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El banquete: un texto de referencia para el deseo y la transferencia




Enviado por Sergio Hinojosa


Partes: 1, 2

    1. El lugar del discurso
      socrático: la a-topía
    2. La
      transmisión
    3. Los convocados
      al banquete
    4. La
      costumbre
    5. Deslizamiento
      de escenas y de discursos
    6. El daimon y
      los discursos platónicos
    7. La otra escena
      del banquete

    1. El lugar del
    discurso
    socrático: la a-topía

    El diálogo
    como forma expresiva no constituía en tiempos de Platón
    una excepción en el discurso filosófico, muy al
    contrario fue este el modo dialógico que llevó al
    discurso filosófico hacia una forma más enunciativa
    doctrinal. Se trata, pues, de un discurso modélico que se
    define por la búsqueda (zétesis) de la
    verdad (aletheia) y que, tal vez, marque el ocaso de todos
    los grandes ideales con los que la polis gustaba engrandecerse.
    Sin duda, los agentes de estos discursos
    operaron también grandes cambios en la forma de
    articulación significante, tal vez, gracias a las
    exigencias propias de actividades que requerían un
    lenguaje
    eminentemente persuasivo y un virtuosismo apoyado en el arte de la
    retórica.

    El oficio de sofós (1)
    se ejercitaba afilando la palabra y atendiendo
    minuciosamente a los efectos del lenguaje. Los sofistas cobraban
    un precio por
    educar en la palabra de estrategia
    cautivadora y, a cambio, el
    ejercicio del poder ganaba
    con su riqueza discursiva.

    En el contexto de todos estos discursos del saber (
    tanto en el de la politeia, en el de la tékhne
    psykhé
    de los trágicos y los compositores de
    ditirambos, en el de los poetas, como en el de los artesanos),
    Sócrates
    podía considerarse como a-topós, como un
    pensador exclusivo e inclasificable. A todos logró poner
    en su contra. Y tanto fue así, que cada saber se vio
    concernido, plasmando por distintos derroteros, en la
    acusación del filósofo, el delito de hacer
    del logos, un lógos deinós
    (terrible); es decir, la mayoría vio en su excentricidad
    una manipulación del lógos. Esta
    atopía socrática la ha marcado Platón con
    tres términos: extranjero, héroe y
    tábano.

    Efectivamente, a Sócrates podía
    imaginársele como un tábano para la polis y sus
    intereses. En el proceso que
    culmina en su juicio a muerte se hace
    sentir la molestia de su aguijón a los que duermen el
    sueño de la confianza política. Ya en el
    año de la representación de Las nubes, en 423,
    Aristófanes ataca al filósofo
    (2) por cuestionar aquello que constituye los
    pilares de la polis. Se le acusa de no ser consciente
    (a-phronós) y, a la vez ser un temerario. Se le
    acusa de falta de cuidado y de impiedad en sus juegos
    dialécticos sobre el amor, las
    mujeres y el culto; poniendo con su actitud en
    serio peligro los cimientos de la moralidad
    ancestral. También se le puede considerar extranjero. El
    mismo habla desde su a-topía nombrándose
    como extranjero y pidiendo a sus jueces que no se preocupen por
    su forma extraña de hablar, sino por si lo que dice es
    justo. Aquí resuenan también las palabras de
    Protágoras en el discurso platónico: "El extranjero
    que recorre las grandes ciudades persuadiendo a los mejores de
    entre los jóvenes para que abandonen la
    compañía de los otros y lo sigan a él, con
    la convicción de que su trato los hará mejores,
    debe ir con cuidado, porque no son pocos los celos y
    animadversiones que irá suscitando"
    (3)

    Por último, Platón lo iguala a Aquiles,
    pues su postura heroica no le permitía abandonar
    posiciones y retirarse "…de la misma manera que Aquiles no
    podría convivir con la vergüenza de no vengar a
    Patroclo." En efecto, la batalla desigual con la polis dejaba
    traslucir un deseo inédito, que no podía encontrar
    el reconocimiento benevolente, pero sí marcar un nuevo
    destino para el discurso filosófico: el cuidado de
    sí, frente a… y señoreando sobre la
    politeia, valga decir, sobre la tékhne
    politiké.
    Pero, tras ese cuidado de sí,
    sancionado por la gnosis seautón delfica, su daimon
    le empujaba sigilosamente a una muerte segura. Ese cuidado de
    no es sino el corazón
    socrático: la metonimia de una búsqueda imposible
    de la gnosis seautón, la metonimia de un deseo
    de…verdad imposible. Ante la muerte,
    Sócrates se empecinará en la no refutación
    del oráculo délfico, allí donde Pitia le
    vaticina: "No hay nadie más sabio que
    Sócrates" (4) el deseo de saber
    y la muerte se anudan.

     

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