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La Historia del Tabaco según autoridades (página 2)



Partes: 1, 2

La historia del tabaco ofrece uno de los procesos
transculturativos más interesantes. El genial creador del
término y maestro de su análisis, Fernando Ortiz,
aseguraba que lo extraordinario del proceso estaba dado por la
"rapidez y extensión con que se propagaron los usos de
aquella planta, apenas fue conocida por los descubridores de
América, por las grandes oposiciones que se presentaron y
vencieron, y por el radicalísimo cambio que el tabaco
experimentó en toda su significación social al
pasar de las culturas del Nuevo Mundo a las del Mundo Viejo"
(Ortiz:211).

En el propio siglo de la conquista ya recoge el padre Las
Casas en su Historia General de las Indias la
siguiente nota: "Españoles cognoscí en esta isla
Española que los acostumbraron á tomar, que siendo
reprendidos por ello diciéndoseles que aquello era vicio,
respondían que no era en su mano dejarlos de tomar"
(Diario de Navegación:85).

Esto contribuyó a que se dijera que en la naturaleza y
uso del tabaco había mucho de diabólico. El tabaco,
según un historiador (y lo reafirma Ortiz en 1940) se
"regó por el mundo como la pólvora". Como si la
planta "fuera una pólvora de los infiernos que se inflama
con el fuego pero que desflagra silenciosamente en los
cráneos para mover a los espíritus"
(Ortiz:211).

La migración de la planta tabaco se debe,
fundamentalmente, a dos factores indisolublemente ligados, al
decir de Ortiz: el factor natural y el factor social. Los
factores naturales "que originaron el aprovechamiento del tabaco
por el hombre fueron las peculiares condiciones
fisioquímicas de la planta y sus efectos
fisiológicos en el organismo humano. Si el hombre
comenzó y se habituó a utilizar el tabaco no fue
por razón de alimento ni de economía, sino por la
experiencia en sí de ciertos influjos producidos por la
acción externa de dicha planta. Esos efectos fueron
diversos y se pueden reducir a dos: al placer sensual y a la
defensa terapéutica. El tabaco gustaba a los sentidos y
aliviaba las tensiones psíquicas. Además, el tabaco
curaba males reales o imaginarios. Esos simples factores
naturales bastan para explicar el uso del tabaco en cualquier
pueblo, así primitivo como civilizado" (Ortiz:212).

En cuanto a los factores sociales, el tabaco, continua Ortiz,
"no solamente satisfacía ciertas apetencias individuales
del indio, sino también las de su grupo humano. En el
pueblo indio el tabaco formaba parte integrante de su
mitología, de su magia, de su medicina, de sus ceremonias
tribales, de su política, de sus guerras, de su
agricultura, de su pesca, de sus estímulos colectivos, de
sus costumbres públicas y privadas… (sic) El uso del
tabaco o el manejo de su potencia no era superstición ni
herejía, sino una institución religiosa, ortodoxa e
inveterada. Los ritos del tabaco eran actos sociales y forzados,
en cuya realización, singular o colectiva, estaba
interesado todo el grupo humano, el cual exigía su
práctica en las ocasiones señaladas por la
conciencia tribal y con las formas precisas y sacras fijadas por
la tradición." Y concluye: "Por ser una institución
social, entre los indios el tabaco se enlazaba también con
la vida económica. Como el canto o el baile, el tabaco
entre ellos era parte de los ritos sacrosociales que
intervenían en la realización de las más
importantes actividades económicas, como la comida, la
caza, la agricultura, el tejido de una red o el labrado de una
canoa; pero el tabaco por sí no era un fenómeno
sustancialmente económico" (:213).

El sentido de lo sobrenatural mediaba en la relación
sociológica entre el indio y el tabaco. Por eso los
conquistadores castellanos, que eran cristianos, al ver el
carácter sacro con que lo utilizaban los
aborígenes, formularon el concepto de su diabolismo. En
sus estudios sobre demoniología, Ortiz precisa el hecho:
"Al presenciar los clérigos católicos los para
ellos extravagantes ritos de los behiques indios, en los cuales
se hacía gran uso del tabaco, pensaron que siendo
éste cosa religiosa pero no ortodoxa, todo lo que de sacro
se le atribuyera obra seria con gran seguridad de la malicia de
Lucifer" (Ortiz:214).

