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Vida y obra de Alejandro Casona (página 3)



Partes: 1, 2, 3, 4

El teatro y la
crítica

"Yo creo que el teatro debe concebirse en lírico,
pero realizarse en dramático", decía Casona en
1935, encontrando adecuada fórmula de expresión a
la característica uniforme de su teatro. "… El teatro no
es una literatura fundamentalmente. No es el libro lo que me
incomoda únicamente, sino esto puesto en pie, con luces,
con dirección, con la actriz, con el actor, con el
público. Ahí está lo fundamental. La gran
aventura del teatro es la muchedumbre", añadiría
casi treinta años después, al volver a
España. "Tengo que escribir paseándome, saliendo
por los jardines y caminando entre pinares, entre árboles
que huelan. Así suelen producirse en mí las ideas
para una comedia. Después, lo que se llama escribir el
tema, enamorarse de él…, una vez que he inventado el
tema y que lo encuentro, cuando me siento a escribir no me cuesta
esfuerzo alguno", explicaría. Cuando al regresar a
España, su teatro triunfaba de forma poco menos que
apoteósica, diversas críticas despertaron ardientes
polémicas, canalizadas fundamentalmente en torno a su
interpretación del realismo: "¿Qué les pasa
conmigo? ¿Cómo, después de llevar tantos
años escribiendo y estrenando comedias, puedo ser juzgado
de un modo tan subjetivo? ", arremetía Casona en una
entrevista con José Monleón, publicada en la
revista Primer Acto en enero de 1964. Inmediatamente,
con convencimiento, explicaba su idea de lo que en arte debe
entenderse por realismo: "Yo he llevado el teatro del pueblo,
formando parte de las Misiones Pedagógicas, por más
de 500 pueblos de España. Recuerdo aún cuando
llegamos a Sanabria. Iban médicos, ingenieros, peritos
agrícolas… Pintamos y decoramos la escuela. Construimos
un camino hasta su puerta. Estudiamos el plan de cultivos
más adecuado; aún recuerdo que pedimos trigo del
Canadá y que los resultados fueron magníficos. Mi
trabajo fundamental era dirigir una compañía de
teatro creo que las representaciones deslumbraban a las gentes
más que todo el resto. Me acuerdo, como si le viese ahora,
que una tarde montamos "El dragoncillo", de
Calderón. Un campesino con actitud despectiva, sacaba los
grumos del tabaco cuando se levantó el telón. Se
había pegado el papel de fumar al labio y le pasaron los
40 minutos en un segundo. Cuando acabo la representación
sintió una especie de sobresalto… Yo creo que cada cual
cumplía una función; la mía era el teatro;
la del otro, decirle al campesino la mejor época de
siembra. Y, con decir esto no desprecio el trato político-
social que, al contrario, respeto. Simplemente yo hago mi
teatro"; Autonomía que defiende con insistencia: "Yo no
miento jamás en mi teatro. Hago el teatro que me sale y
responde a mí por su sinceridad. Mi obra es unitaria y
basta leer un par de escenas para que cualquier crítico lo
identifique como mío. Nunca he escrito sirviendo ideas o
afectos ajenos. Como decía el poeta, el vaso es
pequeño, pero limpio y mío…" Sabe, incluso,
justificar histórica y circunstancialmente las
líneas maestras de un teatro que, proyectado en
América, es decir, "en casa ajena", no podía ni
denunciar, ni instruir: "Tenía que escribir el teatro del
amor, del odio, de la venganza… Por eso se me puede acusar, con
razón, de estar desligado del dato contingente, pero no
del hombre. Su ininterrumpida actividad como guionista de cine,
colaborador radiofónico, articulista, ensayista,
conferenciante, adaptador y traductor de obras ajenas, Alejandro
Casona escribe, y estrena, hasta su regreso a España, esta
extraordinaria nómina de obras, todas ellas, según
alguno de sus críticos, de calidad admirable: "Las
tres perfectas casadas"
(1941);" La dama del alba"
(1944) "La barca sin pescador" (1945); "La molinera
de arcos"
(1947); "Los árboles mueren de
pie"
(1949); "La llave en el desván" (1951);
"Siete gritos en el mar" (1952); "La tercera
palabra"
(1953); "Corona de amor y muerte" (1955);
"La casa de los siete balcones" (1957); "Carta a una
desconocida"
(1957), y "Tres diamantes y una mujer"
(1961).

Buena parte de esta labor escénica de veinticinco
años será traducida a diversos idiomas – entre
ellos el hebreo – y se representará en los teatros
más importantes dentro y fuera de Europa.

El éxito internacional alcanzado por Casona no
impidió que éste se viera asaltado frecuentemente
por la nostalgia de su tierra natal. Esta nostalgia
comenzó a hacerse insufrible a partir de1955. La necesidad
del regreso se va haciendo imperativa tras su breve escala en
Barcelona – donde ve a su padre, ya muy anciano – durante un
viaje a Francia y Portugal; tras el recuerdo fresco de la patria
que le lleva su propia esposa, que visita España en 1958;
y, definitivamente, tras su propia estancia en Madrid durante
algunas semanas de 1961. Por fin, en abril de 1962, la familia
Casona abandona de forma definitiva Buenos Aires para fijar su
residencia en Madrid, donde se representa el 23 de abril de ese
mismo 1962"La dama del alba", con el mismo clamoroso
éxito de público que tendrán las
representaciones de:" La barca sin pescador" (16 de
febrero de 1963); "Los árboles mueren de pie" (18
de diciembre de 1963), o "La casa de los siete balcones"
(29 de marzo de 1964). Una a una van representándose en
España las obras que ya había obtenido gran
resonancia en los ámbitos teatrales extranjeros. Con estas
representaciones, Alejandro Casona va reencontrándose con
el público español, que, en honor a la verdad, le
recibió con los brazos abiertos. No se necesitó
mucho tiempo para que Casona se viera alzado a la cima de la
popularidad: de todas partes se le llamaba para dar
conferencias.

"El caballero de las
espuelas de
oro"

La última de las obras escritas por Casona,
primera que vio la luz en España tras su definitivo
regreso en 1962, es "El caballero de las espuelas de
oro
". Retrato dramático en dos tiempos, dividido en
ocho cuadros, cuyo personaje central es Don Francisco de
Quevedo.

De ella dice Federico Carlos Sainz de Robles que "es
obra que se aparta radicalmente del resto de la producción
escénica de Casona". La razón de este radical
apartamiento hay que buscarla en la propia circunstancia
histórica que como autor teatral tuvo que vivir, y vivir
dramáticamente, Alejandro Casona a su vuelta a
España.

La idea del regreso había sido obsesiva para el
autor de "La dama del alba" desde mediados los
cincuenta; en sus pensamientos ocupaban un lugar destacado no
sólo los asuntos materiales – traslado, búsqueda de
piso…- y de adaptación a la situación
política de España sino también una honda
preocupación por el lugar que le correspondería en
el panorama teatral español de los 60. Era consciente
Casona de que durante el cuarto de siglo que había
permanecido desligado del quehacer escénico español
debían haberse producido en éste cambio que
podrían hacer peligrar el prestigio que como dramaturgo le
había acompañado desde el estreno de: "La
sirena varada"
y "Nuestra Natacha."

Para cerciorarse, y precaverse, de los efectos de estos
posibles cambios, durante una breve estancia en Madrid en 1961
hizo que su amigo Sainz de Robles le trazara, muy en detalle, el
panorama del teatro español contemporáneo. No hay
que dudar que tan sagaz crítico le haría ver que
los autores españoles no habían permanecido
estancados sino, muy al contrario, abiertos a todos los vientos
renovadores que se habían levantado en los teatros
mundiales de la posguerra. Le habría hecho observar,
también, el fuerte compromiso que los dramaturgos
más jóvenes tenían con la realidad
inmediata, compromiso que había acarreado un sensible
cambio de tono en el lenguaje de la escena, y en el modo de
entender la propia función del teatro.

Durante esta misma estancia de unas semanas en Madrid
-recordemos, en 1961 – Casona tendría oportunidad de
asistir en directo al éxito clamoroso que estaban
obteniendo las obras de Buero Vallejo pertenecientes al luego
denominado "ciclo histórico". "Un soñador para
un pueblo"
(1958) y "Las Meninas", cuyo estreno
estaba aún reciente (diciembre de 1960). Estas obras
según Ruíz Ramón,"toman sus materiales del
pasado histórico sin intención ni empeño
alguno de recrearlos históricamente, si no como
trampolín o espejo y como mina de significaciones cara al
presente y como "modelos" en el sentido que la sociología
da al vocablo".

No hay duda del influjo que "Las Meninas"
ejercieron en Casona a la hora de redactar la que sería su
última obra. Sobre el paradigma del drama histórico
de Buero comenzó a investigar concienzudamente en la vida
y obra de Quevedo, figura que, según el propio dramaturgo,
le había interesado desde siempre pero que en su
opinión sólo podrían tener interés
para el público español. Así pues, ya desde
1961, Casona trabajaba en esta obra. Sin embargo, frente a la
relativa facilidad con que había producido todas sus
creaciones anteriores, ésta se le fue resistiendo y no vio
la luz hasta finales de 1964. Casona quería dar al
público el producto más acabado de su arte. Pero la
dificultad estribaba en el esfuerzo de adaptación a las
corrientes teatrales actuales que estaba haciendo. Este esfuerzo
de adaptación le había hecho renunciar a los temas
y técnicas a las que había permanecido fiel desde
"La sirena varada"; le había hecho renunciar,
según afirma F.C. Sainz de Robles, hasta su propia voz
poética para dar paso a la del propio Don Francisco de
Quevedo.

