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Un referéndum para retirarse de la Unión Europea (página 4)




Enviado por Ricardo Lomoro



Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7

Hacerlo reduciría las cargas tributarias y de
deuda para las generaciones futuras, al mismo tiempo que
limitaría de manera crucial los riesgos de una
inflación mucho más alta en el más corto
plazo. Es más, una meta de inflación más
elevada -y el resultante restablecimiento de la credibilidad- les
permitirían a los bancos centrales regresar a una meta de
inflación más baja sin crear una recesión
una vez que los niveles de deuda se hayan reducido y la demanda
agregada se haya recuperado.

(Brigitte Granville es profesora de Economía
Internacional y Política Económica en el Queen Mary
College, Universidad de Londres, y autora de Remembering
Inflation, de inminente publicación por Princeton
University Press. Copyright: Project Syndicate, 2011)

"El primer ministro británico, Gordon Brown,
ha admitido por primera vez parte de su responsabilidad en la
crisis financiera ya que no supo entender hasta qué punto
estaban interrelacionados los bancos mundiales. Precisamente ha
sido duramente criticado durante la crisis financiera por no
saber predecirla y gestionarla"…
Gordon Brown admite que
cometió "un gran error con los bancos" (El Confidencial –
11/4/11)

Según recoge el Daily Telegraph (11/4/11), Brown
admite que cometió "un gran error" en la manera en la que
abordó la regulación financiera antes de que el
sistema financiero se colapsara. Y añade que "tengo que
aceptar mi responsabilidad".

Brown, que entonó el mea culpa en una conferencia
den Bretton Woods, también se ha referido a la FSA
(Financial Services Authority, organismo encargado de regular el
sistema financiero), puesto en marcha por él mismo en un
movimiento sorpresa en su primer día como primer ministro
en 1997.

"Pusimos en marcha la FSA pensando que los problemas
vendrían del rescate de una institución financiera.
Pero nos equivocamos. No supimos ver hasta qué punto
estaban enredadas las cosas".

La crisis de 2008 provocó un efecto contagio de
unas entidades a otras debido a la fuerte interconexión
que existía entre el sector financiero mundial.

"Reforma, sí. Revolución, no. El
informe preliminar elaborado por una comisión
independiente sobre la reforma del sistema bancario
británico ha descartado la radical idea de separar por
completo la banca comercial de la de negocios y apuesta por una
combinación de medidas más moderadas como
fórmula más viable para dar estabilidad al sistema
financiero y evitar una crisis como la que empezó en
2007"…
Los expertos impulsan la vía moderada
en la reforma de la banca británica (El País –
12/4/11)

La gran banca había amenazado con abandonar la
City de Londres y trasladar sus cuarteles generales a Nueva York
u Hong Kong si Reino Unido adopta medidas demasiado radicales. Un
peligro que parece haber desaparecido: las acciones de los bancos
británicos se dispararon nada más abrirse la
cotización en la Bolsa de Londres (11/4).

Presidida por sir John Vickers, la Comisión
Independiente sobre la Banca se creó en junio de 2011 con
el encargo del Tesoro de ofrecer propuestas con dos objetivos
fundamentales: mejorar tanto la estabilidad como la
competitividad del sistema financiero. En realidad, lo que hizo
el Gobierno al pedir ayuda a un grupo de cuatro expertos fue
buscar un árbitro que resolviera una polémica que
no solo dividía a los analistas sino que tenía el
potencial de llevar también la división a la
coalición de conservadores y liberales-demócratas
formada hacía entonces tan sólo unas
semanas.

El dictamen de los expertos es que, aunque una
división absoluta entre la banca de negocios y la banca al
detalle puede ser la forma más sólida de proteger a
la segunda de la primera, en realidad no es necesaria: con una
serie de medidas combinadas menos radicales se puede conseguir el
objetivo de estabilidad buscado y al mismo tiempo no perjudicar
la competitividad de la banca británica.

Lo que proponen es crear lo que denominan un "anillo de
protección", un ring-fencing en torno a la banca al
detalle, de forma que un banco pueda seguir operando en ambos
sectores pero de forma claramente diferenciada, con empresas
filiales separadas. Pero, detalle crucial, manteniendo la
capacidad de mover su capital de una actividad a la
otra.

El informe -cuyas conclusiones finales, en septiembre
(2011), condicionarán la reforma del sistema a pesar de
que solo tiene carácter consultivo- parte de la tesis de
que son los accionistas y los acreedores (exceptuados los
depositantes) de la banca, y no los contribuyentes, los que han
de soportar las pérdidas en tiempos de crisis. Es decir,
que no debería haber operaciones de rescate con dinero
público como la que se han dado estos
años.

Para ello hay que crear un entorno que obligue a los
bancos a ser más prudentes y a tener "más capacidad
de absorber las pérdidas", a hacer más sencillo y
menos costoso que un banco resuelva sus apuros cuando los tenga y
a reducir los incentivos que premian la toma de riesgos excesivos
en el negocio.

Y sugieren, sobre todo, la citada separación
contable y de gestión de la banca al detalle y la de
negocios, para que los apuros de una no afecten a la otra, el
llamado "anillo de protección", y aumentar al 10% el
capital core de las reservas en los bancos sistémicos y en
toda la banca al detalle.

– La reforma de la reforma bancaria (Project Syndicate –
18/4/11) Lectura recomendada

(Por Howard Davies)

Londres.- En los últimos tres años se han
derramado océanos de tinta (o de bytes) sobre la
formulación de programas para resolver el problema de los
bancos que son "demasiado grandes para quebrar". Muchos
académicos y expertos han criticado a los reguladores y a
los banqueros centrales por su incapacidad para entender los
atractivos evidentes de la llamada "banca estrecha", un
restablecimiento de la separación entre la banca comercial
y la banca de inversión/mercantil de la era
Glass-Steagall, o de aumentar fuertemente los requisitos de
capital. Si se adoptara uno solo de esos remedios, el mundo
sería un lugar más seguro y feliz y los
contribuyentes ya no correrían el peligro de tener que
rescatar a los irresponsables financieros.

En respuesta, los banqueros tienden a argumentar que
cualquier interferencia en sus negocios sería un ataque
inadmisible contra su derecho humano inalienable de perder el
dinero de los accionistas y depositantes del modo que más
les plazca. Además, sostienen que el costo de cualquier
aumento de los requisitos de capital sencillamente se
transmitiría a los deudores mediante tasas de
interés más elevada, lo que haría que la
economía se detuviera en seco.

Lo anterior podría describirse como un
diálogo de sordos, pero la mayoría de las personas
sordas logran comunicarse bastante bien mediante señas y
otros medios.

En este terreno ferozmente disputado hace su entrada la
Comisión Bancaria Independiente del Reino Unido,
establecida el año pasado por el Secretario de Hacienda,
George Osborne, con el mandato de examinar las posibles reformas
estructurales al sistema bancario orientadas a salvaguardar la
estabilidad financiera y la competencia. Preside la
Comisión John Vickers, rector del All Souls College de
Oxford, que es de lo más distinguido que hay en los
círculos académicos británicos. Participa
junto a él Martin Wolf del Financial Times, lo que permite
suponer que habrá una buena recepción en las
páginas financieras.

El informe provisional de la Comisión, que se
publicó el 11 de abril, es lúcido y agudo.
También demuestra de modo convincente que todos los
remedios propuestos tienen costos significativos. El lector se ve
obligado a deducir que, después de todo, tal vez los
reguladores no hayan sido tan torpes.

Un punto obvio es que es difícil
encontrar una relación clara entre la estructura de la
industria financiera y el éxito o el fracaso en la crisis.
A algunos bancos universales les fue bien, a otros mal. Algunos
bancos de inversión prosperaron (en el caso de Goldman
Sachs, tal vez demasiado), otros se colapsaron. Algunos bancos
abiertos al público en general quebraron, como Northern
Rock, mientras que otros permanecieron a flote (por ejemplo, la
filial de Santander en el Reino Unido).

Vickers descarta algunas de las opciones
más seductoras. La banca estrecha, que supone que los
depósitos del público en general se guarden en
entidades separadas, respaldados exclusivamente con activos
seguros y líquidos como los bonos del gobierno, no se ve
bien bajo el microscopio de All Souls. Advierte que "los costos
sociales serían significativos", puesto que se
perderían las sinergias entre la recepción de
depósitos y el otorgamiento de créditos. Y es casi
seguro que los gobiernos tendrían que hacerse cargo
también de algunos bancos de crédito, por lo que
los supuestos beneficios en términos de aislar el dinero
del público no se harían efectivos.

A Vickers tampoco le agrada la llamada
"banca de objeto limitado", en la que toda la deuda está
titularizada de hecho. "Habría una disminución del
valor agregado económico debido a la
intermediación", y los créditos a las
pequeñas y medianas empresas resultarían
perjudicados.

Tampoco hay una opinión favorable
en cuanto a limitar directamente el tamaño de los bancos.
¿La norma de Volcker? "Es poco probable que el impacto
fuera positivo en el Reino Unido" o, implícitamente, en
ningún lugar fuera de los Estados Unidos.

La Comisión se detiene un poco
más en el modelo Glass-Steagall, pero tampoco se muestra
plenamente satisfecha: "los costos de una total separación
podrían ser mayores de lo necesario para abordar los
problemas", en parte debido al potencial surgimiento de
"economías de alcance entre los servicios bancarios de
inversión abiertos al público en general y los
corporativos". Además, "la total separación
eliminaría todos los beneficios de la
diversificación intrabancaria y acabaría de ese
modo con la posibilidad de que una parte del grupo pueda salvar a
otra".