Si bien para los castellanos y luego demás invasores de
las Indias Occidentales el tabaco era brujería, no fue
obstáculo para que ellos lo bautizaran. Primeramente fue
temido, tabuado, mirado como "cosa salvaje" y "cosa de los
demonios". Ello explica que el tabaco fuera utilizado, entre los
nuevos habitantes del Nuevo Mundo, primeramente por aquellos de
menor rango social. Por el ilustre médico y naturalista
sevillano del siglo XVI Monardes, en su famoso tratado de
medicina, conocemos que "no solo ocurrió así en las
Indias sino entre los numerosos negros que por el siglo XVI
habitaban en Sevilla (…) se habituaron tanto a la planta que
con ella se emborrachaban e incapacitaban para el trabajo, por lo
cual los amos les quemaban las hojas y matas de tabaco que les
encontraban y los negros lo sembraban de nuevo en los lugares
desiertos y más inaccesibles" (Ortiz:219).

El tabaco tuvo además su primera acogida entre los
hombres de mar. Catalogado como cosa de rufianes y perdonavidas.
Fue tenido en principio por cosa vil y baja y cosa de esclavos y
bebedores de tabernas y de gente de poca consideración.
Marinos, soldados y viajeros, en su regreso a Europa, llevaban la
nueva americana.

La introducción de la solanácea en
España, país que fue el primero en conocerla,
corresponde a los hombres que acompañaron a Colón
en sus viajes. Según Muñiz anota en su libro, "a
mediados del siglo XVI dicha planta era objeto de cultivo en
diversos jardines botánicos de España, Francia y
Holanda, donde, al principio, fue considerada como altamente
medicinal, algo así como una prodigiosa panacea para la
cura de innumerables dolencias. Más, aparte de esto,
existen datos comprobatorios de que numerosas personas
habían aprendido a disfrutar del placer de fumar, forma
esta en que durante aquellos primeros tiempos más se
generalizó su uso entre los pueblos del Viejo Mundo"
(Muñiz:8).

Con mucho fundamento se afirma que el almirante inglés
Francis Drake lo introdujo en Inglaterra. En Francia lo dio a
conocer André Thevet al volver del Brasil,
popularizándolo luego el embajador francés Jean
Nicot, quien había conocido dicha planta en Portugal. Del
interés despertado por la planta en pleno siglo XVI es
prueba la gran cantidad de autores que la monografiaron en libros
y acápites de libros. Ya Muñiz lo recoge en su
obra.

En la Relación acerca de las
antigüedades de los indios
del fraile
gerónimo Ramón Pané (terminada de redactar
hacia 1498 e insertada y publicada por primera vez en
Alcalá de Henares 1518, en la obra de Pedro Mártyr
Décadas del Nuevo Mundo), se habla, por
primera vez, del uso del tabaco en las prácticas
religiosas de dichos indios. Trataron extensamente sobre el
tabaco Fernando de Oviedo en su Historia general de las
Indias
publicada en Sevilla 1535, y el francés
André Thevet en su Les Singularitez de la France
Antartique
, Antwerp, 1558, reproduciéndose en
ambos libros grabados alusivos al tabaco y sus usos.

En 1554 Rembet Dodoens, en su libro Sruvboeck,
publicado en Antwerp, muestra por primera vez un grabado
reproduciendo la variedad Nicotiana rústica. Pietro Andrea
Mattioli en su New Kreuterbuch, Praga 1563,
inserta su grabado de la planta del tabaco y hace referencia
también a la misma. Girolamo Benzomi, autor de la
Historia del Mondo Nuovo
(Venecia, 1565), describe el tabaco y el modo como lo usaban los
indoamericanos para la cura de sus dolencias.

En la década del 70 se publican cinco libros que
informan sobre la planta tabaco. En París, en 1570 Jean
Liebault y Charles Esfienne publicaron L' Agriculture el
Maison Rustique
, en cuyo libro se refiere cómo el
embajador Jean Nicot conoció el tabaco en Lisboa,
Portugal, llevándolo luego a Francia. Fierre Pena y
Matthias de Lobel, en su obra Stirpium Adversaria
Nova
(Londres, 1570-1571), hablan extensamente del
tabaco, reproduciendo el primer grabado conocido de la variedad
Nicotiana Tabacum, que es la cultivada en Cuba, y la cabeza de un
indio fumando un tabaco de forma cónica. Fernando
Colón, hijo del Gran Almirante, en su Historie…
D. Christoforo Colombo
, publicado en Venecia en 1571,
ofrece noticias sobre el tabaco y copia el escrito de
Ramón Pané.

En este mismo año el sevillano Nicolás Monardes
"dedicó en una de sus más conocidas obras un
extenso relato al tabaco, en que narra la manera en que
cómo los indoamericanos cultivaban y empleaban la planta
de referencia, a la que dicho autor no vaciló en
atribuirle virtudes extraordinarias, ofreciendo en su relato una
larga lista de las dolencias que el tabaco podía aliviar y
aun curar por completo (…) el libro del doctor Monardes no
tardó en ser traducido a los idiomas inglés,
francés e italiano, y su lectura, en extremo curiosa y
plena de interés, sirvió innegablemente para atraer
la atención de los hombres de ciencias sobre la susodicha
planta y, además, de base para otras obras referentes a la
misma publicadas por aquellos días, aun en posterior
época" (Muñiz:9).

