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Hannah Arendt, la dimensión de la amistad (página 2)




Enviado por H�ctor Valle



Partes: 1, 2

 

Una mujer que se
pregunta, ?¿cómo es posible vivir en el mundo, amar
al prójimo, si el prójimo ?o incluso tú
mismo- no acepta quién eres??, es aquella a quien le ocupa
adentrarse, cotidianamente, en lo humano. Alguien que, desde la
acción,
va en busca de la comprensión; búsqueda que
comienza con la vida y termina con la muerte.
Comprensión que no refiere, necesariamente, al
perdón, llegado el caso ?y a cuento de los
totalitarismos, por ejemplo y cuyo estudio mereciera un lugar
preponderante en su vida y en su obra-, antes bien, tal
comprensión procura una reconciliación con el mundo
en el que acciones
aberrantes también tienen cabida, pues lo conforman.
No se trata, tampoco, de huir, más bien, de estar, de
aprender, para un mejor abarcar y llegar a lo verdadero ?en la
acción, preferentemente pública- sin reticencias, a
corazón
abierto.
Es en lo público donde el ser humano muestra,
verdaderamente, su personalidad.
En lo público y en el hoy, en el cotidiano existir, puesto
que, recordando al poeta Fernando Pessoa, nadie sabe si la falta
de fin de todo es por andar siempre hacia adelante, hacia donde
nunca se llega, o por andar siempre en círculo, por el
cual no hay adónde llegar.
Para Hanna Arendt, filósofa alemana y ciudadana del mundo,
el ámbito público es el escenario al que acuden las
personas para ?mostrarse? a placer. En el intercambio mutuo se
manifiesta entonces algo que es más que la suma de
individuos, es un ?entre? que a todos engloba y desde el cual
cada uno puede entenderse mejor a sí mismo y a los
demás.
La facultad humana de crear este espacio del entendimiento es, a
juicio de Arendt, el lenguaje,
la
comunicación y con ello no se refiere a palabras
enigmáticas para los no iniciados, sino a ?la capacidad de
ser popular?, de ?hablar y escuchar?.
El lenguaje es
verdad porque la verdad surge sólo con el diálogo;
?porque verdad es?, dijo su maestro y amigo Karl Jaspers,
?lo que nos une a los otros?.
Este diálogo comprende otro espacio temporal, en él
se hacen tan presentes generaciones largamente olvidadas como
personas vivas, se crea un ?reino del espíritu? en el que
todos tienen cabida. Este reino, nos dice Hannah, ?no se
encuentra en el más allá y no es ninguna
utopía, no es de ayer ni de mañana; es de este
momento y aunque es del mundo, es invisible?. O como dijera
Hermann Cohen, ?el lugar del ser es ´ocupado´ por la
acción en tanto que el lugar de la causalidad es ocupado
por el fin.? Tal cual.
Efectivamente, el aprender a ubicarnos desde el silencio, mejora
la meditación sobre lo que hacemos, al tiempo que nos
permite ver con mayor claridad qué debemos sostener y
qué variar en nuestros pensares.
Ahora bien, llegado a este punto uno se pregunta
¿cómo no compartir con Sócrates
la idea de que es más importante conversar con la gente en
la plaza del mercado que dejar
grandes tratados? Al
respecto, Arendt sostenía que ?todo el amor a la
verdad y toda la gratitud por haber nacido proceden del hecho de
haber permanecido fiel a lo verdadero, tanto en lo bueno como en
lo malo?. Así motivados, es que vamos en pos de la
interrelación con los otros, filosofando e investigando
dónde está el hombre y en
qué se puede convertir.
Convenimos con Arendt que, ?cada persona es un
initium, un comienzo y un recién llegado al mundo, por
tanto las personas pueden tomar iniciativas, convertirse en
precursoras y comenzar algo nuevo?. De lo que colegimos que tanto
la acción cuanto las palabras, constituyen las actividades
en las que se vuelve a producir el nacimiento, el renacer.
A poco de fallecer Karl Jaspers, con quien compartió, por
decenios, una gran amistad
así como también un intenso y proficuo intercambio
intelectual ?no exento de sutiles confrontaciones, propias de dos
seres singularmente socráticos-, Hannah regresa a Basilea
para asistir a un acto en honor del insigne
filósofo.

