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La filosofía y la formación política de la ciudadanía (1ra. Parte) (página 3)



Partes: 1, 2, 3

 

4) El ciudadano alienado por las
ideologías dominantes, incapaz de una crítica
racional, es hoy la especie más abundante del planeta. Ya
no importa el lugar social en el que se encuentra el individuo,
proporcionalmente hay tantos alienados entre los ricos como entre
los pobres, si bien los primeros son del tipo de los que se creen
libres sin serlo y merecen mayor reprobación (cuando no
directamente un tiro en la nuca) ya que no sólo
desaprovechan las oportunidades del bienestar material sino que
acumulan con tal exceso que acaparan lo que le falta a los otros,
impulsados por lo que Platón
llamó alma apetitiva
que domina en ellos por encima del alma racional. El debate actual
entre neoliberales y socialdemócratas parte de la
concesión de la premisa anterior a los primeros por parte
de los segundos y resulta urgente replantear y repensar las
alternativas a la idea de que lo que llamó Platón el
alma apetitiva (epithymia), (junto a la irascible (thymos)
puesta a su servicio en
lugar de al de la razón), alternativas a la idea de que
las pasiones son lo que domina y gobierna esencialmente en el ser
humano. El alma racional (lógos psyché), lo
racional del alma (tó logistikon tês psychés;
Rep.IV, 439d), la Razón, yace hoy sumida en el olvido,
desprestigiada cuando no condenada como el mayor de los males: "Y
estas dos especies, criadas de ese modo y tras haber aprendido lo
suyo y haber sido educadas verdaderamente, gobernarán
sobre lo apetitivo (epithymia), que es lo que más abunda
en cada alma y que es, por naturaleza
insaciable y ávido de riquezas. Y debe vigilarse esta
especie apetitiva, para que no suceda que, por colmarse de los
denominados placeres relativos al cuerpo, crezca y se fortalezca,
dejando de hacer lo suyo e intentando, antes bien, esclavizar y
gobernar aquellas cosas que no corresponden a su clase y
trastorne por completo la vida de todos"
(Rep.IV,442a-b).

Frente a los que afirman que el mundo racional es cada
vez mayor por el mero hecho de conllevar tecnología, hay que
poner de manifiesto como, el desarrollo
tecnológico, puede ser la mayor de las irracionalidades,
como se demostró en Auschwitz o en Hiroshima y Nagasaki.
No sólo hay barbarie en lo dionisíaco (la fuerza del
volcán, del terremoto, de la vida en su despliegue) sino
que el extremismo apolíneo resulta incluso mayormente
barbarie (la fuerza de una bomba atómica, del Gulag o el
campo de concentración). De Platón a Spinoza, de
Nietzsche a
Husserl, todos los grandes filósofos han reconocido la existencia de
las pasiones y abogado por su dominio por la
razón. Pero los Calicles y Trasímacos, la
demagógia y los políticos, los poetas
narcotizantes, están triunfado hoy sobre los
filósofos tras una batalla que comenzó hace
más de dos mil años.

En los llamados países del Tercer Mundo la
ciudadanía crítica no se alcanza
debido principalemente a la pobreza, la
violencia, la
carestía de lo más mínimo, la
televisión y la explotación, en los llamados
países desarrollados a causa de la riqueza, la avaricia,
la abundancia consumista, la televisión
y la explotación. En ambos mundos a causa, también,
de la desposesión del poder
político por parte de los ciudadanos, que siempre son
gobernados, ya por una oligarquía burguesa, por
profesionales de la explotación (banqueros y empresarios)
y profesionales de la demagogia (políticos electos),
dirigentes de una sociedad a la
que nos empeñamos en llamar democracia
representativa; ya por una dictadura o
teocracia.

Mucha preocupación se muestró en Europa por el
hecho de que el líder
ultraderechista Haider subiese al poder en las elecciones del
comienzo de milenio, comenzado a formar parte del gobierno de
Austria, pero muy poco se investigaron las causas de tal hecho ni
se hacieron preguntas acerca de ese 27 % de votantes que
eligieron esa opción. Si un 27 % de votantes de ciudadanos
austriacos votaron a Haider ello quiere decir que el programa de
formación de ciudadanos de los países llamados
democráticos está fallando terriblemente. Aplicadas
las instituciones
de enseñanza en forjar trabajadores sumisos,
cualificados y obedientes, aptos para producir y consumir en el
capitalismo
globalizado, se prepara al mismo tiempo la masa
más apta para la abducción demagógica. Como
ha dicho el Papa de los valores:
"Lo que más me preocupa del caso austriaco -¡ay,
Thomas Bernhard, cuánta razón tenías!- no es
Haider, ese vulgar desaprensivo sin mejor ideología que el afán de poder, sino
sus votantes. Porque precisamente en democracia la responsabilidad de la política nefasta no
es sólo culpa de los arribistas y aspirantes a tirano sino
sobre todo de esos pésimos políticos, los
ciudadanos que los eligen" (Fernándo Savater
"Responsabilidad democrática". El País
06/02/2000).

Pero no acierta a detectar que son sus "valores
políticos" teñidos de bonitos derechos pero cuajados de
capitalismo y ese su "valor de
educar", tan valiente como paternalista, en unas instituciones
degeneradas o, como la escuela
pública, abandonadas, los que generan esos ciudadanos
"hiperdemocráticos" que salen a linchar y perseguir
inmigrantes extranjeros en el Ejido para defender su "derecho a
la propiedad
privada ilimitada", o que abuchean opositores políticos o
defienden a exministros cuya criminalidad ha sido probada en los
tribunales. No se aprecian diferencias en el artículo de
Ralph Dahrendorf (Ibid 13/02/2000) entre Haider "lider
oportunista" y los gobiernos "democráticos" que lo
condenan con gran aspaviento e indignación y cuyas
"razones para intervenir son en parte nacionales y electorales"
(Ibid.), ambos son demagogos y actuan de la mejor manera para
ganarse la adhesión de una ciudadanía consumista y
embrutecida, como en la nave de los locos de la que hablara
Platón.