Las características fundamentales del teatro de
Casona anterior al Caballero… se han solido resumir en
dos notas esenciales; su lirismo por un lado y la mezcla de
fantasía y realidad por otro. Ambas notas estaban
presentes ya en su primera obra estrenada y el propio Casona fue
consciente así se lo dice a José Monleón en
una entrevista publicada en 1964 en Primer Acto de que tal vez
todo su teatro "responda a un desarrollo del mundo esbozado en
La sirena varada, que fue, por otra parte, una
revolución en el panorama teatral español de
preguerra". Y puntualiza más adelante:

"También fue nueva la intervención de la
lírica excesiva, hoy lo reconozco, pero entonces lo
sentía así y un enfrentar la realidad y la
fantasía, triunfando finalmente la primera a pesar de
vestir a esta última con las mejores galas".

La novedad del teatro casoniano en1934 es puesta
así de relieve por F.C. Sainz de Robles:

"¿Por qué La sirena varada nos
parece distinta a las obras teatrales vigentes en la
España de 1934? Ante todo por su intención: no
intenta defenderse con frases ingeniosas ni con diálogos
de oportunidad social; no pretende reflejar un costumbrismo
facilón en tecnicolor eficiente; desdeña los
efectos -trucos- de un realismo crudo, espejo de muchas vidas
similares o parecidas a las sumadas en la sala del
espectáculo; repudia el chiste rebuscado y la
situación retrucada; rehuye el vocabulario corriente y
moliente y la táctica para alcanzar epidérmicas
reacciones. La intención de Casona en su comedia juzgada
suma una serie de problemas planteados por vez primera sobre los
escenarios: la dignificación de la frase en su mejor
expresividad lírica y la dignidad de la idea en su secreto
más engolosinante; la superación del realismo
ortodoxo en un plano de identificación con el mundo de los
soñado, de lo imprevisto, de lo asombrosamente revelador;
la caracterización de los personajes no por su
palabrería y por sus respingos sociales, sino por su
voluntad subterránea de evadirse de las trampas de lo
vulgar; la revalorización del instinto como
inspiración vital, y con él las potencias
subconscientes e inconscientes; la recuperación de la
realidad normal de las verosímiles y asequibles sorpresas
de la realidad extraordinaria; la armonía de lo vivido y
de lo anhelado no como incidencia, sino como
coincidencia".

Los mismos valores pueden encontrarse en "Prohibido
suicidarse en primavera"
(1937) o en "Los árboles
mueren de pie"
(1949), en las que se plantea el mismo
enfrentamiento entre realidad y fantasía. Podemos decir
que durante toda su vida Casona fue fiel a los planteamientos
dramáticos de su juventud, profundizando, si cabe, cada
vez mas en su posición lírica (buena prueba de ello
son "La dama del alba" (1944) y "La casa de los
siete balcones"
(1957).

En América, estas constantes le habían
franqueado siempre las puertas del éxito, a pesar de que
ninguna de sus obras reflejara los problemas del momento. Al
llegar a España el público español
pareció reaccionar de igual modo. Una a una fueron
estrenándose en los escenarios españoles las obras
que durante veinticinco años de exilio había
producido Casona. Todas con gran éxito de público.
Un público que fervorosamente aplaudía al mito
Casona que había ido forjando desde su partida en
1937.

Pero el dramaturgo, que, como he dicho, conocía
ya el cambio que en la escena española se había
producido desde que ganara el premio Lope de Vega la obra de
Buero "Historia de una escalera" (1949), se
sentía cada vez más inquieto y desasosegado. La
crítica joven le pedía con insistencia una obra
nueva no estrenada fuera de España y se mostraba cada vez
más recelosa de que el dramaturgo pudiera adaptarse a los
nuevos tiempos. El recelo se convirtió en franca
hostilidad. A medida que se iban representando las obras de
Casona se iban sucediendo también en las revistas
especializadas, ínsula y primer acto primordialmente, las
críticas más negativas. Ricardo Domenech denuncia
la falta de actualidad de las obras de Casona. "Que si cuando
nacieron ya eran viejas, hoy nos parecen piezas de museo"- , su
poca utilidad en un momento en que los dramaturgos han optado por
dar "la batalla a favor de un arte realista, comprometido,
responsable" con el que nada tiene que ver con el teatro
casoniano, "teatro poético, teatro donde la realidad es
presentada a través de un laborioso proceso de alquimia,
teatro que cuida más de lo retórico de una frase
que de su verosimilitud en el lenguaje cotidiano, teatro, en fin,
que nos da una versión amable y convencional de la vida y
donde todo lo que puede tener una entidad trágica se
diluye y se esfuma por obra y gracia de un afán
esteticista…

A estas críticas se unen A. Fernández
Santos y José Monleón, para quienes el teatro de
Casona es, como para Domenech, un teatro lírico alejado
del teatro realista y social vigente, un teatro de
"evasión".

Estas opiniones acerca de su teatro hacen mella en el
ánimo de Alejandro Casona, acostumbrado desde sus
comienzos a un éxito sin fisuras. La experiencia del
retorno se le convierte en una experiencia agridulce en la que se
mezclan los aplausos del público y el acíbar del
rechazo de los críticos. Vive desasosegado y en ocasiones
su nerviosismo le vuelve irascible incluso en público.
Resulta casi patético observar cómo interpela
directamente a los críticos del Primer acto en
una entrevista publicada en enero de 1964. Según palabras
de J. Monleón, Casona fue directamente al asunto que le
inquietaba preguntando: "¿Qué les pasa conmigo?
¿Cómo después de llevar tantos años
escribiendo y estrenando comedias, puedo ser juzgado de un modo
tan subjetivo? ".

También es patente su amargura en las palabras
que dirige a Antonio Gala desde las páginas del
número 51 (1964) de Primer acto, en que se
publica el texto de "Los verdes campos del
edén
":

"Si hoy vengo otra vez aquí es simplemente a
avisarte de un grave peligro que estas corriendo, porque has
tenido el atrevimiento inaudito de llegar a la escena
española con tu carga fresca de humor, de poesía y
de ternura precisamente en un momento en que la sonrisa empieza a
estar muy mal vistas entre los que dictan la moda en nuestro
teatro. Tan mal vistas que, de seguir así, pronto
estarán las cosas condenadas a destierro en nombre de un
mal llamado "realismo", mucho más falso en su
imitación de la realidad que aquella magnífica
"mentira desnuda " en que el teatro tuvo su nacimiento y sus
siglos de oro."

El esfuerzo que debería hacer para adaptarse al
teatro realista imperante en aquellos días, no hay duda,
tenía que resultar en extremo doloroso para un hombre que
se había forjado en el credo estético del lirismo y
que creía firmemente que "por mucho que los dictadores de
la moda truenen contra la poesía, no creo que nadie pueda
expulsarla jamás de los escenarios, que son su casa
solariega".

El fruto de este esfuerzo, como he dicho, es "El
caballero de las espuelas de oro
", que el propio autor
-recuperamos aquí la voz de Casona – resume así a
José Monleón en la entrevista antes
citada:

"El protagonista es Quevedo, un personaje que me atrajo
siempre. Hasta ahora no he podido escribir la obra meditada
durante tantos años: ¿Qué Quevedo, iba yo a
presentar en América? Es aquí donde debo gritar,
donde Quevedo tiene una significación, donde se le puede
entender… Muchos me han dicho que la figura de Quevedo no es
buena para el teatro porque "le falta mujer". Pero yo creo que
hoy el público acepta la problemática del hombre
solo. Además, en la vida de Quevedo si hay mujeres.
Quizás el mejor soneto en lengua castellana es el que
dedicó Quevedo a una mujer que conoció en Italia, y
que aparece en mi obra con el nombre de Laura. En mi pieza, al
final de su vida encuentra a Sanchica, una manceba de catorce
años, que viene a personificar la visión de una
España mejor. "El caballero de las espuelas de oro" es un
drama dividido en dos partes, con un intervalo en el que se
suponen transcurridos veinte años. En la primera parte
aparece Quevedo en constante lucha y en agitada crítica
contra su tiempo. Quevedo es el Señor de la Soledad, como
los pícaros o los caballeros auténticos de la
época. En la segunda parte vemos un Quevedo agitado en
apariencia. En realidad ha dejado de ser un polemista para
consolidar su condición revolucionaria. Se le ofrece una
embajada, que Quevedo rechaza. Su lucha con el Conde- Duque de
Olivares acaba por llevarle a la cárcel de San Marcos, de
León, donde soporta grillos en pies y manos. De
allí sale incapacitado para escribir y se refugia en su
casa de Villanueva de los Infantes, donde muere. En Villanueva
encuentra a Sanchica, una muchacha de la región a quien
gustan las ventanas abiertas y la verdad gritada. Quevedo muere
en sus brazos. En cuanto al título, lo he sacado de esas
espuelas de oro que, según dicen tenía Quevedo para
la muerte, que, naturalmente, le robaron al morir. Quevedo era
cojo, y las espuelas de oro tenían un signo no sé
si de revancha o desafío. Es en esta superación de
su limitación física donde la anécdota
adquiere categoría de título."

Como se desprende de este resumen, "El caballero de
las espuelas de oro"
-pretende adherirse al paradigma del
drama histórico propugnado por Buero. Pero Casona no pudo
desembarazarse de su talante lírico y a pesar del
éxito de público que obtuvo -desde que se
estrenó, primero en Puertollano, después en Madrid
(1 de octubre de 1964) alcanzó cerca de mil
representaciones- la crítica más joven
siguió manifestándose insatisfecha. Ángel
Fernández Santos se refería al
Caballero… afirmando que "su primera obra"
"española" después de tantos años, nada
nuevo aportaba a lo que ya habíamos visto en las
"argentinas" la misma prosa, el mismo lirismo, las mismas
estructura poéticas y mentales.

Llama la atención este juicio que denuncia la
persistencia casoniana en sus esquemas y el totalmente
contrapuesto de Saíz de Robles, para quien "El
caballero de las espuelas de oro"
es un flagrante caso de
infidelidad.

