- Resumen
- Una recesión global entre
guerras y rebeliones - Las
corporaciones norteamericanas en la mira - Una
crisis de sobreinversión - La
indefinición europea - La
fragilidad estructural de Japón - La
continuada debalce de la periferia - Las
alternativas de la recesión - La
guerra nuevamente en primer plano - El
ascenso de las luchas sociales - "Otro
mundo socialista es posible"
El triunfalismo neoliberal pierde terreno frente a los
pronósticos sombríos entre la elite
de la clase
dominante en un momento de recesión global.
Resumen
El escándalo Enron acentúa esta incertidumbre al
crear grandes dudas sobre el nivel de rentabilidad
real de las corporaciones norteamericanas. Estas empresas
enfrentan una crisis de
sobreinversión, acentuada por el endeudamiento familiar y
las dificultades para implementar un giro exportador. Mediante la
intervención fiscal o
monetaria y el gasto militar la clase dominante estadounidense
intenta transferir la recesión al resto del mundo.
El comportamiento
de la economía europea no contrapesa la
desaceleración norteamericana, porque el proyecto
imperialista de unificación exigió lanzar el euro
con políticas
de ajuste que limitan el nivel de actividad. La profundidad de la
depresión japonesa evidencia, por otra
parte, la fragilidad estructural de un imperialismo
relegado y una economía basada en la exportación con grandes limitaciones para
retomar el crecimiento en torno al mercado interno.
La recesión global también acentúa la
regresión productiva de la periferia y precipita el tipo
de colapsos que ahora afectan a la Argentina. La fractura mundial
entre el centro y la periferia se afianza.
Una nueva escala de
guerras
imperialistas influye sobre el rumbo de la coyuntura
económica, aumentando la inestabilidad política
internacional y erosionando las alianzas entre las potencias.
También influyen sobre el curso de la recesión la
sublevación argentina y la consolidación de la
protesta global, ya que ambas contribuyen al resurgimiento de la
resistencia
obrera. El futuro de estas batallas depende de la capacidad de
los socialistas para desarrollar un proyecto anticapitalista.
Una Recesión Global
entre Guerras y Rebeliones
El encuentro anual del Foro Económico Mundial que
en febrero último reunió en Nueva York a 3000
ejecutivos, banqueros y multimillonarios ilustró el
cambio de
clima que
predomina entre la elite de la clase dominante. El triunfalismo
neoliberal que caracterizaba a estas cumbres ha quedado
reemplazado por un sentimiento de vulnerabilidad, incertidumbre y
malestar. En lugar de elogiar las privatizaciones, los dueños de las
corporaciones discuten ahora el aumento de las desigualdades
sociales y en vez de congratularse por la desregulación
del comercio,
proponen "no dejar todo librado al mercado".
El giro de Soros, Brzezinski, Gates y otras figuras del
optimismo capitalista de los 90 hacia un discurso
sombrío refleja el impacto de la crisis y el afianzamiento
de la protesta popular contra la
globalización, en un momento signado por cuatro
acontecimientos relevantes: la extensión de la
recesión global, la escandalosa quiebra de
la empresa
norteamericana Enron, la preparación de nuevas guerras
imperialistas en Oriente y la sublevación del pueblo
argentino.
RECESIÓN GLOBAL.
Al inicio del 2002 la contracción económica
mundial se ha generalizado. Aunque la prensa atribuye
esta crisis a los atentados del 11 de septiembre es evidente que
estas acciones
sólo acentuaron el freno previo del nivel de actividad. Se
estima que el crecimiento del PBI mundial alcanzó el
año pasado un 2 %, es decir un porcentaje muy cercano al
prevaleciente en los tres picos recesivos de las últimas
décadas (1,9 % en 1975, 1,2% en 1982 y 1,4% en 1991).
Además, el volumen del
comercio mundial que aumentaba a un ritmo del 7 % anual desde
principios de
los 90 se mantuvo estancado durante el 2001 y las inversiones
extranjeras se redujeron a la mitad del ejercicio precedente.
La desaceleración en curso es sincronizada y golpea
simultáneamente a los tres centros de la economía
mundial. Ninguna región, ni sector contrarresta la
recesión norteamericana, que arrastra a Europa y refuerza
el estancamiento de Japón.
Esta simultaneidad es un efecto de la mundialización, que
afianzó la integración de las economías
centrales y aceleró la transmisión de los impactos
recesivos. La crisis se profundizó en los últimos
meses, ya que a mitad del año pasado los analistas
todavía discutían la continuidad de una fase
ascendente, disentían en torno al carácter "suave o forzoso del aterrizaje"
de la economía norteamericana y esperaban que Europa
actuara como locomotora sustituta de Estados
Unidos.
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