Si en 1991 a través de panfletos repartidos por
la Unión Europea se acusó a los judíos
de secuestrar y asesinar niños
para extraer su sangre y celebrar
con ella extraños rituales -como indicaba con
preocupación Morris B.Abram en el International Herald
Tribune
(Saturday-Sunday, February 5-6, 2000)- no hay que
limitarse a llevarse las manos a la cabeza ante semejante
demagogia racista. Ya en 1945 se propagó la leyenda de que
los nazis habían fabricado jabón con la grasa de
los judíos y hasta hoy resulta muy popular creerse
semejante tontería, cuando basta con atender a las
aberraciones reales para no suscribir tal movimiento. Lo
preocupante es que haya gente lo suficientemente estupida como
para creer y atender a semejantes libelos de satanización,
lo que indica que cada vez más somos víctimas de
una educación deficiente y carne de
cañón para la manipulación
ideológica. Hace tiempo que se debería
enseñar a quien quiera ver al Diablo que no tiene
más que mirarse al espejo con suficiente profundidad y
así, consciente de lo peor que hay en cada ser humano,
esforzarse por cumplir con su parte y alumbrar por lo que a
él respecta, lo mejor del ser humano.

Aunque también habría que investigar de
qué clase de vida goza ese 27 % que votaron a la
ultraderecha en Austria, por si acaso algunos de ellos no son tan
obtusos como nos lo parecen. Fácil es decir que los
etarras o los guerrilleros de Sendero Luminoso están
locos, pero más difícil es darse cuenta de que el
currante que para meramente existir y poder llegar a gozar de una
vivienda, tiene que trabajar en una función
poco estimulante (que no le deja tiempo para desarrollarse
mediante otras actividades, accediendo tan sólo al
consumo
conspicuo y a la televisión) durante 40 años de su
vida, para luego jubilarse y luego morir, puede que esté
loco y que le hayan convertido en el más loco de todos los
mortales.

A los judíos, el pueblo más culto del
planeta y el que más grandes hombres ha proporcionado a la
Humanidad, los nazis tuvieron que meterles a la fuerza, con
amenazantes ametralladoras, en los vagones de los trenes que les
llevaban a los campos de trabajo y
exterminio. Hoy, sin embargo, millones de ciudadanos de los
países democraticos del planeta, se acinan
"voluntariamente" en los vagones de metro atestados de gente,
para acudir a trabajar en hora punta; e incluso en Japón
existe un cuerpo de empujadores que apretan a los viajantes de
metro para que quepa el mayor número en la lata de
sardinas. Mientras tanto, nuestros gobernantes electos se pasean
en coche oficial y antes de que lleguen al restaurante de lujo en
el que van a cenar a cuenta del contribuyente, los servicios de
limpieza y seguridad se
ocupan de borrar los grafitis y limpiar las calles, con lo cual
el representante demócrata se cree que vivimos en el mejor
de los mundos posibles y cuando los apestados del metro comienzan
a votar al Haider de turno no se explica las razones de semejante
descalabro electoral.

A Sócrates
le llamaban el tábano en Atenas, porque incordiaba a todos
los paseantes diciéndoles: "Eres ateniense, de la ciudad
más bella y sabia de este mundo, ¿no te
avergüenzas de buscar la riqueza y la fama y en nada
cuidarte de mejorarte a ti mismo día a día?". Por
supuesto, lo mataron, bajo una democracia bastante mejor
construida que la nuestra, ya que al menos, si se era ciudadano,
se participaba directamente en las tareas de gobierno, no
delegando las decisiones en un voto conseguido por el marketing.

Nos preocupamos de comer lo que sienta bien a nuestro
organismo, escogemos aquello que alimenta y nos da fuerza, lo que
permite crecer a los niños y vivir con salud a los ancianos.
Generalmente, tenemos cuidado con lo que entra por nuestra boca,
(aunque algunos coman hamburguesas), pero en nada vigilamos lo
que entra por nuestros ojos y nuestros oídos.

Al mirar la televisión, el actual opio del
pueblo, en ningún momento nos cuidamos de si es
beneficioso o perjudicial para nuestra salud mental,
sino que cada cual se come lo que le ponen delante del plato, sin
meditar ni un instante sobre los efectos de tales viandas.
¿Favorecen nuestra libertad,
igualdad y
fraternidad? ¿Nos dan fuerza, nos alimentan acaso de
manera que nos hacen crecer como seres humanos? ¿Nos
convierten en solidarios, pacíficos, instruidos,
emprendedores, libres y responsables?. El que se plantee
responder a estas preguntas y cuide algo más que su
estómago quizá acabe viendo menos horas la
televisión y comprometiéndose más con la
sociedad, pero hoy tener tal oportunidad, en el mundo que
proclama la igualdad de oportunidades con tanta
obstinación como la incumple, es sumamente
infrecuente.

La labor pedagógica de las instituciones
tradicionales, hoy empeñadas en la enseñanza
temporal para el olvido, en lugar del aprendizaje
permanente para la acción
social, poco pueden hacer frente a la labor manipuladora y
pseudopedagógica de los mass media. Quizá
recogiendo retrospectivamente algunas experiencias del pasado
para ver que nos pueden decir en el presente podríamos
llegar a formular algunas vías de contrarrestamiento de
los mass media y del neoliberalismo
que los financia.

LA EDUCACIÓN GRIEGA: LA PAIDEIA
EN UN PUEBLO DONDE ABUNDABAN LOS
FILÓSOFOS.

"Platón aprendió rápidamente lo que
formaba la instrucción de un niño ateniense de
buena familia. No se
sintió en modo alguno constreñido por ella. En
República (II,376e) nos dice que es difícil
mejorar la educación que
hemos heredado tradicionalmente en sus dos aspectos de música para el alma y
gimnasia para
el cuerpo. La música para los griegos tenía,
además de su sentido propio, otro más extenso, en
el que se engloban no sólo el arte del canto y
los instrumentos, sino toda la educación artística,
y aún literaria y científica en general, presidida
como estaba, por las Musas" (Tovar, Antonio Un libro sobre
Platón
. 2ª ed. Madrid :
Espasa-Calpe, 1973. Colección Austral. Cap.III, p.24). Las
nueve Musas según la lista más extendida eran:
Urania (la astronomía); Clio (la historia); Talia (la
comedia); Melpómene (la tragedia); Terpsícore (la
danza);
Euterpe (la flauta); Erato (la lírica coral); Polimnia (la
pantomima) y Calíope (la épica). Resumen dichas
nueve disciplinas las áreas de investigación en Grecia y en
Heródoto se antepone el nombre de cada una de ellas a cada
uno de sus Nueve Libros de la
Historia
.