En ese punto del informe, los lectores en las salas de
juntas de los bancos británicos esperaban una victoria
fácil en tres sets. El profesor, que detenta el
título de Sir, recibiría las Llaves de la Ciudad
(Freedom of the City of London) -un honor poco conocido pero
apreciado que permite al titular cruzar el puente de Londres con
un rebaño de ovejas.

Sin embargo, el asunto no acaba bien. Una reforma que
sí sería favorecida es lo que la comisión
describe como "protección de las operaciones de banca
abierta al público en general". El impacto sería
que se impondría a los bancos que llevan a cabo
actividades de este tipo en el Reino Unido el requisito de
realizarlas en una filial capitalizada por separado. Los
requisitos de capital para esa filial serían más
onerosos, con un mínimo de capital de nivel 1 del 10%, en
comparación con la nueva norma de Basilea 3 del
7%.

Dicho requisito impondría costos a los bancos
universales al limitar su capacidad de transferir capital dentro
del grupo. Se desconoce la magnitud de estos costos, pero los
precios de las acciones de los bancos que podrían verse
afectados (Barclays y el Royal Bank of Scotland, en particular)
aumentaron cuando se publicó el informe, lo que sugiere
que no son tan altos como se temía.

La principal ventaja del esquema es que se combina
perfectamente con otras reformas que están en proceso en
Basilea. La protección de las operaciones de banca abierta
al público en general tiene más sentido si va
aparejada con un nuevo régimen de resolución, que
permitiría a la filial estar vinculada sin que haya
contagio en el grupo. Si se logra llegar a un acuerdo de rescate
paralelo que permita a los tenedores de acciones compartir la
carga, estaríamos cerca de una reforma inteligente y poco
costosa que puede ser bien recibida en el mercado -y que las
instancias de regulación tendrían una verdadera
oportunidad de gestionar.

Los que quieren bancos a la medida, incluso si ello
resultara perjudicial para ellos mismos, no están
contentos con Vickers. Sin embargo, al ofrecer una
evaluación honesta y rigurosa de las principales
propuestas de reforma, la Comisión Bancaria Independiente
ha contribuido con un servicio invaluable y merece que se le
reconozca por ese trabajo tan elegante.

(Howard Davies, ex presidente de la Autoridad de
Servicios Financieros del Reino Unido y ex gobernador adjunto del
Banco de Inglaterra, es actualmente director de la London School
of Economics. Su libro más reciente es Banking on the
Future: The Fall and Rise of Central Banking. Copyright: Project
Syndicate, 2011).

– El contradictorio Banco de Inglaterra (Project
Syndicate – 5/5/11)

(Por Linda Yueh) Lectura recomendada

Oxford.- Andrew Sentance, miembro saliente del
Comité de Política Monetaria del Banco de
Inglaterra, ha expuesto un panorama hipotético que
menoscabaría la credibilidad del Banco de Inglaterra. Hay
dos fuerzas contradictorias que podrían mantener la
inflación muy por encima de su objetivo del dos por ciento
no sólo este año y el próximo, sino
también en 2013 incluso.

El dilema consiste en que cualquier depreciación
de la libra esterlina aumenta el nivel de inflación
importada que no queda compensada por la capacidad disponible en
la economía. Dicho de otro modo, el Reino Unido tiene una
capacidad disponible -la producción disminuyó el
6,4 por ciento durante la recesión y no se ha recuperado
totalmente-, pero no suficiente. De modo que la inflación
ha superado el objetivo del Banco durante todo el período
de recuperación respecto de la crisis financiera de 2008
y, según Sentance, podría permanecer por encima de
dicho objetivo durante el período de dos años de
previsión a medio plazo del Banco.

Peor aún: si el Gobernador del Banco de
Inglaterra, Mervyin King, está en lo cierto al sostener
que la inflación superior al objetivo se debe a la
inflación importada, aumentar los tipos de interés
tendrá pocos efectos, a no ser que induzca una
apreciación de la libra esterlina, lo que reduciría
el costo de las importaciones, pero su depreciación ha de
reequilibrar la economía al aumentar las exportaciones. De
hecho, el Gobierno británico cuenta con eso. Su nueva
Oficina de Responsabilidad Presupuestaria prevé que en los
próximos años el comercio contribuirá tanto
como el consumo al crecimiento del PIB.

Naturalmente, eso significa acabar con el déficit
por cuenta corriente, que ha sido de entre uno y tres por ciento,
aproximadamente, del PIB y eso entraña, a su vez, un mayor
debilitamiento de la libra esterlina. Evidentemente, ésta
no puede apreciarse y depreciarse
simultáneamente.

Teóricamente, la libra esterlina podría
mantenerse en el tipo actual de unos 1,60 dólares y
mejorar la situación comercial, si el aumento del volumen
de exportaciones baratas superara el valor de unas importaciones
más caras: el llamado efecto de la curva en J. En ese
caso, la balanza comercial mejoraría con el tiempo,
después de un deterioro inicial. Ocurrió a
comienzos del decenio de 1990, cuando la libra esterlina se
debilitó tras salir del Mecanismo de Tipos de Cambio, pero
ahora las condiciones económicas mundiales son menos
sólidas.

Otro problema es el de que las exportaciones
británicas (en particular, las de servicios) compiten en
calidad y no en precio y, como el Reino Unido ya no produce
manufacturas de gama baja, hay que importarlas. Dicho de otro
modo, la demanda de importaciones y exportaciones no es muy
elástica en materia de precios y sólo hay un margen
limitado para substituir los productos de fabricación
nacional. Hasta ahora, el déficit comercial ha mejorado,
pero, al haber estado la libra esterlina un 25 por ciento,
aproximadamente, más baja, ponderada en función del
comercio, durante cuatro años, la parte alta de la J
parece un poco lejana.

Además, hay otro dilema: el desfase de la
producción. Gran Bretaña ha recobrado sólo
una tercera parte de su producción perdida a consecuencia
de una recesión profunda. Al haber crecido la
economía sólo el 1,5 por ciento el año
pasado y el desempleo el 7,8 por ciento (casi el punto
máximo en 17 años), debería haber factores
de producción inactivos listos para ponerse en
marcha.

Pero, ¿y si ha quedado dañado el potencial
de producción de la economía? ¿Y si, como ha
ocurrido en otras crisis financieras, el aumento de la
producción sigue siendo flojo durante varios años,
mientras los bancos rehacen sus balances generales y el
desapalancamiento se produce lentamente?

En ese caso, el Reino Unido podría no seguir
creciendo un 2,75 por ciento anual, sino más cerca
-pongamos por caso- del dos por ciento. De ser así, hay un
desfase menor en la producción: un nivel menor de
potencial de producción junto con un nivel mayor de
desempleo significa que el crecimiento irá
acompañado de inflación.

Naturalmente, el desfase en la producción resulta
difícil de computar, pero la inflación
básica (la que excluye los precios de la energía y
de los alimentos) ha superado el dos por ciento durante gran
parte del período de recuperación y los impuestos
indirectos, como el IVA, destinados a reducir el déficit
fiscal, han contribuido a la presión al alza de los
precios. Por otra parte, el aumento anual de los salarios, que ha
sido de sólo el dos por ciento, significa que, aun
después de 16 meses de una inflación mayor que el
objetivo, siguen existiendo sólo efectos mínimos de
segundo orden.

El Banco de Inglaterra parece en verdad contradictorio.
La mayoría está votando a favor de mantener sin
cambios los tipos de interés, pero hay dos votos a favor
de un aumento de 0,25 de los tipos, un voto a favor de un aumento
del 0,50 por ciento e incluso un voto a favor de más
relajación cuantitativa. Esa inhabitual división en
cuatro opciones de los nueve miembros de su Comité de
Política Económica refleja diferencias en
cómo se evalúan las influencias contradictorias en
la estabilidad de los precios. Además, con una cuarta
parte de la economía en contracción (o
estancamiento, después de descontar los efectos del tiempo
atmosférico), no resulta difícil entender por
qué los miembros del Comité no consiguen ponerse de
acuerdo.

Pero la inacción del Banco -justo cuando el BCE
ha aumentado sus tipos de interés para empezar a
normalizar la política monetaria- podría enviar una
señal inapropiada, según Sentance y, como
éste advierte también, si la inflación se
mantiene por encima del objetivo del Banco de Inglaterra durante
otros dos años, una abrupta y profunda restricción
monetaria socavaría la recuperación… y
podría menoscabar la credibilidad del propio Banco de
Inglaterra.

(Linda Yueh es profesora de Economía del St.
Edmund Hall en la Universidad de Oxford y corresponsal de
economía de Bloomberg TV. Haga clic aquí para ver
su entrevista a Andrew Sentance. Copyright: Project Syndicate,
2011)

"Súper clase, globócratas, uberricos.
Son nuevos nombres para denominar a una nueva élite global
que ha sido definida como una nación aparte"…

"Richistán": el país de los megarricos (BBCMundo –
15/5/11)

Son tan ricos estos magnates que viven más
alejados de la realidad del común de los mortales de lo
que tradicionalmente han estado las élites
pudientes.

Chrystia Freeland, periodista financiera y autora del
libro "Plutócratas", le dijo a la BBC que muchos de estos
megarricos "son hijos de la globalización y el desarrollo
tecnológico"; una minoría selecta muy particular
que maneja una "porción desproporcionada" de la riqueza
global.

Pero ¿cómo son estos nuevos
potentados?

"Comunidad transglobal"

"Los ricos de hoy son diferentes a los ricos de ayer. La
mayoría no son caballeros ociosos que heredaron sus
fortunas: son nerds adictos al trabajo y perpetuamente cansados",
estima Chrystia Freeland.

