias en la época romana, más bien castros que
ciudades, pues la población se extendía por el
campo y no agrupada en localidades, conviene que repita
aquí lo que he dicho en otra parte acerca de Lucus. Como
indica su nombre, antes de su fundación debió ser
un bosque consagrado a una divinidad silvestre, como Pan o Diana.
Es probable que cuando los romanos conquistaron a Asturias se
rindiera allí culto a un dios druídico, y como los
conquistadores asimilaban las divinidades de los pueblos vencidos
a las suyas, el dios astur se hizo romano. No parece este lugar
por lo llano a propósito para situar un castro, que
ocupaban generalmente las alturas, pero fuéralo o no, es
lo cierto que en aquel tiempo hubo allí un edificio cuyos
muros se conservaban en el reinado de Alfonso III. Para preservar
a la ciudad del furor de los árabes, la circuyó de
obras defensivas, a cuyo amparo se fue desarrollando su
población. Los invasores no hallaban a su paso
localidades, porque los habitantes del país vivían,
como he dicho, diseminados por el campo, en villas o
establecimientos agrícolas, que formaban pequeñas
aldeas, pero después que la colonia monástica de
Ovectao se convirtió en ciudad y en fortaleza, el objetivo
de sus operaciones militares fue su conquista, que les
ofrecía las riquezas allí guardadas por el Rey
Casto. Bien pronto la naciente capital iba a ser presa de
aquellos bárbaros.

Estimulado el Emir Hicham I por el buen éxito de
la anterior in-

vasión, dispuso otra en la primavera de aquel
año, bajo el mismo plan de campaña, formando dos
ejércitos, mandando el de la derecha Abd-al-Carim, que
hizo una razzia sin importancia por la Cantabria con el fin de
atraer algunas fuerzas del enemigo; y el de la izquierda a las
órdenes de su hermano Abd-al-Wahid ibn Moghith, el cual
penetró en el riñón de Asturias, haciendo
terrible estrago, y sin que Alfonso pudiera detener su victoriosa
marcha, se apoderó de Oviedo, que fue saqueada, destruida
y desmanteladas sus murallas. El castigo de aquella
profanación no se hizo esperar. Los árabes,
cargados de rico botín y llevando numerosos esclavos,
hicieron su retirada por la cuenca del Narcea, sin duda para
subir a Castilla por el puerto de Leitariegos. Los guías,
extraviados, condujeron el ejército a un estrecho valle
rodeado de montañas, de un suelo encharcado y fangoso, por
lo que tomó el nombre de Luti (lodos), que en el dialecto
del país se dice llamas, añadiéndole
después del motivo por el importante suceso allí
acaecido. Cuando los agarenos se hallaban encerrados en aquel
callejón sin salida, en igual situación que en
Covadonga, la hueste cristiana, que estaba emboscada en las
alturas, desciende, los acomete con furor, haciendo terrible
matanza, pereciendo la mayor parte por el hierro y otros en el
cieno, perdiendo la presa y los cautivos. Allí sucumbieron
los caudillos Abd-al-Wahid, que mandaba el ejército;
Jusuf-ibn-Boft, el vencedor de Bermudo el Diácono cuando
la invasión de 791, y un número grande de infieles,
que Sebastián de Salamanca eleva exageradamente a setenta
mil.

Invasión de 795. — Reproduciremos la
narración que hace Dozy de esta
campaña, descrita por los historiadores árabes
Ibn-Adhari, Nowair e Ibn-Jaldum. «Hicham, para reparar el
fracaso, envió un ejército numeroso, mandado por
Abd-al-Carim, quien tenía que vengar la muerte de su
hermano. No sintiéndose Alfonso bastante para resistirle,
llamó en su auxilio a los vascos y aquitanos. Cuando
llegaron sus aliados, el rey escalonó sus tropas en las
montañas desde Covadonga hasta Galicia, ordenando a los
habitantes que se retiraran hacia las colinas de la costa
(1).

(1) El monarca cristiano, al escalonar sus fuerzas
desde los Picos de Europa hasta Galicia, temía que los
árabes operaran simultáneamente por diferentes
puntos como en las auteriores invasiones, pero si no fue seguido
éste plan de campaña, es indudable que los
musulmanes dividieron su ejército dentro de Asturias, pues
mientras el grueso de él luchaba con fortuna en Oviedo, un
numeroso cuerpo del ejército sufrió un descalabro
en otra parte del país.

