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Monumentos prerromáticos y románicos asturianos, según Fortunato de Selgas. (página 7)



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

     
Contábanse entre estos maestros algunos que, si bien
ignoraban la teoría de su profesión y
carecían de inventiva, no dejaban de conocer la
práctica de la construcción y el trazado de los
miembros más vulgares y elementales de este estilo, que
distribuían a veces con acierto, habituados como estaban a
verlos monumentos levantados entonces en Castilla con arreglo a
las prescripciones Herrerianas. Distinguióse Grüemes
Bracamonte en las trazas de la Universidad de Oviedo, severo
edificio con algunos resabios platerescos, cuyas robustas
fachadas contrastan con las elegantes arquerías del
claustro. Los maestros Pedriza Cajigal, Barcena, Huertas y
Tejera, de origen montañés como dicen sus nombres,
nos recuerdan las Casas Consistoriales de Oviedo y éstas
de Avilés y las capillas de la Barquera, San Lorenzo y
Valdés, de Gijón, y otras muchas cons trucciones de
buena arquitectura. Domina en ellas casi exclusivamente el
más serio de los órdenes, el dórico,
empleados sus miembros con oportunidad y mesura, aunque la
uniformidad con que están repartidos y su constante
repetición los hacen monótonos y amanerados. Si el
edificio era religioso, su fachada tenía necesariamente en
los ángulos pilastras que sostienen el entablamento sobre
el que descansa un frontón triangular, en cuyas pendientes
asientan, a modo de acroteras, bolas y pirámides
características en el estilo de Herrera; y a veces se alza
sobre el vértice una espadaña con uno o dos vanos,
coronada de cornisa y piñón que termina en un disco
o en una cruz.

      El
ingreso estaba también flanqueado de columnas o pilastras
para recibir el arquitrabe, friso y corona, con su frontoncillo,
si el espacio ocupado por este cuerpo no lo llenaba la hornacina
para albergar la imagen del santo titular, una ventana, o el
escudo con las armas del fundador o patrono del templo.
Distínguense los miembros por la corrección de las
proporciones, como el que trazado se hacía con
fórmulas sacadas de las obras de Vignola o Paladio, y de
ahí la poca originalidad que se observa en estas
construcciones.

      Lo mismo que
el Gótico en la anterior centuria, el Greco-romano no
llegó a dominar más que en la capital y en alguna
que otra villa, pero en el campo, cuando las necesidades del
culto exigían el derribo de la pequeña iglesia
románica para reedificarla en mayores proporciones, o por
el aumento de la población se hacía una nueva
parroquia y un nuevo templo, sólo se atendía a
procurar un amplio espacio para los fieles sin cuidarse de que el
edificio tuviera carácter artístico. Nada
más pobre que una iglesia de aldea asturiana de estas tres
últimas centurias, pues no se ven en ella columnas,
cornisas, escultura decorativa, como en el Románico, ni
adorno alguno que revele un género
arquitectónico.

PALACIO DE
CAMPOSAGRADO.

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      La familia de los
Bernaldo de Quirós, la más ilustre de Asturias, se
enlazó en el siglo XV con la muy noble de los Alas y
Carreño de Avilés. Cuando los últimos reyes
de la dinastía Austríaca y primero de la de
Borbón, otorgaron a algunos señores del país
títulos de Castilla, los blasones de esta casa ostentaron
la corona de marqués. Muestran el poder y la riqueza de
esta familia las residencias que levantaron en Oviedo, que hoy
habita la Audiencia, y en esta villa, que llevan impreso en sus
muros el mismo arte, como que han sido construidas casi al mismo
tiempo. La fachada del palacio avilesino está dividida en
tres zonas horizontales, campeando en cada una nueve huecos con
ventanas en la planta baja y balcones salientes con antepechos de
hierro en las demás. Llenan los entrepaños o
espacios que hay entre los vanos, enormes cartelas rectangulares
con florones de mal gusto y peor ejecución.

      Tres cuerpos resaltados
dan movimiento y variedad al espacioso frente: el central abraza
un solo vano, flanqueado en el piso terreno de columnas
dóricas estriadas; en el principal, de fustes retorcidos,
decorados de toros espirales, y de salomónicas en el
segundo, con subientes vides de abultados racimos, que trepan
hasta el collarino del capitel, que, como el de la planta
anterior, pertenece al más rico de los órdenes del
Greco-romano, el corintio. Termina este cuerpo, alzándose
sobre el cornisamento, un ático formado por dos pilastras
relevadas, y en su amplio espacio se destaca un gran escudo de
armas de los Camposagrado sostenidos por dos belludos salvajes,
sombreados por aristocrática corona. En los extremos del
edificio se levantan torres de tres pisos con dos huecos en cada
uno de igual traza que los demás.