Al culminar su conferencia,
Hannah manifiesta que ?lo más temporal y quizá
también lo más grande de un hombre, su
palabra y su comportamiento
único, mueren con él y por ello nos necesita,
necesita a los que pensamos en él. Tal pensamiento
nos lleva a una relación con el desaparecido de la que
surge y vuelve a resonar en el mundo la conversación sobre
él. La relación con el difunto es algo que debe ser
aprendido, y ahora comenzamos a hacerlo en la
conmemoración de nuestro dolor?.
A su tiempo, muerta ella, fue su amigo Hans Jonas quien en
idéntica circunstancia a la recién narrada,
culminó su despedida a la amiga, con las siguientes
palabras: ?Puesto que ella apreciaba la amistad por encima de
todo lo demás, permítanme hablarle como amigo. El
año pasado, Hannah, celebramos los cincuenta años
de nuestra amistad y recordamos cómo empezó todo
entonces, en el seminario de
Bultmann sobre el Nuevo Testamento, en el que éramos los
únicos judíos,
y cómo esta amistad creció con el paso de los
años. Por encima de largas épocas de separaciones y
una tormentosa diferencia de opiniones estuvimos seguros de un
sentimiento compartido: lo que era importante y lo que no lo era,
lo que en realidad contaba, lo que se podía honrar y lo
que había de ser despreciado. Hay muchos aquí que
podrían elogiarte como amiga, que podrían
atestiguar que, cuando te vinculabas a alguien de verdad, era
para toda la vida. Tú te mantuviste fiel; siempre
estuviste allí. Hoy somos un poco más pobres sin
ti. Sin tu calidez, el mundo es un lugar más frío.
Nos has dejado demasiado pronto. Intentaremos mantenernos fieles
a ti?.
Digamos que Jonas se dedicó, a partir de entonces, con
mayor énfasis que antes, a todo lo concerniente a la
ética
en su relación tanto con lo tecnológico como, por
citar algunos ejemplos, con la aplicación en el
ámbito de la medicina, en
la esfera de lo biológico. Hans Jonas, un pensador que en
sus comienzos fue un profundo estudioso de la Gnosis.
Ante el dolor, Hannah exteriorizaba su pena, al tiempo que
mantenía la porfía, cobijada en su esperanza
activa, como bien dijera Erich Fromm, para con los otros, para
con la gente común.
Falto de fundamento es el recurso utilizado por sus detractores
respecto de que ella privilegiara la relación con las
élites. Por el contrario, Hannah era una forjadora de
realidades, por lo que rendía tributo a la amistad, sin
claudicaciones ni estratificaciones groseras, sin desapegos ni
olvidos, sabiendo tanto estar como ser. Amiga de sus amigos,
tenía en la más alta consideración a la
amistad y dio pruebas de
ello, en más de una oportunidad, época y
circunstancias.
Al cabo de un tiempo y ante la muerte de su
esposo, Heinrich Blüchner, se pronuncia de manera sublime
sobre ?la presencia de la ausencia?. Expresión ésta
que tiene varias derivaciones: recuerdo, permanencia y una suerte
de inmortalidad, al estar de los comentarios que de inmediato
despertaron sus expresiones. Recuerda, así, la siguiente
cita del Kadish, la liturgia fúnebre hebrea: ?No te quejes
de que se te arrebate algo que te fue concedido pero que no
poseías. Has hecho mal si pensabas que lo poseías,
si has olvidado que te fue concedido.? Arendt, notoriamente, no
lo olvidaba.
Al pensar en ella y a partir de su sistema de
pensamiento, vuelvo la mirada hacia aquella frase que consta en
el Talmud y que expresa que el mejor orador es el corazón
y el mejor maestro es el tiempo.
Nuestra pensadora, y digo ?nuestra? por su humana
condición, por su darse, por su sistemática
acción en pro del otro, sin exclusiones y, especialmente,
en contra de ellas, por su busca incesante de la luz desde la
oscuridad; termina su obra Vita Activa, con una frase atribuida a
Catón: ?La persona nunca es más productiva que
cuando no hace nada y jamás está más sola
que cuando está a solas consigo misma?. Lo que nos lleva a
cuestionarnos respecto de, ¿qué hacemos cuando
pensamos?
Cuando una persona piensa, activa la consciencia ?despierta un
diálogo interior- con lo cual cobra vida el ser interior
que dialoga con nosotros y del que ya no se puede huir, salvo que
dejemos de pensar, de reflexionar. Dejar tal diálogo,
impedir el ?encontrarse? con aquello que nos cuestiona y genera
diálogo en nuestro interior, sería tanto como el
despertar otras entidades, estas sí, de signo negativo,
puesto que estaríamos dando paso a la huida ante el
pensar, al ser anecdótico y no al ser analítico,
que tanto Hannah como otros pensadores propugnaron. Salvo que
esta mujer lo hizo desde, y para, la gente en un espacio
público en donde se diera la atmósfera, ética y
moral, propicia para que un tal proceder tuviera lugar y
consecuencia en el humano existir.
Si visitamos su obra La vida del espíritu, encontraremos
la siguiente advertencia: ?Quien no conozca el intercambio
silencioso en el que se examina lo que se dice y lo que se hace,
no encontrará nada para contradecirse a sí mismo,
lo cual significa que ni está capacitado para rendir
cuentas sobre su
discurso o su
forma de actuar, ni desea hacerlo. Tampoco le importa cometer