"Nuestra economía global interconectada y de paso
lento ha propiciado el surgimiento de una nueva súper
élite que consiste, en grado notable, en acaudalados de
primera o segunda generación".

Los bienes y servicios de lujo más ventajas
impositivas convierten a Londres en un imán para
megarricos transnacionales.

Según Freeland, los miembros de esta élite
son "tesoneros, altamente educados, meritócratas del jet
set que se consideran los ganadores en buena lid de una dura
competencia económica global".

Y, aunque su residencia principal esté en Nueva
York, Londres, Hong Kong o Bombay, forman "una comunidad
transglobal de pares que tienen más en común entre
ellos que con sus conciudadanos. Son una nación en
sí misma".

Esa nación, o "Richistán", como la
denomina el autor estadounidense Robert Frank, está
formada por personajes de muy variado origen.

La componen oligarcas rusos, jeques del Golfo
Pérsico, petroleros texanos, magnates estadounidenses de
internet, condes italianos, "bolligarcas" indios (en referencia a
magnates de la industria del cine nacional, o Bollywood) y
multimillonarios de los paraísos fiscales.

Se encuentran en lujosos destinos turísticos,
exclusivos debido a su costo y, como acudiendo a una
reunión familiar, llegan en sus jets privados a todos los
eventos elitistas que los acojan, como el Foro Económico
Mundial en Davos.

Y Londres, la capital del Reino Unido, es un imán
para ellos debido a una combinación de factores como bajos
impuestos para los no residentes, la zona horaria, la lingua
franca internacional que es el inglés, el estatus de
centro financiero y los bienes y servicios de lujo
disponibles.

¿De dónde salieron?

Durante las pasadas décadas la economía
global ha estado marcada por la integración de los
mercados, la liberalización del comercio y la
revolución de las tecnologías de la
información.

Esto ha creado una prosperidad global por la que cientos
de millones de personas han salido de la pobreza absoluta y se
han ubicado entre las clases medias particularmente en las
crecientes economías asiáticas de China e
India.

Pero en la medida en que se apreciaba un crecimiento de
la economía planetaria también surgía otro
fenómeno: el de la ampliación de la brecha entre
ricos y pobres dentro de sus propios países.

Este fenómeno, como le señaló
Chrystia Freeland a la BBC, fue particularmente pronunciado en
Estados Unidos entre 2002 y 2007 cuando el 65% de todo el
crecimiento de los ingresos correspondió al 1% de la
población.

En 1987, el 1% más rico de EEUU se hacía
al 12,3% de los ingresos en bruto del país. Dos
décadas después, la cifra era 23,5%

Pero la segregación de la riqueza se ha
presentado además en países como Reino Unido,
Canadá, Alemania y en las naciones escandinavas,
así como también en la China comunista.

La división entre súper ricos y el resto
llevó a que tres analistas del Citigroup concluyeran que
"el mundo está dividido en dos bloques: la plutocracia y
todos los demás".

Según explicaron, en la plutocracia no existen
consumidores estadounidenses, británicos o rusos. Lo que
hay son consumidores ricos, que son pocos pero se llevan una
tajada enorme de los ingresos globales y consumen una cantidad de
bienes desproporcionadamente grande.

Y luego están los demás: un grupo
multitudinario pero virtualmente irrelevante en términos
de ingreso y consumo.

¿Un problema?

¿Representa, entonces, un problema la
aparición de esta clase de ultrarricos?

Según Credit Suisse en el mundo hay:

– 81.000 personas con más de US$ 50
millones

– unas 30.000 con más de US$ 100
millones

– 2.800 con más de US$ 500 millones

– alrededor de mil multimillonarios

Para Alan Greenspan, el legendario jefe de la Reserva
Federal de EEUU, el lío es que "básicamente tenemos
una economía muy distorsionada", según dijo en una
entrevista en el verano pasado (2010).

Julia Margot, subdirectora del grupo independiente de
análisis Demos, le dijo a la BBC que "deberíamos
preocuparnos" por este fenómeno, particularmente en
"sociedades que están obsesionadas por lo que sus
élites hacen" debido a la exposición continua que
éstas tienen en los medios de
comunicación.

"Existe una compulsión muy intensa a ser parte y
parecerse" a esas élites debido a la "fabricación
de aspiraciones que se parecen a los sueños de
Hollywood".

Sin embargo, en su opinión "si hablas con
jóvenes de escasos recursos te das cuenta de que -debido
al modo en que se ha desarrollado el mercado laboral, y por la
manera en que funciona la movilidad social- sus aspiraciones no
se van a cumplir", lo cual puede generar cada vez más
frustración.

En palabras de la autora Freeland, el auge de los
"uberricos" presenta, por lo menos, un dilema.

"En la economía global competitiva de hoy,
necesitamos más que nunca a los súper ricos y las
compañías innovadoras que ellos han creado. Pero
ellos nos necesitan a nosotros también, como consumidores,
como empleados, como conciudadanos".

No obstante, añade, "hay una lección que
nos enseña la historia. A largo plazo las súper
élites sólo pueden sobrevivir de dos maneras:
suprimiendo la disidencia o compartiendo la riqueza".

¿Cuál de estos dos modos
prevalecerá? Sólo el tiempo podrá
decirlo.

"Estamos asistiendo a un proceso en el que una gran
parte de la economía occidental está completamente
a la deriva. La actual crisis sistémica ha dejado sin
referencias a buena parte de las autoridades públicas, a
lo que hay que añadir el vaciado intelectual de la
academia, que asiste perpleja al desmoronamiento de todo el
paradigma neoclásico"…
Reino Unido, ¿el
próximo? (Cinco Días – 25/5/11)

Con estos parámetros, tanto los Gobiernos como
los bancos centrales intentan de forma desesperada mitigar los
efectos de la crisis de deuda privada que asola a los
países centrales, especialmente EEUU y Reino Unido, y que
tiene ramificaciones y alumnos aventajados entre los
países periféricos europeos, como España,
Grecia o Portugal. Hasta ahora, todo el ruido mediático, y
donde se han focalizado los lobbies financieros, ha sido en la
grave situación de los periféricos, sin entrar a
valorar que el riesgo de EE UU, Reino Unido o Alemania por
contagio puede desencadenar una recesión sin
precedentes.

El caso británico es digno de estudio. La
economía de Reino Unido ha sido afectada de forma
significativa por la crisis financiera y económica
internacional. El PIB en 2010 fue un 4,5% más bajo que el
pico alcanzado en la fase precrisis. El desempleo ha aumentado en
más de 800.000 personas desde 2007 y las finanzas
públicas se han deteriorado de forma abrupta,
alcanzándose en el ejercicio 2010-2009 una cifra de
déficit público del 10% del PIB, algo impensable en
esta economía.

Existe evidencia de que parte de la caída del PIB
sufrida, lejos de ser un shock transitorio, se va a convertir en
permanente. Las estimaciones apuntan a que el coste de la crisis
bancaria puede ser algo superior al 60% del PIB existente con
anterioridad a la crisis. Esta situación se ha traducido
en que más de un 80% del capital del Royal Bank of
Scotland y más del 40% del Lloyds Bank Group son propiedad
del Estado, después del proceso de rescate llevado a cabo
por el Ejecutivo desde el estallido de la crisis financiera en
2008. Sin duda, este proceso ha deteriorado significativamente la
competencia en el sistema bancario británico, con un
proceso de desaparición, o absorción, de buena
parte de los competidores de los dos grandes grupos. El proceso
de bancarización británico, y sobre todo el peso de
este sector en la economía, explican las serias
consecuencias futuras de esta profunda crisis financiera. Reino
Unido es el país con mayor porcentaje de activos bancarios
domésticos sobre el PIB, casi el 500% del PIB.

Con esta situación, resulta muy útil
analizar qué ha ocurrido en el pasado en diversos
países para entender la magnitud del efecto que va a tener
para Reino Unido esta crisis bancaria, cuyo origen es claramente
sistémico. La evidencia empírica muestra que, salvo
en los casos de Suecia y Corea, las crisis bancarias han tenido
unos efectos permanentes para los países que las han
sufrido, y en el caso de Reino Unido, las expectativas son
claramente de una pérdida de PIB potencial considerable.
Esto también tiene que ver con el modelo de
solución de crisis bancarias, que en el caso de Suecia
supuso un castigo muy severo a los gestores, también
pérdidas para los acreedores y un grado de transparencia
máximo.

Las necesidades de incrementar el capital y la liquidez
del sistema bancario son claves para restaurar la confianza y el
buen funcionamiento del sistema financiero. Sin embargo, en el
caso de Reino Unido hay dos problemas fundamentales. La evidencia
empírica revela que a menores ratios de capital y
solvencia, como es el caso del Reino Unido, mayores
pérdidas en el PIB con posterioridad a la crisis bancaria.
En este sentido, Reino Unido tiene dos hándicaps muy
graves. Uno es que la competencia bancaria prácticamente
ha desaparecido, Reino Unido controla más del 60% del
total del capital de los dos principales grupos bancarios. Y el
segundo es que no puede inyectar más capital a sus
entidades, pues la situación de las finanzas
públicas no lo permite.