      Toda la obra es de
piedra de talla, con los ángulos y esquinas de las torres,
y las jambas y dinteles de los huecos, de saliente almohadillado,
que da  a la construcción un aspecto de robustez y
solidez que caracterizan los palacios de los señores
asturianos de los siglos XVII y XVIII. En los edificios
arquitectónicos del país, aun en los tiempos que se
obedecían mejor los preceptos del Arte clásico, no
se coronaban las fachadas de entablamentos de piedra, sino de
madera, muy salientes, sobre cornisas de poco vuelo, con el fin
de proteger muros y huecos del azote de la lluvia. En este
palacio se suprimió el alero, sustituyéndole un feo
y pobre tejaroz, empleado en los edificios asturianos, que agobia
con su masa la fastuosa cornisa con su friso dórico de
triglifos y flores cuadrifolias por metopas y otras molduras
decoradas de ovas, dentículos y hojas picadas en el
talón del cimacio.

     Fue construida esta
señorial vivienda por el primer Marqués de
Camposagrado, que ocupó en América elevados
puestos, que le granjearon riquezas y el título
nobiliario.

     El edificio tiene
idéntica arquitectura que el derruido convento de la
Merced, por él fundado, y es probable que ambas trazas
sean debidas al mismo maestro, a fines del siglo XVII, en el
reinado de Carlos II (1).

(1) Un moderno historiador avilesino asigna al siglo
XVI su construcción, y de estilo plateresco degenerado al
estilo a que pertenece. Ni es de tal centuria ni es esa su
arquitectura.

     No debe llamarse
churrigueresca la arquitectura dominante en las residencias que
los señores asturianos labraron en su época, cuyo
ejemplo nos ofrece este palacio.Generalmente se les da ese nombre
a las construcciones importantes contemporáneas a las de
Castilla, y es un error, porque no se ven en sus muros aquella
balumba de ornamentación sin orden ni concierto, aquella
confusa hojarasca, aquellos disparatados despropósitos que
han merecido,  y con razón, la execración y el
odio con que los miraban Jovellanos, Ponz, Ceán
Bermúdez y otros críticos de la época del
Renacimiento neo-clásico de la segunda mitad del siglo
XVIII. No es decir que no haya penetrado aquí el
churriguerismo con todos sus delirios, pero fue sólo en el
interior de los templos, en los altares que exhiben la monstruosa
exornación que en los de allende los montes, como puede
verse en los dos gigantescos retablos gemelos de la Virgen y de
Santa Teresa en los brazos del crucero de la catedral de
Oviedo.

      Afortunadamente,
esas locuras insensatas no trascienden a las fachadas de los
palacios, a cuya arquitectura le cuadra mejor el nombre de
Barroca porque sus elementos componentes son los mismos que
cuando imperaba el greco-romano con todo su esplendor, aunque
degenerados, corrompidos, alteradas sus proporciones,
distribuidas las líneas sin regla ni medida, y una
ornamentación caprichosa sin carácter
determinado.

      Las fachadas de los
palacios castellanos suelen carecer, de vestidura
arquitectónica, desnudos los muros de columnas y
pilastras. El bellísimo arte que imperó en
España en la primera mitad del siglo XVI, exhumado de las
Termas de Tito por Rafael, y traído a nuestro país
por Berruguete, Machuca, Covarrubias y otros, no llegó a
degenerar, como sucede con todos los géneros
arquitectónicos. Al contrario, murió en la plenitud
de su vida, risueña y graciosa, a impulso del severo
Greco- romano.

Glosario de
Términos

Ábside: En las construcciones basilicales
romanas, dependencia donde se ubicaba el estrado del tribunal. En
dichos edificios, hasta época Plenoimperial, dicho estrado
no requería para su ubicación un marco
arquitectónico específico, lo que sí se
aprecia en época Bajoimperial (Basílica de
Magencio, Roma). En la arquitectura cristiana, la misma
dependencia definida en época imperial, cambiando en ella
la presencia del estrado del magistrado por el altar. En la
arquitectura basilical cristiana, suele estar adosado al muro de
fondo y abovedado, concentrándose en él la mayor
riqueza decorativa del templo.

En las iglesias del ciclo asturiano, es típico el
esquema del triple ábside, importado de la arquitectura
cristiana siria, y aplicado a las iglesias monásticas, que
solían presentar múltiples cultos, y la
realización de oficios simultáneamente en los
altares correspondientes a los mismos.

Alfíz: Recuadro que envuelve, a modo de
guardapolvo, un arco, bien partiendo del suelo, bien de las
impostas del mismo.

En la arquitectura asturiana, la presencia del
alfíz enmarcando, generalmente, la triple ventana de la
estancia supraabsidal, o la del propio ábside, como en San
Tirso, ha motivado una interesante polémica acerca de su
procedencia, desde considerarlo como un préstamo temprano
de la arquitectura emiral, a retrasarlo cronológicamente
al momento de las inmigraciones masivas de mozárabes, a
partir de la segunda midad del S. IX.

Sin embargo, siguiendo un criterio arqueológico
(G. de Castro, 1995), se demuestra que el alfíz de San
Tirso se corresponde con el momento fundacional del edificio, lo
que invalidaría la hipótesis andalusí,
siendo, por tanto, lo más probable, la existencia de una
fuente común de la que beberían tanto la
arquitectura emiral como la asturiana, con origen en la
arquitectura tardoantigua y paleocristiana de Siria y 
Oriente Medio.