La verdad es que el texto de El caballero
evidencia signos de ambas cosas por un lado una voluntaria
cesión de la voz propia a favor de la del personaje; por
otro, pasajes enteros de un contenido lirismo.

Poseedor de una técnica consumada para la
adaptación de obras clásicas, Casona presenta a un
Quevedo verosímil gracias a la incrustación en el
diálogo dramático de párrafos enteros
tomados literalmente de las obras de Quevedo. Es tal la
maestría con que los incrusta que sólo tras un
minuciosísimo examen del texto escrito es posible
reconocer las fuentes, por lo demás, confesadas por el
propio dramaturgo: Memorial pidiendo plaza en una academia,
Premática del desengaño contra los poetas gueros,
aguja de navegar "cultos" capitulaciones matrimoniales, Vida de
la corte y oficios entretenidos de ella, Premática de las
cotorreras, la culta latiniparla, El siglo del cuerno, Los
sueños
, etc.

También los textos poéticos quevedianos
reviven en boca del personaje casoniano, bien reproducidos
fielmente -caso del famoso soneto "Cerrar podrá mis
ojos…"- bien manipulados a gusto del autor, como es caso de
unos versos de la jácara de Quevedo "Relación que
hace un jaque de sí y de otros"…

El realismo histórico de Casona se sustenta casi
exclusivamente en esta mímesis lingüística
puesto que al lado de episodios realmente documentados en la
biografía del genial autor de "Los sueños"
y de la presencia en escena de personajes que convivieron con
él o al menos transitaron por la España de la
época, aparecen escenas totalmente inventadas, bien por la
leyenda popular, bien por el propio Casona. Tampoco el rigor
cronológico le preocupa. Su única
preocupación es presentar un Quevedo que, como reza la
cita del Marco Bruto que figura al frente de la obra, amoneste
"lo que debe hacer el vivo".

A la superficie del texto pretendientemente realista
afluyen, sin embargo, como dije antes, ráfagas del talante
poético del Casona de siempre: Las escenas en que se vive
el imaginario reencuentro entre Monna Laura y Quevedo, con la
inserción del conocido soneto; las escenas en que aparece
Sanchica… Sanchica, nombre que quiere simbolizar el pueblo
llano, real, sin instrucción…, pero nutrido por la
canción, por la poesía.

Proliferaron las tesis doctorales sobre la vida y sobre
la obra del dramaturgo asturiano; se le hacían
múltiples entrevistas tanto en las revistas especializadas
como en las de sociedad; se leían y representaban por
doquier, sus obras pero si la popularidad le acompañaba,
la salud se negó a hacer lo mismo: una vieja dolencia
cardiaca, se le fue agravando y hubo de someterse a una
operación quirúrgica en julio de 1965. La
recuperación no fue posible y falleció, tras una
nueva intervención, el 17 de septiembre de
1965.

Ejes fundamentales en
el teatro de Casona

Todo el teatro de Casona gira en torno a tres ejes
fundamentales: el amor, Dios y la muerte. Parece raro que la obra
de renombre de un autor como es Casona, pueda resumirse en tres
protagonistas tan claros, pero es así: Dios, el amor y la
muerte.

Para entrar en materia hay que entender primero tres
conceptos fundamentales: ni la muerte es el fin de la existencia
(únicamente), ni el amor es de una fuerza pasiva, ni Dios
es un ente abstracto que se limita a esperar la acción
humana.

El amor es una fuerza viva que hace a los protagonistas
llegar incluso a la muerte, siendo esta la única manera de
estar realmente libres, siempre y cuando Dios esté de
acuerdo con la decisión. Dios dispone, el amor ata y la
muerte libera.

El universo del hombre está basado en un
equilibrio, en un Cosmos perfecto, pero ese Cosmos es roto por la
entrada del amor. El equilibrio sólo es repuesto con la
llegada de la muerte, ya que de otro modo el individuo vive en
constante tensión, con la preocupación de perder lo
que tiene, o habiéndolo ya perdido.

En caso de que el individuo trate de recurrir al
suicidio contraponiéndose con lo primero, sólo el
amor consigue salvarle, aunque es Dios quien está
detrás de ese amor, Él es quien pone la mano para
que la muerte se realice o no.

El individuo no puede conseguir la paz, es decir, la
liberación, si trata de poner fin a su existencia por su
propia mano. El hombre alcanza la paz si muere de manera natural
o alguien le obliga a morir, de ninguna otra manera.

En síntesis el individuo está sujeto a
constantes cambios que rompen su Equilibrio, que le obligan a
salir de su realidad y a conocer otras, el amor, el
desengaño (implícito ya en el amor) le obligan a
vivir en una constante tensión que se rompe con la llegada
de la muerte ¿y qué es la muerte sino una fase
más de la vida?.

La vida es una inmensa carrera, todos salimos y nos
encontramos con obstáculos que debemos atravesar, con
más o menos dificultades, ahora bien, es inútil
tratar de poner fin a la carrera antes de tiempo, siempre va a
haber algo que nos empuje a continuar.

Ya sea el caso de "Los árboles mueren de
pie
", con un ramo de rosas que dice mañana, o con la
promesa de un mundo más bonito en "Nuestra
Natacha
", el individuo encuentra una razón más
poderosa para vivir que para provocarse la muerte.

Estaba desesperada… No podía más. Nunca
tuve una casa, ni un hermano, ni siquiera un amigo. Y sin embargo
esperaba… esperaba en aquel cuartucho de hotel, sucio y
frío. Ya ni siquiera pedía que me quisieran: me
hubiera bastado con alguien a quien querer yo. Ayer, cuando
perdí mi trabajo, me sentí de pronto tan fracasada,
tan inútil. Quería pensar en algo y no
podía. Sólo una idea estúpida me bailaba en
la cabeza: "no vas a poder dormir… no vas a poder dormir". Fue
entonces cuando se me ocurrió comprar el veronal.
Seguramente las calles estaban llenas de luces y de gente como
otras noches, pero yo no me di cuenta hasta que llegué a
mi cuarto tiritando. Hasta aquel pobre vaso en que
revolvía el veronal tenía rajado el vidrio. Y la
idea estúpida iba creciendo: ¿Por qué una
noche sola…? ¿Por qué no dormirlas todas de una
vez? Algo muy hondo se revelaba dentro de mi sangre mientras
volcaba en el vaso el tubo entero; pero ni un clavo donde
agarrarme; ni un recuerdo, ni una esperanza… una mujer
terminada antes de empezar. Había apagado la luz y sin
embargo cerré los ojos. De repente sentí como una
pedrada en los cristales y algo cayo dentro de la
habitación. Encendí temblando… Era un ramo de
rosas rojas, y un papel con una sola palabra: "Mañana"
¿De dónde me venía aquel mensaje?
¿Quién fue capaz de encontrar entre tantas palabras
inútiles la única que podía salvarme?.
Mañana. Lo único que sentí es que ya no
podía morir esa noche sin saberlo. Y me dormí con
la lámpara encendida, abrazada a mis rosas
¡mías!, las primeras que recibía en mi
vida… y con aquella palabra buena calándome como otra
lluvia: Mañana, mañana, mañana…

En los casos como "Corona de amor y muerte", la
protagonista es realmente libre cuando ya esta muerta, llegando
incluso a aparecer para dar las gracias por la paz que le han
proporcionado después de su muerte.

Casona plantea en sus obras la muerte en todos sus
aspectos: asesinato, suicidio, la muerte anunciada, el
parricidio…, aunque todo en un ambiente muy idílico en
donde comprobamos como ya hemos dicho que la muerte no es, ni
mucho menos, el fin del individuo.

Nuestro autor nos plantea también la idea de un
mundo sobrenatural, que nos lleva a conocer ese otro lado, el que
esta más allá de la muerte, planteado como un
remanso de tranquilidad.

Estos y otros aspectos de la muerte son los que nos
proyecta Casona a lo largo de sus obras. Hay que decir (y que
conste que esto es algo a titulo personal, no constatado por
ninguna fuente) también que Casona teme a la muerte, a esa
muerte violenta que el mismo cuenta. Destaca que ninguno de sus
personajes encuentra la muerte de manera tranquila, todos son
víctimas de la violencia, del suicidio o de la
desesperación.

Sin embargo Casona no murió víctima de la
violencia que tanto temía, murió de enfermedad, en
la paz del hospital rodeado por aquellos que le querían y
recibiendo noticias de su éxito. De alguna manera su
propia muerte fue la más tranquila de su obra.

Los temas de
actualidad en el teatro de Casona

Casona trata en sus libros temas tan actuales como las
drogas o la prostitución. Hay que tener en cuenta que
Casona escribe desde los años 20 hasta mitad de los
sesenta, sobrevive a la Guerra Civil y a la Guerra Mundial, a la
censura y al exilio, admirado por muchos y odiado por algunos. Es
un autor"diferente", revolucionario a su
modo.

Habla de esos temas que todos temían pero los
cuenta bajo un halo de fantasía, de misticismo. Nos lleva
el fango del mundo actual bajo la mano del mundo inventado e
imaginario.

Casona se enfrenta a un tema tan controvertido como son
las drogas en su obra: "Romance en tres noches". En esta
obra nos encontramos con Álvaro, adicto a lo que llaman:
otra clase de nieve, una gran esponja de
niebla
.