cualquier tipo de crimen porque puede contar con olvidarlo al
minuto siguiente?. Prosigue, estableciendo que: ?Una vida sin
pensar es muy posible; pero entonces no desarrolla su propio ser,
y esto no es sólo un sinsentido, también es muy
poco vital. Las personas que no piensan son como
sonámbulas.?
Llaneza, apertura, devoción, dedicación, así
supieron definirla tanto sus amigos cuantos sus innumerables
alumnos con los que departía luego de las clases, si bien
durante las mismas tenía un trato muy claro, muy definido
con ellos en cuanto al rol de cada uno en el aula.
¿Dónde, entonces, queda esa idea que Hannah Arendt
fue mujer de elites?
En el Antiguo Testamento y de la mano de Isaías (LV,1),
podremos interpretar que así como el agua, el
vino y la leche, se
conservan mejor en vasijas ordinarias ?de barro- que en vasos
refinados, así también aprovechan más a los
humildes que a los orgullosos.
Mutatis mutandi, Hannah Arendt no desperdiciaba la vida en falsas
premisas, ella, meramente, saboreaba la vida en vaso de
barro.
Una mujer sin barreras, aquella que afirma y hace honor a que
?las palabras usadas para combatir pierden su cualidad de
discurso; se convierten en clichés?, puesto que tal uso no
sólo esclarece cuánto hemos perdido la facultad del
discurso, sino que también sirve de muestra de cómo
solemos recurrir a medios
violentos para solucionar, o meramente pretenderlo, nuestras
diferencias.
De aquí al adoctrinamiento, media sólo un paso y
Hannah quiso advertirnos de tal posibilidad. Por ello,
recurrimos, una vez más, al otro principio cardinal del
pensamiento arendtiano: la comprensión. Tanto aquella que
precede como la que prolonga el
conocimiento, en tanto le otorga sentido a éste al
visitar, reiteradamente, juicios y prejuicios que hubieren
precedido y guiado toda investigación rigurosa.
Agreguemos que una comprensión cabal, amerita el valerse
de dos actitudes que
benefician su aparición: la humildad y la capacidad de
escuchar. Claro está, debemos tener el valor
suficiente. ?El valor?, como indicara Hannah, ?libera al
espíritu de la preocupación por la vida,
convirtiéndola en una preocupación por la libertad del
mundo.? Y éste concepto es
capital para
un emprendimiento como el propuesto.
Hannah trabajó largo tiempo en la edición
de los diarios de Franz Kafka, a quien admiraba, luego de
aprender a conocerlo y valorarlo y extrajo un elemento vital en
su conceptualización de lo que llamó ?la esfera
privada y la esfera pública?: el prototipo del perfecto
padre de familia ?pater
familia-, a quien considera un nuevo tipo de hombre convertido en
asesino, llegado el caso, por miedo a hacer peligrar su esfera
privada. Viene a mi memoria los
versos que ella solía visitar de su querido amigo Auden:
?Private faces / in public places / are wiser and nicer / than
public faces / in private places.?
En este sentido digamos que en su obra ?Los orígenes del
totalitarismo? , escrita en el año 1948, manifiesta, a
modo de conclusión que ?El totalitarismo busca, no la
dominación despótica sobre los hombres, sino un
sistema en el que los hombres sean superfluos.? Por tanto, el
distinguir a la libertad como la capacidad para trascender lo
dado y empezar algo nuevo, es vital en tanto es ahí cuando
el hombre da expresión a su naturaleza:
cuando actúa, cuando deviene uno junto con los otros, en
la esfera de la acción compartida, más allá
de lo privado, en lo societario.
En una carta dirigida a
Gershom Scholem, manifiesta que ?considero que el mal es siempre
extremo, pero nunca radical, no posee profundidad ni
dimensión demoníaca alguna. Puede crecer
desordenadamente y destruir todo el mundo porque se extiende como
un hongo en la superficie. Pero lo verdaderamente profundo y
radical es siempre el bien.?
Quedan, obviamente, temas y personas por tratar y considerar.
Queda, sin duda, Heidegger, su relación con Hannah
así como también la intervención que a ella
le cupo en la obra Ser y Tiempo, por ejemplo; queda sin duda la
amistad entre ambos; el manido tema de la vinculación
política
de Heidegger en un triste pasaje de su existencia; resta por
tratar su obra Eichmann en Jerusalén y la banalidad del
mal o, como ella dice, el peligro ?de la irreflexión?.
Queda, pues, mucho por abordar pero recordemos que el hombre es
un sistema abierto y por consiguiente inacabado. Tiempo
habrá, y así esperamos ocurra, para ocuparnos de
tales asuntos. Hoy quisimos visitar un sentimiento y un estado del
alma.
Recordamos, casi al final de estas meditaciones, a Erich Fromm
cuando desde su obra Y seréis como dioses, nos hablaba del
halajá, el camino.
Una forma noble de transitarlo, y saberse en él, es el
darse al Otro para luego, reconocernos en nuestra unicidad. Por
ello, propiciamos al inicio que unos versos de Hannah nos
hablaran de la amistad; por lo mismo culminamos con otros versos
de ella sobre la Persona.
En el plano de lo sensible, en la renuncia al yoísmo,
será posible encontrarnos y reconocernos como
personas.
Dejemos que ella lo exprese en sus propios términos:

