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El Mal y las escuelas ocultistas (página 2)



Partes: 1, 2

Y es que sobre la base de la doctrina de los modernos
esotéricos occidentales surgidos a finales del siglo XIX,
los gurúes, maestros y canalizadores de mensajes
pseudoangélicos de esa "Nueva Era", para romper con la
tradición cristiana del infierno y del demonio, y en su
reivindicación del Edén terreno y de la esencia
divina de sus pobladores humanos, parecen desdeñar y negar
la naturaleza
maléfica de los componentes que conforman su propia
estructura
interna, y en definitiva se han empeñado en ocultar u
obviar la existencia del Mal ínsito en el alma humana. Y
aunque "Nada hay oculto que no deba de ser revelado", que
dice el Evangelio, es también evidente que hay que
atemperar tal abstracta aseveración con otra del mismo
origen: "cuando el tiempo de la
exteriorización sea el adecuado
". Parece que ha
llegado el tiempo de hacer exotérico lo que era oculto,
porque la Humanidad necesita ese conocimiento
para poder
sobrevivir y para que se cumpla el designio crístico, y
precisamente por eso mismo fue que a principios del
siglo XX, con la llegada del final del Kali Yuga (el "fin de los
tiempos"), que algunos estudiosos e investigadores del mundo
espiritual, por medio de la percepción
ultrasensible, han descubierto y descrito, con más detalle
y detenimiento que jamás en los tiempos anteriores las
características de esas fuerzas del Mal y su papel en el
desarrollo
evolutivo del hombre y del
Plan Divino,
pero obviamente solo para aquél que quiera ver, que tenga
oídos para oír y ojos para ver ("Buscad y
hallaréis. Llamad y se os abrirá… Y
conoceréis la verdad y la verdad os hará
libres")

Sabemos por las descripciones del trabajo de
Rudolf Steiner que básicamente existen tres tipos de
Entidades Opositoras o Retardatarias a nivel macrocósmico,
que tienen su representación microcósmica
ineludiblemente en la interioridad humana. De manera somera y muy
sintética (la obra del autor antroposófico
está a la disposición de cualquier interesado en la
materia) las
jerarquías que representan ese Mal en nuestro sistema solar
serían, de mayor entidad y rango a inferior, las
siguientes:  

1)  Los Asuras, cuya característica fundamental es
la entropía, la creación y la
destrucción de la materia, el caos y la nada. Se
originaron inicialmente en la Jerarquía de los Tronos, del
primer coro de las jerarquías Divinas Creadoras, que
generaron a los Archai del 3ª Jerarquía, y
están dirigidos por Soradt, aquél al que Cristo
llamó el "Príncipe del mundo", el demonio solar, el
Anticristo. Los Asuras promueven el dolor físico y
moral en
el hombre
precisamente porque se alimentan de él (por ejemplo en los
sacrificios humanos aztecas o de
otras religiones del
pasado y en los actuales genocidios, guerras y
catástrofes), y por ello mismo promueven el asesinato, el
sadismo, la crueldad y la violación del alma en cualquiera
de sus formas, como patrocinadores del ego asúrico y
destructor de todos aquellos que por dinero o por
poder han vendido su alma y su dignidad de
una u otra forma. 

2) Los seres Ahrimánicos, que originariamente formaron
parte de los Kyriotetes o Espíritus de Sabiduría,
de la segunda de tales Jerarquías creadoras, que generaron
a los Arcángeles de la tercera, y que están
dirigidos por el denominado Señor del Mundo: Ahriman,
también conocido como Satán, Señor de la
mentira, de la
materia y de la ciencia
tecnológica, así como por Mefistófeles y por
Sanat, el PseudoCristo. Ahriman genera formas en la materia, por
lo que es el preservador y congelador de la materia, constituye
el ideal y la utopía en Occidente en cuanto a los objetivos
básicos de nuestra civilización material y de la
humanidad todavía infantil: salud, dinero y amor. Si los
Asuras generaron la materia y posibilitaron la existencia de la
dimensión físico material de la realidad, siendo su
objetivo final
la destrucción total y la entropía perfecta, con el
correspondiente sufrimiento en el hombre que constituye su
alimento, Ahriman moldea y da forma a dicha materia, imitando
así la labor del Verbo creador, pues es su labor el
desviar la atención fuera del Cristo real, como un
permanente Pseudo-Cristo que es. Con todo, el ahrimanismo
orientalista de la Nueva Era es ago así como una
espiritualidad materialista de izquierdas, un espiritualismo
hedonista y light que le quita hierro y
sufrimiento al espiritualismo de corte luciférico
judeo-cristiano tradicional, en el vaivén histórico
de tesis y
antítesis filosofico-religiosas
opuestas. 

