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El sentido realizador de la jubilación



  1. Preámbulo
  2. "Tercera Edad": concepto
    engañoso
  3. Vejez:
    proceso final del desarrollo
  4. Jubilación, sentido
    lúdico
  5. Para
    un modelo integral de jubilación

Preámbulo

Abordo esta comunicación desde una perspectiva
crítica pero no exhaustiva ni totalizadora en modo alguno.
Por el contrario más bien parcial. Dejo al margen,
conscientemente, aspectos que no interesa subrayar. Unos porque
son muy conocidos y otros por apartarse de mi enfoque. Eludo, por
otra parte, aspectos excesivamente técnicos que
podrían resultar áridos. Pretendo un acercamiento a
los conceptos relacionados con la ancianidad, desde su
acepción más pura y lineal, optando por la
concepción, a mi parecer, más sublime.
Diseñando sobre ella el boceto de un modelo
bio-psico-socio-cultural
que sirva para poner en rodaje un
programa de actividad para las personas mayores, -los viejos-,
con el objetivo de que lo más hermoso de su humanidad, las
características más esenciales de lo humano,
perduren y se potencien hasta el último
momento.

Aún siendo solo apuntes que van conformando una
idea, me conducen directamente a chocar contra la utopía.
Pero creo que hay que enfrentarse a ella. No podemos esconder la
cabeza y seguir eludiéndola. Ella está girando en
torno nuestro desafiante. Si no lo hacemos permaneceremos atados
al pasado.

"Tercera Edad":
concepto engañoso

Demasiado a menudo se utiliza el lenguaje para no
entenderse. Inconscientemente o no se utilizan todos los medios
para que ese lenguaje nos envuelva y se apropie de nosotros. El
hábito lo institucionaliza y la institución lo
habitúa. El hábito puede impedirnos ser una base de
progreso pero cuando encarna realmente lo contrario a un proceso
de cambio y de adaptación permanente al medio adquiere el
peor de los sentidos.

Tanto afán por desvirtuar el lenguaje y que esa
desvirtuación se extienda inexplicablemente debe tener una
explicación. El lenguaje desvirtuado no pierde el sentido
sino que adquiere otro distinto.

Aunque carente de todo contenido científico a
cualquier nivel, el concepto de "Tercera Edad" tiene una
significación precisa, pero no es aquella que aparenta,
sino la que esconde.

Como todo eufemismo -palabra bonita para denominar algo
que creemos feo-, su significación hay que buscarla en la
fealdad que pretende ocultar. Es una máscara bajo la cual
hay que rebuscar si de verdad queremos saber lo que esconde.
Quizá no queramos saberlo nadie, ni las instituciones ni
las personas. Y por esa razón adquiramos tan
fácilmente el hábito, porque ello supone una
justificación de nuestro comportamiento.

Lo que hoy todo el mundo llama "Tercera Edad" siempre se
ha llamado vejez.

¿Qué tiene de feo la vejez para que se
adopte ese calificativo, en el mejor de los casos
"cariñoso"?

A mi modo de ver, la visión que tenemos de la
vejez es mala, porque nos han inculcado que la vejez supone la
pérdida de algo que también nos habían
inculcado como bueno. La sociedad ha ensalzado la juventud
adornándola con una serie de tópicos. En
contraposición debe desvalorizar la vejez al carecer de
dichos tópicos y añadiéndole otros
distintos.

Lo desvalorizado inmediatamente se convierte en marginal
y segregativo. Pero como esos viejos son nuestros padres, -y
nosotros también seremos viejos-, adquirimos un complejo
de culpa y adoptamos un comportamiento y un calificativo que lo
encubre. Un calificativo "cariñoso" y un comportamiento
caritativo, condescendiente, de favor y de limosna. Donde la
justicia ha sido raptada se preconiza la caridad. Y se refleja en
una política, en su grado más óptimo, de
entretenimiento y distracción. Matar el tiempo. No
aprovecharlo para vivirlo y desarrollarse plenamente.

