«Los intolerantes empiezan por aniquilar
el pensamiento;
después enlodan los adjetivos, secuestran el verbo, y,
al final, van a por el sujeto»
BERTOLT BRECHA
La crisis
ideológica (fin de la ilusión de que hay que hacer
algo por los otros); la crisis económica (enorme costo del
tratamiento ambulatorio); la crisis de representatividad de los
analistas en la sociedad;
ponen en peligro a la Reforma Psiquiátrica en su conjunto
y empujan, no sólo a la respuesta biologicista, sino hacia
la solución manicomial.
Ahora bien, ¿tenemos los analistas una respuesta
alternativa a las psicosis?.
Estamos acostumbrados a una serie de fórmulas: No
hay Inconsciente, No hay objeto, No hay elección de
objeto, No hay Nombre-del-Padre, No hay simbolización.
Todas frases negativas.
Freud ha aportado una comprensión de las
psicosis, una serie de hipótesis causales, pero, con una honestidad que lo
honra, concluyó: «No es posible el Psicoanálisis con pacientes
psicóticos». (Otra fórmula
negativa).
¿Qué hacer entonces cuando aceptamos en
nuestra consulta, pública o privada, a un paciente al que
hemos vedado de entrada el acceso a los frutos del análisis?
Lo cierto es que cada vez que me encuentro con un
psicótico, animada con "mi deseo de analista", deseo de
apertura del Inconsciente, allí donde el Inconsciente ha
sido rechazado; con una técnica y un encuadre que
serán de continuo violentados; cada vez que se establece
un encuentro (lo que no ocurre siempre) sucede algo allí
que interroga a la teoría.
La psicosis plantea muchos interrogantes. Escogí
uno de ellos para titular esta presentación:
«¿Quién dirige la cura en las
psicosis?».
Es una pregunta con trampa, ya que quien dirige la cura
es siempre el mismo: el deseo del analista. No el analista, sino
su deseo.
La pregunta que me formulo es: ¿qué deseo
pone en juego la
psicosis en el lugar del analista?, allí donde ya no nos
vale la feliz fórmula: el deseo de apertura del
inconsciente.
Cuando nos encontramos con un psicótico nos
enfrentamos a la ausencia de unos presupuestos
compartidos, ausencia que hace que para él nuestro
discurso sea
tan discutible y carente de todo poder de
certeza como el suyo para nuestra escucha.
Dos discursos se
encuentran, y cada uno se revela ante el otro como lugar en que
todo enunciado puede ser replanteado radicalmente, en el que
ninguna evidencia tiene certeza de ser evidente para el otro. La
psicosis cuestiona el patrimonio
común de certeza y la lógica
causal en que se funda nuestra cultura.
El psicoanálisis es una praxis. Esto
quiere decir que en el campo de la experiencia freudiana no hay
lugar para un conocimiento
teórico de un fenómeno psíquico, sin que
este conocimiento posibilite (no digo que asegure) una acción
sobre el fenómeno.
La paradoja reside en que, por un lado, contamos con un
modelo
teórico que nos permite "comprender" el discurso
psicótico y, por otro, esa comprensión resulta en
general (o en buena parte de los casos) ineficaz.
Las psicosis cuestionan lo que entendemos por
psicoanálisis, por dispositivo analítico y por
lugar del analista.
Voy a enunciar entonces la hipótesis que
pretendo sostener en este trabajo: "no
hay psicoanalisis del psicótico" pero el psicótico
puede beneficiarse del psicoánalisis, usar a su analista
para obtener algo que ( en determinadas circunstancias )
él ,y sólo él entre todos los especialistas
en salud mental,
está en condiciones de ofrecerle, precisamente por ser
psicoanalista.
¿Que nos autoriza a hablar de una aventura (la
del psicótico) que, a diferencia de la neurosis, no
hemos vivido subjetivamente?. Esto hace obstáculo en la
cura.
No podemos entender nada de la psicosis, porque nuestro
esquema mental de neuróticos está organizado de
acuerdo a nuestro fantasma neurótico, fantasma que se
funda en la castración, que es lo que en el
psicótico no hay.
Podemos vivir con nuestras "paranoias", nuestra
"esquizia", aquello que llamamos nuestra "melancolía", con
todos esos horrores que nos apasionan y enferman, con nuestra
"locura" en suma; sin la cual no seríamos quienes
somos.
Dice Lacán: «Y al ser del hombre no
sólo no se lo puede comprender sin la locura, sino que ni
siquiera sería el ser del hombre, sino llevara en
sí la locura cómo límite de su libertad"
("Acerca de la causalidad psiquica")
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