Arco: El arco es un elemento sustentante
articulado, formado por dovelas de piedra o ladrillo, dispuestas
en forma de curva, que logra una distribución de cargas
más eficiente que los arquitrabes rectos, al desviar el
peso de los muros del elemento sustentante hacia los apoyos
laterales -pilares o columnas-, con el consiguiente alivio de
cargas.

Con origen en la arquitectura de Oriente Próximo,
su uso se generalizó en occidente por los romanos,
utilizándose en los pórticos y naves de las
basílicas civiles (Basílica Aemilia,
Basílica Iulia), de donde pasó a la arquitectura
paleocristiana y bizantina, de cuyos modelos procede su uso en la
arquitectura Altomedieval asturiana.

Arco de Triunfo: En la arquitectura romana, arco
conmemorativo situado, generalmente en alguna vía
importante, escenario de desfiles conmemorativos, a la entrada de
las ciudades o de los foros de éstas.

En la arquitectura cristiana primitiva, se
monumentalizaba mediante un arco de triunfo el ingreso al
presbiterio, sobre todo en las iglesias dotadas de transepto,
para simbolizar el tránsito del mundo terrenal -dominado
por el pecado-, al sagrado, guardando la entrada del santuario en
que mora la divinidad, accesible para el pueblo mediante la
participación en el sacrificio eucarístico, cuyo
sacramento se administraba sin traspasar la barrera material del
presbiterio.

En la iglesia ovetense de San Julián y Santa
Basilisa, se conserva un ejemplo capital de este tipo de
estructura.

Atrio: En la arquitectura Paleocristiana
primitiva, el atrio, al igual que en la casa romana,
constituía un ámbito arquitectónico de
entrada a la iglesia, en forma de patio porticado antepuesto a la
misma.

En época Altomedieval, el atrio pasa a ocupar el
total del espacio que circunda la iglesia, en forma de
circuito alrededor de la misma, donde se sitúan, en el
espacio de los 12 pasos más cercanos al edificio, el
cementerio, y, más alejados del templo pero también
dentro del recinto, numerosos edificios como monasterios,
graneros, etc., quedando así sometidos a la
protección del lugar santo.

Baptisterio: En la arquitectura Paleocristiana
primitiva,  edificios específicos anexos a los
templos, dotados de una fuente -piscina-, excavada en el suelo,
adonde los neófitos, adultos, descendían tres
escalones hasta la "fuente de vida", para recibir el bautismo por
inmersión, ascendiendo, una vez bautizados, otros
tres , hasta el nivel del pavimento de la sala.

En época asturiana, se conserva una  piscina
excavada en el pavimento, en la basílica de San Juan de
Pravia (s. VIII), muy simplificada y de escasa profundidad (unos
30 cm), lo que excluye el rito de la inmersión, siendo
más probable que fuera utilizada para el bautismo por
aspersión (generalizado para el bautismo de infantes, en
la reforma litúrgica carolingia del s. IX).En el
período asturiano, las pilas se sitúan dentro de la
propia iglesia, generalmente en uno de los pórticos
laterales. Se han documentado 3 modelos de pila, todos ellos
relacionados con el bautismo de infantes por
aspersión: 

  • Cuadradas, herederas de las piscinas
    paleocristianas, 50-60 cm de altura.

  • Con forma de cuba o tonel , de unos 77 cm de
    altura.

  • De perfil cupiforme (ya sin desagüe, 67-88 cm
    de altura).

Basílica: En la arquitectura romana, sala
rectangular destinada a las reuniones de negocios y a sede de los
tribunales, dividida en naves longitudinales, y abierta,
generalmente por uno de sus lados largos, mediante
pórticos a una plaza pública.

En la arquitectura Paleocristiana se adoptó este
modelo edilicio para los templos, debido a que no precisaba
adaptaciones para albergar un gran número de personas,
concentrando la atención de los fieles hacia el
ábside, antes sede del tribunal, y que ahora
pasaría a albergar el santuario.

Bóveda: Sistema de cubrición
consistente en la creación de un arco que se prolonga a lo
largo de toda la longitud a cubrir, apoyándose en los
muros laterales (mediante impostas), o en los ángulos de
la sala (mediante pechinas). Los romanos fueron los consumados
maestros del abovedamiento, realizando, tanto pesadas
bóvedas de hormigón, que cubrían grandes
espacios, hasta ligeras bóvedas articuladas mediante
nervios de ladrillo, o tubos de arcilla. De éstas derivan
las asturianas, siempre de delgado grosor, y construídas,
la mayoría de las veces, de toba, piedra porosa y ligera
que no transmitía apenas cargas a los muros de
apoyo.