Como todo eufemismo adquiere un nuevo significado,
calificando más a quien lo utiliza -por su
comportamiento-, que a quien va dirigido.

Una sociedad competitiva, individualista, cuyo valor
supremo es la productividad, rechaza todo lo que no sea
productivo. No valora a la persona por sus capacidades humanas,
sino como objeto o máquina productiva. Después de
pasarse toda una vida exprimiendo la máquina
obligándola a superproducir, cuando la máquina se
agota se la arrincona y nos olvidamos de ella. Lo mejor para esa
maquinaria económico social es que cuando la
máquina, -la persona- no produce lo que se esperaba, se la
aproveche para chatarra, -se la inhabilite, se la retire, muera-.
Ve como una carga al viejo porque tiene que alimentar una
máquina que ya no produce. Su condición
absolutamente explotadora no quiere reconocer que esa
máquina -el viejo- ha estado pagando muy caro, durante
toda su vida, la vejez de ahora.

No es una caridad ni un favor, hacer que su vejez sea
plácida y llena de disfrute. Es sencillamente su derecho.
Y la sociedad tiene la obligación de cubrirlo. Pero esta
sociedad además cree, se justifica creyendo, que los
ancianos no tienen necesidades como los adultos o los
jóvenes. -Son considerados vegetales o animales rumiantes
o se les convierte en ello-, con lo cual, con un regalito
cariñoso se quedan tan contentos. Además el sistema
ha descubierto la forma de "reciclar" a los viejos. Si no
producen que consuman. Así la máquina
seguirá siendo rentable. Y este es el ocio que se ha
creado para ellos. Matar el tiempo que les va quedando,
pero… consumiendo.

"Tercera Edad" tiene además un significado
clasista. Solo se denomina así a la masa pobre, baja e
inculta que vive de los Servicios Sociales. La
denominación no es aplicable a políticos,
intelectuales, banqueros, artistas… etc.

Un nombre in-significante, -sin significado- para
ocultar muchos significados. Una ideología y unos
comportamientos. Se oculta lo que se piensa, lo que se hace, lo
que se debe hacer y se exorciza la culpa, la mala
conciencia.

(Afortunadamente, desde 1990 en que fue escrito este
artículo, algunas de estas cosas han cambiado para bien en
las instituciones españolas)

Vejez: proceso
final del desarrollo

El ser humano es una entidad bio-psico-social, tres
aspectos que se conforman mutua y dialécticamente. Cada
uno influye en los demás, determinando y siendo
determinado por ellos. Y de esa dialéctica depende el ser
humano. Es necesario tener presente siempre esta perspectiva. Si
algo falla hay que indagar dentro de esa interacción,
tratando de delimitar los campos de donde pueda proceder.
Cuál es la causa y cuál el efecto.

Formando parte de un proceso evolutivo de doble
vertiente, hacia atrás el proceso filogenético -las
especies- donde la vida se asienta casi exclusivamente en un
proceso biológico. Dentro del ser humano, el desarrollo
-ontogenético-, se dirige más hacia lo social. Sin
embargo, no puede concebirse la sociedad como una entidad alejada
de la naturaleza. En el ser humano lo social es inherente a lo
natural. Lo natural deja de ser exclusivamente biológico.
Lo que determina la esencia del ser humano es convertir en
realidad lo que únicamente es potencial, lo inscrito
genéticamente, que solo mediante la interacción
social llegará a aflorar.

La evolución del ser humano, -un proceso en
sí mismo-, consta de otra serie de procesos desde el
nacimiento a la muerte. Cada proceso, por un lado, está
inscrito genéticamente desde la concepción pero
depende de factores externos, sociales, si aquel va a
desarrollarse y cómo y de qué manera
ocurrirá.

