Si la tecnología representa uno de los pilares
fundamentales de definición de la competencia
internacional y de construcción de la hegemonía,
otro, de similar envergadura aunque de muy distinta naturaleza,
es el territorio. Una vez conformado y generalizado un nuevo
paradigma tecnológico y retrazadas las líneas
principales de la valorización del capital y de sus
mecanismos de dominio, el diseño de una nueva
geografía, correspondiente al nuevo momento
tecnológico y a sus búsquedas, se ha constituido en
el campo privilegiado de disputa.
Dilucidar cómo se construye esa nueva geografía
y quiénes son sus agentes es asunto de la mayor
importancia si queremos entender los procesos sociales que
subyacen a los movimientos económicos aparentemente
impersonales e inapelables y si queremos recuperar nuestra
capacidad de autoorganización contribuyendo a una
deconstrucción radical del sistema de dominación.
El diseño de una nueva geografía y la
construcción/modificación de los modos de uso del
territorio implica entonces una transformación profunda de
las relaciones sociales, de las relaciones entre naciones, de las
historias y culturas regionales y del imaginario colectivo como
expresión del juego de fuerzas entre las distintas
visiones del mundo. La concepción y uso del territorio es
un terreno de lucha civilizatoria con un significado e
implicaciones muy profundas. El territorio complejo, entendido
como espacio material y simbólico de asiento y
creación de la historia y la cultura así como de la
construcción de utopías colectivas y alternativas
societales, es el punto de partida de la construcción de
identidades y el lugar donde se forjan las comunidades de destino
(Otto Bauer), el origen de los significantes primarios de la
simbólica regional (Giménez:s/f), y "el espacio de
derechos, libertades y posibilidades para vivir y crecer en la
propia cultura" (Robles:1998, p. 2).
La diferencia no resuelta entre los pueblos y culturas del
mundo y los agentes del proceso capitalista, en el sentido
más amplio del término, se expresan, entre otros,
en que "…Occidente es la única civilización
designada con un referente geográfico, y no con el nombre
de un pueblo, religión o zona geográfica
particulares (sic). Tal denominación saca a la
civilización de su contexto histórico,
geográfico y cultural (Huntington:1997, p. 52). La
trascendencia de este proceso de lucha por el establecimiento de
territorialidades no se restringe al uso económico de la
tierra y sus recursos o al uso político estratégico
de los espacios geográficos en sí mismos sino que
conlleva un cambio de contenido y dinámica en todas las
dimensiones de la vida social. Se trata de la expropiación
de territorios y riquezas naturales junto con el sentido de la
vida construido históricamente. Modifica conceptos como
nación y soberanía y pone en primer plano de
discusión la capacidad de autonomía o
autodeterminación de la sociedad. ¿Quién,
cómo y por qué se deciden los destinos de la
humanidad? ¿Cuáles son los límites y los
contenidos específicos de estos poderes abstractos que se
ciernen sobre la humanidad? ¿Cuáles son sus
vehículos o correas de transmisión?
¿Cómo puede la sociedad retomar las riendas de su
historia y construir sus utopías?
Ana Esther Ceceña