Dependiendo de su funcionalidad respecto al espacio a
cubrir, las bóvedas de los edificios altomedievales
asturianos adoptaron esquemas constructivos y técnicos
diferentes: desde la bóveda de loseta de la Cámara
Santa, destinada a servir de solado al piso superior, hasta la
bóveda ligera de sillarejos de toba de San Miguel de
Lillo, cuya única función era la de constituir un
remate abovedado del techo que sirviera de marco a la
decoración pictórica que se utilizaba como
símbolo representativo de la magnificencia de la
Jerusalén celestial.

Cabujón: Se denomina de este modo el
resultado de trabajar las piedras, preciosas o semipreciosas, por
pulimentado, en vez de por tallado, resultando una superficie de
relieve elipsoidal.

Se trata de la técnica más utilizada por
los orfebres en la antigüedad, alcanzando gran maestria en
su utilización los joyeros romanos, continuándose
con su utilización, por influencia de los talleres
imperiales bizantinos, durante toda la Edad Media.

Calzada Romana: La calzada (camino ancho
y"calzado", esto es, cimentado), constituía la base del
sistema orgánico de comunicaciones del Imperio Romano. Se
caracterizaban por su elevado nivel técnico, tanto de
trazado, como de ejecución, permitiendo el tránsito
rápido de cargas pesadas. Su anchura oscilaba entre los
4,5 m de las vías secundarias, hasta los 8 m de las
consulares. Su cimentación variaba entre 0.5 y más
de 1 m, según la calidad del terreno, y se
constituía de 3 capas: la inferior, de piedra gruesa
("Estatumen" o "Herisson"), otra intermedia, de material
más menudo ("ruderatio", o "emplacton", y la de rodadura,
constituida por gravas de grano fino.

En Hispania había unos 9.000 Km de vías
principales, y más de 20.000 de secundarias. En Asturias
está pendiente de abordar su estudio sistemático,
que permita dilucidar las numerosas cuestiones pendientes, lo que
contribuiría en gran medida a esclarecer numerosos
problemas históricos , de alcance regional, no resueltos
por ahora.

Camafeo: Se denomina de este modo a todo relieve
obtenido de una piedra preciosa, caracterizándose por la
presencia de variados colores y delicadas figuras.

Para ello, se suelen utilizar piedras caracterizadas por
la presencia de capas de diferentes colores -como las
ágatas, el ónice, sardónice, etc.-, de modo
que, rebajando convenientemente la primera capa, se tallaba la
figura, quedando la segunda, de otro color, como fondo de la
pieza.

Constituyendo estas piezas el elemento central y
más sobresaliente de joyas personales, no resulta
extraño su atesoramientoión en época
bárbara, yendo a parar a manos de las élites
aristocráticas, que las engastaban profusamente en las
cruces por ellos donadas como preseas sagradas a las iglesias por
ellos fundadas, en las que cumplían, una vez más,
su función de elementos sobresalientes, asociados, junto
al resto de las gemas de la cruz, a un simboilismo
numerológico asociado a la interpretación de las
escrituras.

Cancel: Un cancel (del lat. cancelli-orum,
balaustrada, verja, cierre), es un elemento individual de un
cierre, articulado, que, en las basílicas romanas, se
disponía ante el ábside sede del tribunal, para
separar a los jueces del público asistente a los
juicios.

En las basílicas cristianas, estos cierres se
disponían ante el presbiterio, para separar al clero
celebrante del pueblo fiel, y a la entrada de las capillas, para
realzar el carácter sacro de la sede del altar
eucarístico.

Capitel: Parte superior de la columna, situada
sobre el fuste que recibe el entablamento (viga de apoyo del
tejado de un edificio), en la que se concentra la
decoración de aquella.

En la arquitectura del Reino de Asturias, los
capiteles-imposta de los pilares y pilastras siguen, algunas
veces con notable calidad, los cánones del orden
romano-toscano, tratándose de piezas talladas ex-profeso
para los edificios. Al tiempo se producen piezas de
plástica e influencia bizantinas, pero creación
original astur, como los capiteles facetados de las pilastras de
Santa María del Naranco.

En cuanto a los capiteles de las columnas ornamentales
(de arquerías ciegas, arcos de triunfo y ventanas
articuladas), son evolución de los órdenes corintio
y compuesto de la arquitectura romana, tratándose,-en los
mejores ejemplares- directamente de piezas tardoantiguas o
visigodas reaprovechadas. Las piezas talladas en Asturias se
caracterizan, en sus inicios, por ser copias más o menos
toscas de aquellos. Los capiteles tallados "ad hoc" para los
miradores de Santa María del Naranco, copia libre de
modelos corintios romanos se pueden considerar, a este respecto,
como el inicio de la plástica escultórica
altomedieval hispana.

Esta nueva plástica culmina, a partir de la
segunda mitad del s. IX con creaciones originales (aunque de
clara influencia bizantina), como los capiteles
troncocónicos de hojas lanceoladas de San Salvador de
Valdediós y Priesca.

Los capiteles asturianos, aunque bastante
heterogéneos entre sí, presentan caracteres
comunes, como el frecuente uso del sogueado en el collarino; la
esquematización geométrica en la talla de las
hojas, con presencia en las mismas de un grueso
nervio central; la existencia de un ábaco muy
esquemático, prismático, carente de
articulación, y decorado con entrelazados o motivos
geométricos muy esquematizados.

