Monografias.com > Lengua y Literatura
Descargar Imprimir Comentar Ver trabajos relacionados

El pequeño lince



Partes: 1, 2

  1. Huérfano
  2. En busca de la
    madre de Iberi
  3. El encuentro con
    ojos mágicos
  4. Los
    sueños
  5. La búsqueda
    por la ciudad
  6. La
    liberación de la madre
  7. El
    reencuentro
  8. La
    fantasía
  9. Iberi se toma el
    potingue
  10. El baile de las
    perdices
  11. El baile de los
    humanos

Episodio 1

Huérfano

Escondido entre los matorrales se había quedado
el pequeño lince, mientras su madre buscaba comida por los
alrededores de aquel inmenso bosque. El sol estaba saliendo de su
viejo letargo, dándole el testigo a la noche, que
lentamente se iba marchando a su oscura morada. El pequeño
lince, angustiado y nervioso por los acontecimientos, no dejaba
de mirar el viejo sendero por el cual su madre solía
regresar cada noche con la comida. Las horas se le estaban
haciendo interminables al pequeño lince, y su angustia
cada vez era más notable.

Había pasado todo el día y se había
hecho otra vez de noche y el pequeño lince, además
de la angustia que tenía, estaba hambriento y
desesperado.

Tembloroso y asustado, el pequeño lince esperaba
con impaciencia (entre los matorrales) que su madre le trajera
algo de comida. Pero por desgracia para él, su madre no
volvería nunca, porque había sido presa de un
malvado cazador furtivo, que se la había llevado para
vendérsela a unos traficantes de animales, que operaban
por aquella zona.

Aunque estaba asustado, hambriento y tembloroso, el
pequeño lince (haciendo honor a su raza) se armó de
valor y, sacando fuerzas de flaqueza, salió en busca de su
querida madre. Protegiéndose con habilidad entre los
matorrales, de los muchos peligros del bosque, hacía
débiles llamadas a su madre, pero ésta por
desgracia estaba muy lejos de allí para poderlos
escuchar.

-Tendré que buscar algo de comer, ahora que
aún me quedan fuerzas-se decía el pequeño
lince para sus adentros, tembloroso por la debilidad que
tenía.

Buscaba comida como un desesperado, pero le era
imposible conseguirla, aún no sabía como hacerlo y
además estaba muy débil.

Cuando más desesperado estaba y pensaba que se
moriría de hambre, el pequeño lince se
encontró a Curro. Este era un viejo lince que tenía
una oreja cortada, a consecuencias de una pelea que había
tenido con otro lince en sus ya lejanos años de
juventud.

-Hola cachorro ¿A dónde vas solo por este
bosque, con lo peligroso que es?

El pequeño lince se llevó un fuerte susto
al oír la ronca voz de Curro, que descansaba
plácidamente encima de un árbol. Después de
reaccionar del susto llevado, el pequeño lince le
contestó a Curro.

-Estoy buscando a mi mamá, que hace dos
días se marchó en busca de comida y aún no
ha regresado.

– ¿Y no tienes ningún pariente que te
pueda acompañar, por estos parajes tan
peligrosos?

-Señor, es que vivo sólo con mi
mamá, mi padre hace unos meses nos abandonó, y mis
parientes más cercanos, no sé dónde, ni
cómo encontrarlos.

– ¿Y tienes idea, de lo que le ha podido pasar a
tu madre?

-No señor, no sé que le ha podido pasar a
mi pobre mamá, sólo que lleva varios día sin
venir-le contestaba Iberi todo angustiado y
tembloroso.

– ¿Cómo te llamas?

– Iberi.

-Bonito nombre, cachorro, bonito nombre, yo me llamo
Curro y mi nombre es más normalito que el tuyo, es decir
más feo, ¡ja, ja, ja! ¿Tendrás hambre,
verdad cachorro?

– Sí, mucha.

-Ven conmigo, cachorro, que tengo guardada una perdiz
que he cazado esta noche y tiene que estar de muerte.

Curro se acercó a un viejo chaparro y, dando un
fuerte brinco, se subió en él sacando luego, de un
orificio del tronco, la mencionada perdiz. Cuando la tuvo en sus
zarpas, llamó a Iberi para dársela, luego se
sentó sobre el tronco de un árbol que había
sido cortado recientemente por los leñadores, y desde
allí contemplaba cómo Iberi, con hambre de varios
días, en unos minutos, se comía la
perdiz.

– ¡Sí que tenía hambre el pobre
cachorro! -insinuaba Curro.

-Me he quedado que reviento -decía Iberi,
satisfecho por la tan buena comida.

-Ya he visto que tenías hambre acumulada de
varios días.

-Desde que me dejó mi mamá, no
había pegado bocado, Señor Curro -le contestaba
Iberi, agradeciéndole la comida.

-Te acompañaré a donde te dejó tu
madre, a ver si mientras tú la buscas por un lado, ella ha
vuelto y te está buscando por otro.

Acompañado por Curro, Iberi, con un poco de
trabajo y dando alguna que otra vuelta de más, porque no
se acordaba muy bien del camino, llegó a los matorrales
que días atrás habían sido su casa, hasta
que desapareció su madre.

-Señor Curro, aquí fue donde me
dejó mi madre, entre estos matorrales y aquí fue la
última vez que la vi, antes que se fuera en busca de
comida -le decía Iberi, lloriqueando.

-Daremos una vuelta por los alrededores y a ver si
podemos averiguar que le ha podido pasar a tu madre, seguramente
alguien habrá visto algo.