En resumen, la crisis financiera ha provocado un aumento
de la probabilidad de suspensión de pagos por parte de
entidades británicas, y también irlandesas, a
partir de la crisis de Lehman. Sin embargo, a pesar de una cierta
estabilización en 2009-2010, no podemos descartar una
crisis de deuda soberana, pero también bancaria, lo cual
hace de la economía británica una economía
muy vulnerable. La severa consolidación fiscal ha elevado,
aún más, la probabilidad de quiebra del sistema
financiero, pues el nivel de desempleo y el empobrecimiento
social harán que la pérdida de PIB potencial se
convierta en estructural y así Reino Unido deje de ser una
gran potencia, básicamente financiera, y pase a ser un
país con serias dificultades para crecer al nivel de
antaño."Los bancos británicos deberán
imponer un "muro invisible" que aísle sus actividades de
banca de inversión del negocio minorista. El objetivo es
evitar que los contribuyentes tengan que asumir el coste de
rescates bancarios en caso de que se produzca una nueva crisis en
el sistema"…
Londres impondrá un 'cordón
sanitario' sobre el negocio de la banca de inversión
(Cinco Días – 16/6/11)

El ministro de Economía de Reino Unido, George
Osborne, anunció el 15 de junio (2011) la batería
de medidas que prepara el Ejecutivo para imponer un cordón
de seguridad que aísle el negocio minorista de las
divisiones de banca de inversión.

Según explicó Osborne, los grandes bancos
británicos deberán proteger su negocio con
particulares de las potenciales pérdidas que puedan
generar las áreas de banca mayorista, especializadas en la
intermediación de productos financieros y en operaciones
con grandes corporaciones.

Además de incorporar una redefinición
societaria para aislar al máximo el negocio de banca de
inversión, el ministro también anunció que
la gran banca de Gran Bretaña deberá alcanzar
niveles de capital superiores a los establecidos en la nueva
regulación internacional de solvencia, conocida como
Basilea III. Para los activos con más riesgos
deberán reservar cerca de un 10% de capital, frente al 7%
que marca Basilea.

La reforma planteada por Osborne es la que va más
lejos entre las nuevas regulaciones financieras que se
están desarrollando en varios países europeos. Tan
solo los elevados requisitos de capital impuestos por Suiza a sus
dos grandes bancos pueden considerarse más
duros.

"Esta medida es regresiva y costosa para la banca
británica aunque menos dañina que la
obligación de segregar el negocio de banca de
inversión", explicaba ayer el analista Mike Trippitt, de
Oriel Securities, a la agencia Reuters. En Estados Unidos, la
regulación que ahora debate el Congreso obligaría a
los grandes grupos financieros a trocearse para separar por
completo el negocio de banca de inversión.

En su tradicional discurso en Mansion House, residencia
oficial del alcalde de Londres, Osborne también ha
reclamado que la Unión Europea deje a los reguladores
nacionales un cierto margen de adaptación de Basilea
III.

La decisión de aislar el negocio de banca de
inversión pretende, según el ministro de
Economía británico, no evitar nuevas quiebras, sino
conseguir que si estas se producen no afecten al conjunto de la
entidad bancaria. De esta forma, se lograría reducir la
factura que el Estado tendría que pagar en el rescate del
banco.

"Las masivas manifestaciones helenas y las
últimas movilizaciones británicas no son más
que expresiones diferentes del mismo problema, el de los recortes
que ambos gobiernos (en proporciones muy distintas) llevan tiempo
aprobando. Y ese clima presupuestariamente restrictivo va a
llevar a la calle a muchos ciudadanos europeos en los
próximos meses"…
Huelgas y represión:
el futuro de la política europea (El Confidencial –
30/6/11)

En ese sentido, la huelga de funcionarios
británicos prevista para el 30/6 es una buena muestra de
algunos de los puntos futuros de conflictividad, que serán
más notorios cuanto más avancen las
políticas de austeridad. Uno de los aspectos materiales
que más han empujado para que la huelga se convoque ha
sido la reforma de las pensiones. Un tema importante,
señala Miguel Martínez Lucio, profesor de Human
Resources Management de la Manchester Business School, "porque
supone una bajada indirecta de sueldos y porque las pensiones
previstas para este colectivo son ya inferiores a las del sector
privado. Pero sobre, todo porque hablamos de trabajos como los de
asistente social, maestro de escuela o policía en los que
el número de agresiones sufridas por los funcionarios
públicos se están multiplicando. Y si no conservas
una oferta económica decente, ¿cómo vas a
atraer a la gente a un puesto donde la violencia es habitual? Por
eso hay apoyo a la huelga: la gente sabe que es duro ser hoy un
profesor o un asistente social".

Ambiente de lucha en Reino Unido

A pesar de no ser una huelga general, todo está
preparado para que la de hoy sea una gran movilización.
Los sindicatos convocantes son cuatro, tres de la
educación, NUT (National Union of Teachers 200.000
afiliados), ATL (Association of Teachers and Lecturers, 160.000)
y UCU (University and College Union, 120.000) y uno de los
servicios públicos, PCS (Public and Commercial Services
Union, 300.000), cuyos afiliados se han manifestado masivamente a
favor de la huelga, lo cual hace pensar en un seguimiento
elevado. Para Andrew Richards, profesor de Ciencia
Política en el Centro de Estudios Avanzados en Ciencias
Sociales de la Fundación Juan March, "tras 20 años
en los que los niveles de conflicto industrial han sido bastante
bajos, una movilización como esta es significativa, aun
cuando no llegue a los niveles mucho más elevados de una
huelga general". No obstante, el panorama apunta hacia un
ambiente generalizado de confrontación. Por una parte,
apunta Martínez Lucio, en septiembre está prevista
la movilización de académicos y de estudiantes
universitarios, y para octubre, señala Richards, los dos
sindicatos más grandes del sector público, UNISON
(con más de 1.375.000 afiliados) y UNITE (más de
1.000.000) están planificando huelgas.

En todo caso, estas movilizaciones "no son más
que expresiones específicas de un conflicto más
general, ya que todo proviene del problema de la crisis
económica y de cómo la están resolviendo a
base de recortes". Y ello no sólo supone la
rearticulación de muchas posiciones sociales, sino
también la reordenación o desaparición de
muchos de los viejos actores, En ese contexto, los partidos
socialdemócratas aparecen especialmente desubicados, ya
que han de aplicar políticas que no coinciden con su
ideario y que son ampliamente rechazadas por muchos de sus
votantes. En el caso británico, señala Richards,
"el comportamiento del partido laborista ha decepcionado
notablemente a los sindicatos, ya que su líder, Ed
Miliband, se ha manifestado en contra de la huelga, perdiendo
así una gran oportunidad de articular un discurso
narrativo que refleje las preocupaciones de una
sociedad".

Para Richards, hubiera sido mucho más coherente
que el pequeño de los Miliband hubiera afirmado que, a
pesar de vivir una solución económicamente grave,
habrían de buscarse soluciones que no pasaran por la
confrontación con los sindicatos y los trabajadores. "Al
no hacerlo así, es probable que muchos de quienes van a la
huelga acaben pensando, al igual que ocurría en las
movilizaciones españoles, que apenas hay diferencia entre
los dos principales partidos".

Lo que ha ocurrido a los laboristas es que su
líder no ha querido aparecer como un político que
apoya las huelgas, sino como una alternativa creíble de
los conservadores, señala Martínez Lucio,
"alineándose con la tendencia general de los partidos
socialdemócratas europeos, que tiene miedo de aliarse con
las propuestas radicales contra la crisis. Sin embargo, en este
caso han perdido una gran oportunidad, no sólo porque haya
mucho apoyo para los sindicatos en la sociedad británica
sino porque no estamos hablando de una huelga de trabajadores
bien pagados con condiciones laborales de lujo que defienden sus
privilegios, sino de empleados que trabajan en condiciones muy
complicadas".

Una socialdemocracia cada vez más
cuestionada

El problema de fondo, afirma Martínez Lucio, es
que los socialdemócratas europeos han aceptado en gran
medida el discurso liberal-conservador sobre los orígenes
de la crisis y sobre cuáles deben ser las soluciones. Y,
por eso, la crisis parece estar dejando sin sitio a una
socialdemocracia cada vez más cuestionada. De una parte,
los poderes financieros que les demandan austeridad tienden a no
fiarse de la voluntad de hacer reformas de los partidos de centro
izquierda; por otra, sus electores no coinciden ni en la
necesidad de los recortes ni en el modo en que están
actuando respecto de esos mismos poderes financieros. Desde esta
perspectiva, las movilizaciones están siendo perjudiciales
para los partidos de izquierda parlamentaria, situados en una
tierra de nadie que les obliga a hacer cada vez mayores
equilibrios.

La cuestión es dónde va a ir a parar ese
caudal de descontento. El descreimiento y el alejamiento de la
política es una opción y el aumento de la presencia
social del populismo es otra, pero la hipótesis que
más suele manejarse es el surgimiento de un nuevo tipo de
izquierda. Moreno descarta esta posibilidad, ya que, afirma, "la
izquierda lleva años estancada, ni ha dado el perfil ni ha
ofrecido programas ni ha hecho nada. Y los sindicatos ahí
están, chupando del frasco del Estado, sin que sepamos
dónde va a parar el dinero que se les da".

Sin embargo, lo que nos está diciendo la
experiencia de las movilizaciones europeas es que, más
allá del signo que tengan, están apareciendo
novedades sustanciales en la política que tiene poco que
ver con las claves bajo las que estábamos acostumbrados a
analizarla. Entre ellas:

1 En países como el Reino Unido, señala
Martínez Lucio, está aumentando tanto la
afiliación a los sindicatos como su presencia social.
"Dado que el sistema electoral británico dificulta la
existencia de partidos minoritarios y prácticamente
imposibilita un espacio de izquierda fuera del partido laborista,
son las formaciones sindicales las que están empezando a
jugar este papel de izquierda alternativa. Desde hace unos
años están apareciendo nuevos líderes
sindicales, algunos de los cuales siguen militando en el partido
laborista, que están ocupando claramente ese espacio". Lo
que está por verse es cómo transforman esa
presencia en algún tipo de poder
político.