En las exploraciones arqueológicas realizadas con
ocasión de la renovación de las cubiertas de la
capilla del Rey Casto y capilla de los Vigiles, apareció,
embutido en la cornisa de aquella, un capitel-imposta de
pilastra, de traza toscana y de gran calidad de ejecución,
perteneciente al remate escultórico de una pilastra
adosada en los extremos de la nave, o que formaba parte de un
arco diafragma.

Los capiteles que rematan los haces de columnas en las
arquerías ciegas del salón y el interior de los
miradores de Santa María del Naranco, son creación
genuinamente asturiana, y representan -en sendos campos
conformados por arquerías y triángulos
isósceles sogueados- animales afrontados y personajes
hieráticos ataviados con vestiduras talares. La
inspiración iconográficas es mixta, correspondiendo
los animales a la iconografía usual de los tejidos de lujo
sasánidas, mientras que la de los personajes tiene
perfecta explicación en el ámbito occidental
cristiano.

Celosía: Cierre que se colocaba en las
ventanas, tanto para proteger el interior de las estancias de la
acción de la intemperie, como para tamizar,
atenuándola, la luz que penetraba en el interior de las
mismas. Se utilizaron profusamente desde época romana,
tanto móviles, sobre todo de madera, como fijas, talladas
en piedra o mármol.

En época asturiana, conocemos dos tipos: las
elaboradas a molde, en mortero de cal o estuco, reproduciendo
motivos cruciformes o geométricos sencillos; y las caladas
en piedra, que alcanzaron a veces extraordinaria complejidad en
su talla, como las de San Miguel de Lillo, San Salvador de
Valdediós, o San Andrés de
Bedriñana

Claristorio: En las basílicas
paleocristianas, al igual que anteriormente en la basílica
civil y en el aula romana, la nave central se sobreeleva respecto
a las laterales, para permitir que en los muros situados sobre
los pilares o columnas de separación de las naves se abran
grandes ventanas, que garantizan la iluminación del
edificio.

Este esquema constructivo se vincula con la arquitectura
clásica y la cubierta de madera, a dos aguas, de las
grandes basílicas públicas de los foros de las
ciudades romanas.

Columna: Elemento estructural de soporte vertical
de los edificios, generalmente cilíndrico. utilizada 
ya por los egipcios, la columna llega a su apogeo en la
época clásica grecorromana, con el establecimiento
de los órdenes canónicos de las mismas:
dórico, jónico, corintio y compuesto.

La columna consta de tres partes:

  • Capitel:parte superior de la columna, que
    recibe el entablamento o arco.

  • Fuste: cuerpo cilíndrico
    intermedio.

  • Basa: parte inferior, que se ensancha para
    dar estabilidad al conjunto.

Contrafuerte: Elemento constructivo utilizado
profusamente en la tardoantigüedad y la Alta Edad Media,
consistente en apuntalar el muro a trechos mediante estribos de
fábrica engarjados con el mismo, proporcionando apoyo
adicional, y cumpliendo además la función
estética de proporcionar ritmo a la
construcción.

Pese a esta función estructural, la
arqueología ha demostrado que, en la arquitectura del
reino de Asturias, salvo en ejemplos contados, como Santa
María del Naranco, la mayoría de las veces primaba
en su utilización la función ornamental.

Cripta: En los edificios funerarios y en los
templos, dependencia situada en el nivel más inferior, o
incluso subterráneo de los mismos. Inicialmente de uso
funerario, la llegada a Roma de los cultos orientales
(principalmente los cultos Mitraicos y Gnósticos, que
precisaban ambientes  en penumbra para sus ceremonias
iniciáticas), propició la abundancia de santuarios
subterráneos, aunque su uso funerario nunca decayó,
como lo prueban los numerosos panteones edificados por las
familias de mayor capacidad económica, de donde el modelo
pasó a los tiempos altomedievales, con funciones tanto
funerarias como culturales.

Dintel: El dintel es un elemento
sustentante,conformado por un único bloque, o varias
dovelas (talladas en cuña), de piedra o ladrillo,
dispuesto horizontalmente, sobre un vano, coronando el
mismo, y recibiendo el  muro. El remate de los
edificios a base de piezas rectilineas (arquitectura
arquitrabada), es el más primitivo que existe, y es eficaz
mientras sobre los arquitrabes no se sitúen muros altos y
pesados, que producirían fuertes presiones sobre la pieza,
limitando la amplitud de los vanos por riesgo de rotura. Para
evitar este problema, en la arquitectura asturiana se
recurrió a arcos de descarga, dispuestos sobre los
dinteles de puertas y ventanas.

Edículo: Edificio pequeño.
Complemento constructivo a modo de tabernáculo o templete,
utilizado para dar realce a algún elemento, o para guardar
algo de pequeño tamaño.