Se proponía atraer al enemigo al interior del
país para atacarles en el momento preciso en que se
internaran en las quebradas; pero tenía que
habérselas con un general circunspecto. Abd-al- Carim
informado acaso por los maragatos de las disposiciones del
enemigo, al dejar Astorga tuvo la precaución de enviar una
descubierta de cuatro mil caballeros, mandados por
Faradj-ibid-Kimara, el cual tropezó con un destacamento
cristiano que defendía, al parecer, un desfiladero, lo
atacó y le hizo huír, cogiendo muchos prisioneros,
que fueron degollados. Llegaron en seguida los muslimes a un
río llamado Narcea o Trubia, donde encontraron a
Gundemaro, que con tres mil hombres quiso atajarles el paso; les
atacaron, mataron muchos, los dispersaron, haciendo prisionero a
Gundemaro el 18 de Septiembre de 795 (1).

(l) Los árabes parece que penetraron en
Asturias por el puerto de Torrestio, que da paso al valle de
Quirós regado por el Trubia, cuyas aguas se unen en la
fábrica nacional de cañones con las del
Nalón, pero este río, menos caudaloso en aquella
estación, ofrecía algunos puntos vadeables por
donde pasaron los infieles por la orilla derecha, defendida en
vano por Gundemaro con escasas fuerzas. Las alturas que ocupaba
el rey Alfonso con su ejército serían las que
dominan el estrecho valle de Priorio, para proteger la fortaleza
de este nombre, situada en la margen del río, que hoy
subsiste transformada en magnífico castillo feudal. Los
historiadores árabes confunden los nombres de Narcea y del
Trubia, haciéndolos uno solo, cuando son diferentes y
distante el uno del otro.

Abd-al-Carim, siguiendo su marcha victoriosa,
llegó junto a una montaña, donde estaba Alfonso con
el grueso de sus fuerzas. El rey no esperó al enemigo; se
retiró, al principio, a una fortaleza construida a orillas
del Nalón y al Sur de Oviedo, luego a otra que era su
residencia ordinaria, es decir, a Oviedo. El caudillo
árabe pudo, sin necesidad de combatir, ocupar la fortaleza
situada sobre el Nalón, donde halló muchas
provisiones y objetos preciosos que Alfonso no tuvo tiempo de
recoger. Al día siguiente dio orden a Faradj de ir a
atacar Oviedo con un cuerpo de diez mil caballeros; mas como la
reparación de las murallas de esta ciudad no estaba lo
bastante adelantada para ponerla al abrigo de un golpe de mano,
Alfonso la abandonó a los enemigos, que encontraron en
ella un opulento botín. Según parece, los
árabes no penetraron más en Asturias,
contentándose con los resultados obtenidos. Además
se aproximaba el invierno y entonces las campañas
finalizaban en esta estación; contribuyendo quizá a
la retirada de los musulmanes el rudo golpe que
sufrió una de sus divisiones en otra parte del
país. Abd-al-Carim verificó, pues, su retirada,
sino que durante ella, al menos que se sepa, fuera molestado por
los cristianos.

Invasión del 816?.— Entre la
anterior campaña y la presente mediaron veintiún
años, tiempo bastante para que Alfonso pudiera restaurar
los monumentos de la capital y levantar su murado recinto,
desmantelado por los árabes. El emir Hacam ordenó
al visir Abd-al-Carim, que en el mes de mayo hiciera una
irrupción al país de los cristianos, el cual,
siguiendo su sistema de guerrear, dividió su
ejército en dos cuerpos, penetrando el de la izquierda,
bajo la dirección del caudillo Abdalá-ben-Malehi,
en Galicia, donde sufrió un terrible desastre a orillas
del río Anceo (1), pereciendo en el combate el citado jefe
y la flor de los guerreros muslimes.