La vejez es considerada la etapa final, anterior a la
muerte, del desarrollo ontogenético. Olvidando a menudo la
dialéctica bio-psico-social vemos la vida y sus fases como
compartimentos aislados. Las primeras etapas de la vida son
consideradas como las de un desarrollo progresivo de las
capacidades y de un enriquecimiento de los comportamientos y las
actitudes. Mientras que la etapa final se describe como una fase
regresiva de la vida donde los comportamientos van
deteriorándose, las capacidades y aptitudes
empobreciéndose y degradándose hasta su
extinción. Se la llama la etapa involutiva de la
evolución.

El error está en ver esta etapa llamada
involutiva y degradante como algo natural y genético. Pero
todo lo contrario: para que se desarrollen las capacidades es
necesaria la acción estimulante del medio social. Por lo
tanto, si los comportamientos se empobrecen y degradan es porque
el estímulo social ha dejado de existir.

Durante la etapa de la vejez se asiste a una serie lenta
de transformaciones visibles desde antes de los 40 años.
Estos son cambios físicos respecto al sistema piloso, a
los tejidos. Cambios estructurales en las células, cambios
funcionales: de los sentidos, de la motricidad, del sistema
cardiovascular, del digestivo… Basándose en unos u
otros se han elaborado diversas teorías del
envejecimiento, de las que prácticamente ninguna tiene en
cuenta la influencia socio ambiental y la forma de vida. Sin
embargo, incluso en el cambio más pequeño
considerado físico o químico, puede encontrarse la
influencia de las condiciones de la forma de vida.

También se ha aplicado el baremo de la
degradación y de la pérdida para los procesos
psicológicos: sensaciones, percepciones, memoria,
comprensión, inteligencia… En su contra, otras
investigaciones han demostrado que siempre que esto
ocurría, el que realmente estaba degradado era el
estímulo social. Lo que ocurre es que se está
aplicando el carácter de natural a lo que es habitual, a
lo que ocurre a menudo, pero una cosa es que sea habitual y otra
natural. Con ello se evade la responsabilidad social. En un medio
social degradado, carente de estímulos, un anciano de 80
años puede estar por debajo de las capacidades de un
niño de 4 años. Por el contrario, en un medio rico
en estímulos, el anciano de 80 años puede estar en
al plenitud de sus facultades, de modo muy similar a como estaba
a los 60 años. Los ejemplos que demuestran esto son
muchos, recordemos solo a Picasso, Kant, Churcill… En la
actualidad tenemos muchos más.

La vejez es el resultado, mejor o peor, de la vida
anterior desde la infacia. Se envejece como se ha vivido. De la
calidad de lo vivido depende la calidad de la vejez. La forma de
vida que se haya desarrollado, aún siendo particular y
propia en cada persona, depende de las posibilidades que la
sociedad le haya proporcionado. Así, las condiciones
particulares son condicionadas por la historia, la
economía, la cultura, etc. Por ello el problema del
envejecimiento es un problema social y hay que abordarlo desde
esa perspectiva. Hemos de cambiar las condiciones sociales para
mejorar la vejez. Lo demás son parches.

Jubilación, sentido
lúdico

El concepto de jubilación se presenta en la
actualidad como dos contrasentidos: dos significaciones
contrarias y antagónicas. Por un lado el sentido real y
social de la jubilación pero alejado del contenido
semántico del término. Por otro el sentido lineal,
semántico, pero ideal y utópico. Uno con una
significación traumática y el otro con una
significación liberadora. Y aunque contrarios y
antagónicos a la vez uno está contenido dentro del
otro.

El concepto social, económico – laboral, de la
jubilación es el cese definitivo de la actividad laboral,
mediante una imposición social o una ley estatal. Este
hecho en sí mismo puede carecer tanto del sentido
traumático como del sentido liberador. En las
circunstancias actuales debería, quizá, tender
más hacia el aspecto liberador. Sin embargo, las
condiciones lo inclinan mayoritariamente hacia el sentido
traumático. El sentido real por lo tanto, es un trauma. Y
el sentido lineal, ideal, es una falacia.

