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Sin niebla en los ojos




Enviado por Theodoro Corona



Partes: 1, 2, 3, 4

  1. Prólogo
  2. La felicidad
  3. Compartir
  4. El egoísmo
  5. La Amistad
  6. El Amor
  7. El matrimonio
  8. La espiritualidad
  9. El perdón

Prólogo

Se preguntará mis apreciados lectores por qué este libro tiene un subtítulo que para algunas personas pudiera ser repulsivo, ello, sin embargo, tiene una razón para mi fundamental. Trataré en las próximas líneas de comunicarles a ustedes esa motivación de especial relevancia.

La lombriz de tierra, ese pequeño ser de alargada y blanda figura es prácticamente conocido por el mundo entero. Creo que no existe sitio en nuestro mundo donde alguien no haya apreciado alguna vez una lombriz de tierra. Ella con su esquivo comportamiento se encuentra por lo general en el interior de los terrenos, y sólo cuando la mano del hombre hurga las entrañas de la tierra, surge asustadiza y moviéndose nerviosa y rápidamente.

Este pequeño reptil, por demás ciego, útil a la agricultura, es un viejo compañero del hombre, pues su figura está presente en la tierra desde hace muchos milenios.

Al igual que la vida de todos los seres vivos, incluyendo al hombre, su vida transcurre afanosa tras el alimento, que para ella es definitivamente insaciable. De allí su positiva labor para la protección de sembradíos y plantaciones en general, los cuales protege de microorganismos que atacan las siembras en sus propias raíces. Como todo ser vivo contribuye con su presencia al equilibrio ecológico, a la prolongación de la vida en toda la extensión de la palabra.

Sería posible, les pregunto, comparar al hombre en su comportamiento con ese simple pero útil reptil inofensivo o estaría proponiendo algo inaceptable y hasta audaz.

Como este libro quiere ser un medio interactivo donde el lector no se limite a leer sus páginas, les sugiero papel aparte o si bien lo prefiere en el mismo libro, meditar y responder la interrogante. Por mi parte voy a contarles mi apreciación, usando para ello pasajes de la Biblia o de cualquier otro texto, religioso o no, que tenga a mano.

No intentaré, sin embargo, hacer de este libro un mensajero religioso, aunque sí definitivamente espiritual, y donde mis queridos lectores encuentren identificación con la muy querida: Lombriz de tierra.

Me gusta la gente… ésa es mi ocupación favorita. Quien así se expresa es Phil Bosmans, ciudadano del mundo que se ha dedicado a amar a su prójimo a través de sus libros que son mensajeros de fe y esperanza; todos ellos dedicados al ser humano: su ocupación favorita.

Hace algunos años descubrí que me era más fácil comunicarme con mis semejantes por medio de la palabra escrita que de manera verbal, aun cuando en este libro proponga la participación activa del lector imaginativo. No olvidemos que todos somos hijos de la mente y allí radica fundamentalmente toda nuestra vida, en sus palabras y en sus actos.

Para mí, como para Bosmans, la pasión favorita es llegar a verter la milagrosa agua de la palabra sobre resecas praderas, vivificándolas con la espiritualidad del mensaje llano, pero amoroso. Llegar con el corazón a la raíz, como lo hace la lombriz de tierra. Acercarme con pensamientos siempre positivos, alejando la negatividad que es causante de fatigas infértiles.

Si logro este propósito, podré agradecer a mi Creador por haberme dado la oportunidad de hacer lo que más me gusta: Comunicarme con mis semejantes.

En este libro que he querido disponerlo a manera de capítulos para facilitarte su lectura en la propuesta que más te pueda interesar, encontrarás algunos pasajes conocidos y otros que plenará tu memoria de recuerdos; ello es porque lo que tengo que decirte tiene que ver personalmente contigo o simplemente son narraciones de experiencias propias que nada tienen de extraordinario, pero sí de autenticidad.

No he inventado la escritura, ella me es familiar sí, pues la palabra juega en mis manos como el pincel en las del artista plástico. Sin embargo, quiero manifestarte que es la primera vez que experimento la escritura en prosa, pues siempre, desde niño, mi manifestación literaria, si es que así presuntuosamente me permites llamarla, ha sido el verso. La poesía, la cual podrás encontrar inserta en mi narrativa, la utilizaré para afianzar mis ideas y para que mi lombriz de tierra encuentre los nutrientes necesarios para darle vida a este libro que busca despejar la niebla de tus ojos.

Cuando te hable del amor, por ejemplo, te estaré expresando un
sentimiento que en mí vida juega y ha jugado papel primario, por lo que
al decirte:

Dulce delicia que mi corazón abriga

Las noches frías, de poco aliento…

Te estaré narrando pasajes de mi vida, de mis amores, de mis soledades,
de las grandes conquistas que el amor ha hecho posible y que han dejado su huella
indeleble en mi frágil piel de ser humano:

Eres más que una noche

Eres más que muchos días

Aun cuando por ti estoy sufriendo;

Amor que cautiva en los rosales

Piedad que surge piel adentro

Salvaje cautiverio que cautiva

El frenesí de mi silencio

Porque así han sido, para acallarlos y ahogarlos dentro de mi pecho en un silencio terrible, o cantarlos a los mil vientos diciendo:

¡Amor cuantas veces repetido

Sin ser igual, en ningún momento,

Pues el quererte tiene espinas

Que son para mí cálidos besos!