Un año después (en 1572), el francés
Jacques Gohory publicó en París un libro
"considerado como el primero dedicado de modo exclusivo al tabaco
o petum que era como se denominaba entonces a esa
planta en Francia, nombre con que la misma era conocida entre los
aborígenes del Brasil, país de donde, como antes
dijimos, la había traído el monje Thevet"
(Muñiz:10). Lo expuesto da pruebas del interés que
en Europa se tenía por la nueva planta. Se indagaba sus
orígenes, propiedades y sus múltiples usos. Sin
embargo, no se menciona el cosechado en Cuba. Sí se
conocía el de Varinas (fundamentalmente), Orinoco y Santo
Domingo. Como asegura Muñiz, "el nuestro no era conocido,
o por lo menos no disfrutaba de tanto renombre como los citados"
(:10).

Sobre la rápida propagación y selección
del tabaco americano es prueba, al decir de Ortiz, "el hecho de
que ya en 1535 ellos (los conquistadores) habían sabido
distinguir entre las condiciones del tabaco usual en las Antillas
y cierta otra especie hallada en el continente americano. En 1535
ya en las Antillas se comienza ostensiblemente la
selección botánica de los tabacos; tiene la primera
escogida de la historia, trayendo de Yucatán la especie
Nicotiana tabacum (…), la de la florecilla roja y de corola
gamopétala y de cinco puntas como una estrella,
prefiriéndola a la que aquí en Cuba era corriente,
la Nicotiana rústica, de menor tamaño, de
más fuerte tósigo y amargor, con flores de bordes
ondulados y de color amarillo verdoso. Esto comprueba,
ciertamente, cuan pronto los europeos en Indias se dieron cuenta
de los hechizos del tabaco y de cuan necesario era con él
siempre escoger y rezagar" (Ortiz:409).

Pero si la propagación del tabaco fue rápida en
las colonias americanas, no fue hasta bien entrado el siglo XVI
que comienza la colonización económica de
América. Y para aquella fecha Cuba era una especie de
trampolín o escala para llegar a las Américas, en
las que -se presumía- abundaban los metales preciosos.
Como anotara el eminente historiador cubano Fernando Portuondo:
"Cuba, desde 1517 en adelante, será cada vez más,
bajo el gobierno de los Habsburgo, una mera estación de
tránsito entre las colonias del continente y la
metrópolis" (:82).

Ya en las postrimerías del siglo XVI el tabaco adquiere
categoría económica en el comercio internacional, y
La Habana, con los fuertes del Morro y La Punta, se convierte en
una plaza fuerte: "Peñón de América,
según la acertada imagen del historiador Rene Lufriu"
(Portuondo:126). Es la época de los corsarios y piratas,
de franceses, ingleses y holandeses, es la época de
Francis Drake.

A estas alturas "ya se explotaba y era rebuscado el tabaco en
Cuba. En sus puertos (…) se obtenía el apetecido tabaco
indígena por los corsarios y contrabandistas de acuerdo
con sus pobladores, descontentos unos y otros con los monopolios
de España. Fue grande el comercio clandestino. El puerto
de La Habana llegó a ser el centro de difusión del
tabaco indiano, por la circunstancia de ser en la rada habanera
donde se juntaban las naos españolas, con sus tripulantes
hampones y sus pasajeros adinerados, para su tornaviaje a las
arenas del Guadalquivir. Muy importante fue La Habana durante
siglos como centro de todas las flotas españolas de
Cartagena, Nombre de Dios, Portobelo, Veracruz, Campeche y Santo
Domingo, las cuales se reunían en su bahía, grande,
defendida de huracanes y de piratas, y situada en la boca del
canal de Bahamas que era la vía de retorno forzada por las
corrientes y los vientos; y de aquí zarpaban aquellas
flotas en conserva y al amparo de las armadas para regresar a
Sevilla" (Ortiz:409-410).

Para esa época ya era negocio en La Habana la venta del
tabaco al público. Entonces existía un comercio
interamericano de la planta en el cual "los intereses
metropolitanos van interviniendo también, con privilegios
y restricciones" (Ortiz:411).