En fin, Álvaro huye a las montanas para alejarse
de ese mundo en el que le es demasiado fácil dar con
un gramo de sueno. Álvaro trata de no enfrentarse
a ese mundo, trata de huir de él, pero el síndrome
de abstinencia es demasiado fuerte. Es descrito por nuestro
protagonista en toda su crudeza:

"Es peor que cualquier hambre y cualquier sed. He venido
aquí para librarme de ella, y ahora, si pudiera,
volvería la fin del mundo a buscarla. (…) Hace tres
semanas que vengo luchando con todas mis fuerzas por conseguir
una hora de sueño. He corrido por el bosque; me he metido
desnudo en la nieve y luego en agua caliente; he cerrado los ojos
a la fuerza noches enteras, con los puños apretados, con
la cara contra la almohada…, inútil! Por mucho que
aprietes los párpados ves por todas partes; chispas que te
pican como avispas; los oídos te zumban; el corazón
te golpea como un martillo de fiebre, se te pega a la carne un
sudor frío, desesperado… ¡Y el cerebro sigue
ahí, en pie, despierto!"

Álvaro cede finalmente y vuelve a la ciudad,
donde accede de nuevo y acude a donde solía conseguir las
dosis, sólo que la dosis es demasiado grande y acaba
muriendo.

Casona no trata de dar una lección moral sobre
las drogas, no trata de decir: No, al estilo de los anuncios
actuales, de hecho, finalmente, Álvaro consigue la paz que
buscaba, se queda dormido y muere, sabe que nunca va a poder
dejar las drogas, por eso deja que sean ellas la que acaben con
él.

Sin embargo Casona nos cuenta la historia de la
agonía de Álvaro bajo el velo de la historia de
amor de Dan y Elsa. Dan es un montanero que suena con encontrar a
su mujer ideal y Elsa es un correo de droga, la que lleva la
nieve que luego consume Álvaro. Al final el amor por Dan
hace a Elsa abandonar ese mundo y huir a las montanas.

Nos damos cuenta en este drama de que el amor es
más fuerte que las mismas drogas, del mismo modo que en:"
Corona de amor y muerte" era más fuerte que la
muerte. La historia desarrolla su segundo acto en un club
nocturno, allí nos encontramos con tres personajes
controvertidos: Madame Olga, Astra y Clara. Madame Olga es la
Madame del local, la que controla los envíos y a la
gente.

Astra y Clara son dos prostitutas. Destaca que Clara es
poco más que una niña, se niega a ceder ante Astra
y nos revela cual es su auténtica obligación y la
relación que la une a Astra:

Astra: Llevas un vestido demasiado bonito para no
lucirlo en el salón.

Clara: Mi obligación es exhibir los
vestidos en los desfiles, pero no aquí.

Astra: ¿Y quién habla de
obligación? No puedo hacer un regalo a la mejor de mis
modelos?

Astra, al igual que Madame Olga, emborracha a Clara, le
da drogas que hacen que la chica sea más apropiada para
sus fines, ya que uno de sus clientes, Harris, está
encaprichado de la chica. Se nombra a este personaje, que no
llega a aparecer, pero que conocemos de alguna manera.

El personaje de Harris, provoca asco y sensación
de desagrado en el público. Casona nos permite hacernos
una imagen de él, un ricachón dueño de una
gran compañía, al que le gusta abusar de
niñas. Clara se niega a seguir de esa manera, aún
puede salir de ese mundo, pero Astra le obliga a seguir, alabando
las drogas para mejorar el carácter de la
chica:

Astra: Sin embargo la otra noche te quitó
el dolor. Y luego hablabas sin parar y te reías tan
alegre… Toda la noche estuviste bailando con Harris.

Clara: No lo recuerdo apenas. Lo único que
sé es que me dejó la boca con sabor a metal en la
garganta. Y por la mañana, al despertar, me zumbaban los
oídos y me dolía la cintura…

La obra trata también el drama de la guerra.
Entre la galería de personajes que desfilan por el burdel
encontramos a Durán. Durán es un veterano de la
guerra que también ha caído en las garras de las
drogas, sólo que en este caso no lo hace por necesidad, lo
hace por realmente ya ha probado todo, ha probado todos los
medios para llenar su soledad y lo único que consigue
arrancarle de sus recuerdos es la droga: un poco de
alegría prestada, una anestesia de madera
, como
él dice.

Durán, capitán de la Resistencia, se
quedó encerrado en un subterráneo con sus tropas,
durante cuarenta días, en los cuales sufrió el
hambre más atroz, llegando incluso a verse obligado a
comer barro y astillas. Durán consiguió salir vivo,
pero arrastró ese hambre durante el resto de su vida,
tanto que acabó llevando trozos de pan en los
bolsillos.

Tampoco Casona pretende hacer una lección moral
sobre esto, nos muestra sólo a un hombre enfrentado
consigo mismo, un hombre que, pese a que ahora lo tiene todo, no
puede disfrutar de nada, ya que, como dice Madame Olga: "El
pasado te sigue pegado a tu piel como un olor
maldito
".

En esta obra los únicos que pueden escapar son
Elsa y Dan. Elsa porque, pese al mundo en el que ha vivido, se ha
mantenido limpia, pura en ese mundo frío y sucio en el que
ha crecido, no ha permitido que ese mundo le manche, de modo que
hay salvación para ella.

Lleva el consuelo a otros, la muerte a otros, concede el
último sueño a Álvaro, pero sabemos que este
era ya un personaje condenado, no hay solución para
él, por lo que Elsa no tiene culpa, se limita a darle lo
que pide.

Dan es puro, ha vivido entre la nieve auténtica,
no entre esa nieve artificial entre la que ha crecido Elsa.
Cuando Dan descubre quien es ella realmente se siente hundido, ya
que él observaba que era la mujer perfecta se vuelve
indecorosa como la droga que transporta, tanto le afecta que
intenta entrar en ese mundo de Elsa, ese amor tan grande hacia
ella le ciega, hasta el punto de olvidar sus montanas y su vida
limpia.

Pero es ella, Elsa, la que le saca nuevo y le lleva al
mundo de fantasías, al mundo de la montaña separado
del lodo de la ciudad, huyendo ambos a" una imaginaria
frontera de nieve y abetos
".

Hay que decir que Casona suele plantear el
enfrentamiento entre estos dos mundos, el de ciudad y el de
montaña, quizás fruto de su pasado asturiano y del
tiempo que pasó en la soledad del valle de Arán.
Siempre el mundo de montaña es más hermoso,
más lleno de vida, más puro y más claro que
el resto. En el momento en el que los personajes caen el mundo
urbano empiezan a cambiar, a pudrirse, y sólo pueden
curarse volviendo al "otro mundo", al mundo de la
Naturaleza.

En síntesis, Casona trata temas como la
prostitución infantil, en el mundo de las modelos, de la
droga, de la guerra… sus obras causan el mismo efecto ahora que
cuando se estrenaron, y, si las cosas siguen así,
podrán representarse dentro de otros veinte años
con el mismo resultado.

Conclusiones

El individuo está atado a la vida aunque no
quiera, el hecho de querer salir de ella supone un error. La
muerte se presenta bajo diversas formas y disfraces, pero al
final se reduce a una fase más, un momento más en
la vida, que llega tarde o temprano. Lo fundamental para Casona
es como llegue.

Si se ha vivido con belleza, disfrutando cada minuto,
viviendo en su plenitud, la muerte no es algo malo, es algo que
hay que aceptar. Casona vivió dos guerras mundiales, una
guerra civil y más de veinte años en el exilio,
puede decirse que vivió ¿verdad?

Su obra es un canto a la libertad, a la vida por encima
de esa muerte violenta que tanto le gusta pintar, la
salvación de esas dulces damas suicidas a manos del amor
más dulce que la misma vida.

La muerte no es para Casona el fin de la existencia, es
un momento, decisivo, pero un momento, después de ese
momento nos encontramos en un mundo sobrenatural, un remanso de
tranquilidad, un lugar donde por fin descansar. Todos los
personajes coinciden en eso: Inés de Castro,
Álvaro, Angélica…, todos ellos disfrutan con la
muerte de un descanso que antes no tenían.

La vida es una tortura, un caos, y los personajes, que
sufren de soledad durante su vida, se encuentran que al morir
gozan de paz, de paz absoluta. Cuando el individuo cae en la
locura sólo le quedan dos caminos, o volver a ser
él mismo, o aceptar la mentira que se ofrece, viviendo en
la vida que se le ofrece, una vida irreal, pero otra vida, a fin
de cuentas.

El individuo muere cuando se acaba su vida, y renace con
su vida nueva, la vida del loco, que sabe, de alguna manera que
su mundo es ficticio, pero no tiene más remedio que
aceptarlo.

Ante esto se nos plantea la idea de Casona como un ser
resignado a su destino, pero esto está muy alejado de la
realidad. Casona no aceptaba la cercanía de su muerte, al
igual que sus personajes, que se rebelan contra esa muerte, ya
que la idea de vida está por encima de todo.

Casona nos presenta la idea de fuerzas más
fuertes que la muerte: el amor, la ilusión, la
esperanza… son fuerzas más poderosas que la muerte, por
eso la idea de muerte no se acepta sin más. Casona nos
muestra las cosas que hay que vivir antes de dejar pasar la
vida.

Los personajes viven en la oscuridad y deciden poner fin
a su vida, pero en ese momento encuentran el rayo de luz que
necesitaban, empiezan a vivir las cosas que antes no
tenían y la idea de la muerte se aleja. Todos los
personajes necesitan las mismas cosas: una mano amiga, una
persona en la que apoyarse, un pasado con recuerdos bonitos… Y
cuando encuentran eso que les faltaba, empiezan a ser
felices.

De alguna manera es esa felicidad lo que Casona trata de
mostrar en sus obras: todos los personajes son felices aunque sea
durante un momento, y esa felicidad les acompaña ya
durante el resto de sus días, del mismo modo que la
desgracia también acompaña, pero la desgracia acaba
olvidándose mientras que las alegrías siguen
quedando ahí.

Hay veces en que no hay más remedio que aceptar
la muerte (Inés de Castro), otras veces es mejor la
mentira a la verdad (Angélica) y otras, en la
mayoría de las ocasiones, es mucho más lo que nos
hace vivir (Marta Isabel), sólo hay que aceptar la muerte
cuando sea ella la que por su propia mano venga a buscarnos,
nunca yendo nosotros en su busca.

