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La madre en César Vallejo (página 2)



Partes: 1, 2

 

2. La madre
biológica de César Vallejo

Hay imágenes
de ella, extraídas de fotos de
conjunto, de las cuales se ha recortado y separado su
retrato.

Se la ve sencilla, honda y esencial, envuelta en un
reboso raído, sin nada artificial que lo distinga, un
arete, una cinta o un anillo. Se la siente arcilla, gleba,
espiga; de rasgos muy andinos, telúricos y bondadosos, con
ojos profundos, cabello lacio, pómulos salientes. Con
mucha alma;
servicial y entregada. Agua clara de
manantial, mujer andina
cabal.

Se llamó María de los Santos Mendoza
Gurrionero, hija del sacerdote Baltazar Joaquín de
Mendoza, quien fue natural de España. Su
madre en cambio fue
lugareña de Santiago de Chuco.

Nació en esta villa el 1 de noviembre de 1850. Se
casó a los 17 años, el 22 de junio de 1867, con
Francisco de Paula Vallejo Benites, también hijo de
sacerdote, en la iglesia
matriz del
pueblo. Al casarse su madre y hermana le donaron la casa donde
nació y nacerían luego sus doce hijos, siendo el
último César Vallejo Mendoza, a quien dio a
luz a los 42
años y en cuyo parto estuvo a
punto de morir.

Murió el 8 de agosto de 1918, cuando César
Vallejo se encontraba en Lima y aún no había
publicado libro alguno.
Los Heraldos negros, recién aparecería en julio del
año 1919.

Doña María de los Santos falleció
después de tener un proceso de
fiebre alta que
se declaró en el mes de julio, para complicarse
después en una enfermedad dolorosa y mortal en su
época: angina de pecho, que inflama los órganos de
la deglución y la respiración.

Su sepultura está identificada en el cementerio
general, en la colina que domina el pueblo de Santiago de Chuco.

3. Tahona
estuosa de aquellos mis bizcochos

En múltiples poemas,
así como en páginas sentidas de su prosa,
César Vallejo evoca a su madre con amor
entrañable. Hasta en su libro póstumo "Poemas
Humanos" empieza diciendo:

Hay, madre, un sitio en el mundo, que se llama
París. Un sitio muy grande y lejano y otra vez
grande.

El poema XXIII de Trilce, publicado en 1922,
está dedicado completamente a ella. Y comienza
así:

Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos
pura yema infantil innumerable, madre.
Oh tus cuatro gorgas, asombrosamente
mal plañidas, madre: tus mendigos.
Las dos hermanas últimas, Miguel que ha muerto
y yo arrastrando todavía
una trenza por cada letra del abecedario.

¿A quién se le ocurre expresarse de ese
modo? ¡Qué tal arrojo! "Tahona estuosa". ¡Y
qué manera de tratar con la poesía!
Porque, ¿quién lo entiende? Eso él no se
preocupa. Había escrito en Los heraldos negros: "qui
potest capere capiat" que quiere decir: El que pueda entender que
entienda. ¿Arrogancia? ¿Capricho? No, porque ya sea
como sonido o ya sea
como significado, madre es ciertamente tal como él lo
dice: "tahona estuosa". Cabal para el sentimiento y el concepto de
madre.

Así como Dios puro sonido es "¡ommm!",
madre en puro sonido es "tahona estuosa". En términos
semánticos, tahona es: casa en donde se hace y se reparte
el pan; y estuosa: íntima, cálida, abrigada. Y la
madre es eso.

Por algo dijo de Trilce:

"Sólo Dios sabe hasta qué bordes
espeluznantes me he asomado en donde pudo quedar yerta mi pobre
ánima viva"

¿Y gorgas? ¿Qué es? ¿A
quién se le ocurre llamar a los hijos gorgas?
¡Gorgas!, que es alimento o comida para las aves de
cetrería. ¿Y qué relación tiene el
significado de la palabra los hijos pequeños? Toda.
Absoluta y cabal relación. Pero solamente a un genio se le
ocurriría encontrar esa relación.