(1) El cronista Dulcidio dice que el río Anceo
estaba in Gallecia provincia.(?) Llamado por los historiadores
árabes Naharon o Wadi Aren y por el cronista cristiano
Sebastián de Salamanca Nahalón. La raíz nahr
la llevan muchos ríos de Asturias, y acaso tendría
este significado en el idioma de los aborígenes del
país. En los documentos de los siglos VIII y IX aparece el
nombre de este río latinizado: nalonen, nilonen y es
probable que sea el Melsus fluvius de los geógrafos
romanos.

Los restos de la caballería fueron a ampararse en
el ejército de Abd-al-Carim, que había entrado en
Asturias destruyendo y talando el país, y se
dirigía directamente a Oviedo, objetivo de sus operaciones
militares. Alfonso, auxiliado por los vascos y aquí-
tanos, esperaba al enemigo en la orilla derecha del Nalón
dispuesto a impedirle el paso, y aunque el jefe árabe
intentó varias veces vadear el río por los sitios
más accesibles, fue rechazado con grandes pérdidas.
Animado el rey cristiano con la victoria, tomó la
ofensiva, pasó a la otra margen en presencia de los
árabes, a quienes derrotó, obligándoles a
emprender la retirada; pero bien pronto se rehicieron, y
acometiendo con furor a los asturianos, tuvieron éstos que
ceder el campo, volviendo a sus primeras posiciones de la orilla
del Nalón. Ambos contendientes estuvieron trece
días frente a frente, separados por el río,
peleando con armas arrojadizas, no atreviéndose a
vadearle, engrosado con las lluvias, y careciendo los
árabes de provisiones por estar el país devastado
por la guerra, dispuso Abd-al Carim, el 8 de junio, la retirada,
sin que al parecer fuera molestado por los cristianos, siendo
recibido en Córdoba con los honores del triunfo
(2)

(2) Los historiadores árabes dan extensos
detalles de esta campaña, que omito por no hacer larga
esta narración. Ibd-Adharí, Nowairí e Ibn
Jaldun (versión de Dozy) dicen que Abel-al-Carim hizo
tranquilamente su retirada, entrando triunfalmente en la capital
del Califato, e Iza-ben-Ahamed el-Razi (versión de Conde)
cuenta que aquel caudillo murió en la retirada, de una
lanzada recibida en una escaramuza con los cristianos, dos
días después de caer herido.

El heroísmo con que Alfonso defendió las
líneas del Nalón, preservó a Oviedo del
furor de los bárbaros, que a pesar de la
restauración de sus muros acaso hubiera sido por tercera
vez destruida.

Esta campaña fue la última que los
muslimes hicieron en Asturias. Ya he dicho que la causa que las
motivaba no era la conquista del país, sino su
aniquilamiento y destrucción, castigando a aquellos
terribles montañeses, que hacían frecuentes
irrupciones por el interior de España, llegando hasta las
márgenes del Tajo y del Guadiana, creyendo que el medio de
evitarlas era llevar la guerra al territorio
cristiano.

Los árabes tenían más recursos
militares, ejércitos muy numerosos, que
divididos en cuerpos, penetraban a la vez por diferentes
puntos para caer uno de ellos sobre la capital de la
monarquía; esa era la táctica de Abd-al-Carim en
todas sus campañas. Alfonso, no menos hábil que el
caudillo musulmán, les dejaba libre el paso de los
desfiladeros o puertos para que se internaran en el país,
cuyo suelo accidentado, surcado de profundas quebradas y cubierto
de espesos bosques, dificultaba y entorpecía las
operaciones militares de los invasores, los cuales solían
detener su impetuosa marcha en las márgenes del Narcea y
del Nalón, los dos ríos más caudalosos de
Asturias, que corren casi paralelos a la cordillera general, y
que si bien son vadeables en algunos puntos en el estiaje, no era
empresa fácil franquearlos en presencia de la aguerrida
hueste cristiana.

Cuando el Rey Casto no tenía fuerzas bastantes
para contenerlos les abandonaba el país hasta la costa; y
mientras se entretenían en quemar y saquear iglesias y
talar los campos, se ponía a su retaguardia, ocupando las
alturas que dominaban los valles por donde forzosamente
tenían que hacer la retirada, terminada siempre en
terrible desastre. Escarmentados duramente los árabes en
estas invasiones, no intentaron reanudarlas jamás, ni aun
en aquellos días luctuosos en que Almanzor entraba
victorioso en las capitales de los estados cristianos.