Estuvieron dando vueltas y preguntando a varios vecinos
de la zona, pero nadie había visto nada sospechoso al
respecto.

-Hemos estado todo el día andando y estoy muy
cansado, ahora que se ha hecho de noche descansaremos un poco.
Nos subiremos a ese chaparro tan hermoso que tenemos delante de
nosotros -le decía Curro.

Cuando habían cogido las posturas encima de la
rama del chaparro y el sueño merodeaba sus cabezas, se
llevaron un susto de muerte, al sentir la voz de un búho
que les hablaba.

-Me he enterado que andas buscando a tu madre -le dijo
el búho con una voz melosa. Pero aunque la voz del
búho fue suave, con el silencio de la noche les
retumbó en los oídos, como si hubiera sido un
cañonazo.

– Qué susto nos has dado, Señor
búho -le dijo Iberi.

– ¡Vaya con el pájaro!, el susto que me ha
dado, que tengo ahora el corazón que se me sale del pecho,
pero no puedo demostrar miedo delante de un cachorro, por que eso
sería mi perdición. ¿Señor
búho, usted que todo lo ve por la noche, no habrá
visto por casualidad a la madre de Iberi?

– No soy un Señor búho, soy una
Señora búho.

-Perdone, es que de noche todos los gatos.

-Lo entiendo, Señor lince, lo entiendo, no se
preocupe por eso. Sí que he visto a la madre, hace unos
días vi a un humano cómo se la llevaba en una
jaula. Intenté decírselo al cachorro, pero no lo he
podido encontrar hasta ahora.

– ¿Y cómo sabe usted que era mi
madre?

-Yo conozco a todos los vecinos del barrio,
pequeño lince. He visto a tu madre muchas noches buscando
comida por los alrededores y, aunque somos de distinta especie,
tenemos muchas cosas en común y, alguna que otra vez,
habíamos hablado de los problemas del barrio.

– ¿Y por dónde se marchó el humano
con mi madre?

-Hacia el este, en un coche blanco. ¿Por
qué lo preguntas?

– Porque tengo que ir en su busca.

-Pero cachorro, ¡cómo vas ha ir en su
busca, si se la habrán llevado muy lejos!

-Me da igual lo lejos que se la hayan llevado, nunca
abandonaré a mi madre.

-Pequeño, yo desde arriba de los árboles,
cada noche veo los peligros que nos rodean y son muchos, te lo
puedo asegurar. Tú aún eres muy joven para
conocerlos, pero son muchos los peligros que hay en este
bosque.

-Me da igual los peligros que haya, nunca abandonare a
mi madre y mientras tenga fuerzas la estaré buscando,
siempre buscaré a mi madre, siempre. Ah, Señora
búho, muchas gracias por la información, siempre le
estaré agradecido.

-De nada pequeño lince, de nada.

-Señora búho, ¿cómo se llama
usted?

– Me llamo Ojos Grandes.

-Gracias de nuevo. Cuando se haga de día,
saldré en busca de mi madre.

Episodio2.

En busca de la
madre de Iberi

-Señor Curro, ¿qué le parece si le
ayudamos a este joven testarudo, a buscar a su madre?

-Si admite nuestra ayuda, por mí, encantado -le
contestaba Curro, con ánimo de ayudarlo.

Los primeros rayos de sol, se entremetían entre
las verdes hojas del chaparro y el cantar de los pájaros
se empezaba a oír por los alrededores.

Era primavera y los campos parecían una inmensa
alfombra verde, con algunas pinceladas rojas, producidas por
hermosas amapolas, que con gallardía sobresalían
por encima del resto de las plantas. Todo el bosque estaba lleno
de vida, se sentía y se palpaba la sangre de los animales
alterada. Los pájaros no dejaban de revoletear por los
alrededores y sus bellas melodías acariciaban como nada,
los oídos de los habitantes de la zona.

-Ojos Grandes, ahora que me acuerdo, usted no ve muy
bien de día.

-Aclaremos una cosa señor Curro, yo veo mejor de
noche, pero eso no quiere decir, que de día no
vea.

-No se enfade, Ojos Grandes, que a nosotros nos pasa lo
mismo que a usted, vemos mejor de noche que de
día.

-Con un poco de cuidado, no creo que pase nada,
señor Curro -le decía Ojos Grandes, toda
animada.

-No, si lo decía por ti, que pensaba que de
día no veías nada.

-Pues ya sabe Señor Curro, se equivoca
usted.

Aclarado el punto de quien veía mejor, los tres
emprendieron el camino sin saber muy bien a dónde ir,
sólo sabían que tenían que ir al
este.

-Yo iré delante de vosotros y, si veo
algún peligro, os avisaré.

-Muy bien, Ojos Grandes, te agradezco que me hayas
acompañado en esta difícil tarea -le decía
Iberi, contento por su compañía.

-Para eso estamos los amigos, para ayudarnos cuando hace
falta, no solo para ir de fiestas. Los verdaderos amigos se
ayudan y resuelven juntos los problemas, por muy difíciles
que sean.

-A usted también le estoy muy agradecido,
Señor Curro.

-Yo digo lo mismo que Ojos Grandes, para eso estamos los
amigos, para ayudarnos, cuando de verdad hace falta.

– ¡Si os he conocido hace unos
días!

-Da igual, cuando uno es amigo de otro, nunca pregunta
la antigüedad que tiene esa amistad –le contestaba
Curro.