Y así cómo introduce este lenguaje
total, introduce toda la vida, su biografía y su mundo.
Y su muerte. Porque
uno de esos hermanos ya estaba muerto, hacía cinco
años, pues Miguel murió el 22 de agosto de 1915. Y
su madre también ya era occisa. Pero eso
¿qué importa? Aquí, con Vallejo, se
transpone la vida y la
muerte.

Porque él conversa para adentro, para sí
mismo. Habla de los insignificantes que resultan trascendentes,
de los cuatro mendigos que son él y sus hermanos
pequeños. ¡Qué diferencia ¿no? con los
grandes temas y autores con los cuales él ahora se
equipara!

Las batallas y los fastos de los dioses en Homero. El cielo,
el purgatorio y el infierno en Dante. El amor, la
duda o los celos, en Shakespeare. En
Vallejo la vida cotidiana, el hombre, lo
íntimo, como comer, tan común y corriente. Pero,
¡al fin la vida!

4. El
mundo con madre y sin madre

 Y
continúa:

En la sala de arriba nos repartías
de mañana, de tarde, de dual estiba,
aquellas ricas hostias de tiempo,
para
que ahora nos sobrasen
cáscaras de relojes en flexión de las 24
en punto parados.

Hay dos mundos entonces. Uno es el de la sala de arriba
en donde totalizando el día, en cual estiva, se
repartían esas ricas hostias de tiempo que la madre
ofrenda en esa comunión del amor total. Ese pan es
sagrado, son hostias de tiempo que ella dona y entrega como
sacerdotisa del amor maternal. Como fue el mundo andino que fue
destruido por mano codiciosa que impuso el saqueo y la usura,
mundo en el cual ahora somos reos, reclusos y parias.

Ese pan generoso es oblación y es sagrado.
Tú lo diste, madre, y es pan de amor. Pero ahora nos lo
cobran. Y aquí se presenta la ruptura, lo quebrado y
trágico: Y en vez de hostias de tiempo son cáscaras
de relojes, salario, tiempo
falso, mecánico y artificial.

Madre, y ahora! Ahora, en cuál
alvéolo
quedaría, en qué retoño capilar,
cierta migaja que hoy se me ata al cuello
y no quiere pasar…

Todo cambia cuando dice: "Madre, y ahora!". El pan se ha
convertido en migaja que en vez de pasar se ata al cuello por
fuera. El pan nutricio se vuelve soga del ahorcado. En vez de pan
para alimentar ahora es cuerda que aprisiona. Se cambió el
mundo del afecto por el mundo sin madre, la cultura del
lucro, usurera y especulativa se impuso.

El lenguaje de exaltado se ha tornado dolido,
infringido, no por los vocablos sino por la inflexión y el
gesto, por la manera de hablar, por el tono confidente, de
mohín. Y pueblerino.

Y todo medido en relación a una función
básica cual es el acto de alimentarse y comer, de
nutrirse. La madre es bolo alimenticio, es bocado. En la primera
instancia los bizcochos son dulces. En la segunda una migaja se
atasca al cuello.

5. El alquiler
del mundo donde nos dejas

Y prosigue:

…Hoy que hasta
tus puros huesos
estarán harina
que no habrá en qué amasar
¡tierna dulcera de amor

Así como en la poesía él
llegó a lo real de lo real y a ser un poeta del hambre,
así en el amor de la madre llegó al amor que se
traduce en pan.

La madre es harina. Pero también es el cuenco
donde se amasa el pan dulce, el bizcocho. Es el recipiente y la
vasija, si no el amor no tiene forma ni estructura. La
madre es contenido y continente, harina y utensilio, donde se
pueda amasar el pan de la vida ser el horno que lo
cueza.

hasta en la cruda sombra, hasta en el gran molar
cuya encía late en aquel lácteo hoyuelo
que inadvertido lábrase y pulula ¡tú lo viste
tánto!
en las cerradas manos recién nacidas.