En Europa, mientras tanto, aparece una nueva forma de consumir
el tabaco. El "rapé se esfuerza por suplantar al torcido y
a la pipa. Poco a poco va consiguiéndolo. Algunos fuman
una especie de cigarrillos elaborados con fragmentos de hojas
secas de tabaco y envueltos con la espala que protege la mazorca
de maíz, imitando a los mexicanos que así
acostumbraban disfrutar de la olorosa solanácea. Esa novel
moda, la del rapé, deja sentir sus efectos en Cuba, y
aunque en nuestra Isla jamás logró franco
éxito primando en todos los tiempos el uso del torcido,
los cosecheros se dieron a buscar tierras adecuadas para un tipo
de rama gruesa, de mucho cuerpo, propia para ser molida y
reducida a polvo, comprobando pronto que la procedente de las
vegas del valle de los Guiñes, bañadas por el
Mayabeque, llenaban los requisitos exigidos para el indicado fin"
(Muñiz:l6).

Al empezar el siglo XVII ya el comercio del tabaco constituye
una fuente de ingreso para buena parte de la población
cubana. "El nombre de Cuba va siendo favorablemente conocido
entre los aficionados al tabaco en todo el mundo. Todavía
no es mencionado el habano, pero ya se habla de La Habana como
del lugar de donde procede el mejor tabaco conocido"
(Muñiz:l6). En las embarcaciones que zarpaban de los
puertos de La Habana, Santiago de Cuba y otros puertos cubanos
hacia Sevilla, se exportaba gran cantidad de tabaco en rama,
"utilizándose para ello envases muy semejantes a los que
todavía hoy se emplean, o sea los típicos tercios
construidos con yaguas por ser este material no solamente
más barato sino asimismo el que más a mano
tenían los cosecheros" (Muñiz:23).

Las prohibiciones del comercio del tabaco con los enemigos de
la corona (en particular las del Real decreto de Felipe III de
1614), so pena de muerte y pérdida total de sus bienes a
"los vecinos de las islas de Barlovento, Tierra Firme, y otras
partes donde se siembra y coge tabaco", deduce "cuan extendido se
encontraba el contrabando del tabaco, ya que para tratar de
evitarlo precisaba la aplicación de tan severísimas
penalidades" (Muñiz:l9). El Monarca español,
sabedor del contrabando que existía y de los pingües
beneficios del comercio del tabaco, ordenaba fuese a Sevilla todo
el tabaco procedente de sus dominios del Nuevo Mundo. Eran los
antecedentes del estanco colonial que nacerá dentro de una
centuria. Sin embargo, no fue España sino Francia la
primera nación que impuso tributos fiscales al tabaco
(Muñiz:l9).

A pesar de las restricciones, demasiada agua separaba a
España de sus colonias, de modo que el control Real no era
efectivo. El contrabando continuó exportando sus hojas por
todo el mundo. "Autoridades y contrabandistas actuaban de acuerdo
y el tabaco de Cuba proseguía ininterrumpidamente saliendo
rumbo a las Islas Británicas, a la América del
Norte, a Portugal, a Holanda, a Francia, a los dominios hispanos
del Nuevo Mundo y hasta en Canarias el tráfico
ilícito disponía de activos agentes que se
encargaban de distribuir el producto cubano por el mundo entero,
incluso la misma España (Muñiz:26).

Al comenzar el siglo XVII, en Inglaterra ya no bastaban las
farmacias para vender el tabaco. De modo que "se establecieron
tiendas especiales para su negocio. En ellas se vendía la
yerba y los adminículos para fumarla, y allí se
juntaban los aficionados para tertuliar entregados sin estorbo a
su vicio (…) En aquella época el tabaco hacía
'furor' en Inglaterra. Se creó la voz
tobaccanalia. Tomar tabaco era un signo de la
más alta distinción social. El uso habitual del
tabaco daba rango y prestigio. Aun hoy se puede observar en las
costumbres corrientes esos efectos psicosociales del tabaco en
los fumadores noveles" (Ortiz:417).

Entonces hubo en Londres "maestros de fumar" al igual que
maestros de bailes. Similar hecho ocurrió en Alemania. Fue
tal el boom del nuevo placer que fue objeto de la
literatura satírica inglesa. A esos satíricos
ingleses debemos "las primeras menciones de la fuma del tabaco en
Cuba. Tan cierta era esta forma que ya se conocía como
cubana cierta moda o manera elegante de fumar" (Ortiz:418).

En otro orden, la planta solanácea no paraba su
migración. Fueron los portugueses uno de sus más
importantes vulgadores. Fueron estos los que desde el Brasil
llevaron "las pipas de tabaco a Europa, antes que los ingleses
las conocieran de sus indios norteamericanos. Fueron ellos los
que enseñaron esa manera de fumar a los negros africanos
de Guinea, Congo, Angola y Mozambique durante sus
correrías de tratantes de esclavos, y a los pueblos
asiáticos en sus navegaciones y factorías de las
Indias Orientales; también fueron los portugueses los que
propagaron el tabaco y las pipas por Persia, Arabia y
Turquía". (Qrtiz:422). Otros autores aseguran que del Asia
Meridional la tomaron los Mongoles y estos a su vez la llevaron a
los Siberianos, quienes se las dieron a conocer a los esquimales
del extremo helado de la América norteña.
Trayectoria geográfica del tabaco tan larga como su
historia.

