- Hay golpes en la
vida - Primera
hermandad: Aguedita, Nativa, Miguel - Lo
evidente y lo oculto en una casa - La
muerte, el juego de las escondidas y la madre como una gallina
que cuida y guarda sus polluelos - La
fatalidad del desencuentro - La hora en
que doblan las campanas - La
evolución de un poeta - La
búsqueda del hermano y el encuentro con
Dios
1. Hay golpes en la
vida
El 22 de agosto del año 1915 murió, a
los 26 años de edad Miguel, el hermano inmediatamente
mayor de César Vallejo, hecho que produjo en él un
inmenso dolor y una honda pena –lo dijo y lo
escribió en más de una ocasión–, que
motivó que él compusiera uno de los más
hermosos poemas
incluidos en su obra Los heraldos negros, titulado
"A mi hermano Miguel", que forma parte de la
sección "Canciones de hogar":
A MI HERMANO MIGUEL
In memoriam
Hermano, hoy estoy en el poyo de la
casa,
donde nos haces una falta sin
fondo!
Me acuerdo que jugábamos esta
hora, y que mamá
nos acariciaba:
"Pero, hijos…"
Ahora yo me escondo,
como antes,
todas estas oraciones
vespertinas, y espero
que tú no des conmigo.
Por la sala, el
zaguán, los corredores,
después, te ocultas tú, y yo no doy
contigo.
Me acuerdo que nos hacíamos
llorar,
hermano, en aquel juego.
Miguel, tú te escondiste
una noche de agosto, al alborear;
pero,
en vez de ocultarte riendo, estabas triste.
Y
tu gemelo corazón de
esas tardes
extintas se ha aburrido de no
encontrarte. Y ya
cae sombra en el alma.
Oye, hermano, no tardes
en
salir. Bueno? Puede inquietarse mamá.
Miguel y César eran hermanos sucesivos en el
tiempo, el
penúltimo y el último, respectivamente, de la familia
Vallejo Mendoza. Miguel llevaba a César tres años y
un mes de ventaja en edad; pero, pese a esta diferencia, eran en
su infancia y
adolescencia,
inseparables, se entendían mucho en todas sus inquietudes
y en sus juegos, aunque
el distingo más resaltante ocurría en el carácter y el temperamento.
El mayor era extrovertido y vivaz, quien capitaneaba las
incursiones grupales de los amigos del barrio Santa Mónica
de Santiago de Chuco, donde ambos nacieron. Se recuerda que
Miguel cargaba con su hermano César por los campos, el
río, las laderas; cazando mariposas, churgapes y
pajarillos; bañándose en las aguas del río
Patarata, recogiendo frutos silvestres como tunas, sogorones,
shinigandas, cuytulunes; siempre desplegando una actitud
protectora hacia el hermano menor tímido y
retraído.
Miguel Ambrosio estaba hecho más para
desenvolverse en el ámbito natural y práctico de la
vida; sin darle mucha importancia a los estudios, en lo cual su
hermano César era aplicado y sorprendente. Aquél
era hábil y despierto en todo lo que era el dominio de los
asuntos concretos: palomilla, jugador de fútbol, nadador
en las pozas de los los ríos, enamorador de las jovencitas
agraciadas del barrio y de otros lugares hacia donde le llevaban
sus correrías.
Lamentablemente, por aquella misma actitud
arriesgada y desafiante a los retos de la vida, falleció
cuando era un joven animoso y pletórico, y todo debido a
un fuerte resfrío que pronto se convirtió en
bronquitis y finalmente –sin que jamás lo imaginaran
sus familiares– derivó en una neumonía fulminante que lo condujo a la
tumba. Su partida de defunción se encuentra en el Archivo
Parroquial del pueblo donde él naciera y muriera, en el
libro N°.
17, que corre de 1915 a 1927, pagina N° 03, partida N°
18; donde se lee textualmente:
"N° 18 – Miguel Vallejo –
Año del Señor de mil novecientos quince. En
veinte y dos de Agosto. Ante mí el que suscribe Cura
Vicario de esta doctrina de Santiago de Chuco se
presentó Manuel Vallejo denunciando el fallecimiento de
su hermano Miguel de veinte y seis años de edad
–hijo legítimo de Francisco de Paula y
María Stos. Mendoza –Soltero– no deja hijos.
Falleció de neumonía y ordené que a su
cadáver se le diera sepultura eclesiástica de que
certifico.– (Firmado por el Cura Vicario) S. E.
Miñano".
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