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Mariano Melgar, poeta del amor, y la libertad (página 2)



Partes: 1, 2

2. Imagen nata del
trovador y el héroe
 

¿Qué tenían, o de qué
estaban hechos, aquellos hombres? Solo cabía una
explicación para mí: pertenecían a un
país de fábula, convulso, quimérico y
sensual. Y tenían no solo entusiasmo y pasiones sino que
estaban ungidos de un fulgor divino.

Pero entre todas estas historias la que más
ganaba mi simpatía, adhesión incondicional y que me
conmovía hondamente era el aura de vida y la gesta de
Mariano Melgar: niño genial, adolescente impetuoso y
atormentado por los misterios del ser, arrebatado luego de
amor por una
niña de trece años, joven bizarro que abraza pronto
los ideales y compromisos de hacer y forjar aquí, en una
colonia irredenta, la justicia
social, hombre
después que renuncia a todo, se hace labriego, y
finalmente opta por el sacrificio y el martirio de entregar su
vida, convicto y confeso por la aspiración de una patria
libre y digna.

Fue un ser generoso, que unía a su
emoción de amante apasionado, la de hombre de letras
esclarecido y ciudadano consecuente y leal con el suelo que lo vio
nacer y quien el 12 de marzo era fusilado en el campo de batalla
de Humachiri, en Arequipa, a los 24 años de edad, luchando
por la independencia
del Perú:

Ya llegó el instante
fiero

Silvia, de mi
despedida,

pues ya anuncia mi
partida

con estrépito el
cañón.

A darte el adiós
postrero

llega ya
tu tierno
amante,

lleno de
llanto el
semblante

y de
angustia el corazón.

Llega tu objeto
divino

tiéndeme
tus brazos
bellos,

a ver si
logro que en
ellos

dulce
acogida me des.

No conseguirá el
destino

el golpe
que quieres
darme

porque antes
de separarme

me
verá muerto a tus pies.

Llamaré instante de
gloria

a aquel en
que vi tus
gracias

y origen
de mis
desgracias

a aquel
que las perdí.

Mil veces esta
memoria

harás
que el dolor me
acabe

y tú
entre tanto quién
sabe

si te
acordarás de mí.

Al salir el sol
brillante,
al poner sus luces bellas
al nacer lunas y estrellas
estaré pensando en ti.

Él encarna la imagen, el lance y la hazaña
nata del trovador, del cantor popular, del hombre embargado de
legítimas pasiones; bello y tajante, henchido de ideales,
quien mira desafiante la boca de los fusiles que le han de cegar
la vida, siendo la representación sublime del héroe
romántico por excelencia del Perú.

Dio el halo mágico y legendario que tiene la
literatura
peruana, recogiendo la tradición esencial y
auténtica de la poesía
quechua y castellana, que es necesario no perder cediendo a una
corriente ajena, superflua y desencantada.

3. Donde
los bienes son
males y los placeres tumultos

Nació en Arequipa, el 10 de agosto del año
1991, hijo de español:
Juan de Dios Melgar, y de india: Andrea
Valdivieso. Su hogar fue de condición humilde pero sus
dotes y virtudes le dieron inmediata posesión de
categoría y honores, siendo querido, respetado y admirado
por clérigos, personalidades del foro, maestros y por todas
aquellas personas académica y socialmente
cultivadas.

Fue niño precoz, quien a los 3 años ya
conocía "todos los secretos de la lectura"; a
los 8 domina el latín y es nombrado Auxiliar de Clases en
la Escuela del
Convento de los Franciscanos Descalzos. Traduce a los poetas,
filósofos y oradores de la antigüedad;
y lee aquellos textos a sus compañeros de
colegio.

Pero un día una niña insufla su vida
de singular arrebato y lo cautiva para siempre. Es su gran
ilusión, su exaltación para vivir y muy pronto su
decisión también para morir:

¡Ay, amor!, dulce
veneno,

¡ay, tema de mi
delirio,

solicitado
martirio

y de todos males
lleno.

 ¡Ay, amor! lleno de
insultos,

centro
de angustias
mortales,

donde
los bienes son
males

y los
placeres tumultos.

 ¡Ay, amor! ladrón
casero

de la
quietud más
estable.