En las colonias inglesas de Norteamérica (Nueva
Inglaterra) se inició un nuevo acápite de esta
historia. Los "primeros pobladores británicos comenzaron
inmediatamente a partir de su arribo a cultivar tabaco, a
semejanza de los indios que habitaban ese territorio, ocupando
con él vastas zonas, al extremo de que hasta en las calles
de Jamestown, Virginia, se sembraba la codiciada planta, que al
principio era toda de la variedad conocida por Nicotiana
rústica, mas pronto empezaron a importar semillas de Cuba,
con lo cual mejoraron notablemente las cosechas, logrando a veces
introducir su rama en los mercados extranjeros como si esta
procediera de las vegas de nuestra Isla, dándose
además el caso, frecuentemente repetido, de que cuando,
años más adelante, la Real Fábrica de
Tabacos de Sevilla, no podía dar cumplimiento a las
demandas de sus clientes por escasear la rama cubana, no vacilaba
en mezclarla con la que adquiría en Virginia y Maryland.
Véase, pues, cuan de antaño datan las
suplantaciones y falsificaciones del tabaco cubano".
(Muñiz:26). Ya a fines del siglo XVII, el tabaco de Cuba
tiene que competir no sólo con el de los demás
países de la gran colonia hispana, sino también con
los de Virginia y Bermudas, y aun con los de ciertos
países de Europa.

Luego de 1648 y terminada la guerra de treinta años que
"ensangrentara a los pueblos de Europa", la Habana "es ya el gran
centro productor y embarcador de tabaco, no tan sólo a
España, sino a todo su imperio indiano, a México, a
Costa Rica y a los países del Pacífico"
(Ortiz:431). Se abre el famoso período de la historia
cubana conocido por las persecuciones y riñas entre
hacendados y vegueros. La aparición de la vega de tabaco
fue "la entrada de un nuevo personaje en el teatro de la
economía agraria de Cuba, que convertía el
tradicional soliloquio del hacendado ganadero en un
diálogo polémico" (Ortiz:431). El historiador
José Rivero Muñiz hace un exhaustivo e inigualable
estudio de este proceso en su libro. Es la antípoda entre
la producción extensiva, la producción intensiva y
la tenencia de la tierra. Es este fenómeno, al decir de
Ortiz, "el más terrible enemigo del tabaco cubano (…)
Estudiar ese conflicto es penetrar en uno de los más
profundos problemas sociales de Cuba, el de la propiedad de la
tierra, en una fase muy trascendente de su historia" (Ortiz:433).
No obstante, la oposición al cultivo del tabaco
"lentamente iba siendo vencida" (Muñiz:50).

A esta lucha se suma en 1717 la instrucción de Felipe V
que ordena el estanco del tabaco por cuenta de la Real Hacienda
"especialmente en las seis leguas del contorno de la dicha Ciudad
de La Habana". El tabaco ofrecía altas ganancias a los
traficantes y especuladores, todo lo cual movió al fisco
español a obtener para sí las mismas. El gobierno
"se reserva el derecho de comprar el tabaco que quisiera, con
sujeción a una tarifa dictada por el mismo en la misma
instrucción en que se ordenó el estanco. Para
realizar las operaciones de compra y embarque del tabaco cubano,
se creó una oficina en La Habana: la Factoría, con
sucursales en Santiago de Cuba, Trinidad, Sancti Spíritus
y Bayamo" (Portuondo:179).

Entre los vegueros y negociantes del ramo el anuncio del
estanco causó general disgusto, lo cual generó tres
sublevaciones consecutivas: 1717, 1720 y 1723. En la
última se ordenó ejecutar, por parte del
Capitán General, a los apresados y colgar sus
cadáveres de distintos árboles en los caminos
reales para escarmiento público. De modo que, entre las
postrimerías del siglo XVIII y los primeros años
del XIX, se caracterizó la historia del tabaco cubano por
las luchas entre vegueros y hacendados y las imposiciones del
estanco y vigilia de la factoría. A ello se suma los
hacendados que esperaban la oportunidad de convertir en "feraces
cañaverales tierras que hasta entonces habían
estado dedicadas a potreros" (Muñiz:231).