Como habrás observado el libro tiene también un título, el mismo se me ocurrió ya avanzado su escritura y quiere traducir la intención que me ha animado escribir sobre tópicos de gran caladura humana. "Sin niebla en los Ojos" descifra la intención de darme a través del libro tal como soy, sin falsas posturas ni enredados malabarismos literarios. Sin embargo, este libro sí es un canto a la vida y principalmente a la felicidad, pues ella estará siempre presente como mensajera del amor más tierno.

Aquí podrás encontrar aquello que te ayude a olvidar un mal rato, desde una oración inédita que te hará vibrar siguiendo el impulso de tu propio corazón, hasta una receta de cocina acompañada de un buen trago. Como decía Santa Teresa del Niño Jesús: "Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada al cielo, un grito de agradecimiento y amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría."

Dios desea una sola cosa en todo el universo, lo que necesita es hallar la parte íntima del noble espíritu del hombre que esté limpia y dispuesto para que realice en ella el propósito divino. Él tiene todo el poder en los cielos y en la tierra, pero el poder de realizar su obra en los hombres contra la voluntad del hombre no lo tiene.

Sabemos que la vida está llena de pruebas, las que soportan algunos estoicamente, mientras otros sucumben en las primeras de cambio. Estar dentro de la prueba, lo dice Santa Teresa, con agradecimiento y amor, pero a la vez sin dejar de reconocer que nuestra vida también tiene alegrías.

Rosal que me da bellos colores

Entreverados con incoloras espinas;

Amor que era capaz de brindar mil besos

Y con uno de ellos cincelar la despedida.

Lo importante es no perder la disposición que nos brinda la vida. No es halagüeño ver la vida como en un raso donde las figuras se vean aplanadas, sin forma y monótonas. La vida está llena de multiformes geométricos que te permiten el volumen y le dan sentido a las cosas que podemos palpar, jugar con las formas y llevarlas con nosotros; darle sentido al entorno y pertenecer a él, así como el entorno nos atañe y nos marca indeleblemente. Tener una real perspectiva de las oportunidades para poder apreciar los momentos más atractivos y extraer de ellos lo más sublime y lo más bello.

Esas oportunidades están para nosotros en un tiempo y en un espacio, valga decir, no son simples sensaciones, sino fragmentos de una realidad que está allí, lo que nos permite tener perspectiva de tiempo y espacio de dónde nos encontramos de manera física.

Por qué es importante tener a ciencia exacta una condición tan material y alejada de la temática humanista, pues sencillamente porque nos estamos refiriendo a la existencia; a la vida, y ella no puede ser sólo sensaciones, sino una simbiosis cenestésica que logra armonizar lo exclusivamente sensitivo con lo llanamente corporal. Conciencia, percepciones, sensaciones y sentimientos son fundamentos sobre los cuales discurre nuestra existencia, y donde el espíritu es el eje sobre el cual gira absolutamente todo. Pero algo debemos tener siempre presente, y es que sin nuestra anuencia nadie puede lograr que seamos inferiores.

La Lombriz de Tierra quiere adentrarse con su mítica figura sanadora y servicial para que nosotros tengamos una existencia plena, Sin niebla en los ojos; iluminados maravillosamente por la luz de la paz y el amor, a lo que tenemos derecho todos los hombres del mundo. Dios nos hizo perfectos, más el egoísmo nos condena con su pesada carga de indiferencia. ¿Qué cosa es realmente el pecado original que contrae la pérdida de la gracia? No es más que la propensión al pecado, la inclinación al mal y el aborrecimiento del bien.

Si logramos dar un vistazo en nuestro interior como escrutando dentro de la cueva donde el oso inverna, encontraremos un sitio oscuro, silencioso, fresco, pero ardorosamente plácido donde se puede vagar en brazos de Morfeo. Miremos sin miedo dentro de nosotros y descubriremos qué sosegado suele ser estar allí.

Para muchos el amor es algo complicado, y ciertamente que lo es, sin embargo, él está compuesto en la mayoría de las oportunidades de cosas pequeñas, de algún desprendimiento personal que apenas asoma una mínima renuncia. Cuando esbozamos una sonrisa tengamos la seguridad de que estamos haciendo feliz alguna persona y trasmitimos esa pulgada de amor que aquel está necesitando.

Si para quererte te miento

Si amarte te infringe daño,

Si mi amor te causa espanto

¿De dónde viene ese encanto?

Prefiero no herirte tanto,

Ni que mi pasión te pruebe

Pues el dolor por humano

Existirá por siempre;

Prefiero ser tu hermano

Y no un amante que hiere.

Creo que a través de las páginas de este libro, es ese mi propósito. Nos encontraremos con el amor puro y sencillo, pues, el artificioso, falso, disfrazado, artero y cauteloso; para nada nos interesa y no lo queremos en verdad. Porque el amor es todo lo contrario de aquello. El amor es en resumen: entrega.