¡Ay,
amor, falso y
mudable!

¡Ay,
que por tu causa muero!

 ¡Ay, amor! glorioso
infierno

Y de
infernales
injurias,

león
de celosas
furias,

disfrazado
de cordero.

¡Ay, amor!, pero ¿qué
digo,
que conociendo quién eres,
abandonando placeres,
soy yo quien a ti te sigo?

4. Levantad esos rostros
abatidos

Para seguir estudios de derecho y leyes en la
Universidad de
San Marcos viaja a Lima dejando a aquella chiquilla, que luego
inmortalizó en sus versos con el nombre de Silvia y quien
le hizo la promesa al partir de no abandonarlo nunca.

En el puerto de Mollendo le impresiona profundamente
el océano, emoción que lo inspira a escribir su oda
"Al autor del mar":

El mar inmenso viene entero
Ya
parece tragarse el continente,

Aviva su
corriente,

Y en eterno
hervidero

Choca, vuelve a
chocar…
 

De aquí hasta donde raya el
horizonte

Se ve
criar la blanquísima nube:

Se exhala, crece y
sube;

Y al valle,
al prado, al
monte

Va a dar
frescura y riego, y sus
corrientes

Sustentan
y producen los vivientes…

………. 

Acaba, bravo mar, tu fuerte guerra;
Islas sin puerto
vuelve a las ciudades;

Y en una sola a
mí con Silvia encierra.

En Lima se imbuye de los ideales independentistas.
En medio de la conjura revolucionaria escribe su "Oda a
Baquíjano y Carrillo y también su "Oda a la
libertad":

Oíd, cese el llanto
Levantad esos rostros abatidos,
Indios que con espanto,
Esclavos oprimidos
Del cielo y de la tierra
sin consuelo
Cautivos habéis sido en vuestro
suelo…

Asume un compromiso pleno con la causa indígena y
los ideales que asume la revolución
emancipadora.

Su verbo se vuelve proclama de adhesión por
los humildes, marginados y desheredados de la tierra, de
identificación con las aspiraciones populares. Da
coherencia a sus ideas y a su vida, de amor consagrado a una
mujer y de
consagración a sus ideales de libertad.

5. El amor se
convierte en queja y lamento

Pero al volver a Arequipa el amor de su vida, Silvia, se
muestra
esquiva. Al parecer no le agradan las ideas que ahora él
encarna.

Y así, el destino trenza sus dedos para que
el amor sublime que él siente se convierta en queja y
lamento:

No nació la mujer
para querida

por esquiva, por falsa y por
mudable;

y porque es bella, débil,
miserable,

no nació para ser
aborrecida.

 No nació para verse
sometida,

porque
tiene carácter
indomable;

y pues
prudencia en ella nunca es
dable,

no
nació para ser obedecida.

 Porque es flaca no puede ser
soltera,

porque es
infiel no puede ser
casada,

por
mudable no es fácil que bien quiera,

 Si no es, pues, para amar o ser
amada,

sola o casada, súbdita o
primera,

la mujer no ha nacido para
nada.

Pero su amor es mucho. No puede quedarse con el
desengaño.

No quiere ocultarlo ni apagarlo, tampoco lo
disimula. No puede tenerlo callado, lo hace público y
manifiesto. Y se deshace en lamentos y en suspiros. Y sucumbe
ante las heridas que lo afligen:

BIEN PUEDE EL MUNDO ENTERO
CONJURARSE

 Bien puede el mundo entero
conjurarse

contra
mi dulce amor y mi
ternura,

y el odio
infame y tiranía dura

de todo su rigor contra mí
armarse;

 Bien puede el tiempo
rápido
cebarse

en la
gracia y primor de su
hermosura,

para
que cual si fuese llama
impura

pueda el
fuego de amor en mí acabarse;

 Bien puede en fin la suerte
vacilante,

que
eleva, abate, ensalza y
atropella,

alzarme
o abatirme en un instante;

 Que al mundo, al tiempo y a mi varia
estrella,
más fino cada vez y más constante,
les diré: «Silvia es mía y yo soy de
ella.

6. ¿Por qué a verte volví,
Silvia querida?