2. Las alternativas son cada vez más numerosas y
fragmentadas, como demuestran múltiples ejemplos europeos
(los últimos, España y Grecia). En un sentido,
porque están apareciendo nuevos jugadores
políticos, que van desde UPyD hasta el Frente Nacional
francés pasando por la apuesta centrista de
François Bayrou, el ascenso de los Liberal
Demócratas en el Reino Unido o por la recomposición
de la izquierda alemana en Die Linke, lo cual está
produciendo un juego de intereses político cada veza
más fluido. Pero, en otro, porque se está generando
un magma de organizaciones jóvenes, bien estructuradas,
que están potenciando cada vez más la sociedad
civil (como se ha notado en el 15 M español) pero que
carecen de un conductor articulado". Sin embargo, y aunque "este
no sea un fenómeno nuevo, porque llevamos en esa
situación fragmentada un periodo relativamente largo",
está cobrando cada vez más importancia, lo que
está haciendo fermentar un caldo de cultivo del que va a
surgir algo, aun cuando no pueda adivinarse todavía el
qué.

"La libra esterlina lleva más de 300
años en circulación y se le nota el kilometraje.
Traquetea en las marchas más bajas de la política
monetaria (con tipos de interés en el 0,5% desde marzo de
2009). Pierde terreno ante divisas más jóvenes como
el euro, que desde su puesta en circulación se ha
revalorizado un 23% frente a la divisa británica. Y
necesita empujones multimillonarios de la imprenta del Banco de
Inglaterra para poder seguir el ritmo del mercado (empezó
con una inyección de 75.000 millones de libras y ya va por
los 200.000 millones). En esas penosas condiciones, ¿hacia
dónde se encamina la moneda de la reina?"…
La
libra, en declive, se acerca al euro (Cinco Días –
1/8/11)

A juzgar por su evolución desde el comienzo de la
crisis hace cuatro años, la libra se arrastra a
trompicones hacia una humillante paridad con el euro, la moneda
que los conservadores de David Cameron y, en mucha menor medida,
los laboristas de Ed Miliban, han mirado con desprecio o
desconfianza desde su nacimiento en 1999. La euforia de los
euroescépticos, que vieron en la actual crisis de la zona
euro la confirmación de sus argumentos contra la moneda
común, no se ha materializado en una libra más
fuerte. Todo lo contrario.

La libra no para de perder valor, con una caída
acumulada durante el último año de más del
5% frente a la moneda europea a pesar de las dificultades en
Grecia, Irlanda o Portugal. El viernes cerró a 1,14 euros
por libra, muy lejos del 1,71 que llegó a costar en los
arranques de la Unión Monetaria. Y su posición
internacional, fuera ya del pódium donde se aprietan las
divisas estadounidense, europea y japonesa, podría perder
nuevos puestos ante la pujanza de monedas emergentes como el
renminbi chino.

La lectura optimista de esa evolución sugiere que
gracias a la depreciación Reino Unido ha reactivado sus
exportaciones. Pero ese alivio no basta para camuflar las
verdaderas razones de una imparable caída en el tipo de
cambio. Tom Brown, director ejecutivo del Nordestuche Bank en la
City londinense, identifica tres motivos para la pérdida
de valor de la moneda británica: el mal estado de la
economía nacional, los problemas del euro y el bajo tipo
de interés fijado por el Banco de Inglaterra.

Ninguno de los tres tiene visos de variar a corto plazo.
Y en uno de ellos, la crisis del euro, el gobierno conservador de
David Cameron ha perdido toda capacidad de influencia
diplomática ante la creciente fuerza del Eurogrupo
(reunión de los países de la zona euro), un foro en
el que no tiene asiento.

Pero el principal lastre de la centenaria moneda sigue
siendo la economía británica, una de las más
castigadas por la crisis financiera. El Producto Interior Bruto
cayó casi un 5% en 2009; el déficit público
se disparó 850 puntos básicos en dos años
hasta el 11,2% y este año todavía rondará el
9%; y el Estado sigue siendo el principal accionista de las
grandes entidades bancarias como Royal Bank of Scotland o el
grupo Lloyds.

Los datos económicos del país no anticipan
una mejoría. El Banco de Inglaterra tiene previsto
mantener su política monetaria relajada por temor a una
nueva recesión, mientras que el Banco Central Europeo ya
se ha permitido elevar sus tipos de interés hasta el 1,5%
ante la recuperación de la zona euro.

"El retraso de subidas de tipos en Reino Unido
debilitará la libra, por eso hemos movido nuestra
estimación para este año desde 0,81/0,86 (peniques
por euro) a 0,88/0,91", aseguran los analistas de Bankinter en su
Informe de perspectivas del tercer trimestre de 2011. Es decir,
un poco más cerca del mínimo histórico de la
libra frente al euro, marcado el 29 de diciembre 2008 cuando un
euro llegó a valer 0,97 peniques. Menos poder adquisitivo
para los británicos dentro y fuera de sus fronteras. La
economía de la isla sigue amenazada por un debilitado
consumo interno y una desbocada inflación (camino del 5%),
lejos del objetivo marcado por el Banco de Inglaterra (2%). "En
un escenario normalizado", añaden los analistas de
Bankinter, "esta aparente inconsistencia vendría
acompañada de cierto dinamismo en el crecimiento pero las
circunstancias tan especiales por las que atraviesa la
economía global impiden que esto sea
así".

Londres prevé un crecimiento durante este
año del 2,1% y del 2,5% en 2012, aunque la Comisión
Europea considera demasiado optimista ese escenario, sobre todo,
para el año que viene. La coyuntura se encuentra tan
débil que uno de los miembros del Comité de
Política Monetaria del Banco de Inglaterra ya es
partidario de ampliar la inyección de 200.000 millones de
libras para mantener en pie la economía.

El crecimiento puede verse afectado por un ajuste fiscal
hasta 2014 que incluye un recorte de gasto por valor de 95.000
millones de libras y un incremento de impuestos por 30.000
millones. El tijeretazo de Cameron a la inversión
pública al final del periodo será del 28% en
relación con las partidas del actual ejercicio y tiene
prevista la reducción de 400.000 puestos de trabajo en la
función pública. Más tensiones de precios
Premisas que han llevado a Bruselas a alertar en su último
análisis de la economía británica (con
motivo del plan nacional de reformas) sobre el riesgo de que
Reino Unido caiga en una espiral de inflación, tipos de
interés más altos y débil crecimiento. Todo
ello acompañado de una tasa de paro que hasta el momento
de la crisis era casi insignificante (5%), pero que ahora se ha
instalado en el 8%, con un castigo especialmente marcado a la
población de entre 18 y 24 años (donde el paro de
larga duración ha aumentado un 43%, siete puntos
más que la media).

Un panorama que aboca a la libra a cotizar con toda
probabilidad por debajo del euro. La divisa de 60 millones de
británicos ni siquiera puede rentabilizar su aislamiento
porque el país tiene una exposición a los
países rescatados (Grecia, Irlanda y Portugal en la zona
euro; y Rumanía, Letonia y Hungría, en la UE)
equivalente al 8,4%de su PIB, superior, según las cifras
de la CE, a la de países de la Unión Monetaria como
Francia (5,4%), Alemania (6,6%) o España (7%).
¿Cuánto tiempo tardarán los
británicos en percatarse de esa dependencia y pedir
refugio a la zona euro? En el caso de la UE tardaron solo cuatro
años desde la firma del Tratado de Roma en 1957. Pero el
general DeGaulle les dejó en la puerta durante más
de una década hasta 1973.

La mayoría de los países europeos con
divisa propia la mantienen ligada a la cotización del euro
y sus bancos centrales se limitan a seguir la política del
BCE. Reino Unido y Suiza, en cambio, gestionan todavía su
moneda con cierta independencia. Pero la evolución de
ambas monedas es diametralmente opuesta. El franco
helvético ha ganado enteros como valor refugio durante la
crisis (y se ha revalorizado un 33,7% frente al euro desde julio
de 2009), la libra esterlina se ve arrastrada por los problemas
de una Unión Monetaria en la que no tiene ni voz ni voto.
"La libra no podrá escapar a los problemas del euro porque
es un vecino muy cercano y muy grande", augura Tom Brown,
director ejecutivo en la City londinense del banco alemán
Nordestuche Landesbank. ¿Qué salida le queda
entonces? Brenan Donelly, de la organización European
Movement, descarta el ingreso en la zona euro "porque no hay
ningún movimiento a favor entre la población".
Así que Londres seguirá de momento en un limbo
monetario cada vez más infeliz.

"Los disturbios de Inglaterra son difíciles
de comprender porque encierran diversos fenómenos a la
vez. Algunos, conocidos: pobreza, delincuencia, exclusión
social y compleja integración de las minorías
étnicas. ¿Pero por qué había
también jóvenes acomodados entre los
alborotadores?"…
Una semana de furia (El País –
14/8/11)

El inglés es un pueblo guerrero y con tendencia a
liarla. Sus hinchas de fútbol han dado al mundo la palabra
hooligan, sus turistas suelen estar en casi todas las peleas
veraniegas y sus barrios multiétnicos -o sus guetos
monoétnicos- explotan de vez en cuando. Pero nadie estaba
preparado para la ola de violencia que estalló el pasado
sábado (13/8) por la tarde en Tottenham y se
extendió durante cuatro días, primero al resto de
Londres y luego a numerosas ciudades de Inglaterra y en
particular a Birmingham y Manchester.

