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El lento suicidio de Occidente (página 2)




Enviado por Jorge Majfud



Partes: 1, 2

Todo esto es la parte oscura de Occidente y nada nos
garantiza que estemos a salvo de cualquiera de ellas, sólo
porque no logramos entendernos con nuestros vecinos, los cuales
han estado
ahí desde hace más de 1400 años, con la
única diferencia que ahora el mundo se ha globalizado (lo
ha globalizado Occidente) y ellos poseen la principal fuente de
energía que mueve la economía del mundo " al menos por el
momento" además del mismo odio y el mismo rencor de
Oriana
Fallaci. No olvidemos que la Inquisición
española, más estatal que las otras, se
originó por un sentimiento hostil contra moros y judíos
y no terminó con el Progreso y la Salvación de
España
sino con la quema de miles de seres humanos.

Sin embargo, Occidente también representa la
Democracia, la
Libertad, los
Derechos
Humanos y la lucha por los derechos de la
mujer. Por lo menos el intento de lograrlos y lo más
que la humanidad ha logrado hasta ahora. ¿Y cuál ha
sido desde siempre la base de esos cuatro pilares, sino la
tolerancia?

Fallaci quiere hacernos creer que "cultura
occidental" es un producto
único y puro, sin participación del otro. Pero si
algo caracteriza a Occidente, precisamente, ha sido todo lo
contrario: somos el resultado de incontables culturas, comenzando
por la cultura hebrea (por no hablar de Amenofis IV) y siguiendo
por casi todas las demás: por los caldeos, por los
griegos, por los chinos, por los hindúes, por los
africanos del sur, por los africanos del norte y por el resto de
las culturas que hoy son uniformemente calificadas de
"islámicas". Hasta hace poco, no hubiese sido necesario
recordar que, cuando en Europa " en toda
Europa" la Iglesia
cristiana, en nombre del Amor
perseguía, torturaba y quemaba vivos a quienes discrepaban
con las autoridades eclesiásticas o cometían el
pecado de
dedicarse a algún tipo de investigación (o simplemente porque eran
mujeres solas, es decir, brujas), en el mundo islámico se
difundían las artes y las ciencias, no
sólo las propias sino también las chinas, las
hindúes, las judías y las griegas. Y esto tampoco
quiere decir que volaban las mariposas y sonaban los violines por
doquier: entre Bagdad y Córdoba la distancia
geográfica era, por entonces, casi
astronómica.

Pero Oriana Fallaci no sólo niega la
composición diversa y contradictoria de cualquiera de las
culturas en pleito, sino que de hecho se niega a reconocer la
parte oriental como una cultura más. "A mí me
fastidia hablar incluso de dos culturas", escribió. Y
luego se despacha con una increíble muestra de
ignorancia histórica: "Ponerlas sobre el mismo plano, como
si fuesen dos realidades paralelas, de igual peso y de igual
medida. Porque detrás de nuestra civilización
están Homero, Sócrates,
Platón,
Aristóteles y Fidias, entre otros muchos.
Está la antigua Grecia con su
Partenón y su descubrimiento de la Democracia. Está
la antigua Roma con su
grandeza, sus leyes y su
concepción de la Ley. Con su
escultura, su literatura y su arquitectura. Sus
palacios y sus anfiteatros, sus acueductos, sus puentes y sus
calzadas".

¿Será necesario recordarle a Fallaci que
entre todo eso y nosotros está el antiguo Imperio
Islámico, sin el cual todo se hubiese quemado " hablo de
los libros y de
las personas, no del Coliseo" por la gracia de siglos de terrorismo
eclesiástico, bien europeo y bien occidental? Y de la
grandeza de Roma y de su "concepción de la Ley" hablamos
otro día, porque aquí sí que hay blanco y
negro para recordar. También dejemos de lado la literatura
y la arquitectura islámica, que no tienen nada que
envidiarle a la Roma de Fallaci, como cualquier persona
medianamente culta sabe.

A ver, ¿y por último?: "Y por
último " escribió Fallaci" está la ciencia. Una
ciencia que ha descubierto muchas enfermedades y las cura. Yo
sigo viva, por ahora, gracias a nuestra ciencia, no a la de
Mahoma. Una ciencia que ha cambiado la faz de este planeta con la
electricidad,
la radio, el
teléfono, la
televisión… Pues bien, hagamos ahora la pregunta
fatal: y detrás de la otra cultura, ¿qué
hay?"