Sobre el amor es mucho lo que se ha escrito, pero el hombre no cesará de escribir sobre él, pues sencillamente es una fuente inagotable de inspiración. Numerosos son los poetas que le han cantado, y continúan cantándole al amor.

Parece una contradicción, pero la gente, mucha gente, le niega el puesto preponderante que tiene el amor en el ser humano, sin embargo, los observas llenos de ese fuego envolvente causante de diversas manifestaciones.

En el nombre del amor se han cometido barbaridades: crímenes y suicidios; incestos y violaciones; pero, eso no es amor. No puede comprenderse un amor que causa daño, pues el ser amado es vinculo de nuestro ser, y aunque el suicida pudiera tratar de demostrarnos lo contrario, no podemos aceptar esa salida como una prueba de amor. Digo que es inaceptable por considerarlo un acto aborrecible y cobarde. Quien atenta contra su propia vida, mal puede haber amando a su semejante, y si no tienen amor nada parecido podrás dar, porque nadie, en verdad, da lo que no tiene.

El autor

Capitulo I

La felicidad

Suele afirmarse que la felicidad no es una estación donde se llega, sino un camino que se transita. La felicidad debe ser parte de nuestra vida y ciertamente ella está presente en el corazón de todos los hombres en pequeñas o en grandes dosis. ¿Dónde radica el hecho de que ella sea más para unos y menos para otros? Hoy pienso, no siempre fue así, que debemos ser felices con lo que tenemos y no con lo que queremos. Este aspecto es importante que lo valoremos para aceptar la dimensión exacta de nuestra felicidad, la cual probablemente tengamos sin darnos cabal cuenta de ello. Esa tenencia no se refiere sólo a los bienes materiales, sino que es representativa del conjunto universal e incluyente de todos aquellos aspectos que dan como resultado la vida misma.

Cuando les hablo sobre la felicidad sin desearlo me ha venido a la mente la palabra ambición, lo que me lleva a consultar el primer diccionario que tengo a la mano y darme cuenta que ella significa: Pasión desordenada por la gloria o la fortuna. A pesar de que la ambición tenga relación con cierto grado de desorden, no podemos calificarla en sí misma como mala. Observemos con atención que se nos habla de pasión desordenada, y es ella, la pasión, precisamente la motivación central de este libro; la pasión por mis semejantes que debe traducirse en servicio feliz.

Resulta pues positivo pensar que una dosis de ambición no dañará para nada la ruta de nuestra felicidad, siempre y cuando ella no reste una micronesia parte la felicidad de mi semejante. La felicidad jamás será una realidad en nuestro transito por la vida hasta que no hayamos vencido por completo al egoísmo; tema sobre el cual trataré en capítulo aparte.

La felicidad que no podemos compartir nos servirá de algo o, será ella a su vez motivo de frustración; causante de penosos traumas de culpabilidad. Ser feliz en mi mayor y más profunda interioridad me conducirá irremediablemente al gozo de la soledad absoluta, y ella me mantendrá incomunicado, "… felizmente incomunicado…," lo que puede ciertamente, proporcionar felicidad. ¿Qué piensan ustedes de tal felicidad?

Tengo varios poemas que me hablan sobre la felicidad. Ellos han sido escritos para nosotros, para que tengamos una fuente de inspiración que nos haga transitar sobre el piso resbaladizo de la felicidad, la cual como dijéramos al principio está más o menos presente en cada corazón. La felicidad, por lo tanto, hay que saberla comprender; degustarla como un delicioso platillo: bocado a bocado para ir apreciándola en toda su intensidad, hasta que por razón natural se nos termine. Pero, como los pensamientos negativos están prohibidos para nosotros que somos buscadores del tránsito de la felicidad, prontamente habremos de apertrecharnos de otra buena dosis de felicidad, aunque no sea la misma ni en el mismo campo de la vida.

Debemos, en mi concepto, hacer lo que está a nuestro alcance, no más. Wayne Dyer, autor de "Tus zonas erróneas", pero esta vez en los "Regalos de Eykis", nos sugiere que debemos aprender a cultivar nuestro propio jardín, esto es, dedicarnos de pleno a desarrollar nuestros propios proyectos, sin importar los proyectos ajenos. Dedicar a ese jardín nuestro esfuerzo máximo, pero dentro de nuestras propias capacidades. Igualmente debemos respetar los jardines ajenos, pues ellos son responsabilidad de cada cual, y no somos nosotros nadie para modificar ese desarrollo que le pertenece a otro definitivamente. Esta postura para nada es síntoma de egoísmo, sino ley natural de la vida que nos confiere de manera personal la obligación de cometernos en todos los campos de la realidad humana.

Nos dice un poeta que la felicidad es mutable e imperfecta, cuestión con la cual estoy y me muestro en completo acuerdo. Ya hemos dicho, que al llegar a su fin la felicidad en un determinado aspecto de nuestras vidas, ella regresa llamada por nosotros en otros, quizás hasta más importantes que los anteriores momentos de felicidad.

Feliz el pájaro que en su ancho vuelo

Aletean sus alas sin romper el velo.