El caso de la práctica de la gimnasia y de la
música tiene una clara separación entre su
ejercicio con ánimo de lucro, con vistas a la profesionalización (epi téchne)
propio del atleta o de quien quiera convertirse en maestro de
gimnasia o en músico profesional y el ejercicio sin
ánimo de lucro y con vistas a la formación (epi
paideia) propio del hombre libre
que quiera desarrollarse física y
armónicamente con salud y vigor. Por eso el joven
Hipócrates ansioso de acudir a las enseñanzas de
Protágoras se averguenza cuando Sócrates le
pregunta si su intención de aprender del sofista tiene
como finalidad la de convertirse él mismo en sofista.
"SOC: ¿no te avergonzarías de presentarte a los
griegos como sofista?" (Protágoras 312a). Ante lo
cual responde el muchacho: "HIP: Sí, ¡por Zeus!,
Sócrates, si tengo que decir lo que pienso" (Ibid. 312a).
Porque un muchacho noble y libre de Atenas no acude a un sofista
para profesionalizarse como sofista y desempeñar en el
futuro tan modesta ocupación, sino para formarse como
hombre y ciudadano, cosa que promete Protágoras al decir
que en su compañía se hará mejor cada
día.

"SOC: Pero tal vez, Hipócrates, opinas que tu
aprendizaje de Protágoras no será de ese tipo, sino
más bien como el recibido del maestro de letras, o del
citarista, o del profesor de
gimnasia, de quienes tu aprendiste lo relativo a su arte, no para
hacerte profesional (epi téchne), sino con vistas a tu
educación (epi paideia), como conviene a un particular y a
un hombre libre" (Protágoras 312a-b).
Hipócrates asiente, Sócrates ha sabido definir
perfectamente lo que el muchacho va buscando de
Protágoras, aliviando la inquietud que le había
provocado con anterioridad, al dar la respuesta que el joven,
confuso, no acertaba a expresar. Protágoras ante las
insistentes preguntas de Sócrates sobre los beneficios que
recibirá Hipócrates al seguir sus
enseñanzas, responderá que progresará hacia
lo mejor (tò Béltion épididomai) y que se
hará mejor (Protágoras 318a-c). Y cuando se
le preguntá en qué se hará mejor la
respuesta de Protágoras queda sintetizada en éstas
palabras de su interlocutor: "SOC: hablas de la ciencia
política (tén politikén téchnen) y te
ofreces a hacer a los hombres buenos ciudadanos (poiein
ándras ágathous politas)" (Ibid.319a).
Pretensión de la que Sócrates considera incapaz al
sofista, lo que lleva a este a admitir que los ciudadanos se
enseñan los unos a los otros y lo que llevará a
Platón a plantearla desde la filosofía.

Frente a la educación que se considera que se
obtiene del médico o el escultor en la Grecia
clásica, contrasta la que se obtiene a través del
maestro de letras, el citarista o el profesor de gimnasia. El
aprendiz de zapatero pretende adquirir una enseñanza
profesional, mientras que los ciudadanos libres y con recursos, al
acudir a los maestros, no lo hacen con vistas a aprender una
profesión que les reporte un salario del cual
vivir sino a adquirir una formación variada e integral.
Para ésto último, con vistas a la formación
integral del ciudadano, Platón recomendará el
cultivo general no profesionalizado de algunos de los relatos
tradicionales (mythos) especialmente seleccionados
(Rep.II,377a-c), de la gimnasia y de la música (Rep.III,
410b), luego de  la filosofía (Rep.VI, 497a); y para
los que destaquen en ésta, propone el estudio, ya con
mayor detenimiento, pero no con vistas a la
profesionalización sino a la realización de las
tareas de gobierno y enseñanza, de la matemática
(Rep.VII, 522c-530d) y de la dialéctica (Rep.VII,
531d).

Se entenderá que lo que en nuestros días
se denomina educación obligatoria es un
contrasentido, el maestro no puede grabar con un cincel en el
cerebro de sus
alumnos las lecciones. A los jovenes a
quienes se les encierra contra su voluntad en unos centros de
adoctrinamiento se les puede retener, e incluso obligar
coactivamente a memorizar ciertas cosas que olvidarán en
seguida, cuando las hayan vomitado en un examen, pero no se les
puede enseñar.

Vista la enseñanza de la Grecia arcaica y
clásicas, y la propuesta de Platón, curioso resulta
que, en la actualidad, estudiar con posterioridad a los 28
años (continuar estudiando, mejor dicho), ser licenciado
en algo o/y  profesional de alguna cosa y emplear tiempo en
el estudio, es cosa sumamente mal vista en nuestra sociedad
actual. Hoy se estudia para producir, el joven a lo sumo se
licencia en una Universidad y de
los 25 a los 65 años se le destina al trabajo
especializado y al consumo masivo, por eso en nuestra sociedad
capitalista actual los institutos públicos de
enseñanza secundaria no son más que
guarderías, en las que, funcionarios de prisiones, modelan
a las nuevas generaciones de trabajadores sumisos y obedientes,
asegurándosele su suministro al Estado, el
suministro de los aptos para ocupar en su mayoría los
puestos asalariados más bajos y ruines de la sociedad. No
se forman hombres ni ciudadanos, sino máquinas
de producción y de consumo conspicuo para las
que pensar resulta absurdo y paradójico.

En la Grecia clásica, donde los jóvenes
selectos filosofaban en la juventud,
también estuvo mal visto el continuar con la
reflexión posteriormente a la adolescencia,
como le indica Calicles a Sócrates: "Ciertamente,
Sócrates, la filosofía tiene su encanto si se toma
moderadamente en la juventud; pero si se insiste en ella
más de lo conveniente es la perdición de los
hombres. Por bien dotada que esté una persona, si sigue
filosofando después de la juventud, necesariamente se hace
inexperta en todo lo que es preciso que conozca el que tiene el
propósito de ser un hombre esclarecido y bien considerado
(Gorgias 484c-d)… Está muy bien ocuparse de la
filosofía en la medida en que sirve para la
educación, y no es desdoro filosofar mientras se es joven;
pero, si cuando uno es ya hombre de edad aún filosofa, el
hecho resulta ridículo, Sócrates (Ibid.485a)". El
joven griego cultivaba la filosofía para luego pasar a la
política y valerse como gestor de la ciudad, el milagro
griego está constituido de un amor al saber
y al desarrollo de todas las capacidades humanas para lograr ser
mejor, que se confunde a menudo con un medio de medrar en la
sociedad y especializarse en la división del trabajo. El
sofista que piensa que el mejor es el que consigue el éxito
social no entiende a los personajes como Sócrates,
estudiantes eternos de filosofía, que le resultan
ridículos al no emplear el aprendizaje en
la adquisición de riquezas, gloria y poder. Pero lo que
resultan tales sujetos es una amenaza para el demagogo y una
denuncia constante de las hipocresías de las que se
alimenta lo más ruin de la ciudad. Por eso se les acaba
matando.