Para terminar por este recorrido debemos quedarnos, ya
no con uno de esos pensamientos que él ponía en
boca de sus personajes, sino con unas palabras que el mismo
inspiró a uno de sus amigos, a uno de esos que "tuvo
la culpa"
de que tomara el camino del teatro, con las
palabras de su amigo Víctor Ruíz
Iriarte:

"Alejandro Casona ha significado en nuestra escena una
fulgurante llamarada de poesía que el tiempo, aunque se
muestre ingrato y despiadado como acostumbra, no apagará
jamás. Era todo un hombre de teatro en el sentido
más puro y más admirable porque era también
todo un escritor – sin duda, uno de los escritores de nuestro
tiempo mas limpia y entrañablemente españoles –
diestro en las difíciles y delicadas sutilezas que el
idioma guarda para el dialogo; celoso estudiante de los
clásicos que, con una infinita gracia, había
penetrado en su difícil secreto; dueño siempre de
la palabra justa y oportuna y brillante y donosa. Por eso sus
escenas eran una pura delicia de armonía, de encanto
lírico, de emoción dramática y, cuando ello
era justo, como en la hermosa farsa de "Otra vez el Diablo", de
buen humor, cordial, inteligente y desenfadado.

Dominaba como un mago los sutiles recursos de una
situación dramática. Jugaba, empeñado en la
limpia y clara filosofía de los poetas, con el Bien y con
el Mal. Tenía un Universo propio de intervenciones y
sueños pletóricos de fantasía. Por eso en
sus fábulas surgían, como habitantes de su
particular mundo encantado, los fantasmas; y la Muerte; una
sirena – ¡inolvidable sirena enamorada! – los
pacíficos y burgueses diablos, tan bondadosos y tan
joviales, y los locos de amor. Sus comedias, sus farsas, sus
dramas, aquellos leves y encantadores entremeses escritos en sus
años mozos para la estudiantina, brillan y brillaran
siempre, encendidos de ilusión, de ternura y de
esperanza…"

Las puertas deslumbrantes que Casona abrió en el
teatro español permanecerán abiertas. Y esta, en
resumen, será su gloria y su ventura.

Documentos 

PRIMER DOCUMENTO

ALEJANDRO CASANA Y DOÑA
FAUSTINA ÁLVAREZ

      
  
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Entre las maestras que han pasado por las escuelas de
Miranda de Avilés cabe destacar a doña Faustina
Álvarez García
, madre de Alejandro
Casona
, la cual regentó esta escuela desde 1910, mes
de octubre, poco más o menos, hasta 1916, mes de junio o
julio.

Aunque en todas pastes aparece como natural de canales
(León), incluso en la correspondencia de toda su familia,
lo cierto es que su lugar de nacimiento fue en Renueva
(León), el día 15 de febrero de 1874, según
acredita la partida de Bautismo.

Sus primeros años y primeras letras tuvieron el
escenario de Canales en la casa llamada de Los Balcones, cerca de
la Iglesia Parroquial, casa señorial pero que por
razón de herencias y las divisiones que en ella se
llevaron a cabo hoy se haya en mal estado, aunque no deja de
traslucir lo que debió de ser hace años.

De inteligencia poco común, más de una vez
algún profesor gustaba de conversar largamente con ella,
cautivado por sus observaciones y por las ideas personales que
aportaba al diálogo.

Obtiene en sucesivas oposiciones las plazas de Llanos de
Alba (León) donde desempeñó por 90 pesetas
cada curso el magisterio durante dos años, Besullo (Cangas
de Narcea), Barcia (Luarca) y Miranda de Avilés,
última plaza que desempeña como maestra.

Durante esta época hubo dos hitos importantes en
su vida: el primero tuvo lugar en Llanos de Alba que fue su
primera escuela. Hacía equipo con otras maestras de los
contornos compartiendo todas la misma casa. Un día,
estando asomada al bacón (aún existe) vieron pasar
a un joven, acompañado de un mozo del pueblo. Llevaban un
caballo cargado con una maleta y un paquete de libros. Era el
nuevo maestro de Riello, que había llegado en tren hasta
La Robla donde había ido un propio del pueblo a esperarle.
Cambiaron unas palabras, y las jóvenes maestras lo
invitaron a subir, ofreciéndole el tradicional chocolate,
muy de boga en aquellos años y lugares. Según
palabras del futuro padre de Alejandro Casona": aquel
chocolate fue el principio del fin
". El maestro se llamaba
Gabino Rodríguez Álvarez. Lógicamente
todo terminó en boda. Esta tuvo lugar en Canales,
parroquia de san Adriano, Arciprestazgo de Carbajales y entonces
diócesis de Oviedo, el día seis de octubre de 1897,
según reza la partida de matrimonio.

Luego empezaron a llegar los hijos: Teresa que
nació en Canales de León, Matutina y Alejandro en
Besullo, José en Barcia y Jovita en Santo Domingo de
Miranda, Avilés.

El segundo hecho de aquellos años fue su llegada
a Miranda en 1910 cuando contaba 36 años. Fue su
última escuela puesto que aquí preparó las
oposiciones a Inspectora. En Miranda desarrolla una labor docente
y social extraordinaria: escribe en la prensa, idea la
creación de una Cantina Escolar para las niñas
pobres, que no llegó a funcionar por tener que ausentarse
cuando estaba a punto de ponerse en marcha, a su vuelta de las
oposiciones funda la Mutualidad Escolar "Perpetuo Socorro"
la primera que funcionó en Asturias para niñas…
Ella misma nos cuenta como nació su Mutualidad: "…
convoqué el jueves a las madres de familia, les
hablé de las grandes ventajas de la Mutualidad, de la
necesidad de implantar la de niñas en Miranda, y el
resultado fue la inscripción de 40 mutualistas que
apostaron la peseta que ha de figurar como primera
imposición en la libreta de dote infantil
reservado…"

Así nació la Mutualidad de niñas,
de la que su fundadora es a la vez secretaria, y secretaria
adjunta su hija Matutina Rodríguez Álvarez.
Presidenta adjunta la niña Consuelo Suárez
García "la Pachica".

Paralelamente funcionaba ya la "Mutualidad Escolar
Artime"
fundada por don José Fernández
Artime
, otro benemérito maestro de niños en
Miranda.

Escribe artículos en la prensa diaria y concurre
al Certamen que sobre Mutualidad Escolar organiza, con
carácter nacional, la Federación Nuestra
Señora de la Victoria de Melilla (Mutualidades Escolares),
siendo premiado su trabajo como hace constar en nota a pie de
página el maestro Artime en la Memoria de su
Mutualidad Ejercicio 3º (Pág. 100-127).
Bibliografía.

De su labor literaria en Miranda queda constancia, como
hemos dicho, en las páginas de La Voz de Avilés;
además del trabajo antes citado y los sabrosos comentarios
o crónicas sobre conferencias programadas en la Escuela
por la Mutualidad y que todas van firmadas indefectiblemente por
"La Maestra de Miranda", y en las que se refleja y
aflora su talante e intuición pedagoga, periodista y
escritora, en una palabra, de la madre de Casona.

Tiene publicado un folleto apenas conocido: "La
Maestra leonesa frente al problema del analfabetismo
",
Imprenta Provincial, León 1926.

A Miranda llega en el verano o acaso al comenzar el
curso de 1910, así se deduce de uno de sus
artículos en los que hace su presentación a las
madres de Miranda. Una vez puesta en contacto con la
problemática social del pueblo trata por todos los medios
de fundar una Cantina Escolar que no pudo llevar
adelante debido a diversas causas que ella expone en otros de sus
escritos, a pesar de estar ya muy avanzadas las gestiones.Funda
la Mutualidad "Perpetuo Socorro", paralela a la del
maestro Artime. Pero teniendo la vista puesta en sacar unas
oposiciones para las que se preparaba concienzudamente, acaso
resto brillantez a su labor con las niñas de la escuela.
Las largas ausencias de la maestra se dejaban notar entre las
alumnas que quedaban en manos de maestras interinas y de alumnas
aventajadas que más tarde llegarían todas a
maestras. No obstante estaba entregada de lleno a la
enseñanza compaginando estudio, trabajo, enseñanza,
y educación e incluso publicación de
artículos en periódicos y revistas como,
además de La Voz de Avilés, en La Voz de Asturias,
La Previsión Popular, etc.

Su hijo Alejandro Casona venía por
temporadas, hablaba mucho y siempre estaba leyendo y escribiendo,
pero estudiaba poco. Tenía una novia en Madrid y era
Consuelo quien le daba el dinero para escribirle.

De la estancia de Casona en Miranda he podido recoger
varias anécdotas, unas de labios de los ancianos de
Miranda; Amaro, la citada Consuelo, otras de don
José Rodríguez, hermano de Casona, etc.
Empezaremos por el artículo que el propio Casona
escribió sobre su estancia en Miranda. En carta de su
hermano 8/06/17 don José Rodríguez
Álvarez
, abogado, maestro y Licenciado en
Filosofía y Letras me decía: "…no he podido
encontrar el articulo de Alejandro sobre el Rey de las Patagonia,
en sus tiempos escolares en Miranda, aunque si sé que lo
conservo (salvo que algún amigo -lo que no recuerdo- no me
lo haya devuelto)".
Lo que sí tenemos es el
artículo que desde Argentina dedicó en el
aniversario de su nacimiento.