En agosto de 1817 se conoce en La Habana el Real decreto de
abolición del estanco del tabaco, firmado por Fernando
VII. Según notas de Ortiz, en la circular de 1817
"está aclarado el fondo del problema; que los vegueros
eran 'multitud de familias pobres', pequeños propietarios
con posesión y titulo formal o hereditario de tierras en
'las márgenes de los ríos', sobre las cuales
alegaban dudosos derechos ' los dueños de los fundos
bañados por los ríos'; que existía entre los
vegueros y los hacendados un conflicto social en el cual 'la
autoridad debe interponerse protectivamente', no tan sólo
para evitar graves males privados y públicos, sino por un
interés económico supremo, para favorecer 'el
cultivo de la primera clase de tabaco', pues 'sin el cuidadoso
esmero de las familias pobres decaería la planta o no se
lograría de tan exquisita calidad con las labores en
grande, en las cuales no es fácil aplicar a cada mata una
atención tan continuada y prolija". Y a
continuación precisa: "Ahí está, en
síntesis, el principal secreto de la exquisitez o 'primera
clase' del tabaco cubano: el del cuidadoso esmero a cada mata,
dado por familias pobres, con atención continuada y
prolija en la pequeña vega. La gloria del tabaco habano se
debe ante todo a las virtudes de su madre, que es la vega. El
primer secreto del tabaco habano está en ese
peculiarísimo y virtuoso complejo de planta, tierra,
familia, pobreza, artesanía y tradición que en Cuba
llamamos la vega". Y concluye: "No ha ocurrido esto así en
las otras tierras de América donde el tabaco fue
plantación capitalista desde su primera cuna, 'con las
labores en grande" (Ortiz:447-448).

La producción del tabaco cubano, con muchas variedades,
satisfacía todos los gustos del mundo. El comercio no
sólo "exhortó tabaco en cigarros, sino
también torcidos en cuerda o rollos para la pipa, en panes
o andullos para la mascada y el polvo para las narices. Y esos
tipos industriales de tabaco tuvieron sus alternativas en los
gustos de los consumidores. Así, por ejemplo, mientras en
Francia predominaba el rapé, en Inglaterra se
prefería la pipa, y en España el cigarro puro para
los ricos y el cigarrillo, papeleta o pitillo para los pobres. El
tabaco de Cuba surtía en sus manufacturas para satisfacer
todos esos tipos, aun cuando su tipo más
característico fuese el puro habano" (Ortiz:449).

Hacia el siglo XVIII, mientras Inglaterra surtía a sus
fumadores de tabaco de Virginia, Carolina y Maryland, en Europa
"el tabaco habano fue gravado con más y más
impuestos, y relegado para las personas opulentas, únicos
que podían pagarse tan costoso lujo" (Ortiz:450). El
comercio del tabaco se desarrollaba en medio de un doble
contrabando: prohibido por España su libre
exportación de Cuba, y prohibido su entrada por las
naciones europeas debido a la producción propia o su
estanco fiscal.

A finales del XVIII el gobierno papal concedió al
alemán Peter Wendier el derecho de fabricar en Roma
bastoni di tabacco. Por su parte, en Francia se
abrieron fábricas de cigarros según el modelo de
Sevilla. El la Alemania de 1788, Schiottmann establece una
fábrica de cigarros o tabacos puros en Hamburgo, con hojas
que trae de Cuba. Con el tiempo, Hamburgo "llega a ser un gran
centro del comercio tabaquero, que envía factores a La
Habana y aquí arraigan abriendo almacenes de rama,
fábricas de ricas vitolas y hasta casas de banca para
financiar su negocio" (Ortiz:451).

Con las guerras civiles españolas y las
napoleónicas, sale victorioso el tabaco habano en suelo
europeo. En esos años "España, cuyos
monárquicos y absolutistas han solicitado una y otra vez
la invasión de su país por tropas extranjeras, fue
cruzada y recruzada por ejércitos ingleses y franceses,
por los de Wellington, los de Bonaparte y los de Agulena, y los
soldados retornaron llevándose con los laureles, heridas y
recuerdos de sus campañas, la costumbre española de
fumar los cigarros hechos en aquel país y sus colonias"
(Ortiz:452).

Con la vulgarización del uso del cigarro puro se
extendió la costumbre del fumar en la calle. Se
tomó por las autoridades absolutistas como "un signo
revolucionario y de liberalismo contra la conservadora pipa, que
prefería el ámbito cerrado, la quietud y la
sedentariedad (…) Por eso fue prohibido por las viejas cortes
absolutistas de Europa el fumar callejero, hasta que las
revoluciones del 48 conquistaron para los pueblos ese nuevo
'derecho individual" (Ortiz:453).