¿Por qué este designio? ¿A
qué viene este desengaño? ¿Por qué me
tocó a mí? La flecha, el estigma, la fatalidad del
amor, ¿por qué me tocó a
mí?

Si tú eras para mí, ¿por qué
se tuercen los hilos? ¿Por qué se confunden las
hebras? ¿Por qué esos renglones
torcidos?

Y decide dejarlo todo –por lo inmenso y
radical que es, pero a la vez frágil ante el aleteo del
amor–, decide entonces sublimarlo en vida y hacerlo
perdurable e infinito en el ideal, más allá de este
mundo, de esta vida y de la
muerte:

¿POR QUÉ A VERTE VOLVÍ, SILVIA
QUERIDA?
                     
(Elegía I)

¿Por qué a verte volví, Silvia
querida?
¡Ay triste! ¿para qué? ¡Para
trocarse
mi dolor en más triste despedida!

 Quiere en mi mal mi suerte deleitarse;
me presenta más dulce el bien que pierdo:
¡Ay! ¡Bien que va tan pronto a
disiparse!

 ¡Oh, memoria
infeliz! ¡Triste recuerdo!
Te vi… ¡qué gloria! pero ¡dura pena!
Ya sufro el daño
de que no hice acuerdo.

 Mi amor ansioso, mi fatal cadena,
a ti me trajo con influjo fuerte.
Dije: «Ya soy feliz, mi dicha es plena».

 Pero ¡ay! de ti me arranca cruda
suerte;
este es mi gran dolor, este es mi duelo;
en verte busqué vida y hallo muerte.

7. Vuelve que
ya no puedo vivir sin tus cariños

Y he aquí que se produce uno de los saltos
más extraordinarios que se han dado en la poesía y
el arte en el
Perú, porque no hay hecho que haya sido más
decisivo para el arte y la cultura
nuestras que esta decisión de Mariano Melgar, la de
desterrarse, cambiar de clase social,
irse a vivir en la campiña y hacerse chacarero.

Y se hizo campesino
total: de poncho y ojotas, de pantalones arremangados y sombrero
mojado por la lluvia y quemado por el sol, de pisar la tierra
arisca y helada, con los pies descalzos y los brazos curtidos
solo con la diferencia que sus manos eran diestras también
en saber tocar la guitarra.

Aquel genio lingüístico, aquel
académico consumado, el políglota escanciado, aquel
intelectual venerable que causaba asombro con su ciencia, aquel
adivinador de los misterios de la vida y el cosmos, volvió
así al grumo, a la piedra de toque, al terrón de
polvo que somos todos.

Se hizo hombre de campo total, sin reticencias ni
tapujos causando el escándalo en el medio culto y refinado
de Arequipa.

Dejó todo sin ambajes: abandonó casa,
empleo en la
curia, en la cátedra, su asiento en el ruedo de amigos y
se alejó para siempre. Y todo por Silvia.

Fue tan honda esta entrega de un ser tan acrisolado que
toda Arequipa, todavía ahora, en cualquier fonda, posada,
tienda e incluso en el corredor de cualquier casa rural 
encontramos intangible el alma del poeta
Melgar.

Y fue así cómo, y de este modo, él
recuperó para la poesía peruana formas soterradas
de la poesía quechua.

Dejó de escribir su dolor en versos
clásicos, en los metros y cadencias hispánicas, y
encontró que su queja y su lamento cabían
más y mejor en las formas y en los sones andinos,
más dulces y temblorosos:

VUELVE, QUE YA NO PUEDO

Yaraví

 Vuelve, que ya no
puedo

vivir sin
tus
cariños:

vuelve
mi
palomita,

vuelve a
tu dulce nido.

Mira que hay
cazadores

que con
intento inicuo

te
pondrán en sus
redes

mortales
atractivos;

y
cuando te hagan
presa

te
darán cruel
martirio:

no sea
que te cacen,

huye
de tanto peligro.

Vuelve mi palomita,
vuelve a tu dulce nido.

8. Tuyo es mi
pecho entero, tuyo es este albedrío

 Su canción no deja de ser queja, pero
se hace cariñosa, dulce y protectora, como es el alma
indígena:

Ninguno ha de quererte
como yo
te he querido,

te engañas si
pretendes

hallar amor más
fino.

