Con frecuencia cuando oímos hablar
de «comunicación» pensamos en la misma como en
una disciplina específica… Pero los estudios sobre la
comunicación no se han consolidado como una disciplina,
sino más bien como una transdisciplina. Esto
significa que tales estudios sobre la comunicación definen
un «campo de problemas», que se constituye
abrevando en diferentes tradiciones teóricas, las cuales
permiten relacionar los aspectos psicológicos y
conductuales de la comunicación con el trabajo
teórico de los lingüistas y de los semiólogos.
De ahí se habilita la ductibilidad de los estudios en
comunicación para ser contextualizados en múltiples
problemáticas y en ámbitos diversos: la
política, la empresa, la familia, los medios masivos, la
publicidad y también la escuela… cada una con sus
problemas peculiares.
Hoy nos ocupa en este Taller una
problemática concreta en el ámbito
educativo: el reflexionar juntos respecto de las herramientas
posibles para la resolución de conflictos de manera
colaborativa. Entonces, podemos decir que hablar de la
«resolución de conflictos» es hablar
también de «comunicación».
Veamos…
De acuerdo a su etimología latina,
comunicar (en latín: communicare) quiere
decir «poner en común», compartir una
tarea (communio / munere). En efecto, se pone
«algo en común» al hablar, al tratarse. En tal
sentido, la comunicación es un nivel de la vida social…
de la interacción humana.
Un aspecto clave es que la
comunicación es el punto de partida de cualquier
relación, afecta directamente la autoestima y es
fundamental para desarrollarse en los ámbitos personales,
escolares y en el futuro profesional. Las dificultades en la
comunicación pueden afectar a la estructura de la
personalidad.
La comunicación como una
dimensión relacional del ser-social de la persona
tiene que ver con las informaciones y las significaciones que se
producen, reproducen y circulan en cualesquiera de los
fenómenos de la vida social de los que se
trate.
La cuestión central es que los
problemas de la comunicación humana se encuentran
estrechamente ligados a los de la significación y a la
construcción de un sentido u orientación en la
vida.
En otras palabras, los problemas de la
comunicación tienen que ver con la manera en que las
significaciones cambian de acuerdo a la combinación de
códigos que se ponga en juego en distintos contextos
histórico-sociales y en cada situación
particular.
Esto plantea un problema de corte
epistemológico; es decir, propio de una teoría
general del conocimiento… En síntesis, intentamos
señalar aquí que cualquier observación de
«las cosas» está cargada de un bagaje
previo de códigos interpretativos, de conceptos, de
signos, de sentidos atribuidos que responden a una historia
personal, y que no suponen un contacto «directo» ni
«despojado» con las cosas mismas. Esto quiere decir,
cuanto menos dos cosas:
1) Que hay diversidad de
«miradas» sobre lo mismo que es «visto»
por todos, y que cada «mirada» refiere al sentido
construido sobre lo dado a la
«visión».
2) Que la mirada se despliega desde
múltiples «perspectivas» (pues dos pupilas no
pueden estar en el mismo sitio, como decía Ortega y
Gasset). Así, lo dado a la «visión» es
dado a cada quien en su situacionalidad.
En suma, esto no nos arroja sin más
al encierro en el subjetivismo y en el relativismo (que conducen
al escepticismo), pues podemos observar a «las cosas
mismas», pero no sin «nosotros mismos» que
somos entre las cosas… En efecto, no queremos decir
aquí que «nada es verdad ni es mentira, que todo es
según el color del cristal con que se mira». Lo que
queremos expresar es que la búsqueda de la verdad
"especialmente en una casa de estudios" es una tarea
compartida, es un diálogo nunca concluido, porque
la verdad en pleno nunca por nadie puede ser del todo asida… La
verdad no cabe toda entera ni en el más veraz de los
hombres. En consecuencia, ese horizonte de búsqueda
dialogada de la verdad, hace de la comunicación y
de la calidad del trato, una dimensión de especial
relevancia en los procesos de formación
humana.
Aquí estamos intentando
señalar que no hay un mundo sin el hombre, sino que
hay un mundo para el hombre, que
es-en-el-mundo.
Lo complejo, la «tarea
compartida» es poder todos los hombres comulgar con
«nuestro» compartido ser-en-el-mundo. El único
camino es que el logos en nosotros se diga como dia-logo;
comprendiendo, además, que nosotros mismos somos lo
que emerge de un diálogo de tradiciones, lo que se recorta
y adquiere su peculiar relieve en el horizonte de una
comunicación extendida en el tiempo.
Lo contrario es la ilusión del
repliegue solipsista, la encerrona del individualismo y de la
afirmación unilateral que nos clausura en un mono-logo
fragmentado del mundo en donde somos quienes somos. Pero
no hay dia-logo sin disposición para «salir
al encuentro» del otro… En ese quedar vallado en uno
mismo, se encuentra la raíz de todas nuestras angustias,
insatisfacciones y conflictos.
Desde esta perspectiva podemos afirmar que
la comunicación es el eje para la resolución
de todos los conflictos… Es más, la comunicación
es aquello en lo que participamos en cada momento de nuestra
vida, voluntariamente o no. Habilitamos o constreñimos el
dia-logo, pero siempre estamos inmersos en un proceso
comunicacional.
Página siguiente |