En época Altomedieval, y en el ámbito del
Reino de Asturias, se utilizaron tanto como elementos
constructivos de realce (templete de Foncalada), como formando
parte del equipamiento de los templos, en el muro testero del
ábside, como sagrarios.

Engaste: Técnica de orfebrería
utilizada para fijar la piedras que adornaban las joyas, a la
superficie de las mismas, empleada magistralmente por los
orfebres romanos y, en sus formas más evolucionadas por
los bizantinos, a lo largo de toda la Edad Media.

En su forma más frecuente, se dispone una banda
metálica que abraza y asegura la gema, soldándose
después a la superficie metálica, o bien
enganchándose a la misma mediante
pestañas.

Entalle: Se denomina de este modo a toda piedra
dura grabada en hueco, utilizándose para este fin, sobre
todo, piedras finas como ágatas, coralinas, esmeraldas,
amatistas, granates y lapislázuli.

Esta forma de piedra tallada era la más
común que, en época romana, se producía para
engastar en los anillos, siendo de esta procedencia, los entalles
frcuentemente reaprovechados en las joyas tardoantiguas y
altomedievales encargadas por las élites
aristocráticas bárbaras y donadas a catedrales y
monasterios.

Epigrafía: La costumbre romana de grabar
inscripciones conmemorativas sobre piedra, fue heredada por el
Reino de Asturias, donde se utilizó para conmemorar la
fundación y consagración de monumentos tanto
religiosos como civiles. Para ello se utilizaron técnicas
y tipos gráficos romanos, existiendo ejemplares de
carácter marcadamente clásico, como son los
fragmentos conservados de las inscripciones fundacional y
consagratoria de San Tirso, o la conmemorativa de la
fundación de Foncalada, atribuibles ambas, por el estilo
de su tipo gráfico, al reinado de Alfonso II.

Filigrana: Técnica de orfebrería
que alcanzó su cénit en época bizantina,
consistente en realizar adornos en la superficie de las joyas de
oro y plata, a base de finísimos hilos de dichos
materiales.

Para ello se toman dos hilos de dichos materiales,
entrelazándose al tiempo con tenazas, obteniéndose
de este modo un hilo fino con apariencia de cordón
grabado, con el que se realizan los diferentes adornos. En la
cruz donada por Alfonso II a San Salvador de Oviedo, conocida
como "Cruz de los Ángeles", se detectan dos motivos de
filigrana elaborada con hilo de oro, una que imita los nudos y
enredaderas de los pámpanos de vid, y la otra imitando
palmetas. Ambos motivos son de influencia paleocristiana y
bizantina, y de significado marcadamente
eucarísitico.

Imafronte: El imafronte es el muro frontal, o de
fachada principal, de un edificio.

En la arquitectura paleocristiana, se aplica a la
fachada principal de las iglesias, terminando por asociarse al
muro de los pies de la nave central.

El imafronte era totalmente visible en las iglesias
más primitivas, pero al complicarse la estructura de los
antecuerpos de las mismas, éste quedó camuflado por
el nártex o vestíbulo, siendo visible sólo
su parte superior, en cuyo hastial solía abrirse una
ventana a eje con el piñón del tejado a dos
aguas.

En la arquitectura religiosa del Reino de Asturias,
evolución simplificada de la arquitectura paleocristiana
de la Tardoantigüedad, el muro de la fachada principal del
cuerpo de naves puede aparecer exento, lo cual ocurre en los
edificios expresivos de una mayor monumentalidad: San Miguel de
Liño, San Salvador de Valdediós, y posiblemente San
Salvador de Oviedo y Santa María del Rey Casto, al
incluirse el cuerpo de pórticos en la estructura general
del templo; o bien adoptar esquemas más funcionales y
sencillos: como en Santullano, Santa María de Bendones, y,
seguramente, San Tirso, ocultando el muro de los pies de la nave
a la par que creaba un juego de volúmenes.

Inscripción votiva: En las piezas de
orfebrería patrocinadas por las élites
aristocráticas altomedievales, y ofrecidas, generalmente,
a iglesias y monasterios, son frecuentes las inscripciones en
conmemoración de dichas donaciones.

En la llamada "Cruz de los Ángeles", donada en
808 por Alfonso II a la catedral de san Salvador de Oviedo, la
inscripción, situada en el reverso de los brazos, se lee
en el siguiente orden: a, b, b', c, c', d.

Opus Signimum (pavimento ostráceo): El
pavimento conocido por su denominación latina de "Opus
signinum" ("pavimento ostráceo", o pavimento de cascotes),
era la fórmula más común que, en la
arquitectura romana, se utilizaba para el solado de las estancias
funcionales, y ámbitos secundarios de las residencias
opulentas (cocinas, almacenes…).