-Yo lo que pienso, es que tenéis unos corazones,
que no os caven en el pecho. ¿Que os parece si cogemos esa
ribera del camino, a ver a donde nos lleva? ¿Usted
señor Curro, ha salido alguna vez del barrio?

– Lo máximo que me he alejado del barrio, ha sido
hasta el río por aquella parte y solo he llegado hasta
este camino que estamos.

– ¿Como vais, amigos? -Les preguntaba Ojos
Grandes, que volvía junto a ellos.

-Bien, muy bien. ¿Y cómo está el
camino, por ahí delante?

– De momento, no hay peligro alguno.

Ojos Grandes todo el rato hacía lo mismo, se
adelantaba y cuando le parecía volvía junto a
ellos, para indicarle cómo estaba el camino.

Estaba oscureciendo, cuando Ojos Grandes se
acercó un tanto preocupada.

– ¡Señor Curro, señor Curro,
Iberi!

– ¿Qué pasa, hay algún peligro
inmediato?

-No, Señor Curro, es que he visto a una
pequeña cabrita muy asustada. Creo que anda pérdida
y la hora que es, si no le ayudamos, no creo que sobreviva esta
noche.

-Llévanos a donde está, que le
ayudaremos.

– Muy bien amigos, seguirme.

La pequeña cabrita estaba muy cansada y asustada,
se había tumbado al lado de una piedra muy grande y de vez
en cuando, hacía una muy débil llamada a su
madre.

-Hola, pequeña -le dijo Curro cuando
llegó.

La cabrita, sacando fuerzas de flaqueza y muerta de
miedo, de un salto se puso de pies.

-No te asustes, pequeña, somos amigos -le dijo
Ojos Grandes, con voz cariñosa.

-No te asustes, sólo queremos ayudarte -le dijo
Iberi, que fue el último en llegar.

– ¿Dónde está tu madre?

– No sé, la noche pasada nos atacó una
manada de lobos, mi mamá me escondió bajo un viejo
tronco y se enfrentó a ellos y, desde entonces, no la he
vuelto a ver. No sé lo que le ha podido pasar a mi pobre
mamá – decía la cabrita llorando y pensando lo
peor.

-No llores, pequeña -le decía Ojos Grandes
con voz cariñosa, intentando consolarla.

El día estaba dando los últimos latidos y
el cielo se había vestido de rojo, para recibir a la noche
que llegaba con su traje negro y un broche blanco en el
pecho.

-Tendremos que buscar un sitio donde podamos estar
seguros -le decía Curro, un tanto preocupado.

– ¿Qué te parece encima de aquellas
piedras? -añadía Iberi.

-Si la pequeña cabrita puede subir encima de la
piedra, será un sitio estupendo -le decía con
cariño Ojos Grandes.

-Estoy muy débil, pero subiré
-decía la cabrita, toda orgullosa.

Después de varios intentos, la cabrita
consiguió subir encima de la piedra

– ¿Te ha enseñado tu madre, las hierbas
que debes comer?

– Sólo algunas.

-Bueno, no te preocupes, más o menos, se lo que
coméis los herbívoros como tú -le dijo Curro
y se marchó a un trigal, que había visto un poco
más atrás.

Los dos jóvenes se habían subido a la
enorme piedra y miraban sin cesar, si venían sus
amigos.

-Hace un rato que nos conocemos y aún no se tu
nombre -le decía Iberi.

-Mi nombre es Hispa, ¿y el tuyo?

– Yo me llamo Iberi y el abuelo se llama
Curro.

En ese momento, Ojos Grandes se presentó con un
pequeño conejo entre sus garras.

-Hola, Iberi, te traigo la cena.

-Muchas gracias, Ojos Grandes.

– ¿No ha venido Curro?

– No, no ha venido todavía.

-Daré una vuelta por los alrededores, a ver si lo
veo.

Habían pasado unos minutos, desde que se
había ido Ojos Grandes, cuando se presentó Curro
con un buen manojo de verdes y tiernos tallos de
trigo.

Curro como pudo, subió a la piedra con el manojo
de trigo, para dárselo a la pequeña cabrita. Hispa
estaba hambrienta y la cena que le había traído
Curro para ella, era de cinco estrellas.

Ojos Grandes se presentó con otro
conejo.

-Te he estado buscando y como no te he visto, te he
traído la cena a ti también.

– No tenías que haberte molestado.

-No ha sido molestias, Curro -dijo Ojos Grandes y
después de haber dejado el conejo sobre la piedra, se
volvió a ir de nuevo.

No había pasado ni medía hora, cuando Ojos
Grandes, se presentó con su cena.

Los cuatro después de haber cenado, como estaban
bastante cansados, se echaron a dormí.

El sol estaba saliendo y con sus destellantes rayos
blancos, hacía retroceder a la noche, que con su traje
negro, se marchaba a sus aposentos.

Ojos Grandes, vigilante desde un cercano árbol,
contemplaba a Curro, que después de haber pasado una buena
noche, se despertaba y estiraba las patas.

– ¡Buenos días, Curro!

– ¡Hola, Ojos Grandes!

– ¿Cómo has pasado la noche?

-Muy bien, Curro, muy bien.

Hispa e Iberi que dormían plácidamente, al
oír que hablaban, se despertaron los dos.

-Buenos días, Señor Curro.

-Buenos días, Iberi.

– Buenos días -dijo Hispa.

-Buenos días, muchachos -dijo Ojos
Grandes.

Los dos amigos le contestaron a la vez, dándole
los buenos días.