 3) Los seres Luciféricos, proceden de la
Jerarquía de los Dynamis o Espíritus del Movimiento,
del segundo Coro, por debajo de los iniciales seres
ahrimánicos. Son los Agnisvattas de la teosofía
orientalista, los Espíritus del Fuego, llamados
también Manasaputras (o Hijos de la Mente), cuya
jerarquía generó a los Angeles de la tercera.
Así como Lucifer actuó como el Prometeo que
originariamente aportó el fuego de la autoconciencia al
ser humano, su excesivo rigor moral y su rechazo del mundo
material le llevaron a pactar con el Mal para escapar del mundo
terráqueo y arrastrar consigo al ser humano a su Nirvana
espiritual de donde procede, desviándose así del
Plan de las jerarquías Divinas creadoras. Se puede decir
que estas entidades luciféricas se van acercando
paulatinamente a Cristo, y que son los primeros seres
retardatarios a redimir por la labor anímica y consciente
del hombre en su incipiente colaboración iniciática
con las Jerarquías Creadoras. Si la caída de los
primeres seres luciféricos consistió en la
separación de su consciencia de la del resto de
Jerarquías Divinas, y de su acto surgió luego el
ser humano y la autoconciencia, han sido los Asuras los que sobre
esta base establecieron el egoísmo como fuerza de
separación y poder de exclusión. 

Lucifer encarnó en China hacia el
año 2500 a. de Cristo, y ahora, por derecho
jerárquico, le tocaría el turno de encarnar en
la tierra al
mismo Ahriman en estos principios del siglo XXI, pero ese
derecho, que anuncian desde hace años los
discípulos ahrimánicos, primero con el fallido
"mesías" Krishnamurti y
luego con el pretendido Maitreya, viene siendo boicoteados
permanentemente por los Asuras y particularmente por sus
seguidores humanos de las Logias oscuras. Aunque la influencia de
los Asuras sobre los seres ahrimánicos ha sido constante
por su superioridad jerárquica, Ahriman comenzó a
independizarse de tal prevalencia a partir del s. XV con la
aparición de la Ciencia
moderna a través de hombres como Descartes,
Newton,
Adam Smith y
otros después, que se mueven todos ellos bajo la directa
influencia del ámbito ahrimánico, pero ese campo
científico se convirtió enseguida en una especie de
religión
asúrica con gentes como Francis Bacon y Charles Darwin
(éste con su visión estrictamente asúrica de
la naturaleza mediante la selección
natural y la supervivencia del más fuerte y el más
apto), que hicieron de la ciencia, como es en nuestros tiempos,
el único espacio cuasiespiritual en el que habría
de creer el hombre moderno, en sustitución del verdadero
espíritu que en nuestro sistema solar
corresponde a las tres Jerarquías Divinas: la del Padre,
la del Hijo y la del Espíritu Santo

 La ideología utópica de las sociedades
esotéricas orientalistas promueve esta peculiar mezcla de
creencias básicamente ahrimánicas, con peculiares
matices luciféricos de carácter esencialmente budista y
chamánico, que seducen, fascinan y cautivan a tantos
buscadores y
aspirantes occidentales, que terminan alienados del verdadero
Cristo (quien ya anunció de manera expresa:
«…vendrán muchos en mi nombre, diciendo:
Yo soy el Cristo; y a muchos engañarán
»
Mateo 24:5 y Lucas 21,5-11) y cuya imagen y cuya
palabra imitan y tergiversan pretendiendo hacer aparecer al
Cristo como un componente más de la llamada
jerarquía de maestros ascendidos, un Cristo
ñoño, idílico y casi hollywoodiense opuesto
a Aquél que en su día advirtió a los tibios
diciendo: "O estáis conmigo o contra mí, no se
puede servir a dos señores
…", y que no es sino
el Logos Solar, el Verbo galáctico hecho hombre, el
Redentor resurrecto. 

  Y mientras tanto la entidad regente
ahrimánica, que se halla retirada a la Shamballa
subterránea desde la catástrofe atlante,
está en ese interior de la tierra
diseñando su civilización supertecnológica,
a la espera de encarnarse sobre la tierra. Y como su filosofía "espiritual", que entre otros
valores
preconiza principios sociopolíticos maravillosos como el
compartir, la justicia
económica y social, la fraternidad y la cooperación
global contra el hambre para crear un mundo más razonable
y justo, es tan aparentemente crística y justa, consigue,
en nombre de ese santo paraíso terrenal que proclama,
atraer y convencer fundamentalmente a aquellos que carecen de un
Yo real libre e independiente, incluso de un ego consistente en
el mundo, y por tanto de una individualidad madura, ya que, en el
rechazo del mental y de la capacidad de pensar autónomo
que los discípulos ahrimánicos desprecian como
egóico y separativo, esos que se auto-reivindican como
discípulos, demuestran ser básicamente pre-egos
idealistas y románticos, presas lábiles y
fáciles para las voraces entidades
ahrimánico-asúricas.  

