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Libertad y Liberalismo (página 2)




Enviado por Jorge Majfud



Partes: 1, 2

Recuerdo que cuando hace muchos años
apareció el "Manual del
perfecto Idiota latinoamericano", escrito por tres notables
liberalistas que explicaban por qué nuestro continente no
progresaba, un periodista me preguntó qué opinaba
del mismo. Le dije que no podía hacerlo porque aún
no lo había leído, pero estaba seguro que iba a
tener un gran éxito
de ventas.
Primero, porque no se puede esperar otra cosa en estos tiempos de
tres liberalistas a ultranza, sino ventas; segundo, porque estaba
escrito por especialistas en la materia, si
nos remitimos al título. Pocos años después,
una ola neoliberalista, inteligente, cubrió el continente
de costa a costa y, cuando las aguas bajaron un poco, todos
pudimos ver el desagradable espectáculo de
desolación que había provocado: pueblos y estados
empobrecidos, quebrados, marginalización de la clase media,
desempleo a
niveles nunca vistos, recesión, hombres y mujeres
asaltados por banqueros, niños
violados en sus derechos más
básicos, violencia,
hambre, suicidio y,
sobre todo, derrumbare moral, en el
doble sentido de la palabra. Si antes América
Latina había sido un continente pobre, ahora era un
continente desmoralizado. Si alguna vez fue una india violada,
ahora era una prostituta avergonzada. Con la particularidad, como
escribimos el año pasado, de que la ausencia de la
experiencia del fin impediría el cambio. ("El
progresivo e irremediable fracaso del sistema
mercantilista y neoliberal […], si no es asumido por sus viejos
defensores, se debe a que el mismo no provocó en Argentina
el derrumbe del obelisco ni de cualquier otro objeto, como lo fue
la caída del muro de
Berlín " el derrumbe de objetos, el No, ha sido
siempre el hecho con más fuerza
simbólica que ha experimentado la raza humana desde la
época de los megalitos; en segundo lugar ha estado la
erección de los mismos, el Si, como
pudieron ser las pirámides de Egipto, los
obeliscos, las torres y otras excitaciones" . Por desgracia, en
Argentina sólo ocurrieron hechos concretos: desempleo,
violencia, hambre y desesperación por doquier. La muerte por
desnutrición de niños no es un hecho
simbólico, pese a su significación. Nada de eso es
simbólico […] y, por lo tanto, hasta los argentinos se
resisten a asumir el fracaso del liberalismo
mercantilista." (1)

Por otra parte, consideremos que este modelo de
sociedad
liberalista se da a una escala planetaria
en relación con las naciones. Existe una clase nacional
que tiene el poder de ser
libre y otra clase de naciones que tiene el derecho de permanecer
callada. Como ya lo intuimos antes, esta relación entre
"naciones" tenderá a desaparecer por muchos motivos, uno
de los cuales consiste en el progresivo anacronismo del concepto de
"país" o de "nación", desde un punto de vista
político (no cultural). Pero éste no es el punto
ahora.

Me importa observar que el liberalismo
contemporáneo es la legitimación ética e
ideológica del abuso que una minoría hace del resto
de la sociedad " si cabe el término "sociedad" en una
relación semejante" . Desde un punto de vista
psicológico, no es raro, entonces, que aquellos caracteres
personales más autoritarios, que en otros tiempos apoyaron
dictaduras militares en América
Latina sean, en su amplia mayoría, los nuevos
"liberalistas". (Lo cual no quiere decir que no haya liberalistas
honestos y democráticos, casi liberales, como unos cuantos
amigos que tengo.)

Un ejemplo histórico y paradigmático de
este carácter, creo yo, lo constituye Martin
Lutero: reformador libertario, inventor de una especie de
liberalismo religioso, mantuvo siempre una relación
conflictiva con el poder. En su teología, el autoritarismo
se aplicaba siempre a los que estaban por debajo y la
sumisión a los que estaban por arriba. Claro que no se
discutía las razones de por qué alguien estaba
abajo o arriba, o debía ser considerado en esa
posición social. Por otra parte, está de más
decir, esta relación vertical de abajo y arriba no se
corresponde con una sociedad verdaderamente justa, es decir,
libre. Como testimonio histórico y psicológico del
autoritarismo liberal quedaron estas palabras del reformador
religioso: "Dios permitiría la subsistencia del gobierno, no
importa cuán malo fuese, antes que permitir motines de la
chusma, no importa cuán justificada estuviese" "Por lo
tanto, dejemos que todos aquellos que puedan hacerlo castiguen,
maten y hieran abierta o secretamente, pues debemos recordar que
nada puede ser más vergonzoso, perjudicial o
diabólico que un rebelde" (Against the robbing and
Murdering Hordes of Peasants, 1525)