No obstante, dada la actuación socrática
con los jóvenes atenienses, o debido a los resultados de
la misma (como es el caso de Alcibíades), su
discípulo Platón (Rep.VII, 537a ss),
recomendará no empezar a filosofar hasta los 30
años por quienes tengan ya bases sólidas en otras
disciplinas de estudio y muestren aptitudes para la
reflexión. La gimnasia, la música, determinada
poesía
y las matemáticas, se recomiendan como la base
educativa general, que, cultivadas de por vida,
proporcionarían orden y armonía al estudiante; a
partir de los 30 años empezaría el camino de la
filosofía cuando, se dedicarían 5 años a la
dialéctica, después, 15 años de
práxis dedicados a la política, para finalizar a
los 50 años acometiendo la labor de gobernar, educar y
filosofar.

La formación política y humana de los
ciudadanos no es necesaria en unas sociedades
gobernadas por la demagogia del espectáculo y la
hipocresia. Cuando un futbolista, una cantante o un presentador
de televisión son los personajes más
emblemáticos de una sociedad en la que los grandes poetas,
ignorados por la mayoría, acaban tirándose por la
ventana. Cuando las declaraciones de principios
meramente formales se esgrimen como coartadas de los hechos
más viles e inconfesables. Cuando los seres humanos son
mercancía homogeneizada, los ideales de la
ilustración mueven a risa a los jóvenes, o a
sonrisas cínicas y estúpidas de
incomprensión absoluta, pero mejor si se sonrie, porque de
lo contrario se corre el riesgo de
volverse un hipócrita. Libertad, Igualdad y Fraternidad se
mientan como los pilares de nuestra sociedad Occidental. Los
políticos demagógicos de la sociedad de masas lo
hacen a diario. Pero los jovencitos que son todavía
sinceros consigo mismos saben que el dinero es
el único pilar de la sociedad occidental y todo lo
demás les parece, con razón, un rollo intragable.
Entonces podríamos pasar a decir que los principios de la
ilustración no son nuestros pilares sino
nuestros ideales a alcanzar, pero de nuevo la realidad (los
jóvenes viven todavía en la realidad que los
adultos enmascaramos) les desmiente a los interpelados semejante
aserción con rotundidad. La realidad se les aparece todos
los días durante unas cuatro horas a través de la
televisión.

La Ilustración nos engañó,
prometió abolir el Antiguo Régimen para generalizar
como derechos lo que fueron privilegios. Así, la esmerada
educación de la aristocracia, dejaría de ser un
lujo y se divulgaría La Enciclopedia para que el
privilegio de la razón dejase el paso al derecho a la
razón. Pero pronto la burguesía ocupó el
puesto de la aristocracia y los tenderos reemplazaron a los
nobles. Para el artísta, poeta, escritor,
científico o filósofo, ha supuesto un desastre,
pues los tenderos ya no requieren sus servicios, con la
diferencia de que ya nadie recibe la formación que tuviera
un aristócrata, porque estaba llena de cosas
inútiles, es decir, no rentables en Bolsa.

Quien se declara, como el que aquí escribe,
comunista platónico, sólo puede aceptar que la
educación de John Stuart Mill se le conceda, si no a todos
los hombres de cada sociedad, al menos a un número
suficientemente representativo en todo el ámbito social.
Fue éste uno de los pocos modernos que recibió una
educación como la de Alejandro
Magno y sin embargo, a quienes oyen hablar de ella, les mueve
a espanto. Veamos sucintamente la formación de Stuart
Mill: Su educación hasta la adolescencia estuvo a cargo de
su padre, James Mill, quien le sometió a un rígido
programa de estudio, ya que pensaba que todo lo que pudiera ser
un hombre se debía a la educación. Se pasaban el
día en el despacho paterno, el niño estudiando a su
lado y con la licencia de preguntar cuantas cosas no
comprendiese. John Stuart nos cuenta en su
Autobiografía como se desarrolló su
educación primaria y secundaria, bajo la supervisión y la dirección paterna: empezó a estudiar
griego a los tres años aprendiéndome de memoria lo que mi
padre llamaba vocablos, que eran una lista de palabras griegas
con su significado en inglés
y las cuales él me escribía en tarjetas
. El
estudio del latín no lo comenzó hasta los siete
años, edad a la que leyó seis
diálogos de Platón, aunque afirma que no
comprendió bien el Teeteto; al mismo tiempo,
aprendía aritmética y una gran cantidad de
historia. Pocas veces se le consentía la lectura de
libros de entretenimiento, como Robinson Crusoe, del que
dice que le deleitó toda la infancia.

Después de los ocho años John no solo
tenía que aprender sino que enseñar también
a sus hermanos menores. En esa época se dedicaba ya a la
lectura de la
Ilíada y la Odisea, de tragedias de Esquilo,
Sófocles y Eurípides, de los mejores autores
latinos, de una gran cantidad de historia y del estudio minucioso
del gobierno romano. Antes de los doce años llegó a
dominar el algebra, la geometría, el cálculo
diferencial y algunas otras ramas de las matemáticas
superiores. Su mayor entretenimiento por entonces era leer libros
donde se relataban ejercicios de ciencia
experimental. A los doce años comenzó a estudiar
lógica.
Leyó todo lo que Aristóteles había escrito sobre el
tema, a varios escolásticos y a Hobbes. Todo
ello con un único profesor, su padre, y en contacto con
los eminentes amigos de éste, como era J.Bentham. En las
horas de descanso paseaba con su padre y discutían. Al
cumplir los catorce años se juzgó que el muchacho
había llegado al momento de ver algo del mundo y se le
envió al extranjero durante un año. A su regreso
comenzaría sus estudios fuera de casa.