Hacia la década del treinta del siglo XIX se
había establecido en La Habana otra industria que debe su
desarrollo, precisamente, a la industria del tabaco. Nos
referimos a la industria litográfica, la cual dio a
conocer las marcas de tabacos, cigarros y picaduras que se
producían en Cuba. Según asegura Muñiz, las
"etiquetas por lo general van acompañadas de excelentes
dibujos, firmados en su mayoría por Martín y por N.
Méndez. Las correspondientes a las fábricas de
tabacos son de tamaño grande, mientras las de cigarros son
pequeñas, a lo más de dos pulgadas cuadradas; en
algunas ocasiones, muy raras, se imprimían sobre papeles
de colores azul, verde, amarillo, rosado, etcétera. El
texto de las etiquetas correspondientes a las fábricas de
tabacos está casi siempre en español e
inglés y a veces también en alemán y
francés. Cuando la fábrica o taller se encontraba
situada fuera del recinto de la ciudad, esto se hacia constar. En
las marcas pertenecientes a los tabacos suelen hallarse muy
curiosos dibujos reproduciendo vegas, edificios y personajes
célebres, mientras que en las de los cigarros predominan
nombres y escenas típicos de la época,
acompañando algunas de ellas versos en que se ensalza el
producto y se incita al comprador para que lo adquiera. Dado que
en la casi totalidad de dichas etiquetas consta la calle y el
número en que estaban ubicados los respectivos talleres y
fábricas, fácil resulta comprobar que unos y otras
se hallaban diseminados por toda la Habana, lo mismo intra que
extramuros" (Muñiz:265).

Con el siglo XX se abre, para el tabaquero cubano, la era del
Trust, de las huelgas y los rompehuelgas y de las
reivindicaciones sindicales. Para la producción del tabaco
se iniciaban los nuevos sellos de garantía que
garantizaban la procedencia del tabaco cosechado en Cuba; de los
comisionados que denunciaron las falsificaciones de los tabacos
cubanos en los mercados de América, Europa y norte de
África, así como la aparición de la
fabricación mecánica del torcido.

Según Ortiz, a medida "que triunfan las libertades
ciudadanas y se aseguran las constituciones políticas,
triunfa también el cigarro puro, coincidiendo con el
advenimiento a Cuba del liberalismo económico que abre el
puerto de La Habana a todas las naciones. Y es en ese ambiente de
libre competencia industrial y mercantil cuando el tabaco habano,
por plebiscito unánime de los pueblos, deviene el cetro
imperial del mundo tabaquero. El tabaco habano es desde entonces
el símbolo de la burguesía capitalista triunfadora.
El siglo XIX fue la era del cigarro puro. Ahora lo va venciendo
la democracia del popular cigarrillo. Pero cigarros y cigarrillos
ya van siendo hechos a máquina, como a máquina se
van reordenando las economías, las políticas, los
gobiernos y las ideas. Acaso muchas gentes y pueblos, ahora
vencidos por los poseedores de las máquinas, sólo
puedan encontrar en el tabaco el único refugio transitorio
para su personalidad oprimida" (Ortiz:453).

La calidad internacional del tabaco habano desborda la
pasión de estos dos eruditos de nuestra historia que tan
de cerca hemos seguido: Fernando Ortiz Fernández y
José Rivero Muñiz. Según el primero -y
retomando palabras de un antropólogo- asegura que el
tabaco, de procedencia americana es la más fundamental y
difundida forma de placer, suave narcótico que ha hecho
que la humanidad se conforme consigo misma más que con
cualquier otro procedimiento conocido por ella en los
últimos 5000 años (Ortiz:lll). Según el
segundo, "aunque es innegable que el cultivo de esa planta se ha
prolongado por todo el Orbe, también lo es que la
cosechada en Cuba continúa siendo la de mejor calidad,
más aromática y más apetecida por los
fumadores del mundo entero" (Muñiz:346).

Fuentes.

Azcárate y Rosell, Rafael (1940): "Symposium on
prehistoric agriculture". Revista de
Arqueología
, año II, no. 4, mayo.
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La Habana, 1993 – Madrid, 2006.

Apostilla a la Historia del Tabaco. El Gran Día de no
Fumar.

Por Sociedad Americana del Cáncer.

El tercer jueves de noviembre de cada año, los
fumadores de toda la nación fuman menos o dejan de fumar
cuando participan del Gran Día de No Fumar (Great
American Smokeout
) de la Sociedad Americana del
Cáncer. El evento le brinda una oportunidad a las personas
a renunciar al uso del tabaco y crea conciencia de las muchas
maneras efectivas de dejar el hábito de fumar de una vez
por todas.

En muchas comunidades, los voluntarios locales apoyan a los ex
fumadores, promocionan el evento y ejercen presión para
que se aprueben leyes que controlen el uso del tabaco y
desalienten a los adolescentes a iniciarse en el consumo de
tabaco.

