¿Qué hace
diferente a la
televisión pública?
La respuesta más obvia pero
quizá no del todo hueca es la más
espontánea: la televisión pública es diferente
porque no es como la de carácter comercial. Esta perogrullada tiene
alguna importancia porque en la actualidad la lucha por la
diferencia constituye el empeño principal de los
medios
públicos.
Ya sea que surgiera en Europa o en
Sudamérica -en donde había medios estatales antes
de la expansión de la radio y la
televisión
comerciales- o que hayan nacido a contrapelo del dominio privado
en la radiodifusión como sucedió en México,
la
comunicación electrónica de carácter
público se enfrenta hoy a la preponderancia -e inclusive,
a una acometida militante- de las empresas
comerciales.
En casi todo el mundo tanto la inversión financiera como la audiencia
entre los públicos se encuentran dominados por la
radiodifusión privada. La indolencia gubernamental y
estatal, las imprevisiones legales, la pereza de la sociedad, pero
también la ineficacia y el desgano que en muchas ocasiones
singularizan a los medios públicos, han propiciado que ese
mercado se
encuentre copado por la comunicación preponderantemente
mercantil.
Tal situación podría
adjudicársele al creciente individualismo, a la comercialización garrafal o a la voracidad
ilimitada de los intereses privados. Pero esperar que a los
medios no les afectasen las condiciones que impone la economía de mercado sería tan
ilusorio como inútil. Es infructuoso pensar en los medios
públicos como instituciones
y espacios ajenos al mercado. Al contrario: si los medios de esa
índole son necesarios, es porque el panorama de la
comunicación está sometido a las exigencias y sobre
todo a las inequidades del mercado mismo. En ese contexto, la
función
primordial de los medios públicos es hacer contrapeso a la
preponderancia de las empresas comunicacionales de
carácter privado.
Así que si nos preguntan qué hace
diferente a la televisión pública, quizá no
es tan frívolo contestar que su distinción respecto
de la televisión privada radica, precisamente, en que no
es como ella. A una y otra las distinguen, entre otros, los
siguientes rasgos.
Los
propósitos generales
La prioridad de la televisión privada es hacer
negocio. Ese reconocimiento no debiera conducirnos a suponer que
los empresarios de los medios comerciales subordinan cualquier
otra consideración al afán de vender más
espacios de publicidad, a
precios
más altos. Tampoco queremos sugerir que hacer negocio en
los medios constituya una actitud
reprobable. Solo pretendemos subrayar que el hecho de tener como
prioridad las ganancias financieras define en buena medida el
comportamiento, las alianzas, la responsabilidad y desde luego los contenidos de
los medios privados.
Los rendimientos de una televisora privada pueden
ser de índole distinta a la estrictamente mercantil. Hay
empresas de comunicación privadas que también hacen
negocio con el cabildeo, la presión e
incluso la construcción de consensos que logran entre
sus audiencias. Hay empresarios para quienes tanto o más
que los rendimientos económicos, la propiedad de
una televisora les significa la posibilidad de ampliar y mantener
influencia pública y política que
usufructúan con diversos fines. En todo caso el fin
esencial de la televisión privada, más allá
de las responsabilidades que le impongan las leyes, es la
reivindicación de intereses particulares.
A diferencia de esa prioridad la
televisión pública tendría que estar
orientada por el interés
general, el interés de la sociedad. Y como la sociedad es
heterogénea y plural, un afán necesario de la
televisión pública tendría que ser la
reivindicación de expresiones así de variadas,
todas ellas constituyentes del interés público.
Independencia
La televisión pública no solo es diferente a la
televisión privada. También tendría que
serlo respecto de la televisión de gobierno, la cual
no es de carácter público. Los medios cuya
orientación, estructura y/o
programación se encuentran definidos por el
gobierno, pueden llegar a cumplir funciones de
servicio y a
dar espacio a programas y
producciones distintos a los que habitualmente encuentran cabida
en los medios privados. Pero no son públicos, entre otros
motivos, porque su desempeño siempre podrá estar
condicionado por el interés de la
administración gubernamental. Los medios de gobierno
promueven las posiciones del régimen político y de
los funcionarios a cargo de él. Se trata de medios, en tal
sentido, con puntos de vista por definición parciales y
cuyas funciones son, en buena medida, de propaganda. Es
importante no confundir a los medios públicos con los
medios gubernamentales. Los medios públicos
tendrían que aspirar a estar a salvo de las tensiones del
mercado, pero también de las presiones del Estado.
Institucionalidad
propia
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