No muy diferente hubo de ser la formación de los
Medicci en la Florencia renacentista. Pero si alguien indica que
es imposible otorgar esa formación a todos los hombres
entonces que no sea hipócrita y que reconozca que sigue
vigente la esclavitud, y que
no nos reproche el negarnos a colaborar con ella. Nosotros
pensamos que el primer Estado de Platón
sería viable, sin necesidad de suprimir las artes, la
ciencia y la literatura
convirtiéndolo en un estado de cerdos
(cfr.Rep.II,372d). Bastaría con que trabajase cada ser
humano tres horas al día para proveer a las necesidades
con tal de que se eliminase la producción y el consumo
superfluos y se mantuviese tan sólo lo nutritivo para el
cuerpo y lo nutritivo para el espíritu, repartiendo por
igual entre todos los hombres los enormes dividendos de los
productos de
la naturaleza, de la ciencia y de la tecnología que hoy
han alcanzado cotas impresionantes.

FORMACIÓN +
OCIO: LO NECESARIO PARA UN ALTO PORCENTAJE DE CIUDADANÍA
CRÍTICA.

La formación más el ocio es lo
necesario para una filosofía crítica potente
dispersa entre la ciudadanía, para que la Ley surja de la
democracia real representada por un Tribunal pupular disperso en
todo el tejido social. Sin formación, el ocio se torna
consumo conspicuo, televisión, fútbol y
alcoholemia, opio del pueblo; más para quien alcanza
formación política, violando todos los programas
estatales destinados a impedirlo (y para eso no basta hoy por hoy
con una licenciatura en filosofía) el ocio es fundamental
para desempeñar el papel de ciudadano crítico, esto
es, de filósofo.

Para una catedrática de Universidad que
ganó su puesto con sucias componendas de hoy vota por
mí mañana voto por tí, como Montserrat
Galcerán, puede ser insoportable el ocio de los griegos,
cuya dedicación a la filosofía se
caracterizaría por "exigir a aquel que quiera dedicarse a
su cultivo una buena dosis de ocio: se trataría de un
saber privilegiado, destinado a unos pocos que pueden gozar de la
ausencia de ocupaciones inmediatas… la filosofía como un
lujo para una minoría… ligada al modelo
ancestral de una Universidad para la educación de las
élites" (M.Galcerán, Anexo a CM11). Para
Galcerán puede sonar la necesidad de ocio para la
filosofía como algo aristocrático y elitista desde
su obrerismo de salón, dado que ella gana (pues el puesto
que ocupa así se remunera) entre 400.000 y 600.000 pesetas
al mes dando entre 5 y 8 horitas de clase a la semana como
jornada laboral. Nosotros
exigimos la misma formación y ocio de que ella disfruta
para toda la sociedad, para que al menos un número lo
suficientemente amplio de la misma pueda llegar a desarrollarse
hasta alcanzar un juicio crítico en su vida ciudadana, sea
cual sea la profesión que desempeñe, y no
sólo unos pocos privilegiados. De lo contrario nada
podrá impedir que la sociedad se siga vertebrando en dos
clases: "La cultura y la
casta
. No puede nacer una cultura superior más que en
aquellas sociedades en donde existan dos castas claramente
diferenciadas: la de los trabajadores y la de los ociosos,
capaces de verdadero ocio; o, con palabras más fuertes, la
casta del trabajo forzado y la casta del trabajo libre. El
reparto de la felicidad no es un punto de vista fundamental
cuando se trata de crear una cultura superior; pero el hecho es
que la casta de los ociosos tiene una mayor capacidad de
sufrimiento, que sufre más, que su alegría de vivir
es menor y que su tarea es más pesada. Si se produce un
intercambio entre las dos castas, de forma que los individuos
más obtusos y menos inteligentes de la casta superior sean
relegados a la casta inferior, y a su vez los seres más
libres de ésta tengan acceso a la otra, se logra un estado
más allá del cual no se ve más que el mar
abierto de las aspiraciones ilimitadas. -Esto es lo que nos dice
la voz agonizante del pasado: pero ¿habrá
oídos que la oigan?". (Nietzche Humano demasiado humano
I,
§439).

Nietzsche no era un burgués hipócrita,
porque reconocía que su posición era de privilegio
y que no se resolvía con meras apelaciones a la
ideología humanista moralizante, sino que eso era la forma
moderna de perpetuar de una manera mezquina e hipócrita el
mismo aristocratismo del antiguo Régimen, pero enormemente
degradado por la compra-venta. A su
juicio era mejor ser esclavo que obrero que se cree libre sin
serlo: "Los esclavos y los obreros. Concedemos más
valor a la satisfacción de nuestra vanidad que al resto de
cosas que constituyen nuestro bienestar (seguridad, puesto de
trabajo, placeres de todo tipo), como se evidencia hasta extremos
ridículos en el hecho de que todo el mundo (al margen de
razones políticas)
desee la abolición de la esclavitud y rechace con horror
la idea de reducir a alguien a ese estado: pero todo el mundo
debiera reconocer que los esclavos llevaban una vida más
segura y feliz en todos los aspectos que el obrero moderno, que
el trabajo
servil era poca cosa en comparación con el del
"trabajador". Se protesta en nombre de la "dignidad
humana", pero lo que se encuentra debajo de este eufemismo es
nuestra querida vanidad que nos lleva a considerar que no hay
peor suerte que no ser tratado como igual, que ser considerado
públicamente inferior. -El cínico piensa de otro
modo en este aspecto, porque desprecia el honor -de ahí
que Diógenes fuera durante un tiempo esclavo y preceptor
doméstico». (Nietzsche Humano demasiado humano
I,
§457).