El mismo problema que había tenido doña
Faustina con su madre incapaz de comprender para qué
servía una hija estudiada, lo tuvo Casona con la suya
aunque por diverso motivo. La maestra deseaba que sus hijos
fueran adictos a la lectura y al estudio organizado. Alejandro no
miraba para los libros, nos dijo doña Consuelo, "no
sé como diablos podía aprobar. Apenas estudiaba o
al menos yo nunca lo veía con los libros. La madre iba con
frecuencia al Instituto. Los profesores no se andaban con
chiquitas: "Sabemos que no mira una lección pero en
los exámenes él se defiende. Como se arregla no lo
sabemos".
Y añade doña Consuelo "sobre
todo lo que se dice las matemáticas no las podía
ver ni en pintura
". Este detalle se traslucirá
curiosamente años después en su obra "Nuestra
Natacha"
escrita durante un verano en la casa, hoy Villa
Faustina, de Canales. Alejandro prefería más que
nada escribir. Era lo suyo, recuerdo que en aquel entonces andaba
a vueltas con una novelita que él había titulado
"Cabecita loca". De vez en cuando se acercaba y me
decía:

– Oye Consuelo, qué te parece que haga con
este personaje?

– No sé, los cuentos terminan siempre en boda
¿no crees? Me imagino que en las novelas pase
igual…

– No, mujer, este es el que tiene que morir, siempre
tiene que morir alguno

– Hombre Alejandro, por Dios no lo
mates…

Así, mientras su madre lo creía estudiando
él escribía aquella novela que a la vez trataba de
explicármela, preguntándome y respondiendo como si
de una obra de teatro se tratara…"

Doña Faustina innovó en Miranda nuevos
métodos de enseñanza. Las maestras anteriores no
sabían más que andar con el palo en la mano
repitiendo lecciones y copiando. "Yo, dice Consuelo,
que era de las más adelantadas, cuando vino
doña Faustina no sabía colocar las cantidades para
sumar. Ella exigió una libreta a cada alumna que titulaba
"Libreta de cosecha propia" donde se hacían
resúmenes de lecciones, de alguna explicación que
había dado en clase, redacciones, observaciones personales
de la vida del pueblo… etc, trabajaba con vocación"…
"Cuando nació su hija Teresa empezó a estudiar y
ella le preparó el programa de ingreso me preparó
también a mí al mismo tiempo porque me decía
que yo valía, aunque en mi casa no querían que
estudiara porque, según ellos, no tenían con que
pagarme los estudios, pero ella insistía que sí,
que era una pena que no estudiara, hasta que los
convenció. Luego consiguió del Ayuntamiento de
Avilés que crearan una auxiliaría para Miranda
porque siempre lleve buenas notas".

En cuanto a las anécdotas de que Casona
aprendió en esta escuela a leer, Consuelo dice que no le
parece, pues Casona era de los que no necesitaban ir a la escuela
para aprender a leer, seguramente aprendió en casa con su
madre.

Vivía sola en la Casa de Falo y únicamente
estaba yo con ella que vivía en aquel entonces en la casa
Cuartel aunque dormía allí también con ella
y en la otra Teresa que era la hija mayor y yo: No había
luz y alumbrábamos con una vela.

De Miranda va a Murcia en 1916 donde saca las
oposiciones de Inspectora de Enseñanza Primaria llevando
el número 1, es la primera mujer obtiene este titulo en
España. Estando examinándose en Madrid, una de las
compañeras le aconseja que es mejor que se retire de la
oposición porque al verla tan humilde y sencilla y
pequeñita no la consideraba estar a la altura de las
demás. Faustina calla y sólo espera que lleguen al
final, donde con gran sorpresa y admiración del Tribunal y
opositores lleva el número 1, con bastante ventaja sobre
los demás. El presidente de las oposiciones desea
conocerla para cambiar impresiones sobre algunos temas de la
oposición y queda sorprendido de aquella inteligencia tan
despierta y de la personalidad de aquella mujer.

Regresa enseguida a Canales y desde el bacón de
su casa habla a sus gentes animándolos para que siempre
permanezcan unidos y dispuestos para mejorar el
pueblo.

Aprobadas las oposiciones va destinada de Inspectora a
Murcia con toda su familia y allí empiezan los estudios
algunos de sus hijos, Casona, entre ellos.

Más tarde va a Palencia, puesto que el clima de
Murcia no le sienta bien y de aquí regresa a León
como Inspectora. Como esta cerca de casa poco a poco levanta
allí una vivienda que lleva aún el nombre de
"Villa Faustina".

Estando de Inspectora en León da conferencias,
alguna de ellas ha sido publicada, y visita con frecuencia las
escuelas. Había muchos pueblos abandonados e incultos por
completo causa a veces de los mismos maestros. Llegaba por
sorpresa a las escuelas. Estaban despistados y los maestros se
disculpaban argumentando que los niños se ponían
muy nerviosos. Entonces ella les mandaba rezar el padrenuestro, y
una vez que lo terminaban, decía a la maestra: ve usted,
para rezar el padrenuestro parece que no se ponen nerviosos, es
que lo saben bien… Ella era sobre todo muy maestra.

Por estos años ya se resentía mucho de la
garganta. Por la mañana, dice Consuelo, iba yo a la
oficina y le traía el correo después de registrar
lo que tenía que registrar y lo demás lo
hacía ella en casa. Después que yo marché
siguió muy mal. Ella no lo sabía, sólo su
hija. Los caldereros de Miranda que recorrían esta zona,
sobre todo la familia de Merín, pasaron más de una
vez a visitarla a Canales cuando ya la enfermedad la tenía
acorralada. Gustaba recordar hechos, personas y anécdotas
de su escuela de Miranda.

Fue un 10 de octubre de 1927, cuando apenas había
empezado el curso escolar, para ella la carrera final, el
último y definitivo salto en el escalafón, cuando a
la edad de 53 años dejó de existir, tras varios
meses de dura enfermedad en el que fue tenido por muchos como su
pueblo natal, muriendo víctima de un cáncer de
garganta. Alguna de sus alumnas lo achacaban a lo mucho que
esforzaba su garganta en la escuela y luego en charlas,
conferencias, etc.

SEGUNDO DOCUMENTO

AUTOBIOGRAFÍA DE LA INFANCIA Y
JUVENTUD DE CASONA EN ASTURIAS.

Yo soy de una aldea asturiana, una aldea muy
pequeña llamada Besullo, perdida en las montañas.
Ahora ya no está tan perdida, porque tiene una carretera,
que yo no conozco todavía. El Besullo de mis mayores era
aldea perdida, pero no en el sentido de Palacio Valdés,
sino perdida realmente en el paisaje, en el monte, donde era muy
difícil llegar.

Besullo, fundamentalmente, era una aldea de labradores,
pastores y herreros. Mi abuelo era herrero; tenía un mazo
romano. Se conservan aún algunos mazos romanos en
Besullo.

Me imagino cómo estaban ellos, desnudo el torso y
machacando y calentando hierro hasta ponerlo al rojo blanco, que
casi aúlla cuando lo meten en agua fría.

De niño, una de las cosas que más me
impresionaban era el trabajo del herrero. Hoy me parece que si no
fuera escritor y me dijeran qué quería ser en la
vida, yo no sé…creo que quisiera ser herrero, como
era mi abuelo.

Entre las gentes de este Besullo mío había
una gran tradición oral de romances viejos, que se
están perdiendo mucho. Cuando yo era niño, y tengo
bastantes años, esta tradición oral se conservaba
muy viva todavía. Aquellas gentes, después de las
faenas del campo, se ponían a recitar o cantar esas viejas
melodías, muy lentas y muy extrañas, que yo ahora
sé lo que son, claro: romances famosos de los siglos XIV,
XV y XVI, con temas de lobos, pastores, príncipes,
encantamientos. Sobre todo, dominaban los temas de
encantamientos.

La niebla contribuye a que todas las cosas no tengan un
límite seguro, sino una esfumatura, para que no se sepa
dónde las cosas empiezan y terminan. En una palabra, que
no hay distancia. Usted ve un carro muy lejos y resulta que no
está tan lejos, que está muy cerca; o ve una cosa
muy cerca y luego resulta que está lejos. Cuántas
veces nos ha parecido que estábamos a una gran altura y
luego comprobamos que es mentira, que ha sido todo efecto de la
niebla, y que uno está en un sitio completamente llano.
Estas cosas hacen que el carácter asturiano esté en
la lírica un poco, como el galaico y el portugués,
que son las tres grandes zonas de lirismo de
España.

Yo soy de una familia pobre, y los niños aldeanos
no tienen juguetes; pero yo tengo un juguete sensacional,
fabuloso, en la infancia: un castaño. Era un
castaño al que llamaban "La Castañarona". Cuando se
le da el nombre femenino quiere decir allí más
grande. Era un castaño…!No
sé¡…No puedo calcular el tamaño. Lo
recuerdo tremendamente grande, con el tronco hueco por completo
por un rayo, sin ramas. Cabíamos dentro de él siete
u ocho niños. Allí jugábamos, subiendo por
el tronco, pasando de un brazo a otro. Jugábamos un poco
como Peter Pan, un poco como conejos dentro de un árbol.
Era prodigioso, porque un día "La Castañarona" era
un castillo; otros días, un barco; a veces, un palacio; en
ocasiones, un bosque. Siempre, en definitiva, un juguete
maravilloso que era muy difícil que un niño de
ciudad pudiera tener y nosotros, niños de aldea,
poseíamos sin lugar a dudas.

Estudié el bachillerato en Gijón, mejor
dicho, los dos primeros años. Gijón, para
mí, fue un descubrimiento sensacional: el mar, la vida
urbana, los tranvías.

Yo recuerdo haber ido algunas veces de excursión
con los chicos que se escapaban hasta el Musel para ver salir los
barcos que van a América. ¡Qué lejos estaba
yo de pensar que en esos barcos un día tendría yo
que ir y estar tanto tiempo en América!.