Yo quiero aferrarme al sentido lineal de la palabra.
Jubilación como júbilo, sinónimo de
alegría, placer, felicidad. Mi deseo es convertir este
sentido ideal y utópico en el sentido real. Deshacer el
contrasentido acabando con el trauma. Pero hasta llegar a esa
meta un largo y arduo camino nos espera. No debemos rehuir el
camino por largo y dificultoso. Aún sabiendo que nunca
llegaremos al final hemos de ponernos en marcha. Otros lo
continuarán y seguro que podrán llegar al final del
camino.

¿Cómo una persona que ha estado trabajando
toda su vida, sin tiempo libre prácticamente, quizá
con un trabajo embrutecedor y nada realizador, no agradece el
momento de su retiro?

El trabajo también encierra un contrasentido. Por
un lado es un sufrimiento y por otro supone una
valorización. Para disfrutar de una hay que pagar con la
otra. El camino para conseguir la valorización es el
sufrimiento. De tal forma que llega a tener más peso la
valorización. Porque es la única que se tiene en la
vida y de la cual se derivan otras.

En este mecanismo, el tiempo libre supone
únicamente el descanso necesario para poder seguir
trabajando. En ningún caso perder el tiempo, no hacer
nada. Porque esto se convertiría en una
desvalorización.

La dedicación a sí mismo, como desarrollo
de sus potencialidades más íntimas se centra
exclusivamente en el trabajo y no en otros aprendizajes,
aptitudes o aficiones. Ese trabajo único se va a convertir
en una tela de araña de donde le va a resultar imposible
salir.

Aunque pudiera desligarse del trabajo y acrecentar y
cultivar otras actividades, el objetivo está en acaparar
trabajo y de ese modo también valorización social
además de poder económico del que nunca va a poder
disfrutar. Cuando llega el momento de su retiro se queda sin
ningún papel que representar. El asiento sobre el que se
sentaba y se sentía, se ha roto y ha caído al
suelo. No sabe hacer nada, nunca se preocupó por ello,
ahora tiene todo el tiempo del mundo y no sabe absolutamente
qué hacer con él.

Se necesita otra concepción del trabajo, junto
con otra concepción del tiempo libre, que no sean
antagónicas sino complementarias. Pero ello
implicará otra concepción de la riqueza social, -de
su distribución-, y otra concepción del ser
humano.

La primera supone, en principio una
redistribución del trabajo, de modo que se trabajen menos
horas, para tener más tiempo libre y además para
que puedan trabajar más personas. Es la única forma
de acabar con el paro, que la jubilación impuesta no ha
conseguido, ya que en el trabajo se ocupa el mayor tiempo
posible.

Una redistribución del trabajo y de los
beneficios, más igualitaria, que hoy es posible gracias al
desarrollo de los medios de producción, pero a lo que no
están dispuestos quienes acaparan la mayor parte de esos
beneficios. Y esa redistribución puede empezar a llevarse
a cabo ya, en cuanto a la jubilación. Una
jubilación no obligatoria, sino voluntaria
según las necesidades y posibilidades de cada persona. Y
gradual para que el jubilado pueda ir adaptándose
a la nueva vida y comience a buscar nuevas posibilidades de
actividad sin perder la profesional.

El ser humano no puede ser valorado únicamente
como agente de producción. Debe ser antes valorado como
persona, potenciando el desarrollo de sus potencialidades
más esenciales e íntimas. Solo el ser humano
autorrealizado en sí mismo puede volcarse en la
construcción social de forma solidaria.

En esa concepción, trabajo profesional remunerado
y otras actividades vocacionales no profesionales, deben
complementarse. El trabajo es la parte dedicada más
directamente a contribuir a la construcción social y debe
ser lo más grata posible. No alienante. Las otras
actividades dirigidas a satisfacer las necesidades más
intimas y personales, con las que las cualidades humanas van
superándose y enriqueciéndose, y por supuesto
también contribuyen a enriquecer la sociedad, quizá
de forma más cualitativa y desde luego más libre.
No puede ser un tiempo muerto, sino un tiempo de disfrute total,
creativo, realizador. Las posibilidades de ello son
prácticamente infinitas.