La meritocracia del liberalismo
acabó con la aristocracia para extender la esclavitud (ya
no era necesaria la antigua porque se generalizó la
moderna), eso es, el trabajo asalariado, y situar en la
cúspide social, además de al capitalista, al nuevo
detentador del patrimonio y
el capital, ya no
un noble terrateniente rentista sino un banquero o un empresario
financiero, o los asalariados más productivos, que en la
sociedad del consumo de masas son los cantantes de rock, los
futbolistas, las modelos, los
actores cinematográficos, junto a los publicistas y los
directivos. La esclavitud se ha ampliado más que nunca
porque quien no dispone de las tres cuartas partes de su tiempo
para sí mismo es un esclavo, haga lo que haga: "El
grave defecto de los hombres activos
. Lo que les falta
ordinariamente a los hombres activos es la
actividad superior, es decir, la actividad individual.
Actúan en calidad de
funcionarios, de hombres de negocios, de
expertos, es decir, como representantes de una categoría,
y no como seres únicos, dotados de una individualidad muy
definida; en este aspecto, son perezosos. La desgracia de los
hombres activos es que su actividad resulta siempre un tanto
irracional. No cabe preguntar al banquero, por ejemplo, el
objetivo de su
compulsiva actividad, porque está desprovista de
razón. Los hombres activos ruedan como lo hace una piedra,
según el absurdo de la mecánica. Todos los hombres, tanto de hoy
como de cualquier época, se dividen en libres y esclavos;
pues quien no dispone para sí de las tres cuartas partes
de su jornada, es un esclavo, sea lo que sea: político,
comerciante, funcionario o erudito". (Nietzsche Humano
demasiado humano I,
§283).

Ante Nietzsche, que es antiliberal y antimoderno, que
critico con saña tanto al Estado prusiano-hegeliano como
al socialismo, cabe
o bien la postura aristocrática o bien la postura
anarquista. Pero está claro que tener tres cuartas partes
del tiempo para uno mismo, condición para no ser esclavo,
es algo que está ligado a la economía, individual
y colectiva, y que no se consigue más que individual y
epicúreamente en el liberalismo capitalista. No se le
ocurrió a Nietzsche que podía ser lo
suficientemente radical como para exigir universalmente la
liberación de los esclavos, sino que vió tan
sólo una salida individual, logró su libertad
individual
al renunciar a su trabajo de profesor
universitario y disponer de las tres cuartas partes de su tiempo
libre viviendo con suma austeridad de su pensión por
enfermedad.

La igualdad económica colectiva (no otra)
es conditio sine qua non de la libertad colectiva. Para
conseguir la libertad colectiva habría que reducir
la jornada laboral a tres horas al día (15 semanales), o
menos, dependiendo de la función a desempeñar, y
proporcionar a todo ser humano la renta que le corresponde por el
mero hecho de nacer, el porcentaje que le corresponde de la
riqueza que produce la ciencia, la tecnología o la tierra.
Así sería compatible el trabajo forzado y el
trabajo libre, no tendrían que inmolarse muchos para que
pudieran vivir unos pocos, y la verdadera democracia, la
participación directa de todos los ciudadanos en la
asamblea ejecutiva y en la asamblea judicial, como la hubo en la
Atenas de Pericles, podría realizarse también
generalizadamente.

Quien, como Aristóteles hiciera con las de la
antigüedad, se moleste en hacer un estudio comparado de las
diversas Constituciones de nuestro presente actual, quizá
se sorprenda al encontrar que es en la Constitución de
la República Islámica de Irán
donde se
contempla la necesidad de ocio para toda la población: "Artículo 43.3: La
planificación de la economía
nacional, deberá estructurarse de tal manera que la forma,
contenido y horas de trabajo de todo individuo le deje suficiente
ocio y energía como para comprometerse, más
allá de su responsabilidad profesional, en actividades
intelectuales,
políticas y sociales, que le permitan un desarrollo
integral; tomar parte activa en los asuntos del país,
desarrollar sus habilidades y hacer pleno uso de su
creatividad".

En la actualidad los estudios institucionales (como
todo) tienden a plegarse a las necesidades del mercado, sus
investigaciones, al aumento del control social
(baste como ejemplo la relación de la psicología, sociología y filosofía con la
selección
de personal o recursos
humanos) y por ello, para burlar el cerco, sigue vigente la
consigna que Agustín García Calvo hiciera a los
jovenes del 68, tendente a impedir que acabasen ocupando los
puestos de la burguesía que les estaban destinados
(traición a la propia clase, §18), sin que le
secundaran, como históricamente hemos visto: "seguir
siendo estudiantes indefinidamente… perpetuos retrasados
mentales[xii]
de tal modo que, bien que importe para la continuación del
pronunciamiento que las nuevas oleadas de estudiantes más
recientes sigan viniendo (como siguen viniendo de hecho, sin que
haga falta molestarse para ello demasiado) con el deseo y la
conciencia de que
a lo que de veras vienen a entrar no tanto en la Universidad (que
cada vez se sabe menos lo que sería) sino en el
pronunciamiento, más importante todavía es
seguramente el hecho de que de año en año vayan
siendo más numerosos los viejos estudiantes que se quedan,
que no terminan, que siguen con ello indefinidamente"
(Anónimo De los modos de integración del pronunciamiento
estudiantil. Atribuible a A.G.Calvo. Editorial Lucina. Madrid
edición
1987; 1ª edición Paris 1973. §10, pág.25;
cfr. §32: "durar en la subversión" y §36:
"sigamos siendo estudiantes por maneras y períodos
indefinidos… que las carreras no lleguen a terminarse nunca…
indagar, preguntarse, experimentar y discutir
interminablemente"). (Respecto al ocio
cfr.ibid.§16).

A Juan Bautista Fuentes le
preocupa la empresarialización de la Universidad, como si
no fuese simplemente un detalle insignificante dentro de un mucho
más vasto proceso de
globalización universal. Sólo habla
y se preocupa por que sea "suprimida precisamente la que debiera
ser la capacidad crítica del estudiante universitario para
interesarse por el significado social y político de sus
eventuales puestos de trabajo" (CM11, p.30) como si no fuese
éste un ciudadano más entre millones y la capacidad
crítica del resto no importase en absoluto. "Bajo
semejante ideología de la libertad de compra por parte del
cliente, se
esconde naturalmente la formación de un nuevo tipo de
estudiante universitario que resulta ser (objetivamente) una
función de los intereses tecnoeconómicos que le
aseguran un puesto de trabajo, suprimida precisamente la que
debiera ser la capacidad crítica de un universitario para
interesarse por el significado social y político de sus
eventuales puestos de trabajo; y es a este nuevo tipo de
estudiante al que procuran halagar y dirigirse quienes creen
haber visto en la formación de ejecutivos un posible
objetivo formal de la enseñanza de la Humanidades. Ahora
bien, estos estrategas de la salida laboral parecen no haberse
percatado de una singular paradoja, a saber: que si el estudiante
de humanidades se muestra
comparativamente más eficaz en las tareas de ejecutivo
incluso que los licenciados en principio formados para ello, esto
se debe precisamente a la mayor capacidad crítica" (CM11,
p.30).