Después que este guerrero ilustre se
apoderó de León, subió por las
márgenes del Bernesga, desmanteló las torres de
Gordón, y desde las cimas de la cordillera
contempló un momento Asturias sin atreverse a hollar su
suelo, temeroso de sufrir la triste suerte de Abd-al-Wáid,
Jusuf-ibn-Boft y Abd-al-Carim.

No era nada lisonjero el estado social y político
de Asturias cuando Alfonso II subió al trono. La guerra
civil, tan frecuente en las monarquías electivas, agotaba
las fuerzas que debieran emplearse contra el común
enemigo. La unidad religiosa se hallaba amenazada por el
arrianismo, resucitado por los obispos Elipando y Félix, y
el país era un tanto hollado por la planta de los
bárbaros. Una serie de reyes, o débiles o malvados,
hacían temer que la empresa comenzada felizmente por
Pelayo y Alfonso I el Católico se hundiera en otro
Guadalete; pero afortunadamente, tantos males tuvieron
término con la elevación del Rey Casto al solio de
Asturias, una de las figuras más grandes que ofrece la
historia de la Reconquista. En los primeros años de su
reinado vence en terribles campañas a los árabes y
los arroja de Asturias para siempre: los turbulentos
próceres y los indómitos vascos se someten a su
imperio, y la paz vuelve a las conciencias con la
condenación de la herejía por el Concilio de
Francfort.

La seguridad que había en el país, libre
de todo temor a nuevas invasiones, y el estado floreciente de la
monarquía, hacían necesaria la creación de
una capital que fuera a la vez centro del poder civil y re
ligioso de la nación. Considerábase Alfonso sucesor
de los Wambas y Recesvintos, y así como Toledo
había sido cabeza de la España visigoda, tuvo la
pretensión de que le substituyera Oviedo, según
dice en el discurso que pronunció ante los Padres del
primer Concilio Ovetense, consignado en sus controvertidas actas
(1).

(1) Después de nombrar Alfonso las grandes
capitales del mundo antiguo decaídas de su poderío:
Babilonia, Jerusaléu y Roma, dice: «Etiam eimili
modo Toletus totius Hispaniae antea caput extitit, nunc vero Dei
judicio cecidit cuyus loco Ovetum surrexit».

La autenticidad de estas actas ha sido puesta en
duda, por más que críticos, como el P. Risco, las
consideran legítimas. Dozy cree que es una especie de
falso mosaico compuesto de actas de un Concilio más o
menos alteradas y de fragmentos interpolados de un discurso
pronunciado por Alfonso al fin de este Concilio.

Fundada Oviedo en una época en que el sentimiento
religioso estaba fuertemente excitado por la lucha contra los
árabes, casi todos los monumentos erigidos por Alfonso el
Casto fueron iglesias, monasterios y establecimientos piadosos;
así es que desde el primer momento adquirió un
carácter esencialmente levítico.

Sobre las ruinas del palacio de Fruela levantó su
hijo Alfonso otro más extenso, situado próximamente
en el espacio que media entre la capilla de Santa Bárbara
y la Cámara Santa, donado más tarde a la iglesia
del Salvador para vivienda de los Prelados ovetenses. No
están conformes cuantos han tratado de las
antigüedades de la ciudad sobre la situación que
ocupaba este palacio. El obispo D. Pelayo, que lo vio antes de su
destrucción, dice que estaba unido a la iglesia de San
Tirso, llamada en documentos antiguos Capella Regum, porque era
la capilla palatina de los reyes. El P. Carballo lo coloca entre
la capilla de Santa Bárbara y la Cámara Santa, a
cuya opinión me inclino. El Sr. Rada y Delgado, sin
ningún fundamento, lo extiende considerablemente hasta
cubrir no sólo el espacio que le asigna Carballo, sino la
inmensa superficie que hay entre la fachada meridional de la
catedral y la calle Canóniga, incluso la plazuela de
Álvarez Acebedo, quedando enclavada en él la
Cámara Santa, que supone se erigió para capilla
palatina, elevándose sobre el suelo para comunicarse con
la planta principal de este inmenso edificio, más propio,
a la verdad, de los fastuosos emperadores de Bizancio que de los
humildes monarcas asturianos.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

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