Ser feliz conservando los valores fundamentales de la vida y respetando el derecho de otros a su propia felicidad, es una cuestión de pasión ordenada; de vida apasionada, sin llegara a rasgar en lo menor lo más preciado de la existencia humana: la vida de nuestro prójimo.

Esa vida que nos merece el mayor de los respetos, y por la cual deberíamos estar dispuestos a poner la nuestra en el ara del sacrificio.

¿Encuentran ustedes felicidad en este pensamiento o por lo contrario les causa rechazo la idea del sacrificio?

La felicidad para mí es una cuestión binaria, tiene y posee dos elementos esenciales: ser feliz y sentirse feliz. Esto involucra una relación personal entre lo objetivo y lo subjetivo del sentimiento de la felicidad.

Se piensa que poseer muchos y variados bienes materiales serían suficiente para que el hombre fuera feliz, sin embargo, no todos los que todo posee son felices, llegando a existir una discordancia sustantiva de primer orden. Por otro lado encontramos que la felicidad para muchos, y aquí hay que afirmar que para la inmensa mayoría, es más una cuestión contemplativa. Quienes viajan físicamente tienen en si la felicidad de entrar en contacto de manera directa y personal con paisajes y gente diferentes, y quienes lo hacen a través de programas de televisión o cine, encuentra una felicidad que le está vedada a otros de menores posibilidades. Esto no es óbice para que escuchen con atención relatos de extraños y lejanos países, sintiendo felicidad al poder tener acceso a ese tipo de información.

El más intenso y filosófico estudio de la felicidad se lo debemos a Santo Tomás de Aquino, quien después de preguntarse sobre qué es la felicidad, se adentra sobre las realidades que se requieren para conseguirla, cómo encontrarla, y si se es feliz en un estado determinado o en otro contrario.

"Tomás de Aquino va en busca de lo que podríamos llamar lo esencial felicitario o felicitante, la esencia misma de la felicidad, el núcleo primario fundamental y fundente de la felicidad" (Universidad Santo Tomás de Aquino, Bogota-Teresa Houhton Pérez y Joaquín Zabalza Y)

Asunto primario o fundamental sería querer ser feliz, pues es una determinación claramente definida la necesaria aceptación del estado feliz para poder sentirlo superficial o entrañablemente. El elemento existencial está pues presente, existiendo una evocación psicológica dentro del llamado; búsqueda y conquista del estado feliz. Lo que quiere decir que, aún cuando no se pueda comprender la felicidad, su conocimiento y existencia real puede ser conducido bajo ciertas técnicas de la disciplina psicológica.

En un sentido objetivo, independientemente del prejuicio o juicio del observador, se es feliz cuando nos nace un hijo. Nuestra cultura occidental así lo percibe, y celebra intensamente esta bendición divina lograda a través del proceso biológico de la sexualidad. Este mismo proceso entraña gozo animal y felicidad humana que lo diferencia de su simplicidad meramente carnal. Sin embargo, este estado de felicidad puede no ser compartido, no sólo por conflictos culturales, sino dentro de la misma cultura occidental, pues el nacimiento no se aprueba y se ve, en contrario, como una amenaza hacia la tranquilidad individual, perturbando una presunta felicidad de conjunto.

Pero la felicidad es también una cuestión de satisfacción, caracterizado por el contento generalizado con la vida y cuya conjunción se estampa en un estado de felicidad ilimitada. ¡Me siento contento, estoy feliz! ¡Que nada rompa este momento mágico de felicidad! Decimos alborozados.

Estos estados de felicidad comprenden el camino que hablábamos al principio cuando definíamos la felicidad como una manera de viajar y no como una estación a donde tenemos que llegar. Por esto los momentos de felicidad son ilimitados.

Encontrarnos con un amigo de la infancia puede ser un momento y una situación feliz, depende sólo de que se comprenda que lo central de la felicidad está en el encuentro mismo y no en las historias que tengamos pendientes por contarnos, las cualesl pueden precisar tiempos felices o no tan felices.

El amor, no existe mayor felicidad que el amor. Del amor hablaremos en capítulo aparte, pero, dentro de la felicidad él ocupa un sitial de honor. Quien no sea incapaz de amar es forzosamente incapaz de ser feliz. Sin amor no hay vida; la esperanza es un espejismo y el odio se hará presente.

Tanta importancia tiene el amor que el propio Jesús instituyó un nuevo mandamiento, el cual envuelve el decálogo de Moisés: Amaos los unos a los otros, como yo os he amado. Y miren que Jesús nos amó. Se entregó a una horrenda muerte física por amor a nosotros los pecadores, y todo para que podamos tener el derecho de la vida eterna.

Sobre esto se pueden tener diferencias, creer o no en la vida futura, pero lo que no se puede negar es el acto de Jesús sacrificado en una cruz por amor a la humanidad.

Podemos ser felices, es más, tenemos el deber de ser felices porque cuando somos felices desborda ese estado hacia los demás. La felicidad es un espejo que no puede reflejar otra cosa que no sea felicidad, un contento con la vida en su conjunto.

¡Me siento contento, estoy feliz! ¡Fundamentalmente feliz!