Sobre un suelo nivelado y uniforme, se disponía
el pavimento, que constaba de tres capas o niveles superpuesto:,
el inferior, el más grueso,
denominado Statumen se conformaba a base de piedras de
mediano tamaño, compactadas con tierra o arcilla
plástica; sobre éste, se disponía, otra
capa, más fina, la Ruderatio, formado por  piedras de
pequeño tamaño (lascas procedentes de restos de
labra de los materiales del propio edificio),  aglutinada,
en este caso, con mortero de cal; sobre este firme se
disponía la última capa,
denominada núcleo,elaborada disponiendo
cascotes cerámicos diversos (fragmentos de tégulas,
ladrillo, ánforas cerámicas…), en una capa de
mortero calizo al que se agregaba ladrillo machacado y, en
ocasiones, polvo de mármol, con el que se conseguía
un solado muy resistente, funcional y aprarente, que,
además, se podía pulimentar, por lo que, quienes lo
veían, afirmaban que se asemejaba a un suelo de
jaspe.

En época asturiana, las calidades variaban, desde
pavimentos ostráceos de tosca apariencia, hasta ejemplos
que debieron tener gran calidad, como testimonia en su "Viaje
Santo" Ambrosio de Morales al referirse al pavimento de la
Cámara Santa, del que afirmaba era de inferior calidad al
de la basílica de San Salvador, del que en su época
se conservaban fragmentos.

Panteón: En la antiguedad clásica,
conjunto de todos los dioses, o templo destinado a albergar el
culto de los mismos.

En épocas altomedievales, las élites
sociales comienzan a ubicar sus enterramientos en las iglesias
por ellos fundadas, en un principio, en edificios anexos, a
imitación de los situados en las villas de los patricios
romanos (mausoleo de Teodorico en Rávena, de Gala Placidia
junto a Santa Cruz, en la misma capital). Después, con el
auge de los enterramientos "ad sanctos", creyéndose
autorizados a causa de su posición social, comienzan a
hacerlo en las naves de los templos, generalmente frente al
altar, lo que motivó la prohibición de esta
práctica por parte de las autoridades
eclesiásticas. Para burlar esta prohibición, al
tiempo que se cumplía el anhelo de la sepultura lo
más próximos posible a los cuerpos santos,
comienzan a elevarse en el interior de las iglesias, pero
materialmente independientes de las mismas, adículos,
anejos o contraábsides, que cumplen esta función
funeraria, y, a veces, incluso cultual.

Pilar: Al igual que la columna, es un elemento
estructural de soporte vertical de los edificios. A diferencia de
aquella, cilíndrica, el pilar presenta forma
prismática, lo que lo hace más versátil
debido a su economía de recursos y facilidad de
construcción. Se denomina pilastra, cuando su
sección no es completa, adosándose a un
muro.

En el arte Clásico grecorromano, se aplicaron al
pilar las mismas reglas canónicas que a la columna. En los
pilares de los edificios del ciclo asturiano conservados se
utilizó el orden toscano, el más sencillo, y muy
empleado en la arquitectura doméstica romana.

Pinturas: Los edificios del ciclo
arquitectónico altomedieval asturiano se encontraban
totalmente enlucidos, y generalmente pintados, tanto exterior
como interiormente. Tanto los estilos como las técnicas
utilizados se corresponden con la tradición romana
clásica.

Así, se utilizan arquitecturas de edificios, en
perspectiva ilusionista, cuadros figurativos enmarcados por
motivos geométricos, y series repetidas de éstos,
figurando motivos arquitectónicos o decorativos
convencionales, como casetones, zócalos marmóreos,
etc.

Hoy por hoy aún no sabemos bien si junto a estos
motivos anicónicos heredados del repertorio romano,
coexistieron desde el principio representaciones figurativas. Las
primeras que se conocen son las de San Miguel de Lillo (cuyos
principales restos se ubican en el tramo conservado de la nave
lateral sur). El estilo de todas ellas se detecta igualmente en
el repertorio figurativo de la pintura de prestigio ubicada en
las grandes villas de las provincias atlánticas, y sus
herederos directos son las representaciones figurativas de los
Beatos de los siglos X y XI.

Pórtico: A partir del "Nártex" de
la arquitectura paleocristiana, en la Alta Edad Media se
desarrollan diversas tipologías de pórtico, situado
a la entrada de las iglesias, con el fin de albergar a los
penitentes o catecúmenos, o a la altura del presbiterio,
como acceso para el clero celebrante.

Normalmente consta de un acceso central, sobre el que,
en las iglesias más importantes, se sitúa una
tribuna, a la que se accede desde sendas escaleras situadas en
sendas cámaras laterales.

Revoque: Enfoscado o enlucido. Mezcla de cal,
arena, u otros materiales con los que se recubren las superficies
de fábrica de los edificios a fin de
protegerlos.

En la arquitectura romana y paleocristiana, se revocaban
todos los edificios excepto los realizados en hormigón
recubierto de ladrillo, o los rematados mediante paneles de
mármol.

Como manifestación de su herencia romana, y
según se ha comprobado reiteradamente, los edificios del
Reino de Asturias estaban totalmente enlucidos, tanto al exterior
como al interior, ya que sus muros de mampuestos trabados con cal
o arcilla, no ofrecían suficiente protección frente
al deterioro producido por los elementos
atmosféricos.

