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El fracaso de América Latina (página 2)




Enviado por Jorge Majfud



Partes: 1, 2

En este sentido, podemos decir que un país donde
su población no tiene las necesidades
básicas satisfechas es un país que ha fracasado. Es
muy difícil sostener que la idea de violencia o de
hambre depende de una condición puramente cultural, como
puede serlo la idea de violencia moral. Aunque
no es imposible, claro. No obstante, para reconocernos
"fracasados" en un área tan vasta, compleja y
contradictoria como lo es un país o un continente " ambas,
abstracciones o simplificaciones" , no sólo es necesario
serlo, sino, sobre todo, debemos concebirnos como tal. Es decir,
el fracaso no sólo depende de los logros
económicos sino que, sobre todo, depende de una
"conciencia de
fracaso". Y esta conciencia, como toda conciencia, no es un
fenómeno dado sino construido, adquirido y
aceptado.

Cuando se habla de "éxito"
se habla de economía y raramente se toman en cuenta
aspectos cruciales para el desarrollo de
un país. Por ejemplo, la famosa apertura de la
economía española en los años "60 es
considerada por muchos analistas como el "momento de cambio" en la
historia
ibérica del siglo XX, matriz de la
actual exitosa España. Lo
cual es del todo exagerado y equívoco, a mi entender. La
afirmación quita trascendencia a un momento más
significativo en la creación de la España moderna:
la muerte de
Franco (1975), el derrumbe de una mentalidad militarista y el
fracaso de los golpistas de 1981. Es cierto que la
economía cambió más en los años "60
que al regreso de la democracia.
Pero no se considera la situación medieval de
España en los veinte primeros años de la dictadura
franquista, su marginación de Europa y del
mundo que la hacía inviable.

También se olvidan dos puntos cruciales: (1) El
desarrollo e, incluso, el progreso económico sostenido de
un país, a largo plazo no depende tanto de los modelos
económicos sino del grado de democracia que sea capaz
de alcanzar. Muchas dictaduras en América
Latina aplicaron modelos
semejantes de capitalismo y
unas pocas de socialismo " sin
entrar a analizar la exactitud ideológica y
práctica de cada una" ; unas tuvieron números en
rojo y otras en negro, independientemente de la mano
ideológica que las gobernaba. Por esta razón
podemos entender que el insatisfactorio grado de desarrollo de la
mayoría de las democracias latinoamericanas demuestra que
son más democracias formales que democracias de hecho. En
una verdadera democracia, la libertad de
sus ciudadanos y la confianza en sí mismos impulsa
más vigorosamente cualquier desarrollo satisfactorio que
en aquellas otras sumergidas en una estructura
social rígida que es percibida como injusta y opresora
" sin importar el número de parlamentarios, de partidos
políticos o de elecciones que posea. Algunos
economistas han afirmado la teoría
de que para que exista desarrollo es necesario cierto grado de
corrupción. Hace años dije, y voy a
repetirlo, que la ética
forma parte crucial de una economía próspera, en el
sentido que establece reglas más justas de juego y, por
ende, confianza en un sistema y en un
país. Basta con recordar que el crédito
se basa en la confianza, que los esfuerzos personales y sociales
dependen también de este mismo sentimiento. (2) Por
último, una observación puramente ética: el
"éxito económico" sería dinero sucio
si su causante fuera una dictadura despótica y genocida,
lo que representa un rotundo "fracaso social". Es por ello " y
atando este punto con el anterior" que no bastaba con cierto
"éxito económico" en la dictadura de Franco o en la
de Pinochet o en la de Stalin, para generar un desarrollo social
" o puramente económico, si más les gusta" que sea
sostenible en el tiempo.

Es por esta razón que considero que el sostenido
desarrollo
económico de Estados Unidos le
debe más a la percepción
que han tenido sus ciudadanos de su democracia que a las puras
fuerzas de un variable sistema económico que, de forma
groseramente simplificada, llamamos "capitalismo".
Bastaría con imaginar el capitalismo norteamericano con un
gobierno de
Pinochet " ejercicio que hoy en día no es tan
difícil de hacer" . Bastaría con imaginar
qué hubiese sido del inmenso desarrollo material de este
país con una estructura
social opresiva, caudillezca, patricia y politizada como la
latinoamericana.

Ahora, ¿qué significa que Estados Unidos
es un país exitoso? Si Estados Unidos es un modelo a
seguir por otros países latinoamericanos sólo se
debe a su "éxito económico". Podemos ir un poco
más allá y decir que Estados Unidos también
ha tenido éxito en otras dimensiones: en diferentes tipos
de servicios "
más "socialistas" que el que se puede encontrar en
cualquier país que se precie de serlo" , cierta organización más justa de su
población en lo que se refiere a las oportunidades de
trabajo, la ya
clásica concepción de la ley del
angloamericano, etc. Pero cuando hablamos de "éxito"
mantenemos en nuestras mentes la referencia exclusiva a la
economía.

Deberíamos, en cambio, ser un poco más
precisos. Estados Unidos ha tenido éxito en el área
X, entendiendo "éxito" desde un punto de vista Y.
Podríamos decir que este exitoso país ha fracasado
en otras áreas " desde un punto de vista Y" e, incluso,
que ha fracasado en todas las áreas desde un punto de
vista Z. Por ejemplo, desde un punto de vista propio, occidental,
ha fracasado en su lucha contra el consumo de
drogas "
legales e ilegales" , en el control de una
ansiedad consumista reflejada en el inigualable nivel de obesidad de
sus habitantes, en el acceso igualitario a la salud, en aceptar legalmente
a millones de inmigrantes hispanos que están aquí
desde hace muchos años, con más obligaciones
que derechos pero
sosteniendo una economía " y la economía de sus
países de origen, remesas mediante" que sin ellos
caería en una de las peores crisis
económicas de su historia y, por ende, de su famoso
"éxito", etc. Desde un punto de vista no occidental, por
ejemplo, se puede decir que también ha fracasado en su
lucha contra el materialismo, en
su lucha contra la neurosis
consumista, etc. Compartamos o no estas afirmaciones, debemos
reconocer que son totalmente válidas desde otros puntos de
vista, desde otras mentalidades, desde otras formas de concebir
el éxito y el fracaso.

