A pesar de no ser uno de los países destacados
regularmente por los analistas, Paraguay es hoy uno de los puntos
nodales de la estrategia hegemónica de Estados Unidos y,
por lo mismo, del trazado de las nuevas lógicas de
ordenamiento continental. Su ubicación y
características geográficas, sus abundantes
ríos y sus otrora maravillosas zonas selváticas,
diezmadas hoy por la soja transgénica y la
modernización agrícola-forestal, han sido a la vez
beneficio y causa de desastres. Desde la sangrienta
instalación de misiones evangelizadoras hace cerca de
quinientos años, las guerras de la Triple Alianza
(1865-1870) y del Chaco (1932-1935), hasta la actual
ocupación, Paraguay ha sido un país castigado por
sus riquezas y por la persistencia de un pueblo que no se doblega
y sigue pretendiendo la descolonización y donde “el
problema de la propiedad de la tierra sigue siendo decisivo
[puesto] que el 1% de la población es dueño del 90%
de la tierra disponible” (Polo, s/f).
Este país donde persiste el guaraní como lengua
natural es la bisagra que une en una franja transversal a los
ricos yacimientos y corrientes de agua de la zona de la triple
frontera con Brasil y Argentina con la región petrolera y
gasífera de Bolivia y el Norte de Argentina, continuando
con los valiosos minerales de la cordillera.
Ana Esther Ceceña, Carlos Ernesto
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