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Vivir en la Sociedad de la Información. Orden global y dimensiones locales en el universo digital


Partes: 1, 2

    1. Diez
      rasgos de la Sociedad de la Información
    2. Globalización
      que presiona hacia arriba y hacia abajo. La
      Internet
    3. Estado de la red de
      redes al comenzar el siglo 21
    4. Políticas
      publicas para que la tecnología conduzca al
      progreso
    5. Bibliografía

    Publicado en Revista
    Iberoamericana de Ciencia,
    Tecnología, Sociedad e
    Innovación

    Vivimos en un mundo pletórico de datos, frases e
    íconos. La percepción
    que los seres humanos tenemos de nosotros mismos ha cambiado, en
    vista de que se ha modificado la apreciación que tenemos
    de nuestro entorno. Nuestra circunstancia no es más la del
    barrio o la ciudad en donde vivimos, ni siquiera la del
    país en donde radicamos. Nuestros horizontes son, al menos
    en apariencia, de carácter planetario.

    Eso no significa que estemos al tanto de todo lo que sucede en
    todo el mundo. Lo que ocurre es que entre los numerosos mensajes
    que recibimos todos los días, se encuentran muchos que
    provienen de latitudes tan diversas y tan lejanas que, a menudo,
    ni siquiera acertamos a identificar con claridad en dónde
    se encuentran los sitios de donde provienen tales
    informaciones.

    Se habla mucho de la Sociedad de la Información. ¿Qué rasgos la
    definen? ¿En qué aspectos resulta novedosa?
    ¿En qué medida puede cambiar la vida de nuestros
    países? ¿Qué limitaciones tiene ese nuevo
    contexto? En estas páginas queremos dar respuestas
    iniciales a esas interrogantes.

    Diez rasgos de la Sociedad
    de la Información

    A ese nuevo contexto lo definen características como
    las siguientes.