Respuesta fatal: detrás de nuestra ciencia
están los egipcios, los caldeos, los hindúes, los
griegos, los chinos, los árabes, los judíos y los
africanos. ¿O Fallaci cree que todo surgió por
generación espontánea en los últimos
cincuenta años? Habría que recordarle a esta
señora que Pitágoras tomó su filosofía de Egipto y de
Caldea (Irak) "
incluida su famosa fórmula matemática, que no sólo usamos en
arquitectura sino también en la demostración de la
Teoría
Especial de la Relatividad de Einstein" , igual que hizo otro
sabio y matemático llamado Tales de Mileto.
Ambos viajaron por Medio Oriente con la mente más abierta
que Fallaci cuando lo hizo. El método
hipotético-deductivo " base de la epistemología científica" se
originó entre los sacerdotes egipcios (empezar con
Klimovsky, por favor); el cero y la extracción de
raíces cuadradas, así como innumerables
descubrimientos matemáticos y astronómicos, que hoy
enseñamos en los liceos, nacen en India y en
Irak; el alfabeto lo inventaron los fenicios
(antiguos linbaneses) y probablemente la primera forma de
globalización que conoció el mundo.
El cero no fue un invento de los árabes, sino de los
hindúes, pero fueron aquellos que lo traficaron a
Occidente. Por si fuera poco, el avanzado Imperio Romano no
sólo desconocía el cero " sin el cual no
sería posible imaginar las matemáticas modernas y los viajes
espaciales" sino que poseía un sistema de conteo
y cálculo
engorroso que perduró hasta fines de la Edad Media.
Hasta comienzos del Renacimiento,
todavía habían hombres de negocios que
usaban el sistema romano, negándose a cambiarlo por los
números árabes, por prejuicios raciales y
religiosos, lo que provocaba todo tipo de errores de
cálculo y litigios sociales. Por otra parte, mejor ni
mencionemos que el nacimiento de la Era Moderna se originó
en el contacto de la cultura europea " después de largos
siglos de represión religiosa" con la cultura
islámica primero y con la griega después. ¿O
alguien pensó que la racionalidad escolástica fue
consecuencia de las torturas que se practicaban en las santas
mazmorras? A principios del
siglo XII, el inglés
Adelardo de Bath emprendió un extenso viaje de estudios
por el sur de Europa, Siria y Palestina. Al regresar de su viaje,
Adelardo introdujo en la subdesarrollada Inglaterra un
paradigma que
aún hoy es sostenido por famosos científicos como
Stephen Hawking: Dios había creado la Naturaleza de
forma que podía ser estudiada y explicada sin Su
intervención (He aquí el otro pilar de las
ciencias, negado históricamente por la Iglesia romana)
Incluso, Adelardo reprochó a los pensadores de su
época por haberse dejado encandilar por el prestigio de
las autoridades " comenzando por el griego Aristóteles,
está claro. Por ellos esgrimió la consigna
"razón contra autoridad", y
se hizo llamar a sí mismo "modernus". "Yo he aprendido de
mis maestros árabes a tomar la razón como
guía " escribió" , pero ustedes sólo se
rigen por lo que dice la autoridad". Un compatriota de Fallaci,
Gerardo de Cremona, introdujo en Europa los escritos del
astrónomo y matemático "iraquí",
Al-Jwarizmi, inventor del álgebra,
de los algoritmos,
del cálculo arábigo y decimal; tradujo a Ptolomeo
del árabe " ya que hasta la teoría
astronómica de un griego oficial como éste no se
encontraba en la Europa cristiana" , decenas de tratados
médicos, como los de Ibn Sina y iraní al-Razi,
autor del primer tratado científico sobre la viruela y el
sarampión, por lo que hoy hubiese sido objeto de
algún tipo de persecución.

Podríamos seguir enumerando ejemplos como
éstos, que la periodista italiana ignora, pero de ello ya
nos ocupamos en un libro y ahora
no es lo que más importa.

Lo que hoy está en juego no es
sólo proteger a Occidente contra los terroristas, de
aquí y de allá, sino " y quizá sobre todo"
es crucial protegerlo de sí mismo. Bastaría con
reproducir cualquiera de sus monstruosos inventos para
perder todo lo que se ha logrado hasta ahora en materia de
respeto por los
Derechos Humanos.
Empezando por el respeto a la diversidad. Y es altamente probable
que ello ocurra en diez años más, si no
reaccionamos a tiempo.

La semilla está ahí y sólo hace
falta echarle un poco de agua. He
escuchado decenas de veces la siguiente expresión: "lo
único bueno que hizo Hitler fue matar
a todos esos judíos". Ni más ni menos. Y no lo he
escuchado de boca de ningún musulmán " tal vez
porque vivo en un país donde prácticamente no
existen" ni siquiera de algún descendiente de
árabes. Lo he escuchado de neutrales criollos o de
descendientes de europeos. En todas estas ocasiones me
bastó razonar lo siguiente, para enmudecer a mi ocasional
interlocutor: "¿Cuál es su apellido?
Gutiérrez, Pauletti, Wilson, Marceau… Entonces,
señor, usted no es alemán y mucho menos de pura
raza aria. Lo que quiere decir que mucho antes que Hitler hubiese
terminado con los judíos hubiese comenzado por matar a sus
abuelos y a todos los que tuviesen un perfil y un color de piel parecido
al suyo". Este mismo riesgo estamos
corriendo ahora: si nos dedicamos a perseguir árabes o
musulmanes no
sólo estaremos demostrando que no hemos aprendido nada,
sino que, además, pronto terminaremos por perseguir a sus
semejantes: beduinos, africanos del norte, gitanos,
españoles del sur, judíos de España,
judíos latinoamericanos, americanos del centro, mexicanos
del sur, mormones del norte, hawaianos, chinos, hindúes,
and so on.