Las figuras y metáforas son bucales u orales,
también dentales y de la función de comer. Y del
tener hambre. Pero luego sigue: "Tú lo viste tanto!"
¿Dónde? Tú lo adivinaste.
¿Dónde lo adivinó? "en las cerradas manos
recién nacidas". En los signos, en el
mundo cifrado y secreto de la mano. Y aquí llegamos al
enigma pleno y atroz, porque es en las cerradas manos de un
recién nacido que solo el secreto de amor de una madre los
expurga. Y otra vez estamos hundidos en el hecho cotidiano,
inencontrable salvo por el bendito y secreto amor de madre puesto
en lo pequeño e insignificante, los trazos de una mano
cerrada.

Tal la tierra
oirá en tu silenciar,
cómo nos van cobrando todos
el alquiler del mundo donde nos dejas
y el valor de aquel
pan inacabable.

Poema de lo propio y ajeno. Lo propio y
auténtico si viene de la madre. Fuera de ella es un mundo
ajeno. Porque el mundo de la madre es generoso, del
desprendimiento total que ella ampara, lo nutre, lo acoge y
protege. Reino del puro amor, lo contrario es ajeno donde todo
nos cobran y tenemos que pagarlo. Es el "alquiler" del
mundo.

Y nos lo cobran, cuando, siendo nosotros
pequeños entonces, como tú verías,
no se lo podíamos haber arrebatado
a nadie; cuando tú nos lo diste,
¿di, mamá?

Es el poema del divorcio, del
cambio desde una posición de generosidad hacia otra de
desamparo y de necesidad. Y él militó y
entregó la vida por restituir el mundo de la generosidad y
la solidaridad
humanas.

6. Madre,
me voy mañana a Santiago

Pero hay otro texto de
Trilce dedicado también a la madre y es el poema LXV
escrito en mayo de 1920 antes de retornar a su terruño,
Santiago de Chuco, cuando hacía dos años su madre
ya había muerto.

Madre, me voy mañana a Santiago,
a mojarme en tu bendición y en tu llanto.
Acomodando estoy mis desengaños y el rosado
de llaga de mis falsos trajines.

Pese a que la madre está muerta va a confiarle a
ella sus desengaños y el rosado de llaga de sus falsos
trajines. Porque la madre es quien entiende, es centro, hondura y
vastedad. Es llanto para comulgar, mojarme en él, que es
agua y lluvia. Es este poema el del retorno a la tierra
natal:

El llanto es aquello tan hondo que no puede ser
expresado de otro modo.

Estoy acomodando mis desengaños. Llevo en mi
maleta no regalos ni obsequios como en la sociedad de
consumo, sino
mi confesión que nos hace más humanos. Llevo mi
alma indefensa y mi ser adolorido, equivocado ante ti que eres
verdad y puro amor. Los llevo para que tú los alivies de
solo oírlos.

Mojarme en tu llanto es una purificación. Porque
el llanto no siempre es de pena, es también de
identificación y reconocimiento. También de
felicidad. De la madre viendo llegar al hijo.

Es el poema del retorno, del regreso, de la madre
que ve llegar al hijo de sorpresa. El hijo pródigo
arrepentido. Y del padre o madre que acogen. Pero ella ya
está fallecida. Hace dos años que murió. Y
él lo sabe. Entonces, ¿a quién se
refiere?

Me esperará tu arco de asombro,
las tonsuradas columnas de tus ansias
que se acaban la vida.

Que se acaban la vida es una manera de hablar en el
pueblo. Este gesto, este mohín, este detalle para
hablar.

¿Qué madre no espera a un hijo que
está lejos como si le hubieran desgajando o cercenando el
ser? ¿Y qué es o puede ser un arco de asombro?
Desde los brazos, que se elevan de alegría, hasta las
cejas o la frente.

El mundo mismo es un arco de asombro. O puede ser la
puerta del templo. Puesto que es llegada y es recibimiento. Es el
encuentro. Pero puede también ser el nacer. Para cada
madre el hijo estará siempre naciendo.