-Mi nombre es Hispa, anoche se lo dije a Iberi y como no
había tenido ocasión de decirlo antes, os lo digo
ahora.

-Tienes un nombre muy bonito -le dijo Ojos Grandes, en
el tono que solía hablar tan cariñoso.

-Me gusta, es muy bonito -le dijo Curro.

Estuvieron hablando un poco y de nuevo y en la misma
dirección, continuaron el camino que llevaban.

Cuando llevaban un rato andando, Ojos Grandes, que se
había adelantado, llegó muy nerviosa.

– ¿Qué pasa, Ojos Grandes, que parece
hayas visto al mismísimo diablo? -le dijo Curro,
preocupado al verla tan nerviosa.

-He visto a dos humanos (asesinos de animales), con dos
perros.

– ¿Están muy lejos?

– A unos dos kilómetros, al otro lado de ese
cerro.

-Si nos tienes informados de la dirección que van
llevando, no debemos preocuparnos de esos asesinos -le
decía Curro, intentando calmarla.

Cada equis tiempo, Ojos Grandes se acercaba a ellos y le
informaba por dónde iban los humanos.

Con toda la precaución del mundo, se iban
protegiendo entre los matorrales, para no ser vistos.

Los cazadores se iban alejando cada vez más de
ellos y Ojos Grandes llegaba cada vez más contenta, para
contarlo.

Cuando los cazadores no les representaban ningún
peligro, se pararon para descansar un poco.

– ¿Cómo te encuentras, Hispa? -Le
preguntaba Iberi.

-Muy bien -le respondía hispa, toda
contenta.

Curro estaba descansando sobre unas tiernas plantas y
hablaba con Ojos Grandes, que estaba encima de un
árbol.

– ¿Crees que encontraremos a la madre de
Iberi?

– Será difícil, Curro, pero con la
ilusión que tiene el cachorro, seguro que la
encontramos.

– ¿Estás segura de que cogió este
camino y no otro?

– Sí, de eso si que estoy segura,
Curro.

-Si estás tan segura como dices, seguiremos por
él, a ver si encontramos alguna pista sobre su
paradero.

Sin perder de vista el camino, se habían separado
un poco del mismo, para no ser vistos por una cuadrilla de
humanos, que hacían labores del campo en una inmensa
llanura cerca del río.

Se fueron por una finca que había de monte bajo y
a la vez, rodeaba el algodonal, que era donde estaban trabajando
los humanos.

Cuando llevaban un rato andando por la finca, se
quedaron perplejos, al oír unos disparos de cazadores, que
bajaban por un cerro en dirección hacia donde estaban
ellos.

Ojos Grandes, que estaba pendiente de los labradores, no
se había dado cuentas de la llegada de los
cazadores.

-Tenemos que salir del monte y de prisa -dijo Ojos
Grandes, que llegaba toda preocupada.

Se salieron de la finca del monte bajo, temiendo a los
cazadores y dejando su preciada protección, se volvieron
de nuevo al camino.

-No nos separemos del camino, aunque seamos descubiertos
por los humanos -dijo Curro, todo preocupado.

Cuando pensaban que no tendrían problemas con los
labradores, se llevaron un gran susto al ser descubiertos por
ellos. Varios labradores jóvenes (al sentir la voz del
encargado, que los había descubierto), salieron en su
busca, con la intención de cogerlos.

Ojos Grandes, viendo que los dos humanos corrían
tras sus amigos y se iban acercando a ellos peligrosamente, hizo
varios acercamientos hacia los humanos, en plan intimidatorio.
Ojos Grandes al ser un ave de gran tamaño, hizo desistir a
los dos humanos, de tan temida persecución.

-Estos humanos son los animales más peligrosos
del mundo, matan por divertirse, no para comer como nosotros
-decía Curro, respirando fuertemente, mientras descansaba
un poco, para recuperarse.

Episodio 3

El encuentro con
ojos mágicos

Habían estado todo el día andando y se
estaba acercando la noche, cuando fueron visitados por un amigo
de Ojos Grandes.

-Hola, Ojos Grandes.

– Hola, Ojos Mágicos, ¿qué haces
tú por aquí?

-Eso digo yo, qué haces tú por
aquí, si tú nunca habías salido del
barrio.

-Estoy acompañando a un amigo, que le han
secuestrado a su madre y le estoy ayudando.

-No cambiaras nunca, siempre haciendo el bien a todo el
mundo.

-Bajemos, que te presentaré a mis
amigos.

-Pensaba que sólo era un amigo.

-No, son tres. El señor Curro también le
está ayudando y la cabrita, la hemos encontrado por el
camino. La pobre se ha quedado huérfana también, a
su madre la han matado los lobos esta noche pasada y no tiene a
nadie. ¡Muchachos, parar un poco, que os quiero presentar a
un viejo amigo mío! -dijo Ojos Grandes, que bajaba con su
amigo de un árbol.

Curro estaba cansado y al escuchar a Ojos Grandes, se
sentó sobre una piedra; Iberi e Hispa, se mantuvieron de
pies, mirando cómo bajaban.

-Amigos, este es Ojos Mágicos, un viejo amigo de
la infancia.

Los tres le dieron un caluroso recibimiento a Ojos
Mágicos, cosa que este agradeció.

Iberi le estuvo explicando a Ojos Mágicos lo de
su madre, lo que le había dicho Ojos Grandes que
había sucedido.

-Si no hacemos algo pronto, acabarán con todos
nosotros -dijo Ojos Mágicos, con voz firme y mucho
aplomo.