Habrá otros nidos de oro,
pero no como el
mío,

por quien vertió tu
pecho

sus primeros
gemidos.
 

Vuelve mi palomita,
vuelve a tu nido.

Es el candor y la inocencia del alma andina. Es el
alma abierta pero vertiendo su delicadeza más
pura:

Bien sabes que yo, siempre
en
tu amor embebido,

jamás toqué
tus plumas,

ni ajé tu albor
divino;

si otro puede
tocarlas

y disipar su
brillo,

salva tu mejor
prenda

ven al seguro
asilo.
 

Vuelve palomita,
vuelve a tu nido.

Y he aquí el diminutivo, que es el aporte de
las culturas indígenas al idioma castellano:

No pienses que haya entrado

Aquí otro pajarillo:
No palomita
mía,

Nadie toca este
sitio.

Tuyo es mi pecho
entero,

Tuyo es este
albedrío;

Y por ti sola
clamo

Con amantes
suspiros.
 

Vuelve palomita,
Vuelve a tu dulce nido.

El mundo rural que se ofrece como paraíso y
utopía y que él recién lo conoce desde
dentro y directamente:

Yo sólo reconozco
Tus
bellos coloridos,

Yo sólo
sabré darles

Su aprecio
merecido,

Yo sólo así
merezco

Gozar de tu
cariño;

Y tú sólo en
mí puedes

Gozar días
tranquilos.

  Vuelve, que ya no puedo
Vivir sin tus cariños,
Vuelve mi palomita,
Vuelve a tu dulce nido.

9. La dolida
esencia y la dulzura plena del
"harawi"
 

Huyó al campo y se tornó en agricultor al
lado de los peones indígenas. Se hizo campesino y
chacarero en Majes y ahí conoce la dolida esencia y la
dulzura plena para cantar el dolor y la desolación
más honda del "harawi" que se entonaba entre los
indígenas que trabajaban la tierra.

Porque el actual yaraví que él descubre y
nos aporta, en donde letra y música vuelven a
asociarse y a fundirse, es el "harawi" quechua,
composición lírica anterior a la llegada de los
españoles y que bien constituye la primera
manifestación mestiza en la literatura peruana y
expresión simbólica de lo que nosotros podemos ser
como nación
nueva y esperanzada.

Mariano Melgar hizo el mestizaje de la poesía
española y quechua; se anticipó al movimiento
romántico años antes de su reconocimiento oficial
en América, pues tiene todas las
características del que después fue una corriente
literaria universal, como es: sentimiento, individualidad,
rompimiento del equilibrio
entre fondo y forma, amor por lo vernacular, exaltación de
las literaturas folclóricas y nacionales.

10. Por mi
patria amada y por mi Silvia quiero

Pero he aquí el otro salto, quizá
mayor al anterior que no fue el único. He aquí otra
entrega absoluta, la otra decisión trascendente e
inquebrantable: se decide a tomar las armas en defensa
de sus ideales y principios, sin
desistir sino afianzando más su decisión y su
vínculo de amor a Silvia haciendo indisoluble el
vínculo entre el amor a la mujer y a la patria.
Dice:

Dejar amigos… ¿injusticia tanta
pensáis que cometiera?
de imaginarla sólo ya me espanta…
¿Cómo olvidar pudiera
a mi amorosa Silvia? No: es en vano…

Y esto, porque hay un momento en la vida de Melgar
en que sus amigos parecen reprocharle que él pensara en su
amor individual a Silvia, cuando todo debía relegarse por
la lucha a favor del pueblo entregado a la lucha por la
independencia. Melgar defiende a Silvia y responde con
brío:

El amor a mi patria está enlazado
con la afición más viva
a mi Silvia, en tal modo, que en mi estado
por mutua alternativa…

Y es que es inseparable su emoción social de
su amor romántico. Son esos dos amores, que para él
no entran en contradicción, los que le dan la vida y lo
llevan a la muerte, porque luego afirma:

Por Silvia amo mi patria con esmero,
Y por mi patria amada a mi Silvia quiero.

Y asume marchar a la guerra. Pasa de su posición
de campesino a su opción de combatiente. Escribe de ese
modo la historia de su
vida en el historial versificado de sus amores y de su
consagración a sus ideales.