Solo entonces la jubilación adquiriría el
sentido lúdico del término, pero ya no sería
necesario porque el júbilo formaría parte de toda
la vida.

Mientras tanto hemos de dirigir nuestros esfuerzos
porque la jubilación sea el momento donde empieza la
alegría y desde ahí y para siempre, el tiempo del
placer. Una vez liberados del trabajo alienante, dediquemos toda
la vida a hacer lo que hasta ahora nos había estado
prohibido. A vivir. A los 70 años aun se puede aprender y
descubrir la vida. No hay que perder el tiempo.

Para un modelo
integral de jubilación

Volvamos, para terminar estas páginas, a la
unidad dialéctica bio-psico-social, que materializa y
encarna el ser humano.

La vida humana se encuentra en la encrucijada entre lo
genético y lo adquirido. El cuerpo es el soporte material
de la persona.

La tríada bio-psico-social conforma al ser
humano. Y todos los aspectos que forman esa personalidad han de
verse en una interacción constante y nunca como
compartimentos aislados, sin relación entre ellos o con
relaciones unidireccionales.

Lo que al humano diferencia de las demás especies
es su dimensión psico-social. Esto es lo que le confiere
su esencia humana. En el desarrollo de la dimensión
psico-social centraré los esfuerzos del modelo
programático que pretendo esbozar.

El cuerpo no es algo ajeno a esa dimensión. En el
cuerpo se materializa el ser. En el cuerpo y desde el cuerpo la
personalidad se forma, se manifiesta y se expande. Lo que la
persona es se lo posibilita la sociedad a través del
cuerpo. Este es el medio posibilitador. Receptáculo,
receptor y transmisor. Los estímulos son recogidos por el
cuerpo y enviados a la mente para que los codifique. Lo social es
adquirido y aprendido por el cuerpo mediante sus canales
sensoriales, -a la vez que estos van desarrollándose,
agudizándose y enriqueciéndose-. De este modo se va
elaborando el contenido psíquico, se integra y se organiza
dando lugar a la representación mental. Ese bagaje,
creciendo continuamente va creando y diversificando nuevos
contenidos que revierten de nuevo a la sociedad, -utilizando de
nuevo el cuerpo como canal expresivo-, de variadas formas. La
sociedad se enriquece con ello, crea nuevas formas y lo vuelve a
revertir a las personas. El ciclo se repite y retroalimenta
continuamente.

La sociedad no es aquí un ente ni una
organización superior. Son las personas. En esa
relación persona – sociedad hay siempre cuerpos, personas.
La relación se da entre cuerpos y entre personas, siendo
la base primaria de esa relación corporal el
afecto.

Volvamos a subrayar diversos aspectos de la unidad
cuerpo – mente.

Aún siendo dos entidades distintas, cuerpo y
mente se determinan mutuamente. Y siempre todo planteamiento debe
basarse en esa interrelación. Sin embargo se observan y
pretenden vivirse como si fueran dos entidades completamente
distintas y contradictorias.

Existe una preocupación excesiva, obsesiva, por
el componente corporal en cuanto elemento físico, separado
de lo mental y poco o nada por este último. Pero cuanto
más se desgaje el cuerpo de la mente, más dejamos
de ser humanos. Lo que ocurre es que aunque nosotros los
separemos intelectualmente, cuerpo y mente siguen funcionando
como una unidad indisoluble y esto nos salva. Pero olvidarlo
supone encarar los problemas parcial y
superficialmente.

Se dedican importantísimos esfuerzos
económicos y humanos para alargar la vida y luchar por la
salud física, más allá incluso de las
fronteras previsibles, pero pocos caminos se abren para
engrandecer el contenido psíquico y alejarse de la vida
vegetal. Hoy, gran parte de ancianos mantienen una vida meramente
vegetal.

El cuerpo debería observarse más como
medio por el que la psiquis se forma y se engrandece. Queremos
cultivar el cuerpo en este sentido y no en el de la belleza
estereotipada, la fuerza muscular y la competitividad.