– ¿Y qué podemos hacer nosotros los
animales, si los humanos lo tienen todo? -dijo Curro, con voz de
experiencia.

-No podemos hacer mucho, pero tampoco nos debemos quedar
de brazos cruzados, les tenemos que hacer entender, que el mundo
es de todos y que todos podemos vivir en el.

– Sí, por que hay muchos humanos que piensan que
el mundo es de ellos y que los animales no tenemos ningún
derecho y nos pueden echar cuando quieran de nuestro entorno
-dijo Ojos Grandes, un tanto enojada.

-Estoy haciendo unas pruebas y me gustaría que
las vierais -dijo Ojos Mágicos.

– ¿De qué se trata? -preguntó
Iberi, todo intrigado por lo que decía Ojos
Mágicos.

-Acompañarme a mí casa y os la
enseñaré.

-Si no se desvía mucho del camino, te podremos
acompañar.

-No, esta cerca de aquí.

-De acuerdo, te acompañaremos -dijo Ojos
Grandes.

Los tres amigos fueron siguiendo a Ojos Grandes y a Ojos
Mágicos, que se iban parando sobre los árboles,
para que pudieran seguirlos.

-Ya falta poco -les dijo Ojos Mágicos, a los que
iban andando.

La noche estaba cayendo, cuando llegaron a un viejo
chaparro, con un enorme tronco.

-En ese viejo chaparro es donde vivo y donde estoy
haciendo mis pruebas.

El tronco del árbol estaba hueco y en la parte de
arriba, había una abertura, que Ojos Mágicos la
tenía tapada, con trozos de ramas.

Ojos Mágicos destapó la abertura de arriba
y entraron todos, menos Hispa, que no se podía subir al
árbol.

Ojos Mágicos, les iba a explicar lo de las
pruebas, cuando Iberi se acordó de Hispa. Todos salieron
del tronco un poco avergonzados, por haberse olvidado de su
amiga.

Ojos Mágicos les dijo que no se preocuparan, que
había otra entrada en la parte de abajo del
árbol.

Una vez todos los amigos dentro del tronco,
empezó Ojos Mágicos a explicarle su
invento.

Ojos Mágicos era una especie de brujo y lo que le
quería enseñar era una formula, que había
descubierto.

-Aún no la he podido probar, pero pienso que debe
funcionar bien.

-Pero díganos de una vez de qué se trata,
Ojos Mágicos -dijo Curro, que estaba
impaciente.

-Es sobre poderes, pienso que el que se tome este
potingue, tendrá poderes incalculables.

– ¿Pero si no lo has probado con nadie, como
sabes que tomando eso, adquieres poderes?

– Llevo tiempo investigando sobre el tema y creo que
esta vez he acertado.

-Si no lo has probado con nadie, no sabes su
reacción y puede que sea peligroso tomarlo -dijo ojos
Grandes, preocupada.

-Ya sé que puede ser peligroso, lo único
que quiero es enseñarlo y explicar un poco de qué
va el tema -le respondió Ojos Mágicos, un tanto
enojado.

-Si esto funciona, podremos hacerle frente a los humanos
y luchar para que no desaparezcan más especies de
animales, y nuestra habita sea de más calidad -dijo Ojos
Mágicos, con aspecto de alucinado.

-Si es para ayudar a los más débiles, yo
soy capaz de probar el potingue -dijo Iberi, todo
entusiasmado.

-Lo probaré primero con insectos y cuando
esté convencido de que funciona y no presenta peligro
alguno, lo probaremos nosotros -dijo Ojos Mágicos, en una
mezcla de alucinado y desilusionado.

-Será mejor ir a buscar comida y marcharse a
descansar pronto; mañana seguiremos hablando del tema
-decía Ojos Grandes.

Curro y Ojos Grandes salieron a buscar comida, Iberi e
Hispa, se quedaron con Ojos Mágicos, que le estuvo
contando casas relacionadas con el potingue que había
inventado.

-Y dices que puede ser tan revolucionario, que los
humanos temblarán.

-Si mis cálculos son ciertos, podremos adquirir
forma semejante a la humana y luchar contra ellos, en igualdad de
condiciones.

No había pasado mucho tiempo, cuando Curro se
presentó con un conejo, para Iberi. Este estuvo cenando y
después de haber estado escuchando un buen rato a Ojos
Mágicos, se fue a dormí.

Episodio 4

Los
sueños

Con todo lo que le había escuchado a Ojos
Mágicos, Iberi tenía su cabeza llena de
fantásticas ideas, y al estar cansado por el largo viaje,
no tardó mucho en quedarse dormido. En su cabeza enseguida
le fueron apareciendo sueños y todos relacionados con lo
que le había escuchado a ojos Mágicos. En ellos, un
cazador apuntaba a su pieza, cuando se llevó una gran
sorpresa, al ver que el cañón de la escopeta, se
estaba doblando hacía arriba.

-José, mira lo que le ha pasado a la
escopeta.

Este se acercó a donde estaba Sebastián,
que miraba con asombro la escopeta.

– Ostra, que le ha pasado, se ha doblado como si fuera
de plástico.

Los dos cazadores asustados por lo que habían
visto, tocaban la escopeta y hablaban sobre caso tan
raro.

Cuando más distraídos estaban hablando del
tema, Iberi bajo volando de un árbol y dando un par de
vueltas alrededor de ellos, les dijo con voz potente:

-Habéis visto cómo se ha quedado la
escopeta, pues si os veo otra vez asesinando indefensos animales,
haré lo mismo a vosotros.