Por su parte, América
Latina es un continente aún más vasto, más
heterogéneo y más contradictorio, con países
que comparten elementos culturales comunes y a veces
irreconocibles. Quizás lo que identifica a América
Latina es la idea " no carente de ficción" de una
historia, de un destino común y de la idea o la conciencia
del fracaso. Esta conciencia nos viene desde tiempos de la
conquista,
claro, y luego de la "independencia", de José Artigas y de
Simón Bolívar.

Pero esta idea de fracaso no siempre fue tan
unánime como se la considera hoy en día. El
Río de la Plata, por ejemplo, vivió por largas
décadas, a finales del siglo XIX y principios del
siglo XX, quizás hasta el año 1950, en la
conciencia del "éxito". En mi país, la
expresión más popular de estos tiempos fue la
mítica frase "como el Uruguay no
hay", y los Argentinos podrían decir lo mismo, más
si consideramos que hasta los años "60 estaba a la par de
Canadá y Australia en desarrollo científico, hasta
que el dictador Onganía dijo que iba a arreglar su
país expulsando a todos los intelectuales
" lo que efectivamente hizo. Por otro lado, y aunque el paisaje
social y urbano chileno no se diferencie mucho del argentino o
del brasileño, es harto conocido que Chile goza de cierto
reconocimiento en lo que se refiere a su economía. Al
menos así es visto por muchos chilenos, por muchos
países vecinos y, naturalmente, por muchos analistas
norteamericanos. Sin embargo, y en contra de los propios deseos
de los chilenos, la idea de "fracaso" como distintivo de
país latinoamericano sobrevive en la obsesiva
comparación con países europeos, por
ejemplo.

Todo esto quiere decir que no basta con tener una
economía "exitosa" para salvarse de la percepción
del fracaso " es decir, del fracaso, a secas. ¿Por
qué? Porque esta conciencia, como lo sugerimos más
arriba, no sólo depende de una realidad sino de una
construcción cultural y psicológica,
lo que relativiza mucho la idea de "éxito". Sin duda,
muchos países más pobres que Argentina poseen una
"conciencia de fracaso" mucho menor que la de los propios
argentinos. Porque es necesario "asumirse fracasado" antes de
"ser un fracasado". No podemos decir que el pobretón de
Mahatma Gandhi
era un fracasado, no podemos decir que los "miserables" que vagan
por el Ganges sean fracasados si poseen una "conciencia de
superación". Hace casi diez años uno de mis
personajes más difíciles de comprender por
mí mismo, me hacía decir: «Los
occidentales consideran que un pobre sin aspiraciones
económicas y pasivo ante su pobreza, carece
de espíritu de superación.  Y los desprecian
por ello.  En India y en
Nepal ocurre estrictamente lo contrario. Para ellos, un
renunciante, alguien que ha abandonado todas las
comodidades del mundo material y que no aspira a más que a
unas limosnas, es un hombre con
"espíritu de superación".  Y los
aprecian por ello»

América Latina no es India ni es Nepal. Tampoco
es África.
Tampoco es Angloamérica. América Latina ni siquiera
es América Latina, sino " como todo" aquello que se asume
ser.

América Latina dejará de ser un
"continente fracasado", a mi entender, cuando (1) deje de definir
su fracaso en función
del "éxito" ajeno y de la definición ajena del
"éxito", (2) cuando abandone su retórica de
izquierda y su práctica de derecha que le impiden tomar
conciencia de sus propias posibilidades y de su propio valor y (3)
cuando se revele contra su propia tendencia
autodestructiva.

¿Debemos tomar conciencia, entonces, como paso
previo? La idea de una necesaria "toma de conciencia" puede ser
muy vaga, pero es vital y del todo inteligible en el pensamiento de
educadores como Paulo Freire y
del ensayista José Luis
Gómez-Martínez.

Advirtiendo que "tomar conciencia" puede tener
significados opuestos " y hasta arbitrarios, si elegimos nosotros
el objeto de conciencia ajeno" , sintetizo el problema de esta
forma: tomar conciencia significa salirse de su propio
círculo
. Lo digo desde un punto de vista cultural y
estrictamente psicológico: toda "toma de conciencia" se
produce cuando nos "salimos" de nuestro propio círculo,
cuando somos capaces de ver un poco más allá de lo
que vemos habitualmente, más allá de lo que nos
rodea; cuando somos capaces de pensar más allá de
los límites en
los cuales hemos crecido, más allá de los
límites que nos ha impuesto nuestra
propia cultura y
nuestra proponía educación, nuestra
propia forma de entender el mundo. Siempre que nos salimos de
nuestro propio círculo estamos operando una nueva toma de
conciencia, independientemente del éxito o del fracaso de
nuestras economías. Para un mejor desarrollo es necesaria
una conciencia más amplia. Pero pensar que el éxito
económico por sí mismo es una prueba de una
conciencia superior o más amplia no sólo es una
antigua arbitrariedad religiosa y una más moderna
arbitrariedad ideológica, sino lo contrario de una
"conciencia superior": es miopía espiritual.

 

 

 

 

Autor:

Jorge Majfud

The University of Georgia

14 de junio de 2004

Partes: 1, 2
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