La felicidad debe buscarla en todos los aspectos de la vida ordinaria, y si para algunos la vida tiene momentos extraordinarios, allí hay que buscar la felicidad también.

El éxito profesional encarna una felicidad incomparable. La conquista por nuestro propio esfuerzo de laureles profesionales tiene una magia particular, pues ellos son el reflejo de dedicación y estudio; de horas robadas al sueño o al placer. De grandes retos planteados de la manera más personal, aún cuando ellos signifiquen labor de un equipo, bien, profesional o familiar. Cuantas horas no le he robamos literalmente a nuestras familias para llevar a feliz término un proyecto determinado, o la culminación de esa carrera que iniciamos y que fue imposible en otro momento culminarla.

Me cuenta una amiga que su gran ilusión era graduarse de ingeniero, pero su deseo se veía frustrado a cada momento por una diversidad de motivos. Sus recursos económicos siempre fueros escasos, impidiéndole pagarse una universidad privada. La necesidad de trabajar la mantenían todo el día ocupada, y para colmo, un buen día decidió casarse. Vinieron los hijos.

Con tres criaturas preciosas la premia Dios. Los cinco formaron un hogar feliz. Lo tenía todo. Pero, su ilusión de hacerse ingeniero estaba allí. Nunca esa idea la abandonó y ella no se doblegó ante su colmado tiempo. Los años pasaban, vio crecer a sus hijos, incluso uno de ellos se graduó. ¿Saben de qué?, ¡de ingeniero!

De alguna manera se veía realizada a través del éxito de su hijo, y pensó afirmativamente: Fui yo quien le condujo a esta carrera, tan deseado por mí.

Aunque les parezca insólito, se sintió culpable, pero, ¿culpable de qué?, pues culpable de que ella no hubiera tenido la suficiente fuerza de voluntad para hacer también ingeniero. Tomó una decisión: Seré ingeniero, aunque me gradúe ya vieja. Bastaron cinco años, fue ingeniero. Su ilusión vivió muchos años y en apenas cinco la realizó plenamente. Su propio hijo le impartió clases. Quieren ustedes, acaso, mayor grado de felicidad.

Cuando solemos hacer amigos en el supermercado, en la farmacia, en la panadería, en el sitio donde laboramos, en fin, en todas partes, las historias nos llegan solas.

Pensemos que cada ser humano tiene su propia historia, y es así por que cada uno de nosotros somos únicos e incomparables.

Se han detenido a pensar la maravillosa historia de cómo llegamos a este mundo. Todo lo que hubo de ocurrir de la manera más sistemática y precisa para que aquel microscópico espermatozoide llegara en una loca carrera a fecundar un óvulo, sólo uno; no existían más; mientras los espermas se peleaban por lograr la meta. ¿Somos, o no, únicos?

Pero antes cuantas otras cosas maravillosas no debieron cumplirse. Como que, por ejemplo, nacieran nuestros padres, que se conocieran, que congeniaran, que se hicieran novios, que se casaran, que decidieran traernos al mundo, en fin, que planificaran nuestra venida.

Y la gestación. Aquellos meses de espera, de control, desprendimiento, de solícito amor de madre por la criatura que llevaba en sus entrañas; incluso de incertidumbre ante la posibilidad de que algo saliera mal.

Luego el parto, y al final tú: el único.

No podemos recordarnos la felicidad que les dio a nuestros padres nuestra llegada a tiempo. Éramos muy pequeñines e inocentes. Pero, ya grandes acaso no hemos visto llegar a un hermanito o un sobrino, y quienes ya somos "mayorcitos", a ¡un nieto! ¡Cuanta felicidad existe en éste acto sencillo pero prodigioso de venir al mundo!

Me dirán ustedes, sí éste cuenta el cuento muy feliz, pero cuando la espera se frustró por alguna razón, ¿dónde quedó ésa felicidad?

Te voy a responder con uno de mis versos:

Duele pensar en ti

Dentro del corazón duele

¡Cuánto me hiere la noche

La noche de mis quereres!

Que al partir nubla el alma

De oscuros atardeceres.

El dolor nunca nos abandonará mientras vivamos, pero él no puede ser más fuerte que nuestra ilusión. Ella nos ayudará a elevarnos y decir:

sólo me anima seguir luchando

la imaginativa mirada de tus ojos,

la ternura de tu piel donde enjugo:

las lagrimas de mí querer.

No es el caso, pero cuántas veces no lloramos de felicidad; por qué entonces no nos acostumbramos a balancear. Adentrarnos en el hecho de que tenemos una humanidad, la cual debemos humanizar forzosamente como una tarea que si no la hemos hecho, la debemos hacer lo más pronto posible. Esto es necesario para logremos una felicidad madura y fuerte.

Wayne Dyer afirma que los sentimientos no son simples emociones que te suceden. Los sentimientos son reacciones que eliges tener.

ahora mi tránsito se detiene

y la tristeza viene a mí…

Si, pero ella anda errante, tus alegrías, aunque pasajeras, son tu felicidad y pertenecen a tu historia; nadie puede quitártelas porque las has vivido!

Esa es la felicidad madura y fuerte que has elegido.