    1. Exuberancia.. Disponemos de una apabullante y
      diversa cantidad de datos. Se trata de un volumen de
      información tan profuso que es por sí mismo parte
      del escenario en donde nos desenvolvemos todos los
      días.
    2. Omnipresencia. Los nuevos instrumentos de
      información, o al menos sus contenidos, los encontramos
      por doquier, forman parte del escenario público
      contemporáneo (son en buena medida dicho
      escenario) y también de nuestra vida privada. Nuestros
      abuelos (o bisabuelos, según el rango generacional en el
      que estemos ubicados) fueron contemporáneos del
      surgimiento de la radio, se
      asombraron con las primeras transmisiones de acontecimientos
      internacionales y tenían que esperar varios meses a que
      les llegara una carta del
      extranjero; para viajar de Barcelona a Nueva York lo más
      apropiado era tomar un buque en una travesía de varias
      semanas. La generación siguiente creció y
      conformó su imaginario cultural al lado de la
      televisión, que durante sus primeras décadas
      era sólo en blanco y negro, se enteró con pasmo y
      gusto de los primeros viajes
      espaciales, conformó sus preferencias
      cinematográficas en la asistencia a la sala de cine delante
      de una pantalla que reflejaba la proyección de 35mm y ha
      transitado no sin asombro de la telefonía alámbrica y convencional
      a la de carácter celular o móvil. Los
      jóvenes de hoy nacieron cuando la difusión de
      señales televisivas por satélite
      ya era una realidad, saben que se puede cruzar el
      Atlántico en un vuelo de unas cuantas horas, han visto
      más cine en televisión y en video que en
      las salas tradicionales y no se asombran con la Internet porque
      han crecido junto a ella durante la última
      década: frecuentan espacios de chat, emplean el
      correo
      electrónico y manejan programas de
      navegación en la red de redes con una habilidad
      literalmente innata. Esa es la Sociedad de la
      Información. Los medios de
      comunicación se han convertido en el espacio de
      interacción social por excelencia, lo
      cual implica mayores facilidades para el intercambio de
      preocupaciones e ideas pero, también, una riesgosa
      supeditación a los consorcios que tienen mayor
      influencia, particularmente en los medios de
      difusión abierta (o generalista, como les llaman en
      algunos sitios).
    3. Irradiación. La Sociedad de la
      Información también se distingue por la distancia
      hoy prácticamente ilimitada que alcanza el intercambio
      de mensajes. Las barreras geográficas se difuminan; las
      distancias físicas se vuelven relativas al menos en
      comparación con el pasado reciente. Ya no tenemos que
      esperar varios meses para que una carta nuestra llegue de un
      país a otro. Ni siquiera debemos padecer las
      interrupciones de la telefonía convencional. Hoy en
      día basta con enviar un correo electrónico, o
      e-mail, para ponernos en contacto con alguien a quien incluso
      posiblemente no conocemos y en un país cuyas coordenadas
      tal vez tampoco identificamos del todo.
    4. Velocidad. La comunicación, salvo fallas técnicas, se ha vuelto
      instantánea. Ya no es preciso aguardar varios
      días, o aún más, para recibir la respuesta
      del destinatario de un mensaje nuestro e incluso existen
      mecanismos para entablar comunicación simultánea
      a precios
      mucho más bajos que los de la telefonía
      tradicional.
    5. Multilateralidad / Centralidad. Las capacidades
      técnicas de la
      comunicación contemporánea permiten que
      recibamos información de todas partes, aunque lo
      más frecuente es que la mayor parte de la
      información que circula por el mundo surja de unos
      cuantos sitios. En todos los países hay estaciones de
      televisión y radio y en
      muchos de ellos, producción cinematográfica.. Sin
      embargo el contenido de las series y los filmes más
      conocidos en todo el mundo suele ser elaborado en las
      metrópolis culturales. Esa tendencia se mantiene en la
      Internet, en donde las páginas más visitadas son
      de origen estadounidense y, todavía, el país con
      más usuarios de la red de redes sigue siendo Estados
      Unidos.
    6. Interactividad / Unilateralidad. A diferencia de la
      comunicación convencional (como la que ofrecen la
      televisión y la radio tradicionales) los nuevos
      instrumentos para propagar información permiten que sus
      usuarios sean no sólo consumidores, sino además
      productores de sus propios mensajes. En la Internet podemos
      conocer contenidos de toda índole y, junto con ello,
      contribuir nosotros mismos a incrementar el caudal de datos
      disponible en la red de redes. Sin embargo esa capacidad de la
      Internet sigue siendo poco utilizada. La gran mayoría de
      sus usuarios son consumidores pasivos de los contenidos que ya
      existen en la Internet.
    7. Desigualdad. La Sociedad de la Información
      ofrece tal abundancia de contenidos y tantas posibilidades para
      la
      educación y el intercambio entre la gente de todo el
      mundo, que casi siempre es vista como remedio a las muchas
      carencias que padece la humanidad. Numerosos autores,
      especialmente los más conocidos promotores de la
      Internet, suelen tener visiones fundamentalmente optimistas
      acerca de las capacidades igualitarias y liberadoras de la red
      de redes (por ejemplo Gates: 1995 y 1999 y Negroponte, 1995).
      Sin embargo la Internet, igual que cualquier otro instrumento
      para la propagación y el intercambio de
      información, no resuelve por sí sola los problemas
      del mundo. De hecho, ha sido casi inevitable que reproduzca
      algunas de las desigualdades más notables que hay en
      nuestros países. Mientras las naciones más
      industrializadas extienden el acceso a la red de redes entre
      porcentajes cada vez más altos de sus ciudadanos, la
      Internet sigue siendo ajena a casi la totalidad de la gente en
      los países más pobres o incluso en zonas o entre
      segmentos de la población marginados aún en los
      países más desarrollados.
    8. Heterogeneidad. En los medios contemporáneos
      y particularmente en la Internet se duplican -y multiplican-
      actitudes,
      opiniones, pensamientos y circunstancias que están
      presentes en nuestras sociedades.
      Si en estas sociedades hay creatividad,
      inteligencia
      y arte, sin duda
      algo de eso se reflejará en los nuevos espacios de la
      Sociedad de la Información. Pero de la misma manera,
      puesto que en nuestras sociedades también tenemos
      prejuicios, abusos, insolencias y crímenes,
      también esas actitudes y posiciones estarán
      expresadas en estos medios. Particularmente, la Internet se ha
      convertido en foro para
      manifestaciones de toda índole aunque con frecuencia
      otros medios exageran la existencia de contenidos de
      carácter agresivo o incómodo, según el
      punto de vista de quien los aprecie.
    9. Desorientación. La enorme y creciente
      cantidad de información a la que podemos tener acceso no
      sólo es oportunidad de desarrollo
      social y personal.
      También y antes que nada, se ha convertido en
      desafío cotidiano y en motivo de agobio para quienes
      recibimos o podemos encontrar millares de noticias,
      símbolos, declaraciones, imágenes
      e incitaciones de casi cualquier índole a través
      de los medios y especialmente en la red de redes. Esa
      plétora de datos no es necesariamente fuente de
      enriquecimiento cultural, sino a veces de aturdimiento personal
      y colectivo. El empleo de
      los nuevos medios requiere destrezas que van más
      allá de la habilidad para abrir un programa o
      poner en marcha un equipo de cómputo. Se necesitan
      aprendizajes específicos para elegir entre aquello que
      nos resulta útil, y lo mucho de lo que podemos
      prescindir.
    10. Ciudadanía pasiva. La dispersión y
      abundancia de mensajes, la preponderancia de los contenidos de
      carácter comercial y particularmente propagados por
      grandes consorcios mediáticos y la ausencia de capacitación y reflexión
      suficientes sobre estos temas, suelen aunarse para que en la
      Sociedad de la Información el consumo
      prevalezca sobre la creatividad y el intercambio mercantil sea
      más frecuente que el intercambio de conocimientos. No
      pretendemos que no haya intereses comerciales en los nuevos
      medios -al contrario, ellos suelen ser el motor principal
      para la expansión de la tecnología y de los
      contenidos-. Pero sí es pertinente señalar esa
      tendencia, que se ha sobrepuesto a los proyectos
      más altruistas que han pretendido que la Sociedad de la
      Información sea un nuevo estadio en el desarrollo
      cultural y en la humanización misma de nuestras
      sociedades.

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