No hace mucho otro italiano, Umberto Eco, resumió
así una sabia advertencia: "Somos una civilización
plural porque permitimos que en nuestros países se erijan
mezquitas, y no podemos renunciar a ellos sólo porque en
Kabul metan en la cárcel a los propagandistas cristianos
(…) Creemos que nuestra cultura es madura porque sabe tolerar
la diversidad, y son bárbaros los miembros de nuestra
cultura que no la toleran".

Como decían Freud y Jung,
aquello que nadie desearía cometer nunca es objeto de una
prohibición; y como dijo Boudrilard, se establecen
derechos cuando se los han perdido. Los terroristas
islámicos han obtenido lo que querían, doblemente.
Occidente parece, de pronto, desprovisto de sus mejores virtudes,
construidas siglo sobre siglo, ocupado ahora en reproducir sus
propios defectos y en copiar los defectos ajenos, como lo son el
autoritarismo y la persecución preventiva de inocentes.
Tanto tiempo imponiendo su cultura en otras regiones del planeta,
para dejarse ahora imponer una moral que en
sus mejores momentos no fue la suya. Virtudes como la tolerancia
y la autocrítica nunca formaron parte de su debilidad,
como se pretende, sino todo lo contrario: por ellos fue posible
algún tipo de progreso, ético y material. La
Democracia y la Ciencia
nunca se desarrollaron a partir del culto narcisita a la cultura
propia sino de la oposición crítica
a partir de la misma. Y en esto, hasta hace poco tiempo,
estuvieron ocupados no sólo los "intelectuales
malditos" sino muchos grupos de
acción
y resistencia
social, como lo fueron los burgueses en el siglo XVIII, los
sindicatos en
el siglo XX, el periodismo
inquisidor hasta ayer, sustituido hoy por la propaganda, en
estos miserables tiempos nuestros. Incluso la pronta
destrucción de la privacidad es otro síntoma de esa
colonización moral. Sólo que en lugar del control religioso
seremos controlados por la Seguridad
Militar. El Gran Hermano
que todo lo escucha y todo lo ve terminará por imponernos
máscaras semejantes a las que vemos en Oriente, con el
único objetivo de no
ser reconocidos cuando caminamos por la calle o cuando hacemos
el
amor.

La lucha no es " ni debe ser" entre orientales y
occidentales; la lucha es entre la intolerancia y la
imposición, entre la diversidad y la
uniformización, entre el respeto por el otro y su
desprecio o aniquilación. Escritos como "La rabia y el
orgullo" de Oriana Fallaci no son una defensa a la cultura
occidental sino un ataque artero, un panfleto insultante contra
lo mejor de Occidente. La prueba está en que
bastaría con cambiar allí la palabra Oriente por
Occidente, y alguna que otra localización
geográfica, para reconocer a un fanático
talibán. Quienes no tenemos Rabia ni Orgullo por ninguna
raza ni por ninguna cultura, sentimos nostalgia por los tiempos
idos, que nunca fueron buenos pero tampoco tan malos.

Hace unos años estuve en Estados Unidos y
allí vi un hermoso mural en el edificio de las Naciones Unidas
de Nueva York, si mal no recuerdo, donde aparecían
representados hombres y mujeres de distintas razas y religiones "
creo que la composición estaba basada en una
pirámide un poco arbitraria, pero esto ahora no viene al
caso. Más abajo, con letras doradas, se leía un
mandamiento que lo enseñó Confucio en China y lo
repitieron durante milenios hombres y mujeres de todo Oriente,
hasta llegar a constituirse en un principio occidental: "Do unto
others as you would have them do unto you" En inglés suena
musical, y hasta los que no saben ese idioma presienten que se
refiere a cierta reciprocidad entre uno y los otros. No entiendo
por qué habríamos de tachar este mandamiento de
nuestras paredes, fundamento de cualquier democracia y de
cualquier estado de
derecho, fundamento de los mejores sueños de
Occidente, sólo porque los otros lo han olvidado de
repente. O la han cambiado por un antiguo principio
bíblico que ya Cristo se encargó de abolir: "ojo
por ojo y diente por diente". Lo que en la actualidad se traduce
en una inversión de la máxima confuciana,
en algo así como: hazle a los otros todo lo que ellos te
han hecho a ti " la conocida historia sin fin.

 

 

 

 

Autor:

Jorge Majfud

Montevideo, 8 de enero de 2003

Partes: 1, 2
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