El rumor de lejanas voces

que se dicen que se quieren

brindan cierta pasión

al recuerdo de los trenes

que viajeros se pasean

sobre infinitos rieles.

Nunca hemos de detenernos en la búsqueda de situaciones que nos conduzcan por los… infinitos rieles… de la felicidad. Recuerda, la felicidad es un transitar, no una meta.

Teniendo esto presente nos facilitará el estado encantador de estar contento de felicidad. Dura es la vida, no he oído decir a nadie que ella es fácil. Pero, para qué la queremos fácil, si siendo dura la amamos y la bendecimos cada día, y es ella una de nuestras mayores pasiones.

Otra manera de ir constantemente por el camino de la felicidad lo constituye el hecho milagroso de compartir. Compartir todo, hasta nuestra propia y personalísima vida. Ya hablaremos más adelante del compartir.

Quizás la única y auténtica manera de ser inmensamente felices, pues mientras más compartamos multiplicamos los dones por compartir. A quienes demos, serán también capaces de dar. ¿No es así como se multiplica? Y qué es multiplicar sino una sucesión de sumas.

Mario Moreno "Cantinflas", uno de los seres humanos más auténticos y dotado de una tremenda sensibilidad social, y quien nos dejara prematuramente decía que: La primera obligación del ser humano era ser feliz; la segunda, hacer feliz a los demás

Cantinflas en sus múltiples películas siempre dejaba un mensaje de felicidad.. Siempre, o casi siempre, interpretó al hombre del pueblo, con sus grandes carencias de bienes materiales, pero con un corazón grande y solidario con sus semejantes. Traducía en sus personificaciones la lucha diaria, la que era llevada con humor y desprendimiento en favor de sus semejantes. Se decía sincero, y explicaba que la sinceridad era la condición más valiosa que podía tener el hombre.

Quizás en su vida privada Mario Moreno no fue todo lo feliz que él mismo hubiera deseado y se merecía, pero nos dio siempre en dosis elevadas momentos de relax, reflexión y felicidad…

Caminantes somos en parajes yermos…

de la dicha al dolor, sólo un instante;

del amor al odio, sólo un suspiro.

La prosperidad es asociada comúnmente con la felicidad, y muy razonable que así sea, pues cuando la vida nos sonríe con dichas y placeres nos sentimos felices, realizados según nuestros valores.

Sin embargo, existe una prosperidad espiritual de difícil medición que nos deja extasiados frente a la vida, muy a pesar de que nos falte cualquier cantidad de satisfacciones materiales. Nos miramos al espejo y en nuestro rostro vemos reflejada la dicha y la felicidad.

Siempre me he complacido y sentido feliz con cosas muy pequeñas materialmente, aun cuando también he sido complacido con importantes bienes materiales. Pero, existe en mí una idea de la felicidad muy amplia; ella me es fiel, siempre y cuando yo le sea fiel a ella. Soy y seré feliz, mientras sea capaz de ver la felicidad en todo. Me dirás, ¿cómo sentirse feliz ante un hecho lamentable y desgraciado; con pérdida de gracia?, no, definitivamente no es fácil ser feliz ante una oportunidad que no nos es favorable, pero, me digo ¿es para siempre o será pasajera? Siempre será pasajera. Recordemos del refranero popular: "No hay mal que dure cien años, ni cuerpo que lo resista"

Allí está la cuestión. El asunto no es estar feliz ante una adversidad, pero ella deberá pasar. Pasada, vendrá el sosiego.

desdicha que hoy estas

causándole a mi herido corazón dolor.

¡Sé que no te busco, sé que no te quiero!

y sé, además, que te iras como has venido.

Y dentro de este marco maravilloso que es la felicidad espiritual, nos complacemos en al caridad, en el amor al prójimo. El mismo Jesús, el Nazareno, habría dicho: Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis (MT 25,40)

¿No está aquí la síntesis de convivencia, cuando ésta quiere ser dativa, sin reservas ni falsos temores? La felicidad de brindarnos a los otros es en sí misma un acto de felicidad, más que de caridad cristiana.

Pero, más allá de aquella está el signo inequívoco del feliz amor, cuando reconocemos el derecho inalienable de nuestro prójimo a unas condiciones de vida digna y plena. Como diría Mario Moreno "… hacer feliz a los demás" Doble felicidad nos tiene que inundar cuando nuestro comportamiento se traduce en llevar a otros el fin último; La felicidad.

Encontrarnos en la capacidad de ser feliz haciendo feliz al hermano, es un gozo incomparable. Te has dado cuenta de la inocente felicidad de un niño frente a un helado o un caramelo.

Esa menuda felicidad plena, diría plenísima, quizás no la logremos experimentar nunca más, o sea, cuando ya adultos tengamos a nuestro alcance la posibilidad de muchos helados y caramelos. ¿Que nos queda?, pues sencillamente disfrutar la doble felicidad de dar y ver reflejado en el rostro de nuestro semejante la felicidad. Pónganlo en práctica y se darán cuenta de lo que les afirmo.