Mi padre y mi madre eran maestros los dos. El maestro
siempre ha sido entre todos los cargos públicos de
España, el peor pagado, de modo que llevaba una vida muy
modesta, muy modesta. Lo difícil es que en las
circunstancias en que vivían no podían tener una
escuela en el mismo sitio juntos. Tenían que vivir
obligatoriamente separados y entonces los chicos teníamos
que estar unas veces con papá y otras veces con
mamá, como si fuera un matrimonio divorciado.

Era la historia, era la geografía, era la
literatura lo que más me interesaba. Y ya, en cuanto se
trataba de cosas: árboles, metales, fórmulas de
triángulos, notaba que me interesaba poco. Necesitaba
vida. Y en Gijón empecé a leer.

Entonces vi teatro por primera vez. Y eso me
intranquilizó de un modo terrible, hasta el extremo de que
no pude dormir. Había descubierto algo sensacional, un
mundo maravilloso, no en el sentido de que pudiera pensar que
nunca pertenecería a ese mundo, sino que aquello me
parecía mejor que ningún libro de cuentos, mejor
que ninguna novela, mejor que nada de lo que había visto
en mi vida hasta aquel momento. No había podido ni
soñar el descubrimiento del teatro.

TERCER DOCUMENTO

El trabajo de las Misiones era enteramente gratuito.
Casi todo el material, enseres, libros, trabajadores, etc., se
ofrecían gratuitamente y se rendían jornadas
máximas. Recorrimos los artistas-muchachos estudiantes- y
yo, en días de fiestas, domingos y vacaciones, pueblos y
aldeas próximos a la capital y a varias otras provincias.
Era un teatro como el que pasa en la carrera del Quijote:
sencillo, montado casi siempre en la plaza publica, con un
escenario levantado con maderas toscas por los propios muchachos
artistas. Los trajes eran muy sencillos, realizados con un gasto
mínimo de unas pesetas, y el carácter general de
este teatro era la belleza, predominantemente lírica,
aliándose con las antiguas canciones populares corales y
los romances tradicionales. El camión que nos
conducía hacía su aparición en una aldea,
tocábamos los heraldos como en pleno siglo inicial del
teatro "en el Corral de Doña Elvira" y en pocos momentos
estábamos ya en función, regalando a aquella pobre
gente olvidada un poco de recreo y bienestar espiritual.
Después obsequiábamos algunos volúmenes para
fomentarles una biblioteca y hacíamos un poco de
música folclórica del siglo a que se remontaba
nuestra representación.

NOTA: cita que Sainz de Robles hace en su
prólogo a las Obras Completas de lo que Casona dijo en
entrevista a L. de la Torriente del diario Excelsior de
México, el 2 de junio de 1937.

Durante los cinco años en que tuve la fortuna de
dirigir aquella muchachada estudiantil, más de trescientos
pueblos-en aspa desde Sanabria a La Mancha y desde Aragón
a Extremadura, con su centro en la paramera castellana nos vieron
llegar a sus ejidos, sus plazas o sus porches, levantar nuestros
bártulos al aire libre y representar el sazonado
repertorio ante el feliz asombro de la aldea. Si alguna obra
bella puedo enorgullecerme de haber hecho en mi vida, fue
aquella; si algo serio he aprendido sobre pueblos y teatro, fue
allí donde lo aprendí. Trescientas actuaciones al
frente de un cuadro estudiantil ante públicos de
sabiduría, emoción y lenguaje primitivos son una
tentadora experiencia.

NOTA; cita que Sainz de Robles hace en su
prólogo inmediatamente después de la cita anterior,
pero sin especificar su fuente, diciendo sólo: "Y
también de Casona las siguientes
declaraciones:"

CUARTO DOCUMENTO

RECUERDO Y EJEMPLO DE
COVADONGA

Una vez más los asturianos de Buenos Aires
celebran alborozados la gran fecha histórica de Asturias y
España, al cumplirse un nuevo aniversario de la batalla de
Covadonga.

Y sin embargó Asturias es un pueblo de trabajo y
paz; su ánimo andariego, enemigo de menudas fronteras
negativas, es amante de todos los pueblos, su garganta
lírica está más hecha al cantar amigo que a
la palabra rencorosa; jamás su tradicional orgullo se
basó en afanes bélicos, ni jamás fue buen
símbolo espada guerrera en el brazo asturiano nacido para
el culto civil del timón y las redes en su bravo mar
Cantábrico, del arado y el hacha leñadora en sus
campiñas verdes, del pico y el barreno en sus
galerías de carbón. ¿Por qué entonces
ese eterno recordar de una batalla remota?

No hay en ello ninguna negación de su
carácter. Al contrario; si el buen asturiano de hoy se
enorgullece legítimamente de aquella gesta casi milagrosa
es precisamente porque aquella victoria guerrera de ayer hizo
posible toda una civilización y una cultura constructivas,
devolviendo al hombre hispánico su libertad perdida por
una traición dinástica, y señalizando por
ochocientos años el camino recuperador a una España
que necesitaba toda su geografía para desenvolver toda su
historia. De Covadonga nació Asturias; De Asturias
nació España, y de España este inmenso mundo
nuevo al otro lado del mar.

Así nacen también los más
caudalosos ríos; de un alto manantial entre
peñascos, el borbollón de agua inicial cabe en el
cuenco de una mano como un pequeño corazón
latiendo.

Quitemos a la batalla legendaria toda la tramoya con que
la fantasía y el romancero popular la han ido vistiendo
durante siglos y siglos; rebajemos hasta el límite de un
simple batallón punitivo esos ciento ochenta mil
sarracenos armados de los que hablan las crónicas
primitivas. Prescindamos de la intervención divina con su
inocente magia de piedras y flechas que se vuelven contra los
mismos que las arrojan, y de tormentas que descargan
milagrosamente sobre los infieles respetando al paso de los
fugitivos aterrados. Lo que queda en pie basta por sí
sólo para justificar su enorme trascendencia
histórica, no sólo española sino europea, y
da más exactamente la medida del hombre. Una Covadonga
desnuda de tal ropaje inútil es más fuerte y
dramática que esa Covadonga disfrazada de símbolos
y milagros pueriles que suele escribirse en los libros
colegiales. Su mayor grandeza está precisamente en su
sencillez elemental. Veamos el hecho sin vídrios de
aumento y de color.

Por la costa norte de África avanza
triunfalmente, a golpes de cimitarra fanática, un credo
político-social y religioso que niega la libertad del
hombre, que hace su cielo prometido con los mismos placeres de la
tierra, que basa su ley en la fuerza, y su economía de
Estado en el botín de la conquista. Frente a él, la
España visigótica sólo puede oponer una
organización feudal caduca, roída por ambiciones
aristocráticas que se agitan como tábanos en torno
a una corona electiva, eternamente en disputa y de espaldas a la
voluntad del pueblo. Tal Estado, en discordia civil, y con la
traición el Conde de Julián en las mismas puertas
africanas, no puede resistir el asalto del Islam y en una
sóla jornada será enterrado vergonzosamente en el
fango del Guadalete. La patria dinástica ha caído,
el poderío feudal ha saltado en pedazos, y la
Península entera ha puesto su viejo orgullo de rodillas,
pagando en tributos y trabajos forzados la clemencia del
vencedor. He ahí la España monárquica del
sur.

Pero allá en el norte, acorralados en los riscos
del Auseva, entre el batir del mar y el alto gesto de sus
montañas, hay un puñado de hombres que no se
resignan a perder su libertad y su fe. No es la corte de Toledo
podrida de caudillajes militares y de intrigas palaciegas,
educada en el puñal contra el hermano o en el
tósigo de Ervigio. Es nada menos que todo un pueblo de
trabajo, hecho de pastores, cazadores y labriegos. Desnudos
frente a las cimitarras de oriente y la férrea
organización guerrera de Alqama, sólo tiene el
hierro de sus hachas de leñadores, sus ballestas de palo
de cazadores de osos, las abarcas de cuero de sus pies de
pastores, el escudo de piel de toro sobre su pecho de campesino.
Pero detrás del hacha hay un hombre que, ya entonces
"prefiere morir de pie antes que vivir de rodillas";
Detrás del escudo de piel hay un corazón más
fuerte que el escudo.

He ahí la verdadera grandeza de Covadonga: un
pueblo devoto de su independencia, frente a un ejército de
conquista. El resultado no podía ser otro. Contra un
pueblo pegado a su suelo es imposible luchar; es como luchar
contra un paisaje humano, contra los árboles que tuvieran
músculos dentro de sus ramas, contra riscos y montes que
tuvieran entrañas, contra ríos que llevaran sangre
de hombre en sus aguas.

Quizá la gesta de Covadonga, considerada en su
simple aspecto militar, no fue más que una pequeña
batalla campal resuelta en una tarde de tormenta. Pero aquella
primera rebeldía tuvo la virtud de congregar e iluminar a
todos los rebeldes. En las cumbres, vendadas de niebla, de los
Picos de Europa, se enciende la primera hoguera de la
Reconquista, que ha de tardar ochocientos años en calentar
la Vega de Granada. Un puñado de Astures enfrenta
victoriosamente a todo un imperio, removiendo toda esperanza a
ambos lados de los Pirineos, haciendo posible la muralla de
Carlos Martel en Poitiers, y salvando con ello las esencias
tradicionales de toda la Europa cristiana.

España, la España destinada a llenar uno
de los más anchos capítulos de la Historia
Universal y a extender la cultura del mundo moderno por los siete
Mares, nace como nació Cristo: es un pesebre de paja
campesina junto al Santuario de Auseva, conociendo la
anunciación de los pastores antes que la adoración
de los Reyes, en una humilde Navidad regional del año 722.
Su portal de Belén se llama Asturias.

He ahí, amigos asturianos y argentinos, el porque
de esta gozosa celebración tradicional. Nada más
lejos del espíritu asturiano que el clarín de las
guerras agresivas y el estruendo teatral de las batallas.
Covadonga es sagrada para nosotros porque es un Nacimiento,
porque es el símbolo vivo de nuestras libertades
populares, porque es el grito y ejemplo perdurable de nuestra
independencia nacional.