Al margen de cuáles fueron las circunstancias del
incidente que detonó el conflicto –la muerte del joven
Mark Duggan por disparos de la policía- o las condiciones
de vida de muchos de los que se echaron a la calle, nadie acierta
a dar con una explicación. Quizás porque no hay una
explicación, sino muchas. Quizás porque el saqueo
multitudinario de tiendas sea el reflejo de muchos
fenómenos al mismo tiempo. Porque no es fácil
entender un movimiento capaz de darse el placer de convertir en
antorcha una casa de muebles con 140 años de historia,
atropellar a un grupo de musulmanes que protegían sus
propiedades, provocando la muerte de tres de ellos, matar a
patadas a un hombre que intentaba evitar un incendio, o desafiar
durante horas a la policía. Lo mismo en Hackney (Londres)
que en el centro de Birmingham o de Manchester. Un movimiento que
ha obligado al primer ministro y al Parlamento a interrumpir sus
vacaciones y a movilizar a la policía de todo el
país.

Los disturbios de esta semana de agosto (2011) en
Inglaterra son difíciles de comprender, porque encierran
diversos fenómenos al mismo tiempo. Algunos, conocidos:
pobreza, exclusión social, dificultades de
integración-aceptación de las minorías
étnicas, las relaciones difíciles
históricamente entre la policía y esas
minorías. Otros son fenómenos nuevos, como el papel
que han jugado las nuevas tecnologías de
comunicación y en particular las redes sociales. Hay,
además, aspectos circunstanciales, como la torpeza inicial
de la policía para afrontar la
situación.

Hay también factores cuyo peso en este
fenómeno es objeto de encendidas polémicas, como el
efecto que tiene a largo plazo el Estado de bienestar, que a
juicio de algunos transforma a parte de la población
más desfavorecida en parias sin incentivos para salir del
agujero en el que viven, la incapacidad del Estado de superar ese
problema a través del sistema educativo, los efectos en la
sociedad de las familias monoparentales, o el consumismo que
acaba fomentando el sistema económico neoliberal. Otros
factores son coyunturales, como el impacto de las
políticas de ajuste impulsadas por la coalición de
conservadores y liberal-demócratas. Y algunos, en fin,
entran en el terreno de la sociología, como el culto al
gangsterismo o el comportamiento de las masas.

El profesor John Brewer, presidente de la
Asociación Sociológica Británica, cree que
el Gobierno debería tener muy en cuenta ese último
aspecto en lugar de tratar los disturbios como un fenómeno
puramente criminal, como ha hecho el primer ministro, David
Cameron, con el apoyo del líder de la oposición, el
laborista Ed Miliband.

"Veo los disturbios como una clásica forma de
comportamiento de masas", explica Brewer. "Lo que hay que tener
en cuenta con las masas es que son impredecibles e irracionales.
Las dinámicas de una muchedumbre se imponen y la gente
pierde su identidad", explica. "Lo que es realmente interesante
sobre los participantes en los disturbios de estos días es
que había gente que normalmente no se comportaría
de la forma que hemos visto que se comportaban. Había una
bailarina, una enfermera… Si nos fijamos en personas que
están siendo procesadas, no encajan con la imagen de
jóvenes alienados, desencantados, criminales. Es un
ejemplo de cómo gente corriente se ve absorbida por una
muchedumbre y pierde sus inhibiciones y reservas habituales",
añade.

"Es obvio que algunos tenían como único
objetivo utilizar los disturbios para delinquir. Pero no todos.
Castigar a cada uno de ellos como si fueran jóvenes
desencantados que se han echado a la calle por razones
criminales, significa no comprender y desfigurar los disturbios",
asegura Brewer.

¿Significa eso que los tribunales tienen que
tratar a unos y otros de forma distinta? "No. Pero el Gobierno
tiene que entender que si utiliza el crimen como
explicación, no va a comprender el comportamiento que
representaban los disturbios. Que si etiquetan a los
participantes como criminales, no va a comprender el
fenómeno. Lo que ha de hacer el Gobierno es verlo como un
ejemplo de comportamiento de masas, de gente que normalmente no
haría lo que ha hecho", remacha el profesor.

Las palabras de Brewer deberían ser agua bendita
para Natasha Reid, una joven de 24 años que el domingo
(14/8) por la noche robó un televisor de pantalla plana
solo porque habían saqueado una tienda en su barrio,
Edmonton, en el norte de Londres. "¿Por qué lo he
hecho?", se pregunta desde entonces esta joven que un mes antes
se había graduado como asistente social y vive en una
familia sin problemas. Desde entonces no come ni duerme, ha
explicado su madre al diario The Times. Acabó
presentándose a la policía y devolviendo lo
robado.

No es la única, muchos se preguntan por
qué ha pasado todo esto en un país rico. "Hacen lo
que hacen porque están aburridos y así se
divierten. Pero también porque les resulta fácil
unirse a un grupo o a una banda. A los padres de muchos de ellos
no les importa lo que hacen o no lo saben. Tampoco les importa si
los dirigentes son corruptos o no. No les importa nada", explica
Chantal, una joven de 20 años de origen jamaicano en
Hackney, al este de Londres.

Hackney es un barrio pobre, pero es también un
barrio emergente, en el que la marginación social se
confunde con un cierto espíritu bohemio. Es uno de los
pocos lugares en los que los disturbios no han sido un mero
ejercicio de saqueo, sino un enfrentamiento con la policía
que, en parte, ha tenido aires de protesta política
semejante a batallas del pasado, como las que hubo en Brixton en
1981 o en Tottenham en 1985.

Aquellos disturbios eran sobre todo una rebelión
de los negros contra la policía y contra su
marginación en la sociedad. Todo ha sido muy distinto esta
vez. Empezó en Tottenham el sábado 6 de agosto por
un conflicto entre la policía y la comunidad
afrocaribeña. Sam, que trabajaba en el North East London
College y ha perdido el empleo por el tijeretazo al presupuesto,
vive en Tottenham y pertenece a esa minoría. "Me apunto a
la oficina de empleo, pero nunca me llaman", explica. "Quien
sí se fija en mí es la policía. Conozco
amigos blancos detenidos por posesión de drogas que son
liberados muy pronto. Los negros vamos a la cárcel". "Ya
antes de los altercados, había mucha furia contra los
políticos en las zonas pobres. El conflicto racial no ha
desaparecido, pero ahora hay otros factores", asegura.

Bobby estudió dos años de
ingeniería y, ya entrado en la veintena, aún vive
con sus padres. No tiene acceso a una vivienda oficial.
Dejó los estudios. "Lo que ha pasado no es una
coincidencia. Con el alto desempleo, con el declive
económico, la degradación del sistema educativo, y
con lo que hacen los políticos, nada bueno vendrá",
razona. "En las películas se suele ver a pocos negros
educados. Somos traficantes o asesinos. Para nosotros, aunque
seamos graduados, todo resulta más difícil", se
queja.

Thomas Johnson, un estudiante de periodismo de 24
años de origen eritreo: "Lo que está sucediendo en
Inglaterra es un anticipo de lo que sucederá en otros
lugares, también en Madrid y en Nueva York. En Londres ha
ocurrido antes porque aquí los ricos y los pobres, a
diferencia de otras ciudades, viven en barrios
contiguos".

"Hay mucha corrupción. Ya nadie sabe lo que es
correcto. Muchos sienten que carecen de poder para influir y que
solo tienen que pagar impuestos. Pero también es cierto
que las políticas de subsidios no promueven el esfuerzo
personal de los ciudadanos que los reciben", reconoce. Enlazando
con ese argumento, un tendero indio advierte: "Los padres
deberían tener más control sobre sus hijos. Es
obvio que los Gobiernos de este país son muy blandos,
falta más disciplina en las escuelas".

Los disturbios han puesto en primer plano ese viejo
doble debate: el papel que deberían jugar las familias
para acabar con el gamberrismo endémico del país,
los enormes problemas de comportamiento antisocial y, en
paralelo, los efectos perniciosos que puede tener un sistema de
ayudas sociales que acaba por desincentivar a muchos de los que
las reciben.

Es un debate que obsesiona en particular a Anthony
Daniels, médico y psiquiatra de prisiones ya retirado y
reconvertido en escritor y articulista con el seudónimo de
Theodore Dalrymple. "Los jóvenes británicos lideran
el mundo occidental en casi todos los aspectos de
patología social, desde las tasas de adolescentes
embarazadas a las de drogadicción, desde alcoholismo a
crímenes violentos", afirma en The Australian.

"Los niños británicos tienen más
posibilidades de tener un televisor en su habitación que
un padre viviendo en casa. Un tercio de ellos nunca han comido
con otro miembro de su familia en la casa familiar. Familia no es
la palabra que define la estructura social de la gente en las
zonas de la que proceden mayormente los protagonistas de los
disturbios. Son, por lo tanto, radicalmente asociales y
profundamente egoístas. Al crecer están destinados
no solo al desempleo sino a ser inempleables",
sostiene.

"Los disturbios son la apoteosis del Estado de bienestar
y de la cultura popular en su forma británica", afirma en
otro artículo en City Journal. "Una población que
cree que tiene derecho a altos niveles de consumo con
independencia de su esfuerzo personal; y que si no consigue
alcanzar esos niveles en comparación con los demás
lo percibe como una injusticia. Se ven a sí mismos como
despojados, incluso a pesar de que cada uno de sus miembros ha
recibido una educación que ha costado 80.000
dólares, por la que ni él ni probablemente
ningún miembro de su familia ha hecho mucho por
contribuir. E incluso si fuera capaz de reconocer eso, no
significa que vaya a mostrarse agradecido, porque la dependencia
no crea agradecimiento. Al contrario: simplemente sentiría
que las subvenciones no son suficientes para permitirle vivir
como quisiera", sentencia Daniels.

