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El Presidente y el comediante. Los medios en el gobierno de Vicente Fox


Partes: 1, 2

    1. En la
      prensa, sarta de babosadas
    2. Decretazo propicio a
      las televisoras
    3. Difíciles
      esfuerzos de reforma legal
    4. Ley
      Televisa

    Ensayo incluido en el libro
    ¿Qué país nos deja Fox? Los claroscuros
    del gobierno del
    cambio.

    Adolfo Sánchez Rebolledo, coordinador,  Grupo
    Editorial Norma, México,
    2006.

       El presidente Vicente Fox disfrutaba uno de los
    que, para él, sería de los momentos más
    placenteros de su sexenio. Sentado en la oficina de Los
    Pinos que fue habilitada como estudio radiofónico,
    conversaba con el cómico Andrés Bustamante.

       -Oye, (una) propuesta, Ponchito -dijo de pronto
    el presidente, refiriéndose al personaje que estaba
    representando ese conocido comediante-. Tú hablas "ora
    como Fox y yo voy a tratar de hablar como tú. A ver si nos
    sale.

       Bustamante apenas atinó a responder:
    "¡Aaahhh!" Y luego, haciendo ya la voz de "Ponchito",
    aceptó: -Me late, me late el intercambio. Entonces
    aquí, de cuates, no hay bronca, ¿verdad?, la onda
    no…

       -Ciertamente, conciudadanos, me da gusto estar
    aquí hoy, hoy aquí, en mi Rancho de San
    Cristóbal y recibir ni más ni menos que a Ponchito.
    ¿Cómo estás? -dijo Bustamante parodiando a
    Fox.

       El presidente adelgazó la voz y casi
    murmuró: -Pues mira, manito, yo estoy a toda
    máquina aquí, en Rancho San Cristóbal,
    aquí preparando mi agencia de publicidad Travel
    Panchito, Ponchito y no sé qué más…

       Era el 3 de febrero de 2001 y Fox se encontraba
    en una de las primeras emisiones del programa de
    radio que
    presentaba los sábados. Anticipándose a la escasa
    audiencia que tendría un programa repleto de mensajes
    oficiales, los asesores comunicacionales del presidente
    habían invitado a locutores y personajes conocidos de
    la
    televisión y la radio. Pero
    seguramente no anticiparon que, con el creador de "Ponchito", el
    presidente hallaría un alter ego por lo menos
    mediático.

       El presidente estaba feliz. Recordando que lo
    habían criticado por no llevar los tamales que se
    había comprometido a entregar el día de La
    Candelaria, siguió en su imitación del
    muñequito de animación computarizada creado por
    Bustamante: -Que hay que recordarle al presidente Fox que el
    Día de la Candelaria le quedó mal a los niños de la
    calle, que había comprometido después de la
    Rosca de Reyes y que no fue ahí. Hay que darle un
    jalón de orejas al presidente.

       El cómico, haciendo el papel de Fox,
    disculpó al presidente: -Lo que pasa es que en la rosca me
    salieron "unos niños"
    y yo digo que no deben ser niños, deben ser chiquillos,
    deben ser chiquillos. Por no olvidé ese compromiso que
    tenía yo de entregar los tamales, Ponchito.

       La conversación Fox-Bustamante
    continuó por un rato. En más de una ocasión
    el presidente habría admitido la magnética
    fascinación que le suscitaban los micrófonos y las
    cámaras. Ante los primeros no podía dejar de
    formular cualquier declaración. Frente a las
    cámaras inevitablemente se detenía para
    sonreír y saludar.

       Hubo quienes consideraron que sabía
    manejar los recursos
    comunicacionales para gobernar apoyado en ellos. No era
    así. Vicente Fox no gobernó con los medios sino
    para ellos, especialmente para los consorcios de la
    radiodifusión. Durante el sexenio que presidió, la
    relación entre medios de
    comunicación y gobierno experimentó un viraje
    de 180 grados.

       Antes de Fox, en el transcurso del largo cuan
    social y políticamente costoso período priista,
    los medios de
    comunicación llegaron a estar supeditados al
    presidente en turno. Entre unos y otro se estableció un
    vínculo desigual, que oscilaba entre la resignada
    tensión y la interesada sumisión de la
    mayoría de los medios
    electrónicos e impresos. Esa dependencia forzosa
    constituyó uno de los rasgos más afrentosos antes
    de la transición democrática que se expandió
    al finalizar el siglo XX. Luego, en vez de construir una nueva
    relación de respeto e
    interlocución con los medios el gobierno de Fox
    admitió con tanta condescendencia los requerimientos de
    las empresas de
    comunicación más importantes que
    acabó por estar al servicio de
    ellas. El júbilo con que se transfiguraba en comediante
    era algo más que una anécdota. Se trataba de un
    presidente que olvidaba su investidura para imitar, gozoso, a un
    personaje de la televisión.

    En la
    prensa, sarta
    de babosadas

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