Jamás nuestra tierra puede renegar de lo que
significa su fecha original. Cuando otra traición de
nuestros días abrió las puertas del sur a la nueva
invasión africana, entregando el pecho español a la
gubia mercenaria de Tercios y Mehalas, Antonio Machado, el gran
poeta del pueblo, pudo lanzar justamente su soneto acusador al
rostro del nuevo conde don Julián. Covadonga seguía
presente en la conciencia española, sigue presente en esos
guerrilleros desnudos y descalzos que aún hoy se niegan a
aceptar otra fuerza que la de la justicia, ni a reconocer otro
aire digno de ser respirado que el aire limpio y alto de la
libertad.

Donde haya un pueblo que se niegue a aceptar de rodillas
el yugo de la conquista; donde haya que defender la tierra madre
a borbotones de sangre y alma, bajo las banderas civiles de la
cultura, del trabajo y de la paz, allí está y
estará siempre el corazón de Asturias.

Buenos Aires, 31 de agosto
1948

QUINTO DOCUMENTO

LA "ORACIÓN A SAN
HUBERTO".

La escribió Alejandro Casona para unos cazadores
asturianos.

Oración a S. Huberto patrono de los cazadores,
compuesta por Casona para la peña de cazadores de Oviedo
denominada "S. Huberto".

(Señal de la Cruz; y comienza el Coro de
Cazadores).

CORO – Señor San Huberto, Rey de Cazadores. Ruega
por nos.

VOZ – Tú, que galopaste montes y
quebradas.

CORO -Ruega por nos.

VOZ -Tú, que perseguiste ciervos y
leones.

CORO -Ruega por nos.

VOZ -Tú, que derramaste sangre
montesina.

CORO -Ruega por nos.

VOZ -Tú, que empuñas juntos cetro y
jabalina.

CORO -Ruega por nos.

VOZ -Tú, Santo Compañero, Nuestro
Guía y Patrón, de todos los peligros que en el
monte acechan,

CORO – Líbranos Señor:

VOZ -De roca que resbala y se
despeña…

CORO -Líbranos, Señor.

VOZ -De garra, de zarpazo y dentellada.

CORO -Líbranos, Señor.

VOZ -De rayo y precipicio y avalancha.

CORO -Líbranos, Señor.

VOZ -De caballo que ciega y se desboca.

CORO -Líbranos, Señor.

VOZ -De pólvora que estalla y de bala
perdida.

CORO -Líbranos, Señor.

VOZ -Por tu Cruz milagrosa, protégenos. Por tu
ciervo herido, danos tu perdón.

CORO -Señor San Huberto, Rey de
Cazadores.

AMEN.

POEMAS DE ALEJANDRO
CASONA.

MOMENTOS DEL PAISAJE

VIII

(HÓRREOS)

Tejado de pizarra

con tiñas de verdín.

Para ir de romería

collares de maíz.

Frugales y perfectos

sonetos de madera.

Dólmenes agrarios.

Hórreos de mi tierra.

IX

Caminito, ¿te acuerdas

de cuando íbamos juntos

por las noches a verla?

X

¡La tarde es un membrillo…!

¡La tarde está madura…!

¡Parece una manzana…!

¡Tiene color de uva…!

(Los chicos de la escuela

salen a robar fruta.)

SEXTO DOCUMENTO

ÚLTIMA CARTA DE ALEJANDRO
CASONA.

Murcia, 17. El diario "Línea" publicará
mañana una de las últimas cartas que
escribió Alejandro Casona. Está dirigida a un
íntimo amigo de esta capital, Carlos Ruíz Funes, y
tiene fecha 24 de agosto. Dice:

"Todo ha sido perfecto, todo ha sido maravilloso, pero
pequeñas complicaciones imprevisibles convirtieron lo que
pudieron ser veinte días en dos meses de pesadilla. Estoy
en casa desde hace cuatro días. La operación
-háblame de supersticiones- fue el martes 13 de julio. Ya
llevaban diez días preparándome. Todo está
perfecto. No tengo ninguna fuerza y dentro de ocho o diez
días empezaré, y dentro de dos meses vuestro
Alejandro tendrá vida, salud y fuerza para ir a Murcia a
llamaros a gritos desde la catedral. Es la primera carta que
escribo. Naturalmente, no con mis manos. Diles mis noticias a los
buenos amigos. No puedo moverme, pero soy feliz. Grandes abrazos
con todo el alma nueva."

Alejandro.

SÉPTIMO
DOCUMENTO

MUERTE DE ALEJANDRO
CASONA.

Mejora Alejandro Casona. (Madrid, 20 de julio). Se
informa de que el dramaturgo asturiano Alejandro Casona,
recientemente intervenido quirúrgicamente de una dolencia
cardiaca, se recupera satisfactoriamente.

Ha muerto Alejandro Casona. (Madrid, 17 de septiembre).
A las cuatro de la tarde de hoy, ha fallecido en esta capital, a
consecuencia de una parálisis cardiaca, el autor teatral
Alejandro Rodríguez Álvarez, que popularizó
en todo el mundo el seudónimo de Alejandro Casona,
habiendo nacido en la aldea de Besullo (Cangas de Narcea) el 23
de marzo de 1903.

(La Voz de Asturias).

Oviedo, Sábado, 18 de septiembre de
1.965.

Asturiano universal y primera figura del teatro
contemporáneo. Falleció (de una parálisis
cardiaca) el dramaturgo Alejandro Casona. Había sido
operado a mediados de julio pasado.

Madrid, 17. (Urgente).A las cinco de esta tarde, ha
fallecido en Madrid el escritor teatral Alejandro Casona. Cuando
ocurrió el fallecimiento, se encontraban a su lado su
esposa e hija.

"Una parálisis cardiaca por estenosis mitral y
comisurotomía mitral quirúrgica" ha sido la causa
de la muerte del dramaturgo Alejandro Casona -según consta
en el certificado de defunción expedido por el doctor don
Leopoldo Fabra-, a los sesenta y cuadro días de haber sido
intervenido quirúrgicamente de una insuficiencia
mitral.

En el momento del fallecimiento ocurrido en un sanatorio
de esta capital, se encontraban a su lado su esposa e
hija.

Alejandro Casona ingresó el pasado sábado
en el sanatorio "Covesa" de esta capital aquejado de una dolencia
cardíaca, probablemente reproducción de la misma en
la que se le había operado hacía algunos
meses.

Además de su esposa e hija se encontraban al lado
del finado personalidades de las letras y del teatro, entre
ellas, Conrado Blanco, Joaquín Calvo Sotelo, Justo Alonso,
María Cuadra y Eduardo de Santís.

Alejandro Casona fue operado por primera vez de
insuficiencia mitral el pasado día 13 de julio.
Después de cierto tiempo de convalecencia se había
reintegrado a su vida habitual pero, por consejo médico, y
después de sufrir una agravación en su mal,
volvió a ingresar nuevamente en la clínica. No pudo
asistir al estreno de su obra "Las tres perfectas casadas", que
actualmente se representa en el teatro Lara.

La Nueva España.

OCTAVO DOCUMENTO

ALGUNAS OPINIONES DE SUS AMIGOS ANTE
SU FALLECIMIENTO

"Pocos sabían mejor que Casona la íntima
conexión que el arte del dramaturgo tiene con la pericia
del relojero. Pocos, a su igual, engastaban las piezas de ese
delicado mecanismo que es una comedia con mejor precisión
y más en su sitio. Como cada una de ellas era de noble
metal, así resultaban después de armoniosas y bien
templadas.

Pierde, pues, con su desaparición la escena
española, uno de sus más finos y delicados
cultivadores. La muerte, así sí, le llega tal vez
en el mejor momento de su espléndida carrera literaria y
lo libera del posible desánimo que escolta
melancólicamente las altas cimas de la vida. Muere, pues,
como sus árboles, de pie.

A los que fuimos sus compañeros y sus antiguos
amigos nos apena profundamente verle caer tundido, por el
mandoble sin réplica posible del leñador
inexorable".

Calvo Sotelo.

"Era un gran autor de teatro; de lo que ha sido, es y
será siempre el teatro. Estoy anonadado".

Alfonso Paso.

Cronología

Partes: 1, 2, 3, 4

PRINCIPALES ACONTECIMIENTOS EN
LA VIDA DE A.CASONA.

PRINCIPALES ACONTECIMIENTOS EN
ASTURIAS.

1903. Nace en Besullo el 23 de
marzo.

Palacio Valdés escribe una
nueva novela titulada La aldea perdida.

1908. Se traslada a
Villaviciosa.

Se realizan actos conmemorativos en
Oviedo para celebrar el Tercer centenario de la
fundación de la Universidad.

1913. Se traslada a Gijón.
Comienza el Bachillerato en el Instituto.

El escritor ovetense Pérez de
Ayala publica una nueva novela titulada Troteras y
danzaderas
.

1917. En Murcia sigue estudiando en
el Instituto. Comienza a publicar en la prensa
regional.

Se conmemora el 1º Centenario
del nacimiento del insigne escritor asturiano Ramón
de Campoamor.

1922. Comienza A. Casona la carrera
de Magisterio en Madrid.

Ha llegado a Gijón don Gerardo
Diego, quien ocupará la cátedra de Literatura
del Instituto de Jovellanos.

1928. Casona es nombrado inspector de
Enseñanza Primaria y destinado al Valle de
Arán (Lérida).Contrae matrimonio.

Ramón Pérez de Ayala ha
sido propuesto para ocupar un sillón en la Real
Academia de la Lengua.

1929. Escribe sus primeras obras
teatrales, Otra vez el diablo y La sirena
varada
.

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