¿Tienen razón quienes denuncian que el
problema de fondo es que hay demasiada gente que recibe demasiada
ayuda del Estado? "Hay un elemento de verdad en eso", admite Rod
Morgan, profesor emérito de justicia criminal de la
Universidad de Bristol y ex presidente del Consejo de Justicia
Juvenil. "Por un lado, hay una elevada proporción de
familias en las que ninguno de sus miembros ha trabajado desde
hace varias generaciones. Y se puede argumentar que su
supervivencia se debe a que dependen completamente del Estado.
Eso es verdad. Por otro lado, básicamente han tenido un
apoyo insuficiente del Estado, el sistema educativo les ha
fallado porque sus expectativas de conseguir un empleo son a
menudo extraordinariamente bajas. Se puede decir que, en efecto,
hay una dependencia excesiva del Estado y reciben demasiadas
ayudas, pero al mismo tiempo es muy pobre el nivel de los
servicios que les deberían permitir escapar de esa
situación".

Mucha gente opina que el problema de fondo es que muchos
padres no se ocupan de sus hijos, creen que es el Estado, no
ellos, quien ha de educarles. "Sí, por supuesto, los
padres deberían ser responsables de lo que hacen sus
hijos", dice Morgan. "Pero hay mucha gente joven que procede de
familias monoparentales, a menudo con madres que eran
extraordinariamente jóvenes cuando los tuvieron. Este
país tiene un considerable problema de embarazos
juveniles. Una de las cosas que este país no ha sabido
hacer bien es ayudar a los jóvenes padres a afrontar mejor
el comportamiento destructivo de sus hijos adolescentes",
concluye.

Según el profesor Rod Morgan, una de las grandes
diferencias entre los disturbios de los años ochenta y los
de esta semana es que los de ahora han sido "una expresión
de violencia generalizada y para muchos de los que participaron
era como una fiesta". Morgan agrega: "¿Por qué?
Creo que en este país tenemos una generación de
gente joven que en líneas generales ha fracasado, que vive
en ambientes y en comunidades con familias altamente
disfuncionales, con pocos estudios, y ese problema se va a
complicar aún más con la crisis y los recortes de
los servicios locales", añade. "No estoy diciendo que esos
factores específicos sean las causas primarias, pero
forman parte del conjunto de causas. Y como seguimos
políticas económicas neoliberales, el diferencial
de ingresos en este país tiende a ser mucho peor que en la
mayoría de los demás países occidentales.
Hemos creado una sociedad consumista altamente individualizada en
la que algunos productos se escapan a la capacidad de ciertos
grupos para conseguirlos, y debido a su falta de educación
y a sus escasas aspiraciones se crea una mezcla muy potente y
potencialmente peligrosa".

Otra diferencia notable respecto a disturbios anteriores
es que aquellos eran conflictos entre un determinado grupo
étnico y la policía o entre grupos étnicos.
No ha sido el caso de esta vez. "Lo que no quiere decir que no
pueda llegar a serlo; preocupa el potencial para provocar
enfrentamientos interraciales", advierte Morgan.

Un peligro que se hizo evidente en la zona de Winson
Green, en Birmingham, donde la muerte de tres musulmanes
atropellados por un afrocaribeño ha dañado la
relación entre esas dos comunidades. Pero detrás de
esas tensiones palpitan otros problemas. "La gente tiene muchas
carencias de formación académica en este distrito.
El Gobierno debe entender lo que la comunidad necesita: empleos",
se quejaba Bustan al Qadri, representante del consejo de
mezquitas de las West Midlands.

La tensión se palpaba aún en Winson Green
36 horas después del atropello de dos hermanos de 30 y 31
años y un joven de 21. Aunque el primer ministro, David
Cameron, rindió homenaje al padre del chico más
joven por sus esfuerzos para evitar que las muertes provocaran un
enfrentamiento violento entre negros y musulmanes, creen que el
primer ministro minusvaloró el incidente en los Comunes.
Fue quizás el menor de sus reproches. Líderes de
varias comunidades se quejaban en Winson Green de que las
cámaras de seguridad no funcionan en el barrio y de que
las ambulancias tardaron esa noche más de media hora en
llegar al lugar del ataque. Detrás de los disturbios, sea
cual sea su origen emocional, hay también problemas
materiales. El Gobierno admite ya que tiene que abordar diversas
cuestiones sociales y económicas para evitar que una
oleada de violencia como la ocurrida ahora vuelva a
repetirse.

Un disparo policial fue la espoleta del caos

Donovan, de 19 años, amante de la batería,
padre jamaicano y madre inglesa, da la impresión de ser un
chaval centrado. "Nunca olvidaré la conversación
que tuve en un autobús con Mark Duggan. Me dijo que no me
metiera en problemas, que él lo había hecho y que
pasó demasiado tiempo entrando y saliendo de la
cárcel", comenta cerca de la comisaría de
Tottenham, el suburbio donde el pasado día 6
prendió el chispazo de los disturbios. Sam, amigo de
Donovan, de 25 años y origen antillano, asegura que
"Duggan no era estúpido. No apuntaría un arma
contra un policía". No quisieron decir nada más.
Aunque de sus muecas se deduce que saben mucho más de lo
que contaban el miércoles, un par de días antes de
que la Comisión Independiente de Quejas de la
Policía emitiera un comunicado en el que deja claro que
Duggan, el hombre de 29 años muerto a tiros hace 10
días, no disparó contra los agentes. La
comisión precisó que la policía pudo
proporcionar información confusa, y muchos medios de
comunicación publicaron que Duggan empleó su
pistola contra los agentes que seguían sus pasos desde
meses atrás. La familia de la víctima no
creyó nunca la inicial versión policial.

Duggan, padre de tres hijos con su novia -la estudiante
universitaria Semone Wilson, de la misma edad-, era un tipo al
que todo el mundo conocía en Tottenham. Minutos antes de
morir envió desde un taxi un mensaje a Semone en el que
decía que la policía le seguía. "Era un buen
padre. Adoraba a sus hijos", comentó la viuda. Diferente
es si era un buen ciudadano. No lo parece.

Duggan creció en Broadwater Farm, un bloque de
edificios de protección oficial, un lugar propicio para
que emerjan las bandas juveniles. En su página de Facebook
colgó fotos en las que sale formando una pistola con los
dedos de la mano, y en otra, vestido con una camiseta en la que
se lee Star Gang, el nombre de una banda escindida de otro grupo
criminal, Man Dem, dedicado al tráfico de cocaína.
Quienes le apreciaban definían a Duggan como "soldado",
"general de cinco estrellas" y otros calificativos usados en el
hampa.

Algunos vecinos de Tottenham han relatado que Duggan
solía llevar un arma "porque estaba paranoico" desde que
su primo Kelvin Easton, de 23 años, murió en marzo
a las puertas de un club nocturno (alguien rompió una
botella y se la clavó en el corazón). Desde
entonces, la policía seguía muy de cerca los pasos
de Duggan.

"El gobernador del Banco de Inglaterra, Mervyn King,
dijo el martes que el banco central de Reino unido está
preparado para subir los tipos de interés o comprar
más activos para asegurar el objetivo de inflación,
pero advirtió de que hay límites en lo que la
política monetaria puede lograr"…
Hay
límites a lo que la política monetaria puede
lograr, dice el Banco de Inglaterra (The Wall Street Journal –
16/8/11)

En una carta abierta al Ministro de Economía
después de publicarse el dato de inflación de Reino
Unido -que se aceleró al 4,4% en julio- King afirmó
que los grandes riesgos para la economía del Reino Unido
provienen del exterior del país.

"Los recientes acontecimientos en las bolsas mundiales y
en la zona del euro son de particular preocupación",
escribe King. Los desafíos a los que se enfrentan los
países endeudados del euro causan "estrés severo y
trastornos" en los mercados financieros,
agregó.

"Si el riesgo cristaliza, podría tener un impacto
significativo en la economía del Reino Unido", dijo King.
El gobernador dijo que el banco endurecerá o
flexibilizará la política monetaria en
función de lo que sea necesario, pero agregó que
hay límites en lo que la política monetaria puede
lograr cuando "los ajustes reales" son necesarios en Reino Unido
y las economías globales.

En respuesta, Osborne dijo estar de acuerdo con la
afirmación de que los grandes riesgos para la
economía del Reino Unido emanan del extranjero. El
ministro de Economía dijo que los países endeudados
deben embarcarse en un proceso de consolidación fiscal y
la demanda global debe ser reequilibrada para apoyar el
crecimiento económico. La zona euro debería
demostrar un mayor compromiso con la integración fiscal y
los líderes mundiales deben hacer un mayor progreso en las
negociaciones sobre el comercio y las reformas económicas,
añadió.

Osborne afirmó que la propia consolidación
fiscal del Gobierno de Reino Unido proporciona al Banco de
Inglaterra "el espacio que necesita" para mantener una
política monetaria laxa y apoyar la recuperación
del Reino Unido.

– Las grandes expectativas de David Cameron (Project
Syndicate – 31/8/11)

(Por Naomi Wolf) Lectura recomendada

Nueva York.- Mientras escucho las noticias que provienen
de Inglaterra luego de la reciente ola de disturbios urbanos -y
mientras leo la nueva e irresistible biografía de Charles
Dickens escrita por Robert Douglas-Fairhurst, Becoming Dickens-,
la vida y el arte parecen replicarse entre sí.

