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Los aspectos poco conocidos de la soya


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    La ciencia de la
    nutriología nos enseña que hay ciertas normas que nos
    orientan para la elaboración de una dieta correcta. A
    estas normas se les denomina leyes de la
    alimentación. En palabras sencillas una
    dieta correcta debe ser suficiente, completa, armónica y
    adecuada para la persona que la va
    a recibir.

    Uno de los aspectos poco conocidos de la soya, es que los
    antiguos Chinos apreciaban 5 granos, entre los que se encontraba
    la soya. En realidad, la soya es una legumbre, no un grano y
    originalmente no se usó mucho como alimento. Más
    bien, lo usaban como un abono verde.

    Varios estudios antropológicos realizados en diferentes
    sociedades de
    Asia
    descubrieron que la soya fue percibida como un alimento adecuado
    para los humanos únicamente hasta después del
    descubrimiento de los métodos
    para procesar que pudieron desactivar en forma importante los
    antinutrientes encontrados en la soya y conocidos como
    inhibidores de la tripsina (Shurtleff, William, Aoyagi, Akiko,
    The Book of Miso: Food for Mankind , New York, NY, Ballantine,
    1976, 488).

    Ahora sabemos que la soya se usó en los monasterios en
    forma de tofu como fuente barata de proteína y
    además para ayudar al desarrollo
    espiritual y la abstinencia sexual ya que esta estrategia
    dietética está validada por estudios que demuestran
    que los fitoestrógenos de la soya pueden disminuir los
    niveles de testosterona (Fallon Rally. Enig Mary Tragedy and
    Hype: The third internacional soy symposium. Nexos, April-May
    200, 21). En la actualidad, sabemos que existen literalmente
    miles de estrógenos ambientales que dañan a nuestro
    cuerpo, desde el DDT hasta insecticidas. Todas estas substancias
    se conocen como disruptores hormonales. Para saber más,
    pueden visitar mi sitio en Internet: Estrógenos
    ambientales y la feminización de la naturaleza.

    Por otro lado, podemos decir que la soya en nuestro medio, es
    un producto de la
    revolución
    industrial. Se ha visto como una gran oportunidad para
    desarrollar substitutos baratos de la carne, formular
    medicamentos a base de soya y desarrollar una fuente renovable a
    base de la planta y que pudiera reemplazar los combustibles y
    plásticos
    basados en el
    petróleo.

    La mayor parte la soya cultivada y consumida en el mundo
    entero es genéticamente modificada. Pero los problemas van
    más allá de la biotecnología.

    Mientras que la agricultura
    orgánica trabaja con la naturaleza, conservando la
    biodiversidad,
    la agricultura industrial busca controlar a la naturaleza
    promoviendo siembras uniformes.

    Practicar la agricultura orgánica es cada vez
    más difícil ya que los conglomerados
    agroquímicos buscan poseer y alterar los genes de todas
    las semillas que producen el alimento de los pueblos. Sus
    medios para un
    control total
    incluyen acabar con la producción tradicional de semillas a favor
    de las semillas transgénicas o genéticamente
    modificadas, las cuales son patentables.

    Para acelerar esto, algunas compañías
    están promoviendo nuevas regulaciones.

    Los campesinos orgánicos también están
    teniendo cada vez más dificultad para proteger a las
    siembras genéticamente naturales que cultivan de la
    polinización cruzada al estar cerca de siembras
    transgénicas.

    Estas alteraciones en nuestro sistema
    alimenticio ignoran los principios
    fundamentales de la agricultura y la alimentación
    ecológicas y esto puede causar estragos impredecibles.

    La soya es un potente productor de gas
    (flatulencia), una vez que se ingiere. Hasta el momento nadie ha
    podido resolver este problema. La razón por la que se
    produce flatulencia con la soya, son los oligosacáridos en
    la porción de carbohidratos.
    Los oligosacáridos más conocidos en los frijoles
    son la rafinosa y la estaquiosa. Se requiere de una enzima
    llamada alfa-galactosidasa para poder
    digerirlos adecuadamente. Desafortunadamente, los humanos no
    tenemos esta enzima.

    La soya, como las nueces, las cebollas, el ajo, el
    brócoli y otros alimentos,
    contiene inhibidores de la tripsina. Sin embargo, los inhibidores
    de la tripsina en la soya no son solamente más numerosos
    sino más resistentes para ser neutralizados al cocinarse y
    procesarse que los inhibidores encontrados en otros alimentos que
    consumimos a diario.

    Se conocen por lo menos 5 inhibidores de la tripsina en la
    soya. Cuando se reduce el nivel de tripsina en el intestino
    delgado, la hormona colecistoquinina le manda al páncreas
    manufacturar y secretar más enzimas
    digestivas. Si esto sucediera una vez, sería fácil
    que el cuerpo se recuperara en pocos días, pero si una
    persona consume frecuentemente la soya, con el tiempo
    sufrirá de una hipertrofia pancreática (Garthoff
    LH, Henderson GR et al. The Pathological evaluation, clinical
    chemistry and plasma cholecytokinin in neonatal and young
    miniatura swine fed soy typsin inhibitor from 1 to 39 weeks of
    age. Food Chem Toxicol, 2002, 40, 501-516). También esta
    alteración puede causar una depresión
    en el crecimiento.

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