Hay que agudizar los canales sensoriales, receptivos,
para que a la mente llegue la máxima información y
posibilitar también los canales de expresión para
que el contenido de la comunicación sea completo. De igual
forma que el niño necesita cuanto más
pequeño y más handicaps padezca, una mayor
estimulación, un mayor énfasis por desarrollar los
canales sensoriales, según sea su grado de deterioro,
necesitará más o menos de ello. La mente es el
resultado de las sensaciones, vivencias y experiencias
corporales. De la riqueza de éstas depende la
psíquis. El cerebro las organiza y estructura, creciendo a
partir de ellas, el pensamiento y la representación
abstracta, y mediante diversos canales expresivos que
-también hay que desarrollar- revierten al exterior. En la
elaboración propia, -creación- que la mente realiza
partiendo de las informaciones sensoriales y en la
expresión posterior, -comunicación- , (que puede
llegar a ser ARTE), se encuentra la máxima
realización humana. En esa comunicación se vuelca
toda la personalidad humana: emociones, sentimientos, vivencias,
experiencias, imágenes

Y para concluir, enumeremos a continuación una
serie de puntos dirigidos a establecer un modelo de
actuación permanente con las personas de edad avanzada,
desde la etapa de la pre-jubilación, incluso mucho antes,
como un continuo reciclaje.

Basándonos en la potenciación
máxima de todas y cada una de las capacidades y
posibilidades del ser humano. Desde el ámbito interno,
propio, individual, hasta el ámbito intergrupal e
intergeneracional. Atendiendo prioritariamente al grado de
estimulación de la actividad y a su calidad y erradicando
las actividades cuyo grado y calidad de estimulación se
acerquen a lo nulo o negativo. Las formas pasivas de
entretenimiento en las que se permanece como espectadores
embobados, han de ser eliminadas. Hay que acabar con la inercia y
la pasividad como hábito de vida, porque no son formas de
vida, sino más bien formas de muerte. La inercia y la
pasividad es el camino de la vegetalización. La actividad
es vía de vida. El movimiento es vida. Genera vida y
humanización desde la filogénesis a la
ontogénesis.

Mi propuesta, aunque pueda considerarse en muchos casos,
ambiciosa, sabiendo conscientemente que los niveles que podamos
alcanzar queden muy por debajo de nuestras propuestas, los
mantenemos claramente como meta, como camino a seguir y como
objetivos por los que tenemos que seguir trabajando
permanentemente.

  • Programas de estimulación
    sensorio-psico-motora. (Táctilo, cutáneo,
    quinéstesico, visual, auditivo) potenciando todo tipo
    de sensaciones: óseas, musculares, articulares,
    tónicas, temporales, espaciales, desde
    prácticas como la psicomotricidad, la eutonía,
    la relajación, el ritmo, la expresión
    corporal…

  • Programas de estimulación hacia la
    creatividad, cualesquiera que sean sus formas o
    manifestaciones (plástica, musical, escénica,
    visual…)

  • Programas de aprendizaje de técnicas y
    manualidades.

  • Programas de alfabetización y
    culturalización. Establecimiento del hábito de
    la lectura como forma de acceso al mundo literario,
    desarrollando su fluidez y comprensión. De igual forma
    posibilitar el hábito de la escritura como forma de
    expresión y pensamiento.

  • Programas educativos teórico –
    prácticos. Materias de interés general.
    Especialidades. Temas de actualidad. Seminarios. Talleres.
    Deportes. Viajes culturales…

  • Programas de participación socio – cultural
    entroncados en el medio.

  • Establecimiento de canales de expresión y
    comunicación multimodal (verbal, corporal, escrita,
    dramática, plástica, literaria,
    deportiva…)

 

 

Autor:

Joaquín Benito
Vallejo

Jornadas: El ocio en la tercera
edad.

Organizadas por Actilibre – Expo
Ocio

Abril 1990. Madrid

 

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