En el camino está la verdadera felicidad, no es ella misma una meta. Esto tengámoslo presente siempre, recordémoslo a cada instante. Hagamos de esto una letanía, una oración dicha en silencio en nuestra alma y en nuestra mente. Pensemos que aquella afirmación es un axioma; no tenemos que demostrárnoslo, sino comprobarlo.

Con toda seguridad has oído hablar del camino de la felicidad. Fíjate bien que nos dicen "el camino", no la meta. Nadie llega a una meta sino a través de un camino; de una travesía, de un transitar. Depende pues de nosotros, en grado sumo, que el camino sea feliz, placido o como dice la popular canción:

y el jibarito va cantando así, diciendo así por el camino,

si yo vendo mi fruta mi Dios querido… lleno de contento voy a llegar

Queremos ir por el camino "… lleno de contento…", pues ¡cantemos!

San Agustín afirmaba que el que canta reza dos veces, por eso será que la música, todo tipo de música, lleva a nuestros corazones, a nuestras almas esa especial sintonía con la vida plena. Es así como vemos al trabajador acompañándose de canciones, bien esté éste en el mar, el campo, la montaña o la ciudad. Famosas son muchas melodías en boca de ese murmullo o tarareo de viejas o nuevas canciones. ¿Quién no recuerda las canciones de cuna? El arrullo de aquellas melodías cantadas con el amor inigualable de nuestras madres. Hoy, incluso, se recomienda ponerle música a los bebes sobre los vientres maternos, pues está comprobando que esa terapia los tranquiliza y los desarrolla de mejor forma.

Oír música, cantar, bailar; yo digo, parafraseando respetuosamente a San Agustín, que el que baila reza tres veces. Creo que no hay nada comparable al bailar y disfrutar ver bailando. Puede ser un bailete clásico o un son popular; el baile trasmite un algo especial que nos "… llena de contento…" Por lo que es importante, por otro lado, comprender la música de otras culturas. Llenarnos de ellas e interpretarlas en su música y letra.

Cuanta felicidad hemos experimentado al oír un día una vieja melodía; el tratar de recordar su letra y atrevernos a cantarla o, simplemente, sentarnos plácidamente a escucharla… en buena y agradable compañía.

Eso, mis queridos lectores, es simple y auténtica felicidad. Cuánto nos cuesta: ¡nada! o casi nada, y aun suponiendo que nos cuenta "mucho," será un valor no comparable con el deleite que nos produce ese rato.

Podemos seguir hablando sobre la felicidad página tras página. Es más, les aseguro que ella siempre estará en su mayor plenitud en toda la extensión del libro. Ella no nos abandonará. Por esto quise hablarles de ella en el primer capítulo. Por ello, y por lo que les he repetido varias veces sobre de que la felicidad es un camino; es que este libro quiere ser camino y será camino de felicidad, si ustedes quieren, que transitaremos junto a mi pequeña lombriz de tierra.

Dulce delicia que el corazón abriga

En el frenesí de mi silencio…

No queremos sentir en nuestro cuerpo el látigo lacerante que como esclavos nos quieren inferir la vida, entonces sumemos el esfuerzo de la inteligencia al amor que por nosotros siente Dios, nuestro creador, y de esa simbiosis estupenda lograremos caminos de felicidad para nosotros y nuestros semejantes. Querer felicidad debe ser una condicionante de la mente, con ella podemos ir a los parajes más yermos y grises, sin embargo, de ellos vamos a extraer lo más bello y lo más tierno. Ternura y belleza no siempre las encontramos juntas, a menos que nuestra disposición de ánimo y una muy particular forma de observación, nos permita extraerlos aun cuando para la mayoría esto sea imposible.

Una visión personal de la felicidad es condición primaria que nos permite ser nosotros mismos, y no seres de atávicas conductas arrastrados por el cordón umbilical de la pesadumbre.

A la vida hay que darle salida, lo acontecido ayer quedó definitivamente enterrado en el pasado, y sólo será presente cuando su carga sea positiva. Quiero decir con esto que el pasado únicamente me servirá como experiencia y nunca le permitiré estropear el hoy. El futuro vendrá, pero sólo será por un hoy para convertirse prontamente en un ayer. Lo verdaderamente importante es el hoy. Miremos con cierto detenimiento, cómo lo queremos vivir, pero sin demorarnos mucho pues el tiempo pasa vertiginosamente. ¡Ser feliz hoy, mañana ya veremos!

No quiero que se me tilde de irresponsable al afirmar lo anterior, pero es que demasiada planificación para vivir días que no estamos seguros de vivirlos me parece fastidiosamente repugnante. Tenemos que vivir sin niebla en los ojos y como la Lombriz de tierra abriendo caminos y haciendo el bien.

Los años son la suma de unos cuantos días y éstos horas, minutos y segundos; estemos siempre dispuestos a que esos pequeños momentos nos brinde el mayor grado de felicidad.

Hoy estamos frente a situaciones de difícil aceptación; se nos trata de inducir por caminos que molestan la vida misma, cuestión imperdonable ésta que no debemos permitir. Sin embargo, tenemos que ser supremamente cuidadosos y evitar que se rompa la armonía interior que es nuestro particular cielo. Afirmar para nuestro interior: esto es lo que tengo. Lo asumiré y disfrutaré tal como es, pero lucharé por cambiar lo que me molesta, y aceptaré el resultado. Tuve algo de éxito: importante; me ayudó sólo a entender la situación: trascendente; solucioné el problema, qué bien: magnífico.