Persona
Queréis iros del Yo a la Persona
y no sabéis que un tono debe
Sonar primero a través de la imagen,
el tono de la calma
que calma sin quererlo
dulce al entonarse
porque, sufrido desde una reconciliación
que funda un nunca-olvido,
enlaza com el más lejano el más lejano
corazón.-
Hanna Arendt

Bibliografía:
1. ¿Qué es la
política?, Hanna Arendt, Paidós
2. De la historia a la acción,
Hanna Arendt, Paidós
3. Entre el pasado y el futuro, Hanna Arendt,
Península
4. La condición humana, Hanna Arendt, Paidós
5. Eichmann en Jerusalén, Hanna Arendt, Lumen
6. Hanna Arendt-Martin Heidegger, Correspondencia 1925/1975,
Herder
7. Pensar sobre Dios y otros ensayos, Hans
Jonas, Herder
8. La filosofía como profesión o el amor al
mundo-, Alois Prinz, Herder
9. Hanna Arendt y Martin Heidegger, Elzbieta Ettinger,
Tusquets
10. Y seréis como dioses, Erich Fromm, Paidós
11. Poesía,
Fernando Pessoa, Alianza 30 Editorial
12. Teeteto o de la ciencia,
Platón,
Aguilar

 

Héctor Valle

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