- Nuevas
tecnologías, oportunidad y disparidad - Reglas
para que los medios comuniquen - México: atraso
jurídico y negligencia estatal - Presencia creciente de
la televisión de paga - Miedo y
rechazo a la modernización jurídica - Algunas
propuestas
Ensayo publicado en Configuraciones, revista de la
Fundación Pereyra y el Instituto de Estudios para la
Transición Democrática. No. 10-11. México,
octubre 2002-marzo 2003,
Aunque se contradicen con él los medios de
comunicación han llegado a ser -y seguirán
siendo" los ámbitos privilegiados del espacio
público. Información, propaganda,
publicidad,
consensos y en buena medida la instrucción y el veleidoso
sentido común de las sociedades
contemporáneas, son propagados, tamizados y acotados por
los medios. En esa
formidable capacidad de difusión, que les confiere
inevitable omnipresencia, radica también la debilidad
más notoria de esos medios. Están destinados a la
sociedad, de
la cual toman su razón de ser, pero no necesariamente la
expresan: no la comunican.
Quizá ninguna otra zona de la vida pública en
nuestros días, a pesar de todos los esfuerzos que los
medios hagan para mejorar ese aislamiento respecto de ella, se
encuentra tan cerrada a la participación de sociedad.
Partidos, sindicatos,
universidades, organizaciones no
gubernamentales, tienen membresías que constituyen un lazo
permanente y estable (más allá de la
representatividad o no que tengan) con los ciudadanos. De ello
depende su viabilidad e incluso, su sobrevivencia. En cambio, y
desde luego siempre hay excepciones, los medios de comunicación de masas suelen dirigirse a
la sociedad pero solo excepcionalmente lo hacen desde
ella.
Concentración
mediática, tendencia global
En el mundo contemporáneo, no existe mecanismo de mayor
influencia sobre las sociedades que los medios de
comunicación de masas. Hoy en día la política depende,
indefectiblemente, de la propagación que pueda encontrar
en los medios. Partidos y candidatos y junto con ellos cualquier
institución o personaje que busque relevancia
pública, tienen que ganar espacios y a menudo
también aquiescencias en los medios de
comunicación. Estos no sólo determinan la cantidad,
sino con frecuencia además la calidad de los
mensajes. El discurso
político, hoy en día, suele ajustarse a las
exigencias mediáticas a tal grado que, más que
programas, los
candidatos y partidos suelen presentar frases sueltas, capaces de
ajustarse a los formatos y e intervalos con que los medios dan
noticia de los acontecimientos políticos .
En todo el mundo se ha extendido la preocupación ante
el predominio de los medios en la conformación y en la
definición de las agendas públicas. Si los medios
fuesen espacios abiertos a la pluralidad de las sociedades y a la
deliberación que requieren los asuntos públicos,
esa inquietud sería menor. Sin embargo, lejos de formar
parte de las tendencias democratizadoras que de una u otra manera
se han propagado por los sistemas
políticos de casi todo el planeta, los medios de
comunicación tienden a incrementar su enorme
influencia.
Ese ascendiente se alimenta de dos tendencias inherentes a los
medios contemporáneos. Por un lado, las alianzas
empresariales colocan bajo menos manos el control de cada
vez más medios de comunicación. Al mismo tiempo, las
innovaciones tecnológicas permiten la propagación
más lejos y para más gente, de los mismos mensajes
mediáticos.
Al comenzar el nuevo siglo, la fusión
de empresas
relacionadas con la
comunicación y el espectáculo ha conformado
seis grandes polos que controlan las principales
compañías mediáticas en el mundo. AOL-Time
Warner, la Compañía Disney, Bertelsmann, Viacom,
News Corporation y Vivendi Universal, enlistadas de acuerdo con
su tamaño, se han convertido en los nuevos ejes de la
hegemonía mediática, que es mercantil pero
también ideológica y política .
Los medios
electrónicos convencionales (la radio y
la
televisión abierta) suelen ejercer esa capacidad de
difusión en extenso para reproducir mensajes de escasa
originalidad creativa y, en el campo de la información,
con exigua investigación periodística. Difundir
lo mismo a más personas, abaratando exponencialmente los
costos de
producción en contraste con los destinatarios de la
programación común, sigue siendo
más negocio que hacer programas imaginativos y capaces no
sólo de entretener sino además, de formar a los
públicos.
Nuevas
tecnologías, oportunidad y disparidad
Resulta poco útil reducirse a lamentar la ausencia de
pluralidad y la hegemonía de un pensamiento
único que puede significar la concentración de
muchos medios en unas cuantas corporaciones. A esa realidad se le
puede acotar con medios de carácter público y con un empleo
creativo de las nuevas
tecnologías. Y sobre todo a los medios de
carácter mercantil, que son la mayoría, es posible
circunscribirlos a legislaciones que les asignen
responsabilidades y que reconozcan los derechos que los ciudadanos
tienen delante de ellos.
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