Entender que un estado feliz es incompatible con la pesadumbre nos libera de ésta, aflorando en nosotros el gozo. Complacernos en los espacios de tiempo más pequeños y solazarnos en aquellos donde la felicidad es perdurable, es comprender que somos hechos para la sencillez y no para la complicación. No estaremos nadando siempre en un nicho de rosas, pero aquellos pétalos que nos dieron felicidad pueden ser redescubiertos entre las páginas olvidadas de un libro. Hoy la tecnología nos brinda, en el ámbito personal, la oportunidad de atesorar con vivos movimientos ratos felices, y a través del video revivirlos de la manera intensa.

A nosotros llega, igualmente, a través de ese medio fantástico que es la televisión, noticias de todas partes del planeta. Unas nos hablan de un mundo en situación francamente deplorable: enfermedades incurables; guerras, terrorismo, asesinatos en masa, odios de razas y religiones; hambre que condena a la humanidad, desolación; catástrofes naturales que sacuden a los pueblos, en fin, desgracias. Eso para nada es felicidad ciertamente, pero, te has preguntado alguna vez sobre la posibilidad de que todo esto sea pasajero y que el hombre en un ciclo evolutivo inacabado esté en tránsito hacia un mundo feliz. He recogido opiniones según las cuales, el hombre biológico hace tiempo llegó al clímax de su evolución, pero no así en el aspecto social, económico y, en síntesis, político. Por eso nos llena de satisfacción el saber que todos los años hombres y mujeres de todas las latitudes de la tierra se han hecho acreedores al Premio Nobel que se otorga en los campos de la química, la física, la fisiología o la medicina, la economía, la literatura y la paz; premios que los distinguen como grandes constructores, en contradicción con las noticias destructivas. Esa confianza que no da el saber que muchos hombres están trabajando por la felicidad del ser humano, es un anuncio de esperanza para toda la raza humana. La felicidad no puede y no debe estar vedada para el hombre, pues él en su infinita inteligencia se dará cuenta que ese estado felicitario sólo será posible con su colaboración.

Podemos ser pues optimistas y estar realmente convencidos de que el camino de la humanidad más temprano que tarde será de felicidad, pues hemos de comprender que nuestro progreso societario sólo es posible estructurado sobre una convivencia de paz. Dominar las ciencias por el hombre descubiertas para su propio bien, es un paso evolutivo donde nos encontramos de manera franca e irrevocable.

La vida para el hombre no es un" pasatiempo". La vida para el hombre es su propia vitalidad, su fuerza de cambio, su deseo de superación. Así lo ha demostrado en su ciclo evolutivo, que de un andar cuadrúpedo se tornó bípedo, erguido y majestuosamente dominante.

Seres superiores en fuerza, más no en inteligencia, desaparecieron ante la inevitable racionalidad de la historia, que otorga al hombre los laureles de la victoria. Esa victoria final le espera en un mundo feliz que, no me cabe la menor duda, se está labrando con grandes sacrificios. Todo en la vida cuesta, pues ciertamente nada le es gratis al hombre, pero esa lucha versus la gratuidad es lo que lo define como luchador, trabajador, en lugar de ente pasivo entregado a la espera negligente.

No fuimos creados en un mundo áspero y adverso, pero así observamos y tenemos a este mundo donde se desarrolla nuestra existencia, por lo que cambiar de mentalidad lleva una carga que se ha ido aligerando, pero que tampoco cabe duda nos falta mucho por hacer. Labrar caminos felices depende de cada uno de nosotros.

La felicidad es conquistable y lo primero que tenemos que hacer es desearla con toda intensidad y saber distinguirla cuando se nos presenta.

Luego en conjunto, como la suma de unos todos, podremos afirmar: ¡Lo hemos logrado!

CAPITULO II

Compartir

Si cuando hablamos de felicidad decimos que ella es un camino y no una meta en sí misma y nos afirmamos en ese pensamiento positivo, es porque estamos compartiendo la vida y, algo muy importante, estamos haciéndola nuestra y de los demás. Pero no podemos ir por la vida pidiendo permiso para compartir. Este debe ser un estado natural en nosotros, pues de ello depende que nos veamos como auténticos seres humanos socializados.

No dudo de la decisión de un eremita, es más, la respeto como respeto mi derecho a vivir en consonancia con mis semejantes. Pero cuando asumo la decisión de vivir en sociedad debo saber que el compartir se constituirá en algo propio de mi vida; una especie de propiedad que da derechos y deberes. De mí dependerá cuan grande o pequeña sea esa propiedad.

Quiero escuchar tu risa

Envuelta en fresco rocío

Que humedezca dulcemente

Todos los sentires míos.

Compartir tiene que ser de esa manera, sencilla, pero a la vez refrescante, envuelta en una dulce comunicación, trinchera de toda relación humana gratificante.

Partes: 1, 2, 3, 4

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