En su raíz, el liberalismo asume que la libertad no
puede ser un bien democrático. A esa versión
democrática de la libertad llaman, de forma imprecisa,
despectiva y amenazante, anarquía. A la anarquía se
la suprime con el Orden; a la desobediencia con el Sometimiento y
" para usar una expresión clásica" a la inseguridad se
la arregla con "mano dura". Mano dura para imponer orden a los de
abajo, según Lutero, un orden militar, un orden
financiero. Porque, como ya dijimos en otro espacio, por regla
general cada clase social siempre teme más a los que
están por debajo que a los que están por encima;
teme más al desorden de los de abajo que a la
sumisión hacia los de arriba y, por ende, teme más
al cambio que a la perpetuación de un orden injusto. Por
esta razón " y hasta el advenimiento de la Sociedad
Desobediente" , los pueblos siempre han sido más
conservadores que los líderes individuales que en
algún momento de la historia terminaron por
encabezar grandes movimientos sociales. Cada tanto ocurren
singularidades históricas; a las tensiones crecientes
siguen rupturas, revoluciones. Y éstas, las revoluciones,
cuando se dan en su más profundo sentido, generalmente
excluyen la violencia, la cual ha sido, históricamente, la
mejor excusa para la imposición de una continuidad. Porque
si los terroristas usan el miedo para cambiar un orden social, el
poder usa el mismo miedo para mantenerlo. Ambos conciben a la
sociedad como una agrupación inmadura, incapaz de ser
libre y proclive a la manipulación por su propio
bien.

No es casualidad, entonces, que los modelos
verticales de organización social, como lo es la estructura
jerárquica de los ejércitos, de las iglesias
tradicionales y del antiguo orden de castas, sea parte
indisoluble de la mentalidad autoritaria. Y porque la autoridad
siempre se ejerce desde arriba " lo cual ya ha sido comprendido
hace millones de años por los animales salvajes
que se yerguen para dominar o impresionar al adversario" , no
puede ser verdaderamente satisfecha en una sociedad horizontal,
verdaderamente libre y democrática " la futura Sociedad
Desobediente. (2)

Es, en este sentido, que podemos entender que pocas
cosas hay tan antidemocráticas como el sistema de clases
sociales, ya sea de derecha o de izquierda. Y si bien podemos
asumir que las formaciones de clases en cualquier sociedad es un
hecho humano e inevitable " según el estadista
María Sanguinetti" , no veo razón alguna para
defender una ideología que estimule un fenómeno
antidemocrático en lugar de combatirlo. ésta es
otra prueba, entiendo yo, de que en ocasiones la utopía es
más constructiva que el pragmatismo.
De igual forma, entendemos que el crimen y la violencia son
inherentes a la raza humana, y no por ello debemos hacer una
apología de esas desgracias que todos podemos llevar
dentro. ¿Qué es la moral sino
la represión de los instintos propios en beneficio de esa
novedad que es la sociedad? Sin sociedad no existe ningún
tipo de moral; sin el otro no existe el espíritu humano,
en el entendido de que éste es, en sí, esa
relación.

Cualquier orden es siempre una variación
arbitraria del desorden. Mi orden es el desorden del otro, y
cuando lo impongo me convierto en un ser autoritario y
sólo libre en términos liberalistas. El liberalismo
da libertad efectiva a los más poderosos y una promesa
imposible de liberar a los más débiles. Su orden
social es, necesariamente, vertical.

En el modelo de sociedad neoliberalista no hay
individuos, como se presume, sino mercenarios sociales.
Liberalismo es libertad del poder, legitimación de la
autoridad del comercio,
sumisión del hombre ante el
símbolo. El símbolo es el dinero (hoy
ya ni siquiera con la presencia concreta del cobre o del
oro) que
relaciona, de forma abstracta y sin cuestionamientos, al opresor
con el oprimido. Lo simbólico del liberalismo es la
libertad. Pero la libertad de una sociedad es otra cosa: es la
madura y serena desobediencia " la sociedad
esférica.

 

 

 

 

Autor:

Jorge Majfud

Montevideo, Junio de 2003

Partes: 1, 2
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