11. Pudo huir si
lo hubiera querido

Mariano Melgar se alista entonces en la rebelión
de Mateo Pumacahua contra el régimen colonial
español, en aquellos momentos de un poderío
demoledor.

Intuía de este modo, quizá, que
debía morir para poner el corolario a su amor por Silvia y
a su patria.

En la batalla del 11 de marzo de 1815 peleó con
pundonor y arrebato dirigiendo el arma de la
artillería.

Pero el ejército español estaba compuesto
de experimentados profesionales de la guerra.

Se lo divisa pasando de uno a otro lugar dando arengas y
entusiasmo a los soldados, hasta el final.

Decidida la batalla y conociendo el resultado adverso,
pudiendo huir si lo hubiera querido, entregó su caballo a
su ayudante para que aquél escape.

Y se quedó hasta el final. Fue hecho
prisionero. Su destino como dirigente de la sublevación
era inminente, estaba trazado y él lo sabía. Antes
había escrito:

Temo una muerte temprana
De aflicción y de tormento,
Porque ya no tengo aliento
Y temo el morir mañana.

Su puesto en esta gesta, la de auditor de guerra del
ejército patriota, lo comprometía totalmente. La
cercanía con el comandante general, que era estrecha y
directa, le resultaba fatal. En la mañana del 12 de marzo
de 1815 es fusilado.

Se dice que Silvia cayó desmayada y mucho
tiempo después permanecía aún gravemente
enferma, luego de haberse enterado del fusilamiento de Mariano
Melgar. Ya lo había anunciado él:

Muerto yo tú llorarás.

En ello hay una plena resonancia con el poema quecha
recogido por el Inca Garcilaso de la Vega, donde el poema
recogido por el cronista dice:

Al cantito
dormirás,
medianoche
yo vendré.

12. Arequipa es
Melgar y Melgar Arequipa
 

Nadie como Melgar para encarnar tanto una época,
un alma, un modo de ser. Pero también un paisaje y, sobre
todo, una ciudad como es Arequipa que vive bajo el influjo de
Melgar.

A cuatro grandes citas concurrió Melgar en su
corta pero arrebatada vida: a la cita con el amor, con la patria,
con su tierra natal y con Dios.

Nadie para haberse pegado a cada esquina, a cada
techumbre, aroma y luz del cielo en
Arequipa.

Nadie para ser querido tanto, para identificarse la
gente de toda condición, laya y posición, con
él.

Nadie como Melgar es el cantor del amor, la patria y la
libertad en Arequipa. El pueblo se identifica con él y lo
sigue teniendo muy hondo en sus momentos de mayor emoción
y confidencia.

Lo evoca y lo encarna en cada serenata.

Lejos incluso de aquella tierra nunca vi a mi padre
más emocionado que cuando cantaba "Melgar" en letra del
poeta Percy Gibson y música de Benigno Ballón
Farfán.

Y hasta yo lo canto ‘emocionado,
¡qué más da!, emocionado’, en sus notas
que dicen:

Blanca ciudad, de eterno cielo
azul

 puro sol, montañas de mi
lar

 donde nací, en donde me
crié

 para
amar.
 

 Aquí dejo mis
sueños,

 aquí
dejo mi
amor,

 aquí
dejo mis
lágrimas,

 de
eterno
desconsuelo,

 porque
mi estrella triste fue cruel.

  Silvia
adiós, ya
perdida

 la
esperanza de tu amor mi
fe

 al
partir por mi patria
sometida

 y
por ti mi
bien,

 voy
adiós, voy adiós, adiós,
adiós.

  Sonó
el clarín, voy hacia
allá

 a
defender mi
patria

 mi
adorada Silvia, mi
amor,

 sonó
el clarín vamos
allí,

 Oh
Patria por ti morir
quiero

 yo
y todos con honor.

  Oh Arequipa, ciudad de mis
ensueños,
 coloso Misti, guardián de mi ciudad,
 ansío libertad y amor,
 amor y libertad Señor.

Fuente:

Instituto del Libro y la
Lectura del
Perú

 

Danilo Sánchez Lihón

Partes: 1, 2
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