Lo primero a resaltar es la ingenuidad de Fuentes al
creer que sus estudiantes tienen capacidad crítica, cuando
precisamente esa corte mesiánica de discípulos que
siguen a un profesor de lo que dan muestra es de su escasa
independencia
y de su carencia de criterio. Acostumbrado a tratar de forma
paternalista con jovencitos, Fuentes, como muchos otros
profesores uiniversitarios, ha perdido la medida de la
crítica y considera bien formado a quien repite, como un
magnetófono, lo que ha oido en sus
clases. Pocos de los que acaban la carrera de Filosofía se
dan cuenta de ésto. Lo que hacen quienes llegan a ser
conscientes de que apenas han empezado cuando se les dice que ya
tienen que acabar es empezar a estudiar Matemáticas,
Física, Biología,
Filología, Idiomas, Historia, Economía y
Política, a parte de empezar a leer todas las obras
filosóficas que llevaban citando y oyendo durante cinco
años sin nunca llegar a leerlas y estudiarlas en su
integridad y sin haberse acercado ni lejanamente a los
originales. Los que hace tiempo se licenciaron actúan
así porque ya saben que no saben, principio
socrático elemental del comienzo del filosofar, pero la
Academia y los profesores ya los miran con desconfianza, al igual
que la sociedad capitalista, que los reclama para la
producción y el consumo. Los que se hayan convertido en
profesores de Instituto no podrán proseguir sus estudios
sino que se degenerarán progresivamente para sobrevivir a
la ESO, siendo tan escasísimo el número de los
superhombres que consigan proseguir profundizando en sus
aprendizajes (cuando su empleo les
pide lo contrario, trivializar sus enseñanzas) que resulta
más bien lamentable los muchos que no siguen frente a los
pocos que logran continuar.

Del resto empiezan algunos a vivir de la limosna, es
decir, las becas, con todo el baboseo y la bajeza que conlleva el
intentar seguir la carrera endogámico-meritocrática
que lleva a trabajar en la Universidad; otros, con posibles
familiares deciden socializar por su parte los ingresos de
papá, ¡bien hecho!, el que tenga una familia de
cerdos enriquecidos será, además de cerdo,
estúpido, si no vive de ese odre; los menos consiguen un
trabajo que les permite seguir estudiando, aunque el contacto con
la Academia, (dado que sus antiguos compañeros ya no
volverán, dedicados como están a parir, trabajar y
consumir, tras haber abandonado todo interés
por la filosofía), tiene hoy por hoy muy pocos
alicientes  para el ciudadano que consigue seguir estudiando
tras pasar la barrera de los 30 años y pese a haberse
insertado en el mundo laboral.

Este tipo de estudiante mantiene un mínimo
contacto con la Universidad, acudiendo a lo sumo a un curso de
doctorado interesante en el que participar algo más que
como comparsa (al haber leído bastante ya del tema que
trabaja el profesor). Pero su acción
filosófico-política se tiene que orientar
finalmente fuera de una Universidad, cargada de
pseudoerudición doxográfica gremial donde ya nadie
escucha a nadie (ni siquiera nadie entendería a nadie si
se hablasen dado el enorme barroquismo alcanzado por las jergas
pseudopostmodernas y de otras índoles), para dialogar en
su vida profesional y mundana con sus conciudadanos de temas de
preocupación general, no sólo en lenguaje
nacional sino con terminología entendible por cualquier
hablante de cultura media, participando en debates, colaborando
en publicaciones abiertas, interviniendo en Internet o realizando
traducciones y divulgaciones.

Notas a pie de página


[i]
Citamos bajo las siglas QF su obra:
¿Qué es la filosofía? El lugar de la
filosofía en la educación. El papel de la
filosofía en el conjunto del saber constituido por el
saber político, el saber científico y el saber
religioso de nuestra época
(2ª edición
aumentada) (25-XI-1995 / Pentalfa Ediciones, Oviedo).


[ii]
Citamos bajo las siglas CM11:
Cuaderno de materiales. Filosofía y Ciencias
Humanas. Nº 11: Filosofía, Educación y
Mercado
. Febrero-marzo del 2000; Entrevista a
Juan Bautista Fuentes: «La educación en
filosofía» (Noviembre de 1999). Universidad
Complutense de Madrid.


[iii]
Claude LÉVI-STRAUSS
Tristes trópicos. (1ªed.1955) Ed.Paidós
Barcelona 2ªedición española 1992,
pág.324, (Citaremos TT). En el heládico reciente,
alrededor del s.XV a.C., en plena Edad de Bronce, es cuando se
adaptó el griego a la técnica de la escritura. Las
tablillas cretenses en el sistema
silábico Lineal B, obra de los escribas palaciegos de
Cnosos, que llevaban las cuentas del
imperio Micénico, así lo atestiguan. Hecho que
refuerza la tesis de la
relación escritura-imperialismo.


[iv]
TT. op.cit.
pág.324.


[v]
Ibid.


[vi]
Ibid.


[vii]
Ibid. (léase:
incumplimiento)


[viii]
TT. op.cit.
pág.325.


[ix]
Gustavo Bueno explicaba con las
siguientes palabras sus apariciones en la televisión y sus
intervenciones en la prensa: "Ante
los medios de
comunicación de masas caben dos opciones: a) retirarse
a la vida privada, al Jardín. Resguardarse como
élites que se han liberado, o b) Utilizar el medio, dada
su inmensa proyección (un libro de filosofía lo
leen 200 personas, pero un programa de televisión tiene
audiencias de millones) para fines culturalmente positivos".
Conferencia de
Gustavo Bueno «Sobre la televisión», Paraninfo
de la Facultad de Filosofía de la Universidad Complutense
de Madrid  del 9 de mayo de 1995.

En febrero de año 2000 la Sociedad General de
Autores y Editores
de España,
preocupados por la "cultura", es decir, por sus beneficios
empresariales y su nivel de ventas,
realizaron una macroencuesta de 24.000 entrevistas
para analizar los hábitos culturales de los
españoles. Los resultados eran ilustradores: el 75% de los
españoles no va nunca al teatro y el 50%
jamás lee un libro ni va al cine, la
prensa apenas la lee el 30% de la población. Junto a
dormir y trabajar, las clases medias y bajas lo que 
más hacen es ver la televisión, a pesar de que
dicen sentirse insatisfechos con los programas que ponen, a
excepción del fútbol, claro. Lo más curioso
es que toda esa población ha sido escolarizada,
habría que preguntarse para qué.