Los estudios han mostrado que los fumadores tienen más
éxito en renunciar al hábito cuando cuentan con
cierto apoyo, como productos de reemplazo de nicotina,
orientación, receta de medicamentos para controlar las
ansias de fumar, libros que sirvan de guía, y el
ánimo de amigos y familiares.

A pesar de esto, sólo uno de siete personas que
actualmente fuman informan que han tratado cualquiera de las
terapias recomendadas durante el último intento por dejar
de fumar. Las líneas telefónicas para dejar de
fumar son un recurso nuevo y conveniente, disponibles sin costo
alguno en muchos estados. Llame al 1-800-227-2345 para solicitar
información sobre la línea telefónica para
dejar de fumar u otro apoyo con base científica en su
área.

Cómo comenzó el Gran Día de No Fumar.

El Gran Día de No Fumar ha ayudado a cambiar
dramáticamente las actitudes de los estadounidenses en
relación con el hábito de fumar, lo que ha
conducido a la creación de programas comunitarios y
ordenanzas para declarar áreas "libres de humo" que hoy
día salvan vidas en muchos estados. El evento
comenzó en los años 1970 cuando el fumar y el humo
de segunda mano era algo común y corriente.

La idea del Gran Día de No Fumar surgió en un
evento que se llevó a cabo en 1974. Lynn R. Smith, editora
del Monticello Times in Minnesota, encabezó el primer
día estatal D-Day o Día de no Fumar. La idea pudo
haber sido inspirada por Arthur P. Mullaney, un residente de
Massachussets, quien le pidió a las personas que
renunciaran al hábito de fumar por un día en 1971 y
que donaran el dinero que gastarían en tabaco a una
escuela preparatoria (superior) de la comunidad.

La idea tomó auge, y el 18 de noviembre de 1976, la
Sociedad Americana del Cáncer (American Cancer
Society
, ACS), división de California,
logró con éxito que casi un millón de
fumadores dejaran de fumar por un día. Este evento en
California marcó el inicio del Gran Día de No
Fumar, y la Sociedad lo adoptó a escala nacional en
1977.

El Gran Día de No Fumar promueve nuevas leyes y salva
vidas.

Cada año, el Gran Día de No Fumar también
crea conciencia sobre las muertes y las enfermedades
crónicas causadas por el hábito de fumar. Entre los
años 1980 y 1990, muchos gobiernos estatales y locales
prohibieron fumar en los lugares de trabajo y restaurantes,
aumentaron los impuestos a los cigarrillos, limitaron la
publicidad, animaron a los adolescentes a no fumar cigarrillos, y
tomaron más acciones para combatir el hábito de
fumar.

Los estados con leyes estrictas para el control del tabaco
están hoy día recogiendo los frutos de la labor de
reducir marcadamente las tasas de fumadores y de menos muertes a
causa del cáncer del pulmón, según un
informe de la ACS publicado en el 2003 en Cancer Causes
and Control
. El estudio encontró que las tasas de
muertes por cáncer del pulmón en los adultos de 30
a 39 años de edad disminuyeron y siguen bajando en la
mayoría de los estados que tienen programas estrictos
contra el tabaco. En los estados donde no existen controles
estrictos contra el tabaco, las tasas de cáncer del
pulmón fueron más altas y siguen en aumento.

Hoy día, se estima que 46 millones de estadounidenses
adultos fuman. El uso de tabaco puede causar cáncer de
pulmón, así como otros cánceres,
enfermedades cardíacas y enfermedades del pulmón.
El hábito de fumar es responsable de casi una de tres
muertes causadas por el cáncer, y una de cinco muertes
debido por todas las causas. Otras 8.6 millones de personas
están viviendo con enfermedades graves causadas por el
hábito de fumar.

Afortunadamente, en los últimos 27 años se han
visto grandes avances en el cambio de las actitudes en
relación con el hábito de fumar, y en los
conocimientos sobre la adicción y sobre cómo ayudar
a las personas a dejar el hábito.

Visite nuestra página en Internet www.cancer.org 
para aprender más sobre cómo dejar de fumar,
mejorar su salud o participar en el Gran Día de No Fumar
en su comunidad. O simplemente llame a su Sociedad Americana del
Cáncer al 1-800-227-2345.

Referencias.

American Cancer Society. Smoking cessation. In: Cancer Facts
& Figures 2005. Atlanta, GA: American Cancer Society;
2005.
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(Ver texto original en
http://www.cancer.org/docroot/ESP/content/ESP_2_1x_El_Gran_Da_de_no_Fumar.asp 
).

 

 

Autor:

Marlene García Núñez

José Ramón Alonso

Homepage: EstudiosCulturales

Partes: 1, 2
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