Los dos cazadores, que ya estaban asustados con lo de la
escopeta, al ver y oír al pequeño lince volando
cerca de sus cabezas, se llevaron un susto de muerte y
abandonando todo lo que tenían, salieron corriendo como el
que ve al diablo.

Los dos cazadores llegaron al pueblo temblorosos y con
los ojos desencajados por el miedo; sólo pedían
agua desesperadamente.

-Agua, quiero agua -decían los dos,
poseídos por el miedo.

-Pero muchachos, que os ha pasado, que parece que
habéis visto al mismo diablo -le preguntaba un vecino, que
les acercaba un vaso de agua.

Con el vaso de agua en la mano y tembloroso, explicaba
uno de los cazadores.

-Estábamos Sebastián y yo cazando por el
bosque, cuando con una fuerte y temblorosa voz me llamó
Sebastián. Cuando me acerqué a él, me
llevé una gran sorpresa al contemplar cómo estaba
su escopeta. Se había quedado doblada, como si fuera de
plástico. Pero lo peor de todo, fue lo que vino a
continuación. Estábamos revisando la escopeta y
hablando entre nosotros del asunto, cuando una potente voz nos
habló. Se trataba de un lince terrorífico, que no
sé cómo se mantenía en el aire, por que
estaba volando, tío, volando. Nos dijo que si algún
día nos veía asesinar animales, nos haría lo
mismo que a la escopeta y lo dijo en serio, muy en serio
-decía el cazador tembloroso y asustado.

-Los linces no vuelan, ustedes estáis bebidos -le
decía uno de los vecinos.

-Tú sabes que yo no bebo, Antonio, y si te digo
que era un lince el que volaba, es que era un lince el que volaba
-decía el cazador Sebastián, cogiendo por la
pechera al vecino, que ponía en dudas sus
palabras.

-No te enfades, hombre, es que me es tan extraño
que un lince vuele -le respondía el vecino, que
había sido cogido por la pechera.

José, el otro cazador, reafirmó todo lo
que había dicho Sebastián, que aún temblaba
del susto.

-Si es verdad lo que estáis contando, podemos
hacer una batida por la zona, a ver si lo vemos -decía
otro vecino de peso que había llegado, el
alcalde.

Se habían puesto de acuerdo los vecinos en hacer
la batida y al día siguiente salieron en busca del lince
volador.

Estuvieron peinando toda la zona donde decían
haber tenido el percance, pero ninguno vio al lince
volador.

-No es que dudemos de ustedes, pero llevamos todo el
día buscando y no hemos visto nada -le decía el
alcalde a los dos cazadores.

Al llevar tanto rato buscando y no encontrar nada, los
vecinos murmuraban, sobre si era o no verdad, lo del lince
volador. El alcalde se lo había dicho de buenas maneras,
pues veía que estaba quedando mal, delante de sus
vecinos.

-¿Qué nos quiere decir usted, que somos
mentirosos?

-No, ni mucho menos, sólo eso, que no hemos visto
nada en todo el día.

-Pues lo vimos cómo volaba y además muy
cerca de aquí, muy cerca -decía el cazador
José, con un cabreo de mil demonios.

Días más tarde, los dos cazadores fueron
ingresados en un centro de salud.

-Hispa, ¿tú serás mi ayudante?,
entre los dos, le daremos una lección a los humanos -le
decía Iberi.

-Por mí, encantada, con estos poderes que hemos
adquirido, podemos ayudar a los animales con problemas y en
vías de extinción como vosotros -respondía
Hispa, toda entusiasmada.

Era domingo y toda la gente del pueblo estaba en misa.
El párroco, que era muy expresivo, se solía
acalorar bastante, cuando hacía un recorrido por la
historia bíblica y echaba algún que otro
sermón.

El párroco quedó perplejo, cuando en una
de sus alabanzas levantó la cabeza y vio a Hispa, que como
si de una paloma se tratara, se desplazaba volando hacía
él, por encima de las cabezas de los
parroquianos.

El cura se quedó con el dedo señalando
hacía Hispa, sin poder articular palabra
alguna.

La gente que asistía a la misa, se quedó
sorprendida al ver como se había quedado el párroco
y dirigieron sus miradas hacía donde señalaba con
el dedo. Estos, que estaban sentados en sus bancos, quedaron
igualmente perplejos, al ver como se acercaba Hispa
volando.

Hispa se quedó parada a un metro sobre la cabeza
del cura y este con cara de sorprendido levantó la cabeza
para verla y casi se cae al suelo.

-Sólo os quiero dar un breve mensaje -dijo Hispa
y comenzó el discurso.

-Nosotros, aunque a vosotros nos os importa mucho
(aunque vengáis a que os quite las manchas el creador),
también tenemos sentimientos como ustedes, nosotros fuimos
puestos en el mundo por el mismo que os puso a vosotros, por
tanto tenemos los mismos derechos que ustedes a vivir y
también ha tener un habita digna. Ustedes que fueron los
elegidos por el creador, para liderar el mundo, ustedes que
poseéis ese don tan grande que es la inteligencia,
deberíais recapacitar un poco más, si dicha
inteligencia que os dio el creador, la estáis utilizando
como quería él que fuera utilizada.

La gente como encantada, escuchaba las palabras que
Hispa les decía.