Según una encuesta
realizada durante el año 1999, ese año, los
españoles pasamos una media de 213 minutos diarios viendo
la televisión, casi cuatro horas diarias. Considerando
nuestra esperanza media de vida resulta que, a lo largo de ella
se acumulan 12 años ininterrumpidos de sometimiento
voluntario a la pantalla del televisor, un tiempo vital que
excede con creces el que la gran mayoría de los ciudadanos
pasa en la escuela o en la
universidad. (Cfr.Revista En
Cartel
, nº 6, febrero 2.000, pág.37).

En vista de las estadísticas precedentes podríamos
concluir, con Freud, en que la
mayoría de los ciudadanos jamás se alzarán
sobre las concepciones ideológicas adquiriendo una
conciencia crítica: "Mi estudio sobre –El porvenir de
una ilusión
-, lejos de estar dedicado principalmente a
las fuentes más profundas del sentido religioso, se
refería más bien a lo que el hombre
común concibe como su religión, al sistema
de doctrinas y promisiones que, por un lado, le explican con
envidiable integridad los enigmas de este mundo, y por otro, le
aseguran que una solícita Providencia guardará su
vida y recompensará en una existencia ultraterrena las
eventuales privaciones que sufra en ésta. El hombre
común no puede representarse esta Providencia sino bajo la
forma de un padre grandiosamente exaltado, pues sólo un
padre semejante sería capaz de comprender las necesidades
de la criatura humana, conmoverse ante sus ruegos, ser aplacado
por las manifestaciones de su arrepentimiento. Todo esto es a tal
punto infantil, tan incongruente con la realidad, que el
más mínimo sentido humanitario nos tornará
dolorosa, la idea de que la gran mayoría de los mortales
jamás podrá elevarse sobre semejante
concepción de la vida" (Sigmund Freud
El Malestar en la Cultura (1930). Alianza editorial.
Madrid 1970, p.17).

Y contra la amenaza de acriticismo ideológico la
formación universitaria no constituye ningún
antídoto infalible: "Todas las
mañanas iba a clases a la Sorbona y aplaudía al
profesor. Aplaudía fuerte, más fuerte que los
demás alumnos, aplaudía por Merceditas y
aplaudía por mí. Uno tras otro los profesores
abandonaban los anfiteatros aplaudidamente, vestidos de azul
marino, y después entraba un viejito que limpiaba la
pizarra para que entrara otro señor azul. Debían
ser unos sabios esos profesores, porque los anfiteatros estaban
siempre repletos, a pesar del calor
tropical, repletos hasta el punto de que si uno no llegaba una
hora antes de la clase, tenía que quedarse parado toda la
hora, y apoyando papel y lápiz sobre la espalda del de
delante, si quería tomar notas. Y ahí todo el mundo
quería tomar notas. O sea que unos sentados, sacando
manteca, y otros parados, con un lápiz medio incrustado en
la espalda, tomábamos y tomábamos notas mientras
los profesores hablaban y hablaban y yo no entendía nada,
pero, en fin, poco a poco. En todo caso el asunto era tomar bien
las notas porque a fin de año el que mejor las memorizaba
y las pasaba a la hoja de examen obtenía la mejor nota.
Era un mundo circular y perfecto, en el que los profesores
recibían lo mismo que daban, y daban lo mismo que pensaban
recibir". (Alfredo Bryce Echenique La vida exagerada de
Martín Romaña
. Editorial
Plaza&Janés, Barcelona 1989, pág.38-39).
(Merceditas era su profesora en Perú).


[x]
"Utilizamos el término
Idea en el sentido preciso de las Ideas objetivas que
brotan de la confluencia de conceptos que se conforman en
el terreno de las categorías (matemáticas,
biológicas, &c.) o de las tecnologías
(políticas, industriales, &c.). El análisis de las Ideas, orientado a
establecer un sistema entre las mismas, desborda los métodos de
las ciencias particulares y constituye el objetivo positivo de la
filosofía. La Idea de Libertad, por ejemplo, no se reduce
al terreno de la política, del derecho, de la
sociología, de la moral o de
la psicología; también está presente en la
estadística o en la mecánica («grados de
libertad»), en la física o en la etología:
cada una de estas disciplinas puede ofrecer conceptos
categoriales precisos de libertad, pero la confrontación
de todos estos conceptos, desde la perspectiva de la Idea de
Libertad, rebasa obviamente cada una de esas disciplinas y su
consideración corresponde a la filosofía". (QF,
pág.37, nota 4).


[xi]
Constitución de la
República Islámica de Irán
. Adoptada en:
24, oct. 1979. Efectiva desde: 3, dic. 1979. Enmendada en: 28,
jul. 1989. Capítulo IV: Economía y Finanzas
(Artículos: 43-55). El texto
completo, en inglés, es accesible a través de
Internet, en la dirección:

<http://www.netiran.com/Htdocs/Laws/000000LAGG01.html>.


[xii]
Raymond Chandler Chandler por
sí mismo.
Editorial Debate, edición a cargo de
Dorothy Gardiner y Kathrine Sorley Walker, Madrid 1990.
Pág.239: "No creo que a mi amigo Philip Marlowe le
preocupe mucho si posee o no una mentalidad madura. Estoy
dispuesto a reconocer idéntica falta de
preocupación por mi parte… Si rebelarse contra una
sociedad corrupta equivale a ser inmaduro, entonces Philip
Marlowe es sumamente inmaduro. Si ver basura donde
hay basura constituye
un desajuste social, entonces Philip Marlowe es un inadaptado
social. Por supuesto, Marlowe es un fracasado y él lo
sabe. Es un fracasado porque no tiene dinero (…).
Pero muchos hombres excelentes han sido fracasados porque sus
talentos particulares no encajaban con la época y el
lugar. A la larga, yo creo que todos somos unos fracasados,
porque de lo contrario no tendríamos la clase de mundo que
tenemos" (Carta al
Sr.Inglis, Octubre de 1951).


Simón Royo Hernández

Partes: 1, 2, 3
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