Las ortodoxias pecan de vanidad y para lo único
que sirven es para despreciar al prójimo, no para
ayudarlo. Tal vez el puritanismo ortodoxo cree que puede cambiar
este mundo " o salvarse de él" con las manos limpias de un
cirujano. Pero en esta orgullosa pretensión, día a
día incurren en contradicciones hasta llegar, en los casos
más trágicos, a ensuciárselas con sangre. No
cometen pequeñas contradicciones; sus contradicciones son
faraónicas. Del puritanismo ortodoxo al
maniqueísmo, político o religioso, hay medio paso
hacia atrás. Y un paso más atrás y
más abajo se leen, grabadas con letras de oro,
advertencias faraónicas de este tipo: "O están con
nosotros o están contra nosotros"
Un estimado lector que leyó una
de mis novelas y luego
se enteró que más de una vez entré a un
McDonald's, no
sólo para ir al baño sino también para comer
una hamburguesa o para tomar café,
le comentó a otra: "Me decepciona. ¿Cómo es
posible criticar al capitalismo y
entrar a un McDonald's?"
Me voy a tomar el tiempo
necesario para escribir un artículo sobre la
anécdota " que alguien me la comentó por correo" ,
no porque esté decidido a realizar una defensa de
mí mismo, sino porque es un hecho sintomático y de
una trascendencia implícita.
Vamos a ver. En primer lugar, el libro aludido
es una novela, es decir,
ficción, por lo tanto no sería necesario aclarar
que allí se expresan muchas cosas, muchas de las cuales
deben ser contradictorias, como lo son los seres humanos. Por
otra parte, las ideas de los personajes de una ficción
pueden ser o no compartidas por el autor. En esa novela de 1994
el personaje principal advierte, desde una celda y después
de un análisis afiebrado: "Sobrevendrá la
lucha, el materialismo
contra la antigua fe. Entre Oriente y Occidente, el nuevo
oponente. El ciclo se repite; el materialismo conduce a la
irracionalidad, y la fe a la razón" Ideas de este tipo
están muy de moda hoy " sobre
todo la primer parte" precisamente cuando yo mismo comienzo a
cuestionar algunas de sus interpretaciones; al tiempo que no dejo
de reconocer profundas verdades en la paradójica segunda
conclusión.
Pero hagamos algunas aclaraciones previas. Yo no
sólo critico al capitalismo; también critico a las
McDonald's. Y me critico a mí mismo, lo que en una palabra
significa "autocrítica". Muchas veces me he sorprendido en
expresiones hipócritas, en ironías innecesarias
contra mis seres más queridos. Creo que no será
necesario confesarme en público, ya que nada de eso sirve
para redimirme; basta con advertirlo y remediarlo. Es decir, me
critico y me juzgo muchas veces en falta, y no por eso me voy a
vivir lejos de mí.
Por otro lado, estoy en contra de toda ortodoxia. Lo
cual también es una forma de decir que no creo en los
hombres-santos ni en las ideologías perfectas.
También critico a Estados Unidos y
es un país que me parece bellísimo, además
de tener mucho para enseñarnos. ¿O alguien piensa
que nosotros, los buenos latinoamericanos, no tenemos nada para
aprender de los norteamericanos? También critico a
Uruguay, mi
propio país, y no por eso soy antipatriótico o
"vendepatria", como se nos enseñaba en nuestras escuelas
de la dictadura
militar, cuando debíamos referirnos a todos los que de
alguna forma habían cometido el delito de
criticar a su propio país. Cuando deje de cuestionar el
Orden y la Limpieza me habré convertido en aquello que el
Poder y el
Contrapoder quieren: un sumiso repetidor de eslóganes
publicitarios. Es decir, en una especie de musulmán ateo o
de capitalista creyente.
Durante mucho tiempo, mi comunicación con el mundo se basó
prácticamente en Hotmail, el cual accedí durante
muchos meses desde la biblioteca
Artigas-Washington en Uruguay. Nada más norteamericano en
nuestro país que la Alianza ―por no hablar de
Hotmail―. Fui socio allí. De pasada, leía la
prensa
norteamericana, que en muchos casos es menos servil que nuestra
prensa oficialista, y me conectaba, sin costo, a Internet, gracias a lo cual
puede recibir diariamente opiniones a favor y en contra de amigos
y lectores desconocidos. ¿Contradictorio? Ni siquiera
llego a tanto. Creo que más bien soy consecuente. Estoy
contra todo macartismo y toda caza de brujas, contra toda
inquisición y contra toda demonización de seres
humanos por el solo hecho de pensar y expresar sus pensamientos.
Es cierto que hoy en día pensar es peligroso, pero un
riesgo mayor
se corre cuando se deja de hacerlo.
En este mismo diario publiqué artículos
muy duros, muchos referidos a esa enfermedad de Occidente que
puede terminar por destruirlo antes que lo hagan los terroristas.
Esa enfermedad es el olvido de todas las virtudes que
caracterizaron a Occidente " que si bien nunca fueron muchas, una
de ellas se llamaba "autocrítica"" y esa otra
búsqueda, criminal, mentirosa y antioccidental, por una
especie de ortodoxia puritana.
Por otro lado, ¿alguien piensa que el capitalismo
y las McDonalds no
tienen nada para criticar? Tengo entendido que esa cadena de fast
food no permite la agremiación de sus trabajadores. Eso me
parece horrible y anticonstitucional. Pero hay amigos trabajando
ahí, muchachos que necesitan, en todo caso, de esa
droga.
¿Por cumplir con nuestro deber de cuestionarlo, debemos
dejar de ir, una vez al mes, a un fast food y exiliarnos en
alguna isla del Océano Indico, donde no existe el
Capitalismo?
Perdón, reconozco que el Capitalismo llegó
antes que yo a España
(incluso llegó antes que mi abuelo a Uruguay), pero yo soy
un ser humano y reclamo mi derecho a vivir donde quiera.
¿No es ése uno de las Derechos Humanos
más básicos y más violados en el mundo
entero? ¿Tenemos que cerrar los ojos cuando pasemos por
uno de esos restoranes, como un seguidor fanático de
Alá? ¿Tenemos que quemar los libros que
luego de leerlos nos parecen malos, o no leerlos porque alguien
nos dijo que eran malos? ¿Procederíamos como hizo
el ayatola Jomeini cuando condenó a Rushdie por unos
versos que no leyó, logrando, como obra póstuma,
que hoy muchos analfabetos estén dispuestos a ejecutar la
"fatwa" o pena de
muerte, como forma novedosa de demostrar la superioridad de
un libro sobre otro? También la ortodoxia católica
es riquísima en contradicciones, y nunca han sido objeto
de revisiones profundas sino, por el contrario, han sido
confirmadas, siglo tras siglo, en nombre de la coherencia
vaticana, como lo fue la protección de los nazis al final
de la Segunda Guerra y la
petición de absolución para Pinochet, hace un par
de años. En principio, eso es coherencia, señor.
Pero en un contexto más amplio " ya no digamos la realidad
humana, sino el dogma católico" no es más que una
miserable contradicción.
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