El revoque podía consistir en un simple enfoscado
de cal y polvo de ladrillo, o en una mezcla más rica,
incorporando polvo de mármol o teja triturada,
obteniéndose así un estuco de gran dureza y
resistencia a las inclemencias meterorológicas.

En los edificios más importantes, el exterior
estucado se remataba trazando en blando en el revoque despieces
de sillares, como aún hoy puede verse en Santullano. No se
puede descartar incluso que dichos sillares aparecieran pintados
de diversos colores como sugieren las representaciones de
edificios en los Códices altomedievales.

Salutatorium: En la arquitectura Paleocristiana y
Altomedieval, se denomina así al edificio situado a la
entrada de los conjuntos episcopales, a modo de sala de
recepción, sirviendo de antesala antes de acceder al
templo.

En Oviedo, un edificio de este tipo se encontraba, entre
otros de función eclesiástica, en el costado sur
del transepto de la catedral, situado sobre el pórtico de
entrada al atrio sur de San Salvador.

Santuario: Las premisas teóricas de la
arquitectura clásica llegaron a los tiempos
altomedievales, en la Hispania Visigoda, a través de la
inclusión que, de los preceptos arquitectónicos de
Vitruvio, realizó San Isidoro de Sevilla en sus
Etimologías.

Así, la denominada Venustas (adorno,
decoración), era la que junto con la Simetría,
servía para conseguir el que la obra transmitiera la
Euritmía (sensación de belleza y armonía).
Este léxico encuentra en la arquitectura religiosa su
expresión en el santuario del templo, en el que se
concentran la decoración y los materiales
lujosos.

Signvm Salvtis: Se conocen con esta
denominación, por su mención de ese modo en la
diplomática Altomedieval, los epigramas monumentales en
los que figuraba el signo de la cruz, colocados a modo de emblema
por los príncipes de la monarquía asturiana sobre
los accesos, o lugares destacados de los edificios y monumentos,
con finalidad apotropaica (de protección), a fin de
conmemorar la fundación de los mismos.

Aunque se ha intentado personalizar estos emblemas
epigráficos en los que figura la cruz, con el reinado de
algún rey (en concreto con Alfonso III, desde tiempos de
los cronistas-historiadores de los siglos XVI-XVII: Ambrosio de
Morales, Tirso de Avilés, Luis Alfonso de Carvallo), lo
cierto es que se trata de una práctica común, con
origen en el empleo como insignia del lábaro por
Constantino y sus sucesores en el Imperio Romano cristiano,
acompañado de la leyenda "IN HOC SIGNO VINCES", que en el
Reino de Asturias se sustituye por una fórmula
litúrgica del Liber Ordinum Episcopal ("Ordo quando sal
ante altare ponitur antequam exorcicetur") (G. DE CASTRO, 1995),
con la conocida fórmula "HOC SIGNO TVETVR PIVS, HOC SIGNO
VINCITVR INIMICVS…", que aparece en la "Cruz de los
Ángeles" (Alfonso II, 808), en la "Cruz de la Victoria"
(Alfonso III, 908), y en los mencionados epigramas fundacionales,
de los que sólo uno -el del alcázar real de
Oviedo-, manifiesta dedicación por Alfonso III y su esposa
Jimena, siendo los restantes, apócrifos.

Torre: La torre es un edificio defensivo de, en
general, no muy grandes dimensiones, caracterizado por el grosor
de sus muros, su considerable altura, y su presencia en
unión de estructuras defensivas complementarias, con las
cuales se articula.

En el Reino de Asturias proliferaron este tipo de
construcciones, articulando, junto con los castillos (castra), un
sistema defensivo basado en la vigilancia de pequeñas
porciones de territorio que posibilitaba a la vez la
reacción rápida en caso de alarma.

Torreón: El torreón es una torre de
grandes dimensiones, que combina la función defensiva con
otras, como la de cárcel, o la residencial.

En la primera Edad Media, la creciente inseguridad
modificó la tipología residencial. En Italia, las
llamadas "casas-torre" comienzan a proliferar a partir del s.
VII, sobre todo como residencia aristocrática.

En Asturias, donde abundan las torres de pequeño
tamaño, asociadas a pequeños "castra" de
vigilancia, el gran tamaño de la torre ovetense la
asociaría al modelo residencial descrito, cumpliendo la
función de segunda residencia regia en caso de
peligro.

Transepto: En la arquitectura Paleocristiana y
Altomedieval, se denomina así al espacio situado ante el
santuario, que servía, en las basílicas mayores,
para articular la circulación del numeroso clero
oficiante, a fín de facilitar la celebración de las
ceremonias litúrgicas. Se configuraban materialmente en
una nave transversal, dispuesta en paralelo al altar.

En las iglesias del ciclo asturiano, presentan transepto
los templos más importantes. De hecho, en la sede
episcopal de Oviedo, San Salvador y Santa María, con
seguridad, lo tuvieron.

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(vídeo, San Salvador de Valdediós)

 

 

Autor:

Benedicto Cuervo
Álvarez

 

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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