-Cada día que pasa, es más difícil
respirar, cada día que pasa, desaparece alguna especie,
bien sea animal o vegetal, cada día que pasa, el habita de
cualquier especie es de peor calidad, incluida la vuestra. Pensar
en lo que os he dicho y recapacitar -dijo Hispa y de la misma
forma que entró en la iglesia, se
marchó.

La gente se frotaba los ojos, como cuando te despiertas
de un mal sueño y asustados por lo que les dictaban las
conciencias, marchaban para sus casas cabizbajos.

Iberi había ido a visitar un campamento de
taladores de árboles, que operaban en la zona.

-Buenos días -dijo Iberi con voz potente y
firme.

Los cuarenta trabajadores que estaban desayunando, para
comenzar con energía la jornada, no daban crédito a
sus ojos, cuando vieron que el que le había dado los
buenos días, era un lince volando, que daba vueltas sobre
sus cabezas.

El encargado del grupo, sin pensarlo se sacó una
pistola del cinturón, e intentó dispararle. Este
dio un fuerte grito de dolor y se llevó la sorpresa de su
vida, al ver como la pistola se derretía entre sus manos,
como si fuera de plástico y estuviera expuesta a una
temperatura elevada.

El grupo de trabajadores se quedó inmóvil,
al ver la pistola del encargado que caía al suelo, como si
fuera plástico derretido.

-Os quiero dar un breve mensaje -dijo Iberi-. Con la
tara de árboles que estáis haciendo, tan
indiscriminada, pronto desaparecerá el bosque que es el
hábitat de muchas especies, además de ser los
pulmones de todos los seres vivos de la tierra, incluidos los
vuestros. Con esta tala sin control que estáis haciendo,
estáis destruyendo en pocos días, lo que la
naturaleza tardó cientos de años en construir. Con
estas talas salvajes que se están haciendo a nivel
mundial, los humanos, que se dice sois inteligentes (los elegidos
por el creador, para velar por la naturaleza), si no
ponéis medios pronto os quedaréis sin habita para
vivir, por lo tanto, desapareceréis de la tierra como
tantas especies han desaparecido. Y como os he dicho antes, los
bosques necesitan muchos años para formarse y de ellos
dependen el que podamos respirar (y sabiendo todo esto, no
sé como no se ponen todos los medios, que hoy en
día se tienen, para evitar esta muerte lenta que les
espera) y los seres vivos necesitamos respirar.

Iberi dio unas vueltas sobre las cabezas de los
trabajadores y como llegó, se marchó y
desapareció.

Los trabajadores no daban crédito a lo que
habían visto y habiendo quedado como hipnotizados,
cogieron las máquinas y abandonaron las talas de
árboles.

Unos cazadores furtivos, perseguían a su valiosa
presa, cuando Curro le habló, dándole los buenos
días.

-Buenos días, Señores, ¿han perdido
algo? -le dijo con toda la ironía del mundo.

Eran tres los furtivos y, al oír la voz de Curro,
se quedaron parados en seco y cuando vieron que el que le hablaba
era un lince y además este estaba volando sobre ellos, se
llevaron un susto de miedo. Los tres alzaron sus escopetas para
disparar, pero se le escaparon de las manos, quedando flotando en
el aire.

-Os quiero dar un breve consejo-dijo Curro-. Se supone
que lo que estáis haciendo, lo hacéis por
dinero.

-Sí, sí, por dinero -respondieron los tres
a la vez.

-Sabéis que gente como vosotros sois los
culpables, de que muchas especies de animales estén en
vías de extinción.

Los tres furtivos se miraban entre ellos, sin saber que
decir.

-Sabéis que hay países, que al que cogen
cazando animales protegidos, son condenados a muerte.

Los tres furtivos empezaron a sudar un sudor frío
y el miedo le empezó a entrar por sus cuerpos.

-¿Merece la pena arriesgar la vida, por unos
cuantos euros?

– No, no -decían los tres, asustados como
gallinas, cuando el zorro las visita.

-¿Y de la conciencia, qué me dicen
ustedes?, de la conciencia de haber exterminado a una especie,
¿o de eso no tienen ustedes? Creo que de eso,
estáis bastante desprovistos. Sabéis, que lo que
estáis haciendo, debe de ser castigado.

-Sí, sí, respondieron los tres cazadores
asustados y sudorosos.

-He pensado que el castigo que os merecéis, sea
el siguiente -dijo Curro, y los convirtió en tres hermosos
ciervos-. Ahora intentar no ser asesinados por gente como
vosotros -añadió Curro y se
marchó.

La gente del pueblo se había reunido en la plaza
y hablaban de las apariciones de animales.

El alcalde se había reunido con sus concejales en
el ayuntamiento, para tratar el asunto, cuando una suave voz, les
dio las buenas tardes.

Era Ojos Grandes, que había entrado por la
ventana y se había posado sobre un armario del
salón de reuniones.

Todos quedaron perplejos, cuando vieron que era un
búho, el que le hablaba.

-Señores les quiero dar un breve consejo -dijo
Ojos Grandes y comenzó el discurso-.Señores,
vosotros sois los que gobernáis el pueblo, en todas sus
facetas, por lo tanto, sois los responsables de lo bueno y de lo
malo.