7. Estoy
plasmando tu fórmula de amor

Me esperará el patio,
el corredor de abajo con sus tondos y repulgos
de fiesta. Me esperará mi sillón ayo,
aquel buen quijarudo trasto de dinástico
cuero, que
para no más rezongando a las nalgas
tataranietas, de correa a correhuela.

Madre es la tierra pero también la casa; el
corredor, el patio. Se describe la casa, ¡y en época
de fiesta!

Pero no solo es la casa sino el sitio que se ocupa
en la mesa subido en el sillón ayo. "Me esperará mi
sillón ayo,". Solo la infancia nos
espera y acoge. Solo una madre nos escucha y nos bendice. Solo la
tierra nos acepta otra vez de regreso, cuando retornamos a ella
incluso estando muy lejos.

Estoy cribando mis cariños más
puros.
Estoy ejeando ¿no oyes jadear la sonda?
¿no oyes tascar dianas?
estoy plasmando tu fórmula de amor
para todos los huecos de este suelo.

La madre está muerta y él le reclama que
le oiga. Que oiga al hijo y es natural, porque madre e hijo en
la
comunicación han tendido un lazo imperecedero. Reclama
que sienta no solo lo que le dice sino aquello que ni él
sabe lo que es. "Estoy ejeando" "no oyes jadear la sonda", que es
una inmersión en lo profundo de nuestro ser.

Ahora bien, ¿cualquier madre puede inspirar un
poema así? Desde que hay culturas sin madre, no. La
inclinación del mundo actual con el fenómeno de
la
globalización tiende a eliminar el ser madre. Por eso
el mundo andino es reservorio moral e
inspiración para la humanidad del presente y del
futuro.

"estoy plasmando tu
fórmula de amor". ¿Que sabiduría es mayor
que el ser madre? ¿Y qué fórmula más
perfecta de amor real, ideal o utópico que el ser
madre?

8.
La madre es casa eterna

Oh si se dispusieran los tácitos volantes
para todas las cintas más distantes,
para todas las citas más distintas.
Así, muerta inmortal. Así.

"muerta inmortal" es:
estuvimos aquí y es para siempre. Nos amamos, siquiera un
instante y ese amor ya no desaparecerá jamás. Es
para siempre.

Bajo los dobles arcos de tu sangre, por
donde
hay que pasar tan de puntillas, que hasta mi padre
para ir por allí,
humildóse hasta menos de la mitad del hombre,
hasta ser el primer pequeño que tuviste.

Porque eso es el varón frente a la mujer como
género,
donde mi padre con ser mi padre se humilló hasta ser el
primer pequeño que tuviste.

Así, muerta inmortal.
Entre la columnata de tus huesos
que no puede caer ni a lloros,
y a cuyo lado ni el destino pudo entrometer
ni un solo dedo suyo.
Así, muerta inmortal.
Así.

Columnatas y arcos. ¿Dónde estamos?
¿Qué nos evoca? El templo, la iglesia, el altar. Es
el edificio para orar. En donde el padre humildóse hasta
menos de la mitad de un hombre, es decir, donde se
arrodilló. Desamparado ante ti, ¡misterio
adorable!

"Así, muerta inmortal. Así"
Ya para siempre nadie te puede olvidar. Y así sea hace
dos, diez o mil años, iremos a mojarnos en su
bendición y en su llanto. Es lo irrevocable, lo
insustituible que ni siquiera puede caer ni a lloros. Es eterno,
tanto que ni nuestra pena, ni nuestra tristeza al llorarla, la
hará sucumbir ni dejar de ser. Es eterna. Es muerta
inmortal.

¿Quién puede atentar contra lo que es
inmortal? El destino. Pero ni él, que todo lo cambia y
rige, puede entrometer ni un dedo suyo.

La madre es el misterio perfecto, el origen de la vida
y ella contiene la fórmula del amor
consumado.

Fuente:

Instituto del Libro y la Lectura del
Perú

 

Danilo Sánchez Lihón

 

Partes: 1, 2
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