 Por ello es obvio y fácil de constatar que la
profecía crística se está cumpliendo ya en
tantos aspirantes y discípulos caídos en tal
señuelo, y que, si no despiertan de tales letargos y
espejismos, acabarán ensalzando y adorando al
mesías Ahrimánico cuando éste aparezca. Y
por tanto es preciso insistir una vez más en que solo
mediante la conquista del
Yo y de la individualidad el hombre podrá reconocer su
verdadera naturaleza crística y divina, porque si lo que
los maestros de la sectas orientales tratan de evitar por todos
los medios es el
conocimiento del Mal  y de las potencias adversas que lo
encarnan en el hombre, es precisamente para mantener bajo su
dominio
devocional sacerdotal al hombre bienintencionado y falto de Yo, y
por ello propagan una ideología propia del pasado en la
que el individuo
carece de autonomía real, al hacerle depender de
guías externos, gurúes y maestros de distinto
ropaje. Y resulta paradójico y sorprendente que decir algo
tan obvio como todo esto, sea rechazado pretextando que este tipo
de consideraciones y análisis son un mensaje anticuado producto de un
miedo clásicamente católico o del terror
bíblico, en vez de, quizás, reexaminar el velo y el
pozo del espejismo en el que están
sumidos.  

Fue Steiner el que explicó reiteradamente que lo que
más teme el hombre, lo que le produce un pánico
insoportable es la experiencia consciente de lo suprasensible,
pues la naturaleza
humana no tendría la entereza necesaria para reconocer
la existencia y características del Mal, y que solo
podría mirarle cara a cara si es capaz de renunciar al ego
y de entregarse expresamente al Cristo, pues el ego
asúrico que habita nuestro metabolismo
introduciría un miedo cerval a todo aquél que
intentase ponerle a la luz en su camino
inciático. Y es que la aparición del Morador del
Umbral provoca tal temor que solo los valerosos serán
capaces de trascender ese pavor, y de ahí que por temor a
ver la humanidad llega hasta el punto de renunciar a la
clarividencia y al acceso a los mundos espirituales. Y renunciar
al uso de la lógica
y el sentido común, a la facultad del sano discernimiento
y de la correcta crítica, es precisamente bloquear el paso a
la Percepción Suprasensible, al dejar de reconocer las
cosas como son y a llamarlas por su nombre es decir la existencia
del Mal y su operatividad en nuestra propia vida y en vida
social, política y
económica.  

Quizás sea oportuno recordar aquí la
visión de algunos filósofos (como Hegel o Heráclito) que entienden como las claves
del progreso al antagonismo y el conflicto, es
decir la tensión entre los pares de opuestos, como puedan
ser la Luz y las Tinieblas, o el Bien y el Mal, es decir la
dialéctica entre ambos extremos antagónicos, la
comprensión de la historia humana funciona
irremisiblemente a resultas de la lucha, la destrucción y
la muerte
resultantes del enfrentamiento trágico de ambos
opuestos: Ahriman vs. Lucifer, o el Asura Soradt vs.
Ahriman. Así como a lo largo de esa historia la
afirmación inicial o tesis es seguida
automáticamente por la negación o antítesis,
porque es así ineludiblemente  por la naturaleza de
las cosas, tras  la oposición violenta de ambos
polos, lo idóneo es el punto intermedio armonizador y
superador de aquellos extremos anteriores, la
reconciliación de los opuestos o síntesis
que surge posteriormente. Cristo es el equilibrio
sanador consciente y voluntario y la transcendencia superadora de
todos esos opuestos a lo largo de la evolución
humana. 

Y aunque existe esa guerra
declarada por el dominio en el mundo entre los Asuras con sus
Logias (como detentadores del poder del terror, la
represión, el nihilismo, el
predominio absoluto del valor
económico y la destrucción total en su
condición de generadores de la materia física que son), y
Ahriman con sus propias Logias (como promotor a su vez del
idealismo
espiritual materialista e infantil, el gobierno mundial
del mundo y del reparto generalizado de los bienes
materiales
así como modelador de la materia en instrumentos
inorgánicos y tecnológicos de vida artificial
animados por espíritus elementales), Cristo no
intervendrá ni participará en esa lucha, sino que
permanece contemplando y espera a que los seres humanos caigan en
la cuenta de la verdad de ese juego
perverso, afronten su propio Mal kármico, lo asuman
conscientemente cargando con su propia cruz, y le reclamen
abriéndole sus corazones, a través del desarrollo
del Yo como reflejo del Cristo individualizado . Cuando el
Principio del Yo tome las riendas de la
personalidad interna en lugar del ego y éste se vaya
disolviendo progresivamente se producirá el encuentro con
el Cristo, de carácter individual en cada caso, donde
estén presentes la consciencia, la voluntad y la libre
elección del individuo, lo cual resultará en un
intercambio energético que conformará el potencial
de sus futuros discípulos, aquellos que se pondrán
a su lado en los momentos transcendentales de la
historia. 

 

 

 

 

Autor:

Emilio Sainz    

Artículo extraido de la Revista
Biosophia

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