El que haya empresas que contaminan los ríos, el
que haya empresas que contaminan los mares, el que haya empresas
que contaminan el aire, todo eso es culpa vuestra, pues vosotros
autorizáis sus aberturas y, muchas veces, a cambio de unas
sucias monedas para vosotros. Miráis para otro lado,
dejando actuar a gente sin escrúpulos, aunque menos
escrúpulos tiene el que coge unas monedas, vendiendo su
alma al diablo. El habita del mundo se está deteriorando a
pasos agigantados, porque los que tenéis el poder, no
hacéis bien vuestro trabajo. Sólo pensáis en
vuestro bienestar inmediato y no os importa un pito, si la capa
de ozono cada día que pasa se hace más fina. No os
importa si los mares están contaminados, no os importa si
los glaciales están mermando, no os importa si cada
día cuesta más respirar. Sólo os importa el
poder y lo que suele acompañar al poder. Recapacitar,
recapacitar que aún estáis a tiempo de arreglar el
destrozo que habéis hecho por no hacer bien vuestro
trabajo. Recapacitar y dejar de miraos el ombligo -dijo Ojos
Grandes y se marchó.

El alcalde y todos los concejales del ayuntamiento, se
fueron a la plaza del pueblo, donde el resto de conciudadanos,
temblorosos, debatían sobre lo ocurrido.

El alcalde, preocupado por lo que había sucedido
en el ayuntamiento, se subió encima de un banco de la
plaza y tomó la palabra.

-El tema que nos preocupa a todos, es lo suficiente
importante, como para que lo tomemos muy en serio -decía
el alcalde y continuaba -. Es muy importante todo lo que esos
animales dicen, pero si cedemos a sus reivindicaciones, en poco
tiempo, serán ellos los que gobiernen el mundo.

-Lo que dijo la cabrita en la iglesia, era toda la
verdad, señor Alcalde -decía uno de los
vecinos.

-Y lo que dijo el lince, era otra verdad como un
castillo -Decía otro de los vecinos.

Cuando el debate estaba más caliente, se
presentaron Iberi y sus amigos en la plaza.

-Buenas tardes, Señores -dijeron los
cuatro.

Todos se quedaron callados y se creó un silencio
sepulcral de varios minutos, al oír las voces de los
animales.

-Hemos venido, porque pensamos que sería bueno
discutir con todos vosotros, los consejos que os hemos ido dando
durante todo ese tiempo -dijo Iberi.

El alcalde, que estaba encima del banco dando el
discurso, al verlos llegar se puso tembloroso y unos sudores
fríos le empezaron ha gotear por la frente. Luego, como
pudo, le respondió con voz temblorosa y entrecortada, que
estaba de acuerdo en hacer el debate sobre dicho tema.

Si estáis todos de acuerdo con lo que os hemos
venido diciendo, entonces estaréis de acuerdo en hacer un
debate público aquí en la plaza, sobre los derechos
que tenemos los animales -dijo Iberi.

Episodio 5

La
búsqueda por la ciudad

-Despierta Iberi, despierta que ya es de día -le
decía Curro, que ya se había dado una vuelta por el
chaparro.

Iberi se refregaba los ojos, mientras estiraba sus
patas.

– ¿Qué te ha pasado esta noche, que no has
dejado de moverte? -le preguntaba Curro.

-No sé qué me habrá pasado, he
estado toda la noche soñando.

-¿Sobre qué habrán sido los
sueños que has tenido, que te han hecho moverte toda la
noche? -le decía Curro con segundas.

-Señor Ojos Mágicos, cuando encuentre a mi
madre, me gustaría hablar con usted con más
profundidad y calma, sobre su potingue -le decía Iberi y
se despedía de él.

Los cuatro se despidieron de Ojos Mágicos y
continuaron la búsqueda de la madre de Iberi.

-Volveremos a la ribera del camino -dijo Curro y los
demás le siguieron.

Después de haber estado todo el día
caminando, llegaron al pueblo, donde pensaban estaría la
madre de Iberi.

-Descansaremos un poco y luego averiguaremos
dónde está tu madre -dijo Curro, que al ser el de
mayor edad, estaba un poco cansado.

Ojos Grandes, mientras descansaban sus amigos, se dio
una vuelta por el pueblo, para hacer averiguaciones sobre el
paradero de la madre de Iberi.

-Hola, Señora lechuza, ¿es usted vecina
del pueblo?

– Sí, Señora búho, soy vecina del
pueblo, ¿en qué puedo ayudarte?

-He venido con unos amigos y estamos buscando a la madre
de Iberi.

-No entiendo nada, Señora búho.

-Perdone, Señora lechuza, se lo aclaro. Iberi es
un pequeño lince, que hace unos días su madre fue
secuestrada por un humano y le estamos ayudando a encontrarla.
Pensamos que pueda está en este pueblo, o al menos, el
humano vino en esta dirección.

-Creo que habéis tenido suerte, Señora
búho; a las afueras del pueblo, en el otro lado, hay un
sitio donde suelen retener animales y luego se los llevan a otros
lugares más lejanos.

-Avisaré a mis amigos, e iremos al lugar que me
dices.

-Si quiere le puedo acompañar, a ese sitio que le
digo.

Partes: 1, 2

Página siguiente 

Nota al lector: es posible que esta página no contenga todos los componentes del trabajo original (pies de página, avanzadas formulas matemáticas, esquemas o tablas complejas, etc.). Recuerde que para ver el trabajo en su versión original completa, puede descargarlo desde el menú superior.

Todos los documentos disponibles en este sitio expresan los puntos de vista de sus respectivos autores y no de Monografias.com. El objetivo de Monografias.com es poner el conocimiento a disposición de toda su comunidad. Queda bajo la responsabilidad de cada lector el eventual uso que se le de a esta información. Asimismo, es obligatoria la cita del autor del contenido y de Monografias.com como fuentes de información.

Categorias
Newsletter