Tras los disturbios, el primer ministro
británico, David Cameron, propuso resucitar los juzgados
de menores, reclamó sentencias duras y trajes anaranjados
para los convictos y propuso otras ideas aún más
odiosas. Por ejemplo, los convictos podrían ser expuestos
intencionalmente al acoso público a través de
tareas de limpieza, y sus familias, que no cometieron
ningún delito, podrían ser desalojadas de sus
viviendas subsidiadas por el estado. Cameron también
está analizando arrestos por comentarios en Facebook, la
suspensión de las redes sociales y un poder más
letal para la policía.

En la Inglaterra de Dickens, el poder judicial no era
independiente, y los periódicos eran objeto de la censura
estatal. Los niños (como Oliver Twist) recibían
castigos destinados a quebrarlos; la gente pobre acusada de
delitos relativamente menores era transportada a Australia o
recibía castigos humillantes en público; la
policía ejercía un poder violento y sin
restricciones sobre los pobres.

No estoy a favor de la indulgencia hacia los saqueadores
y los matones; pero ya sabemos adónde conducirán al
país la caterva de legislación punitiva que
está proponiendo Cameron y sus esfuerzos por explotar el
malestar civil para tomar medidas drásticas contra las
libertades civiles.

De la misma manera, ya sabemos
cómo es una Inglaterra sin una red de seguridad social
-donde los pobres no tienen ninguna esperanza y ninguna
movilidad-. La educación pública
prácticamente no existía para las "órdenes
inferiores" hace 150 años y la universidad era una
fantasía para ellas -como bien podría volver a
suceder, ya que los costos de la matrícula pueden
triplicarse en el mandato de Cameron.

En Becoming Dickens, Douglas-Fairhurst rechaza la
reciente teoría literaria "postestructuralista" y
reexamina a Dickens y su Inglaterra en el marco de sus contextos
históricos y políticos. Este enfoque ofrece
perspectivas valiosas -y en buena hora-. Estas interpretaciones
"historicistas" de la Londres victoriana también
aparecieron recientemente en la fascinante exhibición
actual en la Wellcome Collection, "Dirt: The Filthy Reality of
Everyday Life", y en el nuevo éxito editorial de Bill
Bryson, At Home, un libro que examina la historia social en torno
a una casona victoriana.

El renovado interés en la historia social
victoriana -lo que la gente comía y usaba, quién
trabajaba para quién, etc., en contraposición a la
historia de las batallas y los "grandes hombres"- tal vez no sea
una coincidencia. Las sociedades capitalistas occidentales,
especialmente el Reino Unido y Estados Unidos, actualmente
están en el proceso de retroceder en el tiempo a la era
pre-victoriana, para beneficio de un pequeño grupo de
elites que excluye a la clase media y a la clase trabajadora que
más se beneficiaron con las reformas sociales,
económicas y políticas de los victorianos -por no
hablar de los pobres.

En consecuencia, se ha vuelto un imperativo recordar que
fueron los últimos victorianos los que reconocieron la
dimensión moral de la modernidad, dando lugar a casi todo
tipo de reforma pública que hoy damos por sentada como la
marca de una sociedad civilizada.

La realidad victoriana temprana -niños indigentes
en las calles, una epidemia de cólera atroz y pilas de
"mugre nocturna" sin recoger en las calles- era una realidad
altamente "privatizada". En los años 1830, como demuestra
conmovedoramente Douglas-Fairhurst, los niños y las
niñas que provenían de familias
económicamente vulnerables podían terminar sin
escolaridad y trabajando 18 horas por día en
fábricas de betún, como el Dickens de 12
años.

La gente que no pagaba a sus acreedores era enviada
-junto con sus familias- a las cárceles de los deudores,
como pasó con John Dickens, el padre de Charles, que fue
preso por deber 40 libras. La gente mayor sin ningún tipo
de sustento moría vestida con harapos en los callejones,
mientras que las familias de clase media baja, sin ningún
seguro de desempleo o asistencia social, vivían
permanentemente aterradas por la enfermedad o el despido, que
implicaban la "ruina" y, posiblemente, terminar en la
calle.

Londres en los años 1830 era una
ciudad en la que una tercera parte de las mujeres eran sirvientas
y otra tercera parte eran prostitutas. Una enorme brecha entre
las elites y todos los demás aseguraba que los escalones
más altos de la literatura, los negocios y la
política estuvieran en manos de la minoría
adinerada, y que los talentos que surgirían una
generación más tarde, luego de una educación
más amplia financiada por el estado, fueran reprimidos. Y
así es como más o menos se veía toda
Inglaterra sin una red de seguridad social.

En contraste, los últimos victorianos, entre los
años 1850 y 1880, crearon importantes obras
públicas e iniciativas de bienestar público, que
incluyeron redes de hospitales financiados por el estado y una
educación primaria obligatoria. Expandieron un sistema de
asilos para pobres y ayuda para los desposeídos,
construyeron sistemas municipales de suministro de agua y
tratamiento de aguas servidas, municipalizaron las fuerzas
policiales y supervisaron la inversión pública en
sitios históricos que siguen estando entre nosotros, como
el terraplén del Támesis y el Victoria and Albert
Museum.

De la misma manera, con decenas de miles de niños
en la calle que dependían de lo que podían hurgar
en la basura o robar para alimentarse, los últimos
victorianos establecieron sistemas de orfanatos. Encargaron las
primeras encuestas epidemiológicas para identificar la
causa de los brotes de cólera -que podían acabar
con la mitad de la población de un barrio en
cuestión de semanas- y construyeron nuevas centrales
depuradoras de agua para frenar la propagación de la
enfermedad del Támesis mugriento y de las bombas locales
contaminadas. Construyeron los primeros hospitales
públicos importantes en un momento en el que los
nacimientos y otras prácticas médicas en las casas
propiciaban el contagio y la muerte.

En las democracias capitalistas
avanzadas de hoy, el olvido por parte de la mayoría de los
ciudadanos de esta historia favorece los intereses de las elites;
de lo contrario, mucha más gente, si no la mayoría,
estaría reclamando a los gritos la muerte de los esfuerzos
cada vez más exitosos por reducir el sector
público.

Mientras Cameron y otros conservadores
occidentales intensifican sus esfuerzos por abrir un camino hacia
el pasado, es importante tener en mente que no hay nada novedoso
o innovador en la ausencia de un estado benefactor y la
privatización de los servicios básicos. Ya pasamos
por eso -de hecho, mucho de lo que hoy está siendo
desmantelado en Gran Bretaña fue construido en la
época victoriana debido a las condiciones sociales atroces
de la mayoría de la gente-. Si las fuerzas
políticas conservadoras de hoy siguen en el poder,
Inglaterra -y otros países occidentales- corre el riesgo
de regresar al pasado, oscuro, peligroso e ignorante.

(Naomi Wolf es una activista política y una
crítica social cuyo libro más reciente es Give Me
Liberty: A Handbook for American Revolutionaries. Copyright:
Project Syndicate, 2011)

"El nuevo Comité de Política
Financiera (FPC por sus siglas en inglés) del Banco de
Inglaterra se está encontrando con limitaciones mucho
antes de adquirir poderes formales en 2013"…
El fantasma
de una crisis crediticia se cierne sobre Reino Unido
(Expansión – 28/9/11) (Artículo original
publicado en The Wall Street Journal Europe The Rising Specter of
a U.K. Credit Crunch)

Es muy consciente del riesgo existente de que la
congelación de la financiación de los bancos pueda
invertir la leve mejora de las condiciones de crédito para
los hogares y las empresas británicos apreciada en el
tercer trimestre (2011) Pero las actas de la última
reunión (correspondiente) muestran que no hay mucho que el
FPC pueda hacer para ayudar.

La recomendación del FPC es que los bancos
deberían aprovechar cualquier oportunidad para mejorar su
capital y su liquidez, siempre y cuando no dañen con ello
a la economía, algo que resulta confuso. Señala que
los bancos deberían restringir los "repartos".

Pero Lloyds Banking Group y Royal Bank of Scotland no
pagan en la actualidad dividendos, Barclays sólo
pagó el año pasado 531 millones de libras (611
millones de euros) y es de suponer que HSBC esté exento ya
que no afronta presiones para financiarse. Incluso si se incluyen
los bonus -siendo estrictos, un coste más- sólo
Barclays se ve afectado materialmente.

El mensaje principal del FPC parece ser que los bancos
deberían ralentizar el ritmo de desapalancamiento si es
necesario en lugar de cortar el crédito. Pero es probable
que este mensaje caiga en saco roto si los bancos no pueden
refinanciar la deuda a largo plazo.

Además, las decisiones sobre el capital y la
liquidez bancarios se están rigiendo por los mercados
más que por los reguladores; los bancos quieren convencer
a los inversores de que pueden cumplir las nuevas reglas de
Basilea III sin tener que ampliar capital o sacrificar el
rendimiento.

En realidad, la mayoría de las herramientas
preventivas identificadas por el FPC -límites al
apalancamiento, colchones anticiclo, límites a los
préstamos sobre el valor- están diseñadas
para restringir el apalancamiento durante un boom, pero no
incentivarán el crédito en una crisis. Una de las
políticas que podría cambiar las cosas -reducir la
cantidad de capital que los bancos deben mantener frente a
determinados activos para incentivar el crédito- es ilegal
bajo la legislación de la UE.

Si la financiación bancaria sigue siendo un
problema, la mejor esperanza para evitar una crisis crediticia
reside en que el BCE o el Tesoro proporcionen liquidez a largo
plazo -volviendo al terreno de una política fiscal o
monetaria más tradicional-. Pero teniendo en cuenta que el
apoyo de los contribuyentes a los bancos es un tema tabú,
las cosas tendrán que empeorar mucho antes de que eso
suceda.

Partes: 1, 2, 3, 4, 5, 6, 7
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