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La serenata, es nota efímera en la hora hechizada 



Partes: 1, 2, 3

    1. Fondas y chozas donde se
      canta
    2. El infinito
      ha flechado nuestras almas
    3. Al fondo de
      las serenatas hay pueblos que yacen encantados
    4. Es herida
      entre dos eternidades y puñales
    5. ¿Quién ha
      visto al fuego helarse?
    6. Con las alas
      plegadas sobre un abismo
    7. Las
      llevamos en el fondo del alma estremecida
    8. Fuente

    31 de octubre 
    Día de la canción criolla, Perú

    1. Fondas y chozas
    donde se canta

    Bendito el pueblo donde los seres nacen para querer, amar,
    adorar. También para condolerse del hermano y del mundo. Y
    ese es mi pueblo.

    Por eso, en él se canta amores presentes, otros idos y
    otros quizá posibles que se adivinan bajo los aleros y
    bajo el cielo estrellado.

    En la penumbra de las fondas las guitarras bordonean quejidos
    y se cantan amores que son, han sido o serán, con voces graves,
    agudas; dichas como susurro o alarido, gozosas o desconsoladas
    pero todas valientes por hondas y sublimes.

    Pero mucho más se dedica la existencia y hasta el
    último aliento y latido de vida –y es eso lo que
    conmueve en la existencia– a los amores imposibles.

    Y para conjurarlos se cantan yaravíes, tristes y
    sufridos, sin vergüenza ni recato, dejando el alma abierta e
    indemne al más leve soplo para rodar al vacío y a
    la muerte.

    Por sentir y amar tanto y de ese modo no hay reserva ni pudor
    alguno, al contrario ¡qué viva, la compasión
    y el tormento! Y hasta el dolor, ¡qué viva!

    Se dicen y se entonan letras melancólicas y afligidas,
    que confiesan la pesadumbre, la desilusión y la congoja
    que causa un amor no
    cumplido, dejando al descubierto un corazón
    atribulado y hasta una entraña herida:

    Corazón
    hasta cuando
    estás sufriendo

    hasta cuando
    estás llorando

    hasta cuando
    corazón.

    Yo confío
    que esta ha sido una
    prueba corazón

    una de las tantas
    pruebas

    que nos suele mandar Dios…

    Corazón,
    ya bastante hemos
    sufrido

    ya la vida nos ha
    dado

    muchos golpes corazón…

    Yo confío que algún
    día

    ya no habrá más
    fatalidad

    y ese
    día

    gozaremos corazón.

     

    2. El infinito ha
    flechado nuestras almas

    Las canciones dejan sentir, y hasta muestran en el modo como
    se proclama la endecha, corazones abrasados en las llamas de una
    emoción profunda de arrobamiento, devoción y
    cariño.

    Se canta hasta en la penumbra de una choza con voz alta,
    rijosa y doliente, con el alma que pende
    de un hilo, valses y yaravíes, marineras y tonderos,
    pasillos y serranitas, que son cofres, urnas y baúles
    donde el amor
    transido, tembloroso y desgarrado se escancia y acrisola.

    Son los yaravíes aquellos con que se bebe hasta
    embriagarse en las posadas alzadas al borde de los caminos que
    son a la vez abismos, quizá para que los fantasmas y
    las esencias de los amores convocados, sean verdaderos y
    equivocados, se levanten de sus asientos y con ojos lagrimeantes
    otra vez se arrojen hacia las sombras insondables.

    Se sufre, ¡cómo no!, Se sufre por el infinito que
    ha flechado nuestros corazones. Y por las quimeras,
    utopías y mundos inalcanzables:

    Un imposible me mata
    por ese imposible
    muero,

    imposible que consiga

    el imposible que quiero.

    Unos ojos me miraron
    por unos ojos yo
    muero

    esos ojos han de ser

    de mis males el remedio.

    Ayayay, blanca palomita
    tú me
    has robado el alma,

    todita y
    toditita
    .

    3. Al fondo de las
    serenatas hay pueblos que yacen encantados

    Santiago de Chuco es un pueblo que se ha torcido en sus calles
    por las serenatas. Se ha ensimismado en su dolor, en el lamento y
    en la queja que se desgrana de las serenatas y desmoronan poco a
    poco sus casas y sus calles.

    Se ha echado ese trago de licor fuerte que es el sentimiento
    inabarcable, que es hálito y fortaleza al fondo del alma
    para sumergirse quizá hasta hoy en el olvido.

    Al fondo, detrás, hacia lo alto de las paredes y muros
    derruidos, de las piedras regadas en el suelo de mi
    pueblo yacen las serenatas.

    Ellas aunque no se las oigan adoquinan sus calles, esclarecen
    sus linderos, abren sus horizontes.

    O, como fueron lanzadas a lo alto, tiñen su cielo
    azulino.

    O, dejadas caer ante los muros hacen crecer esas flores, como
    las clavelinas y arrayanes, que sin qué ni por qué
    florecen al pie